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IV. Adulterio y amancebamiento

Cuando entré a estudiar mi carrera de derecho, los códigos que me tocó aprender definían el adulterio como un delito de la mujer, pero nunca del hombre. Su prueba servía como causal de los juicios de divorcio, y cuando el hombre alegaba el adulterio, debía probarlo con testigos visuales y cartas comprometedoras. Yo solía leer los boletines judiciales, donde se copiaba una relación detallada de esos procesos, como verdaderas novelas de intrigas amorosas.

Los hombre casados, a quienes la ley preservaba del delito del adulterio, sólo podían ser culpados de "amancebamiento escandaloso", que como se ve, era una figura hipócritamente calificada. No un amancebamiento cualquiera, sino escandaloso, y el código lo definía: siendo casado un hombre, mantener otra mujer con casa puesta, a la vista pública. Si lo hacía a escondidas, y se cuidaba de que el secreto no fuera revelado, bien podía seguir pecando. El pecado estaba en el escándalo.

Cuando nuestro profesor de derecho civil era preguntado acerca del porqué de esa diferencia discriminatoria, respondía con todo aplomo: "porque sólo la mujer es capaz de llevar sangre extraña al hogar".

Lógica inexpugnable.

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21 de enero de 2008
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Del tedio a la indiferencia

"En el horizonte del mundo moderno se eleva el sol negro del tedio", escribía Lefebvre en su Crítica de la vida cotidiana. Sin embargo, han pasado cuarenta años y el tedio no se alza como el sentimiento que se pronosticaba como dominante. En esto tiene también razón Bégout. No es el tedio, ni tampoco la depresión, por mucho que se hable de ello, la emoción más característica de la épica. Más bien el mundo se va realizando, destruyendo, transformándose, ante una relativa indiferencia.

Ni siquiera los movimientos más comprometidos llegan a contrabalancear esta indolencia prevalente. Cualquier implicación profunda con una causa no parece en absoluto de nuestro tiempo. La flexibilidad, la volubilidad, la plasticidad, la disponibilidad, el "lastre cero", son quienes deciden el estilo del mundo que tiende menos a la cambiar la situación como a conllevarla dentro del mayor acomodo, confort y aprovechamiento.

La vida, al fin, ha dejado de presentarse como un reto de transformación social o personal. La vida es lo que es y, en consecuencia, resulta una pérdida de oportunidades ocuparse en grandes planes de reforma trascendente. Cada cual se enfrenta a la cotidianidad como un hecho. Un hecho acabado. No estará mal protegerse, pertrecharse, instruirse en el mejor aprovechamiento y disfrute de las ofertas del sistema pero ¿afanarse para cambiar sus principios? No es tedio sino dejadez,  no es cansancio sino indiferencia, no es el grito de la subversión sino el clamor del entretenimiento.

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21 de enero de 2008
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El ángel caído

William Blake, Rafael Argullol: Cuando era bachiller, me sabía cuarenta o cincuenta nombres distintos de demonios, y tenía una idea muy clara de las jerarquías angelicales, desde querubines, serafines, arcángeles, etc.
 
Delfín Agudelo: Es interesante ver la jerarquización de la que hablas en la lectura de los románticos del Paraíso perdido de Milton: la idea de Dios como un personaje plano, aburridor, monótono, sin desarrollo alguno -que, teológicamente, tiene que ser así, puesto que Dios es- mientras que el personaje que desarrolla toda la fascinación de caracterización es el Diablo, el mismo que al entrar al Paraíso se asombra con la belleza, y se recuerda: "Yo acá vengo a hacer el mal."
 
R.A.: En Milton y en El Paraíso Perdido¸ se constata el agotamiento de Dios como personaje literario occidental que había llegado a su máxima expresión en la Divina Comedia. Dante, de alguna manera, es el artista que otorga a Dios la obra de arte perfecta. La Divina Comedia es una obra perfecta al servicio divino. Pero el mundo de Dante es un mundo en el que esa esfera perfecta se estaba rompiendo, y seguirá rompiéndose, de manera que cuando llegamos a Shakespeare no deja de llamar la atención que aparece muy poco la palabra "Dios" en toda su obra. Con lo cual Milton recoge de alguna manera la idea de que el Dios cristiano, por así decirlo, se ha vuelto literariamente plano, se está disolviendo. Y el personaje que tiene entidad literaria es el ángel caído, Lucifer, Satanás, el Demonio, el cual empieza a tener toda una serie de rasgos que lo acercan mucho a Prometeo y a la idea prometeica. Milton es el primero que recoge algo que será muy moderno, que es estudiar la complicidad sicológica del hombre a través del diablo. Quien tiene todos los rasgos sicológicos del hombre en un grado extremo es a partir de ahí el diablo. Por eso nos encontramos con toda la línea que va desde Milton hasta los románticos, de allí a Baudelaire: porque no es que Dios haya muerto, según el tópico tan maleable, tan pesado y enojoso; el problema es que Dios se convierte en poco carismático. Sin morir, Dios enmudece en el escenario moderno porque va siendo lastrado de carisma. Va perdiendo el aura. Y al final evidentemente es un personaje que es incapaz de concitar ese entusiasmo, esa ilusión e indagación que sí concita el rey simbólico de las fuerzas oscuras, con el cual el hombre es capaz de identificarse porque está indagando sus propias fuerzas oscuras.
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21 de enero de 2008
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De domingueros demonios

Las del domingo suelen ser tardes tristes y añorantes. Para quienes gustamos de hacer de la añoranza un deporte de alto rendimiento, ello también es una oportunidad de visitar abismos poco frecuentados. Visitarse. Zarpar saudade adentro, navegar el recuerdo de domingos que no parecieron domingos. De manera que ahora, cuando menos me da la gana que sea el día que es, lanzo conjuros a la televisión y acabo castigándola sin sonido. En la pantalla está Venus Williams, que es una bailarina dando un grand jeté al ritmo de la música que invade totalmente la habitación.

     Hace un rato apareció Roger Federer. Decía que le gusta jugar el quinto set, sobre todo porque muy pocas veces llega hasta allá, y al hacerlo puede recolectar información de gran valor sobre sí mismo. Conocerse en situaciones extremas, acreditar sus límites y buscar la manera de extenderlos. Vive uno a veces la tarde del domingo como Federer su más reciente quinto set, un par de días atrás. Setenta y ocho minutos, para un total de cuatro horas y media. Engaño a la saudade dominguera revisando estadísticas de Nadal y Federer. Ha sido gracias a ellos que a varios nos volvió la pasión por el tenis, de la que un día Pete Sampras nos echó a golpes de aburrimiento puro.

     Hace un ratro vi el juego de Nadal, ahora comienza apenas el de Federer. No he querido perderme el sonido del primero, pues al cabo de cuatro raquetazos vivo cada pujido como si fuera mío, situación que se intensifica notablemente si quien juega es María Sharapova. El problema es que no soporto a los locutores, que amén de distraer mi atención con gringadas gaznápiras, tienen voz de domingo. Se diría que intentan hablar al oído del patriarca cervecero que eructa complacido frente a la pantalla. Uno de ellos, el famoso Bud Collins, acapara de pronto la pantalla, mientras atrás Federer está a un punto de quebrarle el servicio al checo Tomas Berdych. Subo el volumen de la televisión pensando solamente en insultar a los dos locutores atorrantes que entrevistan a Collins a media jugada.

 

     Federer se equivoca más de una vez. Pierde el servicio pronto en el segundo set y más tarde, en la muerte súbita, cae hasta 2-5 y ya los locutores se preparan para defenestrarlo. El insufrible Collins vaticina que la caída de Federer "será una buena noticia para el tenis". Dos minutos después ya cambian de opinión porque Federer ha resistido dos set-points en contra y regiamente se hace con el segundo set. Federacity, llama ahora Collins oficiosamente a la cualidad de "estar siempre en el lugar y el momento preciso". Justo cuando me armaba de la federacidad suficiente para callar de nuevo a los locutores, irrumpe en la pantalla un comercial que en sesenta segundos hace pedazos la melancolía del domingo. No sé si esta sonrisa se deba a un buen recuerdo o a que me acaban de vender un jeep.

     Hace ya muchas horas que en Melbourne se acabó el domingo, pero son diecisiete las que nos separan. Cuando Federer remata el tercer set y avanza a cuartos de final, son ya más de las once. Miro atrás y descubro que el domingo termina de rendirse. El jeep de Roger Federer me ha dejado tomar un atajo tan sorprendente como esas bolas de ángulos imposibles que solamente el suizo sabe aterrizar y tal vez sólo Nadal le devuelve. Para el domingo próximo en Melbourne -sábado por la noche en México- habrá un nuevo campeón del Abierto de Australia, y muy probablemente será el mismo. Luego vendrá el domingo mexicano: a ver qué jeep lo saca a uno de ahí.    

   

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21 de enero de 2008
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Civilizaciones: caso interno

Se atribuye a De Gaulle la idea de que es imposible gobernar un país como Francia que tiene más quesos que día el año. Peor es Indonesia y sus más  17.500 islas. Abdulá Badawi, primer ministro de Malaisia, suspira ,en una conversación en Madrid, al hablar de lo "difícil que resulta gobernar" su país multiétnico. "Nos pronosticaron como Estado fallido cuando logramos la independencia" (hace 50 años). Y ahí está Malaisia, como ejemplo económico y político ante el mundo musulmán, con muchos árabes, incluso petroleros, boquiabiertos ante la modernidad del aeropuerto de Kuala Lumpur.

En los últimos tiempos, sin embargo, han surgido algunas grietas, algunos problemas de los que justamente trata la Alianza de Civilizaciones a cuyo I Foro en Madrid acudió Badawi, que ha lanzado una iniciativa paralelas -Tender Puentes-  que pretende ser complementaria, no rival, de la de Zapatero y Erdogan. Ahora bien, Malaisia es un ejemplo de que los conflictos que intenta ayudar a superar esta Alianza no se dan sólo entre sociedades sino en el interior de ellas, y ello no sólo en Occidente o el mundo árabe, sino también en el Extremo Oriente.

Diez millares de hindúes, minoría en Malaisia, se manifestaron recientemente en Kuala Lumpur cuando les obligaron a destruir algunos templos construidos sobre terrenos que no les pertenecían tras tres años de litigio en los tribunales en el Estado de Selangor, donde hay 2,6 millones de musulmanes, 1,2 millones de budistas y 650.000 de hindúes, aunque en número de templos se invierte esta proporción, según los números que muestra Badawi. "También se han ordenado destruir mezquitas y templos budistas por las mismas razones", señala. Pero el Gobierno ha aplicado mano dura para evitar esta rebelión.

El malaisio es también uno de esos casos en los que el enfrentamiento religioso enmascara una tensión económica. En realidad los hindúes también protestan por la ley de trato preferencial a los malayos que se impuso en 1969 bajo el nombre de  Nueva Política Económica, tras las violentas manifestaciones contra la minoría de origen chino que hubo ese año. También ha habido revueltas contra los chinos que constituyen una de las espinas dorsales de estas economías en otros países de la zona en años posteriores. En 1969 se generó una "muy mala situación" y de no haber tomado esta medida, "el país hubiera estallado  como un volcán"", señala Badawi. Entonces, los malaisios de origen chino, que representan un 24% de la población tenían en sus manos un 40 % de la riqueza nacional. Los malaisios de origen  indios (8%) mucho menos. Pero los malayos étnicos, o malaisios malayos son un 62%, pero entonces controlaban un mero 2% de la economía. El Consejo Consultivo Nacional propuso entonces corregir este desequilibrio, impulsar una ideología nacional y expandir la política de cooperación racial

Hoy, la mayoría malaya tiene un 18% de esta riqueza y el objetivo de Badawi es llegar a un 30%. Los chinos siguen  con un 40% y los indios con un  5%. Pero, además, ha crecido la tarta de la mano de la buena marcha general de la economía, lo que ha amortifgaudo las insatisfacciones de los malayos y reducido marcadamente su pobreza en términos absolutos. Pero a la vez, según informaba el Financial Times, la imposición del malayo como lengua oficial en las escuelas estatales en detrimento del inglés ha hecho que muchos chinos e indios lleven a sus hijos a colegios privados. Los equilibrios se pueden romper con facilidad.

En un país confesional musulmán, la Constitución recoge la libertad religiosa, pero luego hay graves obstáculos a la hora, por ejemplo, de la conversión de un musulmán al hinduismo. (El islam condena tales conversiones). De hecho la constitución define al malayo como musulmán que practica las normas y culturas malayas, y el islam es la religión oficial.

Pero el secreto de Malaisia, indica Badawi, musulmán, es que en el Gobierno están malayos, chinos, hindúes y cristianos.   Esta Alianza (Barisan Nasional) empezó con tres partidos étnicos o raciales tras la independencia y ha seguido ganando elecciones, y ahora cuenta con 13 partidos. En el Consejo de Ministros, explica Badawi, "todas las decisiones se toman por consenso", aunque a veces se tarde en conseguir. "Somos únicos".

Badawi se propone hacer algo también para impulsar la paz en Oriente Próximo como "intermediario honesto". Hace años la cuestión palestina parecía lejana. "Hoy es un problema no sólo de los árabes sino de todo el mundo musulmán". Se ha globalizado, además de cobrar una dimensión religiosa que antes no tenía pues Arafat la mantuvo a raya. Y es que lo externo también afecta a lo interno, claro.  

Publicado en El País, 21 de enero de 2008

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21 de enero de 2008
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Un epitafio perfecto

Me compré Goodbye to Berlin hace una pila de años y no lo leí nunca. Los libros son así: criaturas de paciencia preternatural, siempre esperan el momento adecuado para asomar su cabeza. Su hora le llegó al fin, cabalgando sobre el entusiasmo que me despertó la puesta teatral de Cabaret en Buenos Aires. Ansioso como soy, no lo leí en orden sino que fui de narices al relato Sally Bowles, protagonizado por el personaje que inmortalizó Liza Minnelli. Según parece, el autor Christopher Isherwood se inspiró en una mujer real llamada Jean Ross, a quien conoció en Berlín en 1931. En todo caso, Sally Bowles es un extraño caso de creación colectiva. Si bien el personaje de Isherwood exhibe la idiosincracia con que todavía hoy lo identificamos -la divina decadencia, la frivolidad como bandera que apenas disimula una tremenda fragilidad- y alguna de sus características físicas -las uñas pintadas de verde esmeralda, por ejemplo-, lo cierto es que Sally, ‘nuestra' Sally, también es obra del libretista Joe Masteroff, de Fred Ebb y John Kander, que sintetizaron su ethos en la canción Cabaret, y del carisma y la voz de Liza Minnelli.

/upload/fotos/blogs_entradas/breakfast_at_tiffanys_med.jpgAhora que leí el texto original, se me ocurre que sin Sally Bowles no habría habido Breakfast at Tiffany's, por lo menos tal como hoy conocemos el relato de Truman Capote. El biógrafo de Capote Gerald Clarke pretende que la inspiración para el personaje de Holly Golightly fue Doris Lilly, pero Capote conocía a W. H. Auden -tenían un amigo común, George Davis- y Auden fue íntimo de Isherwood toda la vida: la relación entre Holly y el narrador a quien llama Fred, también él escritor, está llena de ecos de la relación entre Sally y el narrador Chris, velado alter ego del mismo Isherwood.

En cualquier caso, Sally Bowles sigue siendo una lectura encantadora. Las versiones teatrales que se nutren del relato -la original llamada I Am A Camera, el musical Cabaret- dejan el destino de Sally en una nube incierta. El relato de Isherwood no es mucho más específico, pero cierra con una nota deliciosa. Después de haberse despedido de Sally para ya no volver a verla, el narrador recibe una postal de París que tan sólo dice: ‘Llegué anoche. Escribiré adecuadamente mañana. Montones de amor'. Espero recordarla, para sugerírsela a mis hijas cuando me pregunten qué epitafio quiero que se grabe en mi lápida.

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21 de enero de 2008
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Sesión V. Cuentos comentados

Al parecer, el tema de la exposición forzada será contenido al que volveremos en alguna otra ocasión, ya que de la gran mayoría de trabajos presentados durante esta semana no han sido muchos los que han manejado a cabalidad este fallo tan frecuente entre los escritores y que tiene que ver con su contrapartida, la elipsis, tal como han señalado en sus comentarios algunos de ustedes. Efectivamente, si la exposición forzada es la imperfección -el desajuste expositivo del narrador que no sabe cómo ofrecer un dato sin que se noten sus intenciones- la elipsis suele ser el recurso para solventarlo. No siempre, claro está, pues como no nos cansaremos de repetir, en literatura no existe una preceptiva, como en las matemáticas, y todo depende del uso que haga el narrador de sus herramientas, de la intensidad y del vigor de su paleta de colores. La elipsis, que en rigor es la omisión de un elemento en una frase, suele funcionar como la antítesis de una exposición forzada, en la medida en que procura que sea el lector el que encaje en nuestra frase (en nuestro texto) el elemento omitido. Ese mínimo acto participativo activa uno de los mecanismos más importantes que se dan en la lectura: el que sea el lector el que termine de rellenar los agujeros y los territorios en penumbra que deja la narración. Nada de lo que se le dice suele ser pormenorizado y exacto; nada de lo que se le cuenta suele estar completo, y de la habilidad del narrador para saber donde quitar, donde ensombrecer y dónde sugerir depende el ritmo de un buen cuento. Los textos que hemos elegido esta semana son algunos de los que más se acercan al ejercicio, que entrañaba además una propia corrección, y hemos creído oportuno colgarlos aquí para que los demás participantes los lean con atención y juzguen si se ha cumplido del todo la propuesta y vean si cada uno puede darles otra vuelta de tuerca, si podemos actuar a la manera de un buen editor y sugerir algunos cambios en atención al ejercicio propuesto.

Por cierto, les insistimos vivamente que lean el texto del New Yorker recomendado por Samuel: allí verán el trabajo (incluso quienes no se manejen en inglés) de un editor y el énfasis en borrar de un texto todo aquello que se considera innecesario por explícito.  Hasta la próxima semana!

Jorge

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18 de enero de 2008
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La aventura de ser madre (1)

Tener un hijo no es fácil en los tiempos que corren. Todo son inconvenientes, que si el trabajo, que si el piso, que si la pareja. Nos hemos vuelto muy exquisitos, antes aunque no se tuviera para comer una mujer traía al mundo como mínimo tres hijos, uno detrás de otro, antes de que los enormes blusones y los petos de don Pin-Pon que se llevaban entonces pasaran de moda. Eso era algo que era así, un pacto con la naturaleza tipo la Santa Alianza, más fuerte que cualquier cosa. Hablando de la vestimenta de las embarazadas, la barriga no se debía notar y para que no se notara existía la horrible ropa premamá que la hacía más voluminosa y ostentosa todavía y que hundía a la futura madre en la miseria erótica para los restos. Después de contemplarse y contemplarla con aquellas sayas, su imagen quedaba estigmatizada como madre de por vida. /upload/fotos/blogs_entradas/demi_moore_embarazada_en_vanity_fair_med.jpgTodo lo contrario que ahora en que no sólo se marca la tripa con prendas ajustadas, sino que se exhibe el color sonrosado del ombligo orgullosa y alegremente. Y quizá en este sentido habría que hacerle justicia al pionero desnudo de Demi Moore en estado de buena esperanza (como se decía antes) que desterró la idea de que mujer embarazada, mujer invisible. Ahora su invisibilidad tiene un origen diferente, es fruto de su escasa existencia con una repercusión social que parece que preocupa a los políticos, mientras que a nosotras nos da igual, y que la mujer inmigrante está paliando, de momento, hasta que se canse.

De hecho, si lo pienso, hace un siglo que no he tenido que cederle el asiento en el metro a ninguna embarazada. Y es que su presencia se ha convertido casi en una rareza. En el parque que hay junto a mi casa, por ejemplo, se ve algún que otro cochecito, pero nada como antaño en que ese espacio era de las niñeras y los retoños que cuidaban. Ahora las niñeras han tenido que reciclarse como acompañantes de ancianos, que es lo que más abunda. Por cierto, ¡vaya cochecitos!, qué ruedas, qué amortiguadores, qué capazos, qué capotas, y luego nos quejamos de que los hijos no quieran salir de casa, lo raro es que hayan querido salir del cochecito. Cuando llueve o hace frío se les blinda con una cubierta transparente tras la que observan a los que pasamos arriba y abajo con auténtica pena. Puede que cuando el increíble Pepe Isbert se encaprichó  del cochecito de paralítico en la película de Marco Ferreri, con el genial guión de Rafael Azcona, fuese una manera de volver a la infancia.

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18 de enero de 2008
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El imprescindible llanto

/upload/fotos/blogs_entradas/alan_pauls_med.jpgAhora, no tengo la más mínima duda: a pesar de ser un novelista argentino, Alan Pauls podría ser un autor francés ; Acabo de terminar la lectura de su Historia del llanto y su castellano construido a base de frases largas y de un uso generoso de los incisos se parece cada día más a la música de Marcel Proust.

En el final de La vida descalzo, su ensayo sobre la playa, había robado (un robo vergonzante y tan inteligente que se merece un elogio eterno) una frase de Proust sobre el vínculo entre la lectura y la enfermedad. Tengo mi sospecha con relación a su historia muy personal del llanto y de la necesaria relación del llanto con el dolor. No tiene el valor de robar la famosa frase "La force qui fait le plus de fois le tour de la terre en une seconde, ce n'est pas l'électricité, c'est la douleur" (la fuerza que más veces da vuelta a la tierra en un segundo no es la electricidad sino el dolor), pero hay una música, una respiración de las emociones que pertenecen al novelista francés. Quizás no hay una frase en el libro copiada en Proust, pero todas son muy parecidas.

"Si hay algo en verdad excepcional, eso es el dolor, escribe Pauls... El dolor es lo excepcional, y por eso es lo que no se soporta." Hay que entender esta idea del dolor: no se trata de algo físico, trivial, se trata de la crueldad de la humillación, de la vergüenza. Al contar una vida (¿autobiografía?) Pauls se ubica en detalles sentimentales, personajes cuya falsedad es obvia, momentos de pánico frente a la muerte o a la perdida del ser amado. Aun más, el texto se dedica al llanto como proceso de formación: el niño disfrazado de Superman rompe un vidrio y sufre más de descubrir que no puede ser Superman que de sus heridas.

Al final, y sin decirlo nunca, Pauls demuestra cuánto son necesarias las experiencias negativas y los dolores para constituir una personalidad. Hasta tal punto que su narrador mide sus propias limitaciones en las limitaciones de su llanto. Al no conseguir lágrimas en una situación que supone lágrimas se descubre a sí mismo.

Disfrutar de una felicidad permanente es una situación artificial, peligrosa. Hace poco, leí un ensayo en inglés sobre la necesaria "melancholia" que ponía el enfoque principal en la vida del poeta John Keats. Merece un vistazo. Es otra manera de demostrar lo que dice Pauls: sin llanto, no hay historia.

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18 de enero de 2008
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III. Naturales, adulterinos y sacrílegos

"Hijo de casa" se forjó en la lengua colonial, y en la lengua de los códigos civiles se asentó el término "hijo natural", opuesto al de hijo legítimo. Hijo natural quería decir fruto de las intemperancias, o de los ardores, de la naturaleza masculina. El patrón, y sus hijos gañanes, ejercían el derecho de pernada entre las mujeres de la hacienda, que debían someterse dócilmente a la voluntad sexual del que mandaba; y las consecuencias biológicas de aquel dominio eran los hijos naturales, que crecían sin ningún derecho y sólo podían ponerse el apellido paterno si el caprichoso progenitor les concedía esa gracia.

Y de allí se derivaba el otro término, igualmente odioso, el de bastardo, sinónimo de hijo natural, tan popular en los folletines y luego en las telenovelas. Y los acompañaron desde entonces otros de la misma hornada, hijos adulterinos, por ejemplo, malditos por provenir de la conscupicencia que violaba la santidad del matrimonio; e hijos sacrílegos, aún más malditos por provenir de uniones de sacristía y de la rendición de los curas a las tentaciones del demonio carnal. Estas uniones, junto con las de naturaleza adúltera, se llamaban "de dañado ayuntamiento".

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18 de enero de 2008
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