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El mejor regalo

¡Qué difícil! Tiene que hacer un regalo, tiene que quedar muy bien y además no ser previsible. Por supuesto no puede ser algo vulgar, fácil ni ostentoso. Sin embargo es muy necesario que sea un regalo notable. Está invitado a una fiesta donde su vida puede cambiar. Su ex mujer, esa que se fue hace cinco años a comprar tabaco y no había vuelto a dar señales de vida, esa por la que penó, por la que se metió en una depresión de la que todavía no ha regresado del todo, esa, a la que naturalmente debería haber olvidado. Precisamente esa le invita a una fiesta, a una cena donde es el invitado sorpresa. La estrella de los invitados. ¿Qué hace nuestro amigo? /upload/fotos/blogs_entradas/botelladevino_med.jpgCompra una botella del mejor vino posible, el mítico Margaux del 64. Un vino que pocos mortales, millonarios gustosos aparte, tienen la posibilidad de disfrutar alguna vez en su vida.

Con esa botella sabe que triunfará. Ha invertido más dinero en el vino que lo que cada mes tiene que pagar de alquiler. No importa, ese vino cambiará su destino. Su enamorada de antaño volverá a sus noches y sus días.

Pues no pasa nada de eso. La festejada, la famosa artista Sophie Calle, tiene la costumbre de nunca desenvolver sus regalos. Simplemente los fotografía, almacena y después hace una exposición. Arte conceptual. Fracaso absoluto de regalo. No les contaré más. Es la historia de una deliciosa novela que se coló entre mis lecturas de verano. Es breve, intensa, inteligente. Comienza en el día que murió Michel Leiris. Invita a beber ese vino o, seamos patriotas, un Vega Sicilia del muy querido año 64. También la novela nos lleva por las lecturas del Ulises  o Mrs. Dalloway. Es una delicia de bolsillo de poco más de ciento veinte páginas. El autor se llama Gregoire Boullier. Y la novela, El invitado sorpresa. Entre otras navegaciones mentales llevo horas pensando cuál sería para mí el regalo ideal. El vino no está mal. ¿Los habrá mejores?

Un libro inteligente sobre nosotros. "Somos humanos, tenemos el corazón roto, somos tristes y alegres en nuestra desesperación; sin embargo, no perdemos la esperanza y creemos en los milagros". Algunos de nosotros no somos franceses. Y también pensamos que el milagro puede estar escondido en una botella de vino.

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1 de agosto de 2008
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Últimos ritos

...Y para concluir con esta semana moorecéntrica, permítaseme citar también las palabras de Alan Moore sobre una de mis alegrías de estas semanas: el regreso de la miniserie The Wire, en su última temporada -snif- por HBO. "El pináculo más absoluto de todo lo que vi por TV últimamente es The Wire", declaró el escritor de V from Vendetta y From Hell a la revista Entertainment Weekly hace algunos días. "Es la más asombrosa pieza televisiva que haya salido alguna vez de los Estados Unidos, y posiblemente la más asombrosa de la historia, y punto". ¿Suena lo suficientemente taxativo? Esperen, que hay más.

"A eso le llamo yo televisión adulta. Es novelística. Uno descubre paulatinamente cada pequeño aspecto de la realidad de Baltimore, y construye a partir de ese mosaico una pintura panorámica de la ciudad con toda su complejidad: desde el puerto y los chicos de los barrios pobres a la estructura de poder, la policía, la oficina del alcalde... Tiene grandes escritores: George Pelecanos, David Simon. Y además personajes maravillosos: Bubbles, Omar... Al lado de The Wire, todo lo demás parece tonto", concluye Moore.

/upload/fotos/blogs_entradas/the_wire_1_med.jpgPerdón que insista, pero me temo que no han visto nunca The Wire y debo decirles que se están perdiendo algo grande. Más allá de la piel del policial, The Wire es lo que escribirían grandes como Dostoievski y Victor Hugo si resucitasen hoy: un relato vasto y profundo sobre lo que significa, y por ende sobre el precio que entraña, vivir en una gran ciudad capitalista, cuyas instituciones son ante todo máquinas de impedir. Donde el policía no puede hacer su trabajo porque no hay presupuesto. Donde el trabajador pierde su puesto a causa de la crisis económica, o su casa al no poder pagar su hipoteca. Donde el periodista no puede informar, porque escribe en un medio que sólo produce espectáculo para la masa que no discrimina. Donde el maestro no puede enseñar, porque sus alumnos no tienen más perspectiva de futuro que vender droga en las esquinas.

Y después dicen que la era de los grandes relatos se acabó, o hablan de la crisis de la novela. Los que están en crisis, en todo caso, son los escritores, o los estudios de Hollywood. El público nunca está en crisis, y por eso busca el relato no donde debería estar, sino donde está en efecto. A veces, como en el caso de Moore, la historieta habla de cosas importantes que la literatura elige ignorar. A veces, como en el caso de The Wire, la televisión narra con mayor vuelo y profundidad que el cine.

Cuando en el futuro ensayistas e historiadores busquen los grandes relatos de este tiempo, sin duda alguna acudirán a The Wire.

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1 de agosto de 2008
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El vicio de la virtud / V

V. Déjenme destemplar.

Según creo recordar, para templar una pieza de acero es necesario someterla a los rigores del soplete durante el tiempo suficiente para hacerla alcanzar el rojo naranja. Ahora bien, si me daba por volver a lijarla, tenía que templarla una vez más. Esto último lo supe demasiado tarde, cuando ya había vuelto a lijar el cincel y no me daba más la gana lijarlo. "No sirve ese cincel", opinó el profesor que impartía la materia de Estructuras Metálicas. Teóricamente, al menos, un cincel destemplado se quiebra con el primer martillazo.

     En numerosas cárceles, los recién encerrados son objeto de absurdos excesos disciplinarios, como obligarlos a levantarse aún de madrugada sólo para tenerlos las dos próximas horas alineados de pie. Porque sí. Más aún, ¿por qué no? Antes de que el espíritu consiga despertarse del pasmo del arresto, se le somete a una horma humillatoria tan innecesaria como instructiva. Doblegar al espíritu, y de hecho pisotearlo, es también una forma de darle temple. Romperle la inocencia, desmantelar su noción de justicia, minar cada cimiento de sus certezas. Devolver a la infancia al destemplado y templarlo otra vez, igual que a un niño.

     Soporta uno que los otros le tiemplen cuando ya sabe cómo volver a destemplarse. Una vez adquiridos temple y destemple, se espera que arribemos a ese a ese estado pastoso de la hemoglobina conocido también como templanza. Que abdiquemos al reino de los sentidos en nombre del imperio del raciocinio. Nada que no se sepa aparentar, luego de tantos íntimos desfiguros concebidos a espaldas del soplete. Tal vez la auténtica templanza, o cuando menos la que luce posible, tiene que ver con tal ductilidad, aprendida en aquellos años raros cuando el rojo naranja parecía el color común al mundo.

     Los alcances concretos de una virtud son inversamente proporcionales a sus propiedades cosméticas. En términos estrictos, la virtud sobrevive sólo mientras consigue conservarse secreta. ¿Quién tiene la templanza suficiente para contener la lujuria tenaz del amor propio? Las virtudes, si existen, deben tener el mérito de los vampiros, cuya imagen primero se desvanece antes que reflejarse en un espejo. Y pasa que por más que abro los ojos no logro ver virtudes transparentes, sino prácticos biombos al servicio del vicio.

     Atención, anticuarios: vendo lote secreto de vicios destemplados. Meritorios, absténganse.

 

 Próximo lunes: FLOR DE LOTTO. Una ficción de verano.

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1 de agosto de 2008
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Galería de espectros: el doctor Frankenstein

Rafael Argullol: Hoy, en mi galería de espectros, he visto al del doctor Frankenstein.

Delfín Agudelo: Te refieres al personaje de la novela de Shelley.

R.A.: Sí, me refiero a la conocida historia de Mary Shelley, y a uno de los momentos que me parece más conmovedor de la historia, que es cuando el doctor Frankenstein, el creador del monstruo, de la criatura, lo va persiguiendo por loKenneth Branagh como Doctor Frankenstein, s confines de la tierra, por los desiertos, por las llanuras heladas del norte. Lo va persiguiendo para acabar con él; al mismo tiempo, la criatura o monstruo creado trata de vengarse de su creador. Ahí se origina un círculo en el cual nos espejeamos todos los hombres. Desde el principio los hombres han creado a sus dioses y han creado la  noción de Dios para, por un lado, poder tener una idea de poder absoluto que ellos no poseen; y para, por otro lado, poder responsabilizar a otra instancia de aquello de lo que carece. Este juego entre hombres y dioses es sintetizado en la época del progreso, en la época de la tecnología o el inicio de la tecnología moderna, a través de la figura de este doctor Frankenstein que intenta llegar a la creación absoluta- y al llegar a ésta crea también sus propias sombras. Desde el punto de vista de la criatura nos reconocemos también porque siendo como somos, en cierto modo, la consecuencia de la unión de diversos fragmentos que nunca logramos tener completamente unidos, nos sentimos siempre enajenados, desasistidos, carentes de una protección, de un amor, de una verdad. Es a través de estos mecanismos que el monstruo Frankenstein sabe asumir muy bien que no reflejamos nosotros. Por eso también él, como nosotros, aspira a un mayor amor, a unos mayores y más profundos sentimientos, y aspira a conocer un destino que evidentemente nunca logrará conocer.

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1 de agosto de 2008
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Conjunto no numerable de metáforas

Postulaba antes que el hombre resulta de una subversión ontológica sólo comparable a la que supuso la vida, a saber: que un código de señales se gustó a sí mismo. Mas si tal cosa ocurre, designar puede constituir como máximo un subordinado punto de arranque.

El lenguaje se muestra entonces como prodigioso encadenamiento de metáforas, carentes ya de toda pretensión designativa. De  ahí que al conjunto de tales metáforas  no pueda atribuírsele cardinalidad finita y que ni siquiera pueda ser ordenado numeralmente. Pues aunque el número de átomos de la naturaleza (y por ende el monto de partículas realmente elementales) sea finito, como el rebelarse del código implica no subordinarse a ese conjunto, la eclosión de frases nunca antes forjadas no está acotada por tal finitud del registro natural. Mas también, al no respetar principio alguno que pudiera sustentar una ordenada sucesión, no cabe equiparar el fluir de las metáforas a la generosidad  infinita de números naturales.

Que por su rebelión el antiguo código ya no dependa de las posibilidades del orden natural tiene como consecuencia  la trágica desnaturalización que para el puro animal que un tiempo fuimos supone el ser vehículo de palabra. La naturaleza misma viene  a ser inscrita en el orden del verbo, viene en consecuencia a convertirse en una idea;  viene sobre todo a ser esa idea de la que el código que ha dejado de ser tal tiende a alejarse. El llanto como el goce, de los que la palabra parece alimentarse, son ya efectos de la palabra misma, que aspira  literalmente a la pureza.

Quizás el reflexionar del fauno tuvo arranque en un sopor real, quizás efectivamente todo empezó en una siesta (esas ingenuas -más que irónicas- representaciones del propio poeta boludo), pero tal cosa es literalmente irrelevante.

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1 de agosto de 2008
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En el mar de las imágenes

Cuando nacemos no sólo nos vemos poseídos por una lengua que será ya para siempre nuestra jaula intangible, algo así como el sistema táctil del pensamiento, las manos y los dedos del cerebro, sino que de un modo aún más inocente nos vemos tomados por un escenario de signos visibles que también nos impone de por vida una mirada incorregible, un punto de fuga sin el cual somos enteramente ciegos. Si le pregunto a mi propia experiencia, el objeto visible más insólito que dominaba la segunda mitad del siglo XX en España, era el crucifijo y la galaxia de signos menores a él añadidos.

/upload/fotos/blogs_entradas/pais_crucifijo_med.jpgNo es que el crucifijo haya desaparecido de la España del siglo XXI, ni mucho menos, pero su presencia ya no tiene la magia significativa que tenía hace cincuenta años y ese es un cambio que sin duda pasará inadvertido a los jóvenes nacidos en un registro visual diferente del nuestro. El crucifijo no era tan sólo la representación de una ejecución, la estremecedora estampa de un hombre inocente ajusticiado por el poder político y la razón de Estado, imagen turbadora que durante quince siglos dominó la visibilidad occidental. El crucifijo era, también, el símbolo de una opresión que se cernía sobre nosotros con un colosal aparato de ejecutores, funcionarios, técnicos, intelectuales, medios de difusión, turiferarios y enemigos.

Para la gente de mi edad el crucifijo estaba irremediablemente unido a la imagen dominante (un símbolo, sin duda, pero tan ubicuo como el crucifijo mismo) del Caudillo, cuyo porte físico era tan inadecuado como el del crucifijo para la vida que deseábamos. Si el Cristo era una figura incoherente, desatinada, en nuestro juvenil deseo de tener aventuras, amantes y dinero, la figura del Caudillo, aquel inverosímil gallego, chocaba frontalmente con las aspiraciones a una vida heroica y a las pomposas ideas que se agitan en el cerebro infantil, cuyo ámbito es tan amplio y se encuentra tan vacío como una basílica sin fieles, lo que produce una engañosa sensación de libertad.

El conglomerado de imágenes que unen como un archipiélago navegable las efigies del Crucificado, del Caudillo, de sus funcionarios y ejecutores, la profusión de uniformes que lucían en las fotos, la marea de iconos menores asociados a los anteriores, todo ello formaba un jeroglífico en el que piezas en forma de Virgen María se acoplaban con otras de Supermán, o cuadros de Murillo proyectaban su pía sombra sobre las torsiones picassianas tan similares a los dibujos animados de Hanna & Barbera. Aquella fue nuestra cárcel visual de nacimiento, la que nos ha tenido presos hasta hoy y en cuyo interior, lo queramos o no, moriremos. Porque incluso quienes con el mayor esfuerzo y diligencia se afanaron por escapar de la prisión visual y lingüística, jamás podrán pertenecer a la generación siguiente, para la cual ninguna de esas imágenes tiene ya la misma magia./upload/fotos/blogs_entradas/dibujos_animados_de_hanna__barbera_med.jpg

Si ahora nos apartamos del uso personal y subimos algunos escalones, no encontramos nada distinto: también lo que llamamos "etapas históricas" son espaciosos conjuntos humanos que viven sumergidos en mares de signos mediante los cuales son fáciles de distinguir. Es el caso, ya que hablamos de crucifijos, de la imaginería visual cristiana que define a la civilización occidental, en contraste con la islámica o la budista, por ejemplo. También, por supuesto, las diferencias que podemos establecer entre conglomerados secundarios como la imaginería bizantina (tan presente en los novelistas rusos) y la evangelista de los escritores negros americanos, los primeros marcados por el relumbre de las teselas doradas y los segundos por la pastoral del bautismo fluvial. El estudio de esas nubes de signos nos dice más sobre quienes vivían en ellas inmersos que toda la documentación política, económica y científica que podamos reunir sobre la época.

Y no es un misterio que esas nubes pasan. Los signos se transforman más lentamente que la vida de los humanos. Serán menester muchos siglos para que el crucifijo pierda la potencia mágica que tuvo en sus inicios y pueda formar parte de conjuntos neutros o decorativos como una comedia musical en la que el crucificado es un vocalista sobre una pasarela de moda masculina. Los signos cambian tan lentamente como los fondos marinos o el perfil de las montañas arañadas por la erosión de los glaciares. Apenas si da tiempo en la vida de un humano para percatarse de una docena de cambios profundos. En nuestro caso, el cuerpo de las mujeres (torturado por la pornografía entonces y por la publicidad ahora) o las estampas de reuniones masivas como signos amenos y dignos de encomio, cuando antes eran señal inequívoca de lo detestable y de la maldad.

El misterio extremo viene cuando esa nube de imágenes que define un modo de vida se transfigura de golpe o en un lapso muy breve. Cuando Afrodita, Hermes y Júpiter dan paso al crucificado en apenas dos siglos. Cuando de las estatuas ecuestres se pasa a la fotografía urbana en apenas cien años. Estos cambios súbitos suponen una mutación caótica de los grupos humanos y denuncian un cataclismo que, sin embargo, sus protagonistas no pueden considerar, sumergidos como están en la nube de sus sueños lingüísticos y visuales.

¡Quién pudiera saber si una tal transformación se está produciendo de nuevo en estos años! No el sosegado baile de las nubes, sino el catastrófico cambio de escenario por liquidación de existencias. No podemos saberlo porque los anteriores estamos casi ciegos y los que ya comienzan a ver lo apenas visible aún no saben hablar.

Artículo publicado en: El Periódico, 25 de julio de 2008.

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31 de julio de 2008
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Risas y una cara seria

Chávez retrocede cuando le conviene, desde luego que tiene pretensiones geopolíticas, e invierte cuantiosas sumas en tratar de establecer su influencia en el Caribe, y en el continente, y tampoco parece detenerse a avisar a Ortega cuál será su próximo paso.

Ha sido fácil verlo en su sorpresiva declaración urbi et orbi de que las FARC deben soltar de manera incondicional a todos los rehenes que le quedan, y que debe abandonar la lucha armada, por obsoleta; y lo mismo en su reciente viaje oficial a España, donde a todas luces llevaba el propósito de reconciliarse con el rey Juan Carlos, para reír ambos de frente a las cámaras en recuerdo del episodio de la Cumbre Iberoamericana de Santiago, con tan buen humor ahora los dos, que el Rey le obsequió a Chávez una camiseta con la leyenda ¿Por qué no ye callas?

Chávez es capaz de reír, pero Ortega continúa con la cara seria, y no parece dispuesto a seguirlo por el camino de los borrones y cuentas nuevas, con lo que se recluye más en su deliberado ostracismo. Su íntimo aliado el comandante Tomás Borge, exiliado sin embargo como embajador en Perú, ha declarado que las muestras de respaldo incondicional que Ortega ofrece a las FARC, y los anuncios que indicaban que una delegación oficial de ellas estaría presente en la tarima enflorada de los actos del aniversario de la revolución sandinista en Managua, eran un extraordinario acto de valentía, desde luego que "todo el mundo, o casi todo el mundo", repudiaba a las FARC. Muchos leerán temeridad, o irresponsabilidad, en lugar de valentía.

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31 de julio de 2008
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La copla

"Querer  es sufrir". Esta sentencia que podría hallarse en cualquier letra de una copla popular constituye la clave de bóveda del sistema filosófico de Schopenhauer. Todo aquél que quiere algo, que sigue queriendo a alguien o a algo, da a entender que no lo cree poseer absolutamente puesto que el deseo plenamente satisfecho acaba con todo el querer. En consecuencia, todo querer se reconoce en el dolor de querer aquello que no se posee y el dolor, placentero o no, sólo desaparece al compás de la desaparición del  amor. La vida entera se presenta como un continuo querer que sólo en el momento de la muerte cesa.

La vida entera es un querer algo, poco o mucho, que impulsa a permanecer con los sentidos alerta hacia la consecución de uno u otro deseo que no habiendo sido satisfecho proporciona, simultáneamente, la ilusión y la pasión, la expectativa y su dolorosa tensión. De ello Schopenhauer proclama que nada hay más vital  que el dolor y nada es más vivamente real o realmente  vida. Con lo cual este rotundo corolario: "La vida es la historia de un sufrimiento".

¿Una visión tenebrosa de la existencia a cargo de un cenizo? No es tan seguro. Puede tratarse apenas de una obviedad popular: sólo se siente lo que duele.

He aquí la verdad de la copla. 

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31 de julio de 2008
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Un héroe verdadero

A consecuencia de esta semana de mooremanía -todo por culpa del trailer de Watchmen...-, terminé dando con unas declaraciones de Alan Moore que funcionarían como comentario al tema de la bondad al que le estuvimos dando vueltas. (Dicho sea de paso: estimado Guido Cuadros, yo no soy quien elige las ilustraciones de cada post. De cualquier modo, ese poster apócrifo que quedó colgado no deja de ser un hallazgo. Mel Gibson como El Comediante no es mala idea, en la medida en que amamos odiarlo. El mismo Moore reniega de la etiqueta ‘novela gráfica', precisamente porque, como tú dices, son un intento de defender un género que no necesita defensa en tanto se defiende solo. Y dijo que 300 era fascistoide la semana pasada, en una entrevista concedida a Entertainment Weekly.) En fin, ¿dónde estaba?

/upload/fotos/blogs_entradas/the_extraordinary_works_of_alan_moore_med.jpgYa sé: en Moore y la bondad. En mi último viaje a Londres me compré un libro que en realidad es una larga entrevista al escritor: The Extraordinary Works of Alan Moore (George Khoury, 2003). Releyendo partes después de releer Watchmen, me encontré con las siguientes declaraciones del maestro: "Creo que ser Superman -me refiero a ser un superhombre de verdad- no pasa por tener poderes especiales. Nosotros ya tenemos poderes. Todos nosotros poseemos habilidades increíbles, talentos con los que podemos lograr cosas milagrosas. Quiero decir, la mayoría de nosotros tiene estos poderes y aun así no hacemos nada: nos tiramos en el sillón a ver TV, bebemos cerveza hasta perder la noción -y si tuviésemos el poder de volar o el de la invulnerabilidad, probablemente nos tiraríamos igual en el sillón a ver TV y tomar cerveza".

"En términos de lo que se puede hacer, ¿cuánto por debajo de Superman figuraría Bill Gates?", se pregunta Moore. "Bill Gates tiene el superpoder de la riqueza descomunal... Y no es la única persona fantásticamente rica de este planeta... ¿Cuándo salvó al mundo esta gente, cuándo acabó con el hambre, cuándo tuvieron gestos magníficos, masivos -alguna vez salvaron aunque más no fuere a una reportera curiosa que se estaba cayendo por una ventana? Claro que no. Tenemos mucha gente con superpoderes en este mundo, y eso no los convierte en seres superiores. Por la otra parte, existe gente en este planeta que parece estar en completa desventaja y aun así ha logrado hacer cosas increíbles".

"Me gustaría que la gente pensase de verdad en el asunto: ¿qué significa el heroísmo? ¿Qué es el poder? ¿...Tiene Stephen Hakwing un superpoder? ...Al final del día no son los superpoderes lo que importa, sino las personas... Si soy un imbécil, seguiré siendo un imbécil aunque me ponga un disfraz que me permita correr más rápido que la luz... Lo importante es que los seres humanos comunes y corrientes son fantásticos, en el sentido de lo que pueden ser y hacer. ...No necesitan trajes especiales ni insignias en el pecho. Con cosas como Watchmen he tratado de sugerirlo. La idea de que tener superpoderes no lo convierte a uno automáticamente en una buena persona: no tenemos superhéroes aquí".

"Vive tu vida y trata de hacer lo correcto. Sé la mejor persona que puedas ser. Eso es heroísmo", Moore dixit. Y yo estoy de acuerdo, claro.

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31 de julio de 2008
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El vicio de la virtud / IV

IV. Más fuerte es el bouquet

Recuerdo la primera vez que entré en una alberca. Para evitar un round de rudeza innecesaria, mi padre me compró un flotador con la forma de una rana sonriente, que yo tomé como un seguro de vida. A partir de ese día -tendría tres, cuatro años- me acostumbré a pasar largas horas chapoteando en el agua. Luego, en la escuela, nada me hacía sentir más poderoso que ver a algunos de los bravucones tiritar de pavor ante a la perspectiva de un mínimo clavado. Cada semana, durante una hora, la clase de natación me hacía sentir fuerte y valeroso. Por eso pronto conseguí destacar entre los que jugaban caballazos.

     Era muy mal jinete. Perdía el equilibrio y me tiraban rápido, pésimas credenciales para un juego donde ganaban los que quedaban en pie. Como caballo, sin embargo, era casi invencible. Soportaba al jinete sobre mis hombros con una suerte de estoicismo arrollador. No conocía artimañas para tirar a nadie, pero tampoco lograban rendirme. Imaginaba, durante la batalla, que los participantes reconocerían mi incalculable resistencia al castigo, pero al final era siempre el jinete quien se ganaba la fama de fuerte.

     Cuentan, quienes han visto a Arnold Schwarzenegger participar en fotos grupales, que poco antes del click se le ve dar un paso hacia adelante. De esa forma, el gobernador de California luce siempre más fuerte y alto que los demás. Tiene que demostrarlo todo el tiempo, no puede darse el lujo de no verse espectacular ante una cámara. ¿Existe acaso debilidad más angustiante que obligarse a ser fuerte en toda circunstancia, como cuando tenía uno nueve años y no podía mostrar sus puntos flacos?

     Hoy todavía pienso en la fortaleza no como la capacidad de derribar al otro, sino como la decisión de no ser derribado, pase lo que pase. Porque nada hay más fuerte que el olor a renuncia. Un hedor asqueroso, donde los haya. No admiro a los jinetes que conquistan reinos y corazones, como al caballo que muere reventado sin haber ni pensado en capitular. Si he de elegir equipo, juego en el de esa clase de niño que se encierra en el baño dispuesto a resistir todo el peso del mundo, incluyendo la fama de alfeñique invencible que jamás le dará prestigio de héroe. Fuerte, al fin, es aquel que no se ahoga.

 

Mañana: V. Déjenme destemplar.

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31 de julio de 2008
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