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Desesperación

La nueva jefa de campaña de Hillary Clinton ha sustituido a la anterior, recientemente despedida, con una fulgurante puesta en escena: rechaza que las insidias lanzadas contra Obama sean parte de la guerra sucia. Para Maggie Williams las aparentemente malévolas insinuaciones no pretenden manchar la reputación de su adversario sino aportar a los votantes "nuevos elementos de decisión".

El jefe de campaña de Mariano Rajoy podría decir algo parecido: si el líder del Partido Popular insulta a Zapatero y denigra su imagen pública, si reitera sus zafias y groseras imputaciones, si insiste recitando sus desagradables ofensas, y divulga sin cesar su hosca difamación contra el Presidente del gobierno, es para informar al ciudadano y ayudarle a entender mejor el plan de Rajoy: conquistar el poder sin respetar las normas de la decencia.

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7 de marzo de 2008
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Sesión VIII. Cuentos comentados

Como suele ocurrir cada semana, en esta ocasión también hemos recibido un buen número de textos, «de comentarios críticos» sobre esas películas inexistentes de las cuales todos los participantes han propuesto únicamente sus títulos, títulos jocosos, intensos, emotivos, ingeniosos y en algunos casos muy sugerentes que han actuado como disparador para recrear un argumento que en algunos casos ha resultado complejo, como podrán observar en los ejemplos que colgamos esta semana, y muy bien resuelto, además, toda vez que el ejercicio consistía en imaginar que esa película era real y que nuestra labor se limitaba a comentarla.  Creemos que es una buena fórmula si no para estimular la creación -que también- al menos para entender que los argumentos para la ficción (cualquier tipo de ficción) resultan en su génesis bastante menos difíciles de aparecer de lo que habitualmente pensamos y que esto tiene que ver más con una disposición creativa alerta y siempre estimulada, que con la fortuna de «encontrarnos» con una buena historia o con la más romántica idea de que la inspiración es un proceso arbitrario y antojadizo que golpea delicada - o contundentemente- con su varita en la cabeza del  creador afortunado. Nada de eso, como podemos deducir de los textos que colgamos hoy viernes y también de aquellos que durante la semana estaremos enviando a los demás participantes; un simple título, una frase, una imagen, pueden resultar el disparador perfecto para quien sabe leer en lo cotidiano.

Ahora bien,  a nadie se le escapa que la propuesta tenía además la exigencia formal del tinte periodístico o informativo con que se suele escribir este tipo de reseñas o críticas cinematográficas, así como que un texto de estas características no es un cuento, ni muchos menos una novela... pero sí puede ser el germen del primero, el embrión apenas visible de la segunda, pues a la hora de elaborar sus argumentos «cinematográficos», aunque sea de esa manera un tanto a vuela pluma y tangencial con que les solicitamos que lo hicieran (apenas un comentario, una reseña) seguramente en más de un caso ustedes han sido capaces de vislumbrar algo más, algo que podría incluso servir como argumento para un relato... y por eso en esta ocasión nos limitaremos a colgar los textos con un comentario general a todos ellos, para que ustedes puedan leerlos y escudriñar si en los mismos se cumple el lenguaje «periodístico» requerido en su elaboración pero sobre todo si  en ellos hay un argumento para un cuento o incluso para una novela. Como dijo Alicia en el blog « Cuando elaboré los títulos de películas inevitablemente se disparó el proceso creativo de su correspondiente historia. Al principio sólo esbozos, y luego fueron tomando forma, individual y/o colectiva. O sea podían ser tres cuentos o podía ser uno solo que abarcara los tres títulos. Luego me encariñé con uno, le fui dando forma...» ¿A ustedes no les ocurre lo mismo con alguna de las reseñas que colgamos? Si lo ven, si creen que hay algún buen punto de partida para un cuento, escríbanlo, explínquelo en el  blog. NO los cuentos, sólo el argumento que creen atisbar en alguna de las críticas... Naturalmente se trata de un simple ejercicio sobre un ejercicio, pero insistimos en que nos parece muy interesante que todos ustedes observen que la génesis de una ficción puede resultar más asequible de lo que pensamos. Y que la eficacia de ésta, su posterior elaboración y eficacia, dependen de la perseverancia puesta en desentrañar sus propias claves. A veces suelen estar allí, escondidas, «en el corazón mismo de la rutina», como advertía Conrad. 

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7 de marzo de 2008
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No soy Kafka

Hay un viento ligero en Alicante. Estoy cruzando lecturas de Enrique Vila-Matas con otras de las que hablaré. Siempre que leo a Vila-Matas tengo ganas de leer otras cosas, Gombrowicz, Walser, Beckett... y siempre me dan ganas de salir de casa, de moverme por la ciudad con tranquilidad. En muchos paseos acabo tropezando con una librería de viejo. Un viento ligero me lleva hasta ellas. Aquí se llama "Raíces", muy entretenida y con algunas sorpresas. Estoy tranquilo y contento. Es el momento de desplegar los pequeños tesoros de libros rescatados de esa cueva dónde me estaban esperando.

/upload/fotos/blogs_entradas/el_viento_ligero_en_parma_med.jpgDespués vuelvo a Vila-Matas, su último libro, El viento ligero en Parma, me recuerda que hubo un tiempo que me sentí muy cercano a Kafka. Había cosas en mi vida que me acercaban a Kafka. Hace tiempo que se muy bien que no soy Kafka, aunque quiera mucho a una Milena. Que nunca seré Kafka. Entre otras cosas porque el domingo votaré. No me imagino a Kafka preocupado con ese pequeño ejercicio de ilusión democrática. No lo imagino votando. Kafka es aquél de sus diarios, el que en agosto de 1914 escribía: "Hoy Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde fui a nadar"

No soy Kafka. Yo, por la tarde iré a votar.

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7 de marzo de 2008
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Galería de espectros: Dorian Gray

Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he visto el de Dorian Gray.

Delfín Agudelo: ¿Pero a cuál de los dos?

R.A.: Los veo a los dos. Se hallan entremezclado de una manera que no se pueden separar. Por un lado, cuando pienso en Dorian Gray, pienso en esa imagen brutal del final de la novela en la cual Dorian aparece viejo, repulsivo, arrugado, como una muestra de toda la posibilidad de fealdad. Y ese otro Dorian, que se mantiene a lo largo de la trama eternamente joven, con esa especie de pureza prerrafaelista con que ha sido pintado originalmente en el retrato. Creo que es un texto de desigual fortuna y que debería ser reivindicado en nuestra época. Nos traslada a uno de los grandes conflictos modernos entre el arte y la vida. Hay allí también un juego, esgrima o duelo muy interesante: al principio Dorian Gray permanece joven porque es el cuadro el que envejece, y por tanto se modifica la función fundamental o tradicional del arte. Hemos tendido a depositar en el arte nuestros sueños de inmortalidad porque nosotros somos mortales. Pero allí se invierte el sueño, y lo que es inmortal es el hombre mientras que y lo que es mortal y sometido a lo efímero es el arte. En la escena final se recupera la antigua función del arte de ser el sueño de inmortalidad del hombre mientras que el hombre acaba sometido a su fugacidad, a su mortalidad.

Toda la novela está llena de ese maravilloso sentido del humor de Wilde, ese humor cargado de sabiduría aforística y paradójica. Hay un choque entre lo estético y lo ético, entre el mundo de los sentidos y el mundo del alma, un intercambio continuo de posiciones que a mí me resulta muy atractivo. Recientemente releí la novela y me quedó claro que hay un circuito que es como una especie de recorrido interminable: por un lado nos encontramos a Basil, el pintor del retrato, un hombre completamente inspirado por la idea del arte por le arte, pregonado por los prerrafaelistas; luego Lord Henry, esa especie de personaje mefistofélico, mundano, en el que se refleja muy bien esos personajes decadentistas aristocráticos de Wilde; y por otro lado está Dorian Gray, que no deja de representar nuestra figura actual del adolescente perpetuo. Lo que es muy llamativo es que los tres vértices de ese triángulo no dejan de ser alter egos de Oscar Wilde, el cual, por un lado, se identifica con la pureza esteticista del pintor, con el demonismo mundano, dandy y decadente de Lord Henry, y por último con ese adolescente que significaría el triunfo de la belleza sobre cualquier consideración moral. Ocurre que si uno relee la novela se da cuenta de que en cierto modo Dorian Gray es el producto de todo este juego y es también un reflejo más de esa tensión que ha dado tantos frutos modernos entre el creador y al criatura. Es una cierta versión del mito fáustico, como también lo puede ser Frankenstein o Doctor Jekyll y Mister Hyde, con la diferencia de que Hyde acaba comiéndose o tragándose a Jekyll, quien lo ha utilizado para poder verter sus sueños.

El retrato de Dorian Gray me hace recordar algo que leí una vez en Platón, pero no sabría decir en qué obra: la diferencia entre un pecador y un virtuoso es que el pecador lleva a la práctica aquello que el virtuoso sólo sueña.

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7 de marzo de 2008
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¿Moralidad ignata?

/upload/fotos/blogs_entradas/el_tercer_hombre_med.jpgHe avanzado aquí en múltiples ocasiones la tesis de que persona alguna necesita "profesores de virtud", que todo ser de razón repugna la imagen de la fuerza abusiva y, en suma, que en un registro profundo los seres de lenguaje somos seres morales.  Ello tiene su corolario para estudiantes de filosofía eventuales profesores futuros de ética: su tarea no consistiría en enseñar a nadie lo que hay que hacer, si no en poner sobre el tapete las razones kantianas para afirmar que nadie se equivoca -en lo esencial- al respecto. Lo cual no es óbice para ser conscientes de que, a la hora de la aplicación, la moralidad entre en interno desgarro, por ejemplo según la polaridad ley clara-ley oscura, polaridad tan presente en la tragedia griega, y más cerca de nosotros en el emblemático personaje interpretado por Joseph Cotten en El tercer hombre (contrapunto del personaje de una pieza, fiel sólo a la ley oscura, que interpreta de forma conmovedora Alida Valli)

Mas si la moralidad forma efectivamente parte de la arquitectura espiritual del ser humano, si es una determinación inherente a la condición racional ¿por qué en este escrito juega un papel tan importante la consideración de casos que parecerían ser más bien pruebas de lo contrario? Pues simplemente en razón de que el pensar de los seres humanos sólo responderá a los imperativos de su naturaleza, si esta naturaleza se ha realizado, es decir, si el ser humano en potencia ha venido a serlo en acto. Pero tal realización tiene condiciones sociales de posibilidad que, además de no darse, ni siquiera parecen estar en el horizonte, constituir un real objetivo.

Sé que hay en estas líneas una irreductible polaridad. Por un lado revelan una confianza en la intrínseca moralidad del ser humano (kantiano, tema de una razón práctica que complementaría la razón cognoscitiva), mas por otro lado otorgan enorme peso a las tesis de que la falacia y la mentira son algo más que superables contingencias de la organización social.

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7 de marzo de 2008
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España interesa menos

España interesa menos a los medios de comunicación internacionales. Y a la vez la política exterior interesa menos en España. Es una situación paradójica. Pero la campaña electoral la ha puesto de relieve. De política exterior se ha hablado, pero en ámbitos muy reducidos que han tenido poco eco mediático (lo que sería otro motivo de reflexión). Los debates no han traspasado esa barrera, y en los directos entre Zapatero y Rajoy, casi se ha pasado de refilón sobre esta materia. Es una paradoja que en la era de la globalización, cuando lo de fuera influye tanto sobre lo de dentro -como desgraciadamente se vio los atentados del 11 de marzo de hace cuatro años- , parezca interesar tan poco. La política sigue siendo esencialmente local.

España interesa menos quizás porque la política exterior no ha sido una de las prioridades del Gobierno de Zapatero. Quizás porque desde fuera ya no se vea ningún drama español. Pero quizás también porque, como otros en los que pasa lo mismo,  somos un país europeo, y la dimensión europea domina, aunque tenga aún grandes lagunas en el campo de la política exterior común. Pero en esta campaña electoral se podía haber hablado más de EE UU, de Afganistán,  Líbano, Bosnia y Kosovo (en los cuatro lugares España tiene soldados desplegados en misiones internacionales), de Cuba después de la retirada formal, que no se sabe si de hecho, de Fidel Castro, o en general de América Latina. Y, desde luego mucho más de la Unión Europea en todas sus dimensiones, desde la labor del Banco Central a la marcha de la economía, pues es, junto a la globalización en sí, la que nos marca en buena parte los márgenes de maniobra política.

Gane quien gane, previsiblemente la política exterior recuperará una mayor centralidad, entre otras razones porque le toca a España en la primera mitad  de 2010 la presidencia de la UE, si bien ya con un presidente fijo del Consejo Europeo. Ese semestre concluirá con el informe del Grupo de Reflexión sobre el futuro de Europa, presidido por Felipe González. En fin es lamentable que tanto nos juguemos fuera y tan poco lo hablemos dentro.

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7 de marzo de 2008
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‘Yo sé leer’

/upload/fotos/blogs_entradas/el_ltimo_lector_med.jpgEn mitad de El último lector, de Ricardo Piglia, me encontré con una anécdota sobre el Che Guevara que me dejó obsesionado. Historia personal de la lectura, como modo de definir la invención de la conciencia moderna (Hamlet y el Quijote son ante todo lectores, y dan a luz en simultáneo al hombre contemporáneo), El último lector se detiene en Ernesto Guevara de la Serna concibiéndolo como Aquel Que Nunca Habría Sido el Che Guevara -de no ser por la influencia transformadora de la lectura.

Cuando el Che es detenido en Bolivia en sus horas finales lo ha perdido todo. No lleva ni zapatos en plena marcha, pero tiene anudado a la cintura un maletín con su diario de campaña... y sus libros. La negativa a desprenderse de sus volúmenes aun en la más abyecta de las derrotas es la última de las resistencias del Che Guevara, el más grande de los revolucionarios. Piglia destaca además que en plena campaña en territorio cubano, mientras impulsaba una marcha forzada que casi nadie resistía -salvo él, a pesar de estar jaqueado por el asma-, Guevara se hacía siempre un hueco a diario para leer los libros que acarreaba sin quejas por la jungla. Mientras los demás desfallecían, abandonándose a un sueño que nunca era suficiente, Guevara leía. Y no de cualquier manera: se subía a un árbol para hacerlo, como si necesitase de esa mínima distancia, la que va del suelo a las ramas, para subrayar la separación (¿el aire?) que resulta indispensable para la ceremonia de la lectura -esto es, de la alimentación de su conciencia más íntima.

Leer es un acto que requiere de soledad profunda. Kafka escribió que ni siquiera la noche era lo suficientemente nocturna como para proporcionarnos la soledad perfecta que reclama el acto de leer. Piglia sugiere que el Robinson Crusoe de Daniel Defoe es en alguna medida el lector perfecto, en tanto está solo por completo, en una isla que el árbol de Guevara representa a escala. En este mundo escandaloso al que hemos venido a dar, el hombre que quiere mantener viva su conciencia -o para ponerlo en los términos del libro de Piglia: el hombre que quiere leer- debe trabajar a brazo partido para no perder su isla, su árbol, su interioridad. Todo conspira para arrancarnos nuestra rendición. Pero allí está el ejemplo del Che Guevara: el hombre que marchaba sin quejas, el revolucionario que exigía de su físico esfuerzos sobrehumanos, sabía que toda su energía no serviría de nada si no actuaba iluminado por esa conciencia alimentada a base de libros. Acción, pero también lectura. Dos instantes irreemplazables y complementarios, como sístole y diástole, como inspiración y expiración, como la especie que necesita de dos configuraciones genitales para perpetuarse.

/upload/fotos/blogs_entradas/che_guevara_med.jpgEl gesto final del Che es revelador. La noche previa a su fusilamiento la maestra de La Higuera, Julia Cortés, le lleva un plato de guiso. Las últimas palabras de Guevara son para señalar un error en la frase escrita en el pizarrón del aula. "Le falta el acento", dice el Che. Una vez corregida, la frase expresa al fin el mensaje que Guevara quiere dejar, que deja delante de las narices de sus victimarios sin que lo adviertan, como ocurre en La carta robada de Edgar Allan Poe.

Yo sé leer, dice al fin el pizarrón.

He ahí su secreto, el mismo secreto que tantos de nosotros compartimos en secreto, comunidad casi clandestina: nosotros también podríamos llamarnos Aquellos Que No Seríamos Quienes Somos -de no ser por los libros.

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7 de marzo de 2008
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Educación fuera de fase

Comprobados los pésimos resultados de la enseñanza pública en España, Rajoy propone incrementar la autoridad de los maestros e imponer la ética del esfuerzo en el aprendizaje de los estudiantes. Proyecto inútil. Ni los maestros actuales  lograrán mayor autoridad con sus procedimientos y conocimientos demasiado vetustos ni los alumnos se aplicarán con abnegación viviendo como viven entre una cultura general del hedonismo. Unos y otros no se entienden debido al gran abismo cultural que hoy sustituye a lo que fuera el conocido gap generacional.

No es la edad que separa a docentes y discentes sino la época. Los maestros pertenecen todavía a los profesionales que amaban el libro, creían en el esfuerzo, el valor del sacrificio y la sagrada importancia de la cultura superior. Los chicos no tienen de la cultura superior una opinión positiva. Su saber se obtiene del picoteo, los juegos, los viajes, las informaciones cortas, los impactos audiovisuales y no de un sistema apoyado en la reflexión y concentración que exige la lectura. Su mundo es otro mundo. El otro mundo posible que ya se desliza bajo los malos resultados del informe Pisa, se manifiesta en el presente fracaso escolar y se proclama en la desatención dentro de las aulas.

No sirven estos espacios, estos programas, este personal, para mejorar la educación. Esta época es de crisis y con ella se viste, se acicala y se define. El ajuste entre el saber y el querer, entre el profesor y el receptor, tendrá acaso lugar en otra fase, cuando el  desfase de hoy llegue al punto crítico en que se admita la falla telúrica, la imposibilidad de volver atrás y remediarlo mediante los antiguos sistemas y valores.

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7 de marzo de 2008
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Dispárenle al pajarraco

Siento una antipatía natural por las armas de fuego. Temo que baste con tener una entre manos para empezar a convertirse en imbécil. Hasta hoy, mi padre se pregunta cómo alguna vez cometió la insensatez de poner en mis manos un rifle de diábolos. Según él, iba a conformarme con disparar a blancos inertes. Un bote, un palo, una diana de papel, nada que se parezca a la emoción que prueba un treceañero cuando le mete al vecinito un diábolo en la nuca. "Y da gracias que no te dejé tuerto", le grité todavía, de pie sobre la barda que dividía a su casa de la mía, mientras él se quejaba entre lágrimas frescas. "Ya me diste en la madre...", repetía, sin aún calibrar las ventajas genuinas de haber volteado a tiempo la cabeza. Pues lo que yo quería era sacarle un ojo.

     Para suerte de todos, el rifle se rompió unos meses después, cuando apenas había enviado a dos vecinos a la enfermería. ¿Cómo explicar esos ataques de furia, durante cuyo incendiario transcurso -les lanzaba asimismo botellas llenas de gasolina y tapadas con un trapo en llamas- no pensaba sino en hacerme respetar? ¿Cómo justificar los ataques de risa que los reemplazaban? De entonces para acá, he entendido que sólo necesito de un arma para ser el idiota de mis pesadillas.

     Varios años después del rifle roto, otro vecino, recién llegado, me presentó a su esposa, y un minuto después sacó la pistola. Una era rubia y vulgar, de falda mínima y chamorros obsequiosos; la otra me pareció espeluznante, no tanto por su amenazador calibre .009 como por el orgullo de niño mimado con que la levantaba su feliz poseedor. "Es un súper juguete", se ufanaba, mirando hacia la rubia y sobando el cañón, mientras yo paladeaba la idea juguetona de meterle una noche un diábolo en la nuca, nada más por mamón.

     Nunca se me ocurrió matar a un pájaro. Los pájaros no me tiraban piedras, como lo hizo el vecino antes del diabolazo, pero ya habría dado cualquier cosa por derribar a un pájaro robotizado. Aún en estos momentos, luego de haberlos visto en un documental, donde sus creadores afirman que serán usados para efectuar labores de espionaje, me pregunto si no tendría que irme consiguiendo un rifle de caza, de manera que cuando vea pasar al primero lo pueda recibir tal como se merece. Imaginemos un cielo ennegrecido por parvadas de animales mecánicos equipados con cámaras de alta precisión. ¿Quién no querría cegar a esos bicharajos entrometidos de un plomazo en el motherboard?

     Un pájaro con cámaras y sensores en lugar de ojos es un robot armado. Puede fisgar y registrar la vida privada de quién le dé la gana al que lo maneja, sin dejar de volar. ¿Cómo evitar que semejante juguete caiga en manos de gente capaz de idiotizarse fácilmente no bien dispone de un pequeño poder? ¿Se toparán siquiera con un mínimo escollo legal los pájaros robóticos para invadir los cielos impunemente? ¿Nos acostumbraremos a verlos como parte regular del paisaje, hasta que los ilegales no sean ya ellos sino nosotros?

     Desde el balcón donde mañana con mañana me siento a escribir -casi siempre entre pájaros de verdad, que raramente cesan de cantar y de pronto se posan en la baranda- me digo que ahora sí debería conseguir un rifle. Hay que estar preparado, insisto, mientras de las bocinas escapa una canción de Vanessa da Mata cuyos ecos pueblan de la escena de otras aves, sin duda preferibles. Tiempo de descartar los demás escenarios y entregarse a volar sin miramientos.

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6 de marzo de 2008
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Tecnología cubana

Esto es para los aficionados. Aficionados a Cuba y de tecnología que leen en inglés. El texto me llegó a través del RSS del blog de más éxito de EE. UU: Boing-Boing. Se trata de una conferencia sobre las tecnologías emergentes animada por O'Reilly (el inventor del término Web 2.0). En este caso se trataba de las tecnologías en Cuba después de la caída del campo socialista.

Claro que frente a la escasez había que inventar para sobrevivir a lo largo de la isla. "Cubans teach us to strip away layers of plastic, metal, and code to the root of what technology is, and what it has always been" (los cubanos nos dicen que hay que quitar las capas de plástico, de metal y de código para llegar a la raíz de la tecnología, de lo que siempre fue) explicaron los dos oradores.

Nada nuevo para los que conocen los camiones transformados en barcos, las neveras en almacén de libros o las bicicletas que fingen ser una motocicleta con un motor de grúa. Pero me gustan las notas de Cory Doctorow. Hablan del mundo de las novelas de Zoe Valdés o Eliseo Diego. Es decir: el mercado negro asume el 95% del suministro; es un mercado de productor a productor (trueque) totalmente descentralizado con una circulación continua de los productos. En otras palabras es un modelo que vale la pena copiar, al revés del modelo estatal oficial. Pero la frase que me encanta (no más que una frase) y es esta: "Man wants wood for a raft for Miami, traded laptop -political freedom for national freedom" ("un hombre quiere madera para construir una balsa para ir a Miami, lo consigue a través del trueque de una computadora -libertad política en contra de libertad nacional". Tener una computadora conectada a la red es tener libertad de pensamiento y de informarse, pero en Cuba no se da acceso a lo que ofrece una balsa. El compañero Raúl tiene trabajo. (Espero leer esto en una novela pronto).

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6 de marzo de 2008
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El Boomeran(g)
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