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El tambor

La melancolía es adictiva. Dentro de ella se mezclan fácilmente  el pasado y el presente así como las ropas que se revuelven sin orden en una colada. De unas a otras trasmigran olores y manchas sin que al cabo de la función quede nada a la vista de unas y otras. Queda, de nuevo, la melancolía de su rastro apegado a la historia de las prendas que ha desaparecido sin perder, no obstante, otra presencia. Paralelamente, el olvido opera como el tambor de una lavadora en cuyo seno galopan los restos de una y otra historia confundida. Residuos de tinte y detergentes, ínfimas hilachas del tejido, erosiones de los corchetes, los botones o los pasadores del sujetador. Mínimo universo de piezas reducidas a la mínima expresión y que tan sólo un laboratorio esmerado devolvería a la evidencia de su realidad.

Más o menos como se consigue mediante la profesionalidad del recuerdo emplea que repone  por imantación, temperatura y mordimiento la materia que habiendo perdido su diseño original pervive como una reliquia sin otra condición que lo sagrado y, como tal, elige como sede exclusiva la delicadeza de la memoria. Sede especial en donde se posa la vida cuando ha dejado de poseer acción, sufrimiento, utilidad o destino y, entonces, liberada de cualquier quehacer se traduce en reliquia pura. La reliquia dorada que  incluye hoy esta jaqueca. La jaqueca que reproduce la estructura endurecida de la ya vana construcción. La construcción que la imaginación todavía inventa como hábitat del pasado desgastado, centrifugado, roído, desintegrado en las partículas que revolotean en el rumoroso lavado del tambor.

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26 de agosto de 2008
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Flor de Lotto / XVI

XVI. El caso de la causa fantasmal.

Hay cierta clase de mujer con la que todos quisieran dormir, pero nadie tener que despertar, se confiesa Andersón una vez que la Corleonetta dio el portazo final y salió a recoger su Trans-Am convertible carmesí, inconfundible gracias a las vestiduras atigradas y la Venus de Boticcelli dorada sobre el tablero, justo debajo del retrovisor. Al fuego desatado de la noche anterior lo había seguido una erupción de mal humor en la mañana. Pero es que él se lo dijo y ella no le hizo caso. Ese polvo maldito le jode la nariz, algo tiene en los senos frontales que se le queda allí la caspa del demonio. No ha ido a ver al doctor, sólo sabe que si le da un jalón va a pasarse dos meses moqueando y estornudando. Se lo advirtió a la bruja y ella le metió el polvo a la fuerza. ¿Con qué derecho se le pone así sólo porque atinó a estornudar enfrente de la coca que quedaba? Le pegó, lo pateó, le escupió, pero acabó inhalando de la alfombra, como un oso hormiguero con la trompa cortada. Vas a pagar por esto, le advirtió y desapareció tras de la puerta.

     -Sosiégate, amiguito. Deja ya de contarme pendejadas que yo no puedo ni decir que oí. A menos que quisiera ir a tu entierro, y a mí esas ceremonias me aburren mucho, ¿sí? ¿Me sigues, Andersón? No empieces a aburrirme porque voy a acabar comprándote flores, y tú no vas ni a olerlas, por andar de hocicón. Si tú me dices que el problema está en que a la Corleonetta se le agotaron los caramelos, yo le mando contigo una joya noventa y nueve por ciento pura que la va a hacer lamerte las botas con las que acabas de pisar cagada. ¿Qué más quieres, pendejo? Más no puede hacer nadie, ni Don Alex. ¿Pero qué tal me andabas preguntando por ella?

     -Tú me metiste en esto. Tú le dijiste cómo y dónde encontrarme en Miami -Segismundo no se decide entre ladrar y susurrar su desososiego en el teléfono. Está en una cabina, no lejos del hotel. Duda aún si lo siguen, pero ya lo presiente. Cierra los ojos e imagina de vuelta a Don Alex ufanándose de que su hija tiene los brazos aún más largos que él.

     -Yo le di lo que me pidió, Segismundo. Y eso mismo harás tú, mientras tengas el tino de evitarnos la joda de darte sepultura en solemne momento. Te estás tirando al diablo, Andersón. Si te gustó la cola, aguanta el trinche.

     -¿Y por qué yo, Mauricio? ¿Para esto me sacaste de Vegas?

     -Tú, amiguito, eres una ficha afortunada. No a cualquiera le pasa, y es posible que a ti te haya pasado porque eres todavía más cualquiera que los otros. ¿Sabes por qué nadie ha logrado hacer lo que tú vas a hacer? Ninguno ha conseguido despojarse del móvil cómún en este caso, que es una causa.

     -Según tú, yo no tengo una causa.

     -Las fichas no tienen causa, aunque valgan por diez millones de dólares. Son fichas, ¿ya me entiendes, amiguito? La última vez que te vi, estabas de quejiche porque el patrón se había deshecho de dos fichas y sólo te pedía que acabaras la chamba con pulcritud. ¿Sabes qué sucedió, en la práctica? Simplemente, la ficha con el nombre de Segismundo Andersón acabó por comerse a las dos que a su vez querían merendárselo.

     -¿Peones que comen peones?

     -No te engañes, mi Segis. Esas son piezas, ya te dije que tú eres una ficha. Una pinche ficha. De plástico, redonda, igual a tantas otras. Y aun así te andas comiendo a una reina... Si fueras más despierto, evitarías hacerme tantas preguntas. Yo, por ejemplo, sí que soy un peón. No tengo pretensiones, pero sirvo a mi reino hasta donde puedo. No conozco la causa que me anima, sin embargo sospecho que es la vida. Una causa muy linda, ¿No, amiguito? Ahora cuelga el teléfono, que te están esperando.

     Segismundo está a punto de mirar hacia atrás de la cabina cuando una pieza de metal en la espalda casi inmediatamente se la baña en sudor. Alguien que no quisiera ser identificado lo invita a acompañarlo abordo de una enorme camioneta blanca. Mira el reloj: son casi las cinco de la tarde. No lo recordará cuando despierte del cachiporrazo que ahora mismo lo libra de toda congoja.

Mañana en FLOR DE LOTTO: XVII. Donde la estrella es usted.

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25 de agosto de 2008
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El canon de los escritores en español

Hace un par de semanas (10 de agosto), el suplemento dominical del periódico El País publicó un reportaje acerca de los cien libros elegidos por cien escritores en español. Cada escritor debía hacer una lista de diez libros, en orden de importancia; si bien la pregunta no pedía necesariamente hablar de los libros que considerábamos mejores, sino de los que nos habían marcado, los resultados, igual, pueden leerse como una suerte de canon, un corpus de textos fundamentales para los escritores hispanoamericanos. El reportaje es revelador en más de un aspecto:

Dos tercios de los escritores encuestados son españoles; el resto, latinoamericanos. Los resultados hubieran sido muy diferentes si el reportaje lo habrían hecho Clarín, La Tercera o algún periódico de El Salvador. Por ejemplo, en el lugar 98 de la lista se encuentra "Harri eta Herri" ("Piedra y Pueblo"), de Gabriel Aresti. ¿Quién en América Latina conoce a este escritor? A favor de los españoles: ningún libro de Camilo José Cela aparece en la lista.

Un amigo catalán me comentó que la lista mostraba no tanto lo que había marcado a los escritores, sino la forma en que ellos querían verse: como seres sofisticados que pueden tener un lugar en su corazón para Verne, Salgari y Dumas, pero que, a la hora de la verdad, preferirán mencionar a Cervantes, Proust, Homero, Kafka (los cuatro autores cuyos títulos ocupan los primeros cinco lugares de la lista). Siguiendo esta lectura, habría que preguntarse cuánto de embuste y falsa apariencia es parte fundamental de la confección de un canon.

De los primeros veinte títulos, sólo cuatro son de escritores en español: Cervantes, Borges, García Lorca y Rulfo. Nos gusta leer traducciones, somos muy receptivos a lo que se escribe en otras latitudes, lo cual suele ser saludable, aunque a veces va incluso en desmedro de lo nuestro. Los que han visto estas listas en periódicos de los Estados Unidos e Inglaterra saben que allí los veinte primeros títulos incluirían al menos quince escritos en inglés.

¿Qué queda del Boom? Mucho Vargas Llosa. Cuatro títulos suyos aparecen en la lista: La ciudad y los perros (44), Conversación en la Catedral (70), La guerra del fin del mundo (79) y La tía Julia y el escribidor (88). Aparte de él, hay lugar para Rayuela (41) y Cien años de soledad (59). Carlos Fuentes no existe.

El canon, hoy, responde también a lo que el mundo editorial dice que importa: la novela. Entre los primeros veinte libros sólo aparece uno de poesía (Poeta en Nueva York), tres de cuentos y relatos (Ficciones, los cuentos de Chejov, Las mil y una noches), y uno de narrativa que entrecruza la parábola con los aforismos y la novela-río: la Biblia. El primer libro de ensayos en la lista es el de Montaigne (23). Por lo demás, reinan los novelones: Don Quijote (1), En busca del tiempo perdido (2), Ana Karenina (6), Moby Dick (7), Guerra y Paz (9), Los hermanos Karamazov (12)... Hablamos mucho de nuestra predilección por la novela corta, pero a la hora de votar sólo nos acordamos de La metamorfosis (5).

Se trata de una lista muy estática: este reportaje podría haber sido publicado treinta años atrás sin muchos cambios. Para sorprenderse hay que llegar al lugar 28 (El corazón es un cazador solitario), no tanto porque la McCullers no lo merezca, sino porque ¿podía sospecharse que estuviera tan arriba, que su novela fuera para tantos escritores superior a Cien años de soledad?; seguir hasta el 54 y vérselas con El largo adiós, encontrar los Aforismos de Lichtemberg en el 81. Del Dream Team inglés sólo está Ishiguro, y podemos haber leído mucha ficción norteamericana de los últimos veinte años, pero a la hora de elegir nos quedamos con Salinger. Y a pesar de que todos los títulos de la lista de Alejandro Zambra sean de libros de Perec, no es suficiente: el autor de La vida instrucciones de uso tampoco está entre los cien.

¿Qué es el canon? Fernando Iwasaki dice que lo único concreto es que se trata de una marca de impresoras. Todo lo demás debería ser discutible, a pesar de que listas como ésta tiendan a una sospechosa inmovilidad.

La Tercera, 25 de agosto 2008

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25 de agosto de 2008
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Contra la derrota

"La derrota ya tiene suficientes

enamorados. Este

día feliz del centro del verano

les plantearemos cara"

 

Esos versos del poeta Juan Antonio González Iglesias marcaron mi inicio de espectador de los juegos que acaban de terminar. Estoy con la melancolía del día después. No me gustan las ceremonias. Mucho menos las de clausura. Las mañanas del final del verano- ya no son las del "centro del verano" del poema- siguen teniendo sentido pero no es lo mismo. Ya no ordena nuestro tiempo, nuestras emociones la cita con estos hombres y mujeres que durante unos días, en unos segundos o en unas horas, nos permiten participar en una fiesta global, en una gloria antigua que viene de Grecia, de cuándo fuimos paganos. Se terminaron los días olímpicos. Se termina madrugar para ser el que mira el juego. Habrá que esperar unos años para volver a la cita con ese lugar dónde los hombres aplauden a los raros atletas.

Nostalgia de los cuerpos de las atletas. ¿Dónde pasará el invierno Yelena Isinbayeva? A la olímpica pertiguista no le gusta hablar. Prefiere hacerlo. Le gusta estar sola en la cumbre. Y a mí me gustaría seguir mirándola.

Estoy en el pueblo con más medallas por metro cuadrado del mundo, en Aldán. El pueblo de Carlos Pérez, oro en regatas. El pueblo de David Cal, cuatro medallas le contemplan al hijo del panadero, al chico que creció trazando líneas en las aguas de esta pequeña ría. La misma ría de las hermosas piragüistas Teresa, Sonia, Tamara. Llegaran con sus medallas. Con su hermosa victoria contra la derrota. Chicos y chicas jóvenes que entrenan escuchando rock urbano en sus mp3. Chicos del Morrazo que durante unos días han sido los héroes de nuestros sueños de verano.

/upload/fotos/blogs_entradas/david_cal_med.jpgUn hermoso poema dedicó González Iglesias a David Cal en sus "Olímpicas". Algunos versos decían esto:

 

"....En internet lo llaman un tímido de oro.

El piercing de su boca es un punto de acero.

Ama los monosílabos.

Es de un pueblo pequeño. Cada día cargaba

con esa embarcación esbelta y frágil

y remaba en el mar de la monotonía

inconsciente, constante, lo mismo que el asceta

que reitera ejercicios para salir del mundo,

así durante meses, durante años,

para llegar a esto..."

 

Mañana estará aquí, ya no es la sorpresa de Atenas, el atleta de oro. Es el humano que ganó la plata con esfuerzo, sudor y entrega. También los elegidos para la gloria saben que ganar marea.  

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25 de agosto de 2008
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Una palabra tuya

Madrid se merece esta emocionante película que habla de gente de la calle, de supervivientes que quieren algo más para sus vidas que lo que les ha tocado en suerte, que luchan por conquistar el amor, la maternidad y lo que quiera que uno crea que le va a dar la felicidad. ¿Quien no tiene compañeras de trabajo, hermanas, vecinas, primas o conocidas como Milagros y Rosario? Estas dos mujeres tan distintas y al mismo tiempo unidas por la insatisfacción están en la franja de los treinta, cuando ya se tiene bastante vida a la espalda como para que algunos recuerdos se hayan convertido en fantasmas. Rosario logra tirarlos a la basura como quien dice (ya verá el espectador cómo), mientras que lo de Milagros tiene peor arreglo porque quiere desesperadamente lo que no tiene. Y es que debajo del aspecto de chica atolondrada de Milagros hay un tormento (ya descubrirá el espectador cuál es).

Por supuesto son los matices interpretativos los que montan estos dos inolvidables personajes con sus amarguras y pequeños momentos de gloria. /upload/fotos/blogs_entradas/una_palabra_tuya_2_med.jpgSon los diálogos frescos e inteligentes de un buen guión (basado en la estupenda novela Una palabra tuya de Elvira Lindo, que obtuvo el premio Biblioteca Breve) los que en las bocas de Malena Alterio (Rosario) y Esperanza Pedreño (Milagros) forman una historia única e intransferible porque está sostenida sobre sentimientos de verdad. Se trata de dos actrices apabullantes, conocidas sobre todo por su trabajo en televisión, a las que ese medio no ha arrebatado ni un gramo de su gracia natural.

Frescas, naturales, ingenuas, sabias, un poco duras, un poco tiernas, con mucho que dar a la gente de alrededor. El personaje de Malena Alterio siempre está tiernamente cabreado, el personaje de Pedreño está desesperadamente alegre. Milagros no sabe esperar y desde la primera vez que la vemos nos da la sensación de que bordea el peligro, de que anda por el alambre, de que no le importa caerse y también que puede arrastrarnos con ella. Qué miedo da alguien que ha perdido el miedo. A Milagros le ocurre algo que no vemos, lo que nos produce incomodidad, desasosiego, mientras que el drama de Rosario está a la vista de todos y, aunque sea duro asistir al deterioro de su madre, somos capaces de acompañarla en su lucha con el día a día. Ninguna de las dos tiene grandes ambiciones ni grandes sueños, tienen problemas que resolver.

Rosario quiere y no quiere que Milagros la arrastre a su particular mundo de riesgo. Mira con recelo su temeridad, pero al mismo tiempo le viene bien porque le abre horizontes, le enseña a vivir y a ir perdiendo el miedo, a vencer límites. El espectador intuye que para Milagros hay asuntos de fondo más importantes que pasarse por el forro unas cuantas reglas. Una palabra tuya habla del miedo a no vivir lo suficiente y del miedo a vivir demasiado, a pasarse de la raya. Rosario y Milagros son esos tipos de personas en que casi todos nos podemos reconocer (los que se atreven y los que necesitan ayuda para atreverse) y que mueven la sociedad porque no están predestinadas a nada, porque luchan, dudan, trabajan, porque es la gente que limpia las calles, conduce taxis, cuida a los familiares enfermos, la que no tiene más remedio que ser generosa si no quiere tener remordimientos el resto de su vida. Es la gente que no puede más y que no tiene a quien quejarse.  Rosario y Milagros forcejean con la mediocridad sin filosofar, mediante una rebeldía interior que dejan aflorar en sus actos y en palabras que no pretenden entrar en la posteridad y que sin embargo logran entrar  en nuestra experiencia vital. Son seres entrañables dueños de un temperamento propio, de estados de ánimo y emociones que vemos reflejados en cualquiera de nosotros.

Y esto es lo difícil, que algo tan sutil como "una manera de ser" alcance consistencia en la pantalla y que sea la materia prima de la historia. Algo que no sería posible sin unos actores de gran calidad, entre los que hay que incluir el trabajo de Antonio de la Torre dando vida a un tierno y entrañable Morsa. Y desde luego sin la dirección de una inspirada Ángeles González-Sinde, que alcanza en esta cinta un magnífico resultado.

El Madrid de esta historia de identidades que se rehacen es un "Madrid por dentro". Las calles podrán cambiar de dirección, se podrán levantar unas casas y tirar otras, soterrar la M-30 y remozar barrios enteros, pero lo que de verdad marca la naturaleza de esta ciudad es su gente.

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25 de agosto de 2008
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I. Regreso a las profecías

Que una persona pueda volverse invisible no fue la única de las profecías de H. G. Wells, el gran novelista de ciencia ficción del siglo diecinueve. Concibió los viajes a la luna en El primer hombre en la luna, las invasiones extraterrestres en La guerra de los mundos, las manipulaciones genéticas para conseguir seres híbridos entre hombre y animales en la Isla del doctor Moreau, y los viajes a través del tiempo en La máquina del tiempo.

Toda una mina para las producciones cinematográficas, aunque algunas de esos vaticinios queden aún por cumplirse. Algunos, como el de la invasión de seres extraterrestres, lo hizo realidad Orson Welles en su legendaria emisión de radio de 1947, que aterrorizó a la gente en las calles, pues se lo creyeron de verdad, otra prueba de las consecuencias reales de la ficción./upload/fotos/blogs_entradas/george_orwell_1984_med.jpg

Otros notables profetas del siglo veinte pudieron predecir los horrores de la sociedad contemporánea con asombrosa certeza, como es el caso de George Orwell, quien e su clásica novela 1984, publicada en 1949, creó el personaje del big brother, el gran hermano que todo lo sabe y todo lo vigila, guardián supremo de la sociedad dominada por el pensamiento único, donde pensar se vuelve un crimen de estado. La fecha de 1984, tan cercana cuando se escribió la novela, y sobre la que ya pasamos hace tiempo rumbo al incesante futuro, dejó sin embargo su marca indeleble en el mundo contemporáneo. Decimos el mundo orwelliano, como decimos el mundo kafkiano. 

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25 de agosto de 2008
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La cámara de los loros: la crisis

Cuando llegaron al pueblo todo el mundo lo vio con simpatía, menos las palomas. Los recién llegados ponían una nota de color con aquella cabeza suya de color rojo sangre que en ocasiones alzaba una cresta agresiva y el cuerpo verde esmeralda tan brillante. Fueron divisados por vez primera en un muro de la vieja iglesia, una ermita del siglo XIII que es lo más notable del lugar. Allí, en los huecos de la devastada piedra, hicieron su guarida o algo semejante, el caso es que estaban siempre colgados al exterior, chillando y armando bulla, pero era una estampa alegre y daba excusa para pegar la hebra cuando lo del clima ya aburría.

No todos estaban conformes con la instalación de las cotorras, las cacatúas, los loros, o lo que fuera aquella animalia tropical, en el pueblo. Algunos vernáculos se quejaban de que tras la invasión de veraneantes capitalinos ahora irrumpían también las cotorras, esas aves que hace una decena de años tomaron por asalto las palmeras de la Plaza Real y hoy se las oye por todo Barcelona. Allí donde se instalan expulsan a las palomas y dominan el territorio con su griterío y sus vuelos vertiginosos. Los nidos de palmera son grandes bolsas finamente trenzadas que cuelgan sobre el vacío y hacen muy bonito. En el pueblo, sin embargo, los nativos maldecían la reproducción de las bestias y establecían contactos discretos con el palomar, el cual andaba revuelto. Las palomas del país ocupan los campanarios, nunca los muros, pero ahora se las veía muy irritadas por la presencia de las vistosas cotorras, como si les fastidiara su misma existencia, o temieran la llegada de tantos hijos y parientes que acabaran por quedarse con toda la iglesia. Sin embargo, ni las palomas ni los nativos se atrevían a mover un dedo, disciplinados por la corrección política.

Hasta que el otro día las cotorras tomaron posesión de un muro en la masía del turismo rural y al apuntar el sol despertaron a la cada vez más escasa clientela con sus gritos y sus bailes. Desde entonces nadie las ha vuelto a ver. Las palomas zurean ufanas.

Artículo publicado en: El Periódico, 23 de agosto de 2008.

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25 de agosto de 2008
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¿Quién protege al espectador?

El sábado por la noche vi por TV una de las escenas más perturbadoras de mi vida. En medio del zapping pasé por uno de esos -tantos- programas que se dedican a refritar imágenes de otros programas: TVR, sigla que correspone a Televisión Registrada. En medio de un ‘informe' sobre el caso Grassi (en TVR se le llama ‘informe' al refrito de imágenes de la semana con otras de archivo, de acuerdo a una línea editorial que se modifica de acuerdo al humor del productor), aparecieron unas escenas tomadas de, según creo, un programa llamado Policías en acción. (No puedo saberlo a ciencia cierta, dado que la pegatina de imágenes no especifica las fuentes.) El caso Grassi, por si no están al tanto, es lo que está en juego en un juicio que acaba de comenzar: la acusación que pesa sobre un sacerdote católico llamado Grassi -un personaje adicto a los medios, responsable de una fundación millonaria llamada Felices Los Niños y beneficiario de gente nefasta como Menem, Cavallo & Co.-, a quien se señala como victimario en diecisiete casos de abuso de menores a su cargo.

Perdonen la torpeza del relato, la indignación nunca procede de modo ordenado. Como parte del collage de imágenes armado para condenar a Grassi (yo supongo que le cabe responsabilidad, pero no deja de asustarme la facilidad con que los medios primero y la sociedad después condenan públicamente a un hombre, con procedimentos histéricos que recuerdan, salto tecnológico mediante, a Las brujas de Salem), aparecieron estas imágenes que supongo -perdón si me equivoco- pertenecían a Policías en acción. La escena era la siguiente: noche cerrada, sitio al aire libre, policías que se aproximan, con las cámaras registrando sus movimientos, a un grupo de tres. Dos adultos, un niño pequeño. (¿Ocho años, tal vez?) Lo primero que se ve es que los policías interrogan a los adultos. Uno de ellos se reivindica como padre del niño. Y al instante -o corte mediante, en edición se pueda hacer casi todo-, el niño empieza a llorar desconsolado y dice a los policías que los dos adultos le estaban ‘tocando el culo'. Con angustia cada vez mayor, el niño trata de preservarse de futuros daños pidiendo ayuda a los policías. El adulto que no era su padre hace una cosa que no por abyecta deja de ser común: dice que el juego era recíproco, que el niño también le estaba ‘tocando el culo' a él -equiparando responsabilidades, como si eso fuese posible entre una criatura y un hombre. Pero el llanto del niño se vuelve desesperado cuando comprende que, por obra de lo que acaba de verbalizar, su padre será detenido por los policías./upload/fotos/blogs_entradas/grafico2_policias_en_accion_med.jpg

No puedo explicarles mi propia angustia, derivada de la momentánea imposibilidad de saber qué había sido de ese niño. Como estas imágenes estaban ahí tan sólo para cargar las tintas en contra de Grassi, al productor de TVR no le interesó proporcionar esta información al espectador; le habrá parecido innecesaria para su cometido. Lo cierto es que los pequeños ‘cuidados' que se aplicaron a las imágenes -por ejemplo el borrado digital de los rasgos de los protagonistas- sonaban a comentario irónico. Ya quedó claro que Policías en acción -insisto, si es que no me equivoco al suponer que ese programa era la fuente- y TVR estaban protegiéndose legalmente de una potencial demanda por incriminar a gente inocente. La pregunta que me queda picando es simple: ¿quién protege al espectador?

Quizás sea inútil quejarse por las cosas que aparecen en pantalla. Este año mismo la TV argentina difundió hasta el hartazgo escenas de la humillación que sufrió Charly García al ser detenido, que por añadidura degradaban a quien las viese. Pero qué quieren que les diga: en estos tiempos de medios hiperpoderosos que se arrogan la representación de ‘la gente', es más necesario que nunca pedirles que dejen de abusar de ella.

Por eso mismo, lo más extraordinario ocurrió a continuación de ese ‘informe'. Al volver a estudios, el invitado de turno -un filósofo llamado Tomás Abraham- criticó delante de los conductores la emisión de semejante material. No sólo ubicó el caso Grassi en un marco más amplio, y por lo tanto menos facilista, al centrar su preocupación en el estado de las 6300 criaturas de las que la fundación Felices Los Niños se ocupaba. ¿Alguien sabe cómo están, cómo viven, si se siguen ocupando de ellos? Yendo todavía más lejos, Abraham vinculó su indefensión a la situación de millones de otros niños que viven entre la precariedad y abyección en el país que idolatra a los empresarios ganaderos que defienden su derecho a enriquecerse aún más -esta última definición corre por cuenta mía. Y terminó diciendo: ‘Esto no habría que haberlo mostrado'.

Que alguien se presente en un medio y no sucumba a la tentación de adularlo todo por el simple hecho de haber sido invitado, me pareció inspirador.

Alguien tiene que decir que el emperador está desnudo. Alguien tiene que decirles que hay cosas que no se pueden, no se pueden, no se pueden hacer.

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25 de agosto de 2008
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Galería de espectros: David

Rafael Argullol: Hoy en mi galería he visto el espectro de David

Delfín Agudelo: ¿A cuál todos sus posibles espectros viste?

R.A.: Siempre que pienso en David pienso en sus tres variaciones: el de Verrocchio, el de Donatello y el muy distinto que finalmente esculpió Miguel Ángel. Los tres son del renacimiento y recogen desde distintos ángulos y perspectivas la historia bíblica. Llama la atención que tanto en el David de Donatello como en el David de Verrocchio el artista escoge el momento del relato bíblico en el cual David ya ha vencido al gigante Goliat. Es la laxitud después de la victoria y David mostrado joven, casi como un adolescente, de formas un tanto femeninas; sobre todo en el caso de Verrocchio ya muestra una suerte de felicidad posterior al triunfo. Ya no hay ninguna huella de violencia, a no ser que la presencia de la cabeza cortada de Goliat al pie de ese David ya totalmente relajado, tanto en Donatello como en Verrocchio. En cambio, para esculpir su cíclope o David de Florencia, Miguel Ángel escogió un momento completamente contrario, que es toda la tensión acumulada por David, inmediatamente antes de lanzarse al combate contra Goliat. A diferencia de sus precedentes Donatello y Verrocchio que habían esculpido estas formas gráciles un poco andróginas, el David de Miguel Ángel es completamente masculino, con sus músculos en tensión, en una violenta tensión, incluso en la propia expresión de la mirada. Según sabemos por una carta de Miguel Ángel, precisamente en esa tensión tan violenta él quería representar la propia situación del escultor, la propia situación en general del artista, simbolizada allí, el cual se ve sometido en su opinión a todo un juego de presiones y contradicciones de extremada violencia en el momento en que está  desarrollando su obra. Detalle

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25 de agosto de 2008
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Bradley Ronald Hill:

Estadounidense de 36 años, reportero de Indymedia, asesinado el 27 de octubre de 2006 cuando filmaba un enfrentamiento entre miembros del PRI y de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca. (APPO) La procuradora general de Justicia de Oaxaca, Lizbeth Caña Cadeza, consignó ante un juez al regidor de Seguridad Pública del municipio conurbado de Santa Lucía, Abel Santiago Zárate y al policía segundo Orlando Manuel Aguilar Coello por su presunta responsabilidad, pero los liberaron después de la manipulación escandalosa de los dictámenes de criminalística, denunciada por familiares. La procuradora afirmó entonces que el asesinato de Roland Will fue "producto de una acción concertada y premeditada con la intención de internacionalizar el conflicto" y acusó a la APPO "quienes lo mataron eran parte del mismo grupo donde Roland Will se encontraba". El crimen quedó impune. Meses después la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) -cuestionada por organizaciones no gubernamentales por su nexo con el presidente de la República-  prometió que iba a investigar el caso. Después de año y medio, el presidente de la CNDH, José Luis Soberanes, no ha emitido recomendación alguna.

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25 de agosto de 2008
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