Diana Fernández González
El momento de distensión, en que se está a la escucha del otro, permite, dice Walter Benjamin, "hundirse en la vida misma del informante".
Los contactos de Kapuściński con sus fuentes son a menudo inmersiones en las vidas de los demás y por eso podemos verlos y oírlos en sus relatos: son, por ejemplo, dona Cartagena, la hospedadora, o la imposible vendedora de vestidos de novia, en una Luanda poscolonial que se desarma día a día, o la anciana panadera que persiste en el frente, en Angola, en Un día más con vida. Es la cerrajera que sufre por sus deformadas manos de operario en Imperio, o el tío Wally, un británico borracho tuberculoso, dirty lump para sus paisanos, en las crónicas de Ghana en La guerra del fútbol.
Los lectores también participamos de sus faenas, sus deseos, sus dolores, y sus historias menores se entrelazan con la Historia, con el Acontecimiento condensando una cifra, un signo que ayuda a entenderlo mejor. Estas historias se confrontan y se oponen a la "menguante comunicabilidad de la experiencia" que Benjamin atribuye a la relación entre el informador y la información.