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¿No ves que ya no somos chiquitos?

Fui uno de los (muy) afortunados que el viernes por la noche asistió al concierto en que Luis Alberto Spinetta repasó varias décadas de creación musical. Sugestivamente, Spinetta adoptó una línea narrativa que desandaba el tiempo. Eligió partir de su presente –de su banda actual- y encaminarse a la música de las bandas de su pasado, concluyendo con las tres que dejaron una marca mayor en el rock en español: Invisible, Pescado Rabioso y Almendra –así, en un orden perfectamente inverso al de la Historia.

         Durante poco más de cinco horas (si no es un récord digno del Guinness, le pegó en el poste) y mediante cincuenta canciones, Spinetta intentó dejar testimonio de las cotas de belleza que esta música –la suya, pero también la de los músicos que versionó- alcanzó en casi medio siglo de búsquedas estéticas. Por algo empezó dando cuenta de una lista de músicos a los que también querría haber versionado y no llegó, por (obvias) limitaciones de tiempo. (Entre ellos estaban, por ejemplo, Andrés Calamaro y el Indio Solari.) Por eso también tocó canciones de sus colaboraciones con Charly García y Fito Páez, que subieron para ello al escenario, y otras de autores que considera insoslayables, como Tanguito, Pappo y Miguel Abuelo –muertos hace tiempo- y también Gustavo Ceratti.

En este sentido, aun cuando se promocionó el concierto como una cabalgata por la carrera de Spinetta, quedó de manifiesto que el artista quiso decir también que, en primer lugar, no sentía que estuviese contando tan sólo su historia; y en segundo término, que estaba defendiendo esa cualidad que podría definirse como interdisciplinaria que es, o tal vez fue, inherente al rock: su capacidad de asumir como propias todas las búsquedas y las influencias, entablando un diálogo intercultural fructífero fuera de cuyo marco y de cuya esencia no sería ni siquiera comprensible. Por eso no extrañó que dijese que sin Mariposas de madera de Miguel Abuelo no habría existido Muchacha ojos de papel. Ya desde su fundación, el rock sostuvo siempre esta doble vía de procesar influencias: por un lado estaba su forma de interpelar la(s) tradición(es), y por la otra su deseo de encontrar pares coetáneos con los que dialogar para superarse(se), a la mejor manera de la sana competencia que sostuvieron en su momento Lennon y McCartney.

La extensión del concierto no habló tan sólo de una carrera larga, sino ante todo dio cuenta de la riqueza de las músicas que Spinetta y sus ocasinales compañeros de ruta crearon a lo largo de estos años. Allí sonaron canciones pop, aires y arreglos de jazz y efluvios de música contemporánea, rhythm & blues, heavy rock y otra media docena de subgéneros, todo tamizado, por supuesto, por la sensibilidad sublime del Spinetta de quien tanto se habla como poeta –que lo es, nadie lo duda- pero del que nunca se dice lo suficiente como músico. Sin ir más lejos: hace muchos pero muchos años que no escucho una banda tan precisa e inspirada al mismo tiempo como la versión de Invisible que interpretó Perdonado (Niño condenado).  

           La misma decisión de ir de adelante para atrás reclama una interpretación que va más allá de la apelación a la nostalgia. Es verdad que la mayoría de los que allí estábamos no debe haber oído nunca en vivo a Almendra, ni siquiera en su reencarnación de la época de El valle interior. Pero el demoledor tres-dos-uno que propinaron las actuaciones sucesivas de Invisible, Pescado Rabioso y Almendra me dejaron en un estado del alma que trascendió el éxtasis para llegar a la inquietud. No voy a pretender que  esto fue algo deliberadamente buscado por Spinetta, aunque no lo descarto. Lo cierto es que, después de ese breve contacto con la versión sonora de la Arcadia que supuso la resurrección de esas tres bandas, me quedé dando vueltas como un trompo. Preguntándome por qué la mayoría de las músicas que hoy suenan tienen algo del Rock Según los Teletubbies, en franco contraste con la riqueza, la ambición, el delirio y el lirismo del Rock Según Spinetta & Co. Fue como si Spinetta nos hubiese conducido cual flautista de Hamelin hasta el filo del abismo para despertarnos antes de caer y decir: este fue el vórtice del que escapamos hace cuarenta años mediante el arte, y este otro es el vórtice ante el que estamos hoy. ¿Qué harán ustedes para sortear el vacío, para construir puentes donde no hay nada –para lograr que mañana sea (¡otra vez!) un momento mejor?

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6 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Más listas

Mis vecinos de  Babelia preparan la madre de todas las listas, la lista de los mejores libros publicados este año en España.  Para contribuir con el espíritu deportivo de estas encuestas (ya he dicho que documentan la fugacidad), incluyo ahora la de dos interlocutores de esta bitácora, y sumo la mía. 

Heike Scharm, especialista en narrativa española contemporánea, y Samuel Andrés Arias,  crítico bien informado y blogero alerta,  demuestran la diversidad (una forma de la inteligencia crítica) de estas listas de buena voluntad.   Heike recomienda libros publicados en alemán, inglés y español; Andrés, libros de latinoamericanos, indistintamente de su lugar de impresión; yo, libros de españoles (publicados en España) y de latinoamericanos (publicados en cualquier parte).  No se por qué piensas tú, lector, que te excluyen estas listas, cuando la tuya es tan buena como cualquier otra.  Todo demuestra que es más difícil incluir que excluir. Parece, en efecto, más fácil no incluir los libros publicados en América Latina pero, en verdad, es más complicado: el lector no se debe al lugar de impresión, y la lectura se ha hecho ilimitada gracias a Internet.

Cualquier lector puede adquirir cualquier libro en cualquier librería virtual.  Y puede, si es avisado, consultar en red (hay excelentes portales literarios) las reseñas de un libro publicado en Buenos Aires, Santiago, Lima, La Paz, Bogotá, Caracas, Quito, Centro América, México; para no hablar ya de la producción editorial en las ciudades del libro que hay dentro de cada país hispano, representada por ese gran espacio de cultura democrática que son las Ferias del Libro, donde van a dar todos los libros, los de las más grandes y más pequeñas editoriales, sin país de origen, postulando que el español es universal. Si el lector es sensible al destino del español en este mundo, tampoco dejará de lado los libros publicados, en su lengua, en Estados Unidos. 

Incluir es apostar por la concurrencia de la lectura; esto es, por un lector mejor educado.

Que tus lecturas sean mejores que las mías.

 

 

Heike Scharm

 

Herta Müller. Preferiría no haberme encontrado conmigo misma hoy (Heute wäre ich mir lieber nicht begegnet), Hamburg: Rohwolt Verlag, 1997. Traducción al castellano pendiente.

Sabido es que los premios de literatura cumplen la función de máquinas de promoción, y que no son necesariamente reflejo de la calidad literaria de una obra. Me alegra ver, sin embargo, que el premio Nobel de este año reivindica una obra de alta calidad, casi desconocida a nivel mundial y muy poco traducida. Hasta ahora, sólo cuatro de las diecinueve novelas de la escritora rumano-alemana han sido traducidas al castellano. Plena de imágenes kafkianas, su escritura, a la que resisto reducir a "feminista" o "femenina," vacila entre los ámbitos de la poesía, el pensamiento y la narración, sin nunca caer en una sabiduría tipo calendario, como le pasa a tantos escritores que intentan hacer pensamiento con la literatura. Siempre inesperadas, las observaciones y reflexiones, narradas con palabras simples pero exactas, convierten la lectura de esta novela en placer y estímulo continuo.

Más allá del interés que pueda despertar una escritora que vivió y escribió durante 34 años bajo una dictadura (da la casualidad que son los mismos años del franquismo), la novela trasciende su contexto político-histórico ya que al dejar que el ambiente de la opresión totalitaria invada la vida cotidiana e íntima, logra comunicar su experiencia a cualquier lector. El inicio de la novela evoca el ambiente sofocador del Proceso de Kafka: "Me han citado. El jueves a las diez en punto. [...] Desde las tres de la madrugada he escuchado el sonido rítmico del despertador: citado, citado, citado". Más tarde aprendemos que la narradora está sujeta a interrogatorios frecuentes por su intento fallido de escapar. La novela es un largo monólogo interior la mañana en que sale hacia el interrogatorio y, más tarde, de regreso a casa. Profunda, por carecer de cualquier pretensión de profundidad, Herta Müller captura en las banalidades, objetos, recuerdos y observaciones de cada día, el terror y la lucha de vivir bajo una dictadura. Evitando cualquier tono melodramático, lo narra con una voz ligera, entre vulgar y poética, burlona más que desconsolada, absurda y familiar como el aroma a "licor, café, cigarrillos, desinfectantes y polvo de verano" que  se desprende de sus páginas.  

Antoni Tàpies. En blanco y negro. (1955-2003). Ed. Xavier Antich. Barcelona: Galaxia Gutenberg, Circulo de Lectores, 2008.

El pensamiento artístico y crítico de Antoni Tàpies, recogido en esta colección de ensayos y entrevistas, parece más relevante  hoy día que en los momentos de su primera publicación. Respeto por la naturaleza, interdisciplinariedad y diálogo son la base de su obra plástica, visual, y también escrita. Lejos de caer en un misticismo gratuito, los ensayos de Tàpies recuerdan el poder del arte como acto de comunicación, al igual que sus muros pintados, que acoge y supera contradicciones, que construye puentes entre el este y oeste, entre un siglo y otro, entre el hombre y su cosmos.

Raoul Eshelman. Performatism, or, the End of Postmodernism. Colorado: The Davies Group Publishers, 2008. Traducción al castellano pendiente.

Aunque el título de este ensayo-libro del académico alemán-estadounidense puede despistar al lector (no propone realmente una ruptura con el postmodernismo, sino más bien, digamos, nuevas direcciones), Eshelman describe un fenómeno actual del arte: la forma de desfase o creciente divergencia entre la recepción de una obra (actitud, valoración, análisis, comprensión) y la obra misma (significados, potencialidad, mensaje). Llamando la atención a la insuficiencia de herramientas postmodernas a la hora de analizar obras de arte actuales, propone nuevos acercamientos ("post-posmodernos"), que aplica a disciplinas diferentes, como  la arquitectura, la literatura, el arte, cine, etc. El gran mérito del libro de Eshelman, mucho más quizá que  el mapeo mismo de las "nuevas teorías post", está justamente en plantear el estado de la cuestión al llamar la atención sobre la insuficiencia de las teorías postmodernas, tan enraizadas en el siglo pasado, y sumamente limitadas para nuestra era global.

Salvador Pániker. Asimetrías. Barcelona: Random House, 2008.

Para mí lo mejor y comprensivo del pensamiento de Pániker. Asimetrías es un libro-ensayo con un fuerte componente ético (sin moralizar o predicar) que anima a pensar, y que ayuda a vivir. Como en obras anteriores, Pániker re-examina críticamente el pensamiento occidental de una manera "retroprogresiva". Sin embargo, como el subtítulo indica, no se trata de una obra tradicionalmente filosófica dirigida a especialistas o académicos. Más bien, son "Apuntes para sobrevivir en la era de la incertidumbre," accesibles y de gran interés para cualquier lector. Estos apuntes, o "filosofía," si queremos llamarla así, divididos en ensayos profundos, cortos y manejables, son sobre todo una invitación a repensar críticamente nuestras tradiciones, religiones, opiniones, y actitudes occidentales, para recuperar valores disminuidos o hasta perdidos, al recordar que "la esencia de la persona es relación". Si la modernidad proclamó la muerte de Dios, y la posmodernidad el fin de las trascendencias, Pániker nos anima a abrir los ojos a nuestra nueva era de hibridismo, y recobrar en ella (y gracias a ella) otro tipo de trascendencia, a la vez íntima y colectiva, llamándola empatía, solidaridad, pluralismo, y respeto al próximo.

 

Samuel Andrés Arias

http://elcuadernodesamuel.blogspot.com/

La vida breve de Juan Carlos Onetti. Creo que no hay mucho que decir, excepto que llegué a ella tarde. Pero ¿qué es tarde? si la ventaja de los libros es que son pacientes y saben esperar al lector el tiempo que sea necesario. Fue llevada a juicio en El cuaderno de Samuel.

 

El manual del distraido de Alejandro Rossi. Sobra decir que también llegué tarde a Rossi. Si así era escribiendo, no me imagino el placer que debería ser charlar con él cara a cara.

 

Trabajos del reino de Yuri Herrera, editado por Periférica. Es una bonita fábula literaria sobre el narco mexicano. Ver la reseña que le hizo Camilo Jiménez en su blog El ojo en la paja.

 

El viento agitando las cortinas de Juan Carlos Rodríguez. Es el primer libro de cuentos publicado por este autor. Muy bueno. De los pocos que valen la pena de lo recientemente publicado en Colombia. Fue llevado a juicio en El cuaderno.

 

El viaje a la ficción de Mario Vargas Llosa. Confieso que soy un ferviente "vargasllosista" (siempre y cuando estemos hablando de literatura). Estos ensayos, además de disecar con inteligencia y tacto la obra de Onetti, muestran un profundo amor por el autor uruguayo, devoción que comparto con Vargas Llosa.

 

 

Julio Ortega

 

1. Españoles

Julián Ríos: Puente de alma, Galaxia. Ríos hace en el idioma español lo que los grandes narradores del inglés hacen hoy con el suyo:  utilizarlo no como un instrumento para representar el mundo sino como una materia para des-representarlo, libre del sentimentalismo, el lugar común, y la confesión campantes.

Manuel Vilas: Aire nuestro, Alfaguara. Vilas se ha propuesto inspirar la próxima gran rebelión de los lectores que batallan contra la resignación de un idioma peñas arriba. Y no lo hace desde fuera sino cuerpo a cuerpo, en la pública esfera redundante, contra los sucesos que acontencen en la rúa.

Vicente Luis Mora: Tiempo, Pre-Textos.  Más suelto de versos, estos poemas restados del tiempo, como su libro de deshoras, lo consagran, refutan, interrogan, cristalizan, plenos de sanidad sonora.

José Ovejero: La comedia salvaje, Alfaguara.  En el espejo de Goya, desde el carnaval esperpéntico de Valle Inclán, esta alegoría postula que la vida española está fundada en la violencia. Una pesadilla de la que sólo se puede salir leyendo.

Juan Francisco Ferré: Providence, Anagrama. Tiempo sin silencio, el nuestro, nos dice Ferré, está hecho como un nuevo retablo de las maravillas.  Con humor y vitalidad, se sobreimpone a sus interlocutores nortamericanos, no sin desenfado gozoso en un español, por fin, universal.

 

 

2. Latinoamericanos

Sergio Ramírez: El cielo llora por mí, Alfaguara. Deliciosa parábola policial de la búsqueda improbable de la verdad en un mundo que prescinde, rentablemente, de ella. Todo lo que nombra lleva la feliz urgencia de hacernos parte de su relato.

Cecilia Vicuña and Ernesto Livon Grosman, eds. The Oxford Book of Latin American Poetry, Oxford University Press. Espléndida edición bilingue que suma, traduce y resume la larga vida de la poesía latinoamericana, desde sus voces nativas hasta sus voces de relevo.

 

César Gutiérrez: Bombardero, Norma. A partir del ataque a las Torres Gemelas, esta edición accessible recorre las instancias del horror contemporáneo (la política sin polis, la civilizacion sin civitas), de cuyas ruinas sólo nos queda el horror, la risa y la novela.

Rodrigo Fresán: El fondo del cielo, Mondadori. Fresán no se rinde al éxito de una u otra de sus novelas, y lo apuesta todo a un nuevo camino.  Posee el genio de la variedad, y cada escena suya es más cierta en ilusiones ganadas.

María Auxiliadora Alvarez: Las nadas y las noches, Candaya. A Mario Campaña, editor de diálogos trasatlánticos, se debe esta muestra de una notable poeta venezolana, heredera del gran Juan Sánchez Peláez, cuya poesía completa (Lumen)  a punto de ser convertida en pulpa, es recuperada por esta vigilia de filiaciones y reparaciones. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



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6 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Wislawa Szymborska collage

Szymborska y su libro collage. Fuente: elpaís " (...) qué buena es... extraordinaria, genial, serena y apabullante a la vez, totalmente envidiable" dijo Rocío Silva Santisteban en el "Test de Wilde" de Puente Aéreo sobre la premio Nobel polaca Wislawa Szymborska. Y para que la "envidie" más hay que añadir que la poeta, además, es una artista plástica interesante con el papel y la tijera. Dos libros nuevos suyos se asoman a España. Como un adelanto de "Babelia" de mañana, aquí El País hace un homenaje fotográfico a los collage de la polaca:León encima del coche Hombre en bañera Dedo y mujer Hombre tumbado con frase "demasiado pensamientos" Menina en el paisaje Torre de maletas



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4 de diciembre de 2009
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Las Cenicientas de la creación

He aquí una pregunta que me (per)sigue desde que comencé a trabajar en este rubro: por qué –por qué, ¡POR QUE!- esa obstinación de parte de tanta gente (productores, directores, actores) en negarnos entidad a los guionistas.

         Pocos días atrás fui a cenar a la casa de Guillermo Martínez, uno de los mejores escritores argentinos de hoy, para homenajear a nuestra editoria holandesa, Nelleke Geel, que estaba de visita en la Argentina. Allí me crucé con otra gran escritora, Claudia Piñeiro, la autora de Las viudas de los jueves. (Novela que adapté al cine con Marcelo Piñeyro.) No sé cómo salió el tema, pero Claudia me habló de una nota que recientemente había salido en el semanario cultural Eñe del diario Clarín. La firmó Sergio Vainman, autor de muchos éxitos televisivos y actual presidente del Consejo Profesional de Televisión de Argentores. Y lo que la inspiró fue otro artículo periodístico en el cual, mientras se celebraba la excelencia  de una obra (en este caso, el programa de TV Trátame bien), se ignoraba por completo la participación de los autores en ese proceso.

         Pocos días después me la envió por mail. Tenía razón, el artículo vale la pena.

         Vainman arranca con maravillosa ironía, recordando que la idea de la autogénesis o generación espontánea ha sido desterrada del pensamiento científico hace mucho tiempo. Ya el viejo Lear sabía claramente que nada sale de la nada. “Todos acuerdan con que de la nada no surgen microbios, pero algunos sí parecen aceptar que de la nada… o de nadie, para ser más preciso, puede surgir una obra audiovisual digna de análisis sociológicos, generadora de pensamientos y adhesiones masivas”, dice Vainman.

         Después de dar detalles sobre el artículo que motivó su indignación (según dice, los actores hablaban largamente, en paralelo a sociólogos, psicoanalistas y científicos de toda laya que opinaban sobre el programa y sus personajes), Vainman se pregunta: “¿Este espectáculo nació de la nada? ¿Un día, un grupo de actores se reunió y como producto de una improvisación genial dio a luz estos personajes? ¿Fueron creados, acaso, en un laboratorio sociológico? ¿Son, tal vez, ejemplos de algún Manual de Psicología de la Conducta?”

         “A pesar de que el extenso artículo no lo diga –prosigue Vainman, refiriéndose a los personajes de Trátame bien-, esta familia representativa quizás de los argentinos de hoy; estos personajes contradictorios y polémicos, tan analizados por todos; estas situaciones de alta conflictividad que impresionan a sociólogos e identifican a los espectadores, no son reales (aunque sean realistas); nacieron de las cabezas, de los espíritus, de la sensibilidad y la experiencia personal de un grupo de personas: LOS AUTORES… Autor, según el diccionario, es el responsable de un hecho, el que lo origina, el comienzo. Y si para la ley, autor de un delito es aquella persona penalmente responsable y merece un castigo, lo mismo debería ocurrir con un programa de televisión por el cual puede un autor ser condenado por plagio, pero no merece – al menos eso se desprende del contenido de este artículo – no digamos ser entrevistado o requerida su opinión, sino siquiera ser nombrado”.

         “Los devenires del mundo del espectáculo en la Argentina –concluye Vainman- van marcando una tendencia en donde la pérdida de la identidad de las obras se manifiesta en la dilución cada vez mayor del creador. Esto, curiosamente, no se debe a un colectivismo socialista que desplace a la propiedad privada de las obras intelectuales, sino al objetivo por parte de otros integrantes del proceso artístico de apropiarse y de concentrar los méritos y las retribuciones sociales, artísticas y económicas correspondientes al autor. Y no sólo en televisión: el teatro y el cine muestran palmarios ejemplos de la misma apropiación”. El artículo termina reparando la injusticia al nombrar a los autores del programa: Susana Cardozo y Pablo Lago, “que se tomaron el trabajo de pensar, en el tiempo que les tocó, cuál era la mejor forma de dejar testimonio de la sociedad en la que vivieron y murieron, a través de la voz de sus personajes”.

         Una cosa es que los guionistas / autores estemos acostumbrados a tolerar este tipo de apropiaciones, y otra muy distinta es que las toleremos, o las consideramos justas.

Esa noche en lo de Guillermo Martínez terminó con otro golpe a mi autoestima, cuando un productor famoso (que no pienso nombrar, así que no insistan) me contó como si fuere una gracia que a menudo se olvidaba de invitar a los guionistas al estreno de las películas que escribían…

Qué se le va a hacer: somos las Cenicientas del arte.

Por ahora.

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4 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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DE GAYA A TRAPIELLO

 

El camino mejor para llegar a Andrés Trapiello es admirar a Ramón Gaya. Estoy en Murcia, naturalmente he visitado el museo dedicado a Ramón Gaya, ¡mucho más que un gran pintor! y he recordado algunos encuentros con este hombre esencial, tímido, casi secreto por su discreción y de una importancia notable en nuestra pintura. Un elegante velazqueño. Además, un excelente escritor, ensayista, poeta y una persona importante desde le ética y la estética. Una vez estuve unas horas en su casa madrileña, al lado de la Plaza Mayor, mantuvimos una conversación grabada que nunca se pudo emitir por fallos técnicos. Una torpeza muy marca de la casa, de la mía, claro.

En Murcia, la ciudad de su infancia, de su adolescencia y a la que siempre volvió, esa ciudad, ese sitio de "solitaria sustancia...una singularidad imprecisa, misteriosa, secreta, fina, inefable, indecible, invisible" Así se refería a su ciudad perdida. Esa ciudad desaparecida de su infancia que siempre llevó consigo.

Y de Gaya he pasado a su amigo- un camino fácil, lógico y sin muchos desvíos- el escritor que no cesa, el poeta, memorialista y editor Andrés Trapiello. Le conozco desde los años del pop y el trotskismo o casi. He seguido, con más o menos fidelidad, sus apuntes diarios, su "salón de pasos perdidos", esa novela de la vida cotidiana contada desde su ironía, su ternura, su sensibilidad y su mala leche. Muchas veces comparto su manera de contarnos la vida y sus intérpretes. Algunas veces son muy reconocibles, muy verdaderos y otras se nos presentan como pasados por las máscaras. Creo que Trapiello es ya el escritor español que más páginas ha publicado. Habrá que cotejar con Menéndez Pelayo, Galdós, Lope y no me acuerdo de ningún "Tostado" más. Seguramente en el futuro lo pasaré al ebook, lo leeré de manera electrónica, pero ahora los "trapiellos" ocupan unos cuantos metros de mis caóticas estanterías. Me gustan esos tomos de memorias, esos pasos agrupados en las ediciones de Pre-Textos- la misma editorial de Ramón Gaya. Editorial de muchas alegrías.

Voy abriendo un poco al azar este tomo último "Troppo vero" y me encuentro con páginas que me atrapan. Por ejemplo unas en las que se habla de las casas de los escritores, de las casas de la gente, de las casas de los amigos. ¿Somos cómo nuestras casas? Yo de vez en cuando me reconozco en algún espacio de mi casa. Otras veces creo que debería ser otro, en otra casa.

Y en mis días de fiebre, también tropiezo con éste espejo de mi mismo, de pensamientos que nunca había escrito contados por Trapiello: "Cuando se está enfermo los pensamientos que tiene uno se parecen mucho a los cachivaches del Rastro, son cada cual de su padre y de su madre, y salen todos desportillados después de haber servido a dos generaciones. Así que se acostumbra uno a verse como uno de esos restos de naufragio con los que juegan las olas de la playa durante horas, sin decidirse nunca ni a dejarlo en la arena ni a llevárselo mar adentro, y tan pronto lo pone en la playa una ola igual que la siguiente, igual que la que la precedió, vuelve a llevárselo"

Me gustan sus pensamientos, me duelen menos que los míos. Y me gusta compartir también con Andrés la admiración por Lichtenberg:"Solo nos duele algo si tenemos un pensamiento propio"

Recuerdo que alguna vez que algo me dolió. Pero no lo recuerdo bien.

 



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4 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Las cuajadas

Sin justificación, durante un tiempo se adquirió en casa la costumbre de tomar cuajadas. Nunca habría imaginado una adicción así.  De una parte la cuajada no merece encontrarse entre los elementos de una dieta tan asidua y sólo  una prescripción médica podría impulsar un consumo tan regular. Almacenar como veníamos haciendo nosotros, habitantes de una zona sin vacas, decenas de botes con esos cuajos denotaba un desequilibrio más.  Habíamos ingresado en la cuajada descuidadamente y después nos afanábamos en demostrar nuestra adhesión. La adicción familiar se mantuvo durante diez meses lo que da cuenta del desquiciamiento y la actitud acrítica con la que nos entregábamos a ese consumo abstruso de treinta botecitos semanales. No era razonable ingerir  tantas cuajadas ni creo que puedan tomarse en medida alguna visto el hartazgo que llegó después. 

Después de la abusiva experiencia familiar, todo aquello que hoy  contribuya a convertir la cuajada en abstracción mejora la relación con ella porque, al revés, toda referencia a lo concreto aboca  al rechazo.

La sensación es que se enseñoreó del frigorífico, acaparó  nuestra rutina,  nos empapuzó con su cuerpo viscoso y  nos brindó, entre su sabor blanco, dosis de inanidad hundida en sus blanduras. 

De hecho los botecitos, abandonados encima de la mesa  ante el televisor, o en las repisas,  nos envolvía como una escarapela de terror. Desde la cocina al salón siguen las cuajadas viajando en sueños  sin liberarnos de  su hondo olor  mamario que antes recibíamos como una delicia y ahora se alza como un plasma de hospital. Simultáneamente, toneladas de cuajadas estarán envasándose todavía en miles de potitos como aquellos y los miles de supermercados se abastecerán de los cientos de marcas diferentes servidas por las factorías donde las obreras se tapan con un antifaz la boca y las narices para no dejar que las esencias de las cuajadas se contaminen aunque, de todos modos, las verán oscilar temblorosamente en las grandes ollas industriales y comportarse como una masa  abúlica, en sí misma sorda y ciega.  

. Porque la cuajada desempeñó  dentro de nuestro hormiguero doméstico como el plumón que parasita al piojo o viceversa.  Esa cuajada sin personalidad, bobalicona y crasa, obtenía  toda la cualidad de una vana sustancia primordial y pura. Blanca, prácticamente insípida y amorfa adquiría su valor degustativo gracias a una posible función simbólica. La cuajada nos aguardaba en  la nevera, se ofrecía fielmente y se aprestaba a  dejarse hacer, saborear, palpar en la boca, perderse en nuestro interior como si hubiéramos deshecho entre el paladar y la lengua la consistencia de una teta y ahora el placer de ese pecho femenino lo hubiéramos absorbido en nuestro estómago.

 De la indolencia de la cuajada se obtenía el placer de su docilidad, de su falta de oposición a ser engullida  y aprisionada entre  nuestras papilas conseguíamos hacerla parte de  nuestro interior.

A partir de un momento no había ya rastro de cuajadas en casa pero por muchos meses permaneció su  olvido segregando suero, expresando la oblicua delectación  de antaño. El deseo de apoderarse del pecho de la mujer,   abismalmente perteneciente a ese cuerpo que escapa en su indiferencia. Cuerpos de mujeres cuajados de atracciones turgentes, mórbidas, redondeadas, blancas y blandas. Anhelados cuerpos de mujer cuyo último sabor se disipaba en una degustación desasosegante, interminable, insuficiente porque de nuevo ese sabor apenas percibido se alejaba más allá y sin alcanzar a aprehenderlo.  Día tras día consumiendo cuajadas con azúcar, hermosotas, suaves, cariñosas y siempre con su insolente modo de dejarse gustar sin nunca ofrecerse  por completo al gusto.



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4 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Juan Cobos Wilkins

 

 

            Juan es un gran poeta. Lo conocí primero como poeta y luego lo he conocido como amigo. Es un buen amigo. Es una persona excepcional, como si recogiera de su propia escritura cualidades para su espíritu, mientras que otros tienen que rebuscar en su alma algo que llevar a lo que escriben. Si tenéis ocasión de asistir a alguna lectura o conferencia suya, os alegraréis de escucharle. Es divertido, inteligente, claro y profundo. Y se entrega completamente, tanto para explicar algo importante como para dar la dirección de una calle, da la impresión de que Ha sido una gran alegría tropezarme en la vida con él en una edad en que uno cree que ya tiene más o menos hechos los amigos, bueno, pues entonces coincides con Juan y te das cuenta de que te faltaba y no lo sabías. Nos tropezamos por casualidad hace unos veranos, impartiendo unos talleres de literatura a jóvenes andaluces. Dábamos cuatro horas diarias cada uno. Él, poesía por la tarde, y yo narrativa por la mañana. Los chicos le adoraban. Y yo también, hicimos una maravillosa amistad. Las comidas, las cenas, los paseos, la calidez de Juan. No os lo perdáis, leed sus novelas y sus poemas, merece la pena.

            Nos hemos visto por última vez en Huelva, con motivo del Festival de Cine Iberoamericano, donde se proyectó fuera de concurso El corazón de la tierra, una estupenda película, del director Antonio Cuadri, protagonizada, entre otros, por Joaquim de Almeida, y basada en una novela de Juan, donde encontraréis una hermosa historia de amor a las Minas de Riotinto cuando eran explotadas por los ingleses y las clases sociales estaban desgarradas.

            Y acaba de salir y de ser aplaudido por la crítica su último libro, tras once años sin publicar poesía, Biografía impura  (Fundación José Manuel Lara). Hermosos versos que giran en torno al niño, el adolescente, el joven y el poeta que Juan es y en que nos convertimos todos en cuanto leemos:

            Un poeta no debe en primavera

            cruzar solo la tarde de los parques.

 

            Bajo las ramas se abrazan las parejas

            y la yerba humedece.

 

            No debe pasear

            en primavera solo por los parques.

 

            Hay nubes lanceoladas, vuelos, restos

            de amor usado ya en la tierra, y las lilas,

            tan suaves las lilas, cómo hieren.

 

            En primavera es peligroso el mundo.



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4 de diciembre de 2009
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Tras la palabra fin

El Narrador de la Recherche nos invita a tomarle como espejo, es decir, realizar en nosotros mismos una inmersión análoga a la suya, a fin de topar con la modalidad que para cada uno de nosotros adopta la verdad, lo que escapa a la distracción en la que cotidianamente nos vemos envueltos. Nos pone explícitamente en guardia contra el peligro que al respecto conlleva la "literatura", es decir, en este caso el recorrido pasivo del enorme relato del Narrador. Pues lo que el Grial significa para el Narrador es por definición intransferible, dada la concepción misma de la verdad defendida en este libro. Más bien que modelo de reto a asumir la  Recherche ha de ser un ejemplo moral de cómo comportarse ante un reto.

Sin embargo esta misma reflexión tiene matriz en el hecho de haber seguido el largísimo recorrido de la Recherche, lo cual significa que es en nuestra condición de lectores de la misma que hemos de dar respuesta a la interrogación general sobre el qué.

¿Qué cabe hacer para que alcanzada la palabra fin el libro siga sin embargo abierto?

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4 de diciembre de 2009
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III. El otro lado del mundo

Y el otro Berlín, el Berlín Oriental al otro lado del muro que partía la ciudad zigzagueando con su trazo rojo en el plano malva y magenta, la otra ciudad prohibida y desolada, llena de silencios y de ruinas de la guerra, edificios neoclásicos sobrevivientes de los bombardeos y otros alzados al estilo estalinista, como queques decorados, la otra mitad a la que se podía llegar a pie o en carro a través del Check Point Charlie, en el sector bajo control de Estados Unidos, o en los viejos vagones del tren elevado, o en los pintados de reluciente amarillo del tren subterráneo, para desembarcar en la  estación de la Friederichstrasse, que era la extraña y desierta puerta al otro mundo, excursiones pasaporte en mano para ver representar las piezas de Bertol Brecht en la Berliner Ensemble, el Teatro Negro de Praga, el ballet Bolshoi, o para adentrarse en la espléndida biblioteca de la Universidad Humboldt.

Excursiones de uno a otro mundo a través de los pasos vigilados del muro. ¡Cuidado, está dejando usted Berlín Occidental! Sarro sobre el rótulo donde está escrita la advertencia, el monte crecido a los lados de la vía, esqueletos de edificios, ventanas clausuradas con tablones, tapiadas con ladrillos, paredes en ruinas, paredes aún enteras que sobrevivían a la catástrofe como un decorado de teatro, las plataformas armadas con tubos en la Postdamer Platz para asomarse al otro mundo, detrás del muro la tierra de nadie, en el baldío la cerca de obstáculos en cruz, calles partidas por la mitad, las  mujeres que se asomaban a los balcones de los edificios grises a cada lado para mirarse de lejos. El muro de cemento que parecía el largo convoy un tren de carga detenido para siempre en las vías, a un lado las torres de vigilancia, al otro la mole sombría del Reichtag.

Bajo el cielo gris, el muro pintarrajeado del lado occidental por manos anónimas, marcado por las cruces que recordaban a quienes quisieron atravesarlo y perecieron asesinados en el intento, queda solamente en la memoria. Y en la memoria Berlín, la ciudad dividida de mi juventud, y de mi escritura.

 

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4 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Lange-Muller reseñada

Carátula de la edición alemana. Fuente: von bernd sperber Una de las mejores escritoras alemanas, Katja Lange-Muller, tiene la inusitada fortuna de que la editorial Adriana Hidalgo se haya fijado en ella. O, más bien, somos los lectores los afortunados. Ahora, la editorial argentina acaba de editar una nueva novela suya, Ovejas feroces, y aparece reseñada en el ADN Cultura:Basta recorrer con la mirada las primeras páginas de Ovejas feroces para respirar aliviado: el texto sale disparado en busca de la literatura. No hay aquí motivos ulteriores. No se trata de un potencial guión de cine, ni de un relato breve con injertos desmañados. De entrada, sabemos que hay una historia potente, que algo del orden de lo "necesario" impulsará la acción. Y aunque ese hecho sea tan banal como el recuerdo de un amor pasado, la urgencia apaña un misterioso móvil suplementario: la protagonista, de nombre Soja, acaba de encontrar un pequeño cuaderno de notas de Harry, quien fuera su pareja algunos años, antes y durante la reunificación alemana. Harry ya no existe, pero Soja descubre que el sucinto diario de su amante -89 oraciones sin cronología apuntadas durante el tiempo que compartieron- no contiene ni una sola referencia a ella. Nada. Ni su nombre, ni un vestigio de su existencia, ni la menor evidencia de su vida juntos. La narradora tomará entonces el camino del recuerdo de ese amor e irá reproduciendo, como hitos que demarcan el relato, esas 89 frases donde no se la menciona. [...] Esta novela de Lange-Müller es generosa y vital. Uno advierte la fruición del escritor que ha encontrado un contexto histórico y social que lo habilita a fundir la intimidad con lo que sucede más allá de la ventana del dormitorio de los amantes. La autora hace un exquisito uso de la anticipación, sin perder en ningún momento la escrupulosidad de no dejar cabos sueltos. La traducción es inteligente y sobria, guardándose los brillos -que la mejor literatura alemana siempre tiene- para los momentos adecuados. Y si bien la nostalgia es el destino inevitable de las novelas de amor, aquí la melodía del tiempo pasado nos llega con una sonrisa piadosa, que no se ahoga en el cinismo.



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3 de diciembre de 2009
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El Boomeran(g)
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