V. Coco chico, idea grande.
-Acéptalo, amiguito. Las ideotas también quieren crecer. ¿Cómo van a lograrlo, si las encierras en un coco chiquito? ¿Sabes qué pasa, entonces? Obstrucción. Gangrenita. Necrosis. Los tejidos se pudren, después se secan. Ninguna gran idea va a crecer en la cabeza de un pobre pendejo, y eso somos tú y yo, en este juego. Pero Don Alex quiere estar bien contigo. Le simpatizas tanto que hasta cree que te atreves a ser más de lo que eres.
-¿Qué soy?
-Honestamente, Segismundo, hasta donde hemos visto eres un cuidaputas de confianza. Lástima que haya tantos, cuentan que es un oficio divertido. Y allí está el culiempine, mi señor. Tienes el rango de pobre pendejo. Dale a un sujeto así un millón de dólares y se lo va a gastar en drogas y putitas. Por eso tú te lo vas a ganar.
-Ya lo dijiste, pues: yo no sirvo para esto. ¿Y si mejor me dejas como estaba? Ya no quiero dinero, me equivoqué. Regrésame a lo mío y te prometo que no vuelvo a quejarme por lo del Fidelotto.
-Eso ya no es posible, amiguito Andersón. A nadie nos conviene. Tú vas a ser el dueño de un montón de dinero. Te invito a que revises cualquier libro de historia y me digas qué tantos héroes magnicidas han vivido para contar un millón de dólares. Piénsalo, son diez mil billetes de cien. Si me preguntas, eso es lo que hoy por hoy vale tu vida. Tu muerte, en cambio, vale dos mil dólares.
-No entiendo.
-Mil para cada uno de los muchachos, si me dices que no y los obligas a meterte un tiro en cada sien. Para ellos es mejor. Mira, no dicen nada pero tampoco me contradicen. Son muy profesionales, ¿no es cierto, chicos? Ninguno de los dos ignora de qué lado hay que hacerse cuando graniza mierda. A ti, en cambio, para explicarte cosas tan sencillas hay que tenerte hincado entre dos fuscas. ¿Sabes por qué? Porque eres un ingrato y un mediocre. Pateas el pesebre, Segismundo. No agradeces cuando alguien se hace cargo de ti, crees que es su obligación matarte el hambre. Y no. Pero si insistes en tu terquedad, los muchachos pueden matártela de una vez para siempre. Satisfaction guaranteed.
-No me puedes hacer esto, Mauricio.
-Claro que no, amiguito. Yo tampoco he matado nunca a nadie. Si traigo dos mil dólares en la bolsa del saco es porque ando cargando el sueldo de los chicos. Ya te he dicho, Andersón, soy sólo un eficaz lubricante para engranes más altos que tu imaginación.
-Tú que eres tan amigo de Don Alex, no me puedes dejar metido en esta mierda.
-Tengo sólo dos clases de amistades: los amiguitos y los amigazos. Con un millón de dólares, parecerías uno de los segundos. Ve, en cambio, dónde estás. A un paso del panteón. Desde donde te observo, eres un amiguito microscópico. ¿Qué quieres que haga yo? ¿Qué le patee el pesebre a un amigazo para salvarle el cuero a un microorganismo? No me chingues, Domínguez. Pero tampoco voy a dejarte abajo. Tengo a la mano todas las palancas que necesito para sacarte de perico-perro y darle a tu cagada de vida algún valor. Soy tu mejor amigo, hasta donde alcanzo. Si rechazas la mano que te tiendo, voy a tener que usarla para darles su lana a los muchachos. ¿Cómo la sientes, amiguito Andersón? Míralos, ya les anda por irse de shopping.




Para colmo, meten al Director Adjunto Skinner con calzador y además nos quitan otro elemento de la máxima importancia: la atracción entre Mulder y Scully irresistible pero imposible. ¿Imposible por qué? Nunca lo supimos pero era necesaria para mantener la tensión en la pareja. Me alegro de no haber visto la última temporada de la serie en que parece que consuman y en que se desentraña el misterio de los extraterrestres. Hasta ese momento lo bueno era que no se sabía lo que en realidad ocurría y que ellos no se iban a la cama. En cambio en estos X Files nos encontramos con que vienen de una relación en la que hubo incluso un hijo que murió y se nos propina con una innecesaria escena de cama. Meter a Mulder y a Scully en una cama es acabar con toda posibilidad de volver a recordarlos jóvenes y atrevidos, preocupados por problemas descomunales y a punto de acercar sus caras, pero reservándose el contacto definitivo para la imaginación de los espectadores. Con esta película se los han cargado. Quizá Chris Carter, productor, guionista, director e ideólogo de la serie, es lo que quería.


Una vez copié la cabeza del David de Miguel Ángel, inspirándome en la foto de un libro que mis abuelos habían traído de Italia. Para ser sincero, estaba orgulloso del dibujo. Me había dado mucho trabajo: ¡tantos ricitos en esa cabeza de mármol! Se ve que mi madre también estaba orgullosa, porque en una reunión se lo mostró a sus amigos y uno de ellos, Felipe, el ingeniero, emitió el siguiente dictamen: ‘Esta parte está bárbara', dijo, aludiendo al rostro -la parte por la que siempre empiezo a dibujar. ‘Pero acá se empezó a cansar', dijo, señalando la parte superior de la cabellera. ‘Y a esta altura -concluyó, mostrándole a mi madre los ricitos de la nuca- ya estaba hinchado las pelotas'.
Nunca dejé de apreciar ese arte, que sigo considerando tan difícil como magnífico. Con el tiempo me sedujeron Pratt, Frank Miller y muchos de los ilustradores de las historietas de Alan Moore: Dave Gibbons, Brian Bolland, Kevin O'Neill...