Marcelo Figueras
Los diarios del mundo le dieron el titular a Madonna, que sin duda se lo merece por razones muy distintas. Pero en lo que a mí respecta, los medios deberían haber encabezado de esta manera: El comité del Rock and Roll Hall of Fame se despertó al fin y nombró entre sus elegidos a Leonard Cohen. No quiero decir con esto que la inducción como miembro del Rock and Roll Hall of Fame sea importante en sí misma -Dios sabe que Leonard Cohen sólo puede ser definido tangencialmente como rock and roll-, pero dado que premios y distinciones suelen ser una farsa, es lógico que celebremos cuando de tanto en tanto disparan para el lado de la justicia.
El encargado de presentar a Cohen el lunes por la noche, durante la ceremonia en el Waldorf Astoria de New York, fue nada más y nada menos que Lou Reed, que recordó habérselo encontrado por primera vez nada más y nada menos que en el Chelsea Hotel -escenario de una de las más bellas canciones de Cohen. Sin andarse con chiquitas, Lou Reed dijo: "Tenemos suerte de estar vivos al mismo tiempo que Leonard Cohen". Amén, o mejor dicho: aleluya.
Cohen nunca será Madonna (no lo veo poniéndole una inyección de vitamina B12 en el culito de Justin Timberlake, como Madonna hizo hace poco por confesión del mismo inyectado), pero de todas maneras el viejo no deja de producir buenas noticias para nosotros, los selectos socios del Club de la Torre de la Canción. En primer lugar, Cohen está a punto de salir de gira por primera vez en 15 años: bienaventurados los mortales que tengan la oportunidad de presenciar esos conciertos, a desarrollarse -al menos por ahora- entre Canadá y Europa, España incluida. En segundo término, Cohen está trabajando en un nuevo álbum de estudio, lo cual significa que nosotros también veremos el futuro dentro de no mucho -que seguirá siendo un crimen, como corresponde.
La tercera noticia es más caprichosa, pero no menos significativa. Yo que uso una Macintosh, y que por ende me veo enfrentado a diario al ranking de iTunes apenas enciendo el ordenador, me sorprendí en estos días al descubrir cuál era el tema en la cima de la lista. Muy por encima de las estrellitas del momento -de Rihanna a Miley Cyrus, de Jordin Sparks a Flo Rida-, la canción en el número 1 es Hallelujah de Leonard Cohen en la versión de Jeff Buckley. Esto es, la canción de un poeta inclemente de 73 años tal como la interpreta un muerto -porque el pobre de Buckley, talentoso como era, se ahogó en un río hace ya mucho tiempo. No me pregunten cómo es que Hallelujah llegó allí. Digamos que los que creemos en la Torre de la Canción -y esta canción es majestuosa y eterna como una torre- sabemos que los designios del Señor son inescrutables. También los rankings son una farsa, pero de tanto en tanto disparan igualmente para el lado de la justicia.
Cohen tiene voz de ultratumba y su poesía puede perderse si uno no domina bien el inglés, pero aun en ese caso no lo dejen escapar. Es de la clase de artistas que resultan imprescindibles incluso en los peores momentos, porque nos recuerdan que no tiene sentido buscar cura para el amor y que nunca, ni siquiera en pleno Apocalipsis, es recomendable perder la elegancia.