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Don Werner

Hacia 1986, le mandé el manuscrito de mi primer libro de cuentos a Don Werner Guttentag, el legendario editor de los Amigos del Libro, la editorial boliviana más importante del siglo XX. El manuscrito se llamaba Cristales en la noche, y yo, en el atrevimiento de los diecinueve años, pensaba que sería aceptado y publicado de inmediato.

Don Werner lo rechazó. Era mi primer rechazo editorial. Yo conocía a Don Werner, lo había visto varias veces en su librería en la calle Heroínas en Cochabamba. Lo visité, quería escuchar sus razones. Encontré a un señor afable, incluso charlatán, que me hizo pasar a sus oficinas en el segundo piso y me mostró una serie de libros raros (primeras ediciones de novelas de Vargas Llosa, novelas alemanas). Me dijo que no me desanimara.

Para el adolescente que era yo, fue muy importante escuchar esas palabras. El rechazo se convirtió en un gran estímulo para continuar escribiendo. Revisé el manuscrito y comprobé que don Werner tenía razón. Eliminé la mitad de los cuentos, y con la otra mitad inicié otro libro, ahora con el título Las máscaras de la nada. Cuatro años después, don Werner lo publicaría.

Don Werner falleció ayer a los 88 años. El alemán que llegó a Bolivia en 1939, escapando del terror nazi, contribuyó como pocos a la difusión de la literatura nacional. Deja un vacío inmenso en el país que terminó haciendo suyo. Lo recuerdo como un incansable fanático de los libros, alguien que, pese a las dolencias de los últimos años, tenía la fortaleza para seguir asistiendo a presentaciones y a ferias del libro. Lo recuerdo como el mejor primer editor con el que puede soñar un aprendiz en la impaciente disciplina de la carrera literaria.

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3 de diciembre de 2008
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Cuentos breves

Entre la fábula y el aforismo muchos cuentos breves son el resumen condensado de pensamientos mayores. Los mejores cuentos breves están llenos de humor muy serio, a veces de tristeza, muchas de ironía y con no pocas dosis de pesimismo. También los hay cínicos y realistas. /upload/fotos/blogs_entradas/los_cuentos_ms_breves_del_mundo_med.jpgAcaba de aparecer, en la editorial Páginas de espuma, una selección de algunos de los mejores, cuentos desde Esopo a Kafka, Los cuentos más breves del mundo. Como en toda selección muchos no están, pero la mayoría de los que están merecen la pena. Espero que no se molesten si trascribo dos o tres de mis preferidos.

De Nicolas de Chamfort, uno de los maestros del aforismo, uno llamado Las tardes:

 

"Cierto hombre pasaba, desde hacía treinta años, todas las tardes en casa de la señora X. Un día, la esposa de este hombre falleció. Todos creyeron que se casaría con la otra y hasta lo alentaron a hacerlo.

Él se negó.

-No sabría dónde pasar mis tardes-dijo."

 

/upload/fotos/blogs_entradas/arte_de_volar_y_otros_trances_med.jpgDel diabólico, genial, mordaz Ambrose Bierce -buscar Arte de volar y otros trances que acaba de publicar en la editorial La tempestad- me gusta uno que llama mala suerte:

 

"Dos ranas que se hallaban en la barriga de una serpiente analizaban su difícil situación.

-Qué mala suerte - dijo una.

-No saques conclusiones apresuradas -contestó la otra; estamos a resguardo de la lluvia, con comida y alojamiento.

-Con alojamiento, sin duda -dijo la primera rana-; pero no veo la comida.

-Nosotras somos la comida -explicó la otra."

 

Y mi preferido, una pequeña fábula del gran Franz Kafka. En unas líneas también está todo Kafka:

 

"Ah -dijo el ratón-, el mundo es cada día más pequeño. Primero era tan vasto que me daba miedo, entonces seguí corriendo, y era feliz porque al final, en la distancia vi muros a derecha e izquierda; sin embargo esos largos muros se acercaban velozmente unos a otros que enseguida me encuentro en la última sala, y allá en el rincón me espera la trampa en la que voy a caer.

-Tienes que cambiar el sentido de tu carrera -dijo el gato, y lo devoró."

 

Ya lo decía Monterroso, los animales se parecen tanto a los humanos que no siempre es fácil diferenciarlos.

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3 de diciembre de 2008
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Crucifijos

Estos días estamos envueltos en polémicas caducas, rancias, que parecen haber salido de una habitación que llevara cerrada un siglo o más. No tendría que haber discusión posible en cuanto a si se retiran o no los crucifijos de las aulas y centros públicos, porque al ser el nuestro un estado laico los símbolos religiosos de cualquier tipo ya tendrían que haber sido retirados hace tiempo. Y no me parece que sea una buena idea dar opción al centro de enseñanza para que decida si dejarlos o quitarlos porque siempre habrá opiniones encontradas según creencias, y en este asunto no se trata de creencias, pues cada uno es muy dueño de tener las que quiera, sino de que gozamos de una Constitución que impide que ninguna religión se imponga sobre las demás, incluso sobre la no creencia.

Así que ya está bien de tonterías. En los centros e instituciones públicos no tiene por qué haber signos religiosos. No hay debate posible.

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3 de diciembre de 2008
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Astenia de las palabras… insignificancia de las cosas

En estas  reflexiones he presentado a menudo al Narrador de La Recherche proustiana como singularidad casi heroica: figura de aquél que aborda la tarea literaria en base a la convicción de que el lenguaje hace de poderoso contrapunto frente al determinismo del registro natural, determinismo al menos en lo esencial, puesto que nada escapa al destino trazado por la termodinámica. Narradores y  poetas simplemente nos ayudan a recobrar la confianza en el valor de las palabras, y así a intentar realizarnos a través de ellas, apostando a realizar nuestra propia condición, apostando por ser nosotros mismos. Y sin embargo también el Narrador ha sido presa del nihilismo, también ha pasado por momentos en los que las palabras carecían de peso y, en consecuencia, las cosas  mostraban tan solo su insignificancia. Transcribo uno de los textos más explícitos al respecto:

"El nuevo sanatorio al que me había retirado no me curó más que el primero; y pasaron muchos años antes de que lo abandonara. Durante el trayecto que hice en tren, volviendo de nuevo a París, el pensamiento de mi carencia  de dotes para la literatura, que ya en otro tiempo había descubierto en el camino de Guermantes, que más tarde reapareció, provocando aun mayor tristeza, en mis paseos cotidianos con Gilberte, /upload/fotos/blogs_entradas/diario_de_los_goncourt_med.jpgantes de volver para la cena, ya tarde en la noche, en Tansonville, y que, en vísperas de irme de esa casa había identificado, más o menos al leer unas páginas del Diario de los Goncourt, con la vanidad y la mentira de la literatura, este pensamiento,  menos doloroso quizás , pero más deprimente aún, si le daba como contenido, no mi propia incapacidad, sino la inexistencia del ideal en el que había creído, este pensamiento, que desde hacía tiempo no había vuelto a la mente, me asaltó de nuevo, y con una fuerza más dolorosa que nunca. Fue, lo recuerdo, durante una parada del tren en pleno campo. El sol iluminaba hasta la mitad de su tronco, una línea de árboles que seguía la vía del ferrocarril. ‘Árboles, pensé, nada tenéis  ya a decirme, mi corazón gélido ya no os oye.  Inútilmente estoy aquí, en plena naturaleza, pues es con frialdad y hasta aburrimiento que mis ojos constatan la existencia de una línea que separa vuestra frente luminosa de vuestro tronco sombreado. Si alguna vez pude sentirme poeta, ahora se bien que no los soy. Quizás en la parte de vida, tan yerma, que ahora se abre ante mí,  los hombres puedan llegar a inspirarme lo que ya no me dice la naturaleza. Mas en cualquier caso, los tiempos en que era capaz de cantarla ya no volverán.' (854-855)

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3 de diciembre de 2008
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El orden sexual

El orden sexual representa, entre todos los diferentes órdenes que componen el vigente sistema (capitalista) aquél que ha venido a comportarse con mayor eficiencia y plasticidad. ¿Una eficiencia y plasticidad hacia la revolución? Un impulso sólido y sostenido hacia la constitución del altermundismo por el que se suspira tanto, sea en el universo económico, en la cultura, en la ecología, en la educación o en la sanidad.

Solamente la sexualidad ha realizado, hasta el momento, su correspondiente evolución hacia un mundo mejor, tan sustantivamente diferente al modelo pasado como dotado de superior convicción.

En el orden de la sexualidad se ha sufrido primero el desorden ("el desorden amoroso") y la eficaz reordenación después. Este es el único ámbito donde el caos de una primera etapa desarrollada en los años 60 y 70 con el unívoco lema de "revolución sexual" ha derivado en la conversión de su caos inicial en amplia fuerza productiva, tan natural como civilizada, tan persuasiva como imparable, tan firme como un resultado sin vuelta atrás.

Y no sólo se trata, claro está, del largo triunfo del movimiento de liberación femenina de cuya victoria en conexión con la silenciosa liberación sexual masculina ha ido allanando preceptos autoritarios, discriminaciones. imposiciones y controles morales, religiosos o políticos hasta constituirse ella misma en una potencia de transformación interior y exterior.

Se trata así del único mundo donde se han visto cumplidos muchos sueños que acaso estaban previstos para muchos años después. En la economía, en la cultura culta o popular, en las nuevas formas de comunicación o en la política sigue debatiéndose con calor entre lo real y lo virtual, lo original y la copia, lo verdadero y lo mendaz. En el mundo de la sexualidad esa engorrosa dicotomía ha sido abolida por el reino de la transparencia que mientras sigue siendo una cualidad ansiosamente postulada en los demás ámbitos aquí se ha convertido en una declaración que comienza en las "salidas del armario" como un principio del que no se abdicará.

La sexualidad circula, además, sin las negativas consecuencias de la circulación financiera o la velocidad cultural. Si el producto pierde valor de cambio en el viaje no pierde por ello valor de uso. El sexo sigue siendo tan divertido como siempre, menos morboso pero más creativo, más abundante y variado sin perder por ello, como proclamaba Freud o Lacan, su prima de placer.

Toda burbuja inmobiliaria o mobiliaria acaba por llevar a la catástrofe mientras todo deseo llevado a su cima estalla y vuelve a recuperar su necesaria complexión. De este modo también se manifiesta como el orden sostenible y el ámbito donde mientras se entrelaza la realización con la fantasía se salda la diferencia entre el bien y el mal. Lo que no significa que el sexo sea amoral sino que ha logrado una nueva calidad de la moralidad donde se elimina la represión sin que la democracia de la oferta mayor signifique una experiencia de inferior calidad. En suma, la sexualidad ha inventado un modelo altermundista que responde casi punto a punto a las demandas de los demás susbsistemas que anhelan un mundo mejor. Un sistema general de producción donde la crisis ha quedado atrás y su experiencia ha derivado en una tendencia tan pacificadora como humanizadora, más allá de los horrendos tabús de la carne, más allá de las leyendas del pecado mortal, las condenaciones y la magia letal. El Sida fue precisamente el cómplice represivo que quedaba por derribar y ya la adquisición de la enfermedad ha sido expulsada de la jurisdicción moral para quedar circunscrita al correspondiente mundo de la sanidad. En ningún otro orden, en fin, donde la inseguridad ha crecido hasta hacerse un factor característico, las medidas contra los riesgos han sido más terminantes, se trate de los medios efectivos contra una concepción indeseada, sea contra la variada posibilidad de enfermar. La sexualidad con todo ello se ha constituido comparativamente en el mayor reino de la libertad y del derecho personal, ¿cómo no presentir, por tanto, que su potencia, tan radical, no sea el principio de una transformación en otros territorios más o menos próximos? ¿Cómo no pensar espontáneamente que las hondas metamorfosis aquí abrirán baches y brechas por donde menos se imagine y acaso cuando menos se espere?

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3 de diciembre de 2008
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Only germans

I can take only germans. Esta frase del cónsul aleman en Mumbay, que ha repetido el eurodiputado Ignasi Guardans a su vuelta de la India, debiera convertirse en el símbolo del mal camino que ha emprendido Europa en los últimos años. El diplomático alemán se sacó las pulgas de encima a la hora de echar una mano a los ciudadanos europeos de nacionalidad distinta de la suya desalojados de sus hoteles por el ataque terrorista y lo hizo con tan mala fortuna como para sintetizar en una sola frase todo lo que Europa no debe ser. Aquí, tan castizos, la mitad de los medios de comunicación siguen ahora mismo polemizando sobre los calcetines de la señora Esperanza Aguirre y a denostar a quienes la han criticado, Ignasi Guardans entre otros. Pero el verdadero problema que se revela en Mumbay es que la Unión Europea no existe ni siquiera como una exigencia de mínima solidaridad por parte de los diplomáticos de cada país con los ciudadanos de otro país socio.

Es evidente que el conjunto de los diplomáticos de los 27 socios de la UE debieran hacerse cargo en situaciones parecidas de todos los ciudadanos europeos, para protegerlos y ayudarles como si fueran ciudadanos de su propio país. /upload/fotos/blogs_entradas/ignasi_guardans_med.jpgUna UE que no sea capaz de alcanzar ni siquiera este nivel de cooperación entre sus socios no merece lucir el título de tal unión. En el caso del diplomático alemán no cuenta ni siquiera con la disculpa que podría valer para los nuevos países socios, que se han incorporado muy recientemente cuando la pasión europeísta estaba ya decayendo. Tampoco ha funcionado correctamente la presidencia francesa de la UE, según Guardans, que trató a los ciudadanos europeos como a niños, sin darles explicación alguna.

Alemania es un país fundador y sus relaciones con España han sido cruciales en la modelación de la UE en los últimos 20 años. Un país tan potente y en tantas cosas ejemplar no puede dejar pasar un ejemplo tan poco recomendable sin alguna clarificación. Pero lo más importante sería que las instituciones europeas, el Parlamento donde se sienta Guardans, por supuesto, pero también la Comisión y el Consejo tomaran cartas en el asunto y se tomaran decisiones para garantizar en el futuro la cobertura y la protección de todos los europeos por parte del conjunto de las representaciones diplomáticas en el exterior de Europa.

Sobre esta cuestión nada ha dicho hasta ahora la presidenta de la Comunidad de Madrid, ocupada fundamentalmente de sus calcetines y de la misa que ha encargado para hoy, según cuenta Abc, coincidiendo con la "Festividad de San Francisco Javier, Patrón de la India" en una iglesia madrileña. "Tuvimos la inmensa suerte de salir indemnes todos los españoles", dijo la presidenta. Y remachó sin rebozo: "Fue un milagro". Lleva razón: sin Unión Europea y con la presidenta madrileña apresurada en ocuparse de sí misma y de sus calcetines, es verdaderamente un milagro que todos los españoles atrapados en Mumbay hayan podido salvar sus vidas.

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3 de diciembre de 2008
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Naufragio moderno

Rafael Argullol: Hay un tipo de naufragio distinto en nuestra época sobre el cual creo que vale la pena hablar con cierta profundidad.
Delfín Agudelo: Pensaría que al recurrir a la imagen del naufragio de nuestra época te refieres al vasto océano de información que se maneja en un ordenador o de aquello a  lo que uno puede llegar a través de éste.
R.A.: Mira, te voy a contar algo que le sucedió a una amiga mía recientemente, por cierto una amiga compatriota tuya, que viajaba de Colombia a Nueva York, y posteriormente tenía que venir a España. Hizo una escala por cuestiones de trabajo en Puerto Rico. En el hotel le robaron el portátil, un portátil además recién adquirido, y en ese portátil ella concentraba todos los datos de su trabajo, gran parte de lo que eran sus conexiones cotidianas de tipo personal, e incluso tenía todos los mecanismos que incluían la posibilidad de telefonear a larga distancia, como era su propósito hacerlo, imagino, desde Estados Unidos y España. Ella me contó que la sensación que tuvo en el momento en que había desaparecido el ordenador del cuarto de su hotel fue una sensación muy traumática. En primer lugar, por lo que ya es evidente, y es que siempre supone una violación de la intimidad todo robo y es algo sumamente desagradable que te entren en la casa o habitación de un hotel. A eso se le sumaba en esta ocasión el hecho de que ella de repente se sintió desprotegida de toda la red de conexiones que de alguna manera la mantenían en unión con su mundo, estuviera donde estuviera. Eso le llevó a sentirse tan desamparada que en un momento determinado incluso pensó en interrumpir el viaje que tenía que hacer, y volver a Colombia. Luego, con posterioridad, una vez ha pasado el trauma y cuando me contó la anécdota aquí en Barcelona, evidentemente le había dado ya la vuelta, que es también una cuestión interesante, y de pronto se sentía en cierto modo como liberada: había pasado del estado de desamparo por verse como desnudada de todas las defensas que habitualmente tenemos y que nos permiten al día de hoy estar en cualquier lugar del mundo, y estar permanentemente conectados, pero superado ese trauma, le había encontrado las ventajas al darle la vuelta porque se encontraba precisamente desconectada y de alguna manera retornaba a la imagen de lo que era antiguamente el viajero, que era alguien que como máximo estaba conectado a través de carta, y tenía que transcurrir sus días sin estar en una especie de conexión permanente o de estar continuamente desfilando por los hilos de la telaraña.

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3 de diciembre de 2008
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I. El muñeco sí, las agujas no

Recuerden que en un post anterior comenté que el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, había perdido un pleito en los tribunales, a los que recurrió para que se prohibiera la venta de un muñeco de vudú fabricado a su imagen y semejanza, y que se ofrece en las tiendas con 12 alfileres al precio de 13 euros, acompañado de un manual en el que se instruye al comprador acerca de las maneras de clavárselos en diversas partes del cuerpo, según donde quiera causarse el mal, la cabeza, el estómago, las extremidades.

El juez que vio el caso consideró que semejante prohibición violaría el derecho de los ciudadanos a disfrutar del humor; pero el presidente no quedó conforme con la sentencia, y recurrió de apelación a través de sus abogados, con lo que logró que se revisara el fallo.

La corte superior dice ahora que los muñecos pueden seguir a la venta sin tropiezos, aunque emitió un mandamiento dirigido al fabricante del muñeco, para que agregue una advertencia inscrita en la caja, en la que se haga constar que  el uso de las agujas  "constituyen un ataque a la dignidad personal del señor Sarkozy".

Una advertencia parecida a las de las cajetillas de cigarrillos: fumar es peligroso para su salud, pero siga usted fumando. Sepa usted que hace mal al clavar las agujas, pero sigue usted clavándolas.

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3 de diciembre de 2008
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El valor del trabajo (2)

Desde aquel relato inicial, la totalidad de la experiencia humana se bifurca. Está ese trabajo desangelado. para el que el sudor es condición sine qua non: lo que hacemos sin ganas, sin talento y sin vocación, las tareas que -sentimos- se nos imponen contra natura, aquellas que nos embotan, que nos bestializan al percibirse como violencia contra nuestra identidad. /upload/fotos/blogs_entradas/el_trabajo_anbal_jarkowski_med.jpgAníbal Jarkowski, autor de la novela El trabajo, lo dice en una entrevista: este tipo de empleo supone la suspensión del tiempo, que vendemos a un ser extraño que nos somete a reglas y condiciones abstrusas.

Pero también está el otro trabajo, que tanto se parece al original divino: aquel que es inseparable del placer y que por ende casi no se percibe como tal. Esta vertiente del trabajo también involucra al sudor, pero en este caso se trata de un sudor que lubrica, como ocurre en el buen sexo: antes que el signo de su negación, representa la manifestación física del placer. ¿A quién le extraña que al buscar ejemplos de esta modalidad las primeras profesiones que vengan a la mente sean las del escritor y la de la prostituta?

A pesar de los vaivenes de la narrativa universal, las mujeres que se prostituyen no perdieron nada de su atractivo como personajes literarios. Hoy se insiste más en aquellos aspectos que asemejan la tarea a una esclavitud sin cadenas, pero al mismo tiempo, salvo contadas excepciones, se les niega de modo paradojal la posibilidad del goce. Como si la gravedad de las condiciones del trabajo -la sumisión a un cafishio, la violencia de género, la indefensión social- sólo fuese verdaderamente grave en el caso de la inexistencia del disfrute. ¿Por qué amenaza tanto la estructura de nuestro pensamiento considerar que la prostituta, más allá de las condiciones de su explotación, pueda sentir placer en su trabajo?

En mi novela El muchacho peronista existen tres personajes que caminan por el segundo de los senderos que bifurcan la experiencia del trabajo. El primero es una prostituta de la Zwi Migdal: Isabel, que como tantas otras fue engañada para salir de su país natal, violada y vendida en la Argentina. Isabel se impone a su victimario y enamorado, llamado Tardewski en lo que entonces creí un homenaje a Piglia, simplemente porque entiende que nadie controlará nunca lo que ocurra dentro de su cabeza. Tanto Tardewski como el resto de sus clientes podrán penetrarla una y mil veces, pero nunca sabrán lo que está pensando de verdad, lo que está sintiendo de verdad. Y cada vez que se lo pregunten, y que esa pregunta los inquiete, estarán reconociendo que Isabel es más que un cuerpo, que un dispositivo rico en orificios. Isabel se reserva su pensamiento y su corazón y por lo tanto, su decisión de gozar o no: eso le brinda la posibilidad de trascender las condiciones más indignas de su trabajo, elevándolo a la categoría del trabajo divino. ¿Quién sabe qué imagina Isabel, mientras los hombres bufan, se afanan y transpiran sobre su cuerpo lánguido? ¿Acaso no quiso Dios comprar nuestro amor al regalarnos el mundo, con los mismos resultados insatisfactorios? 

                                                         (Continuará.) 

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3 de diciembre de 2008
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…Y cuando dejan de hablarnos

Decía que al Narrador de La Recherche le hablaba la ciudad de Venecia. Seguro que al propio Marcel Proust (que conviene no identificar en exceso a su personaje) le hablaba posiblemente esa catedral de Chartres, tan cercana a Villiers, el pueblo de Francia que sirvió de materia prima a su Combray, y que interpelaba también al gran Peguy.

/upload/fotos/blogs_entradas/la_libert_greca_2_med.jpgEn un mundo que pudiéramos considerar tan afortunado como trágico, en esa "ciudad griega" que da título al libro de Pohlentz al que me he referido aquí en varias ocasiones, sus habitantes tendrían momentos de vivencia colectiva, en los que no cabría distinguir vida espiritual interior, emoción en el otro y transfiguración del entorno. Lejos está nuestro mundo del universo descrito por Pohlentz, mas al menos a los protagonistas de las grandes narraciones les hablan las ciudades, como les hablan los árboles, o como dejan de hablarles, en el momento en que ellos mismos pierden confianza en el peso de la palabra.

Nos hablan obviamente aquellas cosas que han sido previamente humanizadas, las cosas en las que el lenguaje se ha infiltrado hasta hacer de ellas algo indisociable de nuestro propio destino como humanos. Quizás este eco de lo que constituye nuestra vida interna es un signo de la intensidad de esta última. Y complementariamente, el silencio de las cosas sería signo de que nos abandona el sentimiento de nuestra singularidad:

Pues cuando el lenguaje es sentido meramente como un aspecto más entre los que configuran el todo del mundo, cuando prima el sentimiento de destino común con minerales y bonobos, cuando sólo preocupa la siempre amenazada subsistencia, cuando las metáforas son vividas como expediente menor de la representación de las cosas, cuando en suma, la palabra es impotente a arrastrarnos, a hacernos partícipes de su propio desbordar, entonces nada nos habla, porque ni siquiera respondemos a la condición de depositarios del lenguaje.

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2 de diciembre de 2008
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