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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Trilogías I y II

Pío Baroja
Biblioteca Castro

Es muy de agradecer que, incluso si es muy de cuando en cuando, de pronto surja una excusa lo bastante fuerte como para justificar de forma  plausible el entregarse sin reservas al vicio nefando de la relectura.  Y tal ocasión la brinda ahora Biblioteca Castro con la edición de dos tomos de Trilogías de Pío Baroja.

                Quien desee probar la experiencia no tiene más que despedirse de los suyos y del mundo, abrir el Tomo I  y empezar con la primera Trilogía, Tierra vasca, integrada por "La casa de Aizgorri"  (escrita en 1901, es decir, cuando Baroja tenía veintinueve años), "El mayorazgo de Labraz" (1903), "Zalacaín el aventurero" (1909) y "La leyenda de Jaun de Alzate", que en principio no pertenece al mismo ciclo vital que las anteriores (es de 1922) pero que no desentona en absoluto al ser leía justo después de ellas. A continuación  viene La vida fantástica,  con "Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox "(1901), "Camino de perfección" (1902) y "Paradox, rey" (1906).  Los amantes de las emociones fuertes, o quienes no hayan tenido suficiente con este entrante de más de 1.000 páginas y quieran más, pueden emprenderla con el Tomo II, en el que encontrarán  La lucha por la vida y El pasado, con otras seis novelas que totalizan mil páginas más,  todas ellas escritas entre 1904 y 1907.

Si insisto en poner todas las fechas es porque quienes hayan leído a Baroja como yo, con una mezcla de insaciable fruición e incredulidad y pasión y maravilla pero sin orden ni jerarquía porque la urgencia de leer no dejaba tiempo ni ganas de ir completando y ordenando trilogías, ciclos, sagas o como mierda lo llamasen los críticos de aquella época, seguramente quedarán tan sorprendidos como he quedo yo al comprobar que esas doce primeras novelas (descontando Jaun de Alzate) fueron escritas en un plazo de ocho años y que por debajo de la sempiterna boina del malhumorado panadero ya bullía la idea de que esa colección de historias aparentemente dispersas y disparatadas, algún día aparecerían pulcramente ordenadas en gruesos y bien editados tomos (cinco, según los planes de Biblioteca Castro, y ello contando sólo las trilogías, pues todavía quedarán por sacar a la luz al amenos ocho novelas sueltas y otras tantas históricas y biográficas, aparte de los 22 tomos de Avinareta ("Memorias de un hombre de acción"), y los siete tomos de "Memorias de un novelista", con la controvertida "Desde la última vuelta del camino". O sea que, dicho en beneficio de los exagerados y los recién llegados, tranquilos porque hay tema para rato.

 Pero la pregunta es: para alguien que, como es mi caso, se ventiló hace cuarenta años y de una sentada todo lo que había publicado entonces de Baroja, ¿todavía le compensa el esfuerzo de leer estas dos mil primeras páginas y luego seguir con las seis o siete mil que vendrán?

Antes de responder conviene recordar que de por medio ha ocurrido un hecho trascendente y que ningún lector de Baroja, ya sea neófito o reincidente, debe olvidar. Y me estoy refiriendo a la existencia de Baroja o el miedo, la triturante  "biografía no autorizada" de Eduardo Gil Bera (Península, 2001). Quien no la leyera en su día sepa que se trata de una obra de demolición brutal, impía y apasionadamente aniquiladora. Se diría que, profundamente irritado por la gigantesca mixtificación urdida en torno al más  universal de los escritores vascos (y en gran parte astutamente creada y alimentada por él a lo largo de toda su vida) Gil Bera se hubiera propuesto, primero, reducir a escombros la figura de Baroja, y después sembrar de sal el solar donde fue erigida tan fementida falsedad para impedir que nunca mas eche brotes, ni siquiera bordes. Y ya no lo recuerdo bien, pero en su afán de ir soltando una carga de profundidad detrás de otra, y a tal velocidad que el lector no llega a recuperar el resuello hasta el final, es perfectamente posible que Gil Bera afirmase que incluso en su famosa tahona los Baroja sólo vendían pan adulterado y medio ponzoñoso. Al enemigo, como suele decirse, ni agua.

Ocurre sin embargo que, conociendo el tono y la intención de las cargas de profundidad  que iba acumulando, Gil Bera adoptó la única precaución que cabe en estos casos para evitar que tu trabajo sea neutralizado tachándolo de simple exabrupto  malhumorado y carente de la más mínima objetividad o base real: y a tal fin llevó a cabo un asombroso trabajo de investigación y documentación de manera que cuando afirma que Baroja era falso, mentiroso, mezquino, superficial, vanidoso, humilde con los poderosos  y altivo con los humildes, y encima cobarde, frío, calculador y qué sé yo cuántas ruindades más, se podrá discutir si el tono adoptado para decirlo es el adecuado o si no se podría haber dicho eso mismo con más elegancia. Pero no se puede acusar al biógrafo de mentir porque cada afirmación suya sobre Baroja (por lo general injuriosa) viene avalada por la correspondiente investigación  previa, siempre exhaustiva.

El ataque frontal fue particularmente dañino porque, justamente, la literatura de Baroja está basada en una sutil pero muy profunda corriente de identificación entre el escritor y el espíritu libre, independiente, despegado, aventurero y solidario que transmite su escritura. Tras la barrera de pesimismo y profundo desengaño que por lo general se asocia con el ciudadano Baroja, surge un último mensaje de complicidad solidaria con los aspectos más positivos del ser humano que se desprende del Baroja escritor. O por mejor decir, de su escritura.

En cuyo caso, ¿se puede seguir leyendo a Baroja después del proceso de demolición llevado a cabo por Gil Bera?

La respuesta, un sí rotundo, sorprenderá al propio lector. Por descontado que ya no es posible la inocencia de antes, ni tampoco la simpatía que provocaba la identificación del escritor y su obra. Pero da lo mismo porque, como tantas veces se ha dicho, una buena narración crea un mundo real y que es verdadero en sí mismo, ya lo describan Homero o Baroja. Y de la misma forma que carece de importancia saber quién fue en realidad Homero, tampoco importa si Baroja era un miserable miedoso, o incluso si ni siquiera fue un autor original. El milagro de la literatura es que empieza y termina en sí misma, y que por lo tanto sólo puede ser juzgada según sus propias reglas de juego. Y lo lamento por el pobre Baroja, pues hubiera preferido seguir tomándolo por un ciudadano generoso y magnánimo. Pero lo que de verdad importa es que nunca quiso ser un notario de la pretendida realidad sino un tipo al que le gustaba contar las cosas como a él le preferiría que fuesen. Y en ese sentido sus libros siguen tan sanos y vivos como cuando salieron de su horno, por lo que se pueden leer con todo gusto y provecho.

 



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23 de marzo de 2009
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Relaciones entre linces y cigotos

Ha sido muy comentado que el gobierno catalán prohibiera un anuncio de la Asociación por la Tolerancia en donde se publicitaban derechos de los catalanes que son conculcados cínicamente por el poder, y en cambio admitiera el lince de los obispos. Es lógico: nada más natural que el espíritu que comparten los jefes religiosos del bando católico y los del bando nacionalista. Tienen ambos como opción primera la salvación del alma. En un caso por la oración y la penitencia, en el otro por la lengua y la militancia. Y el alma es propiedad de Dios, el cual tiene la misma función sobrenatural que la Nación. Todo lo cual es archisabido incluso por los nacional-estalinistas, de modo que se trata de una farsa. No lo es, en cambio, que se encojan ante la demagogia de los obispos cuando denuncian un mejor trato a los linces que a las criaturas humanas. Esta sí es una mentira populista de pasmosa maldad y no la de los derechos constitucionales.

Todo está protegido, no hay debilidad sin ayuda estatal y cada criatura recibe la protección apropiada. Esta protección no la otorga un gobierno u otro sino que se la da a sí misma la sociedad a través de múltiples procesos, uno de los cuales (y no el más efectivo) es la elección de representantes. A diferencia de hace medio siglo, el mandato social quiere que los ciudadanos y su entorno reciban protección, pero entre la madre y la simiente, prefieren proteger a la madre. Son los ciudadanos quienes han impuesto estas defensas y pobre del político que trate de saltárselas.

De modo que las instituciones acogen programas de ayudas a inválidos, desempleados, inmigrantes, madres abandonadas, ancianos, familiares o embarazadas con riesgos. La Iglesia también protege, sin duda. Todas las instituciones lo hacen. Pero hay una que rechina. La Conferencia episcopal, ofuscada por controlar la sexualidad de las mujeres, su presa obsesiva desde hace siglos, las trata como meros depósitos. El feto las suprime. Esa crueldad ensombrece las labores compasivas de la Iglesia. Viejo asunto. Cada vez más apestoso.

Publicado el sábado 21 de marzo de 2009.

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23 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cineastas avant la lettre

Rafael Argullol: Kubrick no se encalló en ninguna de los géneros, sino que fue trasladándose de uno a otro y en cada uno intentó en cierto modo legar una obra definitiva.

Delfín Agudelo: Se me viene a la cabeza una idea de Brassaï en la que apunta a que el tipo de artista que en realidad imaginaba Baudelaire refiriéndose a Constantin Guys en El pintor de la vida moderna es como un cinematógrafo o fotógrafo. Siempre la dimensión ideal del artista es planteada en relación con los avances técnicos y tecnológicos de la época, razón por la cual Baudelaire se refiere al artista como un pintor. Pero Brassaï defiende la idea de que a lo que Baudelaire le apunta es al cineasta como artista. Lo veo en conexión con tomar diez películas y de allí llevar a cabo ocho géneros- cada género atañendo un rasgo de la  condición humana.

R.A.: Creo que hubo dos artistas del siglo XIX que en cierto modo se adelantaron al cine, que necesitaron del cine antes de que el cine se hubiera inventado; lo que sí se había inventado era la fotografía, que en cierto modo les fascinaba- pero en el fondo necesitaban el cine. Esos dos son el que tú comentas, Baudelaire, que claramente en sus ensayos y poemas se pone de manifiesto el impacto que le produce la fotografía e incluso llega a oler e intuir en algunos momentos de Las flores del mal una especie de cinematógrafo avant la lettre, por eso a él mismo le gustaba mucho el teatro de sombras y todo ese artificio que preludió el advenimiento del invento de los hermanos Lumiere. Luego hay otro artista que en el fondo hubiera necesitado de la cinematografía, que era Wagner; cuando Wagner se propuso hacer el drama musical como obra de arte total, en realidad para que su proyecto se hubiera podido llevar a la práctica no hay duda que le hubiera ido muy bien la existencia de la cinematografía. Es más, en el siglo XX, sobre todo en el cine de tipo épico tiene algo de muy wagneriano, y jugando simétricamente, en Wagner hay algo del cine épico o de la épica del cine incluso antes de la invención del cine. En Baudelaire hay mucho diríamos de la lírica del cine, de una lírica que podríamos llamar una urbana, que es la que define en cierto modo ha tratado con mucha profundidad el cine negro de los años cuarenta y cincuenta. Creo que a Baudelaire, de la misma manera que le encantaban los pioneros de detective que puso en marcha Edgar Allan Poe, le hubiera encantado o así nos lo podemos figurar, las películas de cine negro por su tratamiento del espacio urbano fragmentado por el tratamiento de la mirada.

Y en el momento en que hablamos de Stanley Kubrick, y jugando con esos dos precedentes del siglo XIX, creo que en Kubrick hay algo de esa mirada épica anticipada por la obra de arte total de Wagner y hay algo de esa mirada lírica urbana anticipada por las flores del mal de Baudelaire. Como director muy riguroso entremezcla continuamente esos dos elementos, y es lo que a mí me fascina mucho de Stanley Kubrick: pongamos por caso, a mí la ciencia ficción no es un género que me fascine. Hay tres películas que me gustan mucho: Blade Runner, Solaris y 2001. Lo que hace que 2001 sea una obra maestra es que planteando una especie de gran sinfonía épica que incluso se apoya en la música de Strauss y en una caracterización nietzscheana de lo que sería el cosmos es capaz de retrotraerse de la dimensión lírica planteando ese problema en el que el ordenador por primera vez en nuestra cultura se hace la pregunta de si puede llegar a tener emociones o sentimientos, planteando el trasfondo de la propia situación humana. Una gran película épica como 2001 consigue toda su eficacia en el momento en que también logra apuntar el aspecto lírico. Una película maravillosa del cine negro como El atraco perfecto es una de los mejores engranajes cinematográficas en la concepción del cine negro pero el atraco perfecto maravillosamente planificado y concebido finalmente falla por el elemento lírico de la atracción que causa una chica en uno de los miembros de la banda, y eso lleva a la perdición. Por otro lado,  Senderos de gloria es una de de las películas más crudas que se han filmado Kubrick por un lado nos muestra la épica negra de la guerra pero no con un distanciamiento objetivo, o desde una mirada diríamos exclusivamente macroscópica o a vuelo de pájaro, sino nos la muestra también yendo al interior de la herida, yendo al dolor interiorizado, singular. Senderos de gloria es también la mezcla de la negritud de la épica guerrera contrastada con el dolor individual singular que es el aspecto más lírico de la película y que en general  caracteriza a la obra de Kubrick. Creo que esta dinámica, este vaivén, mirada doble o tensión entre estas dos miradas es lo que da una gran profundidad y eficacia al cine de Kubrick.

 

 


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23 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Miopía y astigmatismo

  Me pongo las gafas del optimismo y le lanzo una mirada a la ciudad desvencijada donde vivo. Con esos cristales tornasolados de la esperanza, mi corazón bombea con más tranquilidad, sin sobresaltos. Gracias a ellos comprendo que no trepo catorce pisos debido a la ineficiencia estatal ?incapaz de armar el ascensor después de cinco meses? más bien soy una ecologista redomada dispuesta a consumir sólo mi combustible humano. Con este nuevo vidrio con que lo miro todo, percibo que en mi plato se ausenta la carne, no por su altísimo precio en el mercado sino porque amo los animales y les evito el sufrimiento del sacrificio. Carezco  de una conexión a Internet en casa, pero los rosados lentes me esconden que este servicio sea exclusivo para funcionarios y extranjeros residentes. Quizás quieran protegerme de las ?perversiones? de la red, me digo, tal y como lo haría el ridículo Cándido de Voltaire. Así he probado, por un brevísimo tiempo, ver palacios en lugar de derrumbes, líderes que nos llevan a la victoria cuando en realidad nos conducen al precipicio y hombres que se hipnotizan con mi cabellera, aunque yo sé que me siguen para vigilarme. El problema comienza cuando me quito los espejuelos del candor y miro lo que me rodea, con los reales colores de la crisis. El dolor en las pantorrillas vuelve, como respuesta a las largas escaleras; comienzo a soñar con un bistec y un módem parpadeando se vuelve un deseo casi erótico. Lanzo las gafas del optimismo desde mi balcón, quizás hay alguien allá abajo que todavía prefiere usarlas, que aún quiera distorsionar la realidad con ellas.



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23 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Funes & Funes

Hace años, bastantes ya, en un viaje que de Canadá nos llevó a Cuba, hicimos parada en Costa Rica y El Salvador. De esta última visita quiero hablar hoy. Como siempre sucede cuando voy viajando por ahí, dí algunas entrevistas, la más importante de ellas a Mauricio Funes, ahora presidente electo de El Salvador. No lo conocía de antes. Tuve la grata sorpresa de encontrar, no a un periodista más o menos al servicio del poder, encargado de convencer al recién llegado escritor de las virtudes de un régimen basado en la más feroz represión, responsable directo, desde el gobierno a las fuerzas militares, de los abusos, arbitrariedades y crímenes cometidos por el Estado y por las poderosas familias de terratenientes, señores absolutos de la economía del país, sino a un interlocutor culto e informado de todo cuanto atañía, no sólo al largo martirio sufrido por el pueblo, sino también sobre la problemática posibilidad de un cambio que todavía no parecía vislumbrarse en el horizonte social y político en la sociedad salvadoreña. No volvimos a vernos, aunque Pilar ha mantenido, desde entonces, y en momentos personales y políticos muy duros para ellos, una correspondencia frecuente con Vanda Pignato, la esposa de Mauricio, que, a partir de ahora, seguramente se intensificará. El otro Funes que aparece en el título es el de Borges, aquel hombre dotado de una memoria que lo absorbía todo, todo lo registraba, hechos, imágenes, lecturas, sensaciones, la luz de un amanecer, una onda de agua en la superficie de un lago. No le pido tanto al presidente electo de El Salvador, salvo que no olvide ninguna de las palabras que pronunció la noche de su triunfo ante los miles de hombres y mujeres que habían visto nacer finalmente la esperanza. No los desilusione, señor presidente, la historia política de América del Sur transpira decepciones y frustraciones, de pueblos enteros cansados de mentiras y engaños, es hora, es urgente cambiar todo esto. Para Daniel Ortega, ya basta con uno.



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23 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La venganza de Jacques Brel

Yo soy de los que ven signos por todas partes. No porque crea de manera exagerada en la existencia de prodigios: sería una redundancia, en un universo que es esencialmente prodigioso. Más bien creo que ese mismo universo, como cualquier autor que se precie, no resiste la tentación de llamar la atención sobre sus propios procesos narrativos.
    Ayer, al comprar El País, me fui de cabeza al artículo de tapa del dominical: Cien músicos hispanoamericanos eligen las canciones que cambiaron sus vidas. Buscaba, como buscamos todos, que la lista resultante reflejase las mismas canciones que iluminaron mi historia. No estaba tan lejos: abundancia de Beatles, Dylan, ¡una canción de The Smiths en el puesto séptimo!, Bowie, Thunder Road de Springsteen… Pero la verdadera sorpresa me la deparó la canción que figuraba en el primer puesto, exaltada además por las palabras de Concha Buika y la foto a dos páginas de un jovencísimo Jacques Brel tumbado sobre la hierba de un jardín: Ne me quitte pas, que según traducciones es No me dejes o No me abandones.
    Ne me quitte pas es el corazón de mi novela nueva, Aquarium, de la que he hablado un poco en estos días. Tanto es así que la historia se abre con sus versos (Yo te inventaré / palabras insensatas / que comprenderás) y se estructura en tres partes tomadas de otra sección de la letra: (Déjame convertirme en) La sombra de tu sombra / La sombra de tu mano / La sombra de tu perro.
    Me encantó descubrir que esa canción tan vieja sigue conmoviendo todavía hoy. Supongo que en buena medida se debe a que, más allá de su arte, todos hemos vivido algún romance que nos ha arrasado, reduciéndonos a la sombra de tu sombra… Ojalá la predilección que ese Top One transparenta signifique que todavía hay un público sensible a las historias de amor desgarradas y líricas –como Aquarium pretende ser, como Ne me quitte pas lo es de la manera más excelsa.
    Dicho sea de paso, ¿cuáles son las canciones que transformaron sus vidas, y por qué?



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22 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Flannery

Ésta es la temporada de las grandes biografías literarias en los Estados Unidos. Tres compiten por nuestra atención Cheever: A Life, de Blake Bailey; Hiding Man: A Biography of Donald Barthelme, de Tracy Daugherty; y Flannery: A Life of Flannery O'Connor, de Brad Gooch. Cada una tendrá un impacto diferente: la de Barthelme servirá para recuperarlo de la nota al pie de página posmo en la que había caído en los últimos años; la de Cheever consolidará su lugar en el canon, discutido en los últimos años por algunos críticos académicos que lo veían como un escritor de una sola nota (un protestante anglosajón de los suburbios); la de O'Connor, ya que sobre la excelencia de su obra no hay discusión alguna, permitirá conocer más de su vida y sacarla del estereotipo gótico en el que había sido aprisionada (una ermitaña que vivía recluida en una granja, acompañada por aves exóticas de todo tipo).

Flannery O'Connor pensaba que no habría biografías de ella, debido a que "las vidas transcurridas entre la casa y la granja de pollos no son estimulantes". Ella no contaba con el arsenal de recursos del género biográfico en el mundo anglosajón, utilizados con talento por Brad Gooch. Gooch ha leído todo lo que hay que leer -los cuentos y los novelas, las cartas y los artículos--, y ha hablado con todos los que había que hablar -compañeros de curso en la infancia, editores y escritores, vecinos y familiares--. El resultado es fascinante: su libro reconstruye paso a paso, mes a mes, los apenas treinta y nueve años que vivió la escritora sureña, los últimos quince de los cuales los pasó encerrada en su granja en Milledgeville, Georgia, debido a la devastadora enfermedad del lupus. La vida de Flannery no estaba llena de muchos hechos novelescos, pero la intensidad de su imaginación es la que cuenta: es la que le permitió construir, a partir de un pedazo de realidad, un mundo narrativo complejo, en el que su tema era la presencia de la gracia espiritual en "territorio controlado por el diablo".

Flannery O'Connor nació en Savannah, Georgia, el 25 de marzo de 1925. Allí vivió hasta los trece años, cuando se mudó a Atlanta y luego a la granja en Milledgeville. Su familia, de raíces irlandesas, era católica en el Sur profundo dominado por los protestantes evangélicos. Desde pequeña, se entregó con fervor a la religión católica, y no abandonó nunca esa fe. Fue durante toda su vida una gran lectora de libros de teología (ya adulta, solía leer veinte minutos de Santo Tomás de Aquino antes de dormirse) y de escritores católicos como Mauriac.  

En el Sur segregacionista, Flannery fue a colegios sólo para blancos, aunque su actitud rebelde la hizo integracionista desde temprano (en el cuento "Everything That Rises Must Converge" se pueden leer trazos de su autobiografía en la forma en que Julian lucha con la actitud hostil de su madre hacia los negros). Descubrió a Poe en su adolescencia temprana: ese mundo gótico influiría en sus primeros textos, aunque el tono de ella era más bien la sátira. No dibujaba mal, y la vena satírica la hizo pensar en serio en una carrera como dibujante en las páginas editoriales de los periódicos. Sin embargo, su talento para la escritura comenzó a mostrarse a los quince años -en la misma época en que su padre moriría, de lupus--, e hizo que consiguiera una beca para estudiar en el afamado Writers' Workshop de la universidad de Iowa (había llegado allí para estudiar periodismo, pero se pasó rápidamente a la ficción narrativa).

En Iowa se convirtió pronto en la estrella del taller, y sus cuentos comenzaron a publicarse en revistas importantes. Sus profesores la recomendaron a la colonia de artistas en Yaddo, donde se hizo amiga del poeta Robert Lowell, que, deslumbrado por su talento, la presentó a su editor en Harcourt Brace, Robert Giroux. Giroux publicó en 1952 su primera novela, Wise Blood. Las reseñas fueron ambivalentes, pero estaba claro que O'Connor era un talento literario de primera magnitud.

En 1925, con apenas veinticinco, Flannery O'Connor había sido diagnosticada con lupus. Como la enfermedad requería de cuidados especiales, decidió retornar a Milledgeville, donde sería atendida por su madre y se dedicaría a escribir y a coleccionar faisanes. Gooch sugiere que su fe católica le permitió sobrellevar su retiro del mundo cosmopolita literario -el triángulo Iowa-Yaddo-New York--, y entregarse de lleno a la vida en la granja. Su gran época creativa transcurrió entre 1952 y 1955, cuando escribió los cuentos de A Good Man Is Hard To Find; la publicación del libro en 1955 tuvo una recepción crítica tan exitosa que a partir de ahí no hubo más discusión acerca de su lugar central en el canon. Después, el lupus la fue debilitando tanto que sólo pudo escribir una novela más, The Violent Bear It Away, y dejar unos cuentos que formarían el libro Everything That Rises Must Converge y serían publicados un año después de su muerte en 1964.  

(La Tercera, 23 de marzo 2009)



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22 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Tres tazas y nada de caldo

  Esta vez, han sido más directos: ?usted no está autorizada a viajar?, me dijo una señora bajita  -casi amable-, vestida de verde olivo. Mi trámite para obtener el permiso de salida concluyó sin muchas dilaciones y con la misma respuesta negativa. Le exigí a la funcionaria que me diera una explicación, pero ella sólo era el muro de contención entre mis exigencias y sus ocultos jefes. Mientras me comunicaban el ?no?, rememoré las declaraciones hechas por Miguel Barnet hace un par de meses. El presidente de la  Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) afirmó que todos los cubanos pueden viajar, excepto aquellos que tienen deuda con la justicia. Me he pasado el día buscando una causa legal pendiente por algún lado, pero no hay manera que me acuerde. Hasta la olla arrocera que me dieron a créditos por el mercado racionado la pagué en su totalidad, aunque sólo funcionó dos meses antes de romperse definitivamente. Nunca he sido acusada en un tribunal y sin embargo estoy condenada a no salir de esta Isla. Esa restricción no la ha dictado un juez, ni la he podido apelar ante un jurado, sino que viene del gran fiscal -con plenos derechos- en que se ha erigido el Estado cubano.  Ese severo magistrado, determinó que la viejita sentada a mi lado en la oficina de 17 y K, no recibiera la tarjeta blanca porque su hijo ?desertó? en una misión médica. Tampoco el niño que esperaba en una esquina pudo viajar, pues su padre deportista, juega ahora bajo otra bandera. La lista de los castigados es tan larga y los motivos tan variados, que podríamos fundar un voluminoso grupo de ?insiliados? forzados. Lástima que la gran mayoría haga silencio, a la espera de que un día le permitan salir, como quien recibe una compensación por portarse bien. Uno de los primeros lugares de peregrinación,  de quienes no recibimos el permiso de salida, debería ser la oficina del ingenuo presidente de la UNEAC. Tal vez el podría explicarnos cuál es el delito por el que nos están condenando. * Para aumentar los papeles en mi colección de negativas, les dejo el último documento recibido de la SIE. También les pongo mis visas, para recordarle que mis dificultades no son para entrar a otro país, sino para salir del mío.



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21 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Tres filósofos y un café

 

Paolo Flores d'Arcais no quiere perderse en preámbulos difusos y afronta virulentamente la cuestión: "a la filosofía le corresponde la crítica de cualquier superstición y "Dios" mismo es un flatus vocis sin sentido".

Gianni Vattimo, en cuya casa de Turín tiene lugar el encuentro, abrevia los protocolos del anfitrión y replica: "Paolo, yo diría que careces de cultura".

Michel Onfray procura evitar la beligerancia de sus colegas: "me gustaría mucho que la razón condujera directamente al ateísmo, pero no lo creo".

Paolo advierte que asistimos a una revancha política de las religiones y Gianni considera caduca la pretensión de las verdades lógicas. Onfray constata las dificultades de un diálogo entre ateos y creyentes.

Asistimos a una controversia entre tres filósofos -"¿Ateos o creyentes? Conversaciones sobre filosofía, política, ética y ciencia" (Paidos, 2009)- y veremos cómo su afilada charla vitaliza polémicas olvidadas y actualiza disputas que parecían anticuadas. La discusión sin embargo va más allá del enfrentamiento entre laicos y religiosos y restaura la nobleza de un interrogante esencial a la condición humana: ¿cómo se vinculan imaginación, argumento y verdad?

Los tres filósofos son maestros en el arte de conversar y hacen de este librito (160 págs.) una recomendable guía de cuestiones urgentes: cómo identificar y distinguir detrás de la retórica institucional de las iglesias el rumbo de fuerzas dispares: la sensibilidad del hombre intuitivo fascinado por el misterio de la existencia, la voluntad de poder y dominio de unos hombres sobre otros, el refugio consolador al que nos lleva el miedo y la ignorancia.

Paolo asegura que usa la "razón" en un sentido totalmente refractario a cualquier absolutismo. Gianni le plantea un desafío irónico: "para ser religioso necesito ser mucho más sofisticado que tú". Michel Onfray matiza y se adhiere a la caridad pero sólo en su forma de fraternidad republicana.

Paolo, que ha participado en otros acercamientos, advierte que los cardenales no están en condiciones de argumentar racionalmente. Gianni reclama más atención al modo en que se vive efectivamente la religión en lugar de la crítica a los dogmas y relatos históricos institucionales. Pero Michel Onfray admite que la envergadura intelectual de Ratzinger obligará a los filósofos a trabajar otra vez seriamente.

Espero que el encuentro de los tres filósofos contribuya al menos a refutar esa convicción dominante en los institutos de enseñanza media, en los que, en el mejor de los casos, se considera a la filosofía una asignatura. Vattimo, Onfray y d'Arcais ayudarán a los profesores a demostrar lo contrario: la filosofía enseña a pensar con claridad y a discutir con precisión.



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21 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Después de perder a Liam Brady

Liam Brady con la camiseta del Arsenal. Fuente: biogallerie "Me enamoré del fútbol tal como más adelante me iba a enamorar de las mujeres: de repente, sin explicación, sin hacer ejercicio de mis facultades críticas, sin ponerme a pensar en el dolor y en los sobresaltos que la experiencia traía consigo (..) Siete meses después de perder a Liam [Brady, histórico mediocampo del Arsenal] cuando se lo llevó la Juventus, perdí a mi novia cuando se la llevó otro hombre de golpe y porrazo y justo en medio de la primavera, decepcionante temporada después de Brady. Y aunque supiera muy bien cuál de las dos pérdidas me dolió más ?el traspaso de Liam me produjo pesar, tristeza, pero no me produjo, por fortuna, los insomnios, las náuseas, la imposible, inconsolable amargura que se tiene a los veintitrés años con el corazón destrozado-, creo que de alguna extraña forma Liam y ella se terminaron por enzarzar y confundir en mi forma de ver las cosas. Brady y la chica que había perdido me emocionaron los dos durante bastante tiempo, puede que cinco o seis años, de modo que quizá fuera previsible que un fantasma se mezclase con otro. Después de la marcha de Brady, el Arsenal puso a prueba a un largo rosario de centrocampistas, unos competentes y otros no, condenados todos ellos por el mero hecho de no ser la persona que intentaban sustituir: entre 1980 y 1986 pasaron por ese puesto Talbot, Rix, Hollins, Price, Gatting, Peter Nicholas, Robson, Petrovic, Charlie Nicholas, Davis, Williams e incluso un delantero centro como Paul Mariner.Y yo viví un largo rosario de relaciones amorosas durante aquellos cuatro o cinco años, unas serias y otras no. Los paralelismos serían inagotables. El regreso de Brady, a menudo muy rumoreado (jugó en cuatro equipos distintos durante sus ocho años en Italia, y antes de cada traspaso los periódicos sensacionalistas británicos siempre publicaron artículos imperdonablemente crueles sobre el hecho de que el Arsenal estuviera a punto de recuperarlo) fue cobrando tintes poco menos que chamánicos. Yo estaba al tanto, cómo no, de que los arranques depresivos, enfermizos y agotadores que tuve durante la primera mitad de los ochenta no fueron debidos, claro que no, a Brady ni a la chica que había perdido. Era algo relacionado con otra cosa, con algo mucho más difícil de entender, con algo que debí de llevar dentro de mí durante mucho más tiempo del que llevé conmigo a esas dos personas absolutamente inocentes. Sin embargo, durante esos aterradores bajones pensaba muchas veces en épocas anteriores, en las últimas veces en que había sido feliz y me había sentido realizado, lleno de energía y optimismo, y Brady y ella eran los dos parte esencial de aquellas épocas. No es que fueran íntegramente responsables de ello, pero estuvieron presentes en mi felicidad, y con eso me fue suficiente para convertir esas dos historias de amor en los dos pilares gemelos sobre los que recaía todo el peso de una etapa muy distinta, encantada.Cinco o seis años después de marcharse, Brady volvió efectivamente al Arsenal, con cuyo equipo jugó en el partido de homenaje a Pat Jennings. Fue una extraña noche. Más que nunca estábamos necesitados de su concurso (un gráfico que representara la suerte del Arsenal durante los ochenta a la fuerza semejaría una curva en forma de U) y antes del partido me puse nervioso, aunque no como suele ocurrirme antes de los encuentros cruciales; fueron más bien los nervios del antiguo pretendiente que está a punto de embarcarse en una reunión ineludiblemente dolorosa, pero deseada desde hace muchísimo tiempo. Supongo que me aferré a la esperanza de que una recepción rayana en el éxtasis y con lágrimas en abundancia sirviera para que Brady se le encendiera la bombilla, para que cayera en la cuenta de que su ausencia nos convertía a nosotros tanto como a él en un futbolista y un conjunto muy por debajo del nivel que podíamos alcanzar. No ocurrió nada de eso. Jugó en el partido, se despidió con un gesto cordial y volvió a Italia a la mañana siguiente. La siguiente vez que lo vimos llevaba la camiseta del West Ham y nos coló un rosco impresionante, un disparo desde fuera del área que nuestro guardameta, John Lukic, no pudo atajar.Nunca le sustituimos de forma satisfactoria, pero encontramos a otras personas con otras cualidades distintas. Me costó mucho tiempo comprender que ésa es una manera de afrontar una pérdida tan buena como la que más."Nick HornbyFiebre en las gradas



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20 de marzo de 2009
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El Boomeran(g)
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