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La moral de Woody Allen

Por 14 de diciembre de 2005 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Parte de la crítica y los fans españoles han saludado a Match point, la última película de Woody Allen, como el regreso del viejo Woody tras unos años de irreconocible mediocridad. En realidad, hay quien dice lo mismo con cada una de sus nuevas películas. Pero lo curioso en este caso es que, al ver Match point, parece que Woody no ha regresado, sino ha huido de sí mismo.
Esta vez, la banda sonora no es jazz sino ópera. El sentido del humor brilla por su ausencia. Los personajes no son intelectuales ni bohemios sino entrenadores de tenis y millonarios. El escenario no es Nueva York sino Londres (y por cierto, dicen que la próxima se rueda en Barcelona). ¿A dónde ha vuelto el autor de Manhattan?
Pues precisamente, a dejar de reprimir su yo intelectual. Match point empieza y termina como una fábula moral, más o menos en la línea de Crímenes y faltas. El protagonista dispuesto a todo sólo para sostener su nivel de vida nos recuerda al oftalmólogo Judah Rosenthal. Y como él, Jonathan Rhys Meyers no se enfrenta a la condena legal ni al repudio social sino sólo a la conciencia individual, en un mundo en el que no existen leyes superiores que juzguen los actos de los humanos. El éxito o el fracaso no dependen de la moralidad de los fines sino del puro azar.
Las referencias a Dostoievski son otro regreso al Woody Allen que citaba filósofos sin acomplejarse. Pero a diferencia del escritor ruso, el director neoyorquino no considera que la culpa sea un tormento inextinguible que nos arroje a nuestra propia destrucción. Al contrario –y una vez más, como en el caso de Judah-, el remordimiento es una molestia pasajera que el bienestar material y el reconocimiento social asfixian rápidamente.
Y sin embargo, los personajes de esta historia no resultan cínicos. Match point no es una despreocupada invitación al homicidio, sino una reflexión sobre el sentido de la moral en un universo sin Dios. Los personajes que toman decisiones sólo para proteger su comodidad material no parecen felices con su vida, sino sólo incapaces de tener otra por desidia, ignorancia o falta de imaginación. La trágica Scarlett Johansson, en cambio, ha decidido ser dueña de su propia vida, pero eso tampoco le garantiza la felicidad. En esta película, quien se atreve a ejercer su libertad debe estar emocionalmente equipado para el fracaso.
Hace dos años, los distribuidores de la película Todo lo demás eliminaron del cartel el nombre de Woody Allen. Para la promoción se usó sólo a Cristina Ricci y Jason Biggs, con la esperanza de vender una historia de romance adolescente que no ahuyentase al gran público. Con Match point, Allen parece buscar en Europa el sitio que ya no encuentra en EEUU: el del cronista de las relaciones humanas en una época de desamparo moral.

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