Basilio Baltasar
¡Ah! El viejo espectáculo de la corrupción. ¡Cuánta indignación suscita! Y sin embargo ¿a quién se dirige este clamor? ¿Quién atenderá la súplica?
Como una voraz marabunta de termitas en un caserón abandonado, los comisionistas sobornan a quién se ponga por delante. No se andan con remilgos. Son hombres de fortuna y su fortuna es inmensa.
Lo que está en juego.
Un fatigado empleado a punto de jubilarse contempla el curso de su vida. El miedo a la escasez, a una edad de la que nada cabe esperar salvo la penuria de una pensión exigua, le hará maldecir. ¿Hice bien no haciendo nada?
Esto es lo que está en juego.