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La responsabilidad de la ficción

Por 26 de noviembre de 2008 Sin comentarios

Rafael Argullol

Rafael Argullol: El conflicto con el poder por parte de los escritores viene de lejos y debería formar parte de nuestro paisaje cotidiano. Pero no porque los escritores deban tener una ética principal, como antes se decía bajo compromiso social, sino que su propia labor de escritor les llevará a un choque con el poder.

Delfín Agudelo: Cuando se choca con el poder está en juego el sentido de aquello que se acaba a de crear. ¿Quién es dueño de ese sentido? Hablabas de la metáfora como herramienta literaria para la denuncia. La metáfora carece de dueño; el escritor no es dueño de su metáfora, pero el lector se cree dueño de la metáfora que lee, y en esa medida se puede crear una súbita persecución alrededor de un sentido que en últimas puede que no le pertenezca a nadie. Hay casos evidentes como el de Rushdie; pero en el caso de Saviano también juega la el periodismo y la creación literaria. ¿Hasta dónde llega el sentido por el cual se puede atentar "legítimamente"? La metáfora, la alegoría, aquello que se utiliza, ¿a quién le pertenece? ¿Quién es dueño de ese sentido? ¿Se ve acaso el escritor perjudicado o aventajado por una situación que no pertenece ni a la ficción completamente ni a la realidad completamente?

R.A.: Es que la literatura se mueve en ese terreno intermedio. En el futuro la literatura explorará más ese terreno, entre lo que henos llamado realidad y ficción. Noe estoy de acuerdo con esa separación de origen anglosajón entre la ficción y la no ficción, porque no responde verdaderamente a cómo es la creación literaria  y no ha respondido nunca. Si repasamos cualquier creación veríamos que las fronteras entre ficción y no ficción son muy débiles. Antes citaba a Dante: él mezcla su momento histórico en la Divina Comedia, y así cuando Shakespeare utilizaba materia prima del pasado, lo estaba proyectando en su propio presente y estaba realizando el poder de su propia época. Por eso ha habido tantos escritores que se han visto obligados a exilarse o incluso han tenido destinos peores. En ese sentido, cuando el escritor se propone una determinada materia narrativa e indaga implacablemente hasta sus últimas consecuencias, es muy probable que choque con el poder, no necesariamente quizás con el poder tan inmediatamente sanguinario como el de la Camorra, pero sí con el poder. Por eso no confío en otro escritor que no sea el independiente. Y el escritor independiente casi nunca recibe honores de los poderes establecidos en su época, así estos poderes sean más democráticos y civilizados que el poder de la Camorra en Nápoles.

Hay, sin embargo, grados distintos. El caso de Saviano evidencia una conciencia en su propia incursión, mucho más que en el caso de Rushdie, el cual cuando escribió Los versos satánicos fue valiente pero valiente malgré lui, porque no sabía la reacción que tendría aquello por parte del fundamentalismo islámico. Hubo una reacción hasta cierto punto imprevista. En cambio en el caso de Saviano, en la medida en que él se mete en una materia prima sumamente peligrosa y delicada, y con el tratamiento que le da, sabe que el roce con el peligro es prácticamente inevitable. Y ahí podemos terminar incluso con un paralelismo: no es lo mismo el tratamiento mediatizado y alegórico, e incluso a veces épico, que pueda hacer Mario Puzo de la mafia en El padrino, que el que hace Saviano en Camorra. Mario Puzo, que yo sepa, no tuvo ninguna dificultad con la mafia. Porque el tratamiento es un tratamiento que incluso -y esto se ve mucho en la película- puede tener algo de elegíaco, o apologético, incluso. En cambio lo de Saviano es algo que va directamente al corazón de la tiniebla.  

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Rafael Argullol

Rafael Argullol Murgadas (Barcelona, 1949), narrador, poeta y ensayista, es catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Facultad de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra. Es autor de treinta libros en distintos ámbitos literarios. Entre ellos: poesía (Disturbios del conocimiento, Duelo en el Valle de la Muerte, El afilador de cuchillos), novela (Lampedusa, El asalto del cielo, Desciende, río invisible, La razón del mal, Transeuropa, Davalú o el dolor) y ensayo (La atracción del abismo, El Héroe y el Único, El fin del mundo como obra de arte, Aventura: Una filosofía nómada, Manifiesto contra la servidumbre). Como escritura transversal más allá de los géneros literarios ha publicado: Cazador de instantes, El puente del fuego, Enciclopedia del crepúsculo, Breviario de la aurora, Visión desde el fondo del mar. Recientemente, ha publicado Moisès Broggi, cirurgià, l'any 104 de la seva vida (2013) y Maldita perfección. Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza (2013). Ha estudiado Filosofía, Economía y Ciencias de la Información en la Universidad de Barcelona. Estudió también en la Universidad de Roma, en el Warburg Institute de Londres y en la Universidad Libre de Berlín, doctorándose en Filosofía (1979) en su ciudad natal. Fue profesor visitante en la Universidad de Berkeley. Ha impartido docencia en universidades europeas y americanas y ha dado conferencias en ciudades de Europa, América y Asia. Colaborador habitual de diarios y revistas, ha vinculado con frecuencia su faceta de viajero y su estética literaria. Ha intervenido en diversos proyectos teatrales y cinematográficos. Ha ganado el Premio Nadal con su novela La razón del mal (1993), el Premio Ensayo de Fondo de Cultura Económica con Una educación sensorial (2002), y los premios Cálamo (2010), Ciudad de Barcelona (2010) con Visión desde el fondo del mar y el Observatorio Achtall de Ensayo en 2015. Acantilado ha emprendido la publicación de toda su obra.

 

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