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Mala gente que camina

Así se llama una novela de Benjamín Prado. Una ficción. Y una realidad. Ahora se vuelve a señalar esa espantosa, sistemática, cruel, cínica y demasiado desconocida actuación del franquismo con miles de niños que fueron arrebatados de sus republicanos padres. /upload/fotos/blogs_entradas/mala_gente_que_camina_med.jpgSecuestrados, entregados a otras familias, "reeducados" en organizaciones falsamente caritativas o "camuflados" con otros nombres, en otras familias.

La verdad llevada a la ficción por Benjamín Prado vuelve a ser una historia cercana y dolorosa. Una de esas verdades que ahora se señalan por el juez al que no permiten seguir con la investigación sobre los crímenes y desapariciones en el franquismo. Ha pasado el tiempo de silenciar, de mirar para otro lado, de callarnos nuestro pasado. Debemos resolverlo enfrentado la verdad, mirando de frente el espanto de aquella podredumbre moral y real  que fue el franquismo. Si la derecha de ahora no se siente heredera de aquél régimen, de aquella dictadura construida con la muerte, la mentira, la cárcel y el exilio, que no tenga miedo a la verdad. A partir de conocernos, de saber de nuestros horrores no tan lejanos, es desde dónde podremos hablar con más tranquilidad, con más ganas de no tener tantas veces un "sentimiento trágico de la vida". Habrá que intentar que ya no sean verdad aquellos versos de Jaime Gil de Biedma.

Aquellos versos...

 

"...De todas las historias de la Historia

sin duda la más triste es la de España,

porque termina mal. Como si el hombre,

harto ya de luchar con sus demonios,

decidiese encargarles el gobierno

y la administración de su pobreza...

...Pido que España expulse a esos demonios.

Que la pobreza suba hasta el gobierno.

Que sea el hombre el dueño de su historia"

 

Yo también.

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26 de noviembre de 2008
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Cuando el otoño se pone a cantar

Yo creo que una excesiva mayoría, tanto femenina como masculina, ama por los ojos. Unos pocos aman con el tacto. Mediante el olfato no es fácil amar, aunque causa incontables desamores. Y si bien el gusto conviene a la pasión ya atada por un sentido superior, cierta parte poco estudiada de la sociedad, es, no obstante, de considerable erotismo auditivo. Debo confesar que es mi caso y escribo esta impúdica página para aquellos que también declinan por la parte del oído y quizás no han osado salir del armario.

Me había sucedido ya con los buitres, pues ellos fueron los primeros en empujarme a aceptar mi identidad. Verlos fue un cataclismo, ciertamente: bajaban en bandadas que oscurecían el cielo jacetano mientras yo me aplastaba contra unos hongos malsanos. Sin embargo, lo que me hizo amarlos para siempre fue el estruendo causado por la resistencia del aire contra sus alas enormes. Cien buitres cayendo en picado sobre la carroña es un portento, pero el ruido, ese redoble germano de bronce y roble, pone los pelos de punta.

Pues me ha vuelto a suceder. En el cielo perfectamente cristalino de Teruel, las bandadas de grullas forman anamorfosis semejantes a las nubes de estorninos tan gratas a los espíritus sutiles. /upload/fotos/blogs_entradas/laguna_de_gallocanta_med.jpgCon la diferencia de que cada grulla viene a ser unas cien veces más grande que un estornino. Estas aves gigantes sobrevuelan la laguna de Gallocanta, en proximidad a Berrueco, para su estación otoñal. Este año no había muchas, sólo contabilizaban ocho mil cuando me acerqué a ellas el sábado pasado. En épocas más húmedas llegaron a ser cuarenta mil.

A lo mío. El espectáculo de las grullas giróvagas es soberbio, pero lo inesperado es el coro sobrenatural que cae de un cielo altísimo. Porque las ocho mil grullas que llegué a pillar en mi visita cantaban un lamento quizás turbado, quizás efusivo, de una languidez que parte el corazón más endurecido. Un canto tan femenino cuanto masculino es el de los buitres y que resuena en la inmensidad del valle como si varios ángeles del juicio final estuvieran ensayando. Amor total a la grulla, coro de Fauré en el réquiem de las aves.

Artículo publicado en: El Periódico, 23 de noviembre de 2008.

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26 de noviembre de 2008
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El mundo se ha hecho pequeño para la palabra

La tesis que defendía en el texto anterior, y que hoy recojo en el título, explica que narrador alguno acepte que el mundo sea otra cosa que un punto de arranque... que inmediatamente es superado por el despliegue de la narración misma. Se entiende así que el Narrador de la Recherche de Proust pueda afirmar que los demás han vivido tan sólo para él.

Pero el narrador no es un ser extraño a nuestra condición sino un modelo de la misma, literalmente un héroe, ya que la primera "tarea del héroe" no es otra que recordarnos nuestro auténtico deber, ayudándonos a superar las resistencias que nos anclan a lo consignado y archivado. Como el niño que ya habla, el narrador no se conforma con lo que el lenguaje ha alcanzado, deseando que el lenguaje tenga nuevos espacios, los cuales -como las cosas para Dios- no son su posesión sino su despliegue.

A veces, enfrentarse simplemente a una lengua desconocida es ocasión oportuna para que se haga patente esta verdad incompresiblemente oculta de que el narrador y el niño no tienen lengua alguna que les ayude a hablar, aunque si tengan circunstancias (los adultos que literalmente cultivan el espíritu fértil y virgen en un caso, los que se ofrecen como materia para la narración en el otro) que les muevan a crear.

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26 de noviembre de 2008
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El fan que todos llevamos dentro

Habrá quien imagine que, una vez llegados a una posición de notoriedad, los artistas dejan de manifestar admiración por otros artistas para convertirse en fans excluyentes de sí mismos. En lo que respecta a este escritor, mi devoción por una tonelada de artistas sigue siendo tan reverente como siempre: creo haber dado cuenta de ella mil y una veces en este mismo lugar... Pero a veces voy más allá, incluso. Les cuento el último episodio de lo que aquí en la Argentina llamaríamos mi cholulez. Conservo aquí la prueba del delito, junto al teclado del ordenador.

Mi última lectura en Alemania tuvo lugar en la maravillosa librería Bittner de Colonia (una ciudad que fue destruida en su mayoría durante la guerra, por lo cual sus edificios datan de los años 50 para adelante y son clara, decididamente feos; me hizo acordar a Buenos Aires, sólo que nosotros no podemos echarle la culpa a otra guerra que la que solemos practicar contra nosotros mismos), presentado por Kersten Knipp ante un público muy cálido que me hizo firmar muchísimos ejemplares de La batalla del calentamiento -como si yo fuese la gran cosa. /upload/fotos/blogs_entradas/the_conversations_walter_murch_and_the_art_of_editing_film_med.jpgDespués de eso regresé a Madrid, donde un amigo me devolvió un libro que le había prestado en Buenos Aires. Se trataba de The Conversations: Walter Murch and the Art of Editing Film de Michael Ondaatje, autor de The English Patient y Divisadero -y uno de mis escritores favoritos, como ustedes ya saben. Como su título sugiere, no se trata de otra novela sino de un libro de conversaciones entre Ondaatje y Murch, editor de la saga de El Padrino, Apocalypse Now y por supuesto The English Patient. Se lo había prestado a Juan Gabriel Vásquez antes del Hay Festival, ocasión en la que él mismo debía conversar con Ondaatje. Ahora el libro regresaba a mí, aunque ya no era el mismo libro.

Siempre me precié de ser un hombre discreto, enemigo del cholulaje ante los artistas. Entrevisté a mucha gente famosa en mi vida, y sólo me saqué una foto con Martin Scorsese durante el Festival de Venecia. (Hoy me arrepiento de no haber hecho lo mismo con Paul McCartney.) Desde pequeño conservo esta noción de que los artistas son gente importante, casi sagrada, a la que no sería injusto importunar. (Los sobrevaloro, ya lo sé. Aunque tan sólo un poquito.) Hace poco leí la anécdota en que Brandon Flowers, cantante de The Killers, recordaba haber asustado a Morrissey cuando lo atendió en un restaurant: por aquel entonces Flowers era camarero y Morrissey su ídolo, al que de tanto mirar con ojos adoradores sumió en un ataque de paranoia.

Pero este libro es hoy algo diferente para mí. Ya no tiene tan sólo el inmenso valor de su contenido. Ahora guarda algo más, por obra de Juan Gabriel, que le pidió a Ondaatje que hiciese algo por el fan de su amigo que le había prestado The Conversations. Así que ahora la primera página dice, en tinta negra por encima de los helicópteros de Apocalypse: ‘For Marcelo, best wishes. M. -‘

Oh sí. ¡Tengo un libro autografiado por Ondaatje!

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26 de noviembre de 2008
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Lo barroco

"Barroco" es una de esas privilegiadas palabras que dicen todo lo que desean decir. Ellas mismas son la cosa y su carácter o al revés: son ellas las que otorgan carácter y presencia al objeto que nominan.

La voz barroco es un mundo. No el mundo del barroco en cuanto fenómeno histórico sino el aforo mismo del fenómeno artístico que se cumple por entero en la capacidad sonora o formal, aparencial y existencial del nombre.

Casi nadie se puede sentir requerido, ante esta palabra singular, onomatopeya misma del concepto, a buscar el complemento de su etimología o el punto de su procedencia. Hoy he llegado yo a saberlo de improviso, tal como un accidente, en el transcurso de una lectura sin propósito concreto. Desorientadamente, sin preaviso y como un pedrusco ha aparecido sobre la línea de un número de Revista de Occidente la explicación de que acaso el término derive del portugués "barroco" o del español "barrueco" usados para designar a una perla irregular y deforme, aunque para algunos bella.

Fue más tarde, en 1740, en las maduras bocanadas del barroco cuando la Academia Francesa definió "baroque" como algo "irregular, raro, desigual". La descripción que tiende a evocar la condición de un monstruo o un adefesio. Y, a la vez, aquella clase de fealdad que poseyendo una extraña aura despierta una atracción especializada, acaso el raro atractivo que los mismos franceses atribuyen al exclusivo gusto por lo "dègoûtant". O una clase de selecto gusto que ama precisamente los sabores difíciles, los placeres perversos o las visiones aparentemente deformadas que sólo paladea la pupila celestial.

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26 de noviembre de 2008
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La máquina de imprimir dinero echa humo

Es lo que nos faltaba por ver. Las actuales generaciones europeas desconocen dos cosas: la guerra y la inflación galopante. La Unión Europea se ha construido para evitar ambas cosas. Que nos matemos unos a otros y que nos dediquemos a empobrecernos unos a otros jugando con la moneda. Los espectros que quitaban el sueño a nuestros abuelos y que alcanzaron todavía a nuestros padres eran la devastación bélica y la fabricación irresponsable de dinero desde los Gobiernos, aquellos tiempos en que había que gastar a toda prisa lo que se ganaba porque desde la fábrica hasta la tienda la moneda perdía valor. 

De la guerra hemos tenido amargas y diversas raciones, algunas bien cerca, en los Balcanes, que es como decir en la bocacalle de nuestro barrio europeo. Pero de la pérdida desmedida del valor del dinero no sabemos absolutamente nada. Tenemos que remitirnos a Mugabe con sus billetes como sábanas, a esas monedas latinoamericanas que hace unos años iban cambiando de nombre para suprimir ceros y al recuerdo ya lejano de la República de Weimar, en la que los billetes se incrementaban como los movimientos extremistas que se la cargaron. /upload/fotos/blogs_entradas/dinero_barato_med.jpgLa solidez del marco alemán, trasmitida luego al euro, se construyó sobre el pavor ante la inflación. La pérdida del valor del dinero es el impuesto más doloroso que les puede caer encima a los ciudadanos, sobre todo a los más modestos que ven como sus ahorros y sus sueldos se funden como nieve y luego no les alcanza para nada.

Como todo vuelve, ayer tuvimos la noticia de que la Reserva Federal norteamericana iba a darle a la maquinita. Para ver si así se anima el consumo de cara a las fiestas navideñas, el momento álgido y crucial de una economía impulsada en buenas parte por el deseo de poseer, usar y tirar. No basta ya con los planes de rescate de bancos y aseguradoras, las compras de activos tóxicos, la participación directa del Estado en empresas en apuros. Todo esto se hace endeudándose con otros e hipotecando a las generaciones futuras.

Lo que decidieron ayer Bernanke y los suyos, esos discípulos de Alan Greenspan a los que la crisis financiera ha hecho descarrilar de todas sus teorías rigoristas y contrarias al déficit, es fabricar directamente papel moneda, algo que les debe producir retortijones. Treinta años sin darle a la maquinilla, denostando y mandando al infierno a quienes querían hacerlo, para terminar así.

Los países europeos, afortunadamente, estamos libres de estas tentaciones. Tenemos otras, todo hay que decirlo. O estamos libres cuando se toma a cada país de uno en uno: si pudiéramos también lo haríamos. En realidad hacemos cosas parecidas: por ejemplo, vender nuestra independencia energética entera a los capitales rusos que controla el Kremlin. Es muy bueno para facilitar nuestras entendederas: la invasión de Georgia, la instalación de misiles de Kaliningrado, e incluso la represión de periodistas incómodos, la corrupción y las mafias que crecen alrededor del poder, todo esto se comprende mucho mejor cuando el gas y la electricidad pasan por unos grifos controlados por los dueños del Kremlin.

Sí, esta crisis nos va poniendo a cada uno en nuestro sitio. Y a veces es difícil saber qué sitio es peor. Necesitamos dinero y quienes lo tienen no nos lo van a dar gratis. Por eso puede  parecer mejor la maquinilla de fabricar dólares que ese espectáculo de desunión europea que puede permitir a Moscú hacerse con los resortes de poder e influencia en el Viejo Continente.

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26 de noviembre de 2008
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La responsabilidad de la ficción

Rafael Argullol: El conflicto con el poder por parte de los escritores viene de lejos y debería formar parte de nuestro paisaje cotidiano. Pero no porque los escritores deban tener una ética principal, como antes se decía bajo compromiso social, sino que su propia labor de escritor les llevará a un choque con el poder.

Delfín Agudelo: Cuando se choca con el poder está en juego el sentido de aquello que se acaba a de crear. ¿Quién es dueño de ese sentido? Hablabas de la metáfora como herramienta literaria para la denuncia. La metáfora carece de dueño; el escritor no es dueño de su metáfora, pero el lector se cree dueño de la metáfora que lee, y en esa medida se puede crear una súbita persecución alrededor de un sentido que en últimas puede que no le pertenezca a nadie. Hay casos evidentes como el de Rushdie; pero en el caso de Saviano también juega la el periodismo y la creación literaria. ¿Hasta dónde llega el sentido por el cual se puede atentar "legítimamente"? La metáfora, la alegoría, aquello que se utiliza, ¿a quién le pertenece? ¿Quién es dueño de ese sentido? ¿Se ve acaso el escritor perjudicado o aventajado por una situación que no pertenece ni a la ficción completamente ni a la realidad completamente?

R.A.: Es que la literatura se mueve en ese terreno intermedio. En el futuro la literatura explorará más ese terreno, entre lo que henos llamado realidad y ficción. Noe estoy de acuerdo con esa separación de origen anglosajón entre la ficción y la no ficción, porque no responde verdaderamente a cómo es la creación literaria  y no ha respondido nunca. Si repasamos cualquier creación veríamos que las fronteras entre ficción y no ficción son muy débiles. Antes citaba a Dante: él mezcla su momento histórico en la Divina Comedia, y así cuando Shakespeare utilizaba materia prima del pasado, lo estaba proyectando en su propio presente y estaba realizando el poder de su propia época. Por eso ha habido tantos escritores que se han visto obligados a exilarse o incluso han tenido destinos peores. En ese sentido, cuando el escritor se propone una determinada materia narrativa e indaga implacablemente hasta sus últimas consecuencias, es muy probable que choque con el poder, no necesariamente quizás con el poder tan inmediatamente sanguinario como el de la Camorra, pero sí con el poder. Por eso no confío en otro escritor que no sea el independiente. Y el escritor independiente casi nunca recibe honores de los poderes establecidos en su época, así estos poderes sean más democráticos y civilizados que el poder de la Camorra en Nápoles.

Hay, sin embargo, grados distintos. El caso de Saviano evidencia una conciencia en su propia incursión, mucho más que en el caso de Rushdie, el cual cuando escribió Los versos satánicos fue valiente pero valiente malgré lui, porque no sabía la reacción que tendría aquello por parte del fundamentalismo islámico. Hubo una reacción hasta cierto punto imprevista. En cambio en el caso de Saviano, en la medida en que él se mete en una materia prima sumamente peligrosa y delicada, y con el tratamiento que le da, sabe que el roce con el peligro es prácticamente inevitable. Y ahí podemos terminar incluso con un paralelismo: no es lo mismo el tratamiento mediatizado y alegórico, e incluso a veces épico, que pueda hacer Mario Puzo de la mafia en El padrino, que el que hace Saviano en Camorra. Mario Puzo, que yo sepa, no tuvo ninguna dificultad con la mafia. Porque el tratamiento es un tratamiento que incluso -y esto se ve mucho en la película- puede tener algo de elegíaco, o apologético, incluso. En cambio lo de Saviano es algo que va directamente al corazón de la tiniebla.  

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26 de noviembre de 2008
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III. El otro racismo

En el discurso de Obama en a convención de Boston de 2005, estaba ya desde entonces el mensaje que habría de seducir a millones de ciudadanos de todo color y tamaño cuatro años después, y cuyo tono religioso desagrada a Lévy, que se confiesa un francés acostumbrado a las grandes disputas políticas, y encuentra las palabras de aquel "negro blanco", "desesperadamente acomodaticias" cuando dice que no hay unos Estados Unidos negros, ni unos Estados Unidos blancos, ni unos Estados Unidos latinoamericanos, ni asiáticos, que sólo hay los Estados Unidos de América.

Pero no eran palabras de un decorado retórico las que Lévy escuchó con desdén, sino un detonante, cuando pocos pensaban en Obama para presidente. Y su virtud ecuménica se halla otra vez en el formidable, y ya célebre discurso sobre la raza que pronunció en Filadelfia el 18 de marzo del 2008, para salir al paso de las incendiarias declaraciones del pastor negro de su propia iglesia, el reverendo Jeremiah Wright, que amenazaban con hundir su campaña para ganar las primarias. Otra clase de racismo, el racismo negro, que asustaba a los potenciales votantes blancos, y que Obama debía conjugar si quería abrirse paso.

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26 de noviembre de 2008
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Besar

He vuelto a ver Encadenados, de Alfred Hitchcock, y uno de los besos más famosos de la historia del cine, el de Cary Grant e Ingrid Bergman, que para superar los tres segundos impuestos por la censura logró un plus de erotismo raro en la época. Se logró un beso flexible, distinto a estos de mentira de medio cuerpo inclinado y labios cerrados a cal  canto. En aquella época el beso era algo de puertas para dentro y para poner fin a las películas. Ahora sabemos que es bueno para la salud, pero en realidad no hace tanto que el beso ha salido a la calle. ¿Recordáis la famosa fotografía de Robert Doisneau, de aquel día de 1950, en que sorprendió a dos personas anónimas besándose de una manera maravillosa en las calles de París? Al cabo del tiempo nos hemos enterado de que era un montaje. Yo habría preferido no saberlo.

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26 de noviembre de 2008
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Queen & Paul Rodgers: The Cosmos Rocks

Guardo los mejores recuerdos de Queen. El primer disco de vinilo que me compré fue de este grupo inglés. Los vi en el Rock & Rio original, el 85, y ya se me ha borrado todo de esos días de concierto excepto la presencia arrolladora de Freddie Mercury en el escenario (bueno, también me queda AC & DC...). También tengo una conexión muy íntima con la música de Queen porque solía compartir el interés por su música con un gran amigo, Negro de la Reza, fallecido en un accidente de aviación el 87. Allá por el 83, el 84, yo tenía cuatro, cinco discos de Queen, y se los presté al Negro para que los grabara. Cosas de la memoria: ahora no puedo recordar al Negro sin pensar en Queen.

Por todo eso, cuando me dijeron que había nuevo compact de Brian May y compañía pensé que se trataba de una broma de mal gusto. Pero no, era en serio. Yo estaba contento con los quince discos de Queen con la voz inconfundible de Freddie Mercury, y pensé que era más que suficiente para el resto de mi vida. Sin embargo, me ganó la curiosidad morbosa. Y sí, en este disco quedan, reconocibles, los complejos arreglos sinfónicos de Brian May. La voz de Rodgers es otra historia. Lo bueno es que Rodgers no se atreve siquiera seguirle los pasos a Mercury, y evita así ser conocido como una pálida imitación del original. Lo malo es que, aun con todo lo bueno, Rodgers sigue sin ser Mercury. Hay canciones respetables -"Small", "Time to Shine", "We Believe"--, y quizás este compact no me hubiera molestado si habría sido editado con un nombre diferente al de Queen. Sí, los tiempos cambian, pero algunas cosas buenas es mejor dejarlas como están.

(Pensaba poner un video del nuevo Queen, pero en YouTube me crucé con esta versión de "Love of my Life" interpretada por Mercury, y me olvidé de The Cosmos Rocks...)

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26 de noviembre de 2008
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El Boomeran(g)
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