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Eder. Óleo de Irene Gracia

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A junta do motor

Desde há mais de sessenta anos que eu deveria saber conduzir um automóvel. Conhecia bem, naqueles remotos tempos, o funcionamento de tão generosas máquinas de trabalho e de passeio, desmontava e montava motores, limpava carburadores, afinava válvulas, investigava diferenciais e caixas de mudanças, instalava calços de travões, remendava câmaras de ar furadas, enfim, sob a precária protecção do meu fato-macaco azul que me defendia o melhor que podia das nódoas de óleo, efectuei com razoável eficiência quase todas as operações por que é obrigado a passar um automóvel ou um camião a partir do momento em que entra numa oficina para recuperar a saúde, tanto a mecânica como a eléctrica. Só faltava que me sentasse um dia atrás do volante a fim de receber do instrutor as lições práticas que deveriam culminar no exame e na sonhada aprovação que me permitiria ingressar na ordem social cada vez mais numerosa dos automobilistas encartados. Contudo, esse dia maravilhoso nunca chegou. Não são apenas os traumas infantis que condicionam e influem a idade adulta, também os que se sofrem na adolescência podem vir a ter consequências desastrosas e, como no presente caso sucedeu, determinar de maneira radicalmente negativa a futura relação do traumatizado com algo tão quotidiano e banal como é um veículo automóvel. Tenho sólidas razões para crer que sou o deplorável resultado de um desses traumas. Mais ainda: por muito paradoxal que a afirmação vá parecer a quem das íntimas conexões entre as causas e os efeitos somente tiver ideias elementares, se nos meu verdes anos não tivesse trabalhado como serralheiro-mecânico numa oficina de automóveis, hoje, provavelmente, saberia conduzir um carro, seria um orgulhoso transportador em lugar de um humilde transportado. Além das operações que comecei por referir, e como parte obrigatória de algumas delas, também substituía as juntas dos motores, essas finas placas forradas de folha de cobre sem as quais seria impossível evitar fugas da mistura gasosa de combustível e ar entre a cabeça do motor e o bloco dos cilindros. (Se a linguagem que estou a usar parecer ridiculamente arcaica aos entendidos em automóveis modernos, mais governados por computadores do que pela cabeça de quem os conduz, a culpa não é minha: falo do que conheci, não do que desconheço, e muita sorte que não me ponha aqui a descrever a estrutura das rodas dos carros de bois e a maneira de atrelar estes animais ao jugo. É matéria igualmente arcaica em que também tive alguma competência). Ora, um dia, depois de ter acabado o trabalho e colocado a junta no seu sítio, depois de ter apertado com a força dos meus dezanove anos as porcas que sujeitavam a cabeça do motor ao bloco, dispus-me a realizar a última fase da operação, isto é, encher de água o radiador. Desenrosquei pois o tampão e comecei a deitar para a boca do radiador a água com que tinha enchido o velho regador que para esse e outros efeitos havia na oficina. Um radiador é um depósito, tem uma capacidade limitada e não aceita nem um mililitro mais do que a quantidade de água que lá caiba. Água que continue a deitar-se-lhe é água que transborda. Algo de estranho, porém, se estava a passar com aquele radiador, a água entrava, entrava, e por mais água que lhe metesse não a via subir dançando até à boca, que seria o sinal de estar acabado o enchimento. A água que já vertera por aquela insaciável garganta abaixo teria bastado para satisfazer dois ou três radiadores de camião, e era como se nada. Às vezes penso que, sessenta e muitos anos passados, ainda hoje estaria a tentar encher aquele tonel das Danaides se em certa altura não me tivesse apercebido de um rumor de água a cair, como se dentro da oficina houvesse uma pequena cascata. Fui ver. Pelo tubo de escape do carro saía um avultado jorro de água que, pouco a pouco, diante dos meus olhos estupefactos, foi diminuindo de caudal até ficar reduzido a umas derradeiras e melancólicas gotas. Que se passara? Tinha colocado mal a junta, tapara entre a cabeça do motor e o bloco o que deveria ter aberto, e, muito mais grave do que isso, facilitara passagens e comunicações onde não deveria havê-las. Nunca cheguei a saber que voltas teve de dar a pobre água para ir sair ao tubo de escape. Nem quero que mo digam agora. Para vergonha bastou. Possivelmente terá sido nesse dia que comecei a pensar em tornar-me escritor. É um ofício em que somos ao mesmo tempo motor, água, volante, mudanças de velocidade e tubo de escape. Talvez, afinal, o trauma tenha valido a pena.



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28 de agosto de 2009
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La noche de los vivos murientes

Hoy hablaré como un político de la región: El sábado pasado Cataluña se sintió privilegiada. Salió de Barcelona por la mañana para atascarse en esos dos queridos pueblos, Celra y Bordils, donde unos semáforos preciosos fuerzan a los viajeros a cantar maravillas de la población. Luego Cataluña quedó atascada en el puente que cruza el Ter hacia l'Estartit, donde decenas de miles de turistas se pasman de nuestro talento viario. Por fortuna, Cataluña llegó a tiempo para el concierto de Boris Berezovsky en el Festival Internacional de Torroella. Aquí se acaba el hablar como político.

    Bajo las nervaduras góticas de la iglesia de Sant Genis se levanta una gran pantalla acústica más bella aún que los negros sillares. Recortado contra el blanco radiante, un Steinway rotundo. Entra Berezovsky. Primera sorpresa: parece un boxeador irlandés y de pronto el piano se transforma en una mesa de billar. Es un espejismo. En cuanto ataca los Preludios de Rachmaninof, el público se queda sin aliento. He aquí los poemas de aquel ruso neurasténico cantados con voz hiperbórea. Vemos cómo el suicida hinchado de vodka se asoma al Neva, pero una luna gélida abre su boca de plata sobre las aguas heladas y le ciega con la luz de los muertos. El suicida cae de rodillas y le reza al starets Zosima. Un concierto de alivio. En los Estudios de Chopin iba tan lanzado que las teclas parecían quietas. Al pegar a más de 25 veces por segundo, la vista no pillaba el golpe. Y en Mussorgsky observé que una réplica de la Moreneta lloraba semillas de centeno como las vírgenes ucranianas. A la salida, Lluis Trullén, pianista notable y todo un caballero, vagaba sin tino. Me miró con ojos como tizones apagados. "Apenas rozaba el pedal. Le abriré el cráneo y comeré sus sesos". Se perdió en la noche.

     (Vuelvo): Cataluña se siente ufana con su Festival de Torroella, pero la crisis le ha dado un mordisco. Cataluña pide, humildemente, que la otra Caixa muestre su esplendor y abra las arcas a la cultura verdadera. Cataluña le estará muy agradecida.

Artículo publicado el sábado 15 de agosto de 2009.

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27 de agosto de 2009
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Marcel Proust. Analectas (2)

Los muertos

"Y me unía a los amigos que me esperaban en la esquina del camino, con la angustia de estar dando la espalda para siempre a un pasado que no volvería a ver, de estar repudiando a muertos que, tendiéndome unos brazos tiernos e impotentes, parecían decir: Resucítanos (...) y me volvía un momento para lanzar una mirada cada vez menos perspicaz hacia la línea curva y fugitiva de los árboles expresivos y mudos."

 

La mañana

"Llega tan rápido, ese momento en el que nada ya cabe esperar, en el que el cuerpo se fija en una inmovilidad que no promete ya sorpresa alguna, en el que se pierde toda esperanza al ver, como hojas muertas en los árboles todavía en pleno estío, en torno a rostros aun jóvenes cabellos que caen o se vuelven blanquecinos, ¡es tan corta esta mañana radiosa¡..."

 

Las almas

"Tras la muerte de los seres, tras la destrucción de las cosas, tan sólo, más frágiles, pero también más vivaces, más inmateriales, más persistentes, más fieles, el olor y el sabor permanecen aun largo tiempo, al igual que las almas, haciéndose presentes, expectantes, prometedores, cuando todo el resto es ya ruina, soportando sin desmayo, en su gotear casi imperceptible, el inmenso edificio del recuerdo."   

 

La lengua de los vencidos

"Me imponía el pronunciar una y otra vez el nombre de Gilberte, como esa lengua natal que los vencidos se esfuerzan en conservar a fin de no olvidar la patria que no volverán a ver"

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27 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Poder sin responsabilidad

El colmo del disimulo, del filisteísmo, es el de quien considera que éste es un poder especial, excepcional. A un lado están los poderes vulgares, a los que hay que controlar, atosigar, e incluso fumigar, y aquí, de mi lado, un poder angelical, al que todo debe permitírsele. Entonces es cuando el máximo filisteo escribe de un primer ministro: Si quiere poder sin responsabilidad que se haga periodista.

La pirámide del poder en la que se inserta el periodista ya no es lo que era. La fluidez del poder, su movilidad, obligan a un esfuerzo y una atención permanentes. Ya no es ni siquiera una pirámide, estática, coronada por el soberano, dios, la fuente máxima. Es la bolsa con sus cotizaciones diarias. Hay que convertirse en experto en cotizaciones para negociar bien con quien puede convertirse en suministrador de información.



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27 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El poder de los periodistas

No estamos ante una comunidad de gente poderosa, aunque a veces lo parezca y sean muchos los que se dan a la buena vida. Su figura prototípica no es la del poder, al contrario, muchos son los que adoptan tropismos contra el poder, contra cualquier poder. Pero son contradictorios y practican alguna forma de autoengaño. Todos tienen las manos sucias como las tiene el pobre carbonero. Y algunos, lo aprovechan para explotar la contradicción y convertirse en poderosos como quien no se entera, por despiste, por casualidad, sin darle importancia. Pero van dejando las huellas de sus sucias manos en las servilletas y las vajillas de  todos los convites donde les sientan.

Todo periodista es un nódulo en la estructura del poder. Se reconocerá como tal o no, pero lo importante es que lo reconozcan los otros. Cuando esto no sucede, es que ha dejado de tener poder y probablemente ha dejado de ser periodista. El periodismo honesto es una estrategia de disuasión de pequeño a grande. Si cambia la relación y es de grande a pequeño, deja de ser periodismo y se convierte lisa y llanamente en demagogia, populismo y abuso de poder.



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27 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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República

Pronto hará cien años, el 5 de Octubre de 1910, que una revolución en Portugal derribó la vieja y caduca monarquía para proclamar una república que, entre aciertos y errores, entre promesas y desaciertos, pasando por los sufrimientos y humillaciones de casi cincuenta años de dictadura fascista, ha sobrevivido hasta nuestros días. Durante los enfrentamientos, los muertos, militares y civiles, fueron 76, y los heridos 364. En esa revolución de un pequeño país situado en el extremo occidental de Europa, sobre la que ya se ha asentado el polvo de un siglo, sucedió algo que mi memoria, memoria de lecturas antiguas, ha guardado y que no me resisto a evocar. Herido de muerte, un revolucionario civil agonizaba en la calle, junto a un predio del Rossio, la plaza principal de Lisboa. Estaba solo, sabía que no tenía ninguna posibilidad de salvación, ninguna ambulancia se atrevería a recogerlo, pues el tiro cruzado impedía la llegada de socorro. Entonces ese hombre humilde, cuyo nombre, que yo sepa, la historia no ha registrado, con unos dedos que temblaban, casi desfallecido, trazó en la pared, conforme pudo, con su propia sangre, con la sangre que le corría de las heridas, estas palabras: ?Viva la república?. Escribió república y murió, y fue como si hubiese escrito: esperanza, futuro, paz. No tenía otro testamento, no dejaba riquezas en el mundo, apenas una palabra que para él, en aquel momento, significaba tal vez dignidad, eso que no se vende ni se deja comprar, y que es para el ser humano el grado supremo.



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27 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El bautismo de 'Aquarium'

Para no dejar en ascuas a los que manifestaron su interés, todo salió bien ayer en la presentación de Aquarium. Como los actores involucrados son muy populares en la Argentina, la prensa sopló su vendaval. Pero una vez iniciada la presentación, la intensidad que ellos mismos aportaron en sus roles transformó el clima en uno íntimo, aquel que era adecuado para contar las vidas tan delicadas como preciosas que la novela pretende reflejar.

         Pablo Echarri asumió la voz del Narrador. Adrián Navarro interpretó a Ulises. Mónica Antonópulos fue Irit. Leo Sbaraglia fue el irrefrenable Ari Broitman. Juan Gil Navarro fue David Kaufman. Y last but not least, Alejandro Awada le brindó su humanidad a ese Morty para quien nada importa más que la amistad.

         Como las presentaciones se ven obligadas a ocurrir poco después de la salida de un libro, la mayor parte de la gente acude a ellas antes de haberlo leído. Como yo no quería abrumar al público hablando de un texto que les iba a resultar desconocido, preferí que los actores leyesen / representasen algunas escenas selectas, de modo que nadie se fuese de la presentación sin haberse enterarado de la historia que se cuenta, del clima que se busca, del tono general de la narración.

         Además mi hija Agustina editó un video con las fotos de mi amigo Pasqual Górriz, a quien conocí en Jerusalén en el año 2000 cuando ambos cubrimos la Intifada para la revista española Planeta Humano: imágenes que oscilan entre lo bello y lo desgarrador, en tanto narran la excepcionalidad de esos paisajes y el dolor del enfrentamiento que los torna casi inhabitables. Las fotos de Pasqual hicieron de telón de fondo, colaborando con el clima que buscábamos crear –ayudados, también, por las grabaciones del músico suizo Erik Truffaz que en su debido momento Pasqual me hizo conocer.

         En la locura general de la velada, seguramente ofendí a algunos a los que no pude prestarles la debida atención. A todos ellos, mis disculpas de corazón. En circunstancias como las del martes, uno hace más bien lo que puede y nunca lo que debe.

Aprovecho este instante de reflexión para agradecer a todos aquellos que colaboraron para que la presentación saliese tan bien: a Julia Saltzmann, Gabriela Franco y Augusto Di Marco de Alfaguara Argentina, que también figuran en los agradecimientos del libro. A Ezequiel Martínez y Paula Etchegoyen, de prensa de la editorial. A la gente de la librería Cúspide de Recoleta. A mi hija Agustina, que además de editar el video se encargó de alquilar los atriles y los plasmas donde se vieron las fotos y sufrió como una madre en ausencia del cable que siempre falta. A mi hija Milena, que colaboró con la musicalización. A Luis Andrade, que lo grabó todo.

         Muy especialmente a los actores, que son gente ocupadísima y aun así invirtieron un tiempo que fue mucho más allá de la lectura de ayer, dado que se tomaron el trabajo de leer el material y ensayar los textos en la tarde del lunes que suele ser su día de descanso: la pasión que le pusieron a la narración y a los personajes me hizo sentir indigno de semejante homenaje.

         Entre ellos muy especialmente a Adrián Navarro, que es parte esencial de la historia de Aquarium dado que me inspiró la historia de Ulises e Irit y escribió conmigo la adaptación cinematográfica de la novela: antes que nada, es un amigo de fierro.

         Y ahora sí, gracias a todos los que fueron y aportaron sus cuerpos y su emoción para que todo saliera como salió. Además de la gente conocida y amada estuvo Jane, a quien quizás conozcan del blog por su insistencia en reclamarme finales felices. Y la gente de Lamujerdemivida, una de mis revistas favoritas en el mundo entero. Y Martiniano y Rosana, que de tanto en tanto irrumpen por aquí con comentarios maravillosos. Y la legendaria Natu Poblet. Y el guionista Marcelo Camaño, que acaba de ganarse dos premios Martín Fierro –uno de ellos el de Oro- por la serie Vidas robadas. Y los escritores Elsa Drucaroff, Mariana Enríquez, Graciela Mochkofsky, Cristina Piña, Esther Cross, Fernando Cittadini, Diego Rojas, Juan Terranova, Alejandro Soifer y Leo Oyola, que aunque debía irse a trabajar se tomó el esfuerzo de presentarse temprano a saludar. E Isabel de Sebastián, una de mis cantantes preferidas y gran amiga desde hace años. Y la periodista Andrea Rabolini. Y Perla, una actriz israelí que no sé cómo supo de la existencia de Aquarium. Y el documentalista Coco Blaustein, siempre sosteniendo. Y la cineasta Sandra Gugliotta. Y la productora Margarita Gómez. Y por supuesto los amigos y la familia: mi hija más grande Oriana, mi padre, mis hermanos, mis cuñados, mis yernos, Zule Kompel, mi prima Ana, mi mujer Flavia y por supuesto Bruno, el benjamín. Hijo mío: ya has sido bautizado en las aguas procelosas del mundo literario… ¡Me hizo muy feliz tenerte cerca!

         El resto –ustedes incluidos- estuvo presente en espíritu: Mayté Bravo, Eduardo Varas, Valeria Sobel, Bisiesta, Rodrigo, Sara F…

         El cineasta Marcelo Piñeyro me envió un mensaje desde Madrid que conservaré para siempre.

         Y los amigos que no pudieron estar (el dictamen de la Corte Suprema despenalizando el consumo personal de marihuana y la renuncia del Fino Palacios a la policía de Buenos Aires fueron dos buenas noticias que retuvieron a algunos en las redacciones, como Cristian Alarcón y Eduardo Fabregat) enviaron sus plácemes por escrito: los cineastas Miguel Cohan y Nicolás Lidijover, la productora Vanessa Ragone, Patricio Zunini de la librería Eterna Cadencia…

         Si me olvido de alguien, por favor sepan disculpar. Estoy seguro de no haber tenido la oportunidad de registrar a todos los que estaban.

         Esta gente contribuyó para transformar algo que podría haber sido un trámite en una creación colectiva de un instante de belleza.

         Me hicieron muy feliz. Ojalá esté a la altura de tanta generosidad.



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26 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Jean Seberg, celos y envidia

 

 

 

De poca gente conocida he sentido tantos celos como de Ricardo Franco. De los desconocidos habría una lista muy larga. Y sentí esa mezcla de celos y envidia cuando me enteré que sus amores con Jean Seberg no fueron ni una invención, ni una alucinación. La historia comenzó en Madrid y tiene testigos, entre otros el amigo y vecino de estos territorios, Vicente Molina Foix.

La culpa la tuvo Madrid, la noche, las copas, un poco de jazz y la puñetera gracia que tenía el pequeño- en estatura- y muy seductor Ricardo Franco. ¡Se ligó a Jean Seberg! Y no era tan guapo como Carlos Fuentes, ni siquiera como su ex marido Romain Gary.

Era una mujer hermosa, complicada, bebedora, insegura, encantadora y fascinante en camiseta por las calles de París y dejándose seducir por Jean Paul Belmondo. Siempre será la americana de "A bout de souffle". Pero es, fue y será muchas más cosas, en el cine y en la vida-

Ahora surgen sospechas sobre su muerte, su posible suicidio, el acoso de la CIA o lo que sea, el caso es que murió demasiado pronto, demasiado imprevistamente, demasiado estúpidamente como cuando se mueren las personas que queremos, que admiramos. Siempre nos dejan con una pregunta sin responder.

A Jean Seberg-esa americana tan francesa- siempre la recordaremos como un claro e imposible objeto de deseo. Un deseo que se concretó en los amores con un amigo, con alguien que tomábamos algo más que unas cañas. Con alguien., ¡ay!, que también nos tocó despedir de manera inopinada e incomprensible. Han pasado años. Los recordamos. Ahora por un amigo. Siempre porque el cine que nos acompañó cuando entonces de vez en cuando lo sigue haciendo.

¡Como me gustaría haber pasado alguna noche con Jean Seberg!...La lista de los deseos incumplidos es larga, pero ella está muy destacada.

Me voy de viaje largo, pero vuelvo. Seguiremos soñando, teniendo que domesticar los celos y envidiando. En París, en China, en Galicia o en Portugal.



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26 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La masa "megapolitana"

Rafael Argullol: Creo que la multitud en Poe o en Baudelaire todavía tiene unas ciertas características de identidad propia.
Delfín Agudelo: Pensaría, de esta manera, que es precisamente el protagonismo de la calle, la manera como ésta actúa sobre la multitud y las distintas posibilidades que ella acarrea, el gran elemento coyuntural de dicha transformación. Ya desde mediados del siglo XIX la idea que contrapone a la multitud, el flâneur, se daba por obsoleta: ya él mismo formaba parte anónima de la masa.
R.A.: Exacto. Consiste en ese segundo estadio en que la multitud se convierte completamente en masa; es decir, que ya pierde todo perfil individualizador, como si perdiera toda el alma, y casi nos trasladamos al escenario urbano del primer tercio del siglo XX que acogerá los grandes totalitarismos, el nacional-socialismo, el estalinismo, y que desde el punto de vista literario dará lugar a una literatura como la de Kafka, puesto que el personaje de La metamorfosis no deja de ser el individuo en una época de hegemonía absoluta de la masa. Un individuo que no puede sostener su propia resistencia moral e individual, y se hunde y queda sometido en cierto modo a los engranajes que lo rodean. El gran poeta de la época en que la literatura recoge la transformación de la multitud en masa es precisamente Kafka, con todo su sentido de la para-realidad, de lo onírico, de lo absurdo. En general lo que en el siglo XX se llamó la literatura del absurdo, entre muchas otras cosas no dejaba de ser la imposibilidad del individuo en un momento de predominio de lo masivo. Pienso por ejemplo en los textos de Albert Camus, incluso en un texto como El extranjero, donde el acto gratuito, absurdo, se convierte en protagonista. Eso no sería posible sin que hubiera reinado ya el mundo de los grandes totalitarismos masivos. Pienso también en la gratuité y la absurdité de André Gide, donde también se refleja esto: por un lado la presencia de ese elemento absolutamente socavador de perfiles individuales que es la masa, y por el otro la dificultad de la resistencia individual a no ser que sea muchas veces a través de lo absurdo.
Me da la impresión que en la segunda mitad del siglo XX, y sobre todo a finales del siglo XX y principios del XXI, nos hemos trasladado a otro escenario, que sería el más genuino de la megápolis, en el cual ni siquiera la masa, la multitud-masa, interviene disciplinadamente en la calle como había sido bajo los totalitarismos, sino que esa multitud-masa se convierte fundamentalmente en masa a través de las conexiones de nuestros medios de comunicación y de nuestras pantallas. En nuestros días no hace falta que haya grandes manifestaciones de la masa en la calle para que la conciencia se comporte de una manera arbitrariamente masiva porque creo que la complicidad masiva en nuestra época se da desde los hogares individuales a través de las terminales infinitamente no repetidas de los medios de comunicación. En la época de Mussolini o Hitler, la masa era convocada a la calle y de alguna manera el poder de la masa se manifestaba visualmente a través de su presencia en la calle. Creo que nuestros días el poder de la masa ya no metropolitana, sino megapolitana, por así decirlo, se manifiesta precisamente a través de esa uniformidad de las conciencias, provocadas no por su asistencia masiva, sino por esa especie de uniformización que producen los terminales de los medios de comunicación.   



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26 de agosto de 2009
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VIII. La democracia no es canjeable

Nadie a estas alturas, cualquiera que sea su color político, cambiaría esa democracia ni por una dictadura militar de derecha, ni por otra de izquierda inspirada en la majestad omnímoda de un partido. Imperfecta como es, envilecida  desgraciadamente por la corrupción tantas veces sin castigo, y amenazada por el autoritarismo,  la democracia se ha vuelto insustituible.

Las figuras de Daniel Ortega, caudillo sandinista, y la de Arnoldo Alemán, caudillo liberal, oscurecen las perspectivas democráticas de Nicaragua porque conformen sus pactos vedan toda participación política que no sea la de sus propios partidos; y porque esos mismos pactos alimentan los repartos de poder, facilitan la manipulación de los tribunales de justicia, e impiden el desarrollo institucional, vienen a ser también responsables de la corrupción.

La perspectiva desgraciada es que hoy, Ortega pretende reformar la Constitución para reelegirse como presidente de manera indefinida, y para ello contará con el apoyo de Alemán.

La ambición de reelección por parte de Ortega, y el fraude electoral en las elecciones municipales del año pasado, que arrebató Managua y 3º importantes municipios más a la oposición, habla con claridad de cuál puede ser el futuro de la democracia en Nicaragua. Y lo mismo los embates para convertir a la Policía Nacional en un instrumento personal del poder de Ortega, de lo que se ha librado hasta ahora junto con el Ejército, instituciones que han sido de conducta ejemplar.

Por el momento, este Frente Sandinista de líderes envejecidos, aunque dueño de un respetable poder de convocatoria popular, ha dejado de encarnar cualquier idea de revolución. La revolución que llevó a empeñar su vida en acciones audaces a héroes anónimos como Manuel Salvador Gómez, "El Chirizo".

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26 de agosto de 2009
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