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Esa pareja feliz

Algunos ingenieros se percatan de lo muy filosófico que es su oficio, frente a lo artístico del oficio de los arquitectos. La desaparición del ámbito artístico va a conseguir que ingenieros y arquitectos, que siempre anduvieron a la greña, acaben por ser la misma cosa. Sin embargo, aún no ha llegado ese momento, excepto para Norman Foster. Desde que Novalis afirmó que tender un puente no es otra cosa que “moralizar la Naturaleza”, los grandes ingenieros construyen una ética material. Los arquitectos son más sentimentales, no buscan el respeto sino el amor. No construyen: “se expresan”. Un ingeniero de alta graduación ética, César Lanza, publica unos ensayos (In Purezas) sobre estas cuestiones en la Fundación Esteyco, gracias a la agudeza de otro ingeniero ilustrado, Javier Rui-Wamba. Le Corbusier decía que la arquitectura es “el juego sabio, concreto y magnífico de volúmenes agrupados bajo la luz”. Frente a él, Lanza coloca una auténtica estatua, la del ingeniero Charles de Freycinet, que fuera primer ministro de la III República francesa y para quien “toda construcción produce cuerpos, no espacios, y el volumen y demás propiedades geométricas son abstracciones a las que se llega después de excavar la materia, al despojar la realidad de su sentido físico y suplantarla por el mundo imaginario”. Una figura exacta de su tiempo, el de Julio Verne. Le Corbu y Freycinet proponen dos puntos de vista enfrentados, aunque quizás complementarios si consideramos que ese mundo imaginario excavado en la materia también comprende el modo de habitar de los cuerpos humanos que allí se agrupan. El arquitecto tiene el privilegio de imaginar la vida de los inquilinos y dirigirlos como un domador de circo. “Este pasará por el baño cada vez que quiera ir al dormitorio; a lo mejor así se ducha. Este otro no podrá mirar por la ventana a menos de que se suba en un taburete, lo que le hará apreciar mucho más la luz del día”, y así. Cada invento de la arquitectura es una novela, la que se vive en una mansión de Palladio, en un crescent de Nash, o en las termas de Zumthor. En cambio, las grandes obras de ingeniería, sus inventos, son tratados de ética redactados con la severa dignidad de un procónsul republicano. Loor a los ingenieros. Amor a los arquitectos.

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5 de enero de 2006
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Tiempos difíciles

La Argentina del siglo XXI es la Inglaterra de Dickens. Incluso en este tiempo de recuperación económica, la reapertura de fábricas y de negocios crea nuevos ejércitos de subocupados y explotados que trabajan en condiciones de semiesclavitud, y un ejército aún más numeroso de gente que se queda afuera de los muros, en espera de las sobras que producirán aquellos que tan sólo ganan para comprarse migajas. Sus asuntos raramente llegan a la Justicia, que cuando acepta considerarlos abre expedientes que a continuación extravía en laberintos dignos de la corte de Chancery en Bleak House. Y como resulta inevitable, las víctimas más estremecedoras son siempre los niños. Esto se percibe más que nunca en enero, cuando las hordas de empleados desaparecen rumbo a su destino de vacaciones y la ciudad se vacía. Buenos Aires se parece hoy a aquella imagen de la Gran Vía desierta en la película Abre los ojos, pero con el añadido de los niños y de las madres y de los homeless que deambulan perdidos bajo el sol asesino, sin nadie a quien pedirle un mendrugo. Por supuesto, esta ciudad no se ve nunca en la televisión de Buenos Aires, y casi nunca en sus diarios, y menos aún en sus películas y en sus novelas y cuentos. A veces la veo asomar en los artículos que el periodista Cristian Alarcón publica en Página 12; o en libros de no ficción como Los pibes del fondo, de Patricia Rojas. Pero por lo demás, la Buenos Aires que registro a diario en las calles sigue sin encontrar su relato en el arte y en los medios. Y no hay realidad más difícil de cambiar que aquella que una sociedad se niega a asumir. Por lo pronto, que surgiese un Dickens no nos vendría nada mal.

………………

Alguien debería poner en marcha una campaña de Hambre Cero en este país. Y no parar hasta que llegue el día en que ni un solo niño se vaya a dormir con el estómago vacío.

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4 de enero de 2006
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El malo y el más malo

El Gobierno español acaba de retirarle el estatuto de asilado político al líder opositor de Guinea Ecuatorial, Severo Moto. El Gobierno guineano, presidido por Teodoro Obiang, se apresta a recibir de regreso a su peor enemigo. Un portavoz ha calificado la revocación de asilo como una decisión “sabia” y “lógica” que mejorará sus relaciones de cooperación con España. Sin embargo, el portavoz no anuncia ninguna represalia oficial contra Moto. Según dice, la ley tendrá la última palabra. Cabe sospechar que la ley que se ocupará de Severo Moto es la misma que mantiene en el poder a Obiang desde hace veintiséis años. La misma que ha consagrado a su partido como el único del país, con el irónico nombre de Partido Democrático. La ley que ampara a la radio estatal África 2000, que hace dos años anunció que el presidente está en permanente contacto con el Todopoderoso y puede matar a cualquiera "sin que nadie le pida cuentas y sin ir al infierno porque es el Dios mismo". Una ley confiable, sin duda. Ahora bien, Severo Moto tampoco tiene un historial muy claro. En 2004, Obiang lo acusó de planear un golpe de estado con el apoyo de España. Moto lo negó y proclamó públicamente que el régimen de Obiang planeaba asesinarlo. Meses después, desapareció en Croacia, a donde aparentemente había ido a comprar armas. Sin embargo, su partido culpó al Gobierno español de haber “permitido” su desaparición y la difusión de un rumor sobre su muerte. Luego, Moto apareció en Zagreb y dijo que él mismo se había ocultado porque el Gobierno español conspiraba contra su vida. Pero a su regreso a España, cambió otra vez la historia: declaró que había sido temporalmente secuestrado y uno de sus secuestradores había sugerido que quizá los españoles estaban involucrados en la operación. Lo más probable después de todo esto es que España haya aprovechado que Moto se ha cargado todos los límites legales del asilo para revocarlo y así ahorrarse el constante dolor de cabeza que este hombre representa. Teodoro Obiang es un dictador tan siniestro y repulsivo que uno se siente tentado de apoyar a cualquier cosa para reemplazarlo. Ahora bien, lo mismo ocurría con el anterior, Francisco Macías, aliado de Franco y notable genocida. Por eso hubo gente dispuesta a apoyar a Obiang. El síndrome de “un clavo saca a otro clavo” perpetúa a una clase política más diestra en operaciones de mafia que en gestión pública ¿Cuántos más de ellos tendrá que aguantar Guinea Ecuatorial?

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4 de enero de 2006
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Historia inmaterial

Me encuentro para tomar un café con el amigo de Luxemburgo y me cuenta una experiencia demasiado larga para reproducirla con exactitud. La resumo saltándome las escalas intermedias. En 2000 compró acciones de empresas tecnológicas al precio de 3 dólares por acción. En 2002 alcanzaron los 12 dólares, pero entonces reventó la burbuja y el Nasdaq se vino abajo. Quiso vender, pero cuando logró localizar a sus asesores ya la empresa de inversiones había desaparecido, los fondos habían sido vendidos a una compañía filipina, y las acciones iban a 10 céntimos de dólar. Hasta aquí, lo que ya sabemos. Hace unos meses recibió una oferta de cierta firma de abogados afincada en Osaka, la cual le informaba de que había comprado los fondos filipinos con el fin de proceder a una operación de enmascaramiento fiscal, aduciendo pérdidas. Le ofrecían diez dólares por acción. Mi amigo, que es de los más listos que tengo, pidió de inmediato el contrato y tras recibirlo lo llevó a un abogado, el cual, después de consultar con unos especialistas, le confirmó que era irreprochable. Pero mi amigo no se quedó satisfecho porque para que el contrato entrara en vigor tenía que pagar las costas legales japonesas. Sólo eran cinco dólares. Le pareció demasiado escaso. Tras un recorrido apasionante por Internet, con consultas, por ejemplo, a la Cámara de Comercio de Osaka y al Colegio de Abogados nipón, no recibió información en contra, pero tampoco a favor de la empresa. Decidió colgar sus dudas en la web. A la semana siguiente comenzó a recibir mails de Finlandia, de Noruega, de Suiza... decenas de miles de personas estaban en su misma situación. Eso le decidió a acudir a la Interpol. En dos días habían desmantelado la estafa, aunque nunca aparecería nadie detrás de la perfecta documentación, de la eficaz página web, del minucioso registro mercantil, del elegante papel de carta. ¡Cuánta inteligencia, cuánta habilidad técnica, cuánta creatividad, la de estos ladrones limpios, sabios, quizás ilustrados y con títulos de Oxford o Berkeley! ¿Qué novelista podría dar una imagen verosímil de los nuevos piratas sin rostro, sin cuerpo, sin edad, puros fantasmas, puro sueño? ¿Y la navegación espacial de Noruega a Osaka? ¿Y los abordajes a compañías filipinas de quebrados? ¡Qué belleza! Comprendo que el acicalado Tom Wolfe haya fracasado en su intento de ser el Balzac americano. No hay vuelta atrás y no tenemos ni idea de cómo narrar una sociedad plagada de conflictos inmateriales.

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4 de enero de 2006
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La guerra de nunca acabar

Me parece que el libro de Stephen Koch, The breaking point/adieu a l’amitié, sobre la relación entre Hemingway y Dos Passos sale, tal como las grandes películas de Hollywood, en todos los países a la vez. No sirve de nada cambiar de revista o de idioma, siempre leo la misma reseña sobre la desaparición de José Robles durante la Guerra Civil. Era un aristocrata, amigo de Dos Passos, que lo necesitaba para rodar un documental. Para Hemingway era un don nadie y su desaparición en 1937 le importó un carajo.

Se cree que Robles fue eliminado en las purgas del estalinismo pero su mala suerte fue la causa directa de la ruptura entre los dos escritores. Dos Passos no aceptó la indiferencia de Hemingway. Lo que fascina de aquella historia es lo que esconde: si hay ruptura y odio entre personas, si son escritores los que vienen a combatir de afuera, y mueren, no puede ser otra guerra que la Guerra Civil española. Parece tan verosímil la confusión entre la guerra de España y la tragedia de los escritores que hoy, leyendo la antología de Stephen Spender (Collected Poems) casi llego a intoxicarme. Leí el poema titulado “To Manuel Altolaguirre” (Para Manuel Altolaguirre). Spender no me seduce tanto, pero no voy a hacer ningún comentario (un poeta que tiene la desgracia de convivir con Auden está condenado a una carrera en la sombra).

Entonces, hay un momento en que el poema dice algo como “la sangre, la sangre, corría desde tu frente…” y sin pensarlo más me dejé llevar: otro poeta asesinado en aquella guerra civil, la guerra que tenía como función matar a los poetas y separar a los amigos. La duda era tan mínima que apenas rocé el teclado para buscar en Internet lo que el paradigma había borrado de mi mente. En realidad, Altolaguirre, miembro como se sabe de la generación del 27 y editor de la revista Litoral, murió con su mujer en 1959, en España en accidente de automóvil. Todas la guerras, incluida la peor, tienen un fin.

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3 de enero de 2006
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El corazón del sur

Ayer mi hija Agustina se subió a un micro y se fue al sur. No de vacaciones, sino para realizar lo que en el microuniverso de mi vieja escuela (que es la misma de la que Agus acaba de egresar) se llama misionar. Esto es, dedicar parte del verano a trabajar en un sitio mucho menos privilegiado que Buenos Aires, dándole una mano a gente con necesidades elementales insatisfechas. (Necesidades que por cierto no padecen durante el verano, sino los 365 días de cada año.) Parte de la inspiración de la actividad es religiosa, ya que nuestra escuela lo es, pero una vez lanzados a la aventura cada cosa ocupa su lugar y los contenidos dogmáticos ceden paso a la experiencia de vida: los preceptos se vuelven menos importantes que los actos, y al final lo único que cuenta es el ejemplo –el ejemplo que dan no los misioneros, sino la gente del lugar. Hace veinte años yo hice lo mismo que Agustina. Dos veces. Dos eneros. Llegué a la Costa del Río Azul (cerca de El Bolsón, en la provincia de Río Negro) con el corazón lleno de buenas intenciones y la cabeza rebosante de mandamientos. Quise predicar los Evangelios y la gente me enseñó de qué se trataba en realidad: compartían conmigo y con mis compañeros lo poco que tenían, mate, bizcochos… Fue entonces que aprendí que la desnutrición en este país es engañosa, porque los niños mordisquean pan y comen fritos todo el tiempo, lo que los convierte en gordos y mal alimentados a la vez. (La desnutrición de los niños argentinos llegó a los diarios internacionales en los comienzos de este siglo, pero como ven, ya existía desde mucho antes.) Me enamoré de inmediato de aquella gente: imagino que desde mi superioridad de chico satisfecho y educado los vería como una reencarnación del Buen Salvaje, gente a la que le faltaba casi todo lo que uno da por sentado pero que aún así conservaba su generosidad y se mostraba incontaminada por la codicia. Por supuesto, con el correr de los días empecé a percibir las consecuencias de la desnutrición y de la desocupación y de la explotación, y descubrí que existían el alcoholismo y la violencia familiar, y eso me produjo una de las crisis más enriquecedoras de mi existencia. Política, por lo pronto, puesto que me ayudó a trazar la línea que une los puntos que hay entre, por ejemplo, la desocupación y la violencia familiar. Pero ante todo existencial, porque me dio el empujón que necesitaba (una patada, más bien) para animarme a abrazar a esa gente con todo su bagaje, con lo bueno y con lo malo, y aprender a seguir abrazándolos en ambas horas y no tan sólo cuando se comportan como uno espera. A partir de entonces uno calla, acompaña y ya no juzga; aprende cuán complejo es el ser humano, y cuán amable incluso en su hora de debilidad. Las misiones siempre son así: uno saca un provecho infinitamente superior al de aquellos que pretende ayudar. Agus fue por su propia decisión. Sabía de mi experiencia, por supuesto, pero nunca la presioné para que aceptase la aventura. Mejor así. Me gustó ver que su grupo llevaba cajas con juguetes, que repartirán entre los niños para Reyes. Entre las pocas, insignificantes cosas que uno puede hacer por los chicos, darles un poco de alegría o crearles un recuerdo inolvidable no es, por cierto, de las menores. Ojalá Agus vuelva con ganas de más.

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3 de enero de 2006
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Maestros inalcanzables

Me quedé enganchado en el memorable volumen de Connolly publicado por Lumen y ya comentado en este blog. Aprovechando la inercia, regresé al original. Connolly tiene un modo de calificar muy caprichoso y astuto. Podría llamarse “calificación por cluster” y consiste en una sucesión de adjetivos que alcanzan su armonía por pura aglomeración, como en la música del siglo XX. Por ejemplo, de un amigo suyo dice que es: robust, tough, cynical, good at games, energetic and vulgar. La secuencia es efectiva: robusto, duro, cínico, buen jugador, enérgico y grosero. El cluster da una impresión sugerente del personaje gracias a ese “buen jugador” que se aparta por completo del conjunto. Lo compruebo con Catulo, a quien sí conozco, el cual es para Connolly: cynical, romantic, passionate and bawdy. Es decir: cínico, romántico, apasionado y guarro. Bastante exacto. Obsérvese que “cínico” y “romántico” no son en absoluto armónicos. El calificativo bawdy ha caído en desuso y no es fácil de traducir; a mediados del siglo XX hacía referencia a cosas como los chistes sexuales de los cómicos procaces. Este arte del cluster de adjetivos parece fácil, pero es endemoniado. Hice un par de experimentos con resultados nefastos. Me avergüenza copiar uno: Beckett es arenoso, rapaz, secante, tabernario y bufón. ¡Una birria! Calificar con naturalidad es sumamente difícil, Pla era un maestro, Baroja también, pero hacerlo mediante cluster me parece tarea imposible o de gran virtuoso. Hay que tener un oído extremadamente fino para las combinaciones improbables. Connolly lo tenía. Su verso favorito era de Gérard de Nerval y dice así:

La treille oú le pampre à la rose s’allie

Es uno de los versos más intraducibles que conozco. Una azarosa confluencia de figura y música. Cualquier traducción (“La parra donde el pámpano se une con la rosa”) lo destruye, lo convierte en un lugar común algo pompier, como de colofón simbolista. Calificar adecuadamente requiere más finura de oído que buen juicio.

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3 de enero de 2006
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La lotería de los perdedores

Un anuncio en el periódico del viernes invitaba a los lectores a comprar bonos para la “paz mundial y la eliminación de la pobreza”. Por sólo 50.000 euros, puede usted hacer se con uno. El anuncio pertenece a una organización llamada Maharishi Global Financing, y lleva un mes apareciendo en diarios de 78 países. Su propuesta es acabar con la pobreza en el mundo impulsando la agricultura en 2.000 millones de hectáreas sin usar en unos cien países. Cada una de esas hectáreas requiere unos 4.000 euros. Los bonos rinden, según el anuncio, entre el 10 y el 15 % anual. O sea que, si invierte usted cien mil dólares, puede vivir de la rentabilidad de esos bonos. Es mejor negocio que comprar una casa en Madrid. Y de paso, acaba con la pobreza. ¿No suena demasiado bueno para ser cierto? El mismo día, he recibido un mail que me informa de que un millonario nigeriano ha muerto sin redactar testamento. El mail está firmado por un supuesto administrador de sus bienes, que asegura que tiene que hacer algo con los tres millones de dólares que ha dejado el millonario, o se los quedará el banco. Yo he sido elegido al azar para evitar esa injusticia. Si le doy mi número de cuenta bancaria, todo ese dinero pasará a mi propiedad. Es mi segunda oportunidad de hacerme rico en un día. Pero lo más curioso es que, al salir a la calle, alguien me ha entregado un papelito que dice lo siguiente (los errores gramaticales están tomados del original): “Maestro Fansu: ayuda a resolver diversos problemas con rapidez y garantía. El maestro chaman africano, gran médium espiritual mágico, con poderes naturales. 20 años de experiencia en todos los campos de la alta magia africana. Ayuda a resolver todo tipo de problemas y dificultades por difíciles que sean. Enfermedades crónicas de droga y tabaco. Cualquier problema matrimonial, recuperar la pareja y atraer a personas queridas. Impotencia sexual, amor, negocios judiciales, suerte. Quitar hechizos, depresión y protecciones. Vida familiar. Mantener puesto de trabajo, atraer clientes. Cualquier otra dificultad que tenga en el amor lo soluciona inmediatamente con resultados positivos y 100% garantizados en 3 a 7 días como máximo. Oficina en Barcelona.” Por todas partes, pero especialmente en fechas como el Año Nuevo, nos llegan ofertas para solucionar todos nuestros problemas y triunfar. Algunas de ellas hasta nos ayudan a ser buenos. Todas funcionan con dinero, y suelen ser bastante poco creíbles. Pero si surgen tantas, es porque hay suficiente gente dispuesta a ignorar todas las normas del sentido común y apostar a un caballo sin garantías. La seducción del éxito fácil es tan fuerte –o quizá el éxito es tan difícil- que obnubila el seso y hace que la esperanza derrote a la razón, y que compremos un boleto seguro en la lotería de los perdedores.

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3 de enero de 2006
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Muerte de una librería

No es la “crónica de una muerte anunciada”, más bien una muerte en marcha e irreversible. Lo anuncia el suplemento semanal Le Monde2: en febrero, la Librairie des PUF, es decir lo que fue la librería de las Presses Universitaires de France cerrará para siempre. Ubicada en la esquina del boulevard Saint Michel con la place de la Sorbonne, la librería estuvo vinculada a la más antigua universidad francesa. Desde la Edad Media hasta Mayo del 68, la Sorbonne se vió involucrada en todas las aventuras de la vida académica e intelectual en Francia.

Próxima a la celebración de su centenario, faltaban quince años, la fama de la Librairie des PUF era tal que se puede afirmar que no hubo un solo estudiante parisiense, en los treinta años que siguieron a la II Guerra Mundial, que no hubiera hojeado por lo menos un libro en una de sus tres plantas. Pero la aparición de nuevas universidades tanto dentro como fuera de Paris, así como el creciente negocio editorial por Internet, han dado desde hace años un golpe mortal al establecimiento. El grupo Zara ya había fracasado por poco, en 1999, en el intento de quitar este espacio a los libros para colgar su ropa. El deseo inicial del Ayuntamiento de mantener el negocio original no hizo sino demorar lo inevitable. Finalmente, no será Zara, sino Delaveine, una marca francesa de ropa para personas con tallas especiales, la que va utilizar el espacio. Más allá del destino puntual de la librería, hay que analizar primero lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo para que hayan conseguido hundir el buque más visible de las PUF, una casa editorial que se dedica a las ciencias humanas. Triunfante en Francia, en la época del post-estructuralismo, este sector ha perdido peso, terreno e influencia.

¿Qué es lo que queda del negocio? Intacta, no más que la vieja filosofía. Basta cruzar al otro lado de la plaza para ver la “Librairie philosophique J. Vrin”, en el número 6, de la place de la Sorbonne. El lugar es austero, pero cuenta con empleados que pueden disertar sobre las distintas ediciones del Príncipe o sobre la historia de las traducciones de la obra de Heidegger al francés. Nada ha cambiado, pero clientes y vendedores tienen cara de supervivientes.

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2 de enero de 2006
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Calvin, Hobbes & yo

Buena parte de mis lecturas favoritas no son literarias, al menos en el sentido convencional. Sigo siendo fan de las historietas, por ejemplo. Alan Moore, el autor de Watchmen, From Hell y V for Vendetta (que dentro de algunos meses se estrenará como película: ¡me devora una deliciosa ansiedad!), es para mí uno de los más increíbles narradores contemporáneos. Sus libros están guardados en la parte de mi biblioteca que tengo más a mano. De hecho, basta con que desvíe la vista unos centímetros de la pantalla del ordenador para que pueda ver mi ejemplar de From Hell, ubicado entre The Complete Works of Lewis Carroll y el primer volumen de las obras de Borges. Cuando quiero disfrutar como un cerdo (algo que se convierte en una necesidad, a esta altura del año), lo que hago es releer mi colección de Calvin & Hobbes. Es una historieta engañosamente sencilla, muy en la línea de Peanuts (aquella con Charlie Brown y el perro Snoopy), que apareció entre 1985 y 1995 en los diarios más importantes de los Estados Unidos y desde entonces se vendió al resto del mundo, a menudo mal traducida al español. Su planteamiento argumental también parece simple: Calvin es un niño de seis años, hiperkinético y de una imaginación desbordada, y la tira describe sus infinitas travesuras. Lo llamativo es que en todas ellas lo acompaña su amigo Hobbes, que es su tigre. Y aquí se acaban las simplezas. El común de los lectores asume que Hobbes es el tigre de peluche de Calvin, que cobra vida cuando se queda a solas con el niño; el dibujo parece sugerirlo, puesto que en presencia de los padres de Calvin o de su compañerita Susie, Hobbes pierde su traza felina para verse como un muñeco. Mucha gente cree también que el Hobbes andante y parlante es apenas el producto de la imaginación de Calvin. Pero el autor de la historieta, Bill Watterson, se ha negado siempre a zanjar la cuestión. Lo único que ha dicho es que no cree en ninguna de esas explicaciones. “Yo creo que la vida funciona de esta forma,” escribió alguna vez. “Ninguno de nosotros ve el mundo de la misma manera, y yo me limito a dibujar eso literalmente en la tira. Hobbes es más sobre la naturaleza subjetiva de la realidad que sobre muñecos que cobran vida”. Una historieta sobre un niño bautizado como un teólogo del siglo XVI que creía en la predestinación, cuyo único amigo es un tigre llamado como “un filósofo del siglo XVII que tenía una mirada no muy esperanzadora sobre la naturaleza humana” (Watterson dixit), no puede sino alejarnos de los terrenos más convencionales. Y desde su primer libro (el efecto literario se aprecia mejor cuando uno lee las colecciones, en lugar de la tira diaria), Calvin & Hobbes no ha hecho más que cumplir con esa promesa. Por lo pronto, la historieta es divertidísima: la clase de libros que logra la proeza de hacerme reír en voz alta, esté donde esté (me ha pasado en todo tipo de transportes públicos). En segundo lugar, Watterson es un dibujante exquisito. A menudo el hecho se pierde en el marco estrecho de las tiras diarias, pero el espacio más generoso de las tiras dominicales le permite un aire que marca toda la diferencia: allí, las aventuras del Astronauta Spiff (un alter ego de Calvin), o las fantasías de Calvin soñándose tiranosaurio permiten apreciar que estamos en presencia de un digno heredero de Little Nemo in Slumberland y de Krazy Kat. Calvin & Hobbes es una de esas raras joyas que une con naturalidad los registros más populares de la cultura con las aspiraciones más altas del arte. (Las bromas de Calvin sobre la diferencia entre el “high art” y el “low art”son una constante en la serie; Watterson no cree que exista diferencia entre lo uno y lo otro, y lo demuestra con su obra.) Por eso tiene algo que ofrecer a cada lector potencial. Para aquel que busca tan sólo diversión, Calvin & Hobbes es una receta perfecta. Para aquel con sensibilidad plástica, también. Pero nadie se verá más recompensado que aquel que además de reírse y de apreciar los dibujos busque además una reflexión inteligente sobre la vida en general y sobre estos tiempos en particular, y el aliento lírico de los mejores poemas y las mejores películas. Porque Calvin suele ser grosero y desconsiderado, pero cuando se enfrenta a lo inefable no aparta los ojos. Existe una tira dominical en que Calvin y Hobbes encuentran un pájaro muerto. “Uno no aprecia cuán milagrosa es la vida hasta que es demasiado tarde”, dice el niño. “La naturaleza es despiadada y nuestra existencia es muy frágil, temporaria y preciosa. Pero para seguir adelante con sus asuntos, uno no puede dedicarse a pensar en estas cosas. Lo cual explica, probablemente, por qué todos dan al mundo por sentado y por qué actuamos de manera tan irracional. Es muy confuso. Supongo que todo esto se aclarará cuando crezcamos”. El cuadro final muestra a Calvin y Hobbes sentados al pie de un árbol, con una expresión en la cara que revela cuán inseguros están de que el asunto se aclare alguna vez. Hay artistas que emplean novelas enteras para plantear algo tan preciso y precioso como lo que Watterson hace en tan sólo diez cuadros.

………………

Quien quiera ir más allá de la tira, descubrirá que Watterson es un personaje tan interesante como su obra. El único motivo por el cual el mundo no está inundado por remeras y pósters y tazas y muñequitos de Calvin & Hobbes es porque Watterson se opuso denodadamente a ceder los derechos. Es decir que se resignó a no ganar cientos y cientos de millones de dólares para no convertir a sus personajes en un objeto de consumo más. Y en 1995 decidió dar por terminada la serie. Fueron diez años divinos. Que por suerte uno puede releer, como volví a hacer otra vez en los albores del año nuevo para reencontrarme con la sensación de que la vida es algo desquiciado y divertido e imaginativo e irrepetible que por cierto, vale la pena intentar cuando uno tiene amigos como Calvin y Hobbes.

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2 de enero de 2006
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