Sergio Ramírez
En el discurso de Obama en a convención de Boston de 2005, estaba ya desde entonces el mensaje que habría de seducir a millones de ciudadanos de todo color y tamaño cuatro años después, y cuyo tono religioso desagrada a Lévy, que se confiesa un francés acostumbrado a las grandes disputas políticas, y encuentra las palabras de aquel "negro blanco", "desesperadamente acomodaticias" cuando dice que no hay unos Estados Unidos negros, ni unos Estados Unidos blancos, ni unos Estados Unidos latinoamericanos, ni asiáticos, que sólo hay los Estados Unidos de América.
Pero no eran palabras de un decorado retórico las que Lévy escuchó con desdén, sino un detonante, cuando pocos pensaban en Obama para presidente. Y su virtud ecuménica se halla otra vez en el formidable, y ya célebre discurso sobre la raza que pronunció en Filadelfia el 18 de marzo del 2008, para salir al paso de las incendiarias declaraciones del pastor negro de su propia iglesia, el reverendo Jeremiah Wright, que amenazaban con hundir su campaña para ganar las primarias. Otra clase de racismo, el racismo negro, que asustaba a los potenciales votantes blancos, y que Obama debía conjugar si quería abrirse paso.