Teresa explica por qué no votaría por Obama.
Vengo de un país en donde todo es retórica, dice, escuchar a Obama es como escuchar a Fox. Se me hace que no tiene algo real que ofrecer. Es sólo retórica.
Una vez, se ilusionó mucho con lo que Fox podía representar para México.
Yo fui de las que animó a mi familia de que necesitábamos un cambio.
Pero, la decepción fue grande y, ahora, se desconfía.
Tenemos miedo de las promesas vacías, insiste.
Aunque admite que, entre el superávit tan grande que existe y las dos guerras, será difícil, tanto para McCain como para Obama, realizar sus programas.
No está ninguno de los dos en la realidad, afirma.
Admira a Sarah Palin, la candidata republicana a la vicepresidencia.
Me recuerda mucho al presidente municipal de los pueblos de mi país, que conoce a todos, que era padrino de los niños en el pueblo.
Se me hace muy parecida en esos términos, pero rebelde.
Mi hermana tiene un hijo con el síndrome de Downs, y se identifica mucho con ella.
Estuvo deprimida un mes, pero, luego, tuvo que poner la depresión a un lado.
Se sorprende de los ataques de la prensa contra Palin.
¿Cómo la pueden criticar tanto si, de por sí, una madre tiene que trabajar tanto?
La veo a ella y refleja parte de aquello con lo que mi hermana se identifica.
Palin es una persona real, que siente y, por lo menos, sabe lo que es luchar, explica, Creo que es una self-made woman (una mujer que se hizo por sí sola NHF). Es una persona de pueblo.
Teresa concluye, no sé nada de política, pero es como relaciono esta situación con mi vida y con mi experiencia.
Es curioso, como decíamos, que Teresa favorezca a McCain.
Forma parte de una minoría dentro de la minoría hispana, pues apenas una tercera parte de estos votará por los republicanos en esta elección. Según las encuestas.
Ya, el martes 4, por la noche, sabremos si las encuestas nacionales eran tan precisas como se dice.

Ahora el pensamiento es como el cine, los videojuegos y los You Tube. Se trata de una facultad tan flexible, transformista, plástica, intangible y portátil que desafía a todos los i-pods y los e-books, las cámaras y los móviles más ligeros de peso material y más complejos en sus composiciones electrónicas. En el pasado todo pesaba, incluido el pensamiento pero hoy lo más nuevo, como este pensamiento en alza, no gravita ni tiene por qué ser grave. A "El pensador" de Rodin se le constata abrumado y sombrío por el solo hecho de ponerse a pensar. Ponerse a pensar era ponerse en situación de sopesar la existencia y sus departamentos de amenazas, muerte o destino. Pero hoy, no obstante, cunde otro pensamiento no necesariamente tenebrosos ni trascendente, no redentor ni purificador, ni benéfico ni profético que elige como destino central pasarlo bien. Y no necesariamente por evocación de esto o lo otro exterior y excitante sino por el juego mismo de pensar y dejar a la mente complacerse en sus ríos y laberintos. Todo pensamiento, empotrado en nosotros, actúa como un elemento piezoeléctrico que junta la emoción con la razón, lo trivial con lo severo, lo inteligente con la gente. El pensamiento fluye desde un diamante primordial donde la emoción y la reflexión se funden. Desde un centro individual tan concurrido como sería el bullir de nuestro más íntimo parque temático. 
Esta misma distinción jerarquizada posibilita que el segundo sea eventualmente un protector de los primeros... amenazados en el seno de su propia especie: Nanoook construye un refugio paralelo para los evocados cachorros, evitando así que sean devorados por los canes que, hambrientos, duermen a la intemperie. Sólo en nuestros tiempos es preciso hacer explícita la obviedad de que Nanook no mantiene a los canes en el frío exterior por deseo, sino por necesidad. Necesidad que exige en ocasiones confrontarse a ellos y reducirlos. Tremendas son las imágenes en las que, mientras Nanook les arroja los despojos de la presa que los hombres han comido, los perros dan signos de rebeldía y la tensión contagiosa del cazador parece traducirse en un temblor de la cámara.


Por cierto, no era música que saliese de la nada. Hacía perfecto sentido en un mundo que dejaba atrás el trauma de Vietnam, perdiendo así la causa más cara a su vena rebelde (el rock ya no se cargaba a sí mismo de sentido por vía del testimonio político y social), entrando en cambio en el mundo de la revolución neo-conservadora liderada por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, un soponcio del cual, para qué engañarnos, todavía no nos recuperamos. Dada esa situación, que tantos estudiantes de academias de música buscasen capitalizar el tiempo dedicado a Brahms agregándole al mix algo de glamour, drogas psicodélicas, sexo y personajes mitológicos, no deja de hacer perfecto sentido.
Desplazados de la posición ex-céntrica de sus comienzos para ser aceptados en el living del sistema, los punks perdieron parte de su gracia. Convertidos en stars, y por ende en máquinas de vender (no sólo música, sino estilo de vida), despilfarraron su legitimidad -con notables excepciones como The Clash, por supuesto. En realidad el asunto terminó siendo peor: muchas de las características que los identificaban -la canción de dos, a lo sumo tres minutos; la expresividad por encima del cuidado en la expresión; las variantes del look (peinados, ropas, accesorios, tatuajes, expresando distintos modos de agresión o autoafirmación); las letras que de tan directas prescindían de toda inspiración poética o sugerente; la crudeza de sonido, comprimida hoy para oídos digitales- se han quedado con nosotros como rasgos del mainstream musical. La mayoría de los productos pop-rock que hoy se exhiben en MTV y aledaños es deudora de alguna página del Gran Libro del Punk, eso sí, pasteurizada, descremada y convertida en el perfecto opuesto de lo que alguna vez pretendió combatir: (light) punk not dead.
Robert Kagan, uno de los ensayistas más destacados entre los neocons y autor de la distinción entre la Europa que es de Venus y los Estados Unidos que son de Marte, publicó el pasado jueves en el Washington Post 

