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Galería de espectros: el maestro Frenhofer

Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he visto el espectro desconocido del maestro Frenhofer

Delfín Agudelo: Te refieres al personaje principal de la pequeña novela La obra de arte desconocida de Balzac

R.A.: Pequeña de tamaño, pero gran novela. Creo que hay muy pocos textos en la literatura moderna que consigan sintetizar un engranaje argumental y una estructura literaria tan compleja en tan pocas páginas. La novela de Balzac es por un lado una especie de narración de la narración; por otro lado es un cuadro dentro de un cuadro; es un ensamblaje casi perfecto entre materia histórica real y materia inventada y de ficción por el propio Balzac. Esto último incluso en la propia escenificación del personaje central: el maestro Frenhofer es un personaje aparentemente salido de la imaginación de Balzac, pero todos los referentes que se dan alrededor del personaje -el que era su maestro Mabuse, el que es su gran interlocutor en el relato del joven Nicolás Poussin que acaba de llegar de París desde su patria normanda, y otros personajes, otros pintores -son realmente históricos en el siglo XVII. Sin embargo, en medio de la trama de personajes históricamente reales, se incluye ese extraordinario personaje de ficción, el maestro Frenhofer, que es un hombre completamente obsesionado por la obtención de una pintura tan perfecta que llegue a ser vida.

Ahí se plantea con toda su crudeza la tensión entre arte y vida. Frenhofer se ha encerrado durante diez años en su estudio con un único cuadro, que tiene que ser perfecto, y le hace despreciar todo lo demás y todas sus demás obras, que aunque eran de un hombre que ya era muy reconocido, él las considera poco menos que basura. Se concentra en una sola obra, esa obra que necesita la perfección e inspiración en toda clase de figuras perfectas. Entra entonces la contradicción muy bonita en el relato, que es cuando Frenhofer le pide a Poussin que su novia y modelo pose desnuda para él dada su belleza. Surge la noción de los celos, pero el propio Poussin, por mora al arte, cede y está dispuesto a que su novia pose desnuda para Frenhofer con tal de poder contemplar esa obra que el maestro tiene escondida desde hace diez años, y que tiene que ser perfecta. Avanzamos hacia el momento final de la novela con un desenlace sensacional, y es que cuando finalmente Poussin accede a esa obra que está rozando una perfección tal que será vida, se encuentra con un enorme amasijo de formas caóticas y desordenadas. Eso le choca inmensamente, le decepciona, hasta que en un rincón del cuadro hay un pie tan perfecto que tiene vida. Es el arte superándose a sí mismo, haciéndose vida. Finalmente todo concluye como debe concluir: Frenhofer enloquecido y quemando la casa y la obra, pero incluso ahí nos encontramos que al mismo tiempo que en esa especie de culminación entre arte y vida es una premonición de todo lo que será el arte moderno y la vanguardia. Y todo concentrado en muy pocas páginas: una auténtica pequeña gran joya de la literatura.

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7 de noviembre de 2008
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El derecho al humor

Desde niño aprendí que el verdadero sentido del humor consiste en dejar que se rían de uno, igual que un pretende reírse de los demás. El humor de una sola vía, no es humor ni es nada, de manera que la caridad de reírse debe siempre comenzar por casa. Y lo peor, es cuando alguien pone cara adusta frente a las bromas y los chistes desde las alturas del poder, que es cuando uno se encuentra, por supuesto, más expuesto que nunca a la sátira, a las puyas, y a la risa.

El presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, no sólo es hombre que no acepta bromas, sino que  suele, además, mostrar su talante colérico, algo que le va a empeorar cada vez más las cosas, pues eso de disgustarse por todo sólo atrae más moscas que quieren divertirse en el panal. Pero no sólo se enoja, sino que lleva su ira presidencial a los juzgados, en busca de demandar a los culpables de reírse a sus costillas, y hacerlos pagar por semejante delito de lesa majestad.

Como ahora se ha hecho popular en Francia un fetiche de vudú con la figura de Sarkozy, el agraviado ha recurrido a los tribunales para que prohíban que el muñeco se siga vendiendo en las tiendas.  El muñeco, que vale 13 euros,  viene en su caja con 12 alfileres, y un manual para clavárselos a gusto del que quiera practicar a causarle males y maldiciones al presidente, una por cada alfiler.

La corte, muy sabia, denegó la demanda, y resolvió que prohibir la venta del muñeco, sería atentar contra el derecho al humor.  Felices y justos jueces, que entienden de la risa.

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7 de noviembre de 2008
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La hamaca

 

   Ella y él estaban en su jeep en medio del puente. El tráfico se había detenido; los camiones delante de ellos esperaban la orden del agente del servicio de caminos para continuar su marcha. Él pensó que podían quedarse allí, suspendidos sobre el río, ni en un mundo ni en el otro, por un buen tiempo. Esos días, sentía que iba y venía sin preocupaciones, que sólo tenía tiempo y emoción.
    --No hay apuro, ¿no? -dijo.
    --Estos días, sólo tengo una dirección -respondió ella, que conducía--. La del viento, aquí en mi corazón.
    Sonrió, sabedora de que a él le gustaban las frases cursis. Él recordó esa hamaca, en el pueblo que habían dejado atrás. Leía tirado en la hamaca cuando ella se le acercó y se echó sobre él. La había invitado a que lo acompañara en ese viaje, pero, una vez en su jeep, lo había paralizado la timidez. Ella, por suerte, había hecho la primera movida.
    Los recuerdos iban y venían. Sólo le quedaban, a él, los que le daban sentimientos parecidos al movimiento de esa hamaca en el pueblo.
    --Estoy pensando en la hamaca -dijo.
    --Yo también -dijo ella--. No es como la del tobogán, esa vil metáfora de la vida y la muerte.
    --Ni como el subibaja, que siempre te deja a tu suerte. Y siempre baja.
    --Sí, mejor ir a la hamaca. Sin preocupación.
    --Tiempo y emoción.
    --Pura diversión.
    --En nuestro corazón.
    Él pensó que los dos eran cursis y eso era una cosa más que los unía. Era lindo, sacarse el chaleco antibala, dejar atrás ese tiempo en que debían cuidar todas sus frases, parecer siempre inteligentes, irónicos, escépticos, de vuelta de todo.
    El agente dio la orden de continuar la marcha. Los camiones comenzaron a moverse. Él se inclinó sobre ella y le dio un beso en la mejilla.
    --Vamos --dijo--, pelas ruas, pelas calles.
    --No te apures -dijo ella--. Ésa recién es la siguiente canción.
    Tenía razón. Había que disfrutar del momento, tratar de estirarlo hasta el infinito. Quedarse para siempre en ese puente, pensando en la hamaca.

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7 de noviembre de 2008
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Quijote e hijos

Julián Ríos

Galaxia Gutenberg

Quien lea sin sospechar una celada la sobrecubierta de Quijote e hijos se quedará con la impresión de que Julián Ríos está ofreciendo una recopilación de lecturas del Quijote realizadas por grandes escritores.

/upload/fotos/blogs_entradas/quijote_e_hijos_300_med.jpgY cuando digo grandes, y cito la mencionada sobrecubierta, estamos hablando de Thomas Mann, Machado de Assis, Arno Schmidt, Rayuela o Nabokov.

Debo decir que empecé a leer el libro con una cierta aprensión porque temía que fuera a pasarme lo mismo que me ha pasado siempre que alguien me ha regalado un disco con la versión novedosa, o  "muy personal", de una pieza que me resulta particularmente querida y que por ende la tengo muy oída. Las primeras audiciones suelen ser una lucha a brazo partido entre "mi" versión y la "novedosa", y sólo al cabo de unas cuantas broncas y rechazos -y sin llegar nunca a negar la versión con la que me he formado- empiezo a ver que tal vez la nueva tenga sus puntos de interés.

Hecho el necesario traslado, me estaba viendo pelear una tras otra con las lecturas realizadas por el elenco de escritores ya mencionados, y que difícilmente podrían armonizarse con la que yo vengo haciendo de don Quijote desde hace toda una vida. Pero no hay tal.

En estricta justicia, el único que de verdad habla de don Quijote es Thomas Mann por medio de un diario que escribió mientras releía el texto cervantino durante un viaje en barco a Nueva York. Las acotaciones de Mann dan pie a que intervenga Julián Ríos estableciendo concordancias y asociaciones de ideas con personajes que a él le son tan queridos como Nabokov, Shakespeare, Joyce y  muchos más. Pero ahí se acaban las lecturas cervantinas de los grandes nombres.

Una vez terminada la intervención de Mann -y que no resulta en absoluto conflictiva- los siguientes capítulos ya sólo tienen una relación muy tangencial con don Quijote. Pero una vez reajustado el tiro se disipa del todo la aprensión inicial y se puede proceder a la lectura de lo que de verdad hay, que  no es poco.

Porque hacer un repaso al Ulises de la mano de Julián Ríos  es un lujo. Ríos lleva toda la vida trabajando con Joyce y no me cabe duda de que sabe tanto de él como aquel Richard Ellmann al que Anagrama le publicó hace muchos años una gigantesca biografía en la que prácticamente le seguía la pista día a día al exilado irlandés como si de un Leopold Bloom se tratase. Quien haya leído a Joyce en su momento y luego se haya limitado a refrescar aquella proeza, va a descubrir un montón de aspectos del Ulises que ni sospechaba. Porque va de la mano de un experto.

Y lo mismo cabría decir de Arno Schmidt, un autor apenas conocido en España y al que en cambio Ríos conoce incluso en persona. O Machado de Assís, del que tampoco se puede decir que figure con frecuencia en las listas de los más vendidos.

Frente a lo que les pasa a los profesores -siempre tan preocupados por la opinión de sus compinches/competidores que no pueden hacer una simple afirmación sin abrumarte a fuerza de notas y citas de otras opiniones afines emitidas por eminencias intachables - cuando un escritor habla de otro escritor suele demostrar una soltura absolutamente creativa.  Una simple ojeada al texto sobre Thomas Mann permite ver a Ríos saltar cada pocas líneas de Tieck a Heine y de este a Jakob Wasserman, Antonio Machado, Goethe, Shelton, Sklovski o Hitler, aparte de que no va a tardar en tenérselas tiesas con Nabokov por afirmar que don Quijote le parece una "enciclopedia de la crueldad". Y Lolita qué, dirá Julián Ríos con evidente sarcasmo, para de inmediato comparar la suerte que Nabokov le reserva a esa pobre nínfula con la que Mann le ofrece a bello Tadzio de Muerte en Venencia.

Claro que lo mismo le pasa cuando, hablando de Arno Schmidt, en cuestión de unas pocas líneas  lo compara con Lewis Carroll y a ambos con Antón Chejov.  Schmidt, Carrol, Chéjov. Elemental, ¿no? Literatura de literatura, los autores de un autor. Qué hay de malo en ello.Y como digo, a la que se aprecia de qué va el libro, la lectura se hace mucho más relajada. Luego qué costaba decir claramente desde el primer momento la clase de libro que el lector está a punto de comprar.

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6 de noviembre de 2008
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¡Por fin!

Por fin se han terminado las elecciones en Estados Unidos. Resultaba cansino ver una y otra vez a los candidatos yendo de un estado a otro y escuchando mensajes que no iban dirigidos a nosotros, pero que acabarán salpicando nuestras vidas. Nos alegramos de que haya ganado Obama. Nos alegramos de que Bush se marche a su querido rancho y se recluya allí para siempre con la mirada perdida en el vacío. Nos alegramos de que la política de ese enorme país cambie de rostro y nos alegraremos mucho más si el rostro cambia la política del país. Que un negro alcance la presidencia supone un gran logro, un logro tardío por otra parte. Ojalá lo aprovechen y se acabe con la mentalidad que arrasa el mundo (fomentada por Bush y sus compinches) de buenos y malos, gente de orden y gente de desorden, blancos y negros, ricos y pobres, tontos y listos. Ese mundo esquemático se tambalea, se derrumba, no sirve para nada, es postizo. La vida nos exige que pensemos un poco y que no confundamos los mensajes claros con los mensajes que nos tratan como gilipollas. ¡Ya está bien de infantilismos! que sólo sirven para manipular al personal. Ni Obama es tan negro, ni la vida es tan simple, ni las razas son puras, ni hay que no dudar, ni es obligatorio no cambiar nunca de opinión. Basta con algo tan sencillo como sentir respeto por el prójimo. En eso confío cuando miro a Obama a los ojos. 

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6 de noviembre de 2008
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El país donde todo es posible

Todo es posible, lo ha dicho Obama y se ha visto una vez más. Pero hay que hacerlo. Y la tarea que le espera al nuevo presidente es titánica. Se sentará ante una mesa infestada. Ahí están, para empezar, las dos guerras irresueltas, el billón de dólares de un déficit que crece como un cáncer o la crisis económica de caballo. No es fácil comprender la mentalidad que hay detrás de las frases de felicitación de Bush al nuevo presidente electo, justo cuando le va a pasar su legado tóxico: "Vas a comenzar uno de los mayores viajes de tu vida. Felicidades y disfrútalo". Para los poco más de 75 días en la Casa Blanca que le quedan, el pato cojo acaba de preparar un nuevo paquete de medidas que extienden nuevas hipotecas en derechos ciudadanos, medio ambiente y derecho al aborto. Bush ha asegurado que colaborará con su sucesor para asegurar una transición fluida. Pero el equipo de Obama tendrá sin duda muchas dificultades para consensuar con él las medidas urgentes que el país necesita para antes incluso de la toma de posesión el 20 de enero.

Obama ha demostrado ser un jefe de campaña tranquilo pero temible, de pulso firme y cabeza fría. Ahora debe superar un reto mayor y un aperitivo complicado. El reto, convertirse en un gran presidente a la medida del enorme caudal de dificultades que tiene ante sí. Pero el aperitivo es conseguir que la transición, esas 11 semanas endiabladas, no se conviertan en un lastre para su presidencia. Washington está lleno hoy de cesantes, a millares. Políticos y profesionales cuya actitud no será precisamente de simpatía con quien va a desalojarles de su despacho. Más son todavía los aspirantes a sustituirles. Muchos artículos de las revistas políticas y de las páginas de opinión de la prensa norteamericana pueden leerse estos días como cartas de presentación o de candidatura para recibir algún encargo. La entera Casa Blanca de Bill Clinton está en las listas. También los republicanos más moderados, que pueden aportar la dosis de transversalidad que le convienen a un presidente que quiere unir en vez de dividir, bipartidista en el lenguaje político washingtoniano.

La maniobra a la que hay que proceder en estas semanas es una difícil y costosa rectificación. No se puede conseguir de la noche a la mañana que el mayor transatlántico político y económico del mundo vire de rumbo y navegue en dirección contraria en cosa de días. Y en cambio la rapidez y la eficacia de la transición y de la instalación de la nueva Administración son cruciales. Obama no tiene tiempo que perder ni se puede permitir error alguno. En 1992, un inexperto e impulsivo Clinton perdió mucho tiempo y cometió un puñado de errores, lo que le llevó a pagarlo con la pérdida de la mayoría en el Congreso a los dos años. Obama no puede inhibirse de nada, ni siquiera de esa conferencia para reformar el capitalismo convocada para el 15 de noviembre, como hizo Rooseevelt en 1932, que rechazó todo contacto con su predecesor, Herbert Hoover, y esperó hasta la toma de posesión para empezar a dirigir los asuntos, a pesar de que el país se hallaba ya en la Gran Depresión.

Hay dos urgencias que sugieren una actuación consensuada, antes incluso de la inauguration del 20 de enero. Una es un paquete de estímulo a la economía, probablemente de ayudas directas a las familias, y el otro es un gesto altamente simbólico en el plano de los valores democráticos, como podría ser el cierre de Guantánamo. Ambas ideas tropiezan con serios obstáculos. El más importante es que Bush sigue siendo el presidente con un derecho de veto que va a ejercer sobre todo de forma defensiva para no lesionar más todavía su estropeada imagen.

Obama llega a la presidencia con un mandato más sólido y amplio que sus dos predecesores. Clinton obtuvo un 43% del voto popular y Bush hijo perdió frente a Al Gore en votos populares y fue el Supremo el que le dio los delegados de Florida que le faltaban aunque no había terminado la revisión del recuento. También es portador de un mensaje transversal muy fuerte, reforzado por el reconocimiento que está recibiendo desde el campo republicano como presidente de todos y encarnación del ascensor social, el sueño americano que lleva a un afroamericano a lo más alto. Va a tener un Congreso escorado a la izquierda, que le puede hacer la vida difícil, como les ha pasado a anteriores presidentes del mismo color.

Su capital de confianza es enorme, pero las fortunas políticas más grandes pueden ser dilapidadas en un abrir y cerrar de ojos. Cada paso será muy delicado a partir de ahora. Aunque tiene un derecho muy amplio a la gracia, se le observará con toda la atención y la propia realidad se encargará de tenderle todas las celadas. A efectos prácticos, ayer mismo empezó la presidencia de Obama, antes incluso de su entrada en la Casa Blanca. Es el país donde todo es posible, pero nadie regala nada y hay que ganárselo todo en el trabajo de cada día. Ésta será su piedra de toque.

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6 de noviembre de 2008
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Diógenes busca un hombre

 

La personalidad de Obama y la elocuencia de sus discursos van más allá de las razones políticas. Conmueven a un auditorio que a pesar de los fracasos sigue confiando en la posibilidad de un hombre. Quizá la multitud no se haga cargo de la complicación de lo real (esa insoportable frase de los expertos: "mire usted, eso es muy complicado") y también es probable que no le importe en absoluto. La intuición de los votantes que hemos visto llorar y reír en las ciudades de USA palpita de otro modo. Se dice que la crisis financiera (a la que deberíamos llamar por su nombre: estafa global) ha reforzado la candidatura de Obama. Es posible. Pero la verdadera fuerza que ha levantado el nuevo Presidente con su presencia es otra. Los crédulos (y por una vez no deseo satirizarlos) se preguntan: ¿será posible confiar de nuevo en alguien? En alguien que esté ahí arriba quieren decir. Los escépticos nos advierten acerca de los límites que la Casa Blanca impone a sus inquilinos, sobre la rudeza de un Estado maquinal y las obligaciones contraídas por el renqueante Imperio militar y democrático. Pero el fiasco de Bush ha sido de tal calibre que tan solo con restaurar lo que el tejano deshizo, Obama ya habrá cumplido con su parte del trato: cerrar Guantánamo (como nos recordaba ayer Saramago), restaurar el consenso y activar los foros internacionales (aún con las viejas deficiencias del año 2000), y capitanear el proceso para poner fin a las guerras de Iraq y Afganistán. Pero en Obama se distinguen cualidades que pasan por encima de las urgencias más tangibles. ¿Qué ven los ciudadanos del mundo en el primer Presidente negro de los Estados Unidos? En otra época las alabanzas se habrían desbordado. A pesar del entusiasmo popular que parece levantar Obama a su paso (en Berlín, por ejemplo) hay un juego dolido de deseo y temor. Es el coste de las decepciones. 

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6 de noviembre de 2008
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Mejor que contar ovejas…

La mano izquierda acabará realizando las tareas de la derecha lesionada, siempre y cuando sea estimulada para realizar tal función. En los niños, la división de funciones entre hemisferio izquierdo y hemisferio derecho, es mucho menos rígida que en los adultos, de tal manera que las lesiones no tienen el carácter irreversible que, en principio, cabría temer. Cosas bien conocidas, pero de las cuales no extraemos los corolarios que se imponen. Nos ayudará quizás a hacerlo el ejemplo de Rita Levi-Montalcini... la dama, que ocupa su mente en las horas de insomnio, no precisamente contando ovejas, sino resolviendo problemas relativos a la economía del sistema neuronal de las mismas./upload/fotos/blogs_entradas/invertebrados_med.jpg

Un apunte final: Rita Levi-Montalcini ha puesto en varias ocasiones de relieve que el nacimiento de eso que los griegos designaban mediante el término logos, no puede en absoluto ser fruto de un código unívoco, como lo son los códigos de señales, dado que constituye la expresión de una imperfección. Los seres vivos más programados, son precisamente aquellos que se encuentran filogenéticamente alejadísimos de nosotros, como es el caso de los invertebrados. Desde el punto de vista de la familiaridad ontológica los invertebrados se aproximan a los robots... unos y otros en las antípodas de lo humano.

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6 de noviembre de 2008
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El día de Obama

Yo también he votado a Obama. Al menos me hubiera gustado hacerlo si no fuera por ese pequeño error de no tener la papeleta electoral. O lo que sea que se requiera para no soportar a todo lo que huela al mundo Bush, y sus sucesores se llamen el honorable perdedor, McCain o la barbie killer de Pallin.

A su lado Obama -que no tardará en defraudarnos en algunas cosas y en muchos países- me parece un ángel bueno. Y no me olvido que siempre pensé que eso de los angelitos negros era una cursilada de Machín. Lo sigo pensando, pero prefiero ser cursi a ser de la canalla esa de las guerras, las garras, las botas, los pies en la mesa y el analfabetismo tejano, o de Alaska con sus pegamoides, por bandera. Todos mis desprecios para esos que no han podido ganar. Todos hemos ganado cuando ha ganado Obama. Cuando digo todos quiero decir la mayoría del mundo bien intencionado. Hay otro, pero hoy vive su día de derrota. Espero que sus días de poder no les duren mucho. Que no jueguen a las guerras, que no maten desde el estado, que no negocien desde el poder, que no empobrezcan al mundo de trabajadores, asalariados, soñadores y otras buenas gentes que piensan que el mundo puede ser mejor. Los sueños terminan. Pero hay algunos que podremos disfrutar mientras no estén en el poder los causantes de tantas de nuestras pesadillas más repetidas. No quiero que el poder se siga midiendo desde los gobernadores todopoderosos que Juan Pedro Aparicio retrató en uno de sus excelentes microrrelatos.

"El gobernador Jackson estaba seguro de que tampoco en esta ocasión vacilaría. Entre conceder un indulto al condenado a la cámara de gas o permitir que la ejecución siguiera adelante, sentía que su poder se medía mucho más por las vidas que quitaba."

No quiero más gente con poder de quitar vidas. Que se vayan. Que no vuelvan. Soñar no cuesta nada.

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6 de noviembre de 2008
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Wanted

Hay quien opina, con razones muy sólidas, que lo más importante de Barack Obama es su color. Me pongo en su lugar: ¿aceptaría yo, en un país regido desde siempre por negros, que se celebrase el más importante de mis triunfos básicamente porque soy blanco? Supongo que me sentiría indignado. Nada hice por nacer de este color, me gustaría pensar que tengo algún encanto añadido. Voluntad, por ejemplo. Inspiración. Visión. Fe. Terquedad. Astucia. Cualquier cosa que vaya más allá del pigmento. No deja de alegrarme que en tan pocos años un país entero haya sido capaz de revolucionarse hasta vencer a sus prejuicios menos presentables, pero tal no es problema de todos. Me sigue pareciendo primitivo, y hasta un pelito imbécil, que a uno lo señalen y clasifiquen por su color, tamaño o apetito. Igual podrían clasificarnos según nuestra manera de sudar, escupir, estornudar, rascarnos. No celebro, por tanto, que la presidencia de los Estados Unidos la ganara un negro, que como cualquier blanco o amarillo bien podría ser un bestia o un sociópata, sino que haya caído en manos de un sujeto admirable por muchos motivos, entre ellos el de ser más grande que los prejuicios ajenos.

     Creo recordar que era Wole Soyinka quien dijo alguna vez, durante una entrevista, que cuando se trataba de saber si sus interlocutores eran proclives al racismo, no tenía más que soltarse diciendo tonterías grandilocuentes y palurdas. Si los otros atendían a semejantes opiniones con esmero y procedían a darle la razón, no había duda: eran unos racistas de mierda. No quiere uno que lo detesten por ser blanco, pero tampoco que por eso lo prefieran, o que lo privilegien compensatoriamente, o que incluso le nieguen el derecho a ser considerado un miserable, o un inepto, si en ello se empeñara. Es una vejación ser juzgado en manada, por más que el juez se empeñe en absolvernos.

     La sola idea de absolver a Barack Obama por su color tiene el hedor de una satisfacción no pedida. ¿Qué más me da de qué color sea Obama, si de cualquier manera ya me parece incomparablemente más civilizado que buena parte de sus predecesores en el cargo? ¿Acaso un individuo como Richard Nixon habría sido mejor de haber nacido en Harlem? Más celebrable al fin me parece creer con firmeza y entusiasmo que ese tal Barack tiene que ser una persona decente. Suceso harto infrecuente, incluso exótico. Como raro sería que el tema de la raza se esfumara, y con él se llevara al tema del racismo. George W. Bush podrá ser un burrazo, pero eso no nos hace a los demás caballos. Me aburre francamente el asunto de la raza, parece más que nada asunto ganadero. ¿Preferiríamos tal vez que en lugar de Obama estuviera Condoleeza Rice, que además es mujer y así consumaría un doble progreso? Si algo, en suma, creo haber aprendido del discurso del presidente electo en el parque Grant, es que de poco vale mirar hacia atrás.

     No es fácil, ni quizás inteligente, creer en las palabras de quien dice admirarnos por el solo hecho de ser iguales, si para eso tendríamos que superarle. Es por supuesto muy saludable que la mayoría blanca entienda hoy lo que siempre debió serle evidente, pero insisto, no todos teníamos ese problema. Teníamos, en cambio, a George Bush Jr. Un tremendo zopenco puritano. Se está cayendo el mundo y ese bestia sigue ahí, ayudando hasta a quienes votaron en su contra a ser juzgados en multitud. Pinches gringos, ¿no es cierto? Y también, fuckin' mexicans. Uno al final conserva el derecho se ser tan pinche y fuckin' como se le antoje, pero ayer la lección fue diferente. Hay de gringos a gringos, y por supuesto hay mexicans tan o más pinches de lo que cuentan ciertos fuckin' gringos. Pero a muchos eso nos viene igual, especialmente luego de una noche en que muchos millones de forasteros fuimos negros y gringos emocionales y creímos que al fin había amanecido. Amén. O en fin, Oh, man.

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6 de noviembre de 2008
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