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La tortura de Bush

Por 12 de marzo de 2008 Sin comentarios

Andrés Ortega

El veto del presidente George W. Bush a los presupuestos de inteligencia que le enviaba el Congreso no ha recibido las críticas suficientes. Pues lo que ha querido vetar no eran partidas sino una disposición que prohibía a los agentes estadounidenses utilizar la técnica de "la bañera" (waterboarding), los simulacros de ejecución, los electrochoques, los abusos sexuales y otras formas de tortura -lo que eufemísticamente se llama el "programa de la CIA"- como se ha hecho en Guantánamo, Abu Ghraib, Bagram, y otros centros de detención por el mundo.

The New York Time, en un editorial ayer titulado "Radio Miedo América", criticaba duramente a Bush después de que éste utilizara su mensaje radiofónico de todos los sábados para asegurar que la cláusula que prohíbe a la CIA la tortura de presos "nos quitaría las herramientas más valiosas en la guerra contra el terror: el programa de la CIA para detener e interrogar a líderes y operativos terroristas clave".

La tortura es inadmisible. Pero además, es contraproducente, pues alimenta el odio del que se nutre ese terrorismo fanático. El portavoz de la CIA señaló el domingo que su organización "ni practica ni apoya la tortura" y no tenía objeción alguna que plantear a estas prohibiciones, que, por cierto, violan las convenciones de Ginebra y otras normas internacionales. Su jefe, el director de la CIA, dijo haber prohibido la técnica de la bañera en 2006, pero aseguró no tener claro si era o no legal.

Ni siquiera ha sido útil.  Bush ha afirmado que el programa de la CIA "impidió un número de ataques". No está para nada demostrado Al menos es lo que ha declarado el presiente del Comisión del Senado sobre Inteligencia, John Rockefeller IV, que, pese a su acceso a información confidencial, no recuerda haber visto nada que avale esta afirmación presidencial. Es más, esta tortura, para Rockefeller,  "no es necesaria y es contraproducente". Pero se sitúa en la estrategia del miedo de la que Bush no se ha bajado desde el 11 de Septiembre de 2001. Cabe recordar que, al menos,  John McCain, candidato republicano a la Casa Blanca, está contra la tortura pues el mismo la sufrió como prisionero en Vietnam.

En todo caso, el manual de campo de la CIA ya había suprimido estas técnicas de interrogatorios, según asegura la organización. Pero aún falta transparencia. Hay que exigir,  como lo ha hecho The Washington Post, que el Ministerio de Justicia de cuya Oficina de Asesoramiento Legal salieron los memorádums para la Casa Blanca y el Pentágono que consideraban legales esas detenciones (cuyos tristemente famosos vuelos permitieron tantos gobiernos europeos) y torturas se publiquen en su integridad junto al nombre de sus autores y de los que lo pidieron. Algunos ha salido ya, de los tiempos de John Ashcroft como fiscal general. Uno de los autores principales de la Ley Patriótica que dio carta blanca al Gobierno y de estas interpretaciones torticeras del derecho y es John C. Yoo, cuya familia huyó de Vietnam, y que ahora ejerce plácidamente de Catedrático de Derecho en la Universidad de Berkeley. Todos se marcharan sin haber hecho frente a sus responsabilidades.

 

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Andrés Ortega

Andrés Ortega Klein nació en Madrid en 1954. Es hijo de español (José Ortega Spottorno fundador de Alianza Editorial y de El País e hijo a su vez de José Ortega y Gasset) y francesa (Simone Ortega, autora de 1.080 recetas de cocina). Estudió bachillerato francés en Madrid, se licenció en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense y posteriormente realizó un Master en Relaciones Internacionales en la London School of Economic (LSE) con una beca de la Fundación March. En Londres inició su carrera periodística como corresponsal para El País, pasando posteriormente a Bruselas donde cubrió el final de las negociaciones de ingreso de España en la hoy Unión Europea.  Durante la primera Presidencia española del Consejo comunitario en 1989, trabajó como asesor ejecutivo para el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez. A principios de 1990, pasó al recién creado Departamento de Estudios de la Presidencia del Gobierno encabezado por Felipe González, que dirigió entre 1995 y 1996. Se incorporó entonces a la sección de Opinión de El País como editorialista y columnista. En 2004, se convirtió en el primer director de Foreign Policy Edición Española (FP), publica por la Fundación FRIDE.  Junto a su labor de análisis de la realidad internacional en El País y en FP, ha publicado en numerosos medios especializados en España y otros países y participado en los principales foros. Ha publicado cuatro libros: El purgatorio de la OTAN (1986), La razón de Europa (1994); Horizontes cercanos: Guía para un mundo en cambio (2000) y La fuerza de los pocos (primavera de 2007). En 2002 fue galardonado con el Premio Madariaga de Periodismo Europeo (prensa escrita).

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