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Quiero saber

¿Por qué no se aclara el lenguaje de la economía?, ¿el de la bolsa, por ejemplo?, ¿por qué no llega a ser como el del fútbol, que todo el mundo lo entiende?, ¿es que alguien tiene que hacer un master futbolero? No, simplemente con ver los telediarios dedicados al deporte rey u oyendo los miles de programas sobre el tema se acaba sabiendo todo de todo, sin ni siquiera prestar atención, por ósmosis. Pues así quiero llegar a comprender lo de la bolsa para que cuando vea los escasos espacios o informaciones que existen sobre estos temas me entere de algo. No es que tenga dinero para invertir, pero tampoco soy de la plantilla del Real Madrid y sufro sus altibajos quiera o no.

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25 de junio de 2008
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Bolaño

No hay peor mes que junio para un parisiense cuando se trata de un viaje de dos días a Santiago de Chile. Pasar de las largas tardes llenas de promesas del verano en los cafés de París a la luz rosada del atardecer sobre las nieves de Los Andes es el mayor impacto que se puede recibir. Ya estamos en invierno, y lo sufren los estudiantes de la Universidad Diego Portales. No se quitan su abrigo durante una pequeña charla en la cátedra Roberto Bolaño. Viajé para dar esta charla y me encuentro con algo obvio: Bolaño es muy grande para un país chiquitito y ajeno.

/upload/fotos/blogs_entradas/bolao_med.jpgNo hablo de una caricatura del escritor y del pequeño audiovisual que se muestra en la sala del encuentro. Hablo de lo que me pasó con cinco, seis o siete personas en dos días. De manera directa o casual, sin pensarlo o con interés real me preguntaron sobre Bolaño, su fama, su posible influencia sobre los autores europeos. Aunque se metió en la escritura en México y produjo la mayor parte de su obra en España, no hay duda: para los chilenos, Bolaño es de Chile. Es uno más en la casa y no hay manera de olvidarse de su presencia. Es una figura intocable, un mito. La Universidad Diego Portales publicó a mi juicio el mejor libro de Bolaño: Bolaño por sí mismo, una compilación de entrevistas con una tapa roja/naranja. Pero lo que acabo de escribir es la frase irresponsable de un francés. Los chilenos viven frente al mito del gran escritor y no pueden blasfemar: la obra literaria está por encima de los sub-productos mediáticos.

Al irme me regalan otro libro editado por la universidad: La otra casa, unos ensayos de Jorge Edwards sobre escritores chilenos. ‘La otra casa' es la casa que tenemos en el mundo de los libros. Edwards es bueno y a veces muy bueno (sobre Nicanor Parra, Enrique Lihn y Pablo Neruda). El último ensayo de su libro se titula Sombras y apariciones. Es un texto sobre... , sí cómo no, Bolaño. "Un caso literario y un escritor excepcional" dice Edwards, que se debe vincular con Jorge Luis Borges ("un escritor de escritores y para escritores") y Nicanor Parra ("un anticuentista y antinovelista"). No sé si se trata de un elogio. Me explico: según Edwards, Bolaño no es un escritor para los lectores y su obra es una anti-obra. Con un crítico como éste uno no necesita enemigos. Pero me gusta este análisis y me convence aún más de lo que provoca Bolaño hoy en Chile: una sensación incómoda; ocupa mucho espacio y el país queda chico y cada día mas frío al acercarse el invierno.

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25 de junio de 2008
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Siervo fiel y laborioso (2)

Los diarios ilustraban la noticia de la inauguración de la Tony Blair Faith Foundation con una foto de ambos compadres, Bill Clinton y Tony Blair. Foto literalmente generadora de fobia en todo aquel en quien subsista un átomo de confianza en la entereza de los humanos, en todo aquel que no sea ya irrecuperable víctima del nihilismo, en todo aquel que, en suma, no tenga ya una "visión del mundo como resaca" (por retomar una expresión de mi amigo Jordi Sobrequès).

Y no se trata sólo de que la máscara que les recubre no consigue impedir que trasluzca la verdad de un espíritu reducido al arte de urdir patrañas (esa expresión de astucia que tanto desolaba al Narrador de La Recherche en los ojos de antiguo condiscípulo reencontrado en la agónica fiesta de los Guermantes). Se trata sobre todo de que trasluce asimismo lo que determina en última instancia esta genuflexión ante la mentira y que no es otra cosa que el miedo.

Pues sólo cuando el miedo vence, sólo cuando el deseo de evitar  lo inevitable impera, sólo cuando se trata de salvarse a cualquier precio, se sacrifica el juicio propio a la par que se sacrifican (en Irak como en Belgrado) las vidas ajenas. Y como corolario de todo ello el dinero, el efectivo Señor apenas encubierto por las representaciones imaginarias, se convierte en aquello que en última instancia legisla, se convierte en la causa final de nuestras acciones, ya se hallen éstas encubiertas por máximas de acción edificantes. El dinero es efectivamente el motor que activa las almas de esos arrodillados por el miedo que son los Bill Clinton y Tony Blair de la imagen que estoy glosando. Al servicio del   dinero y en pos de sus migajas ambos han trabajado duro y, en su jubilación, siguen siendo disciplinados y activos. "Siervo ruin y perezoso..." dice en la parábola de los  talentos el amo a quién le devuelve la misma moneda que le ha dado. Por el contrario, aquellos que, temerosos de su ira, fueron a ver a los banqueros y duplicaron o triplicaron lo recibido, son tratados de "siervo fiel y laborioso", en razón de lo cual para ellos "será el reino de los cielos".   

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25 de junio de 2008
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La necesidad de vivir

Sigo aplicándome el "no hay mal que por bien no venga" pero en tanto no viene nada de nada, sólo puede mantenerse en pie la fe sin más.

Pero, ¿a cuento de qué creer? ¿Quién garantiza que no va a cumplirse verosímilmente la lógica de lo peor? Creer tan sólo para no de-cre(c)er.

La creencia religiosa desempeña desde el principio de los tiempos este papel fundacional y funcional: no es Dios quien creó a los hombres sino los hombres quienes crearon a Dios. No será el Gran Poder quien sostiene mantiene la altura de Dios sino, precisamente, la falta de poder humano la que eleva desesperadamente el fantasma de la Divinidad.

¿Para degradación de la especie? ¿Para superación de la especie? Lo misma da. Lo capital radica en la sustentación y su agregado de sustento. Dios es como un pan. No importa si candeal o falso. Basta que sea un como si fuera y, de este modo, se represente vivo en la conciencia.

La idea que quien no se consuela es porque no quiere coincide con que el consuelo necesita el deseo de la consolación: del deseo de consuelo nace el ser palpitante del consuelo. De la misma manera, de la escritura nace el deseo de escribir y, al cabo, del amor al deseo nace la ocasión de amar. Como también, de la necesidad de felicidad nace la fe consoladora y hasta la vida brota gracias a la necesidad de vivir.

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25 de junio de 2008
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¿Quién teme a Virginia Woolf?

Me han dado varias, bastantes, alegrías los editores de Lumen y sus recuperaciones de escritoras, también de escritores, de miembros y miembras, de esta cosa nada simple que es la escritura y sus escribidores. Gran escribidora del pasado siglo, y al margen de los siglos, fue Virgina Wolf. Vencimos los miedos, hicimos caso a Borges, y nos paseamos por sus páginas. Nos adentramos en sus historias, en sus habitaciones y en su vida. Ahora se rescata la biografía de su sobrino Quentin Bell. Y de regalo en la llamada "Biblioteca Virgina Wolf" se editan unos textos muy autobiográficos, muy cercanos y cotidianos que la señora de Bloomsbury fue archivando a lo largo de años. Se publicaron después de su muerte y se llaman momentos de vida. Todos los momentos tienen su interés, su información y su impagable acercamiento a esta rara, notable, peculiar e imprescindible escritora. Eso de imprescindible siempre es prescindible. Como las manzanas en el régimen de Francisco Ayala. Que prescinda el que quiera.

Uno de esos textos es una lectura de una conferencia en el Memoir Club de Londres. Un agudo texto llamado "¿Soy una esnob?". En unas palabras destroza a los esnobs: "El esnob es un ser aturdido y de escasa capacidad mental, tan poco contento de sí mismo que, a fin de consolidar su personalidad, no hace más que pasar un título o algo que suponga un honor por la cara del prójimo a fin de que el prójimo le crea y ayude a creer lo que realmente no cree- que él o ella es, de una manera u otra, persona importante."

Y al rato, en unas páginas más adelante se declara encantada en compañía de los esnobs. Me recordó a una maravillosa canción de Boris Vian. Bromeaba sobre los esnobs y a la vez les reivindicaba. En la senda de Virginia Wolf que en un acto de esnobismo y sinceridad se confiesa:"Si me preguntáis a quién quiero conocer, a Einstein o al príncipe de Gales, diré que al príncipe, sin dudarlo un instante."

Yo me hice la pregunta españolizándola. ¿A quién quieres conocer a Savater o a Letizia? Sin dudarlo a Letizia. También es cierto que a Savater hace muchos años que le conozco y le admiro, pero nada que ver con el morbo de pasar una tarde cerca de esa princesa, por ejemplo.

¿A Virginia Wolf o a Diana de Gales? Perdona, Virginia, pero te tengo mucho respeto, muchos temores. Hola Diana. ¡Qué putada que estén tan muertas!

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25 de junio de 2008
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La batalla contra el horror

Perdonen que los castigue con una historia así, pero no puedo evitarlo. Ni siquiera yo sé bien por qué me persigue. Quizás porque ocurrió en Coronel Dorrego, una localidad de la provincia de Buenos Aires que suelo identificar con el Paraíso, en tanto pasé allí alguna de las horas más felices de mi infancia. (Allí viven los abuelos de Kamchatka, que tanto deben a los míos.) De comprobarse todos los hechos ante la Justicia, la cuestión sería así: este hombre de 27 años, Mauro Emilio Schechtel -la foto que difunden por TV muestra a un joven apuesto, de rasgos finos- atropelló con su Renault 12 anaranjado a una niña de 10 años, de nombre Rocío. Pero no se habría tratado de un accidente de tránsito, sino de un hecho deliberado. Schechtel habría embestido a Rocío con toda la intención de hacer lo que después hizo, a saber: violarla primero, y después prenderle fuego para que muriese -y así no lograse identificarlo.

Pero Rocío no murió. Con el 60 % de su cuerpo cubierto por quemaduras, se arrastró ochocientos metros hasta el sitio en que pudo pedir auxilio. Y con su resto de consciencia habló del auto tan llamativo que la había golpeado. Ahora está en terapia intensiva, peleando por su vida. Y Schechtel ha sido detenido.

/upload/fotos/blogs_entradas/the_woodsman_med.jpgSegún parece este hombre tenía una causa judicial por un hecho similar. Resulta inquietante, en tanto da argumentos a la gente que defiende la difusión de listas de violadores o iniciativas por el estilo. Está claro que la Justicia humana es imperfecta, pero si el ocasional violador ha pagado su deuda con la sociedad y los médicos lo estiman en condiciones de reintegrarse a ella, el acoso de vigilantes civiles sólo puede ser receta para el desastre. (Hay un viejo cuento de Bukowski sobre el tema, cuyo título se me escapa ahora; y la película The Woodsman; y el episodio de Prime Suspect llamado The Stolen Child.) Lo escalofriante, en todo caso, es que Schechtel está esperando un hijo. Ignoro si se trata o no de una mujer. En cualquier caso, supera mi capacidad de comprensión la disociación que debe tener un hombre para lastimar tal como lo hizo a una criatura indefensa -casi tanto como la que su pareja lleva en el vientre.

La tentación es obsesionarse con la maldad insondable de que el hombre es capaz. Las circunstancias parecen aconsejarlo: ¿alguien que atropella deliberadamente, que experimenta placer sexual sometiendo a una niña herida, que la prende fuego cuando aún está viva? Quizás por lo que significa Coronel Dorrego, o por la criatura que mi mujer lleva en su vientre, prefiero pensar de otra manera. Que la existencia de este hombre tan terrible, de paso lamentable por la Tierra, ensalza por contraste la tarea tan diaria como silenciosa de los millones que son buena gente, que respetan al otro, que están pendientes del más necesitado y del más débil -aquellos que son lo único que explica que esta especie no se haya arrasado ya a sí misma.

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25 de junio de 2008
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Folletines de alma

Rafael Argullol: Por eso tenemos todo ese contexto que conforma un cuadro de lo que podríamos llamar espiritualidad de comida rápida, que en cierto modo distorsiona la auténtica necesidad espiritual que tiene el hombre.
Delfín Agudelo: Pienso que la distorsión se encuentra precisamente en que todas estas nuevas tendencias espirituales de autoayuda —y no solo del género de autoayuda sino también del género novelístico que sugiere un regreso al thriller histórico-religioso—, resultan en una invitación facilista a la vida espiritual. Lo que dices de recetario significa “Haga esto y verá aquello”, siendo que lo espiritual es precisamente aquello que nunca ha pertenecido a un recetario, surgiendo muchas veces espiritualidades o religiosidades individualidades que implican la adherencia a una mayor. Hay un interés y es el que siempre ha existido, y es el de repentinamente desvelar, recuperar lo oculto o lo supuestamente oculto del pensamiento o de la cotidianeidad del espacio. Entonces repetinamente existe un interés por leer los secretos ocultos del París del siglo XII, de la Roma de Bernini, o de muchas otras. De repente la necesidad por encontrar lo oculto se traduce a sí mismo en una espiritualidad que invita aun facilismo que no oculta a la vez que no muestra nada porque es completamente transparente.
R. A.: Creo que esa espiritualidad fast-food de nuestra época tiene actualmente diversos frentes, y muy poderosos: evidentemente, por ejemplo, todo lo que serían las diversas sectas que se vuelven alrededor de esta pseudo espiritualidad, como es la cienciología; todo lo que sería una pseudo literatura histórica o pseudo literatura iniciática de la cual las librerías tienen las estanterías llenas, y que podrían ir desde el modelo de El código Da Vinci hasta tantísimos títulos en los cuales se presenta precisamente ese carácter supuestamente iniciático.
En ese caso podemos aceptar algunos de estos títulos en cuanto a literatura folletinesca, como folletinesca era la literatura que se hacía sobre los misterios de París y Londres en el siglo XIX. Lo irritante de algunos de esos autores es su pretensión de veracidad espiritual. Hay autores que además tienen una gran difusión en diversos países en los que no se presentan como autores de folletines sino como autores en los cuales se transmite una determinada verdad iniciática. Y luego podríamos pasar incluso a elementos de expresión de esta pseudo espiritualidad todavía más potentes y más agresivos. Quisiera recordar aquí el uso y abuso que está haciendo la publicidad actual de fórmulas supuestamente esotéricas, incluso supuestamente místicas en determinados anuncios. Es muy claro, por ejemplo, en anuncios de coches. La publicidad de coches que incorpora ese discurso místico-esotérico, evidentemente retorcido y vaciado a través de un imaginismo muy potente como es propio de esas marcas que tienen tanto dinero para publicidad. Y de allí a la pretensión ya diríamos de determinados poderes, políticos, de utilizar también esa pseudo espiritualidad. Recordemos la parafernalia que ha acompañado al neoconservadurismo en Estados Unidos en la época Bush, y cómo recientemente personajes como Blair indican que hay que devolver a Dios a la vida pública. Es decir, es un frente muy amplio en el cual se manifiesta eso que iría desde las grandes campañas de publicada hasta sectas poderosísimas, incluyendo toda serie de campañas de distribución comercial de locales de supuesta excelencia espiritual, hasta todo esa literatura folletinesca que se potenta como iniciática.
A mi modo de ver, en cambio, hay una prueba de fuego para la espiritualidad en un sentido más auténtico y profundo, y es que ésta siempre requiere —para utilizar una imagen geológica—de una sedimentación: es un proceso lento. La búsqueda espiritual, la lucha por lo espiritual es un proceso duro, lento, complejo, en el que cada individuo se implica en la medida que puede a través de su vida cotidiana o a través de sus esfuerzos espirituales o artísticos, sin esperar esas fórmulas de “Sea usted espiritual en diez días”, que es como aprender un idioma en diez días. Me parece que un elemento bastante seguro para la búsqueda espiritual es aceptar la complejidad, lentitud y en cierto modo el carácter matizado del proceso de búsqueda. De ahí que personalmente siempre me he inclinado, aunque admito evidentemente otros caminos por el camino artístico o estético como el más apropiado para la búsqueda personal de una espiritualidad que yo desde hace mucho tiempo no confundo como un camino religioso pero desde luego tampoco quiero que se confunda con esos diversos espiritualismos.
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25 de junio de 2008
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III. Milagros de la voluntad

Al pasar de los años, las formas de poder han vuelto a reproducirse en Nicaragua, basadas en las mismas ambiciones personales y en el autoritarismo sin maquillajes, con lo que ya no vale la pena establecer diferencias entre un gobierno de izquierda, y otro de derecha. ¿Qué diferencia hay entre el sistema electoral de Somoza, viciado y excluyente, y el de ahora, que actúa bajo la voluntad exclusiva de Ortega?

Pero la violencia no tiene espacio, además, porque el control autoritario de la familia Ortega no abarca ni a la Policía Nacional ni al Ejército de Nicaragua, como lo dije antes, con lo que un enfrentamiento militar contra estas instituciones no tiene ningún sentido. Por eso, la lucha con lo que Dora María ha empezado es otra, la resistencia civil, algo que también necesita de coraje, entrega y sacrificio, como lo ha demostrado su huelga de hambre, y que tiene diversas expresiones, como seguramente se verán en el futuro.

La lucha pacífica hace milagros para el cambio político y social, y ya ha quedado demostrado con creces en los ejemplos de Mahatma Gandhi, de Rosa Clark, de Martin Luther King, de Nelson Mandela, y basta una férrea voluntad, la voluntad de resistir, para doblegar a las tiranías más obcecadas. Y quien puede encabezar con éxito una resistencia semejante es aquel que predica con el ejemplo, y pone por delante su propia vida para encabezar a los demás. 

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25 de junio de 2008
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Un poco antes de ser alguien

Cuando íbamos a Londres a lavar platos, los amigos españoles nos citábamos en Piccadilly, como todo el mundo. En una ocasión estábamos sentados en los escalones de la fuente cuando apareció un grupo de muchachos y se plantó justo delante de nosotros. Como impedían la vista, estiré del pelo a uno de ellos y éste se apartó cortésmente. Luego vi que les hacían fotos. Años más tarde, Javier Fernández de Castro, que estaba conmigo, me dijo que le había tirado del pelo a Mick Jagger.

Es una sensación extraña, ésta de haberse cruzado con un dios sin percatarse en absoluto. En un artículo de Julio Camba fechado en abril de 1912, cuenta que acudió a un taller parisino en la rue Lafayette, donde "el Sr.Dalmau" estaba juntando pinturas para una exposición en Barcelona. Comenta unas obras de Juan Gris y menciona a un tal Duchamps del que dice que es futurista. /upload/fotos/blogs_entradas/1912_duchamp_escalier_philadelphia_med.jpgMe preguntaba yo qué futurista catalán podía vivir en París en 1912 y llamarse Duchamps hasta que en la página siguiente dice: "Duchamps va a exponer en Barcelona un "Desnudo bajando una escalera". No se ve el desnudo, ni la escalera, ni nada."

No podía saber el pobre Camba que estaba delante de una de las pinturas más notables del siglo XX y que el tal Duchamps era, en realidad, Marcel Duchamp, el artista más influyente del arte actual, más incluso que Picasso. En 1912 sólo tenía predicamento en un minicírculo parisino. El propio "Sr.Dalmau" le comenta a Camba: "Es una lástima que este cuadro tenga título. Si no tuviera más que un número, allá en Barcelona lo verían y no dirían nada, pero como dice "Desnudo bajando una escalera" van a preguntar por el desnudo y por la escalera, y se van a armar muchas cuestiones..."

Faltaban cinco años para que Duchamp expusiera su urinario y dinamitara las vanguardias. Camba y el "Sr.Dalmau" estaban delante de una puerta que aún no se había abierto y por lo tanto sólo veían un muro. ¿No nos sucederá a nosotros lo mismo cuando nos aburrimos en una exposición? Creo que no porque ya no hay muros. Está todo abierto y visiblemente no hay nada que ver.

Artículo publicado en: El Periódico, 21 de junio de 2008.

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25 de junio de 2008
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El regreso de las Ménades

¿Nunca leyeron Las Ménades? Es uno de los más intrigantes cuentos de Julio Cortázar. Lo leí por primera cuando niño -la que me introdujo en la narrativa de Cortázar fue una de mis maestras de la primaria: gracias otra vez, señorita Barbeito-, y aunque no fue de los relatos que más me gustaban, dejó en mi memoria su huella y su inquietud. Lo que cuenta Las Ménades es una velada musical, durante la cual un director de orquesta, a quien sólo se menta como ‘el Maestro', emociona tanto al público con su interpretación de Debussy y de Beethoven que desata un frenesí que acaba con su muerte, a manos -y boca- de una misteriosa mujer vestida de rojo.

/upload/fotos/blogs_entradas/menade_relieve_romano_med.jpgEl cuento me perturbó tanto ya en aquel entonces que acudí al mataburros. (Estoy hablando de un mundo pre-Google, como se habrán dado cuenta.) Me enteré entonces que las Ménades eran unas mujeres inspiradas por Dioniso, o Baco si les gusta más, aquejadas por una locura mística; criaturas salvajes y de vida insana, ‘con las que era imposible razonar'. (Ahora sí, esta definición pertenece a Wikipedia; vaya a saber dónde andarán mis enciclopedias de entonces.) Según el relato mitológico, son las Ménades las que despedazan al lírico Orfeo cuando éste opta por Apolo en lugar de por Dioniso: en pleno éxtasis, estas mujeres trozaban literalmente a sus víctimas y se las devoraban crudas.

La explicación me decepcionó un poco. Entendía al fin la línea más evidente del cuento de Cortázar: el Maestro era una suerte de reencarnación de Orfeo y las mujeres del público... Bueno, allí estaba el título. Que además no se llamaba La Ménade, así en singular, cargándole toda la culpa a la mujer de rojo, sino en plural. ¡Más claro, échenle agua!

Pero aún así la inquietud persistió durante estos años. Y al fragor de estos días tan conflictivos de la Argentina, volví a pensar en Las Ménades.

Releyendo el cuento, comprendí la raiz de mi desasosiego. Aunque Cortázar se cuida de dar detalles sobre la mujer de rojo, abunda en datos coloridos sobre otras de las presentes. Por ejemplo la señora de Jonatán, convencida de que el público es parte de la orquesta del Maestro, y a la que le encanta repetir que todo es ‘inefable'. O las hijas del doctor Epifanía, Beba y Rosario, ‘rojas y excitadas', proclamando a viva voz que la interpretación de Mendelssohn ha estado ‘bestial'. Y Guillermina Fontán, que sacude al narrador con violencia anticipándose a la interpretación de La Mer. Lo que me ponía nervioso era el hecho de que no se trataba de remotas figuras griegas, sino de mujeres que yo conocía. Quiero decir, no a esas exactamente, pero sí a su calaña. Señoras y chicas de clase media o tal vez de algún peldaño más, emperifolladas hasta la exageración y flotando en nubes de perfume. Vestidas con pieles, con perlas, dispuestas al éxtasis que sólo puede inducir la Alta Cultura. (Sí, ellas lo escribirían con mayúsculas.)

Yo vi a las Ménades en estos días. Me las mostraron las cámaras de TV. Estaban en algunos puntos neurálgicos de la ciudad: Callao y Santa Fe, el Obelisco y también en las afueras, por ejemplo en Olivos -afuera de la Quinta Presidencial. Ataviadas como siempre: algunas con pieles, otras con sombreros -y siempre maquilladas como si fuesen al Colón. Como esta vez no había música inspirándolas, la producían ellas batiendo cacerolas. Y en ausencia de Orfeo, su furia mística encontró otro objetivo: en este caso, otra mujer. A la que no trataban de inefable, precisamente, sino con adjetivos que no suelen ascender a esas boquitas pintadas pero que el delirio, se ve, tornaba inevitables: puta, conchuda, zurda, montonera.

¿Por qué la eligieron como blanco de su frenesí? Sinceramente no lo entiendo. Después de todo se trata de una persona de su mismo género. Se me ocurrió que a lo mejor se trataba de una fobia parecida a la que produjo en su momento Eva Perón. Sin embargo no me cerró: las ‘señoras bien' de entonces miraban de soslayo a Eva porque era actriz, y ya se sabe que todas las actrices... Y además había sido amante y concubina antes de ser esposa ante los ojos de Dios. (Las Ménades de entonces, cuando se enteraron de su enfermedad, gritaron: ¡Viva el cáncer!) Pero esta otra mujer, aquella cuyo nombre gritaban las nuevas Ménades con hambre de su carne y sed de su sangre, no es actriz sino abogada. Y está casada en primeras nupcias con el mismo hombre desde hace décadas. Y no es hija natural ni cabecita negra sino gente como uno: clase media de origen, profesional, con dos hijos. Y conservó una línea política, o sea que no se avergüenza por haberse desplazado de un extremo a otro del espinel como Patricia B o La Papisa Elisa. Y además es elegante, y culta, y habla con gran propiedad.

¿Entonces? A no ser que esta otra mujer haya optado por Apolo en secreto en perjuicio de Dioniso, no lo entiendo. Quiero decir, comprendo que algunos señores -a los que también vi por TV en estos días- protesten porque no están dispuestos a ‘recibir órdenes de una mujer'. ¿Pero no deberían las mujeres estar orgullosas de una congénere que personifica todas las excelencias a que puede aspirarse? Salvo que exista la posibilidad de que estas Ménades estén ligadas a la zorra de la fábula, aquella que despreciaba a las uvas por verdes, disimulando que en realidad no podía alcanzarlas; y que este frenesí sea inspirado más bien por impotencia, por aquello que envidian, que no pueden tener. Pero en fin, yo soy hombre, y como las mujeres bien saben, los hombres no entendemos nada.

Ah, me olvidaba: en griego, ‘ménades' significa las que desvarían.

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24 de junio de 2008
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