
Sergio Ramírez
Igual que las flores, de las que se vacían las floristerías de Managua cada vez que la pareja gobernante comparece en público, los protege de adversidades y envidias la mano abierta de Fátima con un ojo al centro, llamada así según la tradición mahometana, y también mano de Miriam, según la tradición talmúdica, que aparece rodeada de un collar de serpientes.
Se trata de un símbolo esotérico de edad milenaria pintado en la pared detrás del sitial presidencial en medio de un mar de abigarrados colores, como si después de ejecutar los trazos de la mano sagrada de los taumaturgos de oriente, el artista hubiera terminado su trabajo a baldazos de pintura. Pero no se equivoquen. También esos colores tienen un sentido mágico protector, igual que lo tienen las limpias y sahumerios para quienes se cuidan de las intenciones adversas.
Antes, muchos pensaban que las acciones del presidente Ortega en política internacional estaban dirigidas por la mano del presidente Chávez más que por la mano de Fátima, ya que todos los pleitos de Chávez eran asumidos con vehemencia furibunda por Ortega, o se acoplaba con él para hacerle segunda.
Pero ya no es tan así, según los últimos acontecimientos, porque Chávez parece conocer mejor la naturaleza de sus intereses.