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El más allá

Rafael Argullol: Por eso quizá la palabra más adecuada es "enigma", a través de lo mismo que significa: revelarse y velarse.

Delfín Agudelo: Si volvemos sobre la diferencia entre lo diabólico y lo angelical, existiría una relación entre la muerte como concepto absoluto y lo diabólico: siempre hay una atmósfera que el enigma que no se ha revelado implica. Quizás en lo diabólico la muerte no tiene tanto valor porque lo diabólico sí puede ser una experiencia en sí misma.

R.A.: Tengo la hipótesis de que la muerte como supuesta experiencia ha tenido tanta importancia en la literatura occidental por la presencia fundamental del cristianismo, por el sustrato de creencia en la inmortalidad del alma y de creer en la existencia de un intramundo paradisiaco o infernal, que ya ha atravesado todos los siglos a raíz del cristianismo. Me he fijado a lo largo de estos años que las culturas en las cuales la presencia del intramundismo es baja o nula, la muerte no genera experiencia artística o literaria. La generó mucho en Egipto, la genera mucho en toda la literatura occidental de raíz cristiana, pero la genera muy poco en Homero, en la épica griega. Los griegos creían que después de la muerte había una especie de exilio vaporoso sin personalidad o sustancia, y allí no había experiencia. En cambio, las grandes culturas trascendentalistas han situado la auténtica experiencia más allá de la experiencia de la vida en la tierra. Y en esa experiencia ha habido todo tipo de pobladores (celestes, infernales, ángeles, demonios). Cuando era bachiller, me sabía cuarenta o cincuenta nombres distintos de demonios, y tenía una idea muy clara de las jerarquías angelicales, desde querubines, serafines, arcángeles, etc. En mi imaginario tenía todo un mundo intramundano perfectamente organizado. Con ese mundo intramundano hacía lo mismo que ha hecho la cultura occidental a lo largo de los siglos: lo trasladaba del cielo o del infierno a la tierra. Y en ese sentido evidentemente el mundo no solamente era un juego de hombres, sino también de demonios y de ángeles.  Pero si nosotros nos fijamos en la procedencia del ángel o del demonio, por ejemplo en Grecia, los dos proceden de los sátiros y los faunos: de experiencias quizás heterodoxas o prohibidas, pero no intramundanas.

Eso sería interesante: la importancia de la muerte como foco creador en una cultura depende del trascendentalismo o no de esa cultura.

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18 de enero de 2008
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Todo es miscelánea

/upload/fotos/blogs_entradas/everything_is_miscellaneous1_med.jpgContra la idea del orden, el esquema, la sistematización, David Weinberger ha escrito un libro, Everything is miscellaneous, que defiende la desestructuración y la entrega de informaciones sin organización. La realidad es múltiple,  contradictoria, polimorfa,  ¿cómo esperar que una representación unívoca y primorosa sea consecuente con ella?

La idea vale tanto para los libros de ensayo como para la narrativa. Persistir en la novela con presentación, nudo y desenlace dentro de la pretensión de coherencia y finalidad es responder al trasnochado concepto de la primera modernidad cuando la razón era la medida de todas las cosas y la lógica la suprema fuente de sentido.

La conciencia de la complejidad  requiere imágenes complejas, la posmodernidad se decide en la variedad, la mixtificación, el tutti fruti del mundo intercomunicado, radiado, grabado y televisado bajo la inspiración del mosaico. Todo es ya misceláneo y este universo de centro comercial, viajes a todos los puntos del mundo, capillas de todas las confesiones, organizaciones de todas las razas y todos los sexos, establece  la regla de la lasitud, la lasitud de la irregularidad y la irregularidad del sumario sincrónico y policromado de la heterogeneidad.

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18 de enero de 2008
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Laicismo y libertad religiosa

La libertad religiosa está mejor garantizada en los países en los que hay separación entre Iglesia y Estado. Tras escribir esta frase pensando en algunas sociedades en que las que la musulmana es la religión oficial, me percaté de que simplemente no era verdad. No lejos de nosotros podemos encontrar varios ejemplos: En Inglaterra, no sólo hay una iglesia oficial sino que la Reina es la cabeza de la Iglesia Anglicana (y por eso hay también reticencias a ver subir al trono a su hijo Carlos al estar ahora casado con una divorciada). Es hoy una de las sociedades más descreídas o en las que la religión pesa menos en la vida individual de los ciudadanos. En Noruega o Suecia también hay una religión de Estado. Incluso en Grecia, pese a no ser una monarquía. Y sin embargo, en todos estos países hay una plena libertad religiosa.

El concepto de lo laico puede llegar a ser irreal. En Holanda un 60% de las escuelas son religiosas. En Bélgica quizás incluso más. Siempre financiadas por el Estado. En España la mayoría de la enseñanza concertada (es decir pagada y supervisada por el Estado) es católica. En muchos países europeos hay regulaciones que no están en alineadas con la teórica separación entre Iglesia y Estado. En EE UU, una de la sociedades más religiosas del mundo, hay una separación formalmente tajante entre religión y Estado, pero el factor religioso -que no cabe olvidar está en su origen- está muy presente en la vida pública y crecientemente en la política.

Se dice a menudo que el laicismo y la separación Iglesia-Estado nacieron de las guerras de religiones del siglo XVI. No es así. Lo que salió de aquellas guerras del siglo XVII fue el principio de una sola religión de Estado, según la máxima cuius regio, eius religion (de tal rey, tal religión), y el de la tolerancia. Las batallas por el laicismo se dieron sobre todo en el siglo XIX. Y probablemente vuelvan en parte, no sólo en Europa, ante el crecimiento del religionismo, es decir, de un nuevo intento de hacer penetrar las religiones en el Estado. Aunque cada vez con mayor dificultad dada la mayor diversidad de los credos. El nuevo laicismo en democracia tiene que tener en cuenta e incorporar esta diversidad, fomentar la libertad religiosa, pero también la idea de que ésta debe incluir la libertad a criticar cuestiones religiosas, con respeto, responsabilidad y conocimiento.

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18 de enero de 2008
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Objetos entrañables: la regadera

 

Todos la llaman ducha, pero aquí le decimos regadera. "Voy a darme un regaderazo", anunciamos, si la idea es hacerlo en un par de minutos. No obstante, para algunos, los momentos pasados bajo el chorro se cuentan entre los más importantes del día. No es casual que la escena más recordada de Hitchcock -la más copiada, también- sea la de la mano con el cuchillo penetrando el espacio sagrado de la ducha, donde la gente canta y habla sola porque se sabe o cree saberse libre de testigos. Si al cabo han de llegar a asesinarme, por lo menos espero que tengan la decencia de agarrarme vestido, seco y lejos del oráculo húmedo. Pues habemos quienes creemos que en el interior de ese entrañable mecanismo residen todas las respuestas que importan. Iré por partes.

     Fue desde siempre un sitio fundamental. De muy niño, recuerdo que escribí mis primeras palabrotas con el dedo, sobre uno de los cristales opacos a los que cada noche el vapor convertía en pizarrón. Y lo recuerdo porque al día siguiente a mi padre le dio por preguntar quién había escrito cabrón, puto y pendejo en el baño. Allí también jugaba a inventar las personas y aventuras que al día siguiente, ya en el salón de clases, invadirían con fruición secreta mis cuadernos. Todo empezaba debajo del agua, en ese espacio impune y decisivo donde uno se hacía muchos, y nadie nunca lo iba a saber. No imaginaba entonces lo poco que los años cambiarían de aquellos rituales.

     Cuando una persona concibe fácilmente ideas atractivas y peligrosas, se dice que es una cabeza caliente. Y bien, que a mí nadie me quita de la cabeza la idea de que el solo hecho de estar bajo la regadera calienta las neuronas y hace posibles pensamientos raudos e inspirados. ¿O será acaso que la libertad íntima de la que uno disfruta en ese reducto permite a la cabeza sobrevolar latitudes imaginarias insospechadas? En cualquier caso, encuentro que el espacio de la regadera es un vibrante punto de introspección. Acudo a ella, a veces, craneando ya una agenda de invenciones que me devuelve a la niñez y la tina, cuando chapoteaba uno entre patos y otros muñecos de goma que hacían de la hora del baño un carnaval privado. Es posible que todavía sea el momento cumbre del día.

 

     Ha cambiado el horario, por supuesto. Mojarse de mañana es emerger alerta del reino del cuerpo para integrarse al mundo con la frescura que la cama desconoce, plantar una frontera entre sueño y vigilia e instalar una aduana capaz de distinguir posibles de imposibles. Por eso a veces trato de conducir los pensamientos sólo por los carriles que me interesan, pero la regadera no me lo permite. Le vienen mal la disciplina y las órdenes; lo suyo es distraer, divagar, distender. Con frecuencia, por tanto, dejo la regadera con la cabeza llena de entusiasmos desconectados de lo que previamente a la inmersión eran mis intereses inmediatos.

     No vayamos más lejos: hoy mismo entré a bañarme con el coco totalmente ocupado por la voz de Quincy Coleman y salí con la idea, extraña en un principio, de escribir justamente sobre el impostergable tema de la regadera. Y ahora que lo recuerdo, me ha pasado allá adentro lo mismo que a lo largo de estos párrafos: olvidé por completo el tema del jabón

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17 de enero de 2008
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Sally Bowles está bien y vive en Buenos Aires

/upload/fotos/blogs_entradas/goodbye_to_berlin_med.jpgHace ya mucho, pero mucho tiempo que una experiencia artística no me conmovía tanto como la versión teatral de Cabaret que vi hace pocas horas aquí, en Buenos Aires. Basada en el libreto original de Joe Masteroff, que se inspiró en el libro de Christopher Isherwood Goodbye to Berlin, y con la propulsión de las inolvidables canciones de John Kander y Fred Ebb, esta puesta de Cabaret sigue en términos generales las marcaciones con que Sam Mendes reinventó el musical en los 90, dos décadas después del inolvidable film de Bob Fosse. En un Teatro Astral reconfigurado como un cabaret verdadero, con mesas, camareros y vías abiertas para el contacto entre intérpretes y público -la dirección de escenografía de Jorge Ferrari es simplemente sublime-, Buenos Aires se transformó en Berlín circa 1930, heredera directa de su divina decadencia y también de su karma.

Sentí todo el tiempo la presencia de mi madre, que me crió escuchando la banda sonora del film cada mañana. Hubiese sido feliz esa noche, viendo lo que yo veía y escuchando lo que yo escuchaba; en algún sentido lo presenció todo conmigo. Pero no puedo atribuirle el impacto tan sólo a su influjo: sería injusto con el talento original -Masteroff, Kander & Ebb, Fosse, Liza Minnelli, Mendes- y con el talento local, que tanto hace para insuflarle al musical una vida, un salvajismo nuevo.

En términos generales la narrativa es la misma que popularizó el film, con mínimas variantes: el escritor Clifford Bradshaw (alter ego de Isherwood, interpretado por Marcelo Trepat) llega a Berlín en busca de inspiración. La encuentra a manos llenas, en la fauna que rodea la pensión de Fraulein Schneider y las noches del Kit Kat Klub -el emcee interpretado por Alejandro Paker es tan inquietante como es de esperarse- y en el surgimiento del nazismo que empieza a permearlo todo. La bohemia de Sally Bowles (Karina K), la chica de uñas verde esmeralda y adicción al trago nauseabundo llamado Prairie Oyster, y el romance entre Frau Schneider y el frutero Schultz, se convierten pronto en víctimas de la locura inspirada por Hitler, y la obra no les ahorra su parte de responsabilidad en la Historia.

/upload/fotos/blogs_entradas/cabaret_si_med.jpgEl final de esta versión de Cabaret es escalofriante. Cada uno de los personajes repite las frases con que se ha justificado en su momento, resonando ahora como epitafios. Sally dice que todo se reduce a política, y que la política no tiene nada que ver con uno. Frau Schneider dice que hará lo que deba hacer para sobrevivir. Schultz dice que la cordura prevalecerá. Frau Kost verbaliza la excusa de tantos alemanes: ¿o acaso los judíos no estaban quedándose con todo el dinero? Entonces todos los artistas del cabaret se transmutan en prisioneros de un campo de concentración, y el espejo que baja sobre el escenario convierte al público por entero en espectador pasivo -la palabra clave aquí es inequívoca: pasivo- de la tragedia. Cabaret no ofrece respiro ni siquiera a la hora de los aplausos. Cuando Alejandro Paker sale a saludar ya no lo hace vestido como emcee, sino con uniforme gris y estrella amarilla en el pecho con la leyenda Jude. Ni falta que hacía. Los nazis lo hubiesen liquidado por el simple hecho de parecer homosexual.

Terminé devastado. Y feliz por haber sido testigo de un hecho artístico que producía belleza a partir de tanto dolor. Lloré como un perro, ¡lloro todavía!, pensando en tantas vidas perdidas, en tanta locura, en el pasado que le pisa la cola al presente, en el nazismo y en su sobrina la dictadura, en nuestra habilidad para desoír las historias de la Historia, en el Holocausto y en los palestinos, en este Bush que dice democracia y la pronuncia imperio, en la prontitud con que tanta gente salta a reclamar violencia con tal de protegerse, en la intolerancia que sigue siendo la más contagiosa de nuestras enfermedades, en Buenos Aires, Washington y Berlín, entonces, ahora y mañana.

Dios nos libre, solían decir las viejas. El arte nos libre, digo yo, porque es de los pocos que todavía procura defendernos.

No se pierdan Cabaret.

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17 de enero de 2008
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Sin tetas

/upload/fotos/blogs_entradas/sin_tetas_no_hay_paraso_med.jpgMe llega un libro de la editorial "El tercer nombre", es de título llamativo y viene precedido de éxito y algún escándalo, se llama: Sin tetas no hay paraíso, del escritor y guionista colombiano, Gustavo Bolívar Moreno.

Una historia que pasó a la televisión y resultó un éxito en Colombia, en gran parte de América y que ahora acaba de llegar a nuestras pantallas en adaptación española. Ya se han quejado algunos ayuntamientos, creo que alguno en los que se supone ocurre la historia.

Más o menos así es la historia: una adolescente de una barriada colombiana cree que la única salida de aquel infierno, de aquella sordidez y pobreza, es conseguir a cualquier precio unas tetas que causaran la admiración de los hombres. Por la silicona al paraíso. Los modelos en esos ambientes populares, las más queridas por los ricos narcotraficantes son mujeres de grandes tetas.

Así, si no tienes esas tetas, te quedarás marginada y en tu pobre barrio. Para conseguir esas tetas hay que hacer cualquier cosa, prostitución incluida. En el mejor de los casos, se consigue un paraíso construido con miserias morales y estéticas. Después, la mayor parte de las siliconadas, vuelven a ser expulsadas del falso paraíso. Los paraísos son imaginarios, falsos, engañosos y, además, no existen.

¿Ese modelo de las grandes tetas es el modelo del mundo marginal u hortera?

¿Cuál es ahora "nuestro" modelo? ¿Qué le pasaría hoy a Audrey Hepburn o a Jane Birkin?

Estaba pensando en mis propias preferencias. Y me encontré pasando de los brazos de Keira Knightley a los de Scarlette Johansson. En fin, me di cuenta que el tamaño no importa. Al menos que no me importa. Es decir que todas las tetas valen para soñar con paraísos. Esos pequeños de andar con el placer.

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17 de enero de 2008
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La infancia (3)

Los niños tienen que cargar con un mundo adulto que no comprenden y del que dependen, y por mucho que los rodeemos de juguetes y dibujos animados tienen que luchar contra él para crecer. En el mejor de los casos será una lucha de aprendizaje, en el peor, atormentada y odiosa. No tengo palabras para esa panda de padres que metieron a sus hijos, demasiado pequeños en algunos casos, en un reality show en EEUU tipo gran hermano, exonerando al programa de cualquier responsabilidad sobre ellos, y para las instituciones públicas que lo consintieron. ¿Y los que adoptan un niño y cuentan públicamente cosas de la vida privada de ese niño como lo pobrecillo que era cuando lo acogieron y las enfermedades que tenía?. A las estrellas de Hollywood les ha dado por exhibir a sus hijos adoptados en el tercer mundo para así exhibir su generosidad, supongo. Ya hemos oído más de una vez decir que adoptar es más generoso que tener un hijo biológico, lo que en mi opinión resulta insultante para el hijo en cuestión. Tener un hijo siempre es una combinación de capricho, acto de amor y finalmente responsabilidad moral, pero nunca un acto de caridad, que puede satisfacerse por otras muchas vías, digo yo. Para muestra, el reiterativo y empalagoso caso de Brangelina, por no decir bastante rentable para su imagen de actores comprometidos con la humanidad entera: Angelina toda de negro andando por la calle con los churumbeles (guapísimos por cierto) traídos de lejanas tierras colgados de su esbelta figura como si los guardaespaldas no pudieran echarle una mano. Y él, Brad, completando la puesta en escena.

¿Se podría considerar explotación que criaturas que no levantan cinco palmos del suelo canten, actúen o posen como modelos?. Tonterías si lo comparamos con lo que sufren los niños esclavos del trabajo por esos mundos de dios. Desde luego para todos existe la palabra "castigo" cuando se portan mal. Y pocos se libran del tradicional cachete, reivindicado una y otra vez para casos en que nos irriten, ¿se imaginan que cada vez que nos irrita un adulto le diéramos un pescozón? Se mire como se mire, el niño es un ser incómodo, que quisiéramos que se adaptara a nosotros nada más nacer, por el contrario existe una extraña indulgencia en nuestra sociedad con el comportamiento de los padres, cuando padre y madre puede ser cualquiera, y aunque no es fácil educar a los hijos por lo menos tendríamos que reconocer nuestros fallos.

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17 de enero de 2008
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Lugar común

Aquellos que leen novelas y sólo novelas, no saben lo que se pierden. Lo digo a propósito de una pequeña obra que leí ayer de Bruce Bégout, un joven filósofo francés, titulada Lugar común y centrada en el análisis del motel como metáfora concentrada y precisa de numerosos aspectos de la vida contemporánea y, en particular, de nuestra existencia cotidiana.

/upload/fotos/blogs_entradas/lugar_comn._el_motel_americano_med.jpgEsta clase de ensayos ofrecen no únicamente pensamiento y mucho menos pensamiento por las buenas, sino un pensamiento misceláneo y un pensamiento directo, inteligente y por las bravas. Vivir se convierte en menos  sin pensar en la diversa anécdota de ir viviendo. No digamos ya si, además, tomamos la rutina como un destino y al destino como un sinsentido. Lugar común recae sobre el instante sucesivo que vivimos y que tan frecuentemente llega, arde y se esfuma, sin conciencia de él. Bégout recrea  la insensible importancia de lo pequeño, el valor decisivo de lo efímero y el definitivo peso de lo que acostumbramos a creer banal.

No añadiré ahora nada más que prive al lector de la sorpresa del libro (otro de Bruce Bégout, también en Anagrama, es Zerópolis sobre Las Vegas en cuanto metáfora civilizatoria) pero volveré sin duda sobre el asunto, cada vez  más relevante, de nuestra vida cotidiana,  convertida en el extracto único de nuestra vida, y  sobre el poder  de la microexperiencia cruzada por el "embrujo de lo insignificante".

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17 de enero de 2008
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Poética de la vida

Rafael Argullol: Si es sincero en esa indagación, de ahí no saca indagaciones sistemáticas, sino que su visión es mucho más complicada.


Delfín Agudelo: El caso de la utilización de la palabra "muerte" se relaciona con el lado enigmático y el lado misterioso. Aquél que se adentra en la oscuridad intenta resolver algo, sacar su yo más moralista o indagar en determinado tema. Sin embargo, me recuerda una frase de Tabucci, que es algo así: "Todos se angustian con la muerte por su calidad de misterio. Pero lo verdaderamente misterioso es la vida. Todos sabemos que nos vamos, pero ¿cómo llegamos?" Intentando poner en un mismo plan, sería igual de misterioso hacer un texto de la poética de la muerte que un texto hablando de la poética de la vida.

R.A.: Seguramente actuar alrededor de una poética de la muerte es algo propio de la juventud. Y casi de la adolescencia. En cambio intentar expresarse a partir de una poética de la vida es propio de la edad adulta. En el caso del joven, sobre todo cuando es escritor muy joven, se enfrenta a las palabras a través de un misterio que muchas veces es un falso misterio. Se enfrenta a las palabras como si fueran absolutos. Muerte, dios, demonio, vida, existencia, mundo, universo... Por eso la poesía muy joven está llena de afirmaciones absolutas. La muerte tiene el atractivo de ser un final absoluto y de presentarse como un misterio absoluto. Pero en cambio a medida que madura una obra poética o literaria, uno va contrastándose con los matices de la vida, se da cuenta de que la vida no tiene nada que ver con el dilema del todo o la nada o la existencia o la muerte absoluta, sino que la vida es una especie de caos de matices, de caos cromático y en ese sentido se va orientando a través de esa poética de la vida. Por eso depurará mucho más su lenguaje, se hará más cauto, más prudente, y buscará probablemente el misterio que hay en cada uno de sus matices. Por eso quizá la palabra más adecuada es "enigma", a través de lo mismo que significa: revelarse y velarse. La muerte no es enigmática porque no plantea esa gimnasia de revelación y velación. La vida es continuamente enigmática porque de manera permanente plantea esa dialéctica entre lo que se vela y revela. Luego la muerte en sí es poco interesante. Es interesante si se la toma simbólicamente, pero como acto físico es un acto que ha producido escasa experiencia porque nadie nos ha contado nada ni desde la muerte ni desde después de la muerte. Por lo tanto no ha producido experiencia. Una poética de la muerte es una poética sin experiencia, una poética de la pura sugestión, de un presentimiento probablemente forzado. Una poética dominada por lo metafórico pero sin experiencia. Es un elemento central en la medida en que defendamos una literatura a la que me referí en alguna otra conversación: experiencia más experimento. Sin embargo, la muerte ni produce experiencia ni produce experimento, a no ser que sea la muerte como tantas veces se ha utilizado en el arte y la literatura, que es una forma de la vida. No la vida una forma de la muerte, sino la muerte una forma de la vida, y por tanto se la toma como una especie de presencia radical de la vida en un sentido negativo o invertido.
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17 de enero de 2008
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II. Huevos podridos, etc.

/upload/fotos/blogs_entradas/edmundo_jarqun_med.jpgDaniel Ortega llamó "hijo de casa" a Edmundo Jarquín en uno de sus prolongados y pintorescos discursos donde suele hablar desde los meteoritos que acabaron con los dinosaurios hasta la profundidad exacta a que las fuentes de petróleo se hallan debajo de la corteza terrestre en las selvas del Orinoco. Y lo llamó, más exactamente, "hijo de casa de los españoles", por razones que yo ignoro, salvo que Edmundo ha vivido en España en diversas ocasiones, como diplomático y como funcionario internacional. Edmundo, no obstante, es de los pocos políticos que sabe reírse de sí mismo, raro caso, y no sé que tome a pecho las ofensas de clase.

Pero también el comandante furibundo ha llamado a sus adversarios de todo, lamebotas del imperialismo, huevos podridos, asaltantes, perros rabiosos, y a los periodistas de la oposición, hijos de Goebbels. Me hacen faltas tantas comillas...

Lo extraño de todo, sin embargo, como dije ayer al principio de estas reflexiones, es que "hijo de casa" sea introducido dentro de un contexto radical verbal de izquierda como ofensa a un oponente, cuando, como creación lingüística, pertenece a la vieja oligarquía que sabía ser hiriente a la hora de descalificar, y de discriminar, con las palabras, o con el fuete en la mano.

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17 de enero de 2008
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