Víctor Gómez Pin
Evoco una escena vivida hace ya varios lustros en París. Era verano y yo caminaba al atardecer por un vacío y silencioso Boulevard Sebastopol hacia el barrio latino. De repente sentí que de casas y cafés surgía una especie de alarido. El equipo de Francia acababa de marcar el gol que parecía suponer un cambio de destino. El boulevard se lleno en unos minutos, cientos de jóvenes bebían compulsivamente, algunos se envolvían en banderas francesas. Me cruce con un grupo que parecía invitarme a compartir su victoria. Ante mi pasividad uno de ellos me miró interrogativamente exclamando: "On a gagné!" (¡Hemos ganado!). Le respondí preguntando, con tono amable: "¿tú qué has ganado?"; bajó los ojos y se apartó un momento de mí y de su grupo.