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Sátira literaria del amargo espectáculo

 

Leo la nueva novela de Juan Goytisolo (El exiliado de aquí y de allá, Galaxia Gutenberg) y anoto en los márgenes:

 

  • 1. En el simulacro del mundo global sólo un gesto es verdadero: la credulidad.
  • 2. La condición ingenua organiza la percepción contemporánea y da forma a las convicciones.
  • 3. Los ciudadanos conmovidos se sienten tan orgullosos de sus creencias como de su identidad.
  • 4. La participación en el misterio teatral de nuestro tiempo es plenitud tautológica: ser es creer lo que se cree.
  • 5. La fascinación por el espectáculo procura una incesante producción de credulidad.
  • 6. La gobernanza global maneja esta poderosa fuente de energía social como si fuera un inagotable campo petrolífero.
  • 7. Las nuevas ficciones narrativas han derrotado al escepticismo y, por lo tanto, han acabado con el conocimiento.
  • 8. La epidemia emocional de los creyentes es devastadora: nada refuta a la credulidad, todo la alimenta.
  • 9. Hubo un tiempo en que el sentido de la ética obligaba a suspender el juicio; hoy lo excita, lo jalea y lo celebra: sea cual sea el veredicto.

 

Con la elocuencia de su afilada prosa, Juan Goytisolo hace transitar al protagonista de su novela por la delgada línea que separa (y une) al Sistema del Antisistema y procede a desbrozar sin piedad la credulidad que nos confunde.

Con una ironía concebida para inspirar amargura, Juan Goytisolo zarandea el árbol de cuyas ramas sólo caen frutos podridos: la ilusión de los sentidos (en su doble aspecto de engaño y entusiasmo), la farsa de los ideales y el negocio mediático del Terror (que hace rentable el estado de pánico permanente).

Los capítulos de El exiliado de aquí y de allá emulan la naturaleza fragmentaria del relato contemporáneo y ridiculizan -con sarcasmo trágico- el síncope de la cultura: esa "pérdida brusca y repentina de conciencia" que precede a los ataques cerebrales.

Como preludio del colapso que se nos viene encima, la novela de Juan Goytisolo es la sátira literaria de lo que ya está aquí: la simbiosis creativa entre los servicios de espionaje, los grupos terroristas, el espectáculo de los medios y la credulidad de los ciudadanos.

Juan Goytisolo nos cuenta la verdad evidente tras la verdad oculta: el requeté etarroleninista, el yihadista y la brigada de espías mercenarios yacen en promiscua comandita y hacen de su cadena de atentados nuestra cadena perpetua.

Sabiendo que la emoción auspicia a la madre de todas las batallas (esta tercera guerra mundial), JG somete su propia emoción con una prosa cuyo sarcasmo es demoledor. No quiere alimentar la bulímica credulidad del hombre y renuncia a toda prédica: los ideales y las creencias son las trampas de nuestro tiempo.

La elegancia expresiva de la novela permite al autor mencionar mucho más de lo que llega a decir pero todo en ella sentencia al insólito siglo XXI: la envergadura de un engaño global cuya magnitud ha sido, hasta hace poco, inconcebible.

 

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30 de julio de 2008
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Hasta luego, míster Salinger

Mientras los grandes grupos editoriales se muestran cada vez más reacios a publicar libros de cuentos, algunas editoriales independientes han decidido ocuparse muy en serio del género. En España, es ejemplar el caso de Páginas de Espuma: su editor, Juan Casamayor, prácticamente publica sólo libros de relatos (la editorial tiene una modesta colección de ensayo). Gracias a Páginas de Espuma, llegué a magníficos libros de Fernando Iwasaki, Ana María Shua y José María Merino. Ahora es el turno del venezolano Juan Carlos Méndez Guédez; su libro Hasta luego, míster Salinger, ofrece una mirada sensual y risueña del amor, no exenta de una nostalgia agridulce.

Méndez Guédez es uno de esos escritores incapaces de escribir una frase floja. La prosa destella; hay ecos del mejor Bryce Echenique -ese gran escritor a quien hace mucho tiempo echamos de menos--, pero la elegancia, la levedad y el sentido del ritmo son todos suyos: "la madre de Alberto era un olor cremoso, un olor cítrico y acaramelado que flotaba como una nube y que era su anuncio, la orilla de un olor, la esponjosidad de un olor, el olor mismo, y luego la madre de Alberto".

Hasta luego, míster Salinger tiene algunos relatos, como "En marzo florecen los prunos", que se leen como poemas en prosa (no desconfíen: estamos en buenas manos); hay otros en los que el recuerdo del amor pasado se convierte en conocimiento del dolor ("Tus ojos que me olvidaron tarde", "La Nova 74"); hay el ocasional texto que no funciona del todo ("Amanecer"), y al menos un par de cuentos magistrales ("El ojo insomne de las peceras" y el que da su título al libro).

"Una ciudad es sólo el lugar donde abrazas y te abrazan", leemos en uno de los cuentos; esa frase podría ser el emblema de este libro. El gran logro de Méndez Guédez es haber rescatado esta frase de los peores lugares comunes de la poesía amorosa en español (digamos, el Benedetti más adolescente).

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30 de julio de 2008
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Natalia Ginzburg

/upload/fotos/blogs_entradas/natalia_ginzburg_med.jpgEstoy leyendo Familias (Lumen), de Natalia Ginzburg. No me canso de leer a esta escritora. Es maravillosa. He terminado la novela corta El camino que va a la ciudad, incluida en el volumen, donde aparece el mismo tipo de familia que en Las Palabras de la noche, en Léxico familiar o en Querido Miguel y en prácticamente toda su obra, pero precisamente El camino... es su primera novela, la publica en 1942. Y es genial. Cada página que leo me deja pensando en el descomunal talento de esta mujer. Todo lo que pueda decir sobre ella se queda corto. Podría lanzarme a hablar ahora mismo de sus personajes, sobre el pequeño mundo que crea y en el que podemos sentirnos todos a través de estas tiernas y ásperas almas errantes que aparecen y desaparecen de la faz de la tierra para nuestro deleite. Pero hay algo que cuesta definir, llegaría un momento en que tendría que callarme porque el milagro se escapa entre los dedos. Así quien quiera saber de qué va esto, quien aún no le haya hincado el diente a la Ginzburg, que vaya a la fuente, que la lea y se quedará embobado.

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30 de julio de 2008
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El vicio de la virtud / III

III. Justa, pero no apretada.

Somos legión quienes sobrevivimos a la infancia procurando el arribo de esta dama, y es desde entonces que la sobrestimamos. Más todavía cuando la confundimos -cosa común en los afortunados- con algún privilegio caído de ese cielo del que ella rara vez suele venir. Pero tiene sus fans, que aunque no la conozcan invocan su presencia con falsa beatitud. Los perdedores y sus buenos amigos, los envidiosos, suelen llamarla a gritos destemplados: ¡Justicia!, sólo para que en su lugar acuda la revancha. ¿Cómo van a querer simple justicia el revanchista y el privilegiado, si al fin con ella quedarían iguales? Puede uno soportar a un rival vengativo, pero difícilmente aguantará a un igualado.

     Espera uno mucho de la justicia cuando le han limitado la libertad. Se asoma un sentimiento de alma subalterna tras la esperanza de recibir justicia, e incluso en el impulso de hacérserla uno mismo. Un ansia cobradora tan difícil de saciar como la comezón de la lujuria. Es fácil sospechar que da uno más justicia de la que recibe, a la amargura le sobran coartadas para tratar de explicarse a sí misma. Nadie se siente injusto, y cuando lo parece siempre puede alegar que está haciendo justicia.

     Por más abominables que parezcan, las injusticias son grandes proveedoras de energía. Desconfío de los artistas que jamás han sufrido una injusticia: se parecen a esos amantes aburridos que no conocen ni de lejos al rechazo. "No es justo", refunfuña el niño traicionado, con la cara empapada en lágrimas y juraría que ya la vida le debe algo. Imposible confiar, asimismo, en quienes hacen de esa presunta deuda una profesión. Acreedor del destino, que chamba más penosa.

     Dudo que exista edén más temible que el de la justicia. Entre los justos no hay ironía precisa ni arte que valga. Escribo justamente para ser injusto. Sospecho fatalmente que la justicia, siempre tan engañosa, se parece a una bruja con los ojos saltones y el recto contraído; una recta que vive en lo correcto. Horror de los horrores, quién va a querer salir con semejante engendro jacobino. Al menos la injusticia ya sé que es una zorra y va a acabar pidiendo los platillos más caros del menú.

     ¿Justicia? ¿Como para qué, pues? Más champagne, por favor. En el primer descuido, me le escapo y la dejo con la cuenta.

 

Mañana: Más fuerte es el bouquet.

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30 de julio de 2008
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La realidad, esa novela negra

No es una trama de Stieg Larsson. No estamos en Suecia. No leemos las noticias sobre negocios y negociantes sucios en Millennium. Tampoco tenemos la suerte de tener una investigadora tan peculiar como la joven Salander, fascinante con sus piercings y sus tatuajes. Nada de eso nos hace falta para trasladar historias de corrupciones, negocios sucios, falsa moralidad, mentiras, robos, amenazas y seguramente otros delitos mayores, otras turbiedades para las que vendrían muy bien investigadores como los que inventó Larsson.

/upload/fotos/blogs_entradas/miguel_bernad_med.jpgEn la portada de El País de ayer: "Manos Limpias", ese turbio sindicato de orígenes poco claros, de procedencia de extrema derecha, ese que desde hace más de una década presenta denuncias judiciales por corrupciones o malas prácticas, es el mismo que está imputado en planes urbanísticos, comisiones ilegales, extorsiones y otros escándalos.

Por poca memoria que se tenga, por poco politizados que seamos, por mucho escepticismo que se nos haya instalado en nuestras vidas, en nuestros pensamientos, ¿cómo podríamos fiarnos de un secretario general de un falso sindicato que haya militado en Fuerza Nueva?

Fuerza Nueva, representó lo más oscuro de las oscuridades del franquismo. Defensores de los asesinos fascistas,  racistas, de estricta  moralidad ultra católica, de doble moral como comprobamos por sus realidades, de manifiesta incultura, de violencia, de falta de ética, de intenciones y realidades corruptas. Esos "patriotas" son los llamados "Manos limpias". Por favor, que venga la joven Salander. Que mire en sus ordenadores, que escuche sus conversaciones, que desenmascare- un poco más- a estos tipos de negritudes. No de ficción. Sino una parte de la verdadera novela negra de nuestra realidad. Después hablamos de crisis. Antes atrapemos a los corruptos. Que lean novela negra, pero en la cárcel. Nunca me fío de los que presumen de manos limpias.

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30 de julio de 2008
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La mano abierta de Fátima

/upload/fotos/blogs_entradas/la_mano_de_ftima_med.jpgIgual que las flores, de las que se vacían las floristerías de Managua cada vez que la pareja gobernante comparece en público, los protege de adversidades y envidias la mano abierta de Fátima con un ojo al centro,  llamada así según la tradición mahometana, y también mano de Miriam, según la tradición talmúdica, que aparece rodeada de un collar de serpientes.

Se trata de un símbolo esotérico de edad milenaria pintado en la pared detrás del sitial presidencial en medio de un mar de abigarrados colores, como si después de ejecutar los trazos de la mano sagrada de los taumaturgos de oriente, el artista hubiera terminado su trabajo a baldazos de pintura. Pero no se equivoquen. También esos colores tienen un sentido mágico protector, igual que lo tienen las limpias y sahumerios para quienes se cuidan de las intenciones adversas.

Antes, muchos pensaban que las acciones del presidente Ortega en política internacional estaban dirigidas por la mano del presidente Chávez más que por la mano de Fátima, ya que todos los pleitos de Chávez eran asumidos con vehemencia furibunda por Ortega, o se acoplaba con él para hacerle segunda.

Pero ya no es tan así, según los últimos acontecimientos, porque Chávez parece conocer mejor la naturaleza de sus intereses.

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30 de julio de 2008
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El mar

"Para que una cosa se vuelva interesante, basta contemplarla largo rato", decía Flaubert. El mar que se extiende, sin embargo, ante mi chalet de Santa Pola actúa con tan avasalladora presencia que de no contener la visión su desaforada personalidad nos tragaría.  El mar es eso lo que tiene: siempre se presenta de un vistazo como si él mismo irreprimiblemente conllevara de antemano un largo rato contemplándose, recreándose o perfeccionándose en una obsesiva autocontemplación sin tregua. Su rato es parte de su grandeza sin tiempo limitado. Dentro de su formidable extensión el tiempo se allana, bucea o se evapora. La persistencia de una vida sin fin ni sosiego, sin evolución ni medida se resuelve en la fluidez del mar y su superficie de alquitrán o acero. El dolor o la placidez, la placidez de este Mediterráneo que se despliega ante la casa tiende a confundirse de la mañana a la noche con la personalidad de los dulces demasiado orgullosos de sí y en cuya posible delicuescencia orgánica se suman los sabores de todos los colores escarchados. Este mar azul u azul marino reúne así la totalidad del arco cromático puesto que de una u otra manera predomina la importancia del brillo que no es sino el cristal de azúcar en donde se presenta su pupila y su óptica integral. La suprema cualidad, en fin, de hacerse a la vez obsceno y máximo observador, objeto de halago y dictador de la concupiscencia de la vista, su éxtasis y su ceguera.

¿Rechazar el mar? La mitología marina ostenta tan amplio prestigio y aglomeración que cualquier  rechazo pone en cuestión a quien la cuestiona. No amar o admirar el mar vuelve al sujeto objeto de sospecha, porque  condena ¿qué patología de la sensibilidad, qué obturación del corazón o impermeabilidad de la mente  impediría  bañarse en su belleza? Justamente el mar es la belleza totémica, democrática, satinada, masiva, refulgente, mágica. Hay tantos mares posibles, todos invariablemente bellos, que absorben no importa qué tributo de admiración. Ser hechizado por el mar coincide con el efecto del hechizo primigenio, materno, fundacional, piscícola y fácil. Mirar y mirar el mar no ayuda por tanto a convertirlo en nada mejor. Más bien la nueva contemplación exaspera la violencia de su  resplandor y como un bestial espejo de verano nos lamina, como una claridad gigante nos vela, como una espacialidad sin piedad ni límites de interés, recibe nuestra vista y nos suicida. 

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30 de julio de 2008
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Vampiros negros

Ya dije alguna vez que de todos los ciclos de Prime Suspect, la miniserie protagonizada por Helen Mirren de la que sigo siendo fan, el tercero, estrenado en 1993, es aquel que más me conmueve. Sus episodios ponen siempre el dedo en la llaga de un tema relevante -racismo y fascismo, discriminación de género, la impunidad de los criminales de guerra-, pero Prime Suspect 3 tiene por protagonistas a las víctimas más desvalidas: los chicos de la calle. Una narrativa que se vuelve infinitamente más cruel -a extremos dickensianos, aunque sin catarsis final ni alivio alguno- dado que aquellos que abusan de estos chicos son, precisamente, las personas a quienes se les prepara y paga para cuidarlos.

Pensé de inmediato en Prime Suspect 3 cuando me enteré de un caso que destaca en estos días en diarios y noticieros de Argentina. Se trata de una banda de pedófilos que recluta adolescentes en situación de riesgo, ubicándolos en cibercafés y seduciéndolos con regalos. Sería apenas una noticia triste más (o alentadora, si se quiere, en la medida en que sus responsables habrían sido detenidos), de no ser porque uno de sus miembros más notorios sería Jorge Corsi, psicólogo, autor y director de la carrera de Violencia Familiar en la Universidad de Buenos Aires. Dicho de otro modo: un profesional de la salud mental, especializado en criaturas que resultan víctimas de abusos, que utiliza su saber y su experiencia para producir nuevas víctimas. El lobo al cuidado de las ovejas...

/upload/fotos/blogs_entradas/prime_suspect_31_med.jpgEste tipo de crímenes me estremece el alma. Es que a diferencia de otros delitos, estos casos en que una figura presuntamente benefactora -padre o madre, cura o psicólogo, tutor o maestro- abusan de la debilidad de quien está a su cargo o se les acerca en busca de ayuda, me parecen de una saña inenarrable. Más allá del daño puntual, le amputan a la víctima la posibilidad de creer en el bien; desde la caída en adelante, recelarán sin duda de la mano tendida de cualquier samaritano. No es casual que uno de los hombres arrestados en la causa sea una vieja víctima del mismo círculo, reconvertido en reclutador de inocentes. ¿Qué otro grupo lo aceptaría, se habrá preguntado esta pobre criatura miles de veces, después de haber sido convertido también él en monstruo?

Estaba a punto de reforzar la idea, diciendo que no existe nada más imperdonable que el sistema que por acción u omisión condona el abuso de los más débiles. Y entonces descubrí que acababa de acuñar una descripción precisa de nuestras sociedades capitalistas, que huelen la debilidad con inefable instinto carroñero y disponen del cuerpo de sus víctimas antes de que hayan muerto.

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30 de julio de 2008
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Encantamientos contemporáneos

Hemingway de cacería. Fotografía tomada de "Honey for the Bears. Essays and commentary by Matthew Asprey", http://matthewasprey.wordpress.com/2007/12/03/

Rafael Argullol: En nuestra época hay otros encantamientos que marcan esa especie de ilusión de las multitudes.

Delfín Agudelo: ¿Qué espacios, o de qué manera estos espacios pueden generar los encantamientos sobre el público masivo? No deja de ser un encantamiento que no esconde nada.

R.A.: Es el encantamiento de la aventura que te ofrece la publicidad de los viajes organizados. Desde los más efectivos de nuestra época, siempre hay que medirlo en términos económicos. No soy marxista, pero aún sigo utilizando uno de los análisis marxistas. Si ves que la industria del turismo organizado es de las principales del mundo, deduces su importancia. Si vez que la industria de salud es de las principales del mundo, deduces su importancia, puedes tener el encantamiento de la salud del cual podemos hablar en otra situación. Uno de los más importantes encantamientos de nuestra época, incluso de los más imprevistos de hace cincuenta años, es el que se produce a través de los deportes y especialmente el fútbol. Ya finalizada la Eurocopa podemos mencionar hasta qué punto de paroxismo se lleva el encantamiento. El espectador que está asistiendo al partido no solo cree que está haciendo deporte, sino que cree que está asistiendo a una lucha épica. El espectador no solo confunde o sustituye al Aquiles antiguo por cualquiera de los futbolistas de nuestra época sino que a él mismo le parece que está participando en la guerra de Troya como los lectores de la Ilíada creían que estaban participando a través de las aventuras más o menos sangrientas de Aquiles.

Aquello era la épica del encantamiento que utilizaban lo que llamamos tiempos homéricos, y para nosotros hay una época del encantamiento que es ésta, pero no deja de ser una encantamiento falseado y fraudulento en el sentido más estricto del término. Aquél que tiene problemas de peso que está en el partido de fútbol ni hace deporte él mismo ni arriesga nada él mismo: es todo a través de la negación. Funciona de la misma manera que al turista organizado que va a Kenya le montan un safari con todas las supuestas emociones del safari, pero no lo dejan matar elefantes porque ya está mal visto hacerlo; le prometen que la emoción será la misma que en la época que Hemingway mataba elefantes. Al gordito espectador de la final de la Eurocopa le hacen crear masivamente la ilusión de que no solamente está contemplando un acontecimiento heroico en la historia del mundo y sus efemérides, sino que él es partícipe de ésta. Y ahí vemos cómo se manifiestan las formas de encantamiento. Por ejemplo con la cirugía estética, que promueve una especie de democratización absoluta de la belleza física a través de una publicidad masiva que se ha convertido en una de las industrias más importantes del mundo, están promoviendo en la gente la idea de que prácticamente son top models, y a través de esto se están convirtiendo en reinas y reyes de la belleza. Para mí es uno de los grandes temas de la condición humana. Pienso que deberían estudiar la historia humana no a través de las cosas que nos han hecho estudiar en las escueles y universidades, que están muy bien, pero el eje de  la forma humana es decir qué formas de encantamiento tenías en esa época y te diré quién eres.

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30 de julio de 2008
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Si Mallarmé

Aun con el bagaje elemental de que ahora dispongo, y aceptando por un momento esa conjetura de un origen en el que canto y palabra son indisociable matriz, cabe ya quizás avanzar la siguiente pregunta: ¿cómo era esa atmósfera primigenia, que un niño recrearía en el acto mismo de adentrarse en el lenguaje?

No somos ya obviamente niños, pero ¿está ya definitivamente perdido para nosotros todo rescoldo de infancia? Aquí es dónde cuentan los grandes de la narración y los grandes del verso. Cuentan Mallarmé y Garcilaso, como cuenta Marcel Proust. Cuentan no tanto por esa profunda reflexión (implícita en general) que realizan sobre las condiciones en que un decir verídico es posible y que pueden llegar hasta la exigencia de inmolación, sino por la veracidad de su decir mismo.

Veracidad del decir, del que separa ahora nuestra propia subjetividad, pues a diferencia del niño que ve las cosas a través de las palabras, nuestra subjetividad (tan cambiante en sus objetivos como idéntica a sí misma en el grado de fidelidad a prejuicios) intenta hacer de la palabra un instrumento al servicio de mundanos intereses.

Esos grandes a los que me refiero hacen incluso velada alusión a lo que sería un mundo en el que la palabra verídica y la música a ella inherente constituyeran realmente atmósfera. De ahí la expresión Si Mallarmé... que situaba al principio y a la que ahora doy complemento:

Si Mallarmé fuera atmósfera no habría en nuestro universo algo así como el discurso poético...simplemente porque tal decir sería nuestra relación inmediata con el lenguaje, y por mediación de ello nuestra relación con el mundo. Si Mallarmé fuera atmósfera, Parménides sería realmente lo que tal significante indica (aunque por desgracia ya asténicamente, extraviado como está su texto en uno de los compartimentos de la división de las tareas del espíritu y esterilizado por las gélidas matizaciones de la erudición filológica) a saber, la indisociabilidad de la radicalidad del pensar y de la veracidad del hablar. Si Mallarmé fuera palabra que resume lo usual de nuestra escucha y no mero significante privilegiado de esa rama tangencial que sólo a unos concerniría y que denominamos poesía (exquisitez para ociosos y en consecuencia moralmente deleznable)... entonces el entorno natural y social, los árboles, las ciudades, y los campanarios tendrían algo que ver con la atmósfera musical, cuyo eco al menos intentaré, algo más adelante, hacer presente invocando textos de la primera narración de la Récherche:

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30 de julio de 2008
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