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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Carta de un colono isarelí

Un ciudadano israelí, que responde por el nombre de Daniel Ben Hillel, me hace llegar una carta a propósito de mi artículo ?Los okupas de Jehová?, que publiqué en El País y en este blog el 11 de junio. Hoy quiero dar dicha carta en este espacio y señalar que la mejor respuesta a sus argumentos se la da el prestigioso historiador británico Tony Judt en el artículo que publicó ayer El País, y que es una versión algo acortada y traducida al castellano del texto original publicado por The New York Times. La carta toca algunos puntos muy concretos que merecen, sin embargo, una respuesta más específica, que daré en un próximo post, probablemente este mismo lunes.

Estimado Sr. Bassets,   Me dicen que es usted de ascendencia Judía, lo cual me permite, quizás, comprender mucho mejor su posicionamiento acérrimamente anti-israelí. Ese es un problema con el cual hemos venido lidiando desde hace 2.500 años y a pesar de que tenemos aún fresca en la memoria la experiencia de la Judería alemana en 1938, aun no hemos podido comprender que hay cosas de las que simplemente no podemos, como judíos, desprendernos.   Su artículo parte de premisas varias, repetidas una y otra vez por los propagandistas árabes, quienes están aplicando la regla enunciada por Goebbels, de triste memoria, de que una mentira repetida mil veces se transforma en una verdad. Intentaré marcar, por lo menos, algunas de éstas, a mi entender, erróneas concepciones.   La propiedad de la tierra de Israel - El Estado de Israel fue fundado en su tierra ancestral, tierra que vió nacer al pueblo Judío y la única tierra en la cual los Judíos se desarrollaron como país y como pueblo. Es cierto que hubo propuestas de sitios alternativos ofrecidas a lo largo de los años, tales como parte de Argentina o la ex colonia inglesa de Uganda, pero no fueron aceptadas por el pueblo Judío por una razón muy simple: no tenemos ninguna base ética para reclamar esos territorios. La tierra de Israel, en cambio, nos pertenece porque es la tierra que Dios le dio al pueblo Judío y no por una resolución de las Naciones Unidas. Analizando las resoluciones, primero de la Sociedad de Naciones y luego de las Naciones Unidas, vemos que el territorio destinado a Israel era el de TODO el protectorado de Palestina (protectorado inglés), que luego fue subdividido para satisfacer intereses políticos ingleses creándose el Reino de Transjordania; el territorio restante fue dividido otra vez por parte de las Naciones Unidas para la creación del Estado de Israel y de una entidad árabe, partición no aceptada por los árabes a pesar de que dejaba en sus manos el 93% del territorio original destinado al pueblo Judío.   Racionalidad de los "okupas" - Los okupas, como usted les llama, y en cuyo numero me cuento, no están en duda; resulta, tan solo, que nuestra escala de valores es distinta a la suya. El Judaísmo no es una religión (se que esto es difícil de entender sobre todo por usted), el Judaísmo es una forma de vida, es una forma de comer, una forma de rezar, una forma de vestir, una forma de pensamiento filosófico, etc., pero sobre todo una fe profunda en Dios. No puede usted tratar de "odiadores de árabes", extremistas y otros cuantos apelativos peyorativos a gente que es tan solo fiel a sus principios de vida, sin por ello alejarse de la realidad mundial ni de trabajar como cualquier hijo de vecino. No puede pretender que yo crea y/o acepte que no tengo derecho a Judea y Samaria (donde vivo) y sí a Tel Aviv por la simple razón de que las Naciones Unidas así lo determinaron. Judea y Samaria son nuestra cuna histórica, no así la región de la costa; por ello creemos tener tanto o más derecho a Judea y Samaria que a cualquier otra región de Israel.   Idealismo - Quizás este punto sea la clave para su incapacidad de comprender la lucha del pueblo Judío por vivir en su tierra; quizás el vivir en una sociedad mercantilista le lleve a creer que se puede transar en lo básico siempre y cuando se obtenga algo a cambio de ello. Sr. Bassets, ¡cuéntele eso a los vascos! ¡cuénteselo a los catalanes (eso debería entenderlo) o a quien fuere que crea que los ideales no se venden! Esta misma es la razón por la cual Estados Unidos es incapaz de comprender la realidad mundial y sueña que con sanciones económicas se soluciona todo. Como dice el dicho: "Cree el ladrón que todos son de su misma condición", y quien está dispuesto a vender sus creencias a cambio de una casa calefaccionada y un vehiculo climatizado cree que lograr lo que quieren es una simple cuestión de precio. Pues se equivoca Sr. Bassets; su forma capitalista de pensar esta básicamente errada ya que asume que todo el mundo es capitalista.   La Realidad - Creo firmemente que la única forma de que vea, acepte y conozca la realidad es que visite nuestro país, y más específicamente mi ciudad, donde sería mi huésped, por supuesto sin cargo alguno para usted; también me haría cargo del coste del billete de avión. Nada como que usted conozca la realidad, nada como ver la forma en la que viven los habitantes de Judea y Samaria para que usted comprenda que hablamos de un volver a las bases, sea en términos de modo de vida, sea en términos éticos.   Nada le impide llegar al conocimiento; incluso podría luego escribir varios artículos que seguramente vendería bien; tan solo la valentía de enfrentarse a sus fantasmas asimilacionistas se interpone entre esta oportunidad y usted. Aguardo su respuesta.   Daniel Ben Hillel



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26 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Olor cero?

Queridos amigos blogueros: nunca antes me he dirigido directamente a vosotros pero he caído últimamente en la cuenta que tanto las opiniones positivas o negativas respecto a mis textos o sobre los textos del grupo, son, trabadas entre sí, una buenísima  manera de construir un discurso complejo al que recientemente me he referido en El capitalismo funeral y que considero tanto un presagio, ya en marcha, de la formación general del conocimiento como la fundamentación parcial de un nuevo mundo. Con esta idea  tras andar alrededor de un año tanteando con el tema de la AUSENCIA, me gustaría ahora seguir adelante con la atención a vuestras sugerencias y comentarios, directos o indirectos.

La idea central de este libro sería el diagnóstico de estos años como una época notablemente despojada de asideros y referencias fuertes, a la manera rotunda de hace menos de un siglo. Por supuesto pienso en las ideologías políticas ya desvanecidas pero también en la desaparición de los padres/padres, de las reglas rígidas, de los valores firmes y de tantos conceptos sean referidos a la moda, al arte, la fe o el sexo.

El lunes pasado, el comentario que hablaba de Lacan y su tesis en torno a "la mujer no existe" me hizo pensar en "desvanecimientos" estructurales que no se recobrarán. El desmayo de la cultura del libro, la borrosa idea de lo democrático, la creciente eliminación del intermediario intelectual o comercial,  la abolición del lider, etcétera, son algunos ejemplos. En Estados Unidos compré hace diez años un libro de fotos centrado en los años cincuenta que se titulaba "Going, going...gone". Algo parecido a lo que ahora vamos contemplando, las cosas -muchas de ellas de importancia y otras más, simples cachivaches, aparatos o ambientes- se van, se van...se han ido.

El vacío es el gran tema para cualquier ensayo. No quisiera repetir un libro del tipo La era del vacío a lo Lipovetski. No habrá planteamiento moral ni descalificación de la banalidad, ¡ejercicios tan banales!

Me importa más el interior desasimiento que se registra en estos tiempos y que ilustra de una manera fuerte los desasimientos amorosos, en la pareja, en la familia, en las relaciones de amistad, en el trabajo o incluso en militancias políticas o religiosas. Pero además vivido fatalmente y sin sollozar por ello. El lazo se afloja y la vinculación se pierde o se debilita sustantivamente. La pérdida queda como la impronta de una época que estando dejar de ser aún no ha encontrado su sustitución en otra. Seguro que un nuevo modelo se está formando (como he tratado de exponer en Yo y tú, objetos de lujo y en El capitalismo funeral)  pero el hiato existe, la oquedad es hoy, la ausencia es la protagonista y la eliminación de compromisos entrañables son el aire de la época. ¿Un aire que huele a nuevo, o un aire inodoro que tiende a una figurada esencia cero? 



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26 de junio de 2009
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Que van a dar a la arena…

En esta región los ríos vuelven a bajar secos. Ha sido una primavera lluviosa, pero los ciclos naturales ya no son lo que eran. Antes bastaba con esperar a que la Gran Madre cumpliera con su obligación y renovara las vena con chorros violentos que arrancaban los carrizales de la ribera y limpiaban de ramas muertas y bichos dañinos los cauces. Si la Gran Madre se dormía, pues aunque era de suyo cariñosa no dejaba de ser olvidadiza, llegaba el momento de sacar los santos con mucho ropón, figurilla de escayola y salmodia, para que el Gran Padre le metiera prisa a su señora. Ahora, francamente, los Grandes Padres y Madres nos han dejado solos porque ya ni ellos son capaces de ordenar el sindiós que hemos montado.

El año pasado, el Ter ni siquiera desembocaba en el mar. Llegaba hasta allí medio muerto y luego, resignado, se filtraba dócilmente en la arena como buscando su tumba, pero desembocar, lo que se dice desembocar, nada de nada. Se formaba allí un enorme charco quieto sobre el que volaban los insectos caníbales y los chupasangres. Poco a poco, un verdín globuloso cubrió con un manto hediondo la hectárea. Algunos bañistas de las calas adyacentes, por lo general broncíneos nudistas, retiraban sus toallas hasta un kilómetro para escapar al contagio. En ciertas noches sin luna se vio desde Torroella el fulgor de las aguas muertas como un fuego de San Telmo.

    Los ríos han dejado de ser venas y arterias de la circulación sanguínea del agro. Son ahora máquinas y artefactos que aún mantienen la forma de los viejos ríos, pero que nada tienen que ver con ellos. Se les trata con la misma neutra condición que a una siderúrgica o a un hospital de infecciosos. Es cuestión de ver cómo succionamos el producto y a cuánto sale el litro. Todo lo demás queda para los poetas.

    Inciso sobre los poetas. Sin la menor duda, los ríos fueron una creación de los poetas. Cada aldea tenía su corriente, su orilla, sus vegetales y su animalia, en fin, su peculiaridad a lo largo del cauce. En unos pueblos las aguas hacían pozas donde se bañaban las criaturas y en otros no, los había de corriente rápida y espumosa, los había de remanso para libélulas y zapateros. Nadie podía pensar en el río como totalidad, siendo un organismo tan prolongado, tan diverso, tan contradictorio. Un minucioso y excelente observador como Heráclito, el griego, afirmaba algo que es perfectamente incompatible con el río entero, y es aquello de que "no puede uno bañarse dos veces en el mismo río". En efecto, es imposible, pero porque Heráclito, que no era poeta sino científico, veía en el río un conjunto de secciones cuya totalidad no podría darse por unificada hasta que Leibniz inventara el cálculo integral, de modo que el río le parecía al heleno una continuidad discontinua que no se dejaba pensar de un solo golpe, a la manera del tiempo de Zenon y al contrario del sonido de las olas del mar que no hay modo de oírlas una a una porque siempre van de colectivas y solidarias.

    Los poetas, en cambio, cuando hablaban de los ríos se referían a ellos como a un todo, con su carácter y demás espíritus adyacentes. Quizás me dejo llevar por el oficio, pero el Rin es un río que Hölderlin entregó a los alemanes como quien deja en tus manos el cachorro de un tigre, el Moldava se lo dio Smetana a los checos y cuando Garcilaso decidió que las "corrientes aguas, puras, cristalinas" estaban festoneadas por unos árboles que se miraban en ellas como Narciso en el espejo, le dio a Castilla la mayor parte de sus regatos estacionales e innominados. Y esto sigue siendo así tan tarde como en el siglo XX, cuando Eliot escribe aquello de que el río "es un inmenso dios pardo", refiriéndose nada menos que al Támesis lodoso, el cual, sin embargo, había dejado de ser un dios cien años antes y es el modelo originario de cómo los ríos han pasado de ser animales vivientes a industrias integradas en el ramo químico y farmacéutico.

    Que el Ter vaya muriendo no se debe tan sólo a que ya no esté entre los seres vivos, sino a que tiene clavada en su lomo una sanguijuela hercúlea que le roba toda la sustancia. La mayor parte de sus aguas van a dar de beber y duchar a los barceloneses, los cuales, como se sabe, aunque la oficialía cuenta dos millones de ciudadanos, en la realidad material, en esa mancha de petróleo que es la ciudad de Barcelona, reúne casi cinco millones de vecinos. Es perfectamente imposible dar agua a tanta gente, entretener sus jardines, cuidar sus campos de golf, sus fuentes ornamentales, sus industrias, y pretender que alguna gota llegue hasta la desembocadura gerundense. De hecho, el agua que llega hasta allí en los años malos, como el pasado, no es agua del Ter, sino de las depuradoras. He aquí de nuevo el actual carácter técnico de lo que antes fue un animal vivo. Las aguas residuales discurren por el camino que en otro tiempo abrió el río Ter, pero ya no son del río Ter, sino de un ente advenedizo y pestífero generado por las industrias que desean ver a todo río convertido en su cloaca privada.

    Ya el año pasado (¿o fue el anterior?, da lo mismo, volverá a suceder de inmediato) los barceloneses estuvieron a punto de quedarse sin agua. Recuerdo las carreras, los embarazos, el desconcierto boquiabierto, los empujones de las autoridades para no salir en la tele afirmando que traerían agua en cargueros valencianos, en camiones aragoneses, por canales franceses que chisporrotean de radioactividad. Juraron que ya estaban a punto de dar agua las desalinizadoras (otra máquina acuífera temible), y los ayatolas amenazaban con tomar el Ebro al asalto. De pronto y sin que nadie lo esperase, la Gran Madre despertó, o quizás había vuelto por allí para recoger unas pertenencias olvidadas, y remojó el desierto catalán. Como por milagro, las voces callaron, los políticos se pusieron el bañador, chuparon el tubo, calzaron los pies de pato y se largaron a Miami (la izquierda) y a Port Aventura (los nacionales). Un silencio magnífico arropó los campos frescos, los torrentes renacidos, la potente masa del río que corrió hacia el mar con el ímpetu de los resucitados.

    Había sido un milagro, porque la sed de Barcelona no tiene remedio si no se hace algo inteligente y peliagudo, pero los políticos creen que no creen en los milagros, cuando en verdad son los únicos que aún creen en ellos. Y por haber sido un milagro, todo regresa. Este año, ya por junio el río Ter viene pálido e inapetente, baja cargado de fecalidad y química. Barcelona y sus turistas (si acaso en Barcelona hay algo más que turistas) bebe insaciablemente, riega sus parques, llena sus piscinas, cuida sus campos de golf, sin memoria, sin pasado.

    Creo que nadie ha derogado todavía una ley del franquismo, según la cual el agua del Ter debía destinarse por entero a Gerona y sólo cuando hubiera exceso de caudal podía llevarse a Barcelona. Aquel también creía en los milagros. Eliminan las estatuas de Franco porque no hay caballo de bronce capaz de cocear al que lo derriba, pero a ver quién es el guapo que borra de una vez a Franco de la legislación del agua. Se necesitaría un milagro de los que incluso el Vaticano pone en duda. Otra razón para que los políticos españoles crean en los milagros.

Artículo publicado el viernes 26 de junio de 2009.

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26 de junio de 2009
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Asumir y vencer

He enfatizado en muchas ocasiones la trascendencia del hecho de que los individuos de nuestra especie son los únicos seres susceptibles de saberse frutos contingentes de la historia evolutiva; los únicos seres susceptibles de saberse sistemas abiertos sometidos al segundo principio de la termodinámica; los únicos seres para los cuales la finitud es algo más que un destino ciego e indiferente.

Por ello mismo me impresionó leer en el diario El País estas tremendas frases del escritor Lobo Antunes: "Un anciano me dijo en el hospital que no estamos preparados para morir, sino para vivir... Por ello creo que la literatura es la única manera de vencer al tiempo, sólo el arte puede vencer a la muerte"

Obviamente, no se trata de que Lobo Antunes, se halla vuelto de repente religioso, loco (postulando un mundo humano paralelo al que ha surgido de la evolución), o simplemente cobarde (negándose a asumir su finitud). Se trata simplemente de que Lobo Antunes no ha caído en el nihilismo: ha tenido la suerte de no dejar de sentirse atravesado por la radical singularidad de nuestro código; la suerte de continuar sintiendo (como lo hace todo niño aun no pervertido por una educación corrupta) la capacidad  de las palabras para relativizar (en absoluto negar) el peso de todo aquello de lo que -gracias precisamente a las palabras- somos testigos. "Pensé durante mi tratamiento que en honor a esa gente hay que dejar testimonio del paso del tiempo y de la vida"  dice el escritor evocando a aquellos que- sin llegar a superar la enfermedad- compartieron con él  un tiempo de hospital.

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26 de junio de 2009
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I. Confucio y la confusión

Uno de los éxitos más sonados de YouTube, un video reproducido más de millón y medio de veces hasta ahora, ha sido el que presenta a Giosue Cozzarelli, concursante en el reality show "Realmente Bella", que sirve de eliminatoria para elegir a Miss Panamá, cuando muy segura de sí misma, los manos afirmadas en las caderas, se acerca al micrófono para responder a la pregunta que la animadora del programa le formula:

            -Explique la siguiente máxima de Confucio: "leer sin meditar es una ocupación inútil"...

            Entonces ella, sin abandonar nunca su aire de pasmosa seguridad, responde mientras se balancea con gracia:

            -Confucio fue uno de los que inventó la confusión...y por eso...fue uno de los chinos o japoneses más antiguos...

            Debido seguramente al que tiempo para la repuesta era medido, ya no pudo la bella aspirante al trono de Miss Panamá explicar quiénes han sido los otros que han contribuido, igual que Confucio, a inventar la confusión. Yo tendría varios candidatos. Giouse se disculpó al día siguiente frente al escándalo de risas provocado por sus palabras, alegando que era el día de su cumpleaños y que se hallaba muy nerviosa; pero con el mismo aplomo con que había dado su repuesta, anunció cómo sacaría partido a su confusión debida a Confusio.

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26 de junio de 2009
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¿Hay vida después de James?

La novela no existiría sin Cervantes, ni habría dado el salto de sentido desde el personaje a la voz sin Proust. Pero hay un tercer nombre constitucional, el de Henry James. Otros lectores, y otros escritores, se basan más en Balzac y Dickens, en Kafka y Faulkner, en Joyce y Musil, en Flaubert y Nabokov, incluso en Tolstoi o Dostoyevski. Ninguno de estos genios es superfluo, naturalmente, aunque, para mí, el edificio del relato moderno lo sostiene, por calidad de diseño y riqueza de materiales, James. No existe que yo sepa otro novelista en la historia del género que simultanee su amplitud de campo, su pincelada verbal, su poder de fábula, su sabiduría social abierta y solapada con el interior de la conciencia, su aliento en la animación de los caracteres, que no pocas veces sopla desde el más allá.

James no nos deja en paz. Es un maestro severo y recurrente, que desde que yo tengo uso de razón ha pasado por todos los estadios de la teodicea literaria: la adoración, la indiferencia sectaria, la incredulidad, el cielo de los pocos, el limbo de la mayoría. Su religión podrá parecer remota o demasiado exigente, pero nunca se ha dejado de practicar. Yo, que no creo en los dioses, le auguro una vida eterna.

De ahí el entusiasmo que sentí cuando dos jóvenes y estupendos escritores, Andrés Barba y Javier Montes, tuvieron la brillante idea de hacer un libro ‘After James' y la amabilidad de ofrecerme ser uno de los siete autores de esta postrimería que la editorial 451 acogió desde el principio y ahora ha editado con gran empaque. Como ellos mismos explican en el prólogo, se trataba no de enmendar la plana al maestro ni terminar ninguna obra inacabada por él; era más bien tomar -con la modestia y la ‘hubris' debidas a la ocasión-  el relevo de una carrera que James nunca llegó a emprender pero para la cual, como migas de un banquete suspendido por la desgana o la muerte, dejó en el camino pequeños signos o guías. En las justas palabras de Barba y Montes, "quien escribió excelentes cuentos de fantasmas dejó también en sus cuadernos muchos fantasmas de cuentos". Juan Villoro, Margo Glantz, Soledad Puértolas, Colm Tóibín y yo mismo, junto a los compiladores y ocasionales traductores (de las propias notas de James y del cuento de Tóibín), lo hemos llevado a cabo, y no seré yo quien reseñe aquí un libro que, al margen de mi propia fantasmagoría ‘jamesiana', he leído con un intenso placer.

Ninguno de los siete ha hecho, creo yo, de albacea ni de ‘pasticheur', tareas imposibles sin incurrir en delito o en astracanada. En mi caso, y después de haber pasado dos años y medio absorbido por Henry James a través de la lectura ordenada de sus cuentos completos (en la edición canónica en doce volúmenes al cuidado de Leon Edel), quisiera creer que alguna exhalación, aunque fuese mínima, de sus fantasmas ha llegado a ‘Los otros labios', un cuento largo que situé  -como narrador extranjero que vivió allí nueve años y allí sigue volviendo regularmente- en un Londres de hoy, del mismo modo en que el autor anglo-americano localizaba tantas de sus historias en París, Roma o a bordo de una nave trasatlántica. También he incluido en la trama, puesto que hablamos de aparecidos y de resucitados, el rostro impreciso de Shakespeare en un cuadro sobre el que disputan los eruditos y ante el que se enamoran Josephine y Colston, los protagonistas de ‘Los otros labios'.

Acabo estas líneas en clave de intendencia editorial y propaganda del dios. Los doce volúmenes citados de los cuentos de James ocupan cerca de 5000 páginas, de las que yo creo, a ojo de buen cubero, que se han traducido al español o siguen vigentes a lo sumo un 20 por ciento. Las obras maestras poco o nada conocidas son muy numerosas en ese conjunto. ¿Nadie quiere seguir difundiendo, en este caso con su propia voz, la estela del mejor novelista de todos los tiempos?



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26 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Formación (2)

¿A dónde pretendo llegar con este plática? A la universidad. Y también la democracia. A la universidad porque deberá ser tanto una institución dispensadora de conocimientos como el lugar por excelencia de formación del ciudadano, de la persona educada en los valores de la solidariedad humana y del respeto por la paz, educada para la libertad y para la crítica, para el debate responsable de las ideas. Se argumentará que una parte importante de esa tarea pertenece a la familia como célula básica de la sociedad, sin embargo, como sabemos, la institución familiar atraviesa una crisis de identidad que la hace impotente ante las transformaciones de todo tipo que caracterizan nuestra época. La familia, salvo excepciones, tiende a adormecer la conciencia, mientras que la universidad, siendo lugar de pluralidades y encuentros, reúne todas las condiciones para suscitar un aprendizaje práctico y efectivo de los más amplios valores democráticos, empezando por el que me parece fundamental: el cuestionamiento de la propia democracia. Hay que buscar el modo de reinventarla, de arrancarla del inmovilismo de la rutina y de la descreencia, bien ayudadas, una y otra, por los poderes económico y político a los que le conviene mantener la decorativa fachada del edificio democrático, aunque nos vienen impidiendo verificar si por detrás de esa fachada subsiste todavía algo. En mi opinión, lo que queda, se usa, casi siempre, más para armar eficazmente las mentiras que para defender las verdades. Lo que llamamos democracia comienza a parecerse tristemente al paño solemne que cubre el féretro donde ya está descomponiéndose el cadáver. Reinventemos, pues, la democracia antes de que sea demasiado tarde. Y que la universidad nos ayude. ¿Querrá? ¿Podrá?



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26 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Crónicas de gente mojada

Se supone que uno no debería hablar de un libro antes de terminarlo. Pero utilizar un espacio como éste para hacer lo indebido es parte de la gracia.
    Estoy leyendo –devorando- un libro de Olga Rodríguez que se llama Un hombre mojado no teme la lluvia. Periodista especializada en Medio Oriente, Rodríguez ha escrito un libro de crónicas que es maravilloso desde el título mismo. En el prólogo, Rodríguez cuenta que le preguntó a uno de sus personajes reales, un iraquí llamado Yaser Alí, si quería que ocultase su identidad a la hora de narrar su historia. Alí mencionó entonces un refrán común entre su gente: ‘El hombre mojado no teme la lluvia’. Y para que no cupiese duda alguna sobre el sentido de la frase, remató: ‘Ya no tengo nada que perder…’
    Un hombre mojado es un libro de crónicas sobre Medio Oriente, que utiliza como prismas a numerosos personajes reales que no tienen nada que perder, como Yaser Alí, y aun así conservan la esperanza. Yo que ni siquiera tuve el tino de leerlo en el orden correcto –empecé con las historias sobre los territorios ocupados de Palestina y sobre Israel, sitios en los que he estado y me han marcado tanto, dejando para después los relatos sobre Irak, el Líbano, Afganistán-, no pude evitar estremecerme ante la precisión del texto (Rodríguez cuenta sin enfatizar, como quien sabe que basta con la verdad) y la profunda humanidad que trasuntan sus personas/ personajes. Escenas como las de Ibrahim Abayat resistiendo el asedio del ejército israelí en la basílica de Belén, sin agua ni alimentos y rodeado de cadáveres en el sitio mismo que la tradición señala como el de la Natividad de Jesús; o el taxista palestino Shadi limpiando a seco los trajes de la comitiva de George Bush; o la lucha por la paz de Rami Elhanan, un ciudadano israelí que se sobrepuso a la muerte de su hija en un atentado para tender la mano a los palestinos, se me han metido debajo de la piel, de donde no creo que pueda removerlos.
    El lugar común sostiene que un genocidio es una estadística, mientras que una muerte individual simboliza una tragedia. Con su libro, Olga Rodríguez desmonta esa falacia: un genocidio es, en todo caso, una tragedia de dimensiones que ninguna operación matemática puede calcular. Al narrar un complejo proceso histórico y político a través de las consecuencias que acarrea sobre las vidas de gente común, Rodríguez arranca los debates sobre Medio Oriente del dominio de la retórica y las razones de Estado para colocarlo en su sitio esencial: la cuestión humana. Aquello que políticos y facciosos tratan de disimular detrás de cortinas de humo, para persuadir al público general –a la que gente que no ha sido visitada por las lluvias- de que lo que hacen y permiten responde a una lógica más alta, más importante que el sufrimiento de algunas personas a las que, para mayor deshonra propia, tratan como si fuesen de baja estofa.
    El problema de estos hechos del pasado inmediato es la medida en que determinan nuestro futuro mediato. En cualquier caso, la frase de Ortega y Gasset que Rodríguez usa como acápite resuena como profecía ominosa: ‘Toda realidad que se ignora prepara su venganza’.



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25 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Bolivia en el Irish Times

Un sábado por la mañana en una ciudad inglesa, hace un par de meses, fui a un quiosco en busca de El País. Me iba con el periódico entre manos cuando me llamó la atención un titular sobre Bolivia en otro periódico. Estuve a punto de parafrasear a Vargas Llosa en El Hablador ("Vine a Firenze para olvidarme por un tiempo del Perú y de los peruanos y he aquí que el malhadado país me salió al encuentro esta mañana de la manera más inesperada").

El periódico era el Irish Times. Lo hojeé, descubrí que en el suplemento del fin de semana había un reportaje titulado "The Life and Death of Michael Dwyer". El caso Rósza había explotado una semana antes y las noticias que provenían de Bolivia, con las acusaciones y las contraacusaciones, los detalles que no encajaban del todo, las preguntas sin respuesta, presentaban un panorama confuso.

Compré el Irish Times y leí en un café las dos páginas fascinantes dedicadas al irlandés Dwyer y a Bolivia. El corresponsal del periódico, Tom Hennigan, había hablado con el personal del hotel Las Américas -"no hablaba bien en español pero era una buena persona. Lo recordamos jugando en torno a la piscina, cantando"- y la dueña del hotel Asturias, María Diez -"Se portaba bien, era muy bien educado. Los de su grupo desayunaban juntos, nunca tomaban demás o cosas por el estilo"--. Hennigan se quejaba de la parcialidad de la investigación oficial y dudaba de que Rósza, Dwyer y los demás fueran terroristas: "Los agarraron como ratas en una trampa, metidos en el cuarto piso de un hotel con pocas posibilidades de escape si los descubrían, en el centro de la ciudad en la que supuestamente recién habían puesto una bomba [en la casa del Cardenal]".

La lectura de esa mañana me hizo preguntar acerca de la forma en que se percibe afuera a Bolivia. Se me ocurrió que el caso Rósza  podía ser un buen lugar para estudiar el estado de las cosas. Hace algunos días decidí revisar en el archivo en línea del Irish Times todo lo que se había escrito sobre el caso Dwyer, Santa Cruz o Bolivia.

El tema central, el más insistente para los corresponsales irlandeses, es la lucha entre el gobierno central y Santa Cruz. En uno de los primeros reportajes desde Bolivia, publicado el 22 de abril, se menciona que la investigación sobre lo ocurrido en el hotel Las Américas "es parte de la agria disputa política que ha envenenado la política boliviana durante años y amenaza con separar a este país profundamente dividido". En uno de los últimos reportajes, el del 14 de mayo, se insiste: la investigación "ha empeorado las divisiones políticas y regionales".

Para el Irish Times, la muerte de un ciudadano irlandés en un lejano país latinoamericano no podrá ser esclarecida dadas las circunstancias políticas. Es revelador encontrar en la sección deportiva del 25 de mayo una analogía referida a Bolivia, basada en una más conocida sobre Napoleón y Waterloo. Un entrenador de un equipo de rugby va a jugar a Toulón, y el periodista menciona que "Toulón será su Bolivia". Se aclara que la mención hace referencia al Che y su muerte, pero, dado el contexto, uno podría pensar que el que escribió el artículo tenía en mente a Dwyer.    

Aparte de las noticias específicas sobre el caso Rósza, los periodistas aprovechan su estadía en Bolivia para hacer dos reportajes, uno sobre la Nación Camba y otro sobre la cárcel de San Pedro en La Paz. En el que trata de la Nación Camba (24 de abril), Santa Cruz es descrita como una ciudad "intelectualmente vibrante", se menciona que uno de los participantes a un encuentro de la Unión Camba que la lucha por la independencia del gobierno central en La Paz comienza incluso antes de la llegada de los europeos, y se entrevista al fundador del grupo, Sergio Antelo, que dice que "en Santa Cruz siempre se habla de una confrontación con el gobierno, pero esto es pura charla. Hace un tiempo que llegamos a la conclusión de que no existen en Sud América las condiciones necesarias para que triunfe un movimiento separatista".

En cuanto al reportaje sobre San Pedro, la periodista Maura Derrane lo justifica con un vínculo forzado ("si Dwyer hubiera sobrevivido al ataque de la policía, con toda probabilidad habría terminado aquí junto a dos miembros de su grupo"). Aquí lo que vende es la nota sensacionalista: Derrane dice que nunca olvidará su visita a "esta prisión como no hay otra en el mundo, donde se manufactura cocaína entre las cuatro paredes, las esposas y los hijos de los presos viven allí, los presos pagan alquileres por sus habitaciones y hasta hace poco los turistas podían recorrerla con una cámara de video". San Pedro confirma a los europeos el exotismo de Bolivia: si en este país la policía mata antes de preguntar, el proceso legal "está totalmente contaminado" y los defensores de la ley "la quiebran con impunidad" (25 de abril), San Pedro es el corolario inevitable. Los países tienen las cárceles que se merecen.

Hubiera sido interesante que el Irish Times aprovechara la presencia de sus corresponsales para hacer reportajes que dieran una visión menos esquemática de Bolivia. Pero quizás eso es mucho pedir. El caso Rósza ha servido para que la prensa europea compruebe que sus sospechas sobre Bolivia eran correctas. Hay menciones positivas sobre Santa Cruz, pero eso no es suficiente. Quizás el triste legado de este caso, al menos en Irlanda, sea que se diga de cualquier irlandés derrotado o muerto en otro país que encontró allá su Bolivia.

(CA$H, Junio 2009)



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25 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Juana Escabias

 

Hola amigos, hoy quisiera hablaros de Juana Escabias. No es la primera vez que la menciono en este blog como dramaturga, porque fundamentalmente es autora teatral, muy buena por cierto. Hace poco ha recibido el Premio 2008 de Literatura Dramática Margarita Xirgu por su obra Tierra Convexa. Pero además de haber escrito una decena más o menos de obras teatrales, de dirigir, de fundar su propia compañía y de algunas cosas más, trabaja como profesora de Arte Dramático. Sin olvidar su larga experiencia como periodista que la llevó a escribir cientos de artículos y reportajes, lo que seguramente le ha proporcionado muchas preguntas que transmitir, temas que abordar, almas que comprender.

            Es difícil saber cuál es la clave que maneja el escritor para acercarse a la realidad y a los sentimientos del lector. Puede que en el caso de Escabias se trate de que es una mujer comprometida con su tiempo política, social y emocionalmente hablando. Una mujer que no tiene miedo a ser ni a decir. Tiene mucho que contar y quiere hacerlo. Y lo más importante, sabe hacerlo. Como muestra (y aquí es donde quería llegar), nos podemos adentrar en La vida secreta de Ángela B (Endymion, 2009), en la que asistimos al desenvolvimiento de la vida de Ángela Blanes, que se ha dedicado en cuerpo y alma a escribir, por lo que esta historia también es una reflexión sobre el propio proceso de la escritura y cómo cualquier pasión, cualquier obsesión nos puede apartar del simple vivir. Como ella misma ha declarado en alguna ocasión: "sin la obsesión no habría arte ni creación, es necesario ese demonio que se lleva dentro. El oficio de crear es obsesivo, el arte se nutre de mucha soledad y trabajo". Y al mismo tiempo leemos una historia de amor, una relación compleja, que acoge muchos de los matices que puede desarrollar una pareja desde el romance a la ruptura.

            Su primera novela, Penúltima estación, anunciaba lo que en esta segunda podemos saborear sin prisas, con la seguridad de que vendrá una tercera. De momento, Juana nos ha entregado la auténtica vida de Ángela Blanes. La auténtica vida, la que nos duele o nos alegra de verdad, siempre es secreta y se necesita mucha habilidad para saber desplegarla línea a línea, palabra a palabra como si se contara sola.



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25 de junio de 2009
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El Boomeran(g)
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