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El lado oscuro del amor

Por 20 de diciembre de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Si los personajes de una historia se pareciesen a su autor, el coreano Kim Ki Duk debería ser: 1) mudo, 2) misógino y 3) maltratador doméstico.

Así son al menos los protagonistas de Hierro 3 y Bad guy, las dos películas suyas que yo había visto hasta hoy. El extraño talento de Kim Ki Duk le permite narrar historias con protagonistas que no abren la boca en los noventa minutos y que se enamoran sin sexo. De hecho, el sexo en ambos filmes no es más que una variante de la violencia. Los hombres golpean a las mujeres y a veces, si están de humor, también se acuestan con ellas. Pero en el universo del director coreano los verdaderos enamorados no hacen el amor, ni siquiera cuando trabajan como proxenetas de su mujer amada. 

Con esos argumentos, Kim Ki Duk ha cosechado una legión de fieles –sobre todo para alguien que no hace precisamente películas con Silvester Stallone- y una nada despreciable colección de osos, leones y toda la fauna de plata que se reparte en los principales festivales europeos. Y sin embargo, su última entrega, Time, es diferente.

Los fans ya se esperaban un cambio, porque ha pasado un año sin películas de Kim Ki Duk, y eso es mucho para un autor que lanzó su primer largometraje en 1996 y ya lleva trece. Pero los cambios son varios. Para empezar, esta vez los protagonistas hablan. A menudo, a gritos. En segundo lugar, el promedio habitual de porrazos y cachetadas se ha reducido considerablemente. Kim ki Duk es refinado en el arte de la tortura física: en Hierro 3 los rivales del triángulo amoroso se disparaban pelotas de golf. Pero esta vez, los golpes se reducen a un par de episodios y nunca están dirigidos a mujeres. Y en tercer lugar, quizá el más importante, esta película tiene escenas de sexo con amor. 

Tampoco hay que creer que estamos ante una comedia romántica. El coreano sigue siendo perturbador, perverso y siniestro. La premisa de la historia, de hecho, ya es bastante retorcida: un novio cuyo amor físico se enfría con el tiempo y una novia que, para remediarlo, decide cambiar de cara y cuerpo quirúrgicamente. No mejorar su cuerpo sino cambiarlo. No aumentarse el busto o quitarse arrugas, sino convertirse en otra persona. Una manera como cualquier otra de combatir la rutina.

A partir de aquí, toda la tortura es psicológica: durante los meses postoperatorios, la chica desaparece sin dejar rastro, pero vigila y persigue a su novio para impedir que se enamore de otra. Al reaparecer, convertida en una mujer distinta, empieza a sentir celos de sí misma. Hay una escena en que se hace una máscara con una foto de su antiguo rostro. Hay una escultura en que un perro muerde el pene de una estatua. Y todo da mucho, mucho miedo.

Paradójicamente, lo que más atemoriza es que la pareja resulta mucho más “normal” que los personajes de películas anteriores. Los personajes de esta película no son prostitutas, marginales o allanadores de morada, sino una pareja enfrentada a lo que todos conocemos: el deterioro que el tiempo le inflige al deseo. Nosotros vivimos con eso. Los personajes de esta historia buscan una solución. Lo más perturbador de Time es la sensación de que esa gente en la pantalla se parece a la de aquí afuera más de lo que nos gustaría. Así, Kim Ki Duk añade una nueva dimensión a lo que, en el fondo, ha sido su tema desde siempre: el lado oscuro del amor.

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