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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Taxímetro escondido

El taxi es del estado, pero la necesidad es tuya. De manera que te sientas frente al volante con un claro objetivo: sacarle todo lo que puedas a tus clientes. Te culpan de querer enriquecerte, pero cada noche debes entregar sesenta pesos convertibles a la empresa para la que trabajas. Sólo puedes recaudar esa cantidad haciendo trampas, pequeños fraudes que te permiten ganar algo también para ti. Si incumples durante varias jornadas con la liquidación, te mandaran a la calle y hay muchos que quieren ocupar el asiento de tu lada blanco. Te has comprado un enorme espejo retrovisor que cubre completamente el taxímetro, al que has manipulado para que siempre marque más. También haces el truco de decir ?no tengo menudo?, lo cual te permite quedarte con el vuelto si el usuario no da el dinero exacto. Los días malos, te arriesgas más y ni siquiera enciendes la pantalla digital que marca el costo de la carrera; viajas por un precio fijo que va a parar totalmente a tu bolsillo. Aunque en el asiento de atrás te han instalado un censor sensor para detectar si estás ocupado, le pides a la gente que se siente en el borde y así los ingresos terminan en tus manos y no en las de Cubataxi. Los costos de reparar el auto corren a cuenta tuya, porque nadie está más interesado en que no fallen las gomas y en que el tanque tenga siempre gasolina. Sin embargo, cuando te saquen de tu empleo tendrás que dejar todo lo invertido en ese taxi que le darán a otro, a alguien que volverá a repetir los mismos engaños que hoy haces tú. Por eso tratas de lograr el máximo provecho durante tus catorce horas de trabajo y recoges turistas en la calle, que no conozcan las distancias entre un punto y otro de la ciudad. Les cuentas que la situación está muy mala y que tienes tres hijos, mientras los llevas del Capitolio a Santa María por la vía más larga. Al bajarse les pides una cantidad que triplica el importe de los kilómetros recorridos y calculas que con eso no tendrás que entregarle hoy toda la ganancia a Él*. Gracias a esos repetidos timos, puedes -al menos- llevar una parte de la recaudación a casa. * ?Él? es el pronombre reservado para el poder, el estado y el presidente.



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7 de agosto de 2009
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IV. Convirtiendo la oscurana en claridad

El lema de la Cruzada Nacional de Alfabetización, "convirtiendo la oscurana en claridad", que logró unir en 1980 al país para que miles de jóvenes salieran por todo el territorio a enseñar, daría paso pocos años después a otro contrario: "todo para los frentes de guerra". El empeño bélico consumió recursos y disparó el gasto publico más allá de toda posibilidad material, e hizo colapsar la precaria economía, con graves consecuencias de desabastecimiento e inflación, y, sobre todo, de inconformidad.

            Hoy no sobrevive la alfabetización, ni el ensueño de la educación popular que llevaría a todos los estudiantes de la escuela primaria hasta el cuarto grado. Los índices de analfabetismo han retrocedido hasta niveles de ayer, y un millón de niños, la mitad de la población de edad escolar, no tienen escuelas adonde ir. En los hospitales públicos las carencias son tales que los familiares de los pacientes tienen que aportar el plasma, y hasta el hilo de sutura para las cirugías. Y de la reforma agraria, que pretendió entregar la tierra a los campesinos, sólo quedan escombros.

Al principio el gobierno sandinista pretendió organizar con la tierra reformada unidades de producción estatal, donde los campesinos serían huéspedes productores, después que durante la lucha armada se había prometido entregarla en propiedad, lo que trajo agudas inconformidades, tales que muchos se sumaron en el campo a las fuerzas de la contra.

La rectificación vino tarde, cuando la guerra había recrudecido, y vino mal, porque los títulos de propiedad no permitían ni heredar, ni vender la tierra.

 

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7 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Michael Mann: una apreciación (4)

El uno-dos pugilístico que propinaría en la segunda mitad de los años 90, primero con Heat y después con The Insider, cimentaría el prestigio de Michael Mann como uno de los mejores cineastas de su tiempo. (Lo cual no es mucho decir por falta de competencia, pero no debería menoscabar su obra per se.)
    En Heat (1995), además de obtener de Robert De Niro una actuación magistral después de veinte años de trabajo de oficina, y de filmar uno de los mejores atracos a un banco de la historia (la apertura de The Dark Knight de Christopher Nolan le debe mucho a su inspiración), Mann vuelve a arrojar al aire la moneda de sus obsesiones. Otra vez hay dos personajes unidos por su dedicación al trabajo: el ladrón Neil McCauley (De Niro) y el policía Vincent Hanna (Al Pacino). McCauley cree deber su éxito a la seriedad con que encara cada robo, pero además al hecho de que ha evitado forjar lazos afectivos que lo distraigan de su objetivo. Hannah también es un maniático en lo suyo, lo cual se ha cobrado un precio terrible en el territorio de su vida amorosa. El relato los enfoca durante el proceso que los lleva a comprender que ambos han vivido equivocados. Además de enamorarse de verdad, McCauley se descubre afectado por el destino de sus compañeros de banda –lo más parecido a una familia que ha conocido. Y Hannah intuye que el éxito profesional no suple el vacío espantoso sobre el que ha construido su vida.
    Al igual que en The Last of the Mohicans, los adversarios lo son tan sólo por las circunstancias; en un mundo mejor habrían sido amigos, o hasta hermanos.
    El mundo peor –que es este mundo, el nuestro, un Moloch que parece criarnos tan sólo para conducirnos al sacrificio- asoma su peor rostro en The Insider (1999). Basada en una historia real, cuenta la historia de Jeffrey Wigand (Russell Crowe), el ex ejecutivo de Brown & Williamson que a mediados de los 90 se prestó a atestiguar que las grandes tabacaleras eran conscientes de estar envenenando a sus clientes. Para proteger su negocio, estas corporaciones iniciaron la peor campaña de desprestigio de un testigo que millones pueden comprar. La única persona que parece dispuesta a escuchar a Wigand es uno de los productores del programa televisivo 60 minutes, Lowell Bergman (Al Pacino). A su vez, para poner el el aire la entrevista a Wigand, Bergman debe enfrentarse a la corporación que le da trabajo, esto es el canal de aire CBS. Ambos hombres pagarán un precio altísimo por defender una idea: Wigand la de que el ciudadano tiene derecho a ser protegido ante el poder casi omnímodo de ciertas empresas, Bergman la de que el periodismo debería ser posible en un sistema democrático, incluso dentro del marco de una empresa capitalista.
    No cuesta demasiado trabajo suponer que las experiencias personales de Mann contribuyeron a la construcción de estos alter egos. Después de todo, se trata de un hombre que trabaja en el corazón del sistema creando una obra que, a contrapelo de la norma, concibe al espectador como una criatura inteligente a la que, por cierto, no desea envenenar; al tiempo que defiende la noción de que debería ser posible hacer cine excelente que llegue al público más amplio –como explicó en sus declaraciones a L.A.Weekly, como antes de él lo hicieron Ford, Capra, Hitchcock & Co.  

 

(Continuará.)



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7 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Periodismo con atributos

Hay atributos que niegan al concretar: queremos periodismo de verificación cuando ya nadie verifica nada.

Y periodismo de precisión cuando nadamos en un mar de erratas y errores. Periodismo informativo es contar lo que ya sabemos, al igual que periodismo de opinión significa reforzar las opiniones que ya tenemos.  El periodismo da lo que ya se tiene. Por eso está en trance de desaparición.



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7 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La sombra del padre (2)

Pocas páginas antes, el escarabajo Gregório Samsa todavía había conseguido articular penosamente las últimas palabras que su boca de insecto fue capaz de pronunciar: ?Madre, madre?. Después, como en una primera muerte, entró en la mudez de un silencio voluntario, si no obligado por su irremediable animalidad, como quien se resigna a no tener definitivamente padre, madre y hermana en el mundo de las cucarachas. Cuando al final la criada barra el caparazón reseco en que Gregório Samsa termina transformado, su ausencia, de ahí en adelante, sólo servirá para confirmar el olvido al que los suyos ya lo habían arrojado. En una carta del 28 de Agosto de 1913, Kafka escribió: ?Vivo en medio de mi familia, entre las mejores y más amorosas personas que se pueda uno imaginar, como alguien más extraño que un extraño. Con mi madre, en los últimos años, no he hablado, de media, más de veinte palabras por día, con mi padre jamás intercambié nada más que las palabras de saludo?. Será preciso estar muy desatento en la lectura para no percibir la dolorosa y amarga ironía contenida en las propias palabras (?Entre las mejores y más amorosas personas que se puede uno imaginar?) que parecen negar lo que afirman. Desatención igual, creo, sería no atribuirle importancia especial al hecho de que Kafka le propusiera a su editor, el 4 de Abril de 1913, que los relatos El Fogonero (primer capítulo de la novela América), La Metamorfosis y La Sentencia fuesen reunidos en un solo volumen bajo el título de Los hijos (lo que, por otra parte, ha sucedido muy recientemente, en 1989). En El Fogonero, ?el hijo? es expulsado por los padres por haber ofendido la honra de la familia al dejar embarazada a una criada, en La Sentencia ?el hijo? es condenado por el padre a morir ahogado, en La Metamorfosis ?el hijo? dejó simplemente de existir, su lugar fue ocupado por un insecto? Más que la Carta al padre, escrita en noviembre de 1919, aunque nunca llegó a ser entregada al destinatario, son estos relatos, según entiendo, y en particular La Sentencia y La Metamorfosis, los que, precisamente por ser transposiciones literarias en que el juego de mostrar y esconder funciona como un espejo de ambigüedades y reversos, nos ofrecen con más precisión la dimensión de la herida incurable que el conflicto con el padre abrió en el espíritu de Franz Kafka. La Carta asume, por así decirlo, la forma y el tono de un libelo acusatorio, se propone como un ajuste de cuentas final, es un balance entre el debe y el haber de dos existencias enfrentadas, de dos mutuas repugnancias, por lo que no se puede rechazar la posibilidad de que se encuentren en ella exageraciones y deformaciones de los hechos reales, sobre todo cuando Kafka, al final del escrito, pasa súbitamente a usar la voz del padre para acusarse a sí mismo? En El Proceso, Kafka pudo liberarse de la figura paterna, objetivamente considerada, pero no de su ley. Y tal como en La Sentencia el hijo se suicida porque así lo había determinado la ley del padre, en El Proceso es el propio acusado Josef K? quien acaba conduciendo a sus verdugos hasta el lugar donde será asesinado y en los últimos instantes, cuando la muerte ya se viene acercando, aún se pondrá a pensar, como un último remordimiento, que no había sabido desempeñar su papel hasta el final, que no había conseguido evitar esfuerzos a las autoridades? Es decir, al Padre.



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7 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Adaptación en danza aérea de Un lugar llamado Oreja de perro

Afiche del espectáculo. Fuente: moleskine Bajo el interesante título Espectros de un hombre solo, Úrsula Carranza y el grupo de danza aérea Acrofilia (con la música de Janio Cuadros) han hecho una adaptación libre de mi novela Un lugar llamado Oreja de perro. El espectáculo une danza aérea, teatro, música y literatura. Estoy ansioso por ver a la ligera Mónica descendiendo desde las alturas para observar al protagonista de mi novela, acosado por la pérdida de Paulo y sus demás espectros. Seguro será espectacular.Hoy a las 7:30 en el ICPNA (Angamos Oeste 120) será el estreno de la obra, que tendrá funciones también el 7, 8, 13, 14 y 15 de agosto. En el diario El Peruano comentan algunos pormenores de la obra:Una noche la muerte aparece. Se lleva a un niño. Un padre se queda sin su hijo; una madre los pierde a los dos. Cuando empieza la primera escena, ya todo ha pasado. Este hombre se encuentra en su casa vacía, una casa a la cual ya no reconoce.Ésta es la historia del tránsito, es el bosquejo de ese proceso de descenso y de purificación que pasa un hombre que un día tiene una familia y al día siguiente sólo tiene espectros. Es el proceso en el que uno se ve arrojado en los brazos del destino. Éste es el punto de partida para la directora y acróbata Úrsula Carranza y su grupo Acrofilia, a fin de poner en escena Espectros de un hombre solo, puesta en escena basada en la novela Un lugar llamado Oreja de Perro, del escritor peruano Iván Thays, que se estrena hoy en el Icpna de Miraflores.Carranza recuerda que la idea surgió tras una conversación con el autor y mientras trataba de sacar adelante Mónadas, una obra que llevaba ensayándose y recreándose desde hacía un año. ?De pronto, vi que no la iba a hacer. Era un entarimado sobre el cual iba a construir la verdadera historia, y que ella nacía de este mundo proveniente de la novela. A los pocos días de aquella conversación, le leí el guión aún sin título. Al terminar, acababa de nacer Espectros de un hombre solo". La idea de las mónadas pasaron finalmente a la nueva obra. La puesta se basa en una serie de escenas que no se encierran en el teatro propiamente dicho, difícilmente en la danza e incluso en la misma danza aérea. El grupo Acrofilia, dirigido por Carranza, implica para su directora materializar objetivos en planos inesperados, realizar propuestas sin miedo, ?con la confianza de que se hacen de manera honesta, apasionada, engarzada en una historia que tiene que ser contada?.?Acrofilia nace como una necesidad interna. Es más que amar las alturas. Significa elevarse sobre lo que los demás creen posible. Lo importante es recoger una profundidad anímica y devolverla hecha una acción directa, que ponga en esas líneas un correlato visual, sonoro, táctil; un correlato aéreo que no está ahí gratuitamente. Todo aquí significa algo concreto.? Los personajes de Espectros de un hombre solo son: el hombre solo (Daniel Zarauz), Mónica (Úrsula Carranza), la Mónada Estrella (Sandra Bonomini), Gran Espectro/Paco (Riccardo Fodale) y Paulo (Luca Natteri). Los duendes son Christian Navarro, Chana Moscoso, Enrique Aquije, Alaín Prada, Gretell Krebs, Andrea Torres; y las mónadas Rossana Montalvo, Omar Ananías y Mónica Freund.



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6 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La editora del fenómeno

Silvia Sesé, editora. Fuente: elpaís Silvia Sesé es la editora de Destino, la responsable de la publicación de Stieg Larsson, el fenómeno de ventas más impresionante del año pasado y un auténtico salvavidas en medio de la crisis que, sin duda, ha dejado saneada la economía la de la editorial para todo el año. A pesar de su buen ojo e intución evidente, Sesé no piensa que su tino fue algo extraordinario. "No es una historia novlesca" dice con modestia. Dice la nota:Silvia Sesé entró con buen pie en Destino. Una de las primeras cosas que hizo al llegar al sello del grupo Planeta fue descubrir a Stieg Larsson. Era la primavera de 2007 y ella venía de trabajar 15 años en el Círculo de Lectores. A la luz de las cifras actuales de Millennium (40 ediciones, 3.400.000 ejemplares vendidos, siempre según la editorial), la cosa parece de película -llegar y triunfar- pero Sesé le quita hierro: "La historia no es nada novelesca". La primera vez que leyó el nombre del escritor sueco fue "en Internet", en la web de la editorial francesa Actes Sud. Pidió un ejemplar y lo devoró en un fin de semana: "Iba del sofá a la cocina sin soltar la novela", cuenta en la sede madrileña de un sello cuyo catálogo alberga a autores como Delibes, Ferlosio o Ana María Matute. Los hombres que no amaban a las mujeres, el primer tomo del novelón de Larsson, tardó un año en salir: "Lo primero que piensas es: 'Yo quiero publicar esto'. También: 'Quiero seguir leyendo'. No piensas que vaya a ser un fenómeno", relata esta mujer que nació en 1965 en Tremp (Lleida), "porque había hospital", pero que se siente de Lafortunada, el pueblo de su familia, en Huesca. Sesé recuerda las fechas con precisión. El 5 de junio de 2008 era el día previsto para el lanzamiento de la primera entrega, pero hubo huelga de transportes y el libro no llegó a muchas librerías. Tampoco las cifras fueron astronómicas antes de ese verano: "Lanzamos 45.000 ejemplares porque había gustado mucho en los departamentos de la casa: edición, diseño, marketing... En Francia iba muy bien. En Holanda no, hasta que le cambiaron la cubierta. En Alemania salió en bolsillo. Las referencias internacionales no servían de mucho. De hecho, estábamos en la Feria del Libro de Madrid y contábamos cada ejemplar que se vendía: ¡Ya van cinco... seis!". Como no había mucho presupuesto para publicidad, se dedicaron a visitar a libreros de toda España con un ejemplar de pruebas en la mano: "Fue arduo: un tocho difícil de resumir firmado por un autor desconocido". Aquellas visitas fueron decisivas para una novela cuyo éxito su descubridora atribuye a la recomendación de los lectores. A la vuelta del verano del año pasado, "el tiempo que la gente tardó en leerlo", se vieron ya señales del fenómeno que se venía encima. En noviembre salió la segunda parte y la expectación disparó las ventas de la primera.



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6 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un tal Lucas

 

 

 

Desde hace años compruebo que hay nombres que vuelven. Algunos se rescataron de nuestra historia y se convirtieron, por vericuetos algunas veces muy extraños y que se me escapan, en "pijos". Por ejemplo Borja, Rodrigo, Beltrán y otros muchos que siendo nombres sonoros, objetivamente bonitos, pasan a ser "sospechosos" de pajería.

Yo tengo cerca un Lucas. Me gustan los que se llaman Lucas. Es un nombre rescatado de aquellos nombres de pueblo. "El tío Lucas". Quizá lo normal en otro tiempo era poner el nombre del santoral. Los Lucas se llamaban así por su santo. No fue poca cosa, nada menos que uno de los evangelistas. Es decir uno de los constructores del gran cuento.

Hace tiempo que eso no es así. Al menos no lo es en los "Lucas" que conozco. Creo que el culpable de la recuperación del nombre es un tal Julio Cortázar. Culpable de algunas cosas buenas de nuestras vidas, algunas lecturas, varias irreverencias, bastantes músicas y algunos nombres. Mi amiga siempre será "la Maga". Y Lucas, siempre nos recordará a "un tal Lucas". Suelen ser los "Lucas" cronopios o hijos de cronopios. Les gusta la música, un cierto desorden, se aficionan pronto a la lectura, tienen tendencia a los sueños, son fantasiosos, les suele gustar el ajedrez aunque tampoco desechan el fútbol, aunque sus equipos no sean los más ganadores, ni los más galácticos. Les gusta viajar, comer, los paisajes y los paisanajes de Galicia. Es decir, son pequeños tipos normales.

Ayer a Lucas, que tiene ocho años, le preguntaron amablemente si ya había hecho su "primera comunión". Se quedó un poco sorprendido. Dijo que no. Un poco sorprendidos, amablemente insistieron y anunciaron que ya se le estaba pasando la edad.

A Lucas le hizo gracia. No piensa en la comunión, ni en el bautismo, ni en el pecado venial, mortal u original. Hay que explicarle las religiones y sus ritos. Lo comprende como comprende las historias incomprensibles de nuestro pasado histórico.

Lucas no está solo en su herencia de ser de los "Lucas" no religiosos, lo que no tienen deudas con evangelistas ni evangelizadores. Hay otros Lucas, algunos amigos suyos, que están más cerca de Cortázar que de los constructores de la leyenda.

A cada uno su comunión. O su carencia de comuniones.



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6 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Razones y argumentos

Argumentos tiene a montones. De hecho sólo tiene argumentos. Cuando se para a pensar se da cuenta de que sólo se los creen los otros.

Primero argumenta y después analiza. Sólo le importa imponer su razón. Y luego la roe como hace el perro con el hueso, hasta dañarse las muelas. La verdad le sangra en las encías. Sublimes argumentos que le arrastran hasta el santuario de los dogmas. Son como una deuda inabordable que va creciendo con los intereses hasta terminar con el patrimonio.



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6 de agosto de 2009
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