Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

El saber

Tengo a mis tres hijos de viaje por el mundo. Una está en Siria y  Jordania. El otro en Italia y Croacia, el tercero en Namibia. Mi único sobrino sube desde Denver a Las Vegas, la hija de mi prima se ha marchado al lago Como y su hermano acaba de regresar de Londres, su cuñada se encuentra en Islandia y la amiga más amiga le ha escrito un SMS desde  Egipto. La hija de la vecina del chalet de enfrente acaba de regresar de la India y su hermana menor ha decidido conocer Indonesia. Ninguno de todos ellos ha cumplido aún  los treinta y tres años. ¿No tienen ahora cultura  los chicos? No se sabe acaso cuánto saben porque su saber no viene de ningún medio ya escrito. Todo aquello que nosotros apenas llegamos a imaginar en los libros lo obtienen ellos impreso directamente en su mirada.

Leer más
profile avatar
12 de agosto de 2008
Blogs de autor

El animal estrábico

Late entre los escritores y sobre todo entre los aspirantes a escritores una cierta suspicacia con respecto a los editores. Hay un síndrome de Carver, también. Ya les contaré en otro momento sobre esto. La suspicacia casi siempre tiene fundados e indiscutibles motivos para el escritor: el editor no lo ha publicado. ¿Cómo puede saber alguien de literatura si no publica mi novela? Y es que claro, el editor ese sólo publica a sus colegas, ya sabemos, esto es una mafia de amiguetes y enchufados... corren muy malos tiempos para la verdadera literatura, qué horror. Dicen también que los editores son todos unos piratas -que los hay, los hay...- y unos mercaderes que pretenden lucrarse con la literatura, ese bien sacrosanto y sin mácula que algunos desprestigian escribiendo horribles artefactos de consumo rápido e ingestión liviana.

Los editores, en el imaginario de muchos aspirantes a escritores e incluso entre muchos escritores ya consolidados, son como un enojoso formalismo burocrático entre la novela y su merecido reconocimiento universal. Para muchos son simples mercachifles que nada saben de literatura, y la prueba de ello es que en su catálogo hay mucha baratija literaria. Grave error: aunque hay de todo (Mezquinos, tramposos, fatuos, nulos), creo que básicamente los editores suelen ser personas bastante sensibles, de muy buen olfato literario, cuyos juiciosos comentarios sobre nuestro trabajo suelen ser a menudo descorazonadoramente acertados. /upload/fotos/blogs_entradas/raymond_carver_med.jpgNo sólo valoran el aspecto estético y formal de una novela, un ensayo o un conjunto de cuentos, sino que llegan a saber cómo encajarlo según el voluble gusto del lector. Porque, como dice Jorge Herralde «El editor es un animal estrábico, con un ojo forzosamente en el negocio y otro forzosamente en la cultura». Por eso suelen tener una línea editorial y se afanan en buscar y rebuscar, entre los cientos de manuscritos que reciben mensualmente, aquellos que consideran hallazgos. Cuando lo encuentran, es tanta su ilusión como lo es para el escritor haber sido descubierto. Como me dijo un buen amigo, escritor español: ¡E incluso te llegan a querer! («normalmente no más allá del 15 por ciento del PVP», agregué yo). Pero ese momento de empatía y cordialidad, en la que el editor se la juega con un autor, puede entrañar peligro. Es el síndrome de Raymond Carver.

El próximo post se publicará el martes 19 de agosto. 

Leer más
profile avatar
12 de agosto de 2008
Blogs de autor

Sobre el arte de morir

Me dio mucha pena la noticia de que Paul Newman abandonó el hospital, decidido a pasar los últimos días de su vida en su propia casa. Enfermo de un cáncer de pulmón (galopante, como suelen serlo una vez que se han revelado; mi madre murió a causa de uno de ellos en cuestión de meses), Newman cambió los cuidados intensivos y la tecnología de punta por el lugar amado. Por lo cual se hace preciso que corrija la frase del comienzo: me dio pena la noticia de que Newman agoniza, pero el hecho de que decidiese morir en su casa me otorgó algo parecido a una alegría serena. El maravilloso actor de Hud y Butch Cassidy parece además ser sabio en un arte que nuestra sociedad nos retacea: el de morir con gracia.

La cuestión me ronda la mente desde hace algunas semanas, cuando un amigo me confesó que su madre estaba muy próxima al fin, y que con su familia habían decidido apartarla de hospitales para permitirle apagarse en su propia casa. Se trataba de una mujer muy mayor, enferma de Alzheimer; un mal que, ya de por sí, lo dificultaba la posibilidad de reconocer dónde estaba y a quiénes veía. ¿Por qué aumentar su angustia y su desorientación internándola en un lugar del todo ajeno, y lleno de gente desconocida? La opción menos violenta era conservarla en su hogar, controlada médicamente de manera estricta pero de todos próxima a sus cosas, a sus aromas, a su cocina, a su cama. Consecuentemente, se extinguió en el sueño. Todas las muertes nos dejan un regusto de injusticia (¿quién puede convencernos de que ese era el momento adecuado, de que el final no podía haber esperado un tiempo más?), sin embargo la suya se pareció mucho a una muerte dulce.

Este mundo nuestro vive en una negación tan grande respecto de la muerte, que prefiere voltear la cara y permitir que las mayorías experimenten muertes violentas -lejos de casa, entubados, rodeados de rostros extraños- antes que asumirla con sabiduría. Lo cual empeora cuando se comprende que sólo la gente que está en condiciones de pagar servicios privados puede ofrecer a los suyos una muerte digna.

Deberíamos educar y ser educados sobre la muerte desde muy temprana edad. Nunca es demasiado temprano para aprender. Nunca es demasiado tarde para cambiar -a no ser que la muerte misma nos sorprenda desarmados.

Leer más
profile avatar
12 de agosto de 2008
Blogs de autor

El pecho de Berlusconi

Una de las noticias más llamativas, por no decir ridículas, de este verano ha sido el ocultamiento por un velo del pecho del personaje femenino del cuadro, La verdad desvelada por el tiempo, que sirve de fondo a las ruedas de prensa de Silvio Berlusconi. Ni siquiera han podido esperar al invierno, se lo han tenido que tapar precisamente en verano cuando las playas se llenan de top-less y todos vamos bastante ligeros de ropa por la calle. Por lo visto la medida se ha tomado para velar por la imagen del mandatario italiano, una imagen tan consolidada, tan suya, que nada, y mucho menos un inocente pecho, puede empeorar.

Leer más
profile avatar
12 de agosto de 2008
Blogs de autor

Flor de Lotto / VII

VII. La Corleonetta.

Su nombre es Apolonia y tiene mala fama. Nadie lleva la cuenta de los guapos sin sesos que alguna vez quisieron seducirla y acabaron marcados, como bueyes; si bien se habla de docenas de torpes. Ojos verdes, labios carnosos y una expresión que igual puede ser dulce o dura, según los altibajos de un temperamento que por regla rechaza los pronósticos. Puede ser asimismo ardiente o gélida, dependiendo del día, el lugar y el imbécil que la piense a sus pies.

     Apolonia, hija única del no menos escurridizo Alejandro Zarur Medinacelli, no se siente a disgusto con su nombre de pila -muy rara vez se cansa de contar que su padre la bautizó a partir de la esposa siciliana de Michael Corleone-, pero apenas permite a unos cuantos llamarla de ese modo, con frecuencia por tiempo limitado. Contra lo que los primerizos suelen suponer, prefiere que la llamen por el apodo que desde adolescente le colgó su padre, y a sus oídos rebosa autoridad. De ahí que hasta sus guardaespaldas la llamen "señorita Corleonetta", con la cabeza gacha y una mansa disposición al maltrato.

     Convendría insistir: sabe ser dulce. Como lo fue en el club de Miami Beach, durante la noche corta en que hábilmente se hizo perseguir por el tal Segismundo Andersón. Un pelmazo enamoradizo que en dos patadas la llevó a su departamento, y no bien pretendió embestirla con un beso recibió el choque eléctrico que sin más trámites lo dejó desmayado. Fue también ella quien se encargó de ponerle la primera inyección, amarrarle las manos a los tobillos y entregarlo a los dos empleados de su padre que lo llevaron del noveno piso en Key Biscayne al aeródromo en Marathon, metido en un costal.

     -¿Cómo te llamas, sweetie? -se acercó Segismundo, creyéndose agresor. Tiene la Corleonetta la habilidad histriónica de parecer bocado fácil a ojos glotones.

     -Como tu gustes, hottie -susurróle al oído la interpelada, que de ahí a Biscayne Boulevard se nombraría únicamente Sweetie.

     Andersón no ignoraba el prestigio fatal de la Corleonetta, pero estaba muy lejos de pensarse lo bastante importante para ser candidato a tropezar en sus redes, o siquiera llegar a verla en persona. Sabía, en todo caso, que la diva mentada vivía con papá en la ciudad de México y, según afirmaban los atrevidos, hallaba un regocijo incomparable en mordisquear habanos y apagarlos sobre la baja espalda de sus fugaces amantes. Ninguno de los cuales, tal parece, ha logrado arrancarle una sola palabra de afecto.

     Una vez despachado el bulto hacia Tecamachalco, la Corleonetta dormiría sola en el apartamento de Biscayne Boulevard y pasaría la mañana siguiente gastándose en las tiendas de Bal Harbour hasta el último de los cinco mil dólares que encontró en el buró de su anfitrión. Tiene ese defectillo, la niña de Don Alex. No le faltan recursos, pero igual que su padre sabe encontrar lujuria en lo malhabido. Sabe también adelantarse a las quimeras ajenas, por eso no le cabe ni la mínima duda de que el tal Segismundo más temprano que tarde va a preguntar por ella.

Mañana en FLOR DE LOTTO: VIII. Dime algo que no sepa.

Leer más
profile avatar
12 de agosto de 2008
Blogs de autor

La resurrección de los cuerpos

Rafael Argullol: Sustituyen en casos la auto-escultura por una especie de monigotes universales todos iguales, altamente difundidos a través de grandes campañas de propaganda y publicidad. De ahí que tenga algo muy angélico y demoníaco este negocio.

Delfín Agudelo: En cuestiones de cambios estéticos, hay un ejemplo que me gusta mucho y lo veo a veces en la televisión. Trata del programa que consiste en la transformación de alguien que tiene problemas de dentadura, de visión, en el rostro, de peso, etc, y luego de someterla a variadas operaciones, la convierten: su cuerpo es otro. No es solamente el cambio, sino la manera como la devuelven al mundo, puesto que organizan una fiesta, invitan a su familia y amigos a participar del renacer.

R.A.: Mientras te estaba escuchando recordé una viejísima cuestión teológica, que es cómo serían los cuerpos en el momento de la resurrección de los cuerpos. Esa cuestión teológica implicaba la cuestión moral y psicológica, porque dependiendo de cómo sería el cuerpo en el momento de la resurrección, cómo te recibirían los demás. Como en tantas otras cosas, nuestra televisión y medios de comunicación están asumiendo en nuestra época muchísimas funciones sacerdotales anteriores. Han llegado a tal refinamiento en sus propósitos que plantean la resurrección de los cuerpos. Estas pobres personas de las que me hablas, que salen en este programa, son recogidas en estado terminal desde el punto de vista de la belleza considerada por la sociedad, y comienzan un proceso de reconversión frankensteniana, son de nuevo ofrecidas a sí mismas y a los otros como resurrectos.

Ahora bien, como esa resurrección no ha sido dominada por ellas mismas, cabe preguntarse qué ocurrirá no con los otros sino con ellos mismos. No me pregunto tanto qué ocurre con el marido o con la novia, o esposa o padre del resurrecto o resurrecta; me pregunto qué está ocurriendo en su interior. Es una vieja cuestión teológica pero también es una vieja cuestión de las leyendas y de los cuentos. En la mayoría de las culturas está la leyenda y folclore de la horrorosa bruja, o de la rana asquerosa, del sapo que en realidad era una princesa, o también de cualquier monstruo que se convierte en príncipe azul. Claro, cuando eres pequeño te fascinan mucho esas metamorfosis. Pero cuando eres adulto piensas en el momento en que de bruja pasa a princesa, con una gran belleza. ¿Qué ocurre en tu interior? ¿Eras bruja o eras princesa? Esa es la cuestión.

Leer más
profile avatar
12 de agosto de 2008
Blogs de autor

La música y la atmósfera

Si Mallarmé fuera significante apto a designar la atmósfera inmediata en la que el niño encuentra un mundo, si desde el vientre materno experimentara ya los efectos de la vibración acústica propia a la veracidad de la palabra... desde luego ese niño sería fóbico al sonido perturbado que supone no ya la música ambiental, sino el discurso ambiental.

Música ambiental, en ocasiones de la llamada culta, que el usuario del ferrocarril de cercanías se ve forzado a escuchar, más o menos distraídamente, en el cotidiano ida y vuelta marcado por un trabajo embrutecedor para el que dicha música apunta a ser un lenitivo espiritual, una suerte de evasión consoladora. El cuarteto de Schubert se alterna con una romanza de Beethoven, intercalándose a intervalos la megafonía informática, o el ruido de la puerta que separa dos vagones.

O bien música de otro orden, usurpadora del término popular, que acompañada de imágenes indigentes nos sirve ese bidimensional foco permanentemente vivo que hace de nuestro nicho cotidiano un simulacro de hogar. Música, esta última, que apela simplemente a nuestra pereza; apela a esa letal inclinación por la que el espíritu se limita a iterar contenidos que un día tuvieron quizás cierta frescura. Música, simplemente que, en lugar de incentivar nuestro juicio perceptivo, nos ancla en ancestrales prejuicios, es decir, en lo ya cosificado y fosilizado.

Música letal para nuestra exigencia espiritual, acompañada de palabras no menos letales. Palabras que son mero eco de un momento esterilizador del desarrollo individual: ese momento en el que los niños abandonan la interrogación sobre lo que, en el entorno, es causa de estupor, complaciéndose en la repetición mecánica, que despoja de todo mordiente a lo que  lo un día fue descubrimiento, exactamente del mismo modo que la iteración anula la fuerza de un chiste.

La música y la palabra (siempre bajo el postulado de que, en la atmósfera prístina ambas son indisociables) sólo son legítimas si usan lo dado como trampolín para síntesis irreductibles a toda composición ya dada. Esto tiene su corolario respecto al acto concreto de la composición, a saber, la exigencia de sintetizar a partir de elementos y no  a partir de algo que ya constituye síntesis; o si se quiere: imperativo de no sintetizar con frases hechas. Tal es, desde luego, la exigencia absoluta, ya se trate de elementos musicales o de fonemas, es decir de los dos aspectos nucleares e indisociables de la palabra.

Leer más
profile avatar
11 de agosto de 2008
Blogs de autor

Los jueces de la avena Quaker

Otra vez los jueces de la avena Quaker sientan en el banquillo de los acusados a un reo de lesa moral, el ex senador John Edwards, precandidato del partido Demócrata en las recién pasadas elecciones primarias que terminó por ganar Barack Obama. /upload/fotos/blogs_entradas/quaker_med.jpgDigo los jueces de la avena Quaker, por el cuáquero que aparece en el membrete de la lata, vestido a la usanza de aquellos puritanos de atuendos oscuros y sombreros aludos que se encargaban de vigilar que el pecado no contaminara a los justos. Ninguna clase de pecado, ni los consabidos pecados mortales que merecen siempre el fuego del infierno, ni los veniales, aunque se tratara de pensamientos que nunca llegaran a resolverse en la acción, como eso de mirar con codicia al hombre o la mujer ajena, ya no se diga imaginarlos desnudos.

John Edwards, con cara de galán de cine un tanto envejecido, ha tenido que comparecer ante las cámaras de la ABC News para confesar sus culpas sexuales, y tratar de expiarlas ante el santo tribunal de la opinión pública. Su delito consiste en haberse liado en un amorío con una dama cuarentona llamada Rielle Hunter, a la que contrató para su equipo de propaganda como realizadora de un documental de campaña. Y para defenderse de sus jueces, el reo declara que nunca estuvo enamorado de ella, y que tampoco es el padre de una criatura a la que Rielle dio a luz en fechas que lucen concordantes.

Leer más
profile avatar
11 de agosto de 2008
Blogs de autor

La melena

La cabellera constituye a la Mujer misma, decía Roland Barthes. En las religiones, a la mujer se la requiere para recoger sus cabellos antes de entrar en los templos como una acción destinada a borrar su sexualidad./upload/fotos/blogs_entradas/eva_longoria_cuenta_que_su_marido_le_cort_el_pelo_med.jpg El sexo se anula en el espacio sacro mediante la ocultación de la cabellera profana que, de otra parte, según Freud, sería, convertida en trenza, otra suerte de falo que la norma religiosa castraría para impedir toda lujuria y su impuro placer. 

Incluso examinados más superficialmente, la cabellera y sus peinados constituyen el principal accesorio de la mujer, el complemento central  por excelencia. El pelo y el peinado son tan decisivos para las mujeres que el mundo se encuentra poblado de peluquerías para su atención y arreglo; y la melena, no sólo el pelo raso, trasciende por completo el mundo del aderezo para convertirse en una enseña de la feminidad.  Es así coherente que las lesbianas, orgullosas de su identidad y de su proclama,  busquen abolir este signo cortándose radicalmente el cabello. No haciendo uso, en suma,  de la melena como bandera que, en el código general movería a confusión y errores en la interpretación del gesto.  

Porque en  los gestos, la melena desempeña un importante papel de instrumentación en el arte de la seducción femenina y de la seducción en general. Ella realiza la función paradigmática de enseñar y  ocultar, el juego de fragmentar la imagen y hacer más deseable el objeto a través de las punzadas de lo entrevisto, el rostro que se deja a medias contemplar y se reserva, siendo la melena el telón y directa porción del espectáculo. Puertas  que se entornan, cortinas que descorren parcialmente, sombras que celan y encelan el objeto velado. Las mismas caricias prestadas a la melena poseen también este mix equívoco mezcla de dulzura y de agresividad, de suavidad y crimen que viene a ser la primaria receta del erotismo. Erotismo que muerde y besa la carne,  lamida como una miel y aspirada como una droga. Pieles que deliciosamente se aman juntas en un silencio infinito o que aproximadas estallan en una ensordecedora  flama.  

Leer más
profile avatar
11 de agosto de 2008
Blogs de autor

Con vistas desde el exterior

/upload/fotos/blogs_entradas/medio_sol_amarillo_med.jpgAyer volví a pecar y leí un cuento escrito por una joven tan lejana como su nombre, Chimamanda Ngozi Adichie, la historia de quien pudo ser su abuela en algún lugar del sur de Nigeria.

Me asombra que la literatura pueda infiltrarnos en almas por completo ajenas y nos deje vivir allí dentro. Es como si tomáramos el domicilio de unos nativos de otro espacio. No hay baños, ni cocinas, ni alcobas, sino la sala de las fiestas y la sala de los llantos, el cuarto de la tierra y el del agua, el lugar de la soledad y el de la reunión. Entonces constatas que nuestra alma es un invento de artífice desconocido. El célebre demiurgo, el gran arquitecto, no es sino el océano de signos y palabras que nos da forma, o mejor, en el que nadamos sin saber que estamos sumergidos. Yo me he visto a mí mismo desde el alma de una abuela subnigeriana y he constatado que soy raro.

La reacción usual es tratar de adaptarse al otro, digerirlo y asimilarlo. Lo tengo por un ideal propio de sociedades satisfechas de sí mismas. Me temo que oculta la exigencia de que todos seamos iguales. A pesar de ello, se entiende la disposición: es terrible que haya gente diferente a uno mismo, sobre todo en países tan gregarios como los nuestros. Los europeos hemos impuesto un alma cristiana, científica y técnica a todos los pueblos del planeta. Y también un modelo de libertad basado en el número, la proporción, el cálculo estadístico al que llamamos democracia. Los pueblos del África subnigeriana no participaban de esta concepción matemática de la libertad, lo cual no impide que vivieran con la misma emoción que nosotros el momento de tomar decisiones libres. En este cuento, el madurado día en que la viuda Nwambgba decide entregar a su hijo a los misioneros católicos para que le enseñen inglés, lengua que da poder. Decisión libre que trae consigo, al cabo de muchos años, el regreso de su nieta desde una universidad británica al poblado, con la intención de cambiar su nombre, Grace, por el de Afamefuna y de ese modo recuperar un alma momificada en los libros de antropología.

Artículo publicado en: El Periódico, 9 de agosto de 2008

Enlace de interés: Lista de diez libros que cambiaron la vida a 100 escritores en español (El País Semanal, 10 de agosto de 2008)

 

Leer más
profile avatar
11 de agosto de 2008
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.