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LA VIDA O EL ACCIDENTE

A menudo se oye a quien se anuncia a sí mismo como “al que no le gustan los problemas”.
Hay. sin embargo, otros, muy pocos, a quienes les divierte sobremanera que aparezcan problemas y arremangarse para encontrar su solución.

Este género de personas son de lo más simpático y tonificante que cabe imaginar. Ayudan radicalmente a entender la vida.

O a entender la vida radicalmente. porque quien trate de imaginar este mundo sin conflicto continuo, procure eludirlo o busque ocultarlo haría bien en dejar de vivir. Oponerse al conflicto o considerarlo una importuna adversidad define a un tipo de humano inmaduro, infantil, propenso a la pataleta, al llanto o al refugio en el regazo de mamá. La vida es conflicto crónico, desde su biología a su biografía, desde su más a menos y de su menos a más.

Somos aventureros sin haber elegido el riesgo, exploradores sin vocación de conocer, fugitivos sin cometer ningún delito, víctimas sin culpa, verdugos sin intención de matar. ¿Cómo esperar, por tanto, que lanzados bajo la intensidad de estos personajes no se registren choques, desperfectos o problemas como efecto mismo del salvífico accidente de vivir?

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22 de diciembre de 2006
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22 de diciembre

No puedo evitar el charco y salgo de puntillas con los zapatos manchados de barro. Voy sorteando a la multitud. Esquivo a los impetuosos, sin perder el buen humor de esta fría mañana de diciembre.

Llego a la Gran Vía, esquina Callao, y subo la calle hasta encontrar al limpiabotas. Me siento en el taburete, se frota las manos para entrar en calor y con un par de bruscos movimientos de cepillo empieza su tarea.

Es un indio azteca y su porte, aunque está agachado, recuerda el que dibujó Bernal Díaz del Castillo en su quejumbrosa reclamación.

Aquí me tiene, caballero, a sus pies.

La gente va con el paso apresurado como si llegara tarde a la cita de todos los días.

Pero eso ya no importa, añade.

Y aplica, con el dedo índice envuelto en un trapo, un poco de crema negra a la piel del zapato.

Lo decía mi abuelo. Sé paciente, muchacho. Espera y verás. Nadie es eterno. Nadie es inmortal en el mundo.


Una larga cola de madrileños se alarga por la acera y da la vuelta a la manzana esperando que llegue la hora de comprar su billete de lotería.

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22 de diciembre de 2006
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LA NAVIDAD O LA BODA

Prácticamente todo el mundo se queja estos días de las pesadas reuniones de familia. Más tarde, sin embargo, nunca resulta tan pesado y si resulta mal suele ser pésimamente, con lo que se adelanta mucho en los procesos de culminación del desapego.

La Navidad, con su carga de mala fama,  oculta los buenos momentos que se pasan juntos y que, en suma, no serían peores que hallándose en la soledad o en la rutina de todos los días. La protesta revela su injusticia precisamente cuando las circunstancias no permiten tener ninguna compañía y lo que era fiesta se convierte en una encrucijada que obliga a revolver en el mundo interior. ¿Una molestia más? Naturalmente, pero la deficiencia no se revela hasta que duele, ni el desperfecto se pondera sin una insoslayable señal.

Hay confraternizaciones mucho peores que la Navidad e incomparablemente peor resueltas desde el punto de vista del programa. Por ejemplo, las bodas.

Cada día se hace más difícil entender cómo no se ha resuelto el aburrimiento que conlleva asistir a un enlace matrimonial donde exclusivamente los novios se lo pasan bien. Un festejo como este, en el que se invierte tanto dinero, tiempo y esfuerzos de preparación, resulta insoportable en la casi totalidad de los supuestos. No quiere decir que su fracaso deba atribuirse a su ritual o su apariencia, al menú o la ceremonia, aspectos fáciles de controlar, sino al ánimo final de los asistentes.

Ni los avances en la sociedad del espectáculo, ni la multiplicación profesional en el amplio sector del entretenimiento han difundido aún una fórmula que permita divertirse en estos prolongados actos cuyo precio de entrada, expresado o no en especie, supera al coste del ticket más caro de un supershow mundial.  ¿Mayor masoquismo en la reunión de Navidad o en la congregación de la boda? Las murmuraciones respecto al engorro de cumplir con una u otra obligación son de grado parecido pero en el caso de las cenas o comidas navideñas no se representa un papel tan gregario ni tampoco deben soportarse las exclamaciones de felicidad en beneficio superlativo de una sola pareja de personas. La Navidad es una tentativa de cordialidad mutua pero la boda es una operación donde,  de la misma manera que sobre el pastel nupcial, los novios se erigen insolentemente como figuras. Puede que por un día no esté mal ser exageradamente condescendientes pero ¿quién no ha sentido en los acalorados gritos de “vivan los novios” una aclamación victoriosa sin tino? La Navidad será triste o empalagosa pero al menos en la Nochebuena no se traspasa, en general, el moderado sentido de la convención y los atributos lentamente aceptados de cada uno.

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21 de diciembre de 2006
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Una sombra ya pronto serás

Ayer se cumplieron cinco años de la represión desatada por el entonces presidente Fernando de la Rúa en un vano intento de preservar su poder. El despliegue de fuerza que ordenó en su desesperación se cobró la vida de cinco personas de entre 23 y 57 años, todos muertos por balas de plomo disparadas por la Policía Federal. Pocas horas después de cometidos esos crímenes, De la Rúa firmó la renuncia al cargo y dejó la Casa Rosada en helicóptero, dando la espalda por última vez al pueblo que lo había elegido democráticamente y al que traicionó sin cesar desde que asumió el cargo.

Hoy los muertos siguen muertos, De la Rúa continúa libre y los funcionarios que respondían a su mando, responsables políticos de los hechos, también. Los únicos acusados por el caso, esto es los tres comisarios a quienes se les endilga el homicidio de tan sólo uno de los manifestantes, esperan juicio oral en sus casas, tranquilos como ciudadanos comunes. Seguramente en estas horas se estarán preparando para celebrar las Navidades. Tienen una suerte que los familiares de Carlos Almirón, Diego Lamagna, Gastón Riva, Gustavo Benedetto y Alberto Márquez ya no pueden reclamar: la de festejar en compañía de los suyos. Martín Galli, que sobrevivió de milagro, seguramente celebrará, pero deberá hacerlo con la prudencia que su salud quebrada reclama: la bala que tiene alojada en la cabeza le produce espasmos epilépticos, que sólo controla mediante la ingesta diaria de once –once- pastillas.

La tragedia del 20 de diciembre de 2001 había comenzado la noche anterior, con el cacerolazo que sacó a tanto pueblo a la calle para protestar primero por el arbitrario congelamiento de todos los depósitos bancarios –justo antes de las Navidades y en la inminencia de las vacaciones de verano, el gobierno no tuvo idea más feliz que confiscar toda la plata de la gente-, y después para repudiar la instauración del Estado de Sitio que De la Rúa firmó para tratar de contener a tanto díscolo. Los radicales (De la Rúa siempre fue hombre de la UCR, Unión Cívica Radical, por más que llegase al poder gracias a una alianza con otra fuerza política, hoy desaparecida) todavía siguen arguyendo que el entonces presidente quiso despejar la Plaza de Mayo para poder negociar en mejores condiciones con el peronismo, algunos de cuyos dirigentes fogoneaban el descontento. El argumento queda viciado de nulidad cuando uno advierte que todas las víctimas fueron abatidas lejos de la Plaza: el más cercano murió a dos cuadras y los demás a más de seis, sobre la avenida Nueve de Julio que los porteños pretendemos “la más ancha del mundo”.

La insólita demora en los procesos y la sospechosa ausencia de pruebas y de pericias no produce grandes esperanzas de obtener justicia. Algunas imágenes de TV, como la que muestra al entonces comisario inspector Omar Oliverio disparando balas de plomo contra manifestantes que descansaban sobre una de las placitas de la Nueve de Julio, fueron importantes para lograr las pocas acusaciones que hoy existen. Pero todavía hay pericias que faltan para hacer posible la realización de los juicios, ya que no existen registros fehacientes de, por ejemplo, el lugar exacto en que cayeron las víctimas, lo cual dificulta los análisis de ángulos de tiro. La Justicia dice que es necesaria una nueva reconstrucción de los hechos. La pregunta es: ¿cuánto podrán recordar los testigos, cinco años después de lo vivido?

  Esta es tan sólo una más de las infinitas historias de injusticia que ha producido y produce nuestro continente. Pero la abundancia de tragedias no nos volvió inmunes al dolor, como tantos esperaban; y las deficiencias del sistema legal tampoco lograron que bajásemos los brazos: forjados en el ejemplo de las Madres y de las Abuelas de Plaza de Mayo, seguiremos pidiendo justicia y reclamaremos en los tribunales hasta que la impunidad deje de ser la norma, como suele serlo para todos los crímenes concebidos y ejecutados por los poderosos de esta tierra.

En vísperas de las Navidades les deseo a los familiares de aquellas víctimas toda la felicidad que sean capaces de sentir en estas circunstancias; pero a aquellos que aun en la calma de sus hogares se saben responsables de lo que pasó, no les deseo nada bueno. Ojalá cada copa que beban les sepa a hiel, ojalá cada bocado tenga gusto a cenizas. Y que nunca dejen de mirar por encima de sus hombros, temerosos de las sombras que han salido a buscarlos.

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21 de diciembre de 2006
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ATAQUE INGLÉS

Unas líneas hoy desde París para señalar un ataque violento a Francia desde Inglaterra. Ya estamos acostumbrados pero esta vez cambia el blanco. En lugar de denunciar a los funcionarios franceses, a las élites, a la herencia de la gloriosa Revolución francesa o al uso excesivo de grasas en la cocina, el semanal The Economist se dedica a explicar que los almacenes, llámense El Corte Inglés en España o Les Galeries Lafayette en París, son un producto directo del posmodernismo.

De manera precisa, y pérfida, el semanal inglés ataca a Jean-François Lyotard. Y cita una frase suya que define el universo cultural de un almacén: «eclecticismo es el grado cero de la cultura general; uno escucha reggae, ve una película del oeste, se come una hamburguesa McDonalds para su almuerzo y cocina local para cenar, lleva perfume de París en Tokio y viejos trapos en Hong-Kong; el conocimiento es algo que corresponde a los programas de juegos en la televisión».

Por suerte, The Economist no llega al colmo de acusar a Lyotard de ser el inventor de los almacenes. Sólo lo asocia con otros tres pensadores, Roland Barthes, Michel Foucault y Jacques Derrida, en un terrible cuarteto de izquierdistas. Los cuatro buscaban destrozar el capitalismo y la sociedad burguesa. En realidad, dice el semanal, escribieron sobre todos los temas desde una misma perspectiva: la liberación del ser humano. Ocuparse de todo y liberarse fue la interpretación de sus mejores discípulos: los héroes del liberation marketing. Los herederos del «pomo» (posmodernismo) son los creadores de marcas o de productos que tenemos que utilizar «porque yo lo valgo», como dice una publicidad basada en una mala traducción.

I-Tunes; Google, Zara, Yahoo son lo que queda de la última corriente de la filosofía francesa. Gracias, The Economist, Gracias. Con amigos como los ingleses, los franceses no necesitan enemigos…

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21 de diciembre de 2006
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LAS MEJORES PELÍCULAS DEL CINE ESPAÑOL

Oficialmente las mejores películas del cine español del pasado año son: Alatriste, Volver, El laberinto del fauno y Salvador. Además de ser las que más candidaturas suman para los premios Goya, son esas cuatro las elegidas para ganar el Goya a la mejor película. ¿Y eso quién lo decide?... Pues unos centenares de personas que, en muchos casos, ni siquiera han visto la película a la que votan o a la que castigan con su desprecio. Sé de lo que hablo. Soy uno de esos centenares que de manera arbitraria, por fobias o filias votan una película u otra. Los que así actúan lo negarán. Pero lo sé, lo he visto, hablado y votado. Yo no, seño, pero esos otros niños… Pues sí, también yo voto muchas candidaturas por simpatías o antipatías, por amistades o desapegos. Claro que eso pasa por fiarme de un club que admitiera a un miembro como yo. Porque yo, queridos amigos, mis lectores, mis semejantes, mis cuñados, soy académico. Nada menos que miembro de la muy noble y leal Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España. Además soy un miembro cumplidor, uno de los que paga las cuotas. Lo que se dice todo un miembro.

Creo que somos unos cuantos, más de mil. Una pequeña familia pero, eso sí, muy desunida, muy peleada y mal avenida. Como casi todos los gremios. Un día contaré historias de los poetas. Y no digamos si son asociados. Miembros de alguna sociedad de escritores. Y no solo de poetas. Podríamos hablar de escritores, incluso de los que no escriben pero están asociados… Pero no, hoy toca lo del cine. De este millar largo de académicos del cine, votan algunos centenares, digamos que una mayoría suficiente. ¿Cuántos han visto la película?... Eso no lo sabemos. Cada uno responderá ante sí mismo o ante ese amigo al que se promete el voto y no consigue ni uno.

Siendo un problema lo discreto del número que votan/votamos a las películas, quizá no sea ese el mayor problema. Hoy me he encontrado a uno de los llamados productores independientes. Un independiente pero, la verdad, con muchas producciones y ayudas a sus espaldas. No estaba nada contento con las películas triunfadoras en las nominaciones. Su argumento estaba muy claro. Desde este año todos los académicos podemos votar a todos los candidatos. Antes se hacía por oficios. Es decir, los directores votaban a los directores, los maquilladores a los maquilladores, los fotógrafos la fotografía, etc… Y ahora, me comentaba indignado el independiente productor: “una peluquera puede votar al guión”. Sí claro, he pensado, también el guionista vota al mejor maquillaje…Ciertamente no parece el mejor de los sistemas. Beneficia en acumulación de “goyas” a las de mayor presupuesto, mayor ruido, que no estoy seguro sean las mejores películas. Hace que se vean mucho algunas y nada otras.

¿Son esas de verdad las mejores películas españolas? Yo confieso que he votado a una de ellas. Que después de haber votado pude ver una que no conocía de esas cuatro y siento no haberla votado. Y desde luego nunca votaría a dos de ellas.

Creo que no deberíamos ser los académicos los que eligieran las mejores películas del cine español. Es como dejar que un jurado decida quiénes son los premios nacionales de literatura o quiénes son los cervantes o los premios nobel. Habrá que buscar mejores fórmulas, siempre que no sean las de la democracia. Todavía recuerdo que ganó Aznar por mayoría, por irme más lejos.

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21 de diciembre de 2006
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21 diciembre

Supongo que habrá ocasión de comentar más a menudo la colección de cartas escritas por Hannah Arendt y Mary McCarthy. Una correspondencia abundante, fiel y metódica (Lumen, 2006): dos mujeres que hablan del mundo con descarada y vigorosa sencillez.

En su largo intercambio epistolar vemos la marca que un cuarto de siglo (1949-1975) va dejando en la amistad de las mujeres. Es cierto que comparten con desoladora franqueza algunos asuntos íntimos, pero algo entre ellas sobrevive a la erosión. Viéndose obligadas a desbrozar el estropicio del tiempo no parecen tentadas a ser indulgentes. Su severidad, sin embargo, siempre es el fruto alegre de una envidiable complicidad.

Los asuntos domésticos y familiares son el preámbulo o el epílogo que les permite merodear antes o después de abordar con incisiva lucidez los acontecimientos de su tiempo. Tratan el asesinato de Kennedy o el Watergate de Nixon con el escepticismo inteligente que hoy querríamos ver en los analistas de la actualidad. Sus juicios morales y políticos se enuncian desde una fortaleza exenta de ansiedad, algo que da más holgura a la pasión.

La controversia levantada por la publicación del libro de Hannah Arendt Eichmann en Jerusalén ayuda a la autora a comprender mejor la sociedad para la que piensa y escribe, el origen de los ataques que recibe, "esa clase de puñaladas por la espalda”.

En la crítica de Norman Mailer reconoce de inmediato la “prodigiosa cantidad de odio y agresividad” que hoy seguimos acostumbrados a soportar en algún crítico.

“La recensión de Mailer –dice Arendt- está tan llena de invectivas personales y estúpidas que no entiendo cómo la publicaron ni por qué”.

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21 de diciembre de 2006
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El lado oscuro del amor

Si los personajes de una historia se pareciesen a su autor, el coreano Kim Ki Duk debería ser: 1) mudo, 2) misógino y 3) maltratador doméstico.

Así son al menos los protagonistas de Hierro 3 y Bad guy, las dos películas suyas que yo había visto hasta hoy. El extraño talento de Kim Ki Duk le permite narrar historias con protagonistas que no abren la boca en los noventa minutos y que se enamoran sin sexo. De hecho, el sexo en ambos filmes no es más que una variante de la violencia. Los hombres golpean a las mujeres y a veces, si están de humor, también se acuestan con ellas. Pero en el universo del director coreano los verdaderos enamorados no hacen el amor, ni siquiera cuando trabajan como proxenetas de su mujer amada. 

Con esos argumentos, Kim Ki Duk ha cosechado una legión de fieles –sobre todo para alguien que no hace precisamente películas con Silvester Stallone- y una nada despreciable colección de osos, leones y toda la fauna de plata que se reparte en los principales festivales europeos. Y sin embargo, su última entrega, Time, es diferente.

Los fans ya se esperaban un cambio, porque ha pasado un año sin películas de Kim Ki Duk, y eso es mucho para un autor que lanzó su primer largometraje en 1996 y ya lleva trece. Pero los cambios son varios. Para empezar, esta vez los protagonistas hablan. A menudo, a gritos. En segundo lugar, el promedio habitual de porrazos y cachetadas se ha reducido considerablemente. Kim ki Duk es refinado en el arte de la tortura física: en Hierro 3 los rivales del triángulo amoroso se disparaban pelotas de golf. Pero esta vez, los golpes se reducen a un par de episodios y nunca están dirigidos a mujeres. Y en tercer lugar, quizá el más importante, esta película tiene escenas de sexo con amor. 

Tampoco hay que creer que estamos ante una comedia romántica. El coreano sigue siendo perturbador, perverso y siniestro. La premisa de la historia, de hecho, ya es bastante retorcida: un novio cuyo amor físico se enfría con el tiempo y una novia que, para remediarlo, decide cambiar de cara y cuerpo quirúrgicamente. No mejorar su cuerpo sino cambiarlo. No aumentarse el busto o quitarse arrugas, sino convertirse en otra persona. Una manera como cualquier otra de combatir la rutina.

A partir de aquí, toda la tortura es psicológica: durante los meses postoperatorios, la chica desaparece sin dejar rastro, pero vigila y persigue a su novio para impedir que se enamore de otra. Al reaparecer, convertida en una mujer distinta, empieza a sentir celos de sí misma. Hay una escena en que se hace una máscara con una foto de su antiguo rostro. Hay una escultura en que un perro muerde el pene de una estatua. Y todo da mucho, mucho miedo.

Paradójicamente, lo que más atemoriza es que la pareja resulta mucho más “normal” que los personajes de películas anteriores. Los personajes de esta película no son prostitutas, marginales o allanadores de morada, sino una pareja enfrentada a lo que todos conocemos: el deterioro que el tiempo le inflige al deseo. Nosotros vivimos con eso. Los personajes de esta historia buscan una solución. Lo más perturbador de Time es la sensación de que esa gente en la pantalla se parece a la de aquí afuera más de lo que nos gustaría. Así, Kim Ki Duk añade una nueva dimensión a lo que, en el fondo, ha sido su tema desde siempre: el lado oscuro del amor.

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20 de diciembre de 2006
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EL HOMBRE Y LA COSMÉTICA

Aunque parezca una boutade de la perfumería, la cosmética fue anterior al cosmos.
Cosmética no es una palabra más. Con ella se invoca la disciplina que configura el mundo (kosmos, le llamó Pitágoras), el orden deducido de la contemplación del firmamento, donde los astros desde tiempo inmemorial describen órbitas indubitables en un concierto perfecto que retorna eternamente.

La política sería así una rama de la cosmética en su propósito de organizar el mundo del mejor modo posible o, metafóricamente, a imagen y semejanza de la ordenación astral. Efectivamente no dan una a derechas que pueda tenerse por su razonable emulación.

La cosmética, antes de todo, en vida de Pitágoras, significaba solamente la ornamentación y  el maquillaje de las mujeres. Las mujeres preparaban su rostro, rectificaban sus cejas, diseñaban sus labios y la luz de sus ojos, para alcanzar una apariencia susceptible de mover el deseo de los hombres. Hombres o patrones.

El patrón de la belleza femenina se confundía con el modelo que entusiasmaba al patrón. Acomodaban artificialmente su realidad al deseo natural de aquellos a quienes debían agradar cerrando así un bucle tan paradójico como conmovedor, tan elocuente como retroactivo.

Lo femenino debía conquistar su naturalidad mediante un postizo que actuaba como catalizador de lo auténtico. La autenticidad y la falsedad no solo se conmutaban de la manera común de los top-mantas sino que el manto de lo falsificado se hacía indispensable para alcanzar lo auténtico. Lo real nacía gracias a la ficción y la ficción se volvía inmanentemente real en el proceso. El trampantojos procuraba de este modo la máxima visión y a su alrededor, detrás, flotando o soportando el objeto, no quedaba, al fin, más espacio que el de la representación, la verdad del espectáculo. (Véase: Vicente Verdú:  El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción).

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20 de diciembre de 2006
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The King of Movies

Stephen King volvió a la carga con su columna en la revista Entertainment Weekly, esta vez para elegir sus diez películas favoritas del año 2006. En el texto preliminar, King aclara que no se trata de la lista de un crítico (“Soy tan sólo otro tipo ordinario, en la cola para comprar gaseosa”), y establece una cuestión sobre la que hemos hablado aquí algunas otras veces: la forma en que la existencia de excelentes series de televisión pesa a la hora de retenernos en casa –en especial si la opción es ir al cine para ver películas de inferior calidad. Teniendo The Wire y Lost en casa (series de las que King es fanático y yo también), ¿a quién le interesa ir a ver El código Da Vinci?

Algunas películas de las que King habla no las vi, porque no se estrenaron en estos lares y también, para ser sincero, porque no me tientan en lo más mínimo: The World’s Fastest Indian, por ejemplo, o un policial llamado Waist Deep. Otras sí que se estrenaron, pero tampoco tuve ganas de verlas: The Descent, que es una peli de horror (y King debería ser considerado un experto en la materia), Snakes On A Plane, cuya premisa me suena divertida pero sabe a poco, y United 93. Una de las que menciona estoy esperando verla en DVD: The Three Burials of Melquiades Estrada, dirigida por Tommy Lee Jones sobre guión del colega Guillermo Arriaga (Amores perros, Babel): King dice que el título es horrible, pero le encanta que Tommy Lee consiga poner en pantalla algo que parece salido de las novelas de Cormac McCarthy.

Y después están las que sí vi, por supuesto. Con alguna de las elecciones de King disiento: más allá de la buena leche con que fui al cine, creo que The Illusionist es más bien floja, y que pierde en la comparación con la otra peli de magos, The Prestige. (King dice que también le gustó, pero a la hora de confeccionar la lista se quedó con el film protagonizado por Edward Norton.) The Departed me desilusionó, tratándose de una película de Martin Scorsese: creo que es mucho menos que la suma de sus prestigiosos actores, y muchísimo menos de lo que las críticas quisieron vendernos con sus loas. Pero en fin, coincido con el entusiasmo que King siente por Casino Royale (“La mejor película de Bond de la historia”), y ante todo con la peli que consagra en el número uno de su lista: El laberinto del fauno.

King se manifiesta deslumbrado por el film de Guillermo del Toro. “Creo –dice- que este cuento de hadas para adultos es el mejor film fantástico desde El mago de Oz. Y aunque es mucho más oscuro que aquella película, logra de todos modos celebrar el espíritu humano. Su Tío Stevie piensa que ustedes deberían ver esta película”. Del Toro debe estar saltando desde que le contaron la opinión del Tío Stevie. Yo, por lo pronto, espero con ansias que Del Toro concrete su último proyecto, el de una nueva versión de Tarzán. Todos aquellos que amamos al personaje y que hemos padecido las películas que le infligieron –desde las de Johnny Weissmuller hasta Greystoke-, creemos que ya es hora de que alguien filme un Tarzán como la gente.

¿Estoy yo en condiciones de hacer mi propia lista? La elección sería engañosa, porque gracias a la tecnología del DVD la verdad es que las mejores películas que vi este año no fueron estrenadas en 2006. Pero si tuviese que resignarme dolorosamente a las obras del presente, no excluiría de mi lista a películas como Children of Men, Little Miss Sunshine, V for Vendetta, Howl’s Moving Castle (que es del 2005 pero aquí se vio este año), El latido de mi corazón, Miami Vice y Caché (que también es de 2005, con estreno argentino en 2006). Seguramente me olvido de algunas. De hecho, todavía espero ver Babel y las dos de Eastwood, The Flags of Our Fathers y Letters from Iwo Jima, que forman parte de la producción de este año.

Y hablando de Roma, ¿cuáles fueron sus películas favoritas de este año?

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20 de diciembre de 2006
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El Boomeran(g)
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