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Después de la boda

Salí de ver Rachel Getting Married (o La boda de Rachel como le han puesto en España, por donde pasé días atrás) tan conmocionado, que varias cuadras más allá del cine me puse a llorar como un idiota. Al comienzo no entendí la reacción retardada, pero enseguida me cayó la ficha. Pasaba por delante de un negocio de muebles y chucherías orientales, llamado Piedra de Luna. /upload/fotos/blogs_entradas/labodaderachel_med.jpgDe algún modo la música que puebla Rachel volvió a mi cabeza -de un registro sonoro de las culturas orientales a otro decorativo-, y mis lagrimales reaccionaron en consecuencia. La cabeza nos tiende trampas tan bonitas, a veces...

Rachel Getting Married es una película muy simple. Dirigida por Jonathan Demme (que además de la notoria The Silence of the Lambs ha hecho pelis tan pequeñas y bonitas como ésta, aunque no tan sentidas: por ejemplo Something Wild) y escrita por Jenny Lumet (la hija de Sidney, que obviamente algo aprendió del director de Network y de Serpico), Rachel cuenta lo que ocurre cuando -está de más decirlo- Rachel se casa y su hermana Kym (Anne Hathaway) sale de su clínica de rehabilitación para acudir a la ceremonia. Por cierto, la familia de Rachel está lejos de ser convencional. Ella se casa con un músico negro, su blanquísimo padre se ha casado en segundas nupcias con una mujer negra y los amigos e invitados -en su mayoría vinculados, también, con la música- parecen salidos de un anuncio de Benetton: los hay de todas las etnias y colores, unidos por la práctica de la misma tolerancia y el cultivo de un espíritu de bonhomía. (Hace cuánto que no usaba esta palabra. Se ha convertido en un vocablo propia de la ciencia ficción...) El hecho es que, por debajo del festival de las buenas ondas, yace una trágica historia familiar que todos conocen y sobre la cual pretenden, en el espíritu de la fiesta, surfear sin caerse. Pero claro, allí está Kym...

Con una vida que se parece más a un diccionario de heridas que a una biografía, Kym es el recuerdo encarnado de lo que todos querrían olvidar. Y al principio ese deseo de enterrarla es compartido por el espectador. Durante el ensayo de la ceremonia, por ejemplo, el torpe discurso de Kym hace que creamos que es el monstruo que aparenta: totalmente incapaz de pensar en nada más allá de ella misma, en busca desesperada de atención, sugiriendo que su desgracia la pone por encima de todos como una especie de medalla al coraje, Kym parece en efecto irredimible. Pero con el correr de las horas, y la aparición de la madre de ambas, Abby (Debra Winger), el verdadero mapa de la tragedia queda develado, sin subrayados melodramáticos ni explicaciones innecesarias. La actuación de Anne Hathaway -por completo devastadora- dice todo lo que es necesario decir. Pocas escenas más desgarradoras que las que muestran el esfuerzo que hace por participar de la celebración y de la danza, para ser reclamada de inmediato -expulsada del espíritu comunal, si se quiere- por los demonios que no dejan de acosarla./upload/fotos/blogs_entradas/labodaderachel1_med.jpg

Rachel Getting Married es una película sobre las cosas que salen mal aun cuando queremos hacer bien, y sobre las cosas que hay que hacer para sobreponerse a esos fracasos, a esas pérdidas. O mejor: es una película sobre las cosas que salen bien aun cuando todo ha salido mal -algo sobrevive siempre al fuego si se ha sembrado amor a tiempo. En esencia es un film sobre la familia, y sobre lo espantosamente preparada que está cierta gente para probar esa clase de asociación. Creo que desde Ordinary People de Robert Redford, es decir desde el personaje que allí interpretaba Mary Tyler Moore, que no veo una madre más gélida y prescindente que la Abby de Debra Winger.

Aquí no hay efectos especiales ni grandes estrellas ni 3-D. Hay sólo una cámara, actores maravillosos y una historia que habla de esas cosas que nos atraviesan a todos -en especial cuando, estando tan lejos de casa, estamos más sensibles que nunca. 

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18 de noviembre de 2008
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I. ¿Qué se hizo mi voto?

La mañana del domingo 9 de noviembre me presenté a votar temprano en el recinto que me tocaba en Managua, con mi mujer y con mis hijos. Era el día de elegir alcaldes y concejales en los 153 municipios que tiene Nicaragua, pero más que eso, la elección se había convertido ya en un referéndum en contra de Daniel Ortega y su partido en el poder, bajo el llamado de "todos contra Ortega" que había prendido entre los votantes, y que Carlos Mejía Godoy puso en buen nicaragüense con su "vamos a echarle la vaca" en la canción que compuso, expresión que significa vamos todos juntos contra el mismo adversario.

En mi barrio del Colonial Los Robles, donde he vivido los últimos 30 años, nos conocemos todos, y al llegar al centro de votación, marcado con el número 501 en los mapas electorales, había una larga cola de vecinos esperando paciente y alegremente. Fuimos a ponernos al final de la cola, pero me recordaron que los mayores de 60 años podíamos entrar de primeros, como privilegio de la edad. No me gusta esa clase de privilegios, porque deja en evidencia que nosotros los de entonces ya no somos los mismos, pero tenía que salir ese mediodía hacia Miami a presentar mi nueva novela en la Feria Internacional del Libro.

Voté. Aún tengo manchado el dedo con tinta indeleble. Pero mi voto, junto con el de mi mujer, y los de mis hijos, y los de todos mis vecinos que hicieron largas filas bajo el sol, ha desaparecido.

¿Qué se hizo mi voto? 

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17 de noviembre de 2008
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Las FARC y Uribe

Daniel Pecaut, sociólogo, director de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, es el mejor especialista francés de Colombia. Por mucho, no tiene competencia. Acabo de comprobarlo al leer Las FARC, ¿una guerrilla sin fin o sin fines?. Es la traducción al castellano (grupo editorial Norma, Bogotá) de un libro escrito en francés y para un público francés. Una obra imprescindible para una Francia que dedicó tanto entusiasmo en pedir la liberación de Ingrid Betancourt. Lo interesante es que el libro se publicó en francés antes de la liberación del rehén más famoso de la historia reciente. Para la versión en español Pecaut revisó meramente la conclusión.

Y lo que podemos leer es cierto: con o sin la liberación de Ingrid Betancourt, no había que cambiar nada del libro, el movimiento guerrillero ya pintaba una cara anacrónica antes de conocer una vergonzante derrota. No me resisto a citar la frase clave de Pecaut: "Las FARC parecieron no darse cuenta de los cambios ocurridos en Colombia. Como los pasajeros de dos trenes que se encuentran en una estación, creyeron que se movían cuando en realidad lo que se desplazaba era todo cuanto las rodeaba".

La imagen es acertada: Colombia se mueve para ir a la estación siguiente de la Historia y las FARC quedan estancadas. Y el libro de Pecaut me parece un magnífico ejemplo de por qué necesitamos que alguien nos cuente la Historia: para entenderla. Su repaso de las etapas de la FARC es denso y preciso. Es toda la leyenda tristemente real. Al pasar del brazo militar del partido comunista a una visión autónoma de la conquista del poder político, de la lucha armada al narcotráfico amplio, Pecaut muestra cómo un movimiento cobra una dimensión nacional, reivindica "todas las formas de lucha" y al final escoge "el inmovilismo como estilo político".

Ahora bien, ¿qué hay de nuevo? Nada o mejor dicho, esto: al leer el libro de Pecaut uno entiende que las FARC no tienen posibilidad de ponerse al día, tal y como son, pertenecen a esta Colombia que construyó Pablo Escobar. Y hay una ausencia terrible, creciente, cuando la lectura se acerca al final del libro: la del presidente Álvaro Uribe. Con la muerte de Manuel Marulanda, con la liberación de Ingrid Betancourt, con el escándalo imborrable de la parapolítica (ya son más de 60 congresistas cercanos al presidente en la cárcel por su relación con los paramilitares), con la debilidad obvia de la guerrilla, Uribe pierde lo que justificaba su estilo, su manera de intervenir y de imponerse en la vida política. Pierde a un enemigo creíble. Algo como el golpe recibido por la Iglesia en el día de la caída del muro de Berlín: perder un enemigo es lo peor que puede ocurrir en el momento de mantener su identidad. Uribe busca otro mandato, lo que supone un referendo, pero ya se plantea la pregunta: ¿un presidente sin fin o sin otros fines que quedarse en el poder?

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17 de noviembre de 2008
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El destino de Sergei Ivanonovitch Shchukin

"Considerando que la galería de arte de Shuchkin constituye una excepcional colección de obras mayores de los más grandes artistas europeos, la mayoría franceses, desde el final del siglo 19 hasta el principio del veinte, y que esta gran calidad artística representa un interés nacional para la educación del pueblo, el consejo de los comisarios del pueblo decreta..."

5 de noviembre de 2008.

Presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo,

Vladimir Oulianov (Lenin)

Tras los puntos suspensivos, viene el contenido del decreto de nacionalización de las pinturas de la casa moscovita de Sergei Ivanonovitch Shchukin, hoy distribuidas entre Moscú y el Hermitage de San Petersburgo (con alguna obra en Bakú y Odesa). No sé si era obligado que el propio Lenin firmara este decreto de expropiación. En cualquier caso no es trivial el énfasis que se pone en el elevado valor artístico de las pinturas y su potencialidad de contribuir a la educación general. Piénsese que en ese tiempo todavía muchos museos de las grandes ciudades europeas eran reticentes a exposiciones del arte entonces contemporáneo. Para decirlo claro: Sergei Ivanonovitch Shchukin no era para los revolucionarios uno de los suyos, pero su concepción de lo que era el arte sí era considerada como propia de la Revolución y susceptible de ser amamantada por ella.

Cuando se firma el decreto el directorio de la Revolución de Octubre se había trasladado a Moscú. Shchukin, un tiempo recuperado como miembro del comité que habría de transformar el Kremlin en acrópolis de museos, se exilia con pasaporte falso. Trágica historia la de este personaje nacido en Moscú en 1854 y fallecido -como tantos otros rusos- en París. Fascinado por Picasso, en 1909 tenía ya al parecer medio centenar de cuadros de éste en su colección. Vivía entonces una vida mundana en París, huyendo de una serie de hecatombes familiares: suicidio en cadena de tres de sus hermanos (dos de ellos gemelos) y muerte de su esposa entre, otras cosas. Shchukin se convierte en el protector de Matisse y si la historia de la música (no sólo la historia de la pintura) cuenta hoy con las admiradas "Dance" y "Música", es porque el ruso tuvo el deseo de que éste fuera el tema que iluminara su palacio moscovita. Palacio que en 1914 se abre al público en una premonición de cuál debía ser el destino de su pintura.

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17 de noviembre de 2008
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Los frutos de la niebla

Me dirijo a tomarme el brunch (como ahora se llama al desayuno) con el último libro de Luis Mateo Díez, Los frutos de la niebla (Alfaguara), bajo el brazo. Digo libro porque está compuesto por tres fábulas tituladas: "Los frutos de la niebla", "Príncipes del olvido" y "La escoba de la bruja". /upload/fotos/blogs_entradas/los_frutos_de_la_niebla_med.jpgEstas fábulas podrían ser también novelas cortas y podrían ser cuentos, pero no por eso dejarían de ser fábulas, porque la fábula es una manera de mirar el mundo y una manera de estar en él, es una forma de darle rango universal a algo cotidiano que nos puede ocurrir a cualquiera. La fábula atraviesa el espacio y el tiempo con naturalidad, con suavidad, con un encantamiento especial a medio camino entre la literatura oral y la escrita. Pero ¿qué se hace para cargar de encantamiento y embrujo lo que se escribe? ¿Cómo se hace para que un relato sea una fábula sin que hablen los animales, como en las fábulas de Samaniego, y sin que haya moraleja? Habrá que preguntárselo a Luis Mateo Díez, quien con este volumen y otras tres obras (El diablo meridiano, El eco de las bodas, El fulgor de la pobreza) finaliza el ciclo llamado Las fábulas del sentimiento. Se me ocurre que a lo mejor le haya surgido de la necesidad de encontrarle un sentido a esta absurda vida aunque sea figurado, soñado. Un sentido que no pertenezca a una época concreta ni a un lugar determinado, sino al alma, a nuestra pobre condición humana llena de inseguridades y debilidades, de derrotas y esperanzas y que por eso L.M. Díez invente ciudades, pueblos que perdurarán más que los no inventados. Sus personajes, de una forma u otra, son perdedores, entrañables perdedores, que nos recuerdan que vivir es lo más arriesgado que existe. Y vivir es sentir, aunque a veces sentir demasiado puede resultar perjudicial para la salud. La enfermedad, la dureza del crecimiento y de la adolescencia, el maltrato... son preocupaciones que ha creado nuestra forma de vida actual, y que estas fábulas sobre la modernidad consiguen echarles el lazo.

Los mejores críticos ya han hablado de las grandes cualidades del libro. Yo sólo quiero decir que estoy disfrutando de su mucho sabor, de la atmósfera, de la energía que encierra y que parece absorbida desde algún ángulo secreto de la realidad. Estoy llegando a la conclusión de que en el fondo la vida es una fábula sobre la vida, y hasta la novela más realista debería tener un trasfondo de fábula si no quiere pasar al olvido nada más cerrar sus tapas. Las historias atrapadas en estas páginas enlazan con otras del autor creando un sistema nervioso y emocional por donde discurren las angustias, miedos, alegrías y visiones de Luis Mateo Díez, de sus inolvidables personajes y de sus mismos lectores.

Y si hay algo que sabe todo el mundo de Luis Mateo Díez, incluso los que no le han leído, es que es leonés, nacido en Villablino, un lugar en el que nunca he estado y que me imagino neblinoso, húmedo, con olor a musgo no sé por qué, con bosque, río y prados verdes, con fantasmas, lobos y brujería a mansalva. Bueno, pues a pesar de venir de ese lugar increíble, de esos parajes que probablemente le han hecho escritor y han marcado su espacio poético, Luis Mateo Díez es un escritor muy madrileño. ¿Qué sería de Madrid sin él?  ¿Qué sería del mundo literario de esta ciudad si no nos pudiésemos tropezar con él en alguno de los escasos festejos que se celebran por aquí? Si no supiésemos que es leonés lo consideraríamos el más castizo. De hecho, y esta es una percepción muy personal, bajo el sobrio acento leonés discurre una entonación castiza, como si por debajo esos lejanos montes del norte circulara el pequeño, pero matón, río Manzanares. Claro que Madrid es una ensalada de acentos que acaba tomando un deje especial.

Luis Mateo Díez, que crea personajes que parecen siempre recién arrancados del suelo por un huracán, es ya un personaje imprescindible de Madrid aunque se prodigue poco personalmente. Literariamente, por fortuna, más o menos cada dos años tenemos una cita con él, con su sentido del humor y con su humanidad, con su imaginación. La última ha sido en el Círculo de Bellas Artes en la presentación de Los frutos de la niebla, que por arte de magia se convirtieron en castañas en almíbar servidas por el restaurador leonés Prada. No se puede pedir más.

Publicado en El País el 16 de Noviembre de 2008

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17 de noviembre de 2008
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Para que no nos roben la memoria

Hay varias maneras de robar la memoria. Se puede tomar por asalto, con un ejército manipulado. Robar por mandamiento judicial. Sentenciar, el olvido, la injusticia, la manipulación. O tergiversando la verdad, en libros, aulas, medios de comunicación o charlas de cafés. Hay más formas, más burdas o sutiles de cambiar la verdad, la historia y secuestrar la memoria. /upload/fotos/blogs_entradas/la_memoria_robada_de_manfred_osten_med.jpgProhibir el recuerdo, la damnatio memoriae, es algo que en el derecho romano se consideraba una sanción peor que la pena de muerte. Cuenta Manfred Osten en su breve historia del olvido, La memoria robada, que eso es lo que intentó el Tercer Reich: eliminar la memoria, aniquilar el recuerdo de la humanidad, y sobre esa tabula rasa crear un hombre nuevo. El miedo, la imposición de la mentira, la reinvención de la historia, el exterminio de seres humanos y la amenaza sobre los supervivientes fueron algunas de sus armas. Ninguna fue suficiente para derrotar a la vieja memoria. Tampoco pudieron contra el humor, esa humana arma cargada de memoria. Cuenta Osten que, en aquellos tiempos de prohibiciones y terror, un intelectual que quiso ser estrictamente obediente, cuando abandonó la sala llena de nazis, dejó caer la mano ya levantada para el saludo nazi con el comentario: "Ya no me acuerdo del nombre".

Para no olvidar los nombres, de los secuestradores de la historia, de la memoria de las cosas que nos pasaron, el nuevo espacio dedicado al arte contemporáneo en Tenerife, el TEA, además de obras que dialogan en libertad con ese surrealista canario y parisino, Óscar Domínguez, se expone una pieza colectiva llamada Sin transición. En esa obra, que ocupa toda una pared, están fotografiados algunos de los nombres de las calles que todavía tienen el nombre de los generales que quisieron -y en muchos casos consiguieron- borrar nuestra historia, reescribirla para facilitar el robo colectivo. Para muchos hoy los nombres de aquellos generales, y otra tropa, del franquismo sólo son nombres de calles. Otra victoria: haber conseguido que aquellos ladrones de libertades parezcan hoy un simple nombre de callejero. La pactada desmemoria de la transición. Algunos jueces, y muchos beneficiados por el olvido, quieren hacernos volver al tiempo de los desmemoriados.

Hay jueces para todos los gustos. Incluso para ningún gusto. Hasta aficionados a la literatura. Jueces capaces de decirnos lo que es ironía, crítica, sarcasmo, sátira o lo que es prosaico insulto. Seguiremos con nuestra verdad, señor juez, la verdad poética y la histórica. La verdad de Lorca. La del pensamiento y la dignidad de Ayala. La de aquel poeta, aquel amigo de García Montero, que un día nos dejó escrita su verdad: "Y me mantengo firme gracias a ti, poesía, pequeño pueblo en armas contra la soledad".

Artículo publicado en: El País, 15 de noviembre de 2008.

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17 de noviembre de 2008
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Tres tes

El fenómeno moral más vistoso de la crisis económica actual es, probablemente, el escándalo y condena de la especulación. La especulación que, a pesar de su voracidad, se observaba como la bendita metralla de la prosperidad. Ahora, no obstante, el potente motor de la construcción ha derivado en el máximo virus de la destrucción. Y no lo será por poco tiempo. En lo sucesivo o incluso en el porvenir más próximo todo movimiento especulativo olerá mal, desprenderá su mala fama de crimen y, consecuentemente, todo especulador parecerá una suerte de nuevo terrorista del empleo y el verdadero bienestar. Todo futuro desarrollo de cualquier ciudad cabal tratará de rehuir por lo pronto, cualquier atisbo de arbitrismo especulativo y buscará su porvenir siendo cabal, en el empeño de la innovación y la inversión creativa. Frente al patinaje de la especulación, la roturación creadora, frente a la locura sin freno, la velocidad de la inteligencia constructiva.

De hecho, las ciudades que se han demostrado más vanguardistas e inteligentes en los últimos años han sido todas aquellas que desde Estados Unidos a Singapur, desde Australia a la India o China, han crecido sobre tres pilares fundamentales del sentido creador. Tres conceptos o pilones en forma de T ("le corbusiana") que se resumen en los diferentes conceptos de Tecnología, Talento y Tolerancia. Tecnología nacida de la creatividad. Talento promovido por el bienestar medioambiental y Tolerancia al amparo del no nacionalismo, no al fanatismo, no a la superioridad.

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17 de noviembre de 2008
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Escrito en España

Dionisio Ridruejo

Edición y Estudio introductorio Jordi Gracia

Centro de Estudios Políticos e Institucionales

Escrito en España empezó siendo una recopilación de artículos y conferencias que abarcaban de 1954 a 1958. /upload/fotos/blogs_entradas/escrito_en_espaa_2_med.jpgLa idea era ofrecer un amplio panorama de la situación en que se encontraban el Régimen de Franco y España en vísperas de la década de 1960. Pero el ensamblaje de un material tan disperso dejó tantos huecos a la vista que el autor decidió reescribir el libro todo de nuevo con ánimo de ofrecer una auténtica visión global. El resultado, lo dice él mismo en el prólogo, "aspira a ser un análisis objetivo sin dejar de ser un testimonio".

Para quien no conozca siquiera superficialmente las circunstancias vitales del autor -y pienso fundamentalmente en lectores muy jóvenes y/o de fuera de España- cuento a vuelapluma que Dionisio Ridruejo fue un falangista tan de primera hora que incluso le dio tiempo de participar en la redacción del himno de la Falange, el tan cantado como vilipendiado "Cara al sol". También fue un disidente tan de primera hora que tras ejercer cargos de responsabilidad, fundamentalmente el de Jefe de Propaganda durante la Guerra Civil, sus crecientes discrepancias con el bando ganador se tradujeron primero en un claro distanciamiento y luego en un enfrentamiento progresivamente enconado y que le costó varios juicios, multas y destierros hasta acabar en la cárcel. Tan complicada trayectoria le colocó en una situación imposible, pues si el gobierno franquista empezó a considerarle un traidor desde los primeros años 40, por su parte la oposición nunca acabó de fiarse de él ni le admitió como uno de los suyos. O sea, un auténtico paria que murió solo (1975) y sin que ningún grupo político avalase sus reiterados esfuerzos por participar en el proceso político que ya estaba teniendo lugar. Quien sienta curiosidad por este atormentado personaje tiene a su disposición Materiales para una biografía, de Jordi Gracia, el también editor y autor del excelente prólogo de Escrito en España.

Que un hombre como Ridruejo se decidiera en su día a "hacer un análisis objetivo" de la situación en que se encontraba España tras 20 años de franquismo tenía una ventaja evidente, pues los hechos y situaciones que analizaba los conocía de primera mano. Pero también tenía un inconveniente, y es la ya mencionada desconfianza que suscitaba un hombre cuya postura crítica frente a la situación sujeto de análisis no era fruto de una conversión violenta tipo Saulo sino de una lenta y madurada evolución que en el momento de ser escrito el presente libro, 1961, aún no había terminado. Lo cual no quiere decir que para entonces no mantuviese ya una postura crítica de una dureza extrema y desde luego insólita en un hombre que pretendía seguir viendo en España (fuera de la cárcel, se entiende) una vez publicado ese libro que finalmente hubo de ver la luz en Argentina.

El verdadero problema era, y en parte lo sigue siendo, de índole moral. Pues qué autoridad moral podía concederle el lector de entonces a un hombre que en buena parte era responsable de la situación que él mismo analizaba ahora con tanta crudeza.

Para el lector actual el problema es diferente, más que nada porque los casi 50 años transcurridos desde que Dionisio Ridruejo andaba escribiendo su libro "a ratos perdidos" han cerrado muchas heridas y atemperado los ánimos. Pero se pueden destacar dos circunstancias que estimulan la lectura de Escrito en España. Una es el hecho de leer hoy a toro muy pasado, cuando las predicciones y proyecciones de futuro que hace Dionisio Ridruejo ya son el pasado y se puede constatar el grado de acierto o yerro de aquél análisis.

La otra circunstancia, la que a mí más me interesa, tiene que ver con el lenguaje, pues siendo un contemporáneo que habla de hechos todavía vivos y sujetos a discusión (y basta ver lo que está saliendo a la luz junto con los muertos que aparecen en las fosas de la Guerra Civil) el de Dionisio Ridruejo es un discurso antiguo, pues pertenece a una época en la que todavía se concebía como posible intervenir para provocar un cambio en la condición humana. Una época, asómbrese quien lea esto hoy, en que la Declaración de Derechos humanos, la defensa de la libertad, la aspiración a la dignidad o la creencia en el respeto a los demás todavía figuraban en la lista de prioridades de una persona y no una sarta de aspiraciones ilusorias y de una ingenuidad lastimosa. ¿Hay de verdad algún padre, hoy, que inculque a su hijo el valor supremo de la honestidad? Si es así, que cese de inmediato en su empeño porque, si no lo está condenando a muerte, al menos va a hacer de su hijo el hazmerreir de sus contemporáneos.

Ridruejo estaba tan convencido de que el hombre tenía en su mano la posibilidad de cambiar el destino de todos que, tras renunciar a todos sus cargos y prebendas, se alistó como voluntario (y soldado raso) en la División Azul para combatir en Rusia al comunismo. Curiosamente, debemos agradecer que también en esto estuviese equivocado pues si llegan a vencer, él y las Panzerdivisionen de Hitler, la catástrofe universal hubiera sido aún peor de lo que está siendo.

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17 de noviembre de 2008
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Que se os ve el plumero…

El gobierno catalán nos ha dado una nueva alegría. Hacía muchísimo tiempo que no oíamos hablar del contubernio de Munich o de la conspiración judeo masónica. La Generalitat lo ha puesto al día gracias a su exquisito plantel de diseñadores. Exigir una rectificación a The Economist porque tiene una opinión propia sobre España y sobre Cataluña, es algo magnífico. Imagino yo al pobre protoembajador catalán en Londres tragando saliva y dirigiéndose a uno de los más prestigiosos medios periodísticos del mundo para decirles que están mal informados. Y que no se metan con Pujol. Who? Es extraordinario. ¡Qué coraje! Un auténtico caballero español.

Era imprescindible renovar el viejo estilo. Muchos supervivientes recordamos los fenomenales aullidos de la Prensa del Movimiento o de los ministros folklóricos cada vez que Le Monde, Le Nouvel Observateur o The Times tenían la ocurrencia de escribir su opinión sobre el gobierno español. Por lo general, los jefazos daban la orden de protestar y todos los plumillas del país cantaban a coro sus jeremiadas, dirigidos por el sin par Emilio Romero. El argumento era que nos tenían envidia y que no nos conocían. Ahora, como se ha visto, ha sido una consejera del gobierno catalán la que ha protestado en persona, mientras los plumillas más bien miraban hacia otro lado avergonzados. Lo novedoso es que no ha faltado algún periodista, como Juliana en el diario de la burguesía barcelonesa, que haya comentado lo aconsejable que es, en estos casos, mantener un juicioso silencio. De todos modos, aunque el argumento se ha rediseñado, sigue siendo el mismo: estos ingleses, dice la consejera Tura, no nos conocen. Si nos conocieran, nos amarían. Es de todo punto imposible no amar al gobierno catalán.

La burbuja en la que viven los políticos catalanes les impide ver que este tipo de protestas oficiales son propias de países como Corea del Norte o Birmania en donde no hay políticos sino dueños de fincas. Y que suponen un ridículo pavoroso. Las carcajadas de los europeos han debido de ser pantagruélicas.

Artículo publicado en: El Periódico, 15 de noviembre de 2008.

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17 de noviembre de 2008
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Diálogos con la historia

Paul Krugman se preguntaba la pasada semana: ¿Franklin Delano Obama? (Salió como cada lunes en The New York Times el 10 de noviembre y lo publicamos aquí ayer, en El País, en el suplemento Negocios). Hoy Bill Kristol, el director del semanario necon Weekly Standard, le respondía en su columna también semanal de la ‘vieja dama gris' neoyoquina con otra pregunta: ¿George W. Hoover?. Este es un diálogo muy americano y muy alejado de las costumbres hispánicas. Por desgracia, la historia política de nuestro país no da para estos juegos comparativos. La historia de España es un espejo roto y mellado en el que preferimos no mirarnos. Los norteamericanos, en cambio, pueden regresar con alegría y desenvoltura a su historia presidencial para iluminar el debate político de hoy, como lo hacen Krugman y Kristol de forma fructífera: Obama debe hacer como Roosevelt, pero mejor, dice el primero; los conservadores deben evitar que Bush termine siendo como Hoover y empiecen una larga travesía del desierto que sólo terminó más de cuarenta años después, cuando ganó Ronald Reagan, dice el segundo.

/upload/fotos/blogs_entradas/roosevelt_med.jpgHoover fue el presidente que no quiso o no supo reaccionar ante el crash de 1929. Roosevelt, que alcanzó la presidencia en 1932, ya en plena Gran Depresión, lanzó el New Deal, creando el estado de bienestar con sus políticas keynesianas de gasto público. Estos son los estereotipos que se asocian a cada uno de los dos presidentes, aunque la realidad sea algo más compleja y matizada: Hoover puso en marcha instituciones que fueron muy útiles a Roosevelt para combatir la crisis; y este último, según el mismo Krugman, fue demasiado prudente en sus políticas de gasto hasta que se declaró la Segunda Guerra Mundial, la auténtica oportunidad para una política colosal de gasto público.

Pero lo más interesante es lo que dice Kristol, el neocon que descubrió a Sarah Palin y que anda desesperado ante la eventualidad de que los demócratas se instalen por un período de tiempo muy largo en el poder, quien sabe si tantos años como lo hicieron a partir de Roosevelt. Y ahí es donde el conservador radical asoma la oreja pragmática, algo que no está nada mal: "Sospecho que los partidarios del libre mercado deben ser menos doctrinarios y (...) deberían depender menos de los modelos econométricos". El periodista neocon concluye que si los republicanos no son capaces de repensar sus políticas económicas se quedarán fuera de juego para una muy larga temporada.

Ha empezado una muy interesante batalla intelectual y uno de los primeros espadas conservadores se ha puesto ya ala defensiva. Seguiremos el desarrollo de este combate.

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17 de noviembre de 2008
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