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Folletines de alma

Por 25 de junio de 2008 Sin comentarios

Rafael Argullol

Rafael Argullol: Por eso tenemos todo ese contexto que conforma un cuadro de lo que podríamos llamar espiritualidad de comida rápida, que en cierto modo distorsiona la auténtica necesidad espiritual que tiene el hombre.
Delfín Agudelo: Pienso que la distorsión se encuentra precisamente en que todas estas nuevas tendencias espirituales de autoayuda —y no solo del género de autoayuda sino también del género novelístico que sugiere un regreso al thriller histórico-religioso—, resultan en una invitación facilista a la vida espiritual. Lo que dices de recetario significa “Haga esto y verá aquello”, siendo que lo espiritual es precisamente aquello que nunca ha pertenecido a un recetario, surgiendo muchas veces espiritualidades o religiosidades individualidades que implican la adherencia a una mayor. Hay un interés y es el que siempre ha existido, y es el de repentinamente desvelar, recuperar lo oculto o lo supuestamente oculto del pensamiento o de la cotidianeidad del espacio. Entonces repetinamente existe un interés por leer los secretos ocultos del París del siglo XII, de la Roma de Bernini, o de muchas otras. De repente la necesidad por encontrar lo oculto se traduce a sí mismo en una espiritualidad que invita aun facilismo que no oculta a la vez que no muestra nada porque es completamente transparente.
R. A.: Creo que esa espiritualidad fast-food de nuestra época tiene actualmente diversos frentes, y muy poderosos: evidentemente, por ejemplo, todo lo que serían las diversas sectas que se vuelven alrededor de esta pseudo espiritualidad, como es la cienciología; todo lo que sería una pseudo literatura histórica o pseudo literatura iniciática de la cual las librerías tienen las estanterías llenas, y que podrían ir desde el modelo de El código Da Vinci hasta tantísimos títulos en los cuales se presenta precisamente ese carácter supuestamente iniciático.
En ese caso podemos aceptar algunos de estos títulos en cuanto a literatura folletinesca, como folletinesca era la literatura que se hacía sobre los misterios de París y Londres en el siglo XIX. Lo irritante de algunos de esos autores es su pretensión de veracidad espiritual. Hay autores que además tienen una gran difusión en diversos países en los que no se presentan como autores de folletines sino como autores en los cuales se transmite una determinada verdad iniciática. Y luego podríamos pasar incluso a elementos de expresión de esta pseudo espiritualidad todavía más potentes y más agresivos. Quisiera recordar aquí el uso y abuso que está haciendo la publicidad actual de fórmulas supuestamente esotéricas, incluso supuestamente místicas en determinados anuncios. Es muy claro, por ejemplo, en anuncios de coches. La publicidad de coches que incorpora ese discurso místico-esotérico, evidentemente retorcido y vaciado a través de un imaginismo muy potente como es propio de esas marcas que tienen tanto dinero para publicidad. Y de allí a la pretensión ya diríamos de determinados poderes, políticos, de utilizar también esa pseudo espiritualidad. Recordemos la parafernalia que ha acompañado al neoconservadurismo en Estados Unidos en la época Bush, y cómo recientemente personajes como Blair indican que hay que devolver a Dios a la vida pública. Es decir, es un frente muy amplio en el cual se manifiesta eso que iría desde las grandes campañas de publicada hasta sectas poderosísimas, incluyendo toda serie de campañas de distribución comercial de locales de supuesta excelencia espiritual, hasta todo esa literatura folletinesca que se potenta como iniciática.
A mi modo de ver, en cambio, hay una prueba de fuego para la espiritualidad en un sentido más auténtico y profundo, y es que ésta siempre requiere —para utilizar una imagen geológica—de una sedimentación: es un proceso lento. La búsqueda espiritual, la lucha por lo espiritual es un proceso duro, lento, complejo, en el que cada individuo se implica en la medida que puede a través de su vida cotidiana o a través de sus esfuerzos espirituales o artísticos, sin esperar esas fórmulas de “Sea usted espiritual en diez días”, que es como aprender un idioma en diez días. Me parece que un elemento bastante seguro para la búsqueda espiritual es aceptar la complejidad, lentitud y en cierto modo el carácter matizado del proceso de búsqueda. De ahí que personalmente siempre me he inclinado, aunque admito evidentemente otros caminos por el camino artístico o estético como el más apropiado para la búsqueda personal de una espiritualidad que yo desde hace mucho tiempo no confundo como un camino religioso pero desde luego tampoco quiero que se confunda con esos diversos espiritualismos.
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Rafael Argullol

Rafael Argullol Murgadas (Barcelona, 1949), narrador, poeta y ensayista, es catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Facultad de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra. Es autor de treinta libros en distintos ámbitos literarios. Entre ellos: poesía (Disturbios del conocimiento, Duelo en el Valle de la Muerte, El afilador de cuchillos), novela (Lampedusa, El asalto del cielo, Desciende, río invisible, La razón del mal, Transeuropa, Davalú o el dolor) y ensayo (La atracción del abismo, El Héroe y el Único, El fin del mundo como obra de arte, Aventura: Una filosofía nómada, Manifiesto contra la servidumbre). Como escritura transversal más allá de los géneros literarios ha publicado: Cazador de instantes, El puente del fuego, Enciclopedia del crepúsculo, Breviario de la aurora, Visión desde el fondo del mar. Recientemente, ha publicado Moisès Broggi, cirurgià, l'any 104 de la seva vida (2013) y Maldita perfección. Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza (2013). Ha estudiado Filosofía, Economía y Ciencias de la Información en la Universidad de Barcelona. Estudió también en la Universidad de Roma, en el Warburg Institute de Londres y en la Universidad Libre de Berlín, doctorándose en Filosofía (1979) en su ciudad natal. Fue profesor visitante en la Universidad de Berkeley. Ha impartido docencia en universidades europeas y americanas y ha dado conferencias en ciudades de Europa, América y Asia. Colaborador habitual de diarios y revistas, ha vinculado con frecuencia su faceta de viajero y su estética literaria. Ha intervenido en diversos proyectos teatrales y cinematográficos. Ha ganado el Premio Nadal con su novela La razón del mal (1993), el Premio Ensayo de Fondo de Cultura Económica con Una educación sensorial (2002), y los premios Cálamo (2010), Ciudad de Barcelona (2010) con Visión desde el fondo del mar y el Observatorio Achtall de Ensayo en 2015. Acantilado ha emprendido la publicación de toda su obra.

 

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