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Blogs de autor

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Cargueros

Hay  lugares que parecen haber  sido erigidos respondiendo a una necesidad de que el alma humana encuentre espejo para sus fantasmas más profundos. Lugares como esos "naberezhnaie", malecones a lo largo de los múltiples brazos del Nieva en los que el protagonista de Noches blancas va saludando a sombras desconocidos que le ignoran, o lugares como esa Venecia que alecciona al Narrador de La Recherche para  que se alce a la altura de la exigencia espiritual que el mismo se ha trazado. Estos lugares nos conmueven particularmente porque, tras cada elemento de su construcción, percibimos el esfuerzo titánico que han realizado los hombres para superarse a sí mismos; superación paradójica, pues se trata de vencer las inercias que les impiden precisamente desplegar su humanidad y reconocerse en ella.

En esta potencia de provocar un sentimiento de reencuentro reside la universalidad de ciudades como San Petersburgo. Mas esta potencia es indisociable de la persistencia de una vida propia. Cuando el equilibrio entre habitantes de la ciudad (los únicos que pueden preservar su carácter) y visitantes se rompe; cuando una ciudad -por razones económicas más o menos justificadas- publicita sistemáticamente sus encantos, siento millones los que pican el anzuelo, entonces cabe decir que los ciudadanos son desposeídos de una parte de sí mismos. Piénsese en esa  plaza de San Marco,  vedada de hecho a los que en Venecia residen, al igual  que darse una cita en una terraza de la Rambla es algo que entre barceloneses constituye hoy algo insólito.

Felizmente, la ciudad de San Petersburgo se salva aun de tal naufragio. Hay ciertamente avenidas centrales dónde su alma parece haberse perdido entre los establecimientos comerciales, que homologan hasta la indiferenciación las calles centrales de Milán, Hannover o Edimburgo. Pero todavía sus lugares auténticamente emblemáticos son poblados de gentes que viven en la ciudad, y rusa es la lengua que mayoritariamente puede oírse en ellos.

Pero sobre todo, los brazos del Nieva parecen aun libres de ese cáncer espiritual de nuestra época que es la mirada etnológica. El que a ellos se acerca contempla sencillamente un profundo  paisaje urbano que es siempre una promesa de puerto. Puerto esencialmente de barcos de carga, y por ello me atrevo a decir que puerto para quien de verdad ama los puertos. Nada en San Petersburgo análogo al desolador "Maremagnum" barcelonés, que cierra literalmente la antigua apertura al mar; lo cierra de manera muy concreta a la mirada de quien lo cantaba, el poeta catalán Joan Salvat Papasseit,  desarraigado en un muelle del cual fue un trabajador.       

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4 de diciembre de 2008
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Homosexuales

Rouco Varela dijo sobre la retirada de los crucifijos de los centros de enseñanza públicos que "no favorece la convivencia". No es una frase buena en el sentido de que no encierra nada bueno. Los magnates de la iglesia deberían ser menos prepotentes y más comprensivos y humildes.

Otra frase por el estilo, más grave aún, es la que ha pronunciado el representante de la Santa Sede ante las Naciones Unidas: "una declaración política de ese tipo crearía nuevas e implacables discriminaciones". Se refiere a la propuesta de la Unión Europea ante la ONU para despenalizar la homosexualidad en el mundo, teniendo en cuenta que en 91 países está condenada y castigada. Esta gente (me refiero al Papa y la curia que lo rodea) ha estudiado filosofía, teología, son cultos, ¿cómo entonces pueden tener una mente tan cerrada y cerril?

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4 de diciembre de 2008
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Todos

Al terminar la lectura de Lo peor de todo (Alfaguara), la novela de Ray Loriga, uno rememora la frase ritual de las últimas páginas:"váyase usted a la mierda". Esto es literalmente la voluntad de contar lo peor. Elder Bastidas, el héroe y narrador, /upload/fotos/blogs_entradas/lo_peor_de_todo_med.jpgtrabaja en una tienda de hamburguesas, sabe todo sobre los combates de la guerra de Vietnam y ve (en este orden) boxeo, fútbol y películas en televisión. Hay algo fascinante en la voluntad de un autor de dar una voz a un ser trastornado, perdido, arrebatado por las decepciones y la incomprensión de la vida social.

De cierta manera esta novela de 1992, que ha sido editada nuevamente en España, es un punto intermedio entre la idea del arte como punto más alto de la expresión humana y la idea que cada uno de nosotros tiene algo qué decir que puede ser  útil a todos. Para poner las cosas bien claras, es una novela que se ubica entre la voluntad de esperar algo que no llega, como una novela digna para premio Tusquets (declarado desierto por segunda vez consecutiva) y un sitio-enciclopedia como Wikipedia basado en la idea de que todos tenemos un conocimiento, tal como lo explica Alberto Fuguet al entrevistar al creador de este sitio.

En la época de la redes sociales, es decir, en la época del ruido total, me parece que el jurado del premio Tusquets tiene mucho valor. Pero la novela de Loriga nos recuerda también que se puede encontrar gracia en lo peor de todo.

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4 de diciembre de 2008
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Automóvil

El sector de las motocicletas se queja de no recibir las mismas ayudas que la industria del automóvil cuando el descenso de sus ventas el mes pasado rondó el 45% más o menos lo mismo que los coches. ¿Por qué esta discriminación? La razón política atribuye al sector automovilístico español no sólo los 400.000 empleos que mantiene sino los muchos otros correspondientes a las numerosos proveedores, empezando por los trabajadores de la siderurgia.

/upload/fotos/blogs_entradas/filippo_tommaso_marinetti_med.jpgSin embargo palabras como carbón o acero, siderurgia y producción de coches, forman parte de un glosario que remite a una etapa anterior. El acero y el motor de explosión son elementos del Manifiesto Futurista de Filippo Tommas Marinettti publicado en el periódico Le Figaro nada menos que en 1909. Marinetti nacido en Egipto en 1876 y muerto en Italia en 1944 fue, como todos los del famoso Manifiesto un apasionado de la velocidad y la expansión del maquinismo, símbolo de los primeros años esperanzados del siglo XX y cuyos júbilos se carbonizaron no sólo con el estallido de la Gran Guerra sino con el desencadenamiento del nazismo, hijo del fascismo donde él militaba y la tragedia de la Segunda Guerra Mundial. Nada que ver en este aspecto con la motocicleta que pese a su fama heroica no logró nunca una calificación tan alta en el imaginario colectivo en parte porque nació como bicicleta motorizada y en parte, qué duda cabe, porque el automóvil reproduce a la carroza y con ella una enseña de poder que efectivamente se ha plasmado tanto en los conductores como ahora en las peticiones inmediatamente atendidas de las factorías.

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4 de diciembre de 2008
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Mikel Laboa

Murió hace dos días. Los que conocen la música del País Vasco saben que es tan grande, tan importante, tan renovador, tan patriarca y esencial como para la música anglosajona lo es Bob Dylan. Mikel Laboa, que cantó con Dylan hace pocos años, se ha muerto cuando estaba artísticamente mejor que la mayoría de los de su oficio. De su oficio de cantante, de compositor, de músico, porque Laboa también era psiquiatra, un gran psiquiatra infantil. Un gran tipo. Un artista que no se merecen los miserables que han matado a un hombre, a un empresario tranquilo, de Azpeitia. Una parte de la sociedad, del pueblo de Laboa, está enferma. Quiero pensar que son pocos, pero desde luego están locos. No quiero compartir con ellos ni una música, ni una letra de Laboa. Me pongo su música, leo sus letras, creo que entiendo mucho mejor el sentimiento profundo de un pueblo que es otra cosa que muerte y fanatismo. No podrán con el cantante que sabe cantar el pasado doliente de esa tierra, y que también ha sabido cantar lo mejor del mundo euskaldun de hoy, no podrán hacernos creer que tengan algo que ver con ese hombre poético, culto, sentimental, lleno de humor y de experimento, lleno de verdad que se llama Mikel Laboa.
 
Los que quieren saber que en el País Vasco hay gentes que son capaces de hacer, de cantar y de decir lo que Laboa supo hacer en una vida tan rica, tan suya y de los que le seguimos.
 
No podía con aquellos verdugos de su pueblo que querían disfrazarse de víctimas. Los asesinos, los injustos, los canallas no tienen quién les cante. Al menos no tienen a su lado artistas como Laboa. Era un humanista que no estaba dispuesto a que siguiera aquello que denunciaba Brecht: "con paso firme se pasea hoy la injusticia". No podemos seguir paseando al lado de la injusticia y mirar para otro lado.
 
Escucharé a Laboa y pensaré que el mundo puede ser distinto. Mejor.

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4 de diciembre de 2008
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Echaremos en falta a Bush

Su herencia está ahí. Ya no hay quien la mueva. Lo que se mueve, en cambio, es la realidad de las dos grandes crisis abiertas, de forma que la toxicidad del legado que le pasa a Obama puede amplificarse con el tiempo. La ignorancia sobre la profundidad de la recesión que se nos ha venido encima es la misma el 4 de noviembre, día de las elecciones, que hoy mismo, y por ello mucho más grave. Nadie es capaz de decirnos ahora dónde estaremos el 20 de enero cuando tome posesión el nuevo presidente: las sondas no han dado todavía con el fondo de este océano turbulento. La gestión dificultosa de la guerra de Afganistán se funde ahora mismo con la tensión entre India y Pakistán tras los ataques terroristas en Bombay: habrá que ver también el estado de las relaciones entre las dos potencias nucleares asiáticas el día de la Inauguración y dónde se situará entonces el puntero de las prioridades del nuevo presidente. Una crisis se desplaza en dirección vertical y hacia abajo: la económica; y la otra, salida del torbellino de Oriente Próximo, hacia el Este, donde está la falla más peligrosa.

Obama está haciendo lo que debe, que es preparar buenos y sólidos equipos para lidiar con ambas crisis y empezar a gobernar, aunque sea por control remoto. Bush, en cambio, se dedica a lo único que puede: dar entrevistas y disponerse para la vida después de la Casa Blanca. Estas charlas televisivas son como coloreados papeles navideños donde envolver el legado tóxico que nos deja. Hace unos días reconoció algunos errores, más bien en las formas: se equivocó cuando pidió que le llevaran a Bin Laden vivo o muerto; también cuando se precipitó a declarar la misión cumplida en Irak. Ahora acaba de reconocer que el mayor error de su presidencia fue el fallo de los servicios secretos sobre las armas de destrucción masiva en Irak: no dice sin embargo que los servicios de inteligencia le sirvieron los platos que él les pedía. Y también ha reconocido que "no estaba preparado para la guerra", aunque luego le gustó tanto como para empezar a añorar ahora mismo su papel de comandante en jefe.

De todos los envoltorios utilizados, el de mayor elocuencia es el histórico, tema con el que George W. Bush mantiene una relación especial. Siempre le han interesado los libros de historia y muy en especial las biografías presidenciales, cosa que no se corresponde con su muy escaso interés por el lugar que ocupará él mismo en los tratados históricos del futuro. "No podré dedicarme a leerlos", suele decir con sorna. "¿Fue un error dejar caer a Lehman Brothers?", le pregunta Charlie Gibson en su entrevista para la cadena ABC. A lo que contesta: "Dejemos a los historiadores que se ocupen de ello". "¿Se siente en algún aspecto responsable por lo que está ocurriendo?", le dice el periodista. Bush responde: "He sido el presidente durante todo este tiempo, pero creo que cuando se escriba la historia del periodo la gente se dará cuenta de que muchas decisiones sobre Wall Street se tomaron hace una década, antes de que yo llegara a la presidencia". Con esta respuesta tenemos ya una buena pista sobre la función de la historia: transferir responsabilidades hacia el futuro (no me pregunte por lo que acaba de ocurrir) y hacia el pasado (lo que ahora pasa es consecuencia de decisiones que tomaron otros antes que yo, en este caso Bill Clinton).

Laura Bush se suma a la entrevista y el periodista les pregunta a ambos: "En el momento de la partida, ¿qué piensan sobre los sentimientos del país respecto a George W. Bush?". El presidente ofrece primero una respuesta vaga, que su esposa completa con el único argumento serio para vender una imagen positiva de esta presidencia: "Que es alguien que les ha mantenido a salvo (se supone que del terrorismo) durante ocho años. Y yo escucho constantemente a gente que lo agradece y me dice que le dé las gracias". Pero la respuesta contundente, en la que hay toda una exhibición de su temperamento, es la que proporciona Bush: "Seré franco con usted. No gasto mucho tiempo preocupándome sobre la historia a corto plazo. Y creo que tampoco me preocupa la historia a largo plazo".

La idea que se desprende de estas últimas declaraciones es la de un presidente irresponsable, incapaz de asumir culpa alguna y colmado por su buena conciencia. Hizo lo que pudo. ¿Qué más iba a hacer? "Dejaré la presidencia con la cabeza alta", asegura. Escribirá un libro. Construirá un instituto de la libertad y su biblioteca presidencial en Dallas. Los estadounidenses, cansados, querrán olvidarle, como mínimo durante una larguísima temporada. A los europeos, en cambio, nos va a costar mucho más. En el fondo le echaremos en falta. Cabe imaginar incluso que Obama nos obligará algún día a una adaptación de la ironía de Manuel Vázquez Montalbán respecto a Franco para decirnos secretamente que contra Bush vivíamos mejor.

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4 de diciembre de 2008
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Un hurto decisivo

Rafael Argullol: De alguna manera retornaba a la imagen de lo que era antiguamente el viajero, que era alguien que como máximo estaba conectado a través de carta, y tenía que transcurrir sus días sin estar en una especie de conexión permanente o de estar continuamente desfilando por los hilos de la telaraña.
Delfín Agudelo: Las barcas de nuestros tiempos son aún más frágiles que las de antaño. De perderse un móvil, o un simple ordenador, nos encontraríamos ya en el océano de la desinformación e incomunicación.  
R.A.: Había salido de la telaraña, al principio estuvo con su pavor, después le encontró ciertas ventajas, no puedo decirte en qué estado de ánimo o cuál es el balance de su estado de ánimo respecto a las dos situaciones. Pero a mí me parece algo sumamente interesante porque es una sensación de naufragio por un lado, pero por el otro de libertad. Y eso me lleva a pensar que vivimos en un mundo en el que se han producido tan aceleradamente la construcción de esos hilos de la telaraña, a través del ordenador, teléfono móvil que nos acompañan a cualquier lado, que nos cuesta mucho sobrevivir sin estos hilos de la telaraña. Yo mismo que he procurado hacer muchos viajes en mi, y la mayoría los he hecho sin ningún tipo de conexión directa y permanente, reconozco que en los últimos al llevar el teléfono móvil ha cambiado la percepción misma de lo que es el viaje. El hecho de que sabes que en cualquier en todo  tiempo instantáneamente conectas con un mundo que antes dejabas atrás a centenares de kilómetros. Eso nos lleva a este especie de figura rara, bifronte, un poco esquizofrenia que somos todos nosotros, que por un lado nos movemos temiendo el naufragio pero quizá ocultamente a veces deseamos el naufragio para camuflarnos respecto a nosotros mismos o respecto a esas telarañas que nos protegen pero también nos atrapan.

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4 de diciembre de 2008
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II. La diosa razón empieza a cojear

Lo que más me atrae del caso del muñeco de vudú con su dotación de agujas, es el temor confeso que el agraviado, el presidente Sarkozy, muestra respecto a la hechicería. Si no temiera, no se quejaría, piensa uno. ¿Será que cree en las fuerzas ocultas del mal? En ese caso, debe buscar la contra, que siempre existe, para librarse del mal de las agujas.

Francia ha representado siempre a la diosa Razón, que sonríe con sarcasmo cuando escucha hablar de brujerías, supersticiones, y otros manejos tremebundos. ¿Será que esta diosa tan austera, de túnica impoluta, y de porte tan recto, empieza a cojear? Pues ahora vemos a unos ciudadanos que se divierten en sus casas con las artes del vudú aplicadas a su propio presidente, a quien torturan con alfileres. Torturan al muñeco, pero siendo éste la representación del sujeto verdadero, cuando meten cada aguja en sus carnes falsas, estopa o esponja, están pensando sin dudas en él. Ahora, si la diosa Razón cojea del pie de la risa, aunque eso la haga ser renca, mejor.

En esto de las artes ocultas pueden aconsejar al afligido presidente Sarkozy no pocos líderes políticos latinoamericanos, del presente y del pasado, ellos y sus esposas, que gobernaban, o gobiernan, atendiendo a signos milagrosos, y promueven el arte de la brujería para dominar a sus contrarios, con lo que buscan las protecciones suficientes para defenderse de maldiciones y encantamientos, en los que nunca faltan los muñecos ensartados de alfileres, o la mano de Fátima, que tiene pintado en la palma un ojo que todo lo vigila. 

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4 de diciembre de 2008
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El valor del trabajo (3)

El segundo personaje es Aurelia Tizón, o sea Potota, la primera esposa de Juan Domingo Perón. Condenada a los pies de página de la Historia, por su temprana muerte de cáncer y su ligazón con un Perón pre-Eva y por ende aun verde, Potota sólo es registrada como esposa y como ama de casa. La Potota de mi libro respeta esas condiciones laborales, pero hace algo más: imagina. Todo el tiempo. Su cuerpo puede estar ahí, sudando en la tarea diaria o bajo la mole de Perón, pero su cabeza está en otra parte. Potota no puede dejar de fabular. Para ella el universo entero es un juego de puntos que unir con la línea de su imaginación. La gente mira, pero Potota ‘ve'. Y es esa visión la que la vuelve esencial al desenlace de la historia, donde salvará al protagonista en una escena que parece calcada de los folletines que tanto le gustaban cuando niña.

Este tercer personaje, Roberto Calabert, fuga de su casa a los doce años, en enero de 1938. Dispuesto a vivir su próximos días como una historia de iniciación digna de los libros, se sube a un tren cuyo destino desconoce. /upload/fotos/blogs_entradas/el_muchacho_peronista2_med.jpgY al caer en manos de un rufián -el mencionado Tardewski- descubre que lo único que lo mantendrá vivo no será su capacidad de convertirse en esclavo (es decir, de trabajar para Tardewski del modo convencional: sudando, embruteciéndose), sino su capacidad de imaginar. A la manera de Scherezade, Calabert inventa historias para sobrevivir. La imaginación de Calabert transfigura la realidad. Al apegarse al lado más distintivo de su naturaleza -los animales no imaginan, no proyectan-, Calabert se eleva por encima de su circunstancia, con tanta fuerza que hasta altera la Historia: en El muchacho peronista, Perón muere asesinado en un burdel mucho antes de convertirse en el Perón de la Marcha y las Veinte Verdades.

En el fondo se trata de una cuestión de fe. (Otra característica distintiva: los animales son esclavos de la determinación genética, ellos no pueden crear nada etéreo y por ende no creen en ningún relato.) ¿Cuál es, en esencia, la tragedia de Hamlet? Su falta de fe en los poderes del arte para transformar la realidad. El príncipe crea una escena teatral para enfrentar a Claudio con la culpa, pero cuando está a punto de lograrlo interrumpe la representación -la que ocurre dentro de la obra Hamlet, y también Hamlet. A partir de entonces, el príncipe opta por la espada -o sea por la violencia-, creyéndola más efectiva que la imaginación a la hora de parir la Historia. Y al igual que le ocurre al Dios de la maldición sudorosa, se convierte en víctima de la dialéctica que propugna. Hamlet muere mucho antes de recibir la herida envenenada de Laertes. Hamlet murió en el momento en que dejó de imaginar, cuando renunció a aquello que le otorgaba placer en beneficio de aquello que, aunque lo violentaba, supuso más necesario.

¿Cuál es, por añadidura, la tragedia de Roberto Arlt? Haber creido que su salvación no estaba en la literatura -que lo entusiasmaba, que lo hacía gozar- sino en las medias de goma que quería inventar para volverse rico.

                                                                       (Continuará.) 

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4 de diciembre de 2008
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Sáquenme de este holograma

A Santiago también le emociona la FIL. No hay más que verle el tono del semblante para saber que no la desea menos de lo que alguna vez deseó Disneylandia. Hará diez días que ya en alas de ese espíritu, concretamente en taxi, llegó a mi casa, listo para una sobredosis de audio y video. Tras un par de tequilas en mi opinión reglamentarios para la exótica experiencia que se avecinaba, ya hablábamos de la semana que venía. Esta vez, lamentó, no estaría en el Hilton, que es como ir a Disneylandia y no quedarse en el hotel Disneyland, donde como es lógico habitan Donald Duck y Mickey Mouse, pero igual calculamos que durante el día y buena parte de la noche sería difícil sacarlo del área hechizada que abarcan el hotel y la FIL.

     De una vez, y de paso para no abandonar el mood reinante, le acerqué a Roncagliolo sus anteojos 3-D de cartón con el logo de Disney. Me habían regalado la película con la compra del aparato, no me interesó verla ni en blu-ray hasta que abrí la caja y descubrí los cuatro anteojos de cartón. Eso ya era otra cosa. Especialmente cuando apareció la imagen animada de Disneylandia. En ese punto vi a Santiago de perfil, sonriéndole a la tele. Se parecía a un poco a Tribilín; señal de que ya estaba comenzando el Best of Both Worlds Concert. Hannah Montana con Miley Cyrus. Lo cual, ya con los lentes, equivale a meterse con ella en un holograma y ver venir las manos de sus fancitos. Miles de ellos, gritando todo el tiempo. Síndrome de abundancia, que le llaman.

     Nos habremos fumado unas cinco canciones, más otra de los Jonas Brothers que nos tiró de risa, aunque ahora no sé si era tan gracioso. Puede que fuera el puro efecto Disney. Especialmente ameno fue el capítulo dedicado a calcular la cantidad de fantasillones que ganará el Uncle Scrooge al que se le ocurrió ese negociazo. Camisetas, botones, relojes, zapatos, pelucas, tazas, cuadernos, peines, plumones, barbies, bye-bye Kitty. Pasado el shock, ya sin los lentes 3-D que de pronto provocan jaquecas state of the art, regresamos al tema de la FIL con dosis alternadas de Zeca Baleiro, Ivete Sangalo, Margareth Menezes, Ney Matogrosso y los Flaming Lips. El shock, no obstante, persistía. Ni cómo imaginar la cantidad de niñas de ocho, nueve, diez años que habríamos conocido cuando teníamos otros tantos, de haber contado entonces con algo similar a esa pesadillita en alta tecnología, que por añadidura ostenta la virtud de expulsar a los grandes de sus díscolos dominios.

     Según mis cálculos, el playboy Roncagliolo ahora mismo debe de estar aterrizando en Barcelona, justo a tiempo para partir hacia Roma. Además, pone cara de Winnie-Puh en ácido cada vez que alguien le pregunta por su bebé. Por mi parte, me repongo de tantas carcajadas en el más pulcro estado de reclusión, con una Coca-Cola del refri-bar, dos dosis de Maalox, varias de Chico Buarque y al fondo el ventanal con una larga rebanada de Guadalajara, dieciséis pisos abajo. Que equivale a flotar en el punto más alto del Matternhorn. Veo el reloj, consulto la agenda y compruebo con cierto alivio resignado que me quedan algunos boletos para la Feria. Lo siento por el bueno de Santiago. Siempre que ha de dejar tierra jalisciense, tiene la cara de un galán de once años al que recién expulsan del camerino de Miley Cyrus. Y ahora mismo yo debo de tener la de Goofy. En una de éstas, hasta compro unos libros.

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3 de diciembre de 2008
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El Boomeran(g)
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