El sistema (el sistema de la moda, del reciclaje, de la inversión) ha incidido durante los últimos años del siglo XX y los primeros del XIX en el juego con el revival, vintage, la recuperación, la restauración, el encanto del retro. El colmo de esta tendencia del capitalismo de ficción se concreta ahora con su crisis más amplia mediante el límite extremo de recuperar a Marx. En Alemania se vende El Capital con cifras de ejemplares que recuerdan poco a poco el fenómeno de los bestseller al estilo de las Converse o Van, y las citas marxistas proliferan rescatando las palabras del materialismo histórico, las peroratas sobre las contradicciones internas del orden capitalista. En no pocos pasajes los caminos hacia la destrucción del sistema dominante se parecen a las profecías de los Santos Padres y de un modo semejante se reciclan en el presente revival intelectual.
El mundo ha tomado una deriva acaso tan simbólicamente próxima al apocalipsis de Marx que sus escritos adquieren provisionalmente el carácter de letras evangélicas muy propicias para la exégesis, la conmemoración, la revulsión y la fe.
¿El destino fatal del capitalismo será en suma el comunismo como hace un siglo, entre socialistas utópicos y científicos, se llegaba a creer? El sistema alumbraría un nuevo mundo mediante una revolución donde la clase obrera ejercería de partera. O lo que podría ser finalmente lo mismo: la clase capitalista misma, irremediable explotadora llegaría, en su máximo delirio, a la autoexplotación, a ser el terrorista de su propia vida.
Las quiebras de empresas y bancos, el desplome de las bolsas y las divisas, tendrían como actores terroristas a los capitalistas. El sistema estallaría así en pedazos no como efecto de los sabotajes de la pobre vanguardia obrera sino como la obra suprema del gran capital. El capital se come al capital hasta dejar sin fluido a las fuentes del capital. El sistema se seca como un cuerpo viejo que perdiendo flexibilidad y liquidez se transforma en una suma de sarmientos y hojarascas propensa a la gran cremación. La hoguera de las vanidades que se dice o la vanidad del fuego en la orgía del capital. El sistema se quema por el sobrecalentamiento de la superespeculación, el sistema se hace de este modo oscuro espejo de sí mismo y desaparece en la redundancia de una especularidad sin reflejo, el agujero negro de su cremación. Su mal fatal vendría así inscrito en la quiebra anterior del comunismo y su ruina actual no sería sino el cumplimiento de la maldición de su opositor. La muerte de su oponente arrastra su propia muerte puesto que en toda relación de polos opuestos, uno a otro se proporcionan la razón de su vida y la energía de su vitalidad. En consecuencia, la desaparición del otro, la ausencia de la alternativa crea un abismo de realidad. El mundo, convertido ya en un absoluto capitalista, se desploma por falta de alteridad, el sistema, en fin, se suicida en la desolación de la unicidad.
Lo mismo que ocurrió con la vitalidad de Dios cuando desapareció la energía el pecado o lo mismo que ahora significa el regreso de Dios como un gigantesco parámetro en este espacio fantasmal del mundo actual donde la crisis se representa como un pecado de avaricia global. Ignominia y pecado mundano que se corresponde con la necesidad de un correctivo divino. Un Pecado del capitalismo materialista y el lujurioso consumo transgresor ante el cual Marx llega con Dios cogidos del brazo. Uno y otro se muestran casi como dos caras del mismo personaje, ente gemelo que habiendo pronosticado, cada cual por su cuenta, el fin de la orgía explotadora y el advenimiento de la revolución o la redención, proclamaban a la vez la inexorable transformación expiatoria para acceder a un mundo mejor. Uno y otro Dios y Marx, Marx y Dios son hoy, contra todos los expedientes científicos, los auténticos referentes de Verdad. La Verdad que regresa convertida en Gran Revival y en contra del mundo fundado en la mentira, lo falso y la second life. Vuelve la Verdad revestida de plaga, la Verdad justiciera revestida de suspensiones de pago, la Verdad de la catástrofe cortando cabezas y fortunas. La Dolorosa Purificación regresa como en los tiempos de la fe. La fe religiosa o la fe revolucionaria que apilan ahora sus dogmas sobre los males de la especie humana y su necesidad de transformación.


Por eso le pide a McCain que ataque y que insista en investirse con los ropajes retóricos del comandante en jefe que debe conducir a Estados Unidos a la victoria en la guerra contra el terrorismo. Si en el diario neoyorquino compara a McCain con el mariscal francés, en su revista le compara con Emiliano Zapata, aunque en esta caso a propósito de la película preferida de cada uno de los dos candidatos presidenciales: Obama demuestra gustos muy convencionales y dubitativos (El Padrino, Lawrence de Arabia y Casablanca), mientras que McCain expresa su admiración por "una narración histórica de una persona que lo sacrifica todo por sus creencias".




Es aconsejable leer Gomorra de Roberto Saviano (Debate) antes de emprender viaje a Nápoles. El libro es estremecedor y ha inquietado a los bandidos napolitanos. Como es sabido, estos bellacos han condenado a muerte al buen Saviano, excelente persona, escritor con agallas.
Santamaría sigue polemista, peleón, defensor de unas formas y unos fondos que sólo dominan algunos depurados asesinos. Decía Vázquez Montalbán -ahora rescatado como escritor de gastronomía- en Contra los gourmets que "la cocina es una metáfora ejemplar de la hipocresía de la cultura porque se basa en un asesinato previo, sea de una alcachofa o de un jabalí, asesinato enmascarado gracias a la cultura, gracias a la práctica culinaria".
El año pasado Amazon quedó detrás de su competidor por 