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Blogs de autor

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21-04-2013

La obra maestra del diablo

es habernos convencido

de que el diablo no existe,

y de que, en consecuencia,

tampoco existe un dios,

ni el mal ni el bien,

ni las preguntas sobre la muerte,

ni las preguntas sobre la vida.

Ni siquiera existimos nosotros

aunque, como mercancías vivientes,

tengamos un precio fijado en el mercado

por el gran maestro de los tramposos.

Es decir, incrédulos, por el diablo mismo.

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27 de octubre de 2017
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16-04-2013

En ti estuve alojado

cuando eras un cuerpo joven y vigoroso,

y ahora te observo anciana,

mientras tus escasas palabras,

ancladas en lo esencial,

expulsan del lenguaje todo lo superfluo,

y comprendo, madre, a través de la carne,

lo que ninguna doctrina explica:

el cambio y el acontecer,

lo fugaz, que escapa a toda doma,

y lo que en medio del vértigo,

fijo como el ojo del huracán,

despreciando la apariencia, permanece.

 

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26 de octubre de 2017
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Alarmas que saltan

Se activan a horas intempestivas: un sábado por la tarde, justo cuando acabas de entrar en Babia, o al amanecer, cuando empieza a clarear en la ciudad pero las farolas permanecen encendidas. Es un estruendo agudo, machacón, muy distinto a la sirena ronca del barco que se des­hace en la lejanía. Te expulsa de la cápsula del sueño, pero lo más ridículo es que no intimida, sólo produce fastidio. Son horas demasiado rebuscadas, incluso para los ladrones, pero ¿qué se puede esperar de sensores que ignoran la primera luz del día y en cambio detectan el vuelo de un gorrión que ha entrado por el tragaluz? Su mecanismo de alerta consiste en aumentar progresivamente el volumen, igual que en las franjas de publicidad en radio y televisión, hasta que expira su primer ciclo. Pero a los cinco minutos reinician su histeria, que todo lo invade. Cuando suena una alarma, difícilmente puedes pensar en otra cosa que no sea en desactivarla. Y para ello tienes que ­probar tu inocencia, aunque pagues su cuota.
Se trata de sistemas de seguridad provistos de cámaras, detectores y conexión telefónica con la central, una especie de teléfono rojo que se acciona cuando salta alarma y te pide que te identifiques. La primera vez que lo hizo en mi casa sentí una sensación de descontrol mucho más inquietante que cuando se dispara la señal de incendio en la oficina y procedemos a desalojar el edificio según marca el protocolo, aunque sepamos que no hay fuego y acabemos aprovechando el rato para fumar un cigarro y charlar en la puerta. Fue como tener el enemigo dentro; buscaba torpemente la manera de silenciarla, hasta que una voz de centralita sonó en el salón y me pidió mi clave. Acababa de mudarme y sólo recordaba los códigos del ordenador. Tuve que buscar la carpeta de instrucciones. Resultó desconcertante sentirme sospechosa en mi propia vivienda.
En los medios ahora se anuncian a diario: “Protege a tu familia”, reza un eslogan, apelando directamente a los sentimientos más primarios. Alarma, contracción italiana all’arme, cuyo sentido literal no es otro que “a las armas”, un grito de aviso ante el enemigo para tomarlas y defenderse. Expresiones como saltar las alarmas o alarma pública demuestran que aunque el origen guerrero de la palabra sea remoto, permanece semánticamente inalterado. Si antes de la tensión entre Catalunya y España, la locución en la que más instalados vivíamos era la de falsa alarma, ahora nos hallamos en un estado de alarma continua, donde caceroladas, detenciones, cárceles, policías y políticos siguen subiendo los decibelios, conscientes de que crear alarma es en verdad hacer ruido, mientras que para pacificar el conflicto, lo primero que hay que hacer es bajar la voz.
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25 de octubre de 2017
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04-04-2013

Salimos, al fin, de las ciudades.

Corremos por los bosques sagrados.

Llegamos a las estepas

por donde se desplazan, vigilados, los ejércitos invisibles.

Extenuados, entramos en combate.

Luchamos con valentía, esforzadamente,

aun sabiendo, de antemano, el desenlace.

Y cuando es descargado sobre nosotros

el golpe definitivo, y caemos en la caída final,

tenemos una última mirada

para el cielo, el signo de nuestra victoria.

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25 de octubre de 2017
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15-03-2013

Trato de liberar a la mariposa amarilla

que ha quedado atrapada en la alambrada.

Rota una de sus alas, el polvo como de oro

riega el sucio hierro oxidado.

Ya en mi mano, intenta reemprender el vuelo.

No puede, ni podrá, y, de súbito,

percibo que aquí se concentra

todo el dolor del universo.

No me entendáis mal:

sé que es mucho peor el hambre y la violencia

que en este mismo momento sufren tantos hombres.

Pero eso son sólo pensamientos,

mientras la mariposa herida en mi mano

es, creedme, pura vida.

 

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24 de octubre de 2017
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Mujeres que escriben

Hasta el Romanticismo, las mujeres sólo podían escribir si eran monjas o nobles. Únicamente desde la virtud o el poder se contrarrestaba la anomalía de su conducta. Las primeras corrientes de emancipación hicieron posible que algunas féminas de clase media iniciaran una carrera literaria, y que incluso aspirasen a premios, como el certamen de poesía del Liceo de Madrid, que en 1840 ganó Gertrudis Gómez Avellaneda. Tal fue el impacto, que en la siguiente edición se vetó la participación femenina. En La pluma como espada (Lumen), María Prado rescata el testimonio de Zorrilla sobre la poeta cubana, exaltando su “voz dulce, suave y femenil”, para concluir que “era una mujer, pero lo era sin duda por un error de la naturaleza, que había metido por distracción un alma de hombre en aquella envoltura femenina”. Porque Gómez Avellaneda, al igual que Carolina Coronado, Elena Fortún, Mercedes Cabello de Carbonera, Dolores Medio o Juana de Ibarbourou, fueron consideradas especies raras. De muchas de estas grandes autoras apenas se sabía nada, no integran el canon, y ahora sonroja descubrir su talento, como el de la recién recuperada Elena Garro. De ellas, además de Mercè Rodoreda, Víctor Català y Carmen Martín Gaite, se leyeron fragmentos el pasado lunes en la Biblioteca Nacional de Madrid, conmemorando el día de las Escritoras. ¿Que por qué se celebra tal día? Las cifras misérrimas de académicas, premiadas, publicadas y no digamos ya de canonizadas es marginal. Visibilizar el talento femenino en la literatura a través de esas “formidables máquinas quitanieves que abrieron el camino a generaciones venideras”, en palabras de la comisaria de la iniciativa, Anna Caballé, constituye uno de los objetivos.
Se da la circunstancia hoy de que una nueva generación ha declarado haber recibido humillaciones y acosos varios, de la postergación de la calidad de sus versos en favor de la de sus tetas a recomendaciones de posar desnudas para la foto de portada, pasando por insinuaciones, chantajes de diverso tipo y juicios sumarios por su opción sexual. No es infrecuente oír a maledicentes decir que una autora está loca, acaso porque no es dócil ni previsible. Es una forma de expulsarlas del vértice de la pirámide, ignorando que los letraheridos rarunos son mayoría.
Esta misma semana se celebró en ­León un congreso de Columnismo, polémico ya desde su convocatoria: en el cartel todos eran nombres de señores. Desde los reverenciados popes, hasta los liberados y muy sueltos, inscritos en lo que Íñigo Lomana etiquetó como prosa “cipotuda”. En las redes hubo revuelo e indignación. Se tuitearon largos listados de mujeres que escriben en los medios. Muchas de ellas detestan las cuotas, pero no entienden por qué no son competentes para participar en un congreso leonés cuando todos los articulistas se deben a una acción sin género: sostener la columna. Escribir es ­explorar, podar y sufrir. Sin sexo que lo alivie.
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23 de octubre de 2017
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Lo mejor de lo mejor

Esta ha sido la semana de los Premios Ondas, que han galardonado muy oportunamente a un género en sí mismo, el de “comunicadores catalanes”: Àngels Barceló, Josep Cuní o Sussana Griso, además de las radios barcelonesas por la cobertura del atentado en las Ramblas. Hablo con la Gemio –que tras 40 años en el oficio se merece de sobra el artículo definido–, y me dice que ya no se lo esperaba: “Me llega ahora, a punto de cerrar una etapa radiofónica de 14 años, lo que hace más dulce la despedida. Es un feliz punto y aparte”.
El pasado lunes, en el Sur de Madrid, en ese hangar de creatividad experimental que es el Matadero, se presentó la novela gráfica “Valerosas. Mujeres que solo hacen lo que ellas quieren” (Dibbuks), de Pénélope Bagieu, que en Francia ha vendido 200.000 ejemplares. Una de las convocadas, Andrea Levy, ahondaba con sorna en los motivos de la falta de presencia femenina en las tertulias políticas: “dicen que a primera hora las mujeres no pueden estar en la radio porque tienen mucho lío en casa…”. Googleas el nombre de esta política valerosa, joven y pepera, y destacan las entradas que se refieren a sus novios. Qué poco cuesta frivolizar a una mujer por sus tacones o sus hombres. Las edades de la mujer son siempre nefastas: o eres joven e inexperta o eres madura y estás de vuelta. Bagieu es una investigadora de perfiles femeninos fuera de lo común. Pero también es una chica pesimista que cree que la igualdad está peor ahora que hace diez años: dudo que si así fuera, hubiera logrado tal récord de ventas con sus historias de pioneras avant la lettre.
Otra Penélope, Cruz, ha tenido que posicionarse –aunque con mesura– en contra de uno de sus valedores en Hollywood, de la mano de quien conquistara Hollywood hace ya casi una década: Harvey Weinstein. De hecho, “Vicky Cristina Barcelona” le valió su Oscar, y, al año siguiente, el musical felliniano “Nine” supondría su confirmación en la Meca del cine. Antes, y pese a sus esfuerzos con el inglés y el divismo californiano, se hablaba más de sus escarceos con Tom Cruise o Matthew McConnaghey que de un puñado de cintas ya olvidadas. “Obviamente, yo no conocía esa parte de él. Hemos trabajado juntos en diferentes películas e incluso, aunque él ha sido respetuoso conmigo y personalmente nunca he sido testigo de este tipo de actitudes, necesito expresar mi apoyo a las mujeres que han tenido esas horribles experiencias”, escribía en sus redes sociales.
Carles Sans, que trabajó con ‘Pe’ en “El amor perjudica seriamente la salud”, recuerda que cuando ésta empezaba a salir con Javier Bardem, tan fan de Tricicle que incluso actuó por sorpresa con ellos en “Sit”, quedaron discretamente para ver unos de sus espectáculos aunque tuvieran que acabar huyendo ante la llegada de una marabunta de flashes. Los Tricicle llegaron a Madrid durante los años de la movida. “Una noche fría de invierno, con estalactitas en el aire, fuimos a una sesión golfa de cine, y a salir, los tres, con las manos en el bolsillo, fuimos detenidos por la policía que estaba buscando a un trío de delincuentes. Ese fue nuestro recibimiento madrileño”, explica. Joan Gràcia, por su parte, confiesa que en aquel tiempo, si no ligaba, no llegaba a casa antes de las 9 de la mañana. Él ha hecho un cálculo “de todas las temporadas en que hemos venido a actuar, y suman cinco años y medio, casi seis, viviendo en Madrid”. Paco Mir, tercera rueda, ha tenido unos vínculos laborales sólidos con el Teatro Lírico, donde ha dirigido diez grandes producciones. Los sobrinos del capitán Grant” es la única producción de la Zarzuela que se repuesto cinco veces; a Mir le engancha la idea del “espectáculo total”. A primeros de los ochenta, Tricile actuaba en la alternativa Sala Cadarso, y allí los descubrió Chicho Ibáñez Serrador, que les invitó al Un, dos, tres. Ellos no querían ir, “pero nos convenció con una cena en su casa, diciéndonos que esa noche nos vería más gente que en toda nuestra vida. Y así fue: 22 millones de personas. Un bombazo”, cuenta Sans.
El jueves estrenaron, en el Teatro de La Luz, su último montaje “Hits”, un greatest hits de esta mítica compañía que se nutre de la extrañeza y el absurdo, y enfoca las emociones desde una mirada lateral felizmente desviada del lugar común. Ignoran si la coyuntura política pasará factura, pero Sans cita a Jesús Sierra, flamante ganador del Premio Planeta, cuando dijo “el día en que se hable de literatura en el Parlamento, yo hablaré de política”. Los cielos de Madrid, los camareros profesionales que te llaman por tu nombre, Chueca y el Palacio Real, y amigos incondicionales como Santiago Segura, Roberto Torretta, Nieves Álvarez, Cayetana Guillén Cuervo, El Gran Wyoming, Jose Coronado o Boris Izaguirre, conforman el paisaje sentimental de Tricicle, además de ser el público VIP de “Hits”, lo mejor de lo mejor de lo mejor.
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23 de octubre de 2017
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El Boomeran(g)
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