Marcelo Figueras
Alta, flaca, desgarbada, con su pelo rubio llovido y un look digno de un adolescente que pretende ser tomado en serio –jeans, camisa y corbata, chaleco y anteojitos de intelectual-, Aimee Mann parecía a la vez tan fuerte y tan frágil como los narradores de sus mejores canciones. Asistir a su concierto del jueves en el teatro Gran Rex de Buenos Aires fue un placer que persistirá en mi memoria, porque Mann es de esos artistas que escribe canciones sin las cuales uno no lograría entender su propia biografía.
Acompañada tan sólo por su guitarra y un par de tecladistas (‘Estamos tratando de sonar más con menos’, se explicó), Mann hizo un recorrido ecléctico por su obra, oscilando entre sus canciones más populares y oscuros Lados B, que hasta –sorpresa- incluyó el hit Voices Carry que la llevó por primera vez a la notoriedad hace más de 20 años. Fue un encuentro casi íntimo, y por eso ideal para dejar que su voz y sus palabras obrasen la magia quieta de la que Mann es maestra.
La primera canción suya en la que reparé fue Wise Up, que formaba parte de la banda de sonido de la película Jerry Maguire (1996) de Cameron Crowe. A pesar de que el film está lleno de canciones maravillosas –empezando por Free Falling de Tom Petty y Secret Garden de Bruce Springsteen-, Wise Up destacaba a primera oída porque iba directo al corazón de la historia –una característica que, pronto descubriría, era común a todas las canciones de Aimee Mann.
Yo que por entonces atravesaba mis propias turbulencias en el vuelo de la vida, adopté Wise Up como mía y no dejé de cantarla como un mantra: “No es / lo que pensaste / cuando empezó. / Conseguiste / lo que querías / y ahora apenas podés tolerarlo aunque / a esta altura ya sabés / que no va a parar / no va a parar / no va a parar / hasta que aprendas’. (Pido perdón por la traducción, pero no encuentro la palabra perfecta para decodificar wise up: ‘avivate’ o ‘espabilate’ me suenan un tanto frívolas, ‘volvete sabio’ un tanto serias. Me quedo con el verbo ‘aprender’, porque aunque suena escolar entraña el desafío esencial que la canción propone.)
Me reencontré con Aimee Mann en otra película: Magnolia (1999) de Paul Thomas Anderson, uno de mis cineastas favoritos de este tiempo. Allí sus canciones desempeñaban un rol más central; tanto era así, que Anderson confesó haber construido la película a partir de las canciones de Mann, que no sólo describen con hondura la soledad de los muchos personajes que allí se entrecruzan (desde el ex niño prodigio Donnie Smith al enfermero Phil Parma), al punto que en una secuencia todos se ponen a cantar Wise Up; sino que hasta llegan a convertirse en parte del diálogo de la película. Cuando la devastada Claudia, hija del animador de TV Jimmy Gator, acude a la cita con el torpe policía Jim Kurring, la oímos decir los primeros versos de Deathly, una de sus canciones más bellas, y tal vez mi favorita: ‘Ahora que te encontré / ¿te opondrías / a que nunca volviésemos a vernos?’
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(Continuará.)