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Escrito por

Diana Fernández González

Diana Fernández González (New York, EEUU, 1949)Diseñadora de vestuario escénico, docente e investigadora. Ha diseñado el vestuario de decenas de puestas teatrales, largometrajes y series para televisión. Posee más de cuarenta años de experiencia como docente. Ha participado como ponente invitada en eventos científicos, jornadas y congresos en Cuba, España y otros países en Europa y América. Ha escrito y publicado artículos y textos sobre su especialidad. Profesora en diversas instituciones españolas y latinoamericanas, entre ellas: Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid (ECAM) y la Universidad Carlos III de Madrid (Máster en Comunicación de Moda y Belleza VOGUE), en España; Universidad San Francisco de Quito, Ecuador; Universidad Veritas de San José, Costa Rica; Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños, Cuba.

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La receta de Kapuscinski para el periodismo actual

Hoy en día el periodista se encuentra ante un problema que a veces no parece tener solución. Kapuscinski parece haber dejado una receta para la coyuntura que atraviesa la profesión:

  • Los medios tradicionales de comunicación han protagonizado importantes progresos en relación a la inmediatez que permite la tecnología, la variedad que dan los formatos y los múltiples modos de consumo que aportan los diversos soportes.
  • En el ámbito periodístico, los medios gráficos parecen haber quedado relegados por la televisión y los medios on line. Ellos lo cuentan todo con imágenes. El público elige lo audiovisual en detrimento de lo escrito.

La fórmula que propone Kapu es la siguiente:

Periodismo informativo y atractivo = Función bárdica + de lo particular a lo general

1)      La función bárdica:

Giovanni Bechelonni, reconocido profesor y periodista italiano, se refiere a la función bárdica como a aquella necesidad permanente que las sociedades humanas han expresado ya desde épocas muy antiguas: la necesidad de narrar y escuchar historias. Ninguna otra cosa más que la historia es lo que siempre consigue estar en el centro de la atención colectiva.

Kapuscinski lleva esta función a su máximo  exponente. Hace, de documentos periodísticos, historias simples y comprensibles. Ficcionaliza la noticia. No la inventa, la cuenta de un modo diferente: con personajes y problemas; con un principio y un desenlace.

En Imperio hay un texto llamado Templo y palacio (Aún en Moscú) que puede servir de ejemplo. Kapu nos dice en un pasaje: "Ese imponente y esplendido templo, único en su clase y orgullo del arte y arquitectura rusas, existió cuarenta y ocho años: hasta mediados de 1931, es decir cuando Stalin decidió demolerlo" (Imperio, p. 110)

De lectura afable y entendible, relata la demolición del Templo de Cristo Salvador para la construcción del Palacio de los Soviets en Moscú. Uno lo lee y parece estar ante una obra literaria, se deja llevar por el relato. El texto termina y se comprende la mensaje: el estilo gobernante y por ende el estilo de vida ruso en aquellos tiempos; el autoritarismo insolente de Stalin, la pasividad de sus gobernados, la "demolición" de su historia.

Como en este ejemplo, la mayoría de sus libros describen quizás las peores condiciones a las que puede estar sometido una persona: el sometimiento, la indiferencia y la pobreza.

¿Cómo hace Kapu para que a partir de historias simples e individuales el lector pueda reflexionar a un nivel más filosófico? Aquí, el segundo ingrediente de su receta:

2) La Generalización:

Dentro de una gota hay un universo entero. Lo particular nos dice más que lo general; nos resulta más asequible (El Sha, p. 156).

El desarrollo de un tema en forma de continua traslación de lo singular a lo general; de la demolición del Templo a cómo se vive bajo un Estado dictatorial.

Todo es narrado desde un punto de vista particular, una perspectiva que puede llegar a tener el lector, el ciudadano común. Nada se narra desde puntos de vistas abstractos e inalcanzables como puede ser los sectores del poder (así lo hacen la mayoría de los artículos periodísticos). Así describe, por ejemplo, el modo de vida de una comunidad:

En sus suburbios africanos (Luanda) las mujeres encendían fuegos delante de sus casas y se disponían a machacar mandioca. La tarea de machacar mandioca hasta convertirla en una masa dura, crujiente y blanca ocupa a la mujer africana la mitad de su vida. La otra mitad está destinada a embarazos y partos (Un día mas con vida, p. 105).

En definitiva, Kapuscinscki logra conjugar credibilidad y atractivo en el relato periodístico a partir de la ficcionalización de la historia, desde un punto de vista humano y sensible que permite entrever los grandes problemas que atañen al hombre.

Javier Bruggia, alumno del seminario

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18 de marzo de 2009
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Entre la crítica y la racionalidad

Kapuscinski ha sido testigo de los distintos golpes de estado, las revoluciones y guerras que se suscitaron en África, Asia y América del Sur en el siglo XX. Ha visto violencia, muerte, hambre, desigualdad todos ellos producto del capricho y la ambición de poder de quienes manejaban, o buscaban manejar, a aquellos países. La situación de desigualdad y la impotencia por no poder hacer nada para cambiarla pudo haber llevado a Kapuscinski a cargar sus relatos de adjetivos descalificando a los más poderosos; de hecho, esto hubiese sido lo más sencillo. Kapu prefirió, en cambio, inclinarse por un estilo crítico pero a la vez racional, haciendo su interpretación de los hechos (después de una investigación completa) pero sin dejarse llevar por las emociones ni por segundas intenciones.

El ejemplo más claro de esto se da en El Imperio. Allí Kapuscinski estaba ante una situación diferente. Esta vez hablaría de algo de lo que había sido víctima directa: el Imperio Soviético. Pudo haber aprovechado este relato para descalificar a quienes gobernaron a La Unión Soviética pero prefirió dar una interpretación más racional. Si bien termina proponiendo una mirada crítica sobre el imperio, esta no es más que el resultado de una recopilación de testimonios que fue tomando a lo largo de su investigación.

     Máximo van der Kooy (alumno del seminario)

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22 de diciembre de 2008
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Periodismo de aventura y estilo propio

"Yo soy un periodista/ historiador del presente", decía Ryszard Kapuscinsky. Con esta frase simbólica se puede ver el claro significado de su pensamiento. Va mucho más allá de la profesión de periodista.

El periodista, según él, debe observar desde cuatro puntos la realidad que lo rodea: como historiador, etnógrafo, antropólogo y reportero. Por una recomendación antes de su viaje a la India lee Viajes con Heródoto. Heródoto, pensador griego, es considerado el padre de la historia. Fue el primero en ver que las diferentes culturas eran tan importantes como la suya. Kapuscinsky realiza un contrapunto con este autor, es decir, interpreta ese libro y lo aplica a su situación actual. Hay un punto que los une: el viaje. "¿Cómo trabaja Heródoto? Es un reportero nato: viaja, observa, habla con la gente, escucha sus relatos, para luego apuntar todo lo que ha aprendido o, sencillamente, recordarlo." Es el fiel reflejo de toda la tarea realizada a lo largo de su vida.

Fue testigo de golpes de estado y guerras en Europa, Asia y África, principalmente, pero también en Centroamérica, basta recordar La Guerra del Fútbol en la que narra la tensión vivida entre El Salvador y Honduras, que tuvo su detonante en un partido de fútbol, un conflicto de intereses por ciertos territorios.

Para el escritor polaco existen dos tipos de fuentes. Las fuentes clásicas, que son las personas y los documentos, y el mundo que nos rodea pues consideraba que el ambiente que nos rodea también es fuente. A partir de las primeras existen las 3 D: Diálogo, Descripción y Detalles. Kapuscinsky no hablaba de la sucesión de los gobiernos sino le daba un toque más humano. Nunca se conformó con las versiones oficiales para las agencias en las cuales trabajó, buscó ahondar en las personas, sus sentimientos, sus motivos para vivir. Se asemeja a un niño pues tiene mucho entusiasmo y muchas ganas de conocer.

"No hay nada más difícil que escribir sencillo", dice la frase periodística por excelencia. Con Kapuscinsky eso no pasa. Escribe de tal manera que comprendamos todo lo que leemos. No transmite información sobre los sujetos, sino que cuenta todo. Dice que se opone a la novela porque esta se lee en soledad. Entonces se dice que usa armas del narrador y no del novelista. Al contar cosas busca dar a entender otra diferente, todas están al servicio de narrar algo. Él se interiorizaba de tal forma que todo lo que cuenta no es por una casualidad sino que le es propio de la cultura y, sobre todo la historia, que la persona tiene.

Kapuscinsky habla del providencialismo temporal y espacial, de las cuales rescata "Las leyes de la Historia". Es decir, aquellas cosas que siempre pasan en la historia de todo el mundo y se ven reflejado en dos puntos: la felicidad de nadie es duradera y la ley del ojo por ojo.

Kapuscinsky es reconocido en el plano internacional no sólo por los temas que cubrió, que fueron por más que interesantes, sino además por haber hecho un estilo y forma de contar que le son propias. Los detalles escritos no caen en el morbo ni en el sensacionalismo sino que busca ver que piensan las personas sobre los hechos que se suceden en sus naciones. Son los actores principales de la historia y que siempre, desde los libros, los vimos como una masa uniforme. Ahora con Kapuscinsky cobran vida y nos muestran el lado humano de las cosas tal cual pasaron.

Juan Fermín Larralde (alumno del seminario)

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22 de diciembre de 2008
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En la ruta de la noticia

Ryszard Kapuscinski nos sigue marcando el sendero a transitar para arribar a un periodismo de excelencia. Para él la profesión es como un conjunto de profesiones complementarias: todo periodista debe ser antropólogo, etnólogo e historiador.

Cuando leemos sus notas sentimos que estamos dentro de ellas, metidos en el hecho que narra. Podemos tener una percepción de lo que nos cuenta a través de los cinco sentidos. Hizo de la descripción literaria su herramienta amiga para llevarnos de viaje junto a él.

No fue al azar haber calificado de "amiga" a su herramienta descriptiva, es que esta palabra es clave en Kapuscinski: para él un buen periodismo es aquel que construye empatía con el otro, que es lo que permite conocer la historia que alguien tiene. A la vez, posee una concepción tan humana de su profesión, que ubica al otro en una relación de iguales, respeta cada una de sus actitudes, deseos, emociones, etc. Sin embargo, considera que hay que tener especial cuidado con las afirmaciones, pues se trabaja con fuentes que no tienen la verdad de la historia, sino su propia historia. Lo fundamental es el buen talante hacia las personas, ser cauto en las afirmaciones y verificar todo. Como ejemplo se encuentra la autocomparación que realiza con Herótodo: cuenta que este historiador y geógrafo griego fue prudente en sus relatos y trató de comprobar todo, como lo hizo para averiguar la existencia de serpientes aladas en Arabia o sobre la antigüedad de un templo dedicado a Afrodita (Kapuscinski, Ryszard, "El taller del griego", Viajes con Heródoto, Barcelona, Anagrama.).

La curiosidad es otra característica que marcó su labor, es la que empujó su profesión a poner los ojos en la más extraña y desapercibida de las situaciones, él mismo fue partícipe de las noticias. Así, por ejemplo, narra su vivencia en el Congo, donde podía percibir el desorden y la falta de jerarquía en un país manejado por la fuerza pública:

Podía uno experimentar en carne propia lo peligrosa que es la libertad despojada de toda jerarquía y de todo orden, o, más bien, una anarquía falta de ética y concierto. Pues en situaciones semejantes, enseguida, desde el mismísimo principio, se imponen las fuerzas del mal y la agresión, la vileza en todas sus facetas, bestialidad y barbarie. Así era el Congo tomado por los gendarmes... (Kapuscinski, Ryszard, "En casa del doctor Ranke", Viajes con Heródoto, Barcelona, Anagrama).

Al leerlo, por momentos nos sentimos frente a una novela de suspenso; nunca se sabe qué sigue, quién aparecerá y qué será de nuestro periodista aventurero.

Tuvo la grandeza de transmitir con sus palabras la necesidad de tener capacidad para conocer y asombrarse con cada cosa que se cruza en el camino. Para él lo principal es el viaje, es lo que permite entrar en nuevos mundos en los que se puedan destapar verdades, cosas que perdieron la atención de sus colegas:

Pues en nuestro oficio el placer de viajar y la fascinación por todo lo que podamos ver  tiene que ceder ante lo principal: estar en contacto con la central y enviarle la información, fresca, acabada de recabar. Para esto nos han mandado al ancho mundo y ninguna justificación será tomada en cuenta... ("El taller del griego")

Con sus viajes nos dejó el ejemplo de una tarea compleja, pero posible y necesaria, en la que nosotros integramos una relación, pero en la cual también está el otro, aquel que nos acompaña en el trabajo y no es un mero instrumento, sino la parte esencial de una historia que pocos vieron y merece ser contada.

Pablo Rodríguez (alumno del seminario)

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9 de diciembre de 2008
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La objetividad que atrapa

El seminario sobre Ryszard Kapuściński llamó mi atención por diversos motivos. La manera en que el periodista lleva a cabo su reportaje literario lo consagra como un autor de gran profesionalidad. Es interesante lo que Kapuściński considera que es digno de ser narrado, las personas con las que entra en contacto, las realidades en las que se sumerge, los detalles en los que se detiene: estos rasgos son los que lo hacen especial.
Resulta evidente la dedicación previa a la visita de los lugares, por su amplio saber general. Sin embargo, el relato que crea no tiene explicaciones, presenta las citas de los testigos, o las descripciones, de manera tal que el lector pueda interpretar el texto a su manera, puesto que no emite juicios de valor.
Otro recurso muy seductor es la espontaneidad con la que cambia bruscamente de tema. Así contribuye a una lectura muy dinámica y atrayente, y además refuerza la idea de que la realidad desde la que él escribe es tan rica de referencias, que no le alcanzan los sentidos para ordenar esos estímulos que lo llevan a escribir.
Su lenguaje es a la vez simple e incitante, y está perfectamente equilibrado con la riqueza de contenido. Kapuściński demuestra deleitarse con lo que observa y se interesa por ahondar en los detalles que descubre. Toma perspectivas interesantes sobre hechos ordinarios, y nos presenta nuevas realidades por conocer.

Belén Odriozola (alumna del Seminario)

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19 de noviembre de 2008
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En contra de la lógica “fordista”

En la lógica contemporánea de los medios impera sin dudas el ritmo comercial que pudiera llegar a tener una desesperada fábrica de galletitas o zapatillas. Los productos noticiosos deben rellenar casi intermitentemente las tapas de los diarios, los titulares televisivos y los informativos radiales. Ante esa vorágine informativa, periodistas que se atreven a más, como Kapu, nos invitan a hacer una pausa y a observar con mayor detenimiento el mundo que nos rodea.

Hay una clara intención del periodista polaco de ir en contra de dicha lógica, animándose a esquivar los lugares comunes del periodismo. En ese afán, Kapu construye sus relatos a partir de anécdotas, detalles, antecedentes, testimonios alternativos, y todo tipo de vivencias que envuelven a los lugares que recorre. Muy lejos están las cifras anónimas de muertos, los indicadores de pobreza, y las resonantes declaraciones.

En La Guerra del Fútbol, artículo en el que describe intensamente el conflicto armado entre El Salvador y Honduras en 1969, el autor irónicamente deja para a la última página el dato de las víctimas fatales que hubo. ¡Un pecado, dirían en varias redacciones! Sin embargo, el autor prefiere dedicarle la mayoría de sus líneas a una descripción viva de las sensaciones, los rostros desencajados, los comentarios y otros detalles que nos permiten palpitar con más profundidad lo que se vivió en aquel escenario.

Los personajes que entrevista son campesinos, soldados, ciudadanos comunes y corrientes. Gente que vive en carne propia la pobreza, las guerras, las hambrunas... Difícilmente haya grandes mandatarios, estadistas, o héroes mediáticos dentro de sus prosas.

"Fui al correo y le pedí al operador del Télex que me acompañara para una cerveza. Su nombre era José Málaga, estaba muy asustado... Telefoneaba mucho a su madre, que era de El Salvador y estaba encerrada en su casa, y le decía: `mamá, todo está bien, no han venido por mí, todavía estoy trabajando´".

Esta conversación sucedía en plena iniciación de las hostilidades, cuando los teléfonos de las autoridades se saturaban de periodistas intentando sacar alguna declaración, habiendo caído una bomba hace instantes, con aviones de guerra sobrevolando la ciudad, y en medio de una densa oscuridad. Ese era el panorama. ¡Y Kapu estaba compartiendo una cerveza con el operador del Télex!

Esta desenfrenada pasión por conversar con los lugareños, y hacer de ellos la fuente principal de sus relatos, es quizás una de las mayores virtudes de Kapu. De esa manera, el periodista construye crónicas democráticas, que además buscan desmitificar las realidades estereotipadas y simplificadas por quienes sólo se contentan con la foto del momento, para lograr comprenderlas en toda su dimensión.

Por esto Kapu es un periodista distinto. Un periodista que se distancia de quienes persiguen la lógica del "fordismo" para permitirse los que hoy ya pueden considerarse lujos: observar, recopilar, comprender, y recién entonces narrar.

Ignacio Sasiaiñ (alumno del Seminario)

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13 de noviembre de 2008
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El narrador, III

Benjamin relaciona el fin del arte de narrar (y la incomunicabilidad de la experiencia) con el cambio del "rostro de la muerte".

En los últimos 150 años la muerte ha dejado de verse, se ha opacado con dispositivos de ocultamiento y de distancia. Y la dimensión pública y ejemplar de la muerte, por ejemplo, de la Edad Media, ha desaparecido. "Pero es ante nada en el moribundo que, no sólo el saber y la sabiduría del hombre adquieren una forma transmisible, sino sobre todo su vida misma, y ése es el material del que nacen sus historias" (121), observa Benjamin.

Pienso en la escena de la muerte del joven soldado en "La guerra del fútbol": acribillado, su cuerpo joven, lleno de energía, resiste, lucha contra la muerte inminente. Kapuściński, otros soldados y periodistas asisten a esa prolongada agonía:

"Todos seguían con angustioso interés aquel feroz combate, porque querían saber cuánta fuerza había en la vida y cuánta en la muerte. [...] Todo el mundo se sumió en un grave silencio. Violente y entrecortada, la respiración del herido recordaba la de un corredor de fondo después de una carrera agotadora.
[...]
-¿Es de los nuestros o es uno de ellos? -preguntó el soldado sentado junto a la camilla.
-No se sabe ­­-le respondió el enfermero tras unos instantes de silencio.
-Es de su madre -dijo uno de los soldados que permanecían de pie a un lado.
-Ahora ya es de Dios -agregó otro, pasado un rato. Se quitó la gorra y la colgó en el cañón de su fusil.
[...]
-Qué fuerte es la vida -habló en tono lleno de asombro el soldado que se apoyaba en su fusil. Todavía sigue en él. Todavía sigue" (205). 

mg

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12 de octubre de 2008
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El narrador, II

El momento de distensión, en que se está a la escucha del otro, permite, dice Walter Benjamin, "hundirse en la vida misma del informante".

Los contactos de Kapuściński con sus fuentes son a menudo inmersiones en las vidas de los demás y por eso podemos verlos y oírlos en sus relatos: son, por ejemplo, dona Cartagena, la hospedadora, o la imposible vendedora de vestidos de novia, en una Luanda poscolonial que se desarma día a día, o la anciana panadera que persiste en el frente, en Angola, en Un día más con vida. Es la cerrajera que sufre por sus deformadas manos de operario en Imperio, o el tío Wally, un británico borracho tuberculoso, dirty lump para sus paisanos, en las crónicas de Ghana en La guerra del fútbol.

Los lectores también participamos de sus faenas, sus deseos, sus dolores, y sus historias menores se entrelazan con la Historia, con el Acontecimiento condensando una cifra, un signo que ayuda a entenderlo mejor. Estas historias se confrontan y se oponen a la "menguante comunicabilidad de la experiencia" que Benjamin atribuye a la relación entre el informador y la información.

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12 de octubre de 2008
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El narrador, I

Walter Benjamin opone en su ensayo "El narrador", de 1936 (en Para una crítica de la violencia y otros ensayos. Iluminaciones IV. Traducción de Roberto Blatt, Madrid, Taurus, 1991), la narración y el narrador a la novela burguesa y la información (como "el puro asunto en sí"): "La escasez en que ha caído el arte de narrar se explica por el papel decisivo jugado por la difusión de la información. Cada mañana nos instruye sobre las novedades del orbe. A pesar de ello somos pobres en historias memorables" (117).

Resultado de las fuerzas de producción históricas seculares, la información depende de su actualidad inmediata, de su verificabilidad, de la asepsia e impersonalidad del profesional, caracterizado por su activismo, su solipsismo, alejado de la experiencia humana.

La narración, en cambio, depende de una experiencia, de escuchar y retener. Benjamin describe: "Cuanto más olvidado de sí mismo está el escucha, tanto más profundamente se impregna su memoria de lo oído" (118). Poco antes, ha observado: "El aburrimiento es el pájaro de sueño que incuba el huevo de la experiencia" (118). El aburrimiento, la distensión, una cierta suspensión del activismo suscitan una "forma artesanal de la comunicación".

En sus crónicas y reportajes, Riszard Kapuściński suele caracterizarse como un personaje en distensión, podría decirse hasta como un personaje ocioso: no es "productivo" para su agencia, pierde el contacto con ella durante lapsos prolongados; sus desplazamientos por África, por ejemplo, parecen fruto del azar y están sometidos a una temporalidad alejada de horarios y planificaciones.

Kapuściński carece habitualmente de los recursos materiales de los enviados especiales y de los corresponsales de grandes agencias, activos, ocupados en retribuir a sus editores con informaciones de actualidad desde el lugar de los hechos, como se dice.

En esas distensiones, en esos momentos de aparente aburrimiento, germinan experiencias que aún hoy, lejos de la actualidad inmediata, del novísimo acontecimiento, tienen en las crónicas de Kapuściński una enorme potencia y fecundidad.

m.g.

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1 de octubre de 2008
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3D

Quiero proponer para la práctica periodística una fórmula berreta que funciona bien en los manuales de marketing. Imaginen un gran título que dice así: "Las Tres D del Gran Periodismo". A partir de ahí se despliega una foto de Kapuscinski sobre la que se superponen las siguientes palabras: Detalles, Descripciones, Diálogos.

El periodismo de K rebosa de esas 3 D, y eso le da una amenidad inagotable. Por cada uno de esas D se abre una grieta donde se ingresa a la dimensión más humana y colorida de la realidad. Las narraciones periodísticas exentas de estas Ds quedan muchas veces como blindajes grises que no contienen la porosidad de una experiencia vital verdadera.

Sobre los detalles significantes, el periodista escribió que "todo habla: la expresión de la cara y de los ojos, la gesticulación de las manos y el movimiento del cuerpo, las ondas
que emite este último, la ropa y la manera de llevarla, y decenas de otros transmisores, emisoras, amplificadores y silenciadores que conforman la persona y su -como dicen los ingleses- su química" (Viajes con Heródoto, p.209). En otro libro dijo: "Los cámaras abusan de las tomas generales, de esta manera pierden de vista los detalles. Y, sin embargo, todo se puede mostrar a través de ellos. Dentro de una gota hay un universo entero. Lo particular nos dice más que lo general; nos resulta más asequible". Y termina diciendo: "Echo en falta los primeros planos de las persona que forman las manifestaciones. Echo en falta sus conversaciones. Ese hombre que camina junto a tantos" (El Sha, 156).

También las descripciones iluminan en nuestra imaginación el escenario en el que existieron dictadores africanos o el Sha de Irán; o la incontenible oralidad de los testigos que convivieron a centímetros, durante décadas, con un dictador tan caricaturesco como Haile Selassie. Las tres D son la savia del buen periodismo, y donde faltan es probable que ese árbol esté muy seco, aunque se cumpla, formalmente, con la mayoría de las exigencias de la calidad periodística.

fernando ruiz

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1 de octubre de 2008
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