Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

De arcos y de blancos

Estaba viendo No Direction Home, el documental de Martin Scorsese sobre Bob Dylan, y me quedé colgado de un comentario de Allen Ginsberg sobre el artista como inspirador. Ginsberg dice que inspira aquel que expresa verdades que hasta segundos antes todos intuíamos, sin saber cómo decir. A Dylan le cabe el sayo, eso es indudable. Durante décadas encendió bengalas que aun con la fugacidad de una canción, han iluminado el camino por el que solemos peregrinar a oscuras. Pero Ginsberg me dejó pensando en algo que iba más allá de Dylan. A esta altura decir que los grandes artistas nos inspiran es apenas un lugar común. La cuestión sería, en todo caso: ¿qué nos inspiran, y qué clase de inspiración buscamos en las obras de arte? Hay tantas respuestas a esos interrogantes como personas, puesto que decodificamos cada obra de acuerdo a nuestra propia e intransferible necesidad. Hay gente que busca que un artista refrende lo que ya piensa, o siente; gente que busca seguridad en el arte: confort. Hay gente que espera ser desafiada, gente que espera que un artista cuestione su sistema de valores; gente que espera que un artista haga temblar su mundo. Todos, por cierto, disfrutamos ocasionalmente de una novela, una música o una película ligera: está bien que podamos olvidarla al instante de haberla consumido. Pero algunos necesitamos también de otro tipo de obras, que no sólo se consuman, sino que se consumen: novelas, músicas y películas que no acallaremos en nuestras almas por más que lo deseemos con desesperación; porque no fueron concebidas para que dispongamos de ellas, sino más bien para que ellas dispongan de nosotros.

………………………………

Muchos admiran a ciertos artistas por la perfección con que ejecutan su instrumento. Si yo venerase la técnica impecable, preferiría escuchar Blowin’ in the Wind en la versión de Peter, Paul and Mary; sin embargo prefiero la voz destemplada de Dylan, porque siento que la forma en que rompe con las normas del buen cantar es indivisible de lo que la canción me inspira. Esas palabras suenan muy distintas en la voz de alguien quebrado que en boca de tres universitarios que armonizan como si nunca hubiesen puesto un pie en la puta calle. Yo admiro a Borges como escritor. Es uno de los pocos autores argentinos cuyos libros conservo al alcance de mi mano, en el sector de la biblioteca más próximo a mi escritorio. (Los otros son Roberto Arlt y Rodolfo Walsh.) Pero su obra no me inspira; o en todo caso no me inspira otra cosa que no sea la necesidad de depurar mi propio estilo como narrador. Y la perfección del estilo tiene poco que ver con los motivos que me impulsaron a escribir en el principio, y que siguen impulsándome cada día. Siento en todo caso afinidad con Rodolfo Walsh, el autor de Los oficios terrestres y Operación masacre. Porque en Walsh convive la persecución del párrafo perfecto con el ansia de que ese lenguaje interpele y modifique la realidad de la que participa lo quiera o no, lo busque o no. Walsh trabajaba para producir el mejor relato posible, convencido de que la perfección de ese relato colaboraría con la construcción del mejor mundo posible; puede sonar a utopía, lo entiendo, pero si no hablamos de utopía cuando hablamos de arte, ¿de qué demonios estamos hablando? Me gustan los artistas que me impulsan a escribir mejor. Pero los artistas que me inspiran son los que me impulsan a vivir mejor.

………………………………

En Walsh vida y obra eran lo mismo, dos instancias distintas de un movimiento único. Se potenciaban la una a la otra, y sólo tenían sentido si se las leía en conjunto: ética y estética como yin y yang, necesariamente inseparables. (Uno de los grandes músicos argentinos contemporáneos, Luis Alberto Spinetta, lo puso hace tiempo de manera concluyente: Es difícil producir una obra hermosa si uno no tiene una vida hermosa.) Me cuesta entender a aquellos para quienes la estética es un valor absoluto, algo autosuficiente, que no necesita de otro alimento que no sea aquel que se provee a sí misma. (Esta cuestión de la pureza tan cara a los estetas me sonó siempre a la exégesis de la raza aria.) Valoro y respeto el lenguaje, pero a diferencia de otros escritores, no consigo endiosarlo. A pesar de su riqueza insondable y de su complejidad (que por cierto, jamás lograré dominar del todo), no consigo más que verlo como lo que es: un instrumento. Precioso, sublime incluso; pero instrumento al fin. Algo que nació para cumplir con una función que lo supera, que expresa una realidad que va más allá de sus características (y por ende de sus limitaciones) físicas. Yo practico arquería y me cruzo todo el tiempo con gente que tiene arcos mejores que el mío. Lo que también veo es que una vez en el campo, lo que muchos hacen con ese arco soberbio es, ay, lamentable.

……………………………… El lector abstracto no existe: uno es un lector concreto, de un sexo concreto, una edad concreta, que proviene de una cultura equis y es dueño de un saber puntual. Como lector de un país marginal, cuya vida es puesta a prueba diariamente por una realidad salvaje, es lógico que Walsh me inspire y que Borges me produzca un placer ligero y exótico. Si uno viviese en una tierra devastada, ¿qué preferiría que le regalasen: una cena en un restaurant de cinco estrellas o un curso de supervivencia? Yo siento que Walsh escribía para mí. No sé para quién escribía Borges. El viejo era un maestro, no seré yo quien lo niegue. Pero convengamos que la mayor parte de las veces hablaba de cosas que nos tienen sin cuidado y que podemos dejar atrás sin resaca alguna una vez cerrado el libro. La obra de Borges es un artefacto cultural tranquilizador, me conforma en tanto se cierra en sí misma y no dialoga con un mundo que parece estar muy distante de sus intereses. Cuando busco verdadera inspiración, yo prefiero los libros que me parten la cabeza, que se desgarran a sí mismos en el proceso de contarse (¡como la voz de Dylan!) y que también me desgarran y me dejan irreconocible durante una temporada hasta que consigo recuperar la forma humana –hasta que consigo rearmar mi propio relato y contarme a mí mismo nuevamente. El autor (los autores, sería apropiado decir) del Antiguo Testamento. Los autores del Nuevo. Homero. Shakespeare. Dickens. Melville. Conrad. Arlt. Bellow. ¡Walsh! Hagan sus propias listas.

Leer más
profile avatar
5 de diciembre de 2005
Blogs de autor

La ciudad te seguirá

Un día que empieza con “Encuentro” en el buzón del correo es un día feliz. Este sábado fue un día feliz: recibí el número 37/38 de Encuentro de la cultura cubana. No se puede resumir cerca de cuatrocientas páginas editadas con cuidado y, como siempre, imprescindibles para los cubanófilos. Pero hay que destacar una serie fenomenal de gouaches sobre impresión foto-numérica dedicada a los ingenieros cubanos. Son pinturas/fotografías (no sé cómo se puede nombrar aquella técnica mixta) de dos arquitectos habaneros residentes en París: Teresa Ayuso y Juan Luis Morales. Muestran fábricas en ruinas que tienen la gracia surrealista de grandes barcos callados en el campo. Podrían ser un sueño de Delvaux, pero de verdad son hechos por Castro.

“Encuentro” trae también el primer (primero, pues supongo que habrá otros) adiós al hombre que tenía, según sus propias palabras, castroenteritis: Guillermo Cabrera Infante. Basta hojear los textos para descubrir una maravilla. Página 256, Enrico Mario Santí, profesor de estudios hispánicos en la universidad de Kentucky (Lexington) hace la entrega anticipada de parte de lo que será la introducción a una nueva edición de Tres tristes tigres. Como epígrafe reproduce tres versos del poeta griego Constantino Cafavis:

“No hallarás nuevas tierras, no hallarás otros mares. La ciudad te seguirá. Vagarás por las mismas calles. Y en los mismos barrios te harás viejo”.

Una nota añade que estos versos de La ciudad figuran en la Poesía completa que publicó Alianza editorial. Guillermo Cabrera Infante subrayó los versos en el ejemplar de su biblioteca personal en Londres. Y nosotros, sus lectores deslumbrados por su Habana para un Infante difunto sabemos que el poeta no se equivocó: La Habana se quedó con Guillermo, le siguió hasta Londres.

Ruinas en el campo, ciudad en el exilio: ¡ay! mi Cuba.

Leer más
profile avatar
5 de diciembre de 2005
Blogs de autor

Excitantes

"Ayer, con el voluminoso libro filosófico de Iris Murdoch (...) Mi aversión hacia ella ha crecido tanto, que tengo que decir algo aquí”. Este apunte de Elias Canetti en Fiesta bajo las bombas (Galaxia Gutenberg) da paso a uno de los más violentos y crueles retratos de los muchos que contiene el libro dedicado a su etapa inglesa. Canetti describe con la delicadeza propia de un cirujano de prisión turca la seducción, copulación y mutua frustración sexual que arrastró durante dos años con la suave novelista inglesa. No explica, sin embargo (eso lo sabemos por otros testimonios), que en ocasiones se acoplaban en la alcoba del piso superior, mientras la esposa de Canetti entretenía al turbado acompañante de Iris en el salón de la casa. Repugnantes escenas que según Canetti fueron provocadas por la estupidez de Iris. En el texto se despacha con una abyecta descripción del cuerpo de la pobre mujer, con especial delectación en sus pies planos y sus andares de osa. El odio es tan intenso que incluso el voyeur más impúdico siente un cierto rubor. Canetti necesitaba odiar para escribir. En un reciente artículo de Ritchie Robertson se cita a un personaje, Robert Neumann, que fue “objeto de odio perdurable” y también “ídolo de odio”, usado por Canetti como utensilio sádico para excitarse a escribir. Sólo si odiaba intensamente lograba que su pluma lubricase hasta manchar el papel, del mismo modo que otros escritores, como Yeats, concibieron sus mejores páginas movidos por un intenso deseo amoroso. Quedan aún muchas páginas de Canetti dictadas por el odio y guardadas en los archivos de la Biblioteca Municipal de Zurich. Cada año se editan unas cuantas, regularmente traducidas por la admirable Galaxia Gutenberg, pero muchas no se pueden publicar antes de 2004. Canetti era consciente de que sus notas eran cuchillas oxidadas que hurgaban en heridas abiertas y que a él le encantaba retorcer la punta. De modo que decidió ser bondadoso y ahorrar sufrimientos, una vez muerto. ¡Qué diferencia con el odio de Bernhard! También al austriaco le excitaba el odio, pero jamás se permitió un descenso a la abyecta prensa amarilla. Es la diferencia entre un gran artista y un malogrado, por más Premio Nobel que le cayera. No. Estoy exagerando. Muchos escritos de Canetti merecen el Premio Nobel. Por ejemplo, su estudio sobre las cartas de Kafka a Felice. Por ejemplo: “Hitler según Speer” (en La conciencia de las palabras). Aquí el odio está bien dirigido.

Leer más
profile avatar
5 de diciembre de 2005
Blogs de autor

Los clásicos griegos

El secretario de la escuela preparatoria número 3 de Guadalajara debe ser el hombre más formal que he conocido en mi vida. A pesar de que lleva corbata y podría ser mi padre, me recibe lleno de reverencias, me llama maestro, y celebra “esa puerta abierta que es la feria del libro, una magna aproximación intercultural entre nuestros pueblos hermanos”. O algo así. -Maestro ¿Y qué le parecen las piezas oratorias de Demóstenes? –me pregunta. -No lo sé. No las he leído. -¿Y no cree usted que la literatura se ha apartado lamentablemente de la influencia rectora de los griegos? -Sí, bueno. Supongo. Creo que lo decepciona mi ignorancia de los clásicos, pero de todos modos me lleva al auditorio, donde unos cien adolescentes se han reunido para mi conferencia. He decidido hablarles de sexo, que es el único tema que se me ocurre que no los va a aburrir. Y como están a punto de terminar la escuela, también les hablo sobre el oficio de escribir, por si a alguno le interesa. Pero no sé qué reacción causan mis palabras. Los chicos no se distraen ni conversan entre ellos, pero tampoco se muestran repectivos. No se ríen de los chistes, por ejemplo. Son cómo lápidas. Al terminar, percibo que encima del escenario hay un mural revolucionario, en el estilo historicista de Diego Rivera, pero más simple. Mide unos 3x10 metros y representa la liberación de América Latina. A un lado figura el Che Guevara y el águila norteamericana, amenazadora. Al centro aparecen los héroes de la independencia y la revolución mexicanas. Y al otro lado, los ídolos latinoamericanos: en orden ascendente, Sandino, Ortega, Fidel, y el más grande y alto, como el horizonte de la libertad latinoamericana, Alan García. Tengo que sobreponerme al susto. -¿Ése es Alan García? –pregunto tratando de no creerlo. -Pos sí, maestro –me explica el secretario-. El mural es de 1987. Yo traté de sugerirle al pintor que quizá el retrato del señor García fuese un poquito prematuro, pero ya ve usted. Es que ustedes los artistas son muy sensibles, maestro. Luego me regresan al hotel. Creo que voy a leer a los clásicos griegos.

Leer más
profile avatar
5 de diciembre de 2005
Blogs de autor

A un héroe anónimo

En respuesta al texto de ayer sobre los relatos que marcaron nuestra infancia, Djuna recogió el guante y mencionó sus favoritos. Uno de los que anotó llamó mi atención: “Moby Dick, naturalmente,” escribió en su comentario. Lo primero que pensé fue que el libro de Melville había cruzado por mi mente al redactar mi propia lista, pero que lo había desechado porque durante mi infancia sólo había leído versiones adaptadas. Los libros que yo había mencionado eran relatos que un niño puede leer en su versión original: las novelas de Salgari o Dumas (que leí en la ediciones de Tor que pertenecían a mi abuelo Ángel), La espada en la piedra, David Copperfield. Pero sin dudas no es posible que ningún niño más o menos convencional lea Moby Dick tal cual Melville la escribió. Es una novela larga, densa, abrumadora y compleja, cuya música constante es la desolación de la existencia: Moby Dick la asume y la lleva hasta sus últimas consecuencias, con una impiedad que no he vuelto a encontrar en la literatura –tan sólo en King Lear y en ciertas escenas de Beckett–. La pregunta que se me ocurrió entonces fue: ¿quién habrá sido el primer editor a quien se le ocurrió que Moby Dick podía ser versionada como un relato infantil? Por lo pronto, debe haber sido alguien que se arrogó el derecho cuando Melville ya había muerto; porque de haber estado vivo el pobre Herman lo habría ido a buscar y lo habría colgado de un árbol para luego destriparlo. ¿Su novela más dolorosa, más terrible, más ambiciosa, convertida en un pasatiempo para niños? Melville padeció en vida el sufrimiento de aquel que no obtiene el reconocimiento esperado, pero aun así no debe haber imaginado, siquiera, un destino semejante; nada más fácil que malinterpretar la versión infantil, que sin dudas le habría sonado a burla póstuma. Está claro que las imágenes que Moby Dick sugiere a simple vista son atractivas para todo público: la mar interminable, la ballena blanca y el capitán obsesionado por la cacería. Lo más probable es que el editor no haya leído nunca el original. Debe haberle pedido a un empleado que fatigue el libro para después relatarle la historia, y haber concluído, al oír la sinopsis, que era un material lo suficientemente colorido como para atraer la febril imaginación infantil. Algo parecido a lo que hacen todavía hoy la mayor parte de los productores de cine: pedirle a un subordinado que resuma la anécdota de una novela en dos palabras, para proceder a la reserva de derechos si le parece un material potable para la pantalla.

…………………………………………

Pero también existe la posibilidad de que se haya tratado de un editor responsable, que leyó Moby Dick hasta la palabra finis y aun así tuvo ánimo suficiente para imaginar que los niños valorarían la historia tal cual era. Porque algunas historias clásicas han sido edulcoradas, como la de Robin Hood, que suele culminar con el regreso triunfal de Ricardo Corazón de León para evitar a los lectores la amargura de los tragos por venir. O La sirenita en su versión disney-ficada. Pero no Moby Dick, que hasta en su relectura más pedestre culmina siempre de la misma manera: con Ishmael flotando en el océano aferrado a un ataúd. ¿Será posible concebir una imagen que describa con mayor precisión el destino último del ser humano? Si el caso fue como aquí imagino, este editor debería ser considerado un héroe. Al igual que aquel que intuyó que La Ilíada y La Odisea podían ser bien recibidas por los más pequeños. Al igual que aquel que versionó Las mil y una noches. Y La Morte d’Arthur. Y Dr. Jekyll and Mr. Hyde. En su momento Charles y Mary Lamb adaptaron las obras shakespirianas a la forma del relato corto, pensando en la formación de los más pequeños. Sus textos familiarizaron a varias generaciones de ingleses con las historias del dramaturgo de Stratford, aunque no con su poesía. Aquella decisión de los Lamb, suscrita por sus editores, tampoco estuvo exenta de locura. ¿En qué habrán pensado cuando imaginaron que esas historias de ambición, venganza, locura, celos y crímenes indescriptibles podían ser adecuadas para el paladar de un niño? Cualquiera que haya sido la razón, le debemos a los Lamb y al editor de Moby Dick en plan infantil y a aquellos que pusieron a Poe y a Homero y a Victor Hugo y a Conrad y a Lovecraft y al Quijote a circular entre los niños, a todos ellos les debemos, insisto, una deuda tan enorme que se vuelve impagable. Porque hicieron posible que quedásemos expuestos a historias imperecederas en el momento más tierno de nuestra existencia, y al hacerlo nos modificaron para siempre. Desde entonces hemos creído que el marco en que transcurrían nuestras vidas podía ser tan bello y trascendente como aquellas historias. Sin las versiones infantiles de Melville, de Shakespeare y de tantos otros gigantes, nuestra existencia hubiese sido infinitamente más pobre.

Leer más
profile avatar
2 de diciembre de 2005
Blogs de autor

Houellebecq

Pregunta de un amigo colombiano: ¿Qué pasa con Houellebecq? Respuesta en línea: el novelista tiene su sitio (http://www.houellebecq.info/). Claro que a pesar de la cantidad de información que se encuentra allá, el autor francés que más fama tiene fuera de Francia no dice lo esencial: desde unas semanas camina a destiempo.

Michel Houellebecq es el único novelista francés cuyos libros consiguen reseñas en la prensa del mundo entero, incluyendo al The New York Review of Books. Machaca un tema único: vivimos la fase final de la evolución de la humanidad. La ciencia, la moral, la historia y el cansancio de la humanidad definen el ser humano como una especie amenazada que debe extinguirse, temprano más que tarde. Con la publicación de su última obra, La posibilidad de una isla, todo parecía atado, y bien atado: Houellebecq debía conseguir el premio Goncourt, galardón y catarsis de su dominio absoluto sobre la vida literaria tal como la cuenta la prensa francesa.

Muy pocas redacciones tenían las galeradas de la novela, lo que parecía ser la prueba definitiva del control de la operación por su nueva casa editorial, Fayard. En la ausencia del texto, gran parte de la prensa se dedicó a una búsqueda vergonzante de cualquier dato sobre el escritor: testimonios de su ex esposa, rumores sobre sus paraderos (se mudó de Irlanda a España), análisis semiológico de su vestido, estimación del adelanto pagado por el editor (se rumoreaba 1,4 millones de euros).

El crítico Angelo Rinaldi no tenía las galeradas pero consiguió leerlas y, en el momento de destrozar la obra en Le Figaro Littéraire, afirmó que había encontrado su ejemplar en el banco de un parque del barrio de République. Unas manchas de aceite en el papel, decía, era la prueba de una lectura anterior por un empleado encargado de las papas fritas en un restaurante de comida rápida… No hay que abandonar aquella imagen de una comida apresurada y excesiva: la opinión se cansó de un autor presente en todas partes aunque su libro todavía no estaba en las librerías. En unas semanas, a pesar de ser un maestro de la comunicación, ya el novelista no sabía como explicar su ausencia en el primer rango de las ventas. Le roman des Jardín (La novela de los jardines) una novela de Pascal Jardin sobre su familia, se vendía más con la gentileza de su autor.

El principio es el mismo en todos los países: el que sube, baja. El premio Goncourt se fue para François Weyergans por su novela Trois jours chez ma mère (Tres días en casa de mi madre). Es cierto: con Jardin y Weyergans, la literatura francesa es muy familiar este otoño. Houellebecq, que tanto cuida su imagen de desesperado de la vida postmoderna, es ahora una posible post- gloria. No se puede negar que conoce su oficio de escritor, pero le costará recuperar el rumbo de los últimos años y borrar su mala suerte en el Goncourt: salió solo y llegó derrotado.

Leer más
profile avatar
2 de diciembre de 2005
Blogs de autor

Los malvados

Sus vidas tienen dos partes. En la primera son bestias feroces, matan, asesinan, violan, roban, secuestran, humillan, torturan. Todo el mundo les teme. Los grandes de este mundo les adulan. En la segunda parte son piltrafas humanas, arrastran una vida inútil, deliran, se han quedado solos. Un periodista con garra, Riccardo Orizio, ha elegido esa segunda parte de sus vidas para investigar el carácter de los tiranos. Es muy instructivo. Los ocho sátrapas aparecen retratados en su momento terminal, convertidos en basuras que los poderosos se sacuden de encima. Ahora, restos de un pasado que nadie quiere recordar, viven ocultos en lugares extraños. Idi Amin, por ejemplo, aquel psicópata que entre otros caprichos ordenó cortar las piernas y brazos de una de sus mujeres, Key, y que luego la cosieran, pero con los miembros cambiados de lado, sobrevive protegido por los árabes saudíes. El monstruoso Bokassa, que guardaba en el refrigerador de su palacio decenas de cadáveres, sobre todo de dirigentes estudiantiles, para servirse de vez en cuando un bocado, sólo llora recordando la ingratitud de su protector, Giscard D’Estaign. Enver Hoxha, quien, loco de miedo, secuestró al desdichado dentista Petar Zapallo al que tanto se parecía, para que le hiciera de doble en todas las ceremonias oficiales (eran legión los que deseaban su muerte), comparece ante Orizio como un enfermo descerebrado, manejado como un pelele por su mujer, la poderosa Nexhemije, el verdadero cerebro de la tiranía. Caso muy similar al de Milosevic, muñeco estúpido en manos de su mujer, extraño e inquietante personaje monjil, bilioso, que provoca escalofríos. Y así van desfilando Mengistu, Duvalier, Jaruzelski, Noriega. El conjunto compone un magnífico fresco moral, a la manera de Séneca, sobre el poder absoluto, la destrucción social, la miseria moral. También, sobre el cinismo de quienes se benefician de los tiranos y luego los arrojan al estercolero cuando ya no los necesitan. Hay diez novelas en estas vidas dedicadas a la maldad. El libro, Hablando con el diablo, editado por Turner/Fondo de Cultura, deberían leerlo los escolares. Menos religión y más moral, queridos católicos.

Leer más
profile avatar
2 de diciembre de 2005
Blogs de autor

El Hollywood de la literatura

Esta mañana bajé a desayunar y me encontré con Mario Vargas Llosa. Me dio una impresión, porque no es algo que me pase todos los días. Pero tuve que recuperarme porque Sergio Ramírez, escritor y ex vicepresidente de Nicaragua, me ofreció sentarme en su mesa. Y acepté. Luego, mientras subía a mi cuarto a lavarme los dientes, topé en el ascensor con Carlos Monsiváis. Iba con una periodista que yo conocía y ella nos presentó. Monsiváis dijo: -¿Roncagliolo? ¿Es usted algo de Rafael? -Soy su hijo. -Ándele, pues salúdeme a su papá. Monsiváis conocía a mi papá. Ándele. Llegué a mi piso cegado por la luz de tanta estrella literaria, y al salir del ascensor me di un cabezazo contra un enano en blue jeans. Estaba a punto de insultarlo cuando reparé en que hablaba inglés y decidí callarme. Él también se limitó a mirarme feo. Las puertas del ascensor ya se estaban cerrando cuando me di cuenta de que era Martin Amis. La feria internacional del libro es el Hollywood de la literatura. Puedes tomar un café con Alfredo Bryce, que te dice que Baricco le ha regalado una botella de tequila. Puedes subir a alcoholizarte a la habitación de Xavier Velasco, donde hay un par de representantes del crack mexicano. La gente trata a los escritores como a estrellas de rock. Las chicas se toman fotos con ellos. Los lectores les piden autógrafos por los pasillos. Los periodistas los persiguen. Los editores, como en un libresco Wall Street, corren por los lobbies de los hoteles pegados a sus teléfonos celulares, cerrando agendas. Lees las secciones culturales de los periódicos y todas hablan de lo que pasa a tu alrededor. Acostumbrado a que la cultura sea una brisa imperceptible, de repente estás en el ojo del huracán. Después de lavarme los dientes, volví a bajar. En la puerta del hotel había un imitador de Bono, el cantante de U2. Me pareció una atracción turística de pésimo gusto, hasta que descubrí que no era un imitador. Era Bono. Llevaba un sombrero texano, camisa y jean negros, sandalias. Era más bajito de lo que yo pensaba. Recibía el torbellino de gente a su alrededor con abnegada paciencia. Atendía a cada uno de sus fans, se tomaba fotos con ellos, les hacía dibujos al firmarles autógrafos. Me quedé ahí parado, mirándolo. Una chica me pidió que les tomase una foto con su teléfono y lo abrazó. Luego Bono subió a una camioneta y se fue. Debo decir que el pelo de Bono que asomaba bajo el sombrero era de un color indefinible, violáceo, a menudo negro, definitivamente teñido. Mirar las estrellas demasiado cerca es peligroso para los ojos.

Leer más
profile avatar
2 de diciembre de 2005
Blogs de autor

En ciernes

Eran unos veinte. Gente joven y de ambos sexos. Estaban allí como matriculados en un máster. Quieren ser escritores. Cada año, Ana Rodríguez Fischer me invita a participar en este curso y cada año descubro que todavía hay veinte jóvenes dispuestos a hacer de la escritura su medio de vida. Pero no es un medio de vida, es una vida entera. Como medio de vida uno puede elegir la informática o conducir camiones, pero no la escritura, porque no es un medio sino un todo. No ocupa un horario laboral, sino un horario vital. No tiene horario. Ni vacaciones. Quienes escriben de verdad, escriben incluso después de muertos. Sin embargo, no quise desanimarles. Admiro la terquedad con que se aferran a ese sueño: ser escritor. Porque, además, no quieren ser escritores profesionales. Quieren ser escritores y punto. Sin calificativos. Hago lo posible por manifestar la crudeza de la situación: han desaparecido casi por completo los lenguajes particulares, los de las diferentes regiones, los de las profesiones, los de los barrios, los de jóvenes y viejos son ya iguales, los hombres y las mujeres tienen ya el mismo lenguaje. Proust podía definir un personaje simplemente haciéndole hablar. Incluso Ferlosio, en El Jarama, definía a sus personajes mediante peculiaridades lingüísticas. Nosotros ya no podemos. La variedad y riqueza de los lenguajes particulares era lo que daba color, respiración, movilidad a las novelas de Balzac, de Dickens, de Galdós. En la actualidad hay un único lenguaje unificado y romo, sin rasgos ni expresión. Unidimensional, monocromo, televisivo. Con semejante instrumento se multiplican las historias triviales que chapotean en un sentimentalismo azucarado. Es lo que acabó con la paciencia de Marsé en el último premio Planeta. Su exasperación es comprensible. ¡Tener que tragar ese jarabe! Ian McEwan, el gran artesano, trató de hacer verosímil un lenguaje particular con el cirujano de su última novela, Sábado. El resultado es un desastre. El personaje principal parece un médico de culebrón, de esos que hablan con un cientifismo de cartón piedra. ¡Hasta Dostoievsky podía diferenciar a un campesino de un funcionario o de un príncipe, sin tener que gritar: “¡Ojo, que es un campesino! ¡Cuidado, que entra un príncipe!”. No consigo desanimarles. Cuando comienza el turno de preguntas, advierto de inmediato que están irritados, que no aceptan mi derrotismo, que siguen creyendo en una literatura capaz de codearse con Balzac y Cervantes. Sus argumentos son a veces excesivamente simples (“los humanos cambian y hemos de dar cuenta del cambio”), a veces son erróneos (“ahora tenemos teléfonos móviles y eso modifica los argumentos”), a veces son colosalmente erróneos (“hemos progresado mucho desde Cervantes”), pero no importa. Estas justificaciones son puros síntomas de deseo. Quieren, exigen, que siga habiendo una gran literatura, duradera, gloriosa, capaz de dar sentido a nuestra enigmática presencia bajo el sol. Me pregunto si se han planteado, de verdad, que sólo depende de ellos. Es para echarse a temblar.

Leer más
profile avatar
1 de diciembre de 2005
Blogs de autor

El hombre de Banyoles

Hasta hace muy poco, la localidad catalana de Banyoles exponía a un negro disecado en su museo de historia natural. Para que no digan que me lo invento, reproduzco un artículo de Oriol Torrellas que apareció en el 2002, cuando finalmente retiraron al espécimen del museo. El artículo aún se puede encontrar en: http://digital.el-esceptico.org/leer.php?id=491&autor=216&tema=34 ¡ADIOS AL BOSQUIMANO DE BANYOLES! Oriol Torrellas El hombre disecado del Museu Darder ya está en Madrid. Los ciudadanos de Banyoles no han tenido ni tan siquiera la oportunidad de decir el último adiós a la figura del negro, que desde el año 1916 y hasta marzo de 1997 permaneció expuesto en una vitrina del museo de historia natural de la ciudad y que tras una agria polémica de ámbito internacional acabó guardado en un almacén. El traslado del cuerpo del guerrero bosquimano tuvo lugar el viernes de forma sigilosa y al amparo de la noche, sin que ni tan siquiera los vecinos del museo sospecharan de la operación. El alcalde de Banyoles, Pere Bosch (ERC), ya lo había advertido: "El traslado se hará en el más absoluto secreto". Y así fue. A las nueve de la noche del pasado viernes, el propio alcalde, la conservadora del Darder, Georgina Gratacós, cinco responsables de la empresa que se ocupó del traslado y la representante del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Concepción Mora, calzaron la figura en la caja donde reposa, la sellaron y la subieron a una furgoneta con la que se la llevaron hacia el Museo Nacional de Antropología. La operación duró apenas dos horas. El hombre disecado se fue de Banyoles tal y como vino al mundo: sin escudo, lanza, ni taparrabos, objetos todos ellos que permanecerán en el Darder y que en un futuro no se descarta que puedan estar de nuevo expuestos al público. A partir de su llegada a Madrid, la custodia del cuerpo corresponde a los ministerios de Asuntos Exteriores y de Cultura, cuyos representantes explicaron ayer que el guerrero disecado es objeto de un minucioso estudio por parte de técnicos en etnología que deberán determinar su estado de conservación y composición. El informe de los expertos será luego enviado a las autoridades de Botswana para que decidan cómo quieren recibir el cuerpo y cómo van a darle sepultura. El secretario técnico del Ministerio de Asuntos Exteriores, Julio Núñez, anunció ayer que la fecha para la repatriación del negro a Botswana ya está fijada "será el día 4 o el 5 de octubre" y que lo que todavía está por determinar es el lugar exacto donde será enterrado, "aunque hay muchas probabilidades de que sea en Gaborone, la capital o en sus alrededores". Al contrario de lo que se había dicho en un principio, ningún representante del Ayuntamiento de Banyoles viajará con el cuerpo del bosquimano para cerciorarse de que recibe el entierro con el respeto que marca el convenio firmado entre este ayuntamiento y el Gobierno y como reclaman los que han forzado su retirada del museo. El alcalde también descartó la posibilidad de hacer alguna reproducción del guerrero con el molde que le sacaron, ya que, según Bosch, "sería contradictorio con el afán de cerrar definitivamente la polémica".

Leer más
profile avatar
1 de diciembre de 2005
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.