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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Encuesta: Libros leídos que nadie lee

Inspirada en la encuesta de The Guardian hace un mes por el Día del Libro, más o menos, retornan las encuestas en Moleskine Literario: ¿Qué libro dices siempre haber leído pero no lo leíste jamás? Solo he colocado autores en castellano, luego espero hacer una con autores en otros idiomas. La encuesta estará un par de semanas en el blog antes de dar el resultado en abril, Mes de la Letras. Gracias por participar.



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18 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Oates no se agota

Joyce Carol Oates. Fuente: NYT magazine "Oates no sabe lo que es el miedo a la página en blanco y, de tenerlo, lo vence enseguida llenándola de letras negras" dice Rodrigo Fresán al iniciar su reseña de La hija del sepulturero (Alfaguara), la última novela traducida al castellano (pero sin duda no escrita) de Joyce Carol Oates. La fertilidad literaria de Oates, con más de cien libros publicados y un ritmo de por lo menos dos ediciones al año desde 1963, es una superstición del Hollywood Literario. Todos hablan de ellas, espantados, y para muchos ésa es la principal razón por la que los premios Nobel nunca toman tan en serio la seria candidatura de esta narradora al Nóbel. Ante tan fecunda actividad, la pregunta no debería ser si todos los libros son extraordinarios. Solo habría que preguntarnos qué tan extraordinarios son sus libros extraordinarios. Fresán dice sobre La hija del sepulturero:(...) alguien que tan sólo se haya dedicado a sus títulos más recientes (mi caso) descubrirá, casi enseguida, un patrón interesante y algo patológico. Oates ?tal vez cansada de no ser valorada por lo que es o con tiempo y fuerza suficiente para ser muchos y hacer mucho? ha publicado una serie de novelas que, consciente o inconscientemente, parecen creadas, en principio, a la manera de y utilizando temas y paisajes de otros escritores. De este modo, podría entenderse a Blonde (2000) como su Novela DeLillo, Middle Age (2001) como su Novela John Updike, Beasts (2002) como su Novela Patrick McGrath, The Tattooed Girl (2003) como su Novela Philip Roth no en vano dedicada a Philip Roth, Rape (también del 2003) como su Novela Richard Price, Niágara (2004) como su Novela John O?Hara, Missing Mom (2005) como su Novela Anne Tyler y Black Girl / White Girl (2006) como su Novela Mary McCarthy. La hija del sepulturero (2007) podría ser considerada su Novela William Styron. Y ?a no confundirse? como todas las anteriores es, también y antes que nada, una Novela Joyce Carol Oates marcada a fuego y a hielo por lo que acaso sean sus rasgos más reconocibles: una cierta compulsión gótica-guiñol, un culto al novelón sensacionalista del siglo XIX, una fiebre mórbida y desesperada, un viento que no cesa y una necesidad de crear hembras más fatalistas que fatales convirtiéndola en una especie de descendiente mutante de las hermanas Brontë o en pariente bizarro de ese otro idiota savant de sus letras nacionales: Theodore Dreiser. Dije antes que La hija del sepulturero es una Novela William Styron porque ?si a algo recuerda? es a La decisión de Sophie y al modo en que se las arregla para contar, casi lateralmente, los efectos del Holocausto. Así, Rebecca Schwart ?nacida en 1936, a bordo un barco de refugiados alemanes atracando en New York? es, como la Sophie Zawitowska de Styron, una heroína trágica y una sobreviviente profesional. Pero mientras Sophie tiene un secreto, Rebecca tiene muchos y por eso le pasan muchas cosas. Pasen y vean: un padre maltratador, un asesino serial, muertes más o menos accidentales, sexo apasionado, cambio de personalidad, un prodigio musical, revelaciones inesperadas y redenciones finales, etcétera. Es entonces ?alcanzada la última página, mucho después de que uno haya dejado de resistirse a la propensión al arquetipo y al cliché, al sentimentalismo y se rindiera a la tan poderosa como por momentos infantil imaginación de esta autora? cuando comprendemos que la Novela William Styron de Joyce Carol Oates se ha convertido en la Novela John Irving de Joyce Carol Oates sin dejar por eso de ser algo muy personal. Porque ?como se revela en el reciente The Journals of Joyce Carol Oates 1973-1982? en La hija del sepulturero se percibe un cuidado y un cariño ausente en muchas de sus tan veloces como apresuradas novelas. Oates meditó largamente antes de sentarse a escribir este material cercano y sensible que ficcionaliza la vida de su propia abuela. De acuerdo, aquí están la saga de gran aliento, la voluntad mítica, la adicción a firmar otra Gran Novela Americana sin por eso perder de vista las maniobras más astutas del best-seller pero ?aun en sus grotescos excesos folletinescos? también algo valioso y muy intenso. Uno sale de La hija del sepulturero como de uno de esos dorados melodramas estelarizados por Bette Davis. No es fácil, no es poco: recientemente, escritores con un perfil acaso más prestigioso que el de Oates (Shirley Hazzard con El gran incendio y Russell Banks con La reserva) fracasaron en el intento.



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18 de marzo de 2009
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Música en casa del cyborg

La música sería, como ya he dicho, pura y simplemente un universal antropológico. Pero ateniéndose al aspecto digamos formador o educativo, es importante enfatizar el hecho de que  la música ha dejado muchas veces de hacer de ser ese fermento de civilización al que aludía y que la articulación técnico-arquitectónica de nuestras ciudades tiene en el asunto una enorme responsabilidad.

Sabemos que en nuestras ciudades la música es omni-presente. Se consume música a todas horas y prácticamente en todas partes, y desde luego en nuestras casas.

Nada que ver obviamente con la imagen convencional de los salones del siglo 19 o del piano interpretado generalmente por las jovencitas burguesas o pequeño-burguesas, que apenas eran destinadas a otros menesteres.

Sabemos que nuestra civilización ha convertido al hombre de nuestras en lo que se denomina un Cyborg, es decir un ser humano cuya percepción se halla parcialmente mediatizada por dígitos, aunque en ocasiones se generalice el término haciendo que recubra a todo aquel que ha dejado de relacionarse con el mundo pura y simplemente con las potencialidades que la naturaleza le brindó en su nacimiento (aquél que usa unas gafas o un audífono, por ejemplo).

Esto concierne obviamente a los arquitectos, que al concebir una casa tienen en cuenta las condiciones en las que se desenvolverá la cotidianeidad de los que van a habitarla. Por decirlo algo abusivamente: un arquitecto no está tanto en la obligación de prever espacio para un piano como de prever un ámbito dónde cada uno pueda tener la privacidad suficiente para ejercer su potencial vocación de "cosmopolita doméstico (por utilizar la expresión de Javier Echeverría).

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18 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Mecenazgo

Mecenazgo. Fuente: tecnoinsumos ¡Ay, quién viviera en Buenos Aires! Ya no por las librerías de viejo, los cafés, las aceras, por Eterna Cadencia, el cine independiente, los festivales, la vida cultural, las discotecas, el asado, los gatos en el botánico que diseñó mi tatarapariente Carlos Thays. Ni siquiera por andar todo el día conversando con mi extraordinario amigo Pedro Mairal (y subrayo lo extraordinario como amigo y escritor que es Pedro, anónimo cobarde, para que no te queden dudas). Quién viviera en Buenos Aires, digo, para poder presentar un proyecto y esperar con los dedos cruzados a que aparezca ese generoso Mecenas que salve a este Virgilio peruano de la administración pública. Quién pudiera. Pero no. Esto leí hoy en la revista Ñ:En dos meses abrirá el plazo de recepción de proyectos culturales que busquen financiación a través de la Ley de mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires. Cineastas, artesanos, arquitectos, grupos de danzas o murgas (entre otros) podrán presentar entre el 18 y el 22 de mayo proyectos que se financiarían con parte de lo que hoy pagan empresas y particulares como impuesto sobre los Ingresos Brutos.La ley que establece el régimen de Promoción Cultural en la Ciudad de Buenos Aires fue aprobada por la Legislatura en diciembre de 2006, aunque recién corre a partir de este año. Los proyectos deberán ser presentados en alguna de las trece categorías (teatro, circo, artes visuales, letras, diseño, etcétera) en las que se ha dividido la actividad cultural. Luego, el comité integrado por tres representantes del Ejecutivo, tres del Legislativo y tres artistas reconocidos en la disciplina que corresponda tendrán sesenta días para decir si aprueban o no cada proyecto. Y entre los aprobados, los "mecenas" escogerán cuál quieren patrocinar.En 2009 habrá tres plazos de entrega: del 18 al 22 de mayo, del 27 al 31 de julio y del 21 al 25 de setiembre. El ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi, le dijo ayer a Clarín que espera que se elaborare un código ético para los miembros del comité.



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18 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El olor emocional

Se creyó que era tan superficial como irrelevante pero justamente el  e-factor, el factor emocional, ha sido clave para inflamar la burbuja y para prender fuego después a la totalidad del sistema.

"Ahora los arquitectos no construimos casas. Construimos la atmósfera, la emoción. ...Parece una chorrada pero la gente necesita emociones." No es, de ningún modo, una chorradas. Estas calientes declaraciones del influyente arquitecto Maximilian Fucksas se hallan emparentada con toda la gran familia de cultivadores emotivos en todos los ámbitos. En los ámbitos del saber, la ciencia, el comercio, la educación o la medicina.

Las obras, los objetos, los proyectos comparten ahora una misma orientación fundamental: crear nuevas experiencias que lleguen al corazón. Contra las ya inertes descalificaciones materialistas, nuestro siglo prolonga la tónica romántica surgida, tras el hiperindividualismo, de finales del siglo XX.

¿Qué significa esto? Significa que las mercancías, los servicios, las comunicación  general entre oferta y demanda se componen cada vez más por lo que los norteamericanos comenzaron a denominar el e-factor, el factor emocional. Ya no basta con ofrecer un producto asociándolo a tópicas promesas de felicidad, de seducción o de inyecciones de júbilo, desde la arquitectura de las factorías a la de los establecimientos, desde el diseño interior de la tienda hasta el tacto del objeto, las creaciones deben entregar experiencias nuevas.  La factoría de Volkswagen en Dresde es transparente y los clientes toman una copa en su bar transparente mientras contemplan la fabricación del coche. Toyota no ha limitado la personalización de los modelos al color de la carrocería o el estampado de sus revestimientos textiles, ha probado con aromas de pomelo, naranja o manzana para que el conductor recibiera un plus emocional. Ahora veo que en la última Feria del Calzado en Madrid el diseño no atiende solamente a las formas sino al perfume de los zapatos. Aroma de ciruela para los de charol rojo, olor a limón para los de colores ácidos, perfume de azar para los del día de la boda. Los objetos se han propuesto acompañar nuestra experiencia, además de suscitarla. Las marcas ingresan en nuestra vida como colegas en sustitución acaso de los miles de colegas que recolectados en la red no huelen -por el momento- a nada.



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18 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Agujero hobbit

Salí del preuniversitario en el campo sintiendo que nada me pertenecía, ni siquiera mi cuerpo. Vivir en albergues crea esa sensación de que toda tu vida, tus intimidades, tus objetos personales y hasta tu desnudez han pasado a ser bienes públicos. ?Compartir? es palabra obligatoria y se llega a ver como normal el no poder estar ?nunca? a solas. Después de años entre movilizaciones, campamentos agrícolas y una triste escuela en Alquízar, necesitaba una sobredosis de privacidad. Había leído por primera vez los libros de J. R. R. Tolkien y la cálida casa de Bilbo Bolsón era mi ideal de refugio para esconderme. Añoraba un espacio donde poner mis libros, colgar mi ropa, decidir qué foto pegar en la pared y pintar una señal de ?stop? en la puerta. Estaba agotada de bañarme en duchas sin cortinas, de comer en bandejas de aluminio e intercambiar los piojos y los hongos con mis colegas de alojamiento. El universo ilusorio de El Hobbit me ofrecía ese cálido y reservado hogar que la realidad no me había dejado disfrutar. Hacia ese ficticio agujero en un árbol, me escapaba cuando la promiscua convivencia llegaba a niveles insoportables. El individuo vapuleado que llevo dentro comprendió en estos años que no sólo en los campamentos y las escuelas internas se irrespeta la intimidad de las personas. Mi Isla es, por momentos, como una secuencia de literas donde todos saben qué come el otro, con quién se reúne y de cuál manera piensa. La mirada torva de mi director del preuniversitario fue reemplazada por la vigilancia del CDR. Aquel me pedía que llevara el uniforme planchado y los zapatos lustrosos, éste espera que mantenga una determinada postura ideológica. La impresión de ser un ?bien público? o un ?objeto de uso social? no ha desaparecido, pues con los años he confirmado que vivo en un enorme albergue controlado por el Estado. En él se escucha la campana llamando al comedor ?trastocada ahora en el grito de una vecina, que anuncia un nuevo producto en el mercado racionado?. Sin embargo, ante esa convocatoria no salto inmediatamente de la cama, sino que me tomo mi tiempo para guardar algo bajo el colchón. Es un libro extraño y peligroso, donde un enano de pies afelpados fuma su pipa y disfruta de una cálida e íntima guarida en un árbol.



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18 de marzo de 2009
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La receta de Kapuscinski para el periodismo actual

Hoy en día el periodista se encuentra ante un problema que a veces no parece tener solución. Kapuscinski parece haber dejado una receta para la coyuntura que atraviesa la profesión:

  • Los medios tradicionales de comunicación han protagonizado importantes progresos en relación a la inmediatez que permite la tecnología, la variedad que dan los formatos y los múltiples modos de consumo que aportan los diversos soportes.
  • En el ámbito periodístico, los medios gráficos parecen haber quedado relegados por la televisión y los medios on line. Ellos lo cuentan todo con imágenes. El público elige lo audiovisual en detrimento de lo escrito.

La fórmula que propone Kapu es la siguiente:

Periodismo informativo y atractivo = Función bárdica + de lo particular a lo general

1)      La función bárdica:

Giovanni Bechelonni, reconocido profesor y periodista italiano, se refiere a la función bárdica como a aquella necesidad permanente que las sociedades humanas han expresado ya desde épocas muy antiguas: la necesidad de narrar y escuchar historias. Ninguna otra cosa más que la historia es lo que siempre consigue estar en el centro de la atención colectiva.

Kapuscinski lleva esta función a su máximo  exponente. Hace, de documentos periodísticos, historias simples y comprensibles. Ficcionaliza la noticia. No la inventa, la cuenta de un modo diferente: con personajes y problemas; con un principio y un desenlace.

En Imperio hay un texto llamado Templo y palacio (Aún en Moscú) que puede servir de ejemplo. Kapu nos dice en un pasaje: "Ese imponente y esplendido templo, único en su clase y orgullo del arte y arquitectura rusas, existió cuarenta y ocho años: hasta mediados de 1931, es decir cuando Stalin decidió demolerlo" (Imperio, p. 110)

De lectura afable y entendible, relata la demolición del Templo de Cristo Salvador para la construcción del Palacio de los Soviets en Moscú. Uno lo lee y parece estar ante una obra literaria, se deja llevar por el relato. El texto termina y se comprende la mensaje: el estilo gobernante y por ende el estilo de vida ruso en aquellos tiempos; el autoritarismo insolente de Stalin, la pasividad de sus gobernados, la "demolición" de su historia.

Como en este ejemplo, la mayoría de sus libros describen quizás las peores condiciones a las que puede estar sometido una persona: el sometimiento, la indiferencia y la pobreza.

¿Cómo hace Kapu para que a partir de historias simples e individuales el lector pueda reflexionar a un nivel más filosófico? Aquí, el segundo ingrediente de su receta:

2) La Generalización:

Dentro de una gota hay un universo entero. Lo particular nos dice más que lo general; nos resulta más asequible (El Sha, p. 156).

El desarrollo de un tema en forma de continua traslación de lo singular a lo general; de la demolición del Templo a cómo se vive bajo un Estado dictatorial.

Todo es narrado desde un punto de vista particular, una perspectiva que puede llegar a tener el lector, el ciudadano común. Nada se narra desde puntos de vistas abstractos e inalcanzables como puede ser los sectores del poder (así lo hacen la mayoría de los artículos periodísticos). Así describe, por ejemplo, el modo de vida de una comunidad:

En sus suburbios africanos (Luanda) las mujeres encendían fuegos delante de sus casas y se disponían a machacar mandioca. La tarea de machacar mandioca hasta convertirla en una masa dura, crujiente y blanca ocupa a la mujer africana la mitad de su vida. La otra mitad está destinada a embarazos y partos (Un día mas con vida, p. 105).

En definitiva, Kapuscinscki logra conjugar credibilidad y atractivo en el relato periodístico a partir de la ficcionalización de la historia, desde un punto de vista humano y sensible que permite entrever los grandes problemas que atañen al hombre.

Javier Bruggia, alumno del seminario

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18 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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De regreso

?Las primeras vacaciones en dos años?, me dije -hace casi diez días- cuando anuncié reparaciones en el blog. Sin embargo, lo menos que he hecho es descansar. Generación Y ha generado sucesivos dolores de cabeza a varios informáticos que han querido ayudarme a remodelarlo. Después de varios intentos, no hemos podido ?todavía- implementar el foro de discusión que tan necesario resulta. De todas formas, el tiempo dedicado al rediseño, ha servido para confirmarme cuán necesario es este espacio para mí. Sin el exorcismo personal de escribir mis posts, la realidad se me echaría encima de una manera aplastante y anuladora. Nada se ve igual, si no se lo cuento a ustedes en estos breves textos virtuales. Tengo que superar algunos retos tecnológicos y ciertos desastres en el diseño, pero voy a seguir publicando aunque esto parezca La Habana después del Período Especial. Así que cuidado con los huecos, las aguas albañales, los edificios a punto de caerse y los cables eléctricos que asoman en las esquinas. Generación Y, tardará menos tiempo en recuperarse que esta destartalada ciudad, se los aseguro.



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18 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Llega la primavera

Llega la primavera y con ella, como ocurrirá en todas las primaveras de nuestras vidas, también llega el recuerdo del 11-M. Un negro recuerdo para todos y una realidad muy amarga para las víctimas, que se resignan a tragar saliva mientras otros alborotan. Precisamente aquel día por la tarde tenía que ir a Guadalajara a presentar una novela, pero por la mañana empezaron a llegar noticias, cuya dimensión fue creciendo y creciendo hasta culminar en el horror total. Todos teníamos que hacer algo aquel día que dejamos de hacer. Todos teníamos alguna preocupación que nos parecía importante y que dejó de serlo. Todos dejamos de pensar por un momento en nuestras cosas. La vida se interrumpió y cayó el silencio, hasta el punto de que recuerdo las imágenes de la catástrofe en televisión mudas, sin sonido. Y si yo era solamente alguien que veía la catástrofe en televisión, ¿cómo la recordarán los que estaban en los trenes? Los criminales mancharon la primavera para siempre. El otro día le oí decir a una de las víctimas que cuando en el juicio vio a los terroristas islámicos le sorprendió que fueran de carne y hueso porque no le parecía que lo de aquel día lo hubiese podido hacer un ser humano.

            Llega la primavera y con ella la eterna polémica sobre el aborto. Enseguida sale a relucir eso del derecho a la vida y las opiniones más absurdas y extravagantes que uno se pueda imaginar. Uno de los comentarios más idiotas que he oído lo soltó un sociólogo en televisión, recostado en una silla del plató. Con voz  agotada de pensar tanto, dijo que por lo general detrás de la defensa del aborto se esconde alguna experiencia personal de esa mujer en particular o de su entorno. Con un par de narices. Pues no señor, son millones las mujeres que no han tenido ninguna experiencia personal en ese sentido, que no necesitan haber abortado ni que lo haya hecho alguien de su familia para ponerse en la piel de quien se encuentre angustiada  ante la tesitura de traer o no un hijo al mundo por los motivos que sean (puede que en su situación yo hubiese hecho lo mismo), porque no olvidemos que es ella quien lo trae, ni los obispos, ni los que se echan las manos a la cabeza, ni los puros de pensamiento, palabra y obra, es a ella y sólo a ella a quien se le hincharán los pies, la barriga y los pechos, la que tendrá que parir y amamantar, la que verá peligrar su trabajo y muchas cosas más y la que será madre para el resto de sus días. Y aún así, teniendo que soportar todo esto, para una mujer merece la pena y le cuesta un verdadero calvario dar el paso de interrumpir su embarazo.

 Otro comentario sin igual fue el de una lumbrera que dijo que de seguir así el aborto iba a ser usado como método anticonceptivo. Llegados a este punto, lo mejor sería que los hombres no opinaran sobre algo que es tan abstracto para ellos.

Por suerte no todos son como este elemento que no tiene ni idea de lo agresivo que es para el cuerpo de una mujer abrirse de piernas y que hurguen en su interior y que le arranquen una parte de sí misma, aparte de lo tocada que la deja emocionalmente. Los hombres (y las mujeres) que hablan así consideran a las mujeres puros recipientes de vida, una fábrica de células o algo así y que hay que vigilarlas para que no estropeen el producto. Los que hablan así consideran a las mujeres unas desalmadas que a la mínima se deshacen de sus fetos. Pero la cuestión es que es la mujer quien sufre esta experiencia dentro de su propio ser con multitud de implicaciones que pueden llevarla a abortar, un acto siempre traumático y nunca por capricho. Por capricho se hacen las cosas agradables, no las desagradables.

El concepto del derecho a la vida tiene tantos campos donde desarrollarse que parece ridículo que se centre exclusivamente en el aborto, en proyectos de seres que aún no han llegado a serlo. También tendrán derecho a la vida las legiones de niños que ya están realmente vivos y además hambrientos con moscas revoloteándoles sobre sus pobres huesos. Y las legiones de niños armados que han visto y hecho cosas en la guerra que los marcarán de por vida, y los que son usados sexualmente y los que trabajan de sol a sol sin que casi nadie piense en ellos, ¿hay derecho a eso?

 



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18 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El profesor chiflado

Me he vuelto adicto a Breaking Bad. Lo cual puede parecer broma, dado que la serie trata de un profesor de química que, al descubrir que sufre de un cáncer de pulmón en fase terminal, decide convertirse en fabricante de metanfetaminas para dejarle dinero a su familia; pero en esencia es verdad, dado que vivo en la anticipación de sus próximos capítulos.
    El relato es seco, descarnado. La clase de series que podríamos hacer muy bien en Latinoamérica, si hubiese canales dispuestos a emitir algo que vaya más allá de Operación Triunfo y Bailando con las estrellas o porquerías semejantes. En los dos capítulos de la segunda temporada que ya se emitieron en los Estados Unidos, la narración arranca con toques casi surrealistas: un ojo flotando en una piscina, un auto que rebota sobre el suelo como si tuviese resortes en lugar de ruedas. Ese preámbulo no hace otra cosa que subrayar lo extremo de las situaciones que Walter White (un inmejorable Bryan Cranston) está viviendo desde que se pasó al Lado Oscuro.
    Víctimas del distribuidor de las drogas que producen, un psicópata llamado Tuco (Raymond Cruz), Walt y su ex alumno y actual socio Jesse (Aaron Paul) se enfrentan a la muerte cuando Tuco se convence de que lo denunciaron a la policía. Secuestrados y encerrados en una cabaña en el desierto, Walt y Jesse entienden que su vida depende del ‘guardia’ que Tuco les ha puesto: un tío parapléjico, que sólo puede expresarse mediante un timbre de esos con que se llama a los botones en los hoteles. Jugadas con la más absoluta de las seriedades, estas escenas adquieren sin embargo un tinte de comedia: nada más hilarante que la desesperación lisa y llana.
    Historia de un hombre común que, con la excusa del bienestar de su familia, decide tomarse revancha de una vida perra, Breaking Bad es de esas series que sorprenden todo el tiempo: nunca sabemos qué es lo que ocurrirá, y cuando pensamos que nada puede ir peor, las cosas se complican todavía más.
    No sé si su productor y creador Vince Gilligan podrá sostener este nivel de tensión durante mucho tiempo. Pero al menos hoy, Breaking Bad aspira (ugh, cómo trabaja mi cabeza) al título de la mejor serie del momento.



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18 de marzo de 2009
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