Félix de Azúa
En el blog de Pierre Assouline (Le Monde, 6 diciembre) aparece una entrevista con Alain Finkielkraut que nos señala con el dedo. Habla el filósofo francés sobre el sutil pero inexorable proceso que va tecnificando nuestra vida cotidiana y lo ve como un desarrollo de la conformación social, una potencia acéfala que va dando forma a la masa social informe. Se diría hijo del último Walter Benjamin, tras el desengaño comunista, cuando comprendió que la llamada “tecnología” no está a nuestro servicio, sino que somos nosotros quienes servimos a la tecnología. Aquella tremenda sospecha de que la tecnología, ella misma, tenga un proyecto y nos lo vaya imponiendo. Según Finkielkraut, los que escribimos en Internet, como Assouline o yo mismo, somos utensilios al servicio de ese proyecto. Sus proletarios.
Cito un párrafo muy concentrado y perfecto de la entrevista:
“El futuro de la cultura no es el desierto del silencio total bajo un poder aplastante, sino, más bien, la glosolalia, la exuberante volubilidad de una blogosfera planetaria. (…) La información, internet, ahogan las obras en un flujo textual informe, sin contenido. Y eso satisface cierta forma de igualitarismo. (…) No acabo de ver cómo podemos resistirnos a este fenómeno, ya que tiene para sí una doble legitimidad: la del progreso técnico y la de la democracia triunfante”.
Estruendo de un millón de niños parloteando con otro millón de niños todos los días, a todas horas, sin compasión, a través del portátil. Coro cósmico de la glosolalia, la voz del cosmos como chirrido de un millón de termitas en pantalón corto. Cualquiera les dice que no tienen derecho a llenar el universo con sus chismes y que para eso no se inventó el teléfono. Sí, se inventó exactamente para esto. Y aquí estamos, los del blog, unos años más tarde, ejerciendo nuestro derecho como los niños.
Ciertamente, lo más difícil para la vieja escuela va a ser la adaptación a una democracia masiva que desprecia los valores clásicos: esfuerzo, agonía y éxtasis, inteligencia singular, individualismo heroico, pieza única y original, selección de lo óptimo, lentitud, aislamiento. La antigua meta era la “obra maestra”, seguramente lo más odiado por la democracia de masas. Las obras maestras son hoy un destino turístico.
Así decían los personajes de aquella gran primera película de un hombre acabado: “¿Qué derecho creen tener para ser más altos y más guapos que nosotros?” Y procedían a masacrar a todos los que eran más altos y más guapos que ellos. Creo que se llamaba “Mirindas asesinas”, gran título. La primera película sobre los derechos históricos de las identidades resentidas.
(L’avenir de la culture, ce n’est pas le désert du silence total sous un pouvoir écrasant, mais, en effet, la glossolalie, la volubilité exubérante d’une blogosphère planétaire. (…) L’information, internet noient les œuvres dans un flux textuel informe, sans contenu. Et cela satisfait une certaine forme d’égalitarisme. (…). Je ne vois pas bien comment résister à ce phénomène, car il a pour lui une double légitimité : celle du progrès technique et celle de la démocratie triomphante.)