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Eder. Óleo de Irene Gracia

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El negro

No es concebible una pintura sin la presencia del negro. En una u otra proporción el negro viene a ser como el asiento fundamental del ser cromático. Incluso cuando parece que se encuentra como simple o pequeño acompañante su participación posee el máximo valor para el éxito de la  composición. Sin negro no hay vida. Contrariamente a lo que viene a ser común, el blanco puede acabar con la belleza de un cuadro con más eficacia que el negro. El blanco mata, el negro proporciona inmortalidad. La apropiada ración de uno y otro humaniza el cuadro.



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29 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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José Donoso pregunta por su obra

 Me envía Luis Rafael Sánchez una crónica dedicada a la visita que a mediados de los años 90 hizo José Donoso a Puerto Rico. “De premios y desengaños” se titula, apropiadamente, su evocación. De buenas a primeras, dice, José Donoso le preguntó: “Luis Rafael, ¿qué piensas de mi obra?”  Y después de escuchar la admiración del amigo, volvió a preguntar: “¿ Entonces, por qué no me han otorgado uno de los premios importantes?” Luis Rafael, que tampoco ha ganado todavía ningún premio importante, replicó (me temo que piadosamente) que cada lector que selecciona una novela suya es el mayor premio. Pepe Donoso había perfeccionado esa suerte de epifanía suya,  la pregunta por el premio que no le darían nunca. Ese candor, ese reclamo, empobrecía premios y premiados. Nadie mereció más que Donoso recibir uno; no por el premio, que se repiten sin decoro, sino por Donoso, que es irrepetible.

Carlos Fuentes le votó año tras año para el Cervantes, como vota ahora por Juan Goytisolo, cada año.  Ya que uno duda de toda forma de justicia, al menos la justicia poética debería ser menos dudosa. Me temo que el Cervantes termine siendo redundante.

Justamente el día que se dictaminaba el Cervantes, hace doce o trece años, estaba Pepe en mi despacho, luego de su conferencia, y me pidió llamar a Madrid para saber el resultado del premio. Alegué la diferencia de hora, no encontré el número de Juan Cruz, cambié de tema.  Pero insistió y tuve que llamar.

Fue un gran escritor signado no necesariamente por lo que Julio Ramón Ribeyro, otro extraordinario narrador que jamás tuvo un premio,  llamó “la tentación del fracaso;” sino por una suerte de desamparo.  No era capaz de rencor o sarcasmo, esa aridez de los escritores cuyas deudas de afecto son impagables.  Tampoco era ajeno al humor de su propio destiempo.

Me sorprendió, sin embargo, cuando unos periodistas chilenos convirtieron sus cartas íntimas, que están en la Universidad de Iowa, en un escándalo sobre su sexualidad.  No porque lo hicieran sino porque Donoso no había protegido sus papeles. Por falta de instrucciones suyas, al día siguiente de su muerte eran públicos.  Llamé a la biblioteca de esa universidad para protestarles el protocolo y no distinguir entre lectores y buitres. Pero después dudé. ¿Y si Pepe deliberadamente no protegió su intimidad? ¿Habría apostado a un culto póstumo? Pero la idea de morirse para salir del closet resultaba estrafalaria, incluso para un escritor familiarizado con lo monstruoso. Sólo Enrique Lihn había sido capaz de convertir su muerte en un taller literario.

Por eso, cuando Alfaguara me pidió editar el manuscrito de la novela abandonada que su hija, Pilar Donoso, encontró entre sus papeles en la biblioteca de Princeton, profusamente acepté. Una novela incompleta de José Donoso, me dije, sólo puede ser una obra maestra en el sentido contrario.  Casi una novela restada de la novela. 

Pepe había empezado a escribir La cola de la lagartija (publicada como Lagartija sin cola el 2006) en enero de 1973 en el pueblo aragonés de Calaceite, donde había adquirido una casa desvencijada, que él y Pilar llamaban “un palacio del siglo XVIII.” Revisando el manuscrito para su edición,  fue inevitable concluir que Donoso renunció a terminar la novela. Corrigió unas  páginas, se detuvo en el primer capítulo, y dejó el resto en su primera redacción.  Lo extraño, lo admirable, es que ordenó esos papeles como un libro: los organizó en partes, pasó el primer capítulo a tercero,  y sospecho que imaginó su publicación.

Pilar Donoso, que escribía una memoria sobre su padre, me ha dicho que tal vez el golpe contra Salvador Allende interrumpió la novela y otras demandas narrativas se le impusieron, lo que me parece verosímil.

Dos líneas argumentales se alternan en el relato. Una es la historia amorosa  de un artista desencantado; otra, su búsqueda de una casa auténticamente antigua en un pueblo perdido de Cataluña. La idea de que un largo amor culmina finalmente en la amistad, es laboriosa y requiere más aliento. Pero la idea de que un pintor renuncia al mercado sólo para descubrir que el lugar ideal, donde busca refugiarse, ha sido tomado por el turismo, es anticipatoria. Esta novela es una de las primeras versiones de la pérdida de España en manos de las hordas de turistas.  Como suele ocurrir con su obra, hay también un subtexto, quizá dos: uno, público, la historia de un escándalo homosexual; otro, secreto, unos primos incestuosos.

Walter Benjamin había adelantado que la subjetividad adquiere las formas de la mercancía. “La cola de la lagartija” es una hipótesis sobre la ausencia de lugar  para la subjetividad, ocupada por la sociedad residual. El artista se rebela ante un sistema que lo reproduce como costo agregado. Pero la sociedad del espectáculo toma incluso los márgenes, y por eso los del pueblo no quieren que este artista compre una casa vieja sino la mejor casa, para convertirla en discoteca y atraer turistas. Quieren pasar directamente de la historia a la basura, gracias al espectáculo. Donoso prefigura el actual desvalor del artista, que empieza por su conversión en figura pública y culmina con su sobre-exposición, lo que satura su mensaje, que damos por sabido. El exceso de presencia deriva en ausencia: la reproducción cancela el diálogo y termina en residuo.

La visión de una Casa que convoque todos los tiempos vividos en un convivio liberado de la sociedad y sus demandas, se torna melancólica. La Casa está en venta pero no para alguien que busca darle lugar a su vida sino para quienes imponen el tiempo incautado del bienestar, y van ofertando los pueblos, uno a uno. La actualidad de esta novela (irónicamente deshabitada) es perturbadora.

Es raro que un escritor abandone una obra de tanta promesa. Pero Donoso era un artista mayor, y hasta el hecho de que dejase este libro lo confirma. Quiero decir, de un poeta esperamos que esté rodeado de inéditos. No de un novelista, que vive en la inminencia de ser premiado, usualmente no por su mejor libro. De modo que recorrí el texto preguntándome por su abandono; y por ti, por tu lectura.

¿Qué es la literatura sino la genealogía de una conversación.

Intentó vivir en varias ciudades como si viviera en Santiago pero siempre fue un extranjero. Una vez, en Sitges, me dijo que no podía entender a los nativos: nadie le había devuelto la invitación. Como a un personaje de Proust, no le respondían las preguntas para no tener que prolongar la conversación. Sólo atiné a excusar la amargura local de cenar en silencio. Por eso, fue feliz con su regreso a Chile. Lo reconocían en Correos, y decía él: “¡Que pueblo tan culto!”  Como en el caso de Cortázar, hoy nos interesa mucho más su sensibilidad narrativa, esa intimidad de su lenguaje; y mucho menos las familias chilenas que lo obsesionaron por su gusto perverso en lo banal. 

Siempre pensé que la calidad de Donoso se hacía evidente en la amistad de quienes lo querían.  En otra ocasión en que pude invitarlo a mi universidad, lo llevé a una fiesta en casa de Robert Coover y de inmediato se hizo amigo de Coover y John Hawkes. Pocos años después, cuando le conté a Hawkes que Pepe había muerto, me miro demudado y se le humedecieron los ojos. Lo había visto unas horas, había leído El obsceno pájaro de la noche, y no aceptaba su muerte.

 

 

 



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29 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La reina y el emperador

No se puede llegar tan lejos, en un territorio político densamente poblado y con tantas figuras de relieve, sin mucha inteligencia y modestia. El sigilo y la humildad son herramientas imprescindibles. Y también lo es una virtud difícil como saber suscitar el desprecio de los otros. Es el complejo de Claudio, el emperador al que todos tomaban por incapaz y con el que nadie contaba para suceder a Calígula, tan magistralmente retratado por Robert Graves. Toda la carrera de Merkel confirma que hasta 2005, año en que consigue la Cancillería, responde a la figura del candidato menospreciado; pero incluso después, hasta ahora mismo, le persiguen las reminiscencias de Claudio, cuando muchos ponen en duda su contrato de coalición y su nuevo Gobierno. Esos nueve votos que le han faltado en la votación de investidura en el Bundestag se deben al complejo de Claudio, que lo sufren los otros, pero aprovecha a quien es el objeto de la mirada menospreciativa. Lo mejor que le puede suceder es que no ceje este desprecio que la propulsa.

De momento, el balance de hoy mismo, al día siguiente de su toma de posesión, la sitúa ya en un lugar destacado en la historia contemporánea de Alemania, un país de gran estabilidad que ha sido gobernado sólo por ocho cancilleres en 60 años. Merkel está en este momento por encima de los dos cancilleres menores que fueron Ludwig Erhard (1963- 1966), destacado ministro de Economía pero canciller de tres años y de una única victoria electoral, al igual que su sucesor, Karl-Georg Kiesinger (1966-1969), éste además con la desventaja de que no dejó la huella del primero y de su economía social de mercado, concepto central en la vida social y económica alemana. La canciller está ahora en un pelotón excepcional, en el que hasta ahora sólo había ciclistas socialdemócratas, cada uno con su trofeo: el gran Willy Brandt (1969-1974) y su Ostpolitik, la apertura hacia el Este comunista que abrió el camino a la caída del Muro; el brillante Helmut Schmidt (1974- 1982), que sentó las bases de la unión económica y monetaria europea y de la arquitectura de cumbres internacionales; y el astuto Gerhard Schröder (1998-2005), que incorporó a los Verdes al Gobierno y lanzó la reforma del pesado Estado de bienestar alemán.A partir de hoy, Merkel va a pedalear para alcanzar al grupo de cabeza, donde están dos cancilleres democristianos como ella, pero con la envergadura y la longevidad de los padres fundadores: Konrad Adenauer (1949-1963), el primero de la República de Bonn; y Helmut Kohl (1982-1998), el canciller de la unificación. Su biógrafo Gerd Langguth considera que tiene muchas posibilidades de permanecer en el poder 16 años; algo que la elevaría al altar mayor y sería naturalmente un drama para el SPD. Su reto actual es situar de nuevo a su país sobre los raíles del crecimiento y de la creación de empleo, tirando del resto de Europa como sólo puede y sabe hacerlo Alemania. No está claro que vaya a conseguirlo, sobre todo cuando hay todavía temores de una recaída en la crisis (la doble V) y de una explosión de las cifras del paro, y se sabe de la enorme cantidad de activos tóxicos que permanecen ocultos en el sistema bancario alemán, sobre todo y, al igual que en España, en su sistema de bancos públicos regionales.La receta de la nueva coalición es la de una apuesta de optimismo y esperanza. Las principales medidas fiscales, esos 24.000 millones de rebajas en cuatro años son un estímulo para convertir la salida de la crisis en un arranque de caballo siciliano; pero deberán aplazarse o moderarse si la recuperación es más lenta, para no convertir el déficit en un peso muerto insoportable. En Berlín hay ahora mismo una coalición parlamentaria que arriesga, una canciller reelegida gracias a la confianza que suscita entre los electores y un Gobierno que inicia su labor con un mensaje antidepresivo. Riesgo, confianza y optimismo son casi todo lo contrario de lo que caracteriza a la política en el resto de Europa.Hay también, y es otro mérito de Merkel, un surco de continuidad política sobre el que se asienta el nuevo Gobierno. La reforma del Estado de bienestar que proseguirá este nuevo Gabinete apenas dará un poco más de velocidad a las reformas ya iniciadas por los anteriores, el suyo de gran coalición y los de Schröder de coalición roja y verde. Si Merkel acelera demasiado o enseña en exceso la patita, como pedía el doctrinarismo de algunos liberales o el liberalconservadurismo bávaro, todo puede caer como un castillo de naipes.Seguimos, pues, sin saber quién es exactamente Angela Merkel. Vimos en la anterior legislatura que no era Margaret Thatcher y podemos leer en su contrato de coalición que tampoco quiere serlo en ésta. Es liberal, conservadora y socialdemócrata, a la vez y de forma no excluyente. Su posición no es ideológica sino topográfica: es la reina del centro y es la reina porque ella misma es el centro. Y su reinado será largo y fructífero si consigue prolongar una y otra vez el misterio.



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29 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Lo que nos prometieron

Llevaba yo un uniforme blanco y rojo, tenía diez años y el tema del?bloqueo? apenas era mencionado en los ideologizados libros que me entregaban en la escuela. Eran los tiempos del optimismo y creíamos que  las vacas F1 darían suficiente leche para inundar todas las calles del país. El futuro tenía esos tintes dorados que no acababan de mostrarse en nuestra despintada realidad, pero éramos un tanto daltónicos como para notarlo. Creíamos haber encontrado la fórmula para estar entre los pueblos más prósperos del planeta, de manera que nuestros hijos habitarían un país con oportunidades para todos. Desde la tribuna, un barbado líder levantaba su dedo desafiante hacia el Norte, pues contaba con la pértiga del subsidio del Kremlin para saltar cualquier obstáculo en la construcción del comunismo. ?A pesar del bloqueo?? nos decía, con la misma convicción que años antes nos había hablado de diez millones de toneladas de azúcar, sembrados de café alrededor de las ciudades y una supuesta industrialización del país que nunca llegó. Tuvimos que recortar los sueños cuando la tubería de petróleo y rublos se secó abruptamente. Llegaron los años de comenzar a explicar el descalabro y de compararnos con las naciones más pobres de la zona, para sentirnos ?sino felices- al menos conformes. Al comenzar mi adolescencia, el tema de las limitaciones comerciales estaba en casi todas las vallas del país. En las marchas políticas ya no se gritaba ?Cuba sí, yanquis no? sino una nueva consigna de difícil rima ?Abajo el bloqueo?. Yo miraba el plato casi vacío y no podía concebir cómo habían logrado sitiarnos las malangas, el jugo de naranja, los plátanos y los limones. Me formé repudiando el bloqueo, no porque me tragara aquello del país que pudimos ser y nos lo habían impedido, sino porque todo lo que no funcionaba intentaban explicarlo señalando hacia él. Si mis amigos se iban en masa del país, era por la política de hostigamiento de Estados Unidos; si en el hospital de maternidad las cucarachas caminaban por la pared la culpa partía de los norteamericanos; incluso si en una reunión expulsaban de la universidad a un colega crítico, nos explicaban que éste se había dejado influir ideológicamente por el enemigo. Hoy todo comienza y termina en el bloqueo. Nadie parece recordar aquellos tiempos en que nos prometieron el paraíso, en que nos dijeron que nada ?ni siquiera las sanciones económicas- iba a impedir que dejáramos atrás el subdesarrollo.



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28 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El ángel del barrio

 

 

                

 

            Escribo estas líneas rodeada de escombros en mi piso de Madrid. El fontanero ha abierto ya cinco enormes boquetes en techo y paredes buscando la fuga de agua. Mete la cabeza por los agujeros y luego la saca y se la rasca. Esto es un misterio, dice, es lo más raro que he visto en mi vida. Yo trago saliva. Otro que no tiene ni idea de lo que está haciendo. Uno de sus ayudantes evita mirarme, no quiere que lea en sus ojos que piensa lo mismo que yo. Me dan ganas de preguntarle al fontanero jefe dónde ha aprendido el oficio, si tiene alguna preparación que lo autorice a  meterse en mi casa y empezar a hablar de lo raro que es todo mientras no arregla nada. ¿No tendrían que tener los fontaneros un carné de fontanero que los avale, y los panaderos, los electricistas, los albañiles...? ¿No tendría que exigírsele al que monta una empresa de fontanería que garantice que tiene la FP u estudios parecidos?, del mismo modo que se le exige al que monta una academia de idiomas o una clínica o una peluquería. Yo, mañana mismo, puedo ponerme un mono blanco, comprarme unos rodillos, unos cubos de pintura y tratar de pintarte tu casa y cuando me encontrase con algún problema decir que qué cosa tan rara. Desde luego como la experiencia y la habilidad innata no hay nada, todos desearíamos tener algún manitas en nuestra vida, aquel ángel del barrio que podía arreglarte desde el horno hasta el parquet, que se ganaba la vida dejando satisfecha a la gente, pero lamentablemente ese ángel se ha ido al cielo. Ahora hay mucho especializado en la nada, en marearte y sacarte el dinero. Sobre el asunto de la experiencia me viene a la mente la contradicción que siente un amigo mío hacia su cardiólogo que por un lado le salvó la vida y por otro le dejó de piedra al enterarse por los periódicos de que había sido detenido por ejercer sin titulación. Mi amigo dice que es justo que el cardiólogo vaya a la cárcel, pero que le llevará bocadillos.

            En este país a la titulación se la llama titulitis, el prestigio de la universidad está por los suelos y todos hemos estudiado la carrera renegando de los apuntes y de un sistema caduco, pero por poco que garanticen unos estudios universitarios o de cualquier otro tipo, el no hacerlos garantiza aún menos. Desde luego es más cómodo no pasar por ello, emplear esos cinco años en vivir la vida y luego falsear el currículo. Qué más da, como decía Jorge Manrique "si juzgamos sabiamente/ daremos lo no venido por pasado". No vamos a perder tan precioso tiempo en hincar codos para luego llenar una línea en la biografía y encima no encontrar trabajo. Roldán cuánto nos enseñaste con tu falso título y tu vida de fantasma. Nos enseñaste que este no es sólo el país de la titulitis sino de los pillos, los espontáneos y los delincuentes de guante blanco. De hecho no salimos de un caso Malaya y nos metemos en un caso Gürtel, con otros más en medio trincando de aquí y de allá en una maraña de avaricia y falta de la más mínima ética que revuelve las tripas. En este país se roba y se despilfarra sin que nadie se despeine, como si fuera lo más normal del mundo, mientras tanto ¿cuántas son las familias que no llegan a final de mes?  La figura de Correa cuadra perfectamente con una sociedad en que gusta mucho el espabilado, el que se mete con el coche en la distancia de seguridad que deja otro y a ser posible en el coche del otro, el que sabe atajar. Correa sabía lo que le gustaba a los señoritos, y los señoritos se creen que tienen derecho a todo. Y con todo ese panorama ¿nos atreveremos a darles un sermón a nuestros hijos sobre el esfuerzo y el trabajo?

Y pensar que tendría que estar viendo la exposición erótica del Thyssen para poder hablar de algo realmente importante, pero tengo que vigilar al fontanero. Le pregunto si está seguro de lo que está haciendo y vuelve la cabeza hacia mí dolido. Bajo la mía hacia el teclado intentado escribir, no puedo. Los martillazos, los ladrillos rotos por el suelo. Le grito "¿Ya?". "Aún no", dice. Me acerco prudentemente sin querer pasarme de lista y ante el destrozo le pregunto si no sería mejor pensar con calma dónde está el origen del problema antes de seguir destruyendo mi hogar. ¿Se cree que a mí me gusta hacer esto?, dice, tenga en cuenta que estoy haciendo lo imposible por no pedirle que quite todos los libros de esa pared. Ya sabía yo que era mejor callarse.

 

 

                       

 



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28 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Pacto de no agresión?

El siempre complicado, y nunca bien entendido, pacto entre caballeros de la actual literatura latinoamericana. Fuente: juajomolinaPasando por el blog The Art of Fiction del mexicano Mauricio Salvador leo la frase: "En lo personal creo que la gente debe relajarse respecto de Bolaño". ¿A qué se refiere? Al parecer, considera que existe una suerte de pasión chauvinista (chilena o latinoamericana, quién sabe) con respecto a Roberto Bolaño. Salvador menciona como punto de partida un artículo de Alejandro Zambra en La Tercera de Chile, en el que refuta bajo el título Historia Universal de la Envida un comentario de Richard Ford contra Los detectives salvajes. El desdén de Ford para Alejandro Zambra es una prueba más del "provincialismo" de los escritores norteamericanos a favor de su literatura y en contra de la literatura de cualquier otro escritor no gringo (hace poco comenté en un post que Philip Roth declaraba que sí, en efecto, la literatura en EEUU es la mejor del mundo). Mauricio Salvador recoge al respecto un post de Gonzalo Baeza titulado "Alejandro Zambra y las defensas corporativas" donde dice:Según Zambra, la herejía de Ford se explica en parte con el manido argumento que la literatura estadounidense es ?pagada de sí misma? o, en otras palabras, autorreferente y tal vez provincial. Una generalización tal sólo puede venir de alguien no familiarizado con dicha literatura o de personas cuyo acceso a ella proviene de lo que se traduce al español, sin reparar en los autores que año a año el mercado hispano ignora. (...) El problema es que, producto de este mismo provincialismo del que solemos acusar a los norteamericanos, sumado al hecho que en nuestros colegios no nos enseñen un segundo o tercer idioma (igual que a los gringos) y que no haya espacio en el mercado para traducir un mayor número de títulos estadounidenses, nos perdemos a una legión de buenos autores. Mirando mi biblioteca, que dista mucho de ser una colección de ?imprescindibles?, veo a un sinnúmero de nombres que probablemente jamás lleguen a un público hispanoparlante. A vuelo de pájaro, están los divertidísimos cuentos de Sam Lypsite, los relatos negros de Scott Wolven (quien, por cierto, sí ha sido aplaudido por Ford), Leonard Gardner (autor de un único y desgarrador libro, Fat City, que por sí sólo pesa más que la obra de muchos autores chilenos), Stephen Wright (autor de Meditations in Green, una novela clave sobre Vietnam), o el libro debut de Josh Weil, The New Valley, tres excelentes novelas cortas ambientadas en los bosques y valles de Virginia y West Virginia. Hace poco el blog de Amazon.com publicó una serie de entradas acerca de los libros más representativos de los 50 estados de EE.UU. El número de buenos autores ignorados por las editoriales españolas molesta más cualquier falta de reverencia que Ford pueda manifestar hacia Bolaño. La literatura de EE.UU tiene muy poco de provincial. Un buen ejemplo es Virginia, un estado particularmente retrógrado en lo cultural y cuya universidad pública sin embargo edita una de las mejores revistas literarias del país, el Virginia Quarterly Review. En sus páginas apareció recientemente la traducción al inglés de Bonsái de Zambra. Por lo demás, si bien se estima que apenas el 3% de los libros que se publican anualmente en inglés son traducciones, numéricamente es bastante más de lo que cualquier persona va a leer en su vida. Si vamos a hablar de literatura provincial, qué mejor ejemplo que las letras chilenas, cuya envergadura le permite a duras penas proyectarse regionalmente (basta comparar nuestra anémica producción con lo que ha pasado en la última década en Perú o bien con la tradicional vitalidad de la literatura argentina). ¿O acaso alguien ha leído la traducción al inglés de Palomita Blanca? Después de todo, si alguien inventó el ninguneo a Bolaño fueron autores como Jorge Edwards, quienes miran con condescendencia la adoración que le guardan escritores más jóvenes y sólo a regañadientes lo aceptan en el club, más por el peso de la evidencia que por un deseo de cederle un lugar en el pedestal que ellos mismos se erigieron. Todo ello sin mencionar el ninguneo a nivel regional, partiendo por un Carlos Fuentes que hace poco comentara cómo ni siquiera ha leído a Bolaño.Mauricio Salvador, orgulloso fan de la literatura norteamericana como lo prueba The Art Of Fiction y la revista Hermano Cerdo, está de acuerdo con Baeza y agrega:Si Zambra conociera un poco a Ford habría dudado dos veces antes de escribir eso. Sus opiniones, dice, son mezquinas y atarantadas. Yo creo que Ford está en todo su derecho de opinar lo que quiera sobre Bolaño. Lo que sucede es que Zambra vive en una especie de nuevo Mundo feliz en el que la crítica y las posiciones personales existen de verdad muy poco. Esta nueva edad dorada ha sido ensalzada por la marea de encuentros literarios y festivales, de antologías, etc., que han llevado a varios grupos de escritores a renunciar por completo a cualquier clase de crítica en nombre de la preciosa y conveniente amistad. Los escritores latinoamericanos se alaban a sí mismos y a sus amigos escritores con una facilidad que no cabe en alguien como Ford o Bolaño. A Zambra parece incomodarle que alguien ponga en entredicho la recepción de Bolaño como producto del vil marketing. No es tan raro, si lo piensan. Piensen en Bellatin, por ejemplo. Entre Ford y Zambra, veo más pagado de sí mismo a Zambra que al mismo Ford, cuya obra es grandiosa y que no ha lanzado frases envidiosas a su contemporáneo y amigo (y sin duda más famoso) Raymond Carver. Zambra escribe la defensa de Bolaño (él cree que necesita una defensa) en pago a la figura paterna de Bolaño, que abrió las puertas de muchos escritores latinoamericanos en Estados Unidos. Pero se olvida que en la literatura, como en todas las cosas, la gente puede pensar diferente sin por ello ser mezquino o envidioso. Pero los jóvenes escritores que se la viven en festivales, encuentros y antologías no comprenden esto o lo comprenden sintiéndose profundamente ofendidos si alguien opina negativamente de sus obras o de las de sus amigosLa última frase del post de Mauricio Salvador compete a este blog. Como prueba de la amistad y el supuesto pacto de no-agresión de la literatura latinoamericana, Salvador coloca este blog:Chéquense el Moleskine Literario, por ejemplo, donde todo es feliz y hermoso. ¡Ay, amigo Salvador! Si realmente todo fuera tan feliz y hermoso como en este blog, el mundo no sería lo que es ahora. Nadie quiere un mundo sin conflicto. Sin conflicto, sin mentiras, sin mala onda, sin envidia, sin traición, sin agresión, sin dolor, no habría literatura. No habría Richard Ford, no habría Zambra. No habría The Art of Fiction. No habría Moleskine. Y sobre todo, no habría un escritor que escribe novelas "demasiado largas" como el extraordinario Roberto Bolaño. Felizmente, entonces, el mundo no es hermoso. Y felizmente hay tantos blogs dedicados a insultar agresiva, instintivamente, a todo escritor que pasa por el frente que Moleskine puede covertirse en un refugio donde las ideas disímiles -como lo comprueba este post- pero no groseras encuentran un lugar. Peace and Love. Todo OK. (P.D. Yo también amo a Pip y quiero que le den el Nóbel).



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28 de octubre de 2009
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Resurrección y metáfora (II)

El grano de trigo que al caer en tierra no muere,  perdura estérilmente, mas si muere será portador de fruto" (San Juan, XII, 22)

La verdadera vida, la vida al fin descubierta e iluminada, la única vida plenamente vivida es la literatura. ( À la Recherche du temps perdu ...IV, 474)

Ha de crecer la hierba y han de morir los niños  (Victor Hugo)

Indicaba que la utilización por Proust de la palabra  metáfora va más allá de lo que ésta designa estrictamente en lingüística. Metáfora en la Recherche es en cierto modo todo aquello que engloba el término tropo, es decir, toda modalidad que permita vincular una palabra (o conjunto de palabras) expresiva  de una vivencia a una palabra expresiva de una vivencia diferente pero que guarda alguna relación con la primera. De ahí que  sinécdoque o metonimia (en las múltiples acepciones de ambos ) sean también términos útiles a la hora de designar los procedimientos mediante los que cabría explicar las singulares vivencias del Narrador. Lo importante es en efecto  que Marcel Proust atribuye a su metáfora ese poder de hacer que los productos de la imaginación aun no siendo actuales tengan la acuidad de lo que sí lo es, aun siendo ideales escapen a la astenia propia de la abstracción (IV, 451), ello ocurre simplemente por el hecho, ya descrito de que el lazo que constituye la metáfora trasplanta a lo imaginario la densidad e inevitabilidad de lo que sí está presente. Para entender que este poder permita escapar al tiempo basta con que demos a este término el sentido ordinario en el que la vivencia pasada es incompatible con la vivencia presente:    

 «La verdad sólo emergerá cuando el escritor, tomando dos objetos diferentes, establecerá su relación, análoga en el mundo del arte a lo que la relación única de la ley causal es el mundo de la ciencia, y los encerrará en los anillos  de un bello estilo; asimismo cuando, al igual hace la vida, vinculando una cualidad común a dos sensaciones, extraerá su esencia común, reuniéndolas y sustrayéndolas a las contingencias del tiempo, en una metáfora" (IV, 468).

Una precisión: La concepción de la imaginación que sustenta estos párrafos, a saber, su intrínsica vinculación con lo ausente, deja abierta la puerta tanto a que su contenido sea el pasado como simplemente lo alejado en el espacio o lo que pueda advenir. Sin embargo hay razones para privilegiar el pasado en la medida en que sólo con fragmentos de lo ya vivido (o de lo que aun presente está de hecho convirtiéndose en pasado) se forjan las imágenes de aquello a lo que cabe acceder, es decir de lo designado por la palabra futuro.

El mecanismo de hacer que tenga acuidad lo que es sólo producto de la imaginación está en el texto citado explícitamente vinculado a la tarea de la  escritura.  Me atrevería sin embargo a precisar que se trata e la dimensión inevitablemente poética de toda obra literaria en el sentido cabal del término, dimensión omnipresente a lo largo de la Recherche  y que con un poco de trabajo cabe incluso extraer del conjunto de la obra, independizarla de la tarea narrativa.

Me atrevo a decir que esta modalidad del lenguaje ajena toda instrumentalización del mismo y generadora de profunda dicha es para todo hombre la originaria y aquello que está operando cabe vez que tenemos la fortuna de sentir que la presencia efectiva es en efecto ocasión de que la imaginación se libere de la astenia, cada vez por ejemplo que el ser en nuestros brazos es efectivamente amado. Me atrevo a decir que no hay amor sin metáfora, no hay amor sin retorno al origen, sin reencuentro con la plena acuidad de la palabra.

La inevitabilidad para todo humano de insertarse en el juego de lo que Proust denomina metáfora, y el hecho de que hacer fructificar las posibilidades de la metáfora sea la esencia de la literatura explica está radical afirmación de la Recherche según  la cual la verdadera vida  es la literatura. Nuestra vida cabalmente humana se inició mediante inmersión en el juego de las metáforas y habiendo sacrificado tal origen en un mundo de representaciones dónde fructifican las malas hierbas de la costumbre, el amor propio, las pasiones condicionadas por la imitación y la inteligencia abstracta, la buena suerte de retornar a la literatura es efectivamente una resurrección.

La tarea que Marcel Proust se impone es la exploración del  mecanismo que posibilita ese singular  retorno de lo que, en el tiempo físico, está irreversiblemente perdido. Se trata sin duda de describir, mas no  de describir lo preexistente al lenguaje (de tal forma que el lenguaje sería extrínseco a la naturaleza de lo descrito) sino aquello que nunca fue, de hecho, indisociable de los mecanismos del propio lenguaje. De hecho la metáfora no efectúa milagro alguno, porque el milagro consistiría en hacer revivir con el espíritu lo que tiene realidad empírica, y la metáfora  no da vida sino a lo que desde siempre se plegó a sus propias leyes. Sólo aquello que hemos vivido  desde el origen como trabado en un juego de metáforas, como reducido a material de las mismas, aquello que nos afectó ya entonces en lo que nos marca como humanos, puede ser recuperado en toda su acuidad mediante un expediente lingüístico.

Los paisajes y los seres humanos que dan cuerpo a la obra,  nada valen por si mismos fuera del papel que en ella juegan. En realidad todo ello  es  a la obra tan sólo lo que el contenido esquemático presente en el óvulo es al grano llamado a desplegarse y madurar.

"esta vida, los recuerdos de sus tristezas, de sus alegrías, constituían una reserva análoga a este álbum recogido en el óvulo de las plantas, y en el cual éste extrae su alimento para transformarse en grano, en ese tiempo en el que se sabe todavía que el embrión de la planta se desarrolla, siendo como es lugar de fenómenos químicos y respiratorios secretos y muy activos" (IV, 478)

Y no sólo pueden morir los intérpretes, sino que también ha de hacerlo el yo convencional (con todos los recuerdos conscientes que lo alimentan) del Narrador,  al igual-nos dice- que la muerte del grano es el precio del desarrollado de la planta, recordando así la tremenda verdad de los versículos de San Juan:  "El grano de trigo que al caer en tierra no muere,  perdura estérilmente, mas si muere será portador de fruto"

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28 de octubre de 2009
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Cuéntamelo otra vez, y luego otra

El misterio del cuento, novela, serial o folletín, sigue dando trabajo a los filósofos. Nada nuevo. Desde Aristóteles mareamos el asunto, aunque él hablara del drama. A pesar de la abismal diferencia entre su sociedad y la nuestra, la afición ya le parecía chocante. ¿Por qué nos gustan las historias? ¿Por qué nos sumergimos en relatos absurdos hasta olvidarlo todo? Quizás en tiempos de Aristóteles pudiera ser un mero recreo señorial, pero en sociedades agobiadas por la guerra, el hambre, el trabajo o la represión política, las historias tienen igual éxito. No, no es cosa de divertirse, es una necesidad más honda.

    Los filósofos cognitivos, híbridos de neurólogo, biólogo y sociólogo, tratan de dar una justificación a fenómenos tan pasmosos como la trilogía de Larsson. A veces las explicaciones son someras y decepcionan. Por ejemplo, lo definen como un instrumento de ayuda para la supervivencia y la reproducción. Las novelas, las fábulas, nos harían resistentes y nos enseñarían técnicas para superar accidentes que afectan a nuestro equilibrio o a nuestra sexualidad. Es la posición del evolucionista Brian Boyd en su reciente "On the origin of stories". Otros lo consideran parte de la relación ontológica del humano con el juego y lo comparan con las burbujas de fantasía que los delfines expulsan sin función ninguna, por capricho. Lo que iguala literatura, macramé y bailar la jota.  

Es más tentadora la opción de Boyd. ¿Un acceso al mundo de la dificultad, vencida por el ingenio? El joven Harry Potter se enfrenta al universo de los ogros, los unicornios, los demonios y los brujos, con la estimable arma de la tecnología. Porque la varita mágica y los conjuros no son sino disfraces del ordenador, el móvil y otros aparatos que actúan a distancia, con ellos el niño puede controlar el agobiante mundo que le rodea, o así se lo parece durante un rato. "Madame Bovary" sería un manual de instrucciones para adúlteras: si eres tonta te saldrá mal, aprende a ser lista. A lo mejor Kafka nos enseña a sobrevivir a RENFE y la Telefónica.

Artículo publicado el sábado 24 de octubre de 2009.

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28 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El rojo

En diversas ocasiones he deseado pintar un cuadro rojo. Siempre he sentido que acertando con este color lograría -supuestamente- la obra maestra. Efectivamente el rojo es capital y, en consecuencia, captarlo en su punto justo sería como cortarle la cabeza.

Es comprensible, por tanto, que se resista una y otra vez a las operaciones que pretendan su necesario degüello.

La sangre que emite el rojo y el rojo que emite la sangre forman un bucle que, -¿cómo decirlo de otro modo?- asustan. El rojo impone. Tanto como impresiona la visión de una hemorragia que proclama la tremenda  herida. En consecuencia un mal cuadro en rojo será insoportable. E insoportablemente tonante a través de casi cualquiera de los tonos que rondan al rojo o "colorado". Siendo el colorado, por antonomasia, el temible amo que rige en la locura del color.



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28 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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País de un solo juez

¡Qué misterioso país! Un solo juez lo hace todo. Perseguir terroristas, procesar piratas somalíes, rebuscar en las fosas del franquismo, desmontar las tramas de corrupción de los partidos, y todo eso después de procesar a Pinochet, revolver en los crímenes de Estado o golpear al narco. ¿Y qué hacen los otros jueces? A veces se diría que rabiar por lo mucho que trabaja el juez único e incluso dedicarse a buscarle las cosquillas para ver si se le puede pillar en fragrante prevaricación.

Pero no generalicemos. Seguro que hay muchos jueces trabajadores y diligentes que son alérgicos a los focos y a la prensa, pero hacen su trabajo con enorme profesionalidad y pundonor. Aunque sea todo un misterio que casi ninguno de los grandes casos caiga en sus manos, no vamos ahora a convertir las hiperactividad de uno en motivo de humillación de todos los otros. En todo caso, un país de juez único es doblemente preocupante. Por la inactividad de unos y por el enorme poder del otro. Aunque peor sería el país, sin duda, si quedara en manos de los jueces de la siesta. De manera que viva el juez y viva el país que puede permitirse el lujo de confiar sólo en una toga para el mantenimiento de una cierta decencia pública.



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28 de octubre de 2009
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El Boomeran(g)
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