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La chica del pelo rojo

Por 20 de enero de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Conocí a Claudia Llosa en el 2000, poco antes de venir a vivir a España y precisamente a causa de ello. Los dos queríamos viajar para estudiar guión de cine. Ella lo supo por un amigo común, y me llamó un día para conocernos y comparar nuestros programas. Al final, no hubo mucho que comparar. El programa al que yo postulaba se cerró, y yo acabé yendo a la escuela de cine de Claudia.
Por entonces, ella era una publicista con pelo rojo y sonrisa iridiscente. Usaba unas botas tan altas que caerse le podría haber costado una fractura de cadera. Y frecuentemente llegaba a la clase con una bolsa de compras porque acababa de descubrir una tienda nueva que, simplemente, no podía dejar pasar. Vivía en un apartamento del barrio de Malasaña, donde organizaba fiestas en las que aparecían guitarristas de Senegal y diseñadores portugueses. Iba de vacaciones a la fiesta del orgullo gay de Berlín o al festival de Cannes. En suma, era una de esas personas con tal halo de glamour a su alrededor que sólo podía haber salido de un comercial de televisión.
Y sin embargo, sus guiones eran terriblemente sórdidos. Recuerdo uno sobre un hombre que le hablaba a una mujer mientras ella se desangraba en una bañera. Una de las líneas del diálogo decía: “inyéctame tus bragas”. Cuando le pregunté a Claudia por qué decía eso, me respondió que no tenía idea, pero le parecía una frase espectacular. Debe serlo porque aún la recuerdo. Inyéctame tus bragas.
Después del master de guión, Claudia se instaló en Barcelona y se dedicó a la publicidad, por supuesto. Mientras tanto, siguió trabajando en el proyecto de largometraje que había empezado en las clases, una historia ambientada en un pueblo de la sierra peruana durante la semana santa. Aparentemente, es verdad que el pueblo se entrega a la barbarie entre el viernes santo y el domingo de resurrección, bajo el supuesto de que Dios ha muerto y no puede verlos. Claudia usó ese escenario para situar una historia de incesto.
Yo no la volví a ver mientras trabajaba en este proyecto. Me enteraba de ella por los mails colectivos de nuestros compañeros de clase. Un día, hace un par de años, leí en el periódico que su guión había ganado el premio del festival de La Habana, lo cual implicaba la posibilidad de rodarse si conseguía productor.
Era el primer guión de nuestro curso que se rodaría en cine. Eso ya era un gran paso en la carrera de Claudia. Pero meses después supe que a ella ningún director la había convencido, y estaba decidida a dirigir ella misma. Al escucharlo, no supe si Claudia tenía sus ideas muy claras o estaba completamente loca.
Sólo volví a encontrarme con ella hace un año, durante un viaje a Madrid, cuando se quedó un par de noches en mi casa. Para entonces, llevaba cuatro años corrigiendo el texto, había formado una productora en Perú y preparaba personalmente el rodaje ahí y la postproducción en Barcelona. Y parecía una persona distinta, más sólida y dueña de sí misma. Su pelo estaba menos rojo y más corto. Daba la impresión de haber crecido mucho más que los cuatro años que la separaban de mis recuerdos. Se lo comenté, y me respondió: “debo haber madurado cuando tuve que vivir sin un centavo”.
Ahora, ese guión, cuyas primeras versiones yo escuché en el salón de clases, se ha convertido en Madeinusa, una película seleccionada para el festival de Sundance, que arranca hoy. Sólo 16 filmes entran en la sección oficial, y aparte de ella, sólo una es española: Princesas de Fernando León, una compañía nada desdeñable.
El mundo del arte –del cine, el teatro y la literatura- es uno de los más quejumbrosos que conozco. Casi todos los artistas creen que el mundo subvalora su talento, que merecen más de lo que tienen y que el mercado sólo premia la mediocridad. Pero casi nadie hace nada al respecto. Claudia Llosa me ha sorprendido por su capacidad de sacar adelante un proyecto tan monumental como una película a lo largo de cinco años de multiplicarse a sí misma en varios países en los que no conocía a nadie. Pase lo que pase con ella, Madeinusa es ya un éxito: la prueba de que el talento de Claudia se ha abierto paso por sí mismo, pero también de que incluso un talento así necesita estar acompañado por una voluntad capaz de tumbar todos los obstáculos, como una fuerza de la naturaleza con el pelo rojo.

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