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Eder. Óleo de Irene Gracia

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El vaso de agua

De la banalidad de la vida cotidiana, de la banalidad de toda la vida en general, nada da mejor cuenta que el vaso de agua. No hay hogar sin su  vaso de agua referencial. El centro de la nada y de su totalidad. La representación de lo nada por ver y el todo de la transparencia que no oculta absolutamente nada.

De un u otro modo, en uno u otro estatus, el vaso de agua representa en cada  casa un mismo aforismo y un aforo similar en donde cabe el amor y el plomo de la muerte, la ingrávida amnesia y la insoportable presencia del dolor. O también, la ausencia absoluta y su mismo reverso encandilado en un recuerdo sin ningún color ni sabor. Pero el agua es además de incolora e inodora, insípida, dice la química, aunque quién podría pasar por alto su invisible potencia,  su influencia decisiva, su saber indecible o su amenaza inscrita en su consolación?

En la mesa, el vaso de agua cumple una función menos simbólica que sistemática, menos conceptual que orgánica, más apegada a la costumbre  que al ritual. Por el contrario, el vaso de agua que se lleva hasta la mesita de noche se erige como un imponente monumento a la muerte o a la salvación. En medio de la noche, a lo largo de ella, el vaso de agua vela el sueño y su pasaje interior. El resto de los objetos abandonan al ser que duerme o dormitan juntos a la vez que él. Sólo el vaso de agua, al estilo de las palmatorias, queda en plena vigilia, inmóvil y alerta,  a mano de quien padece la pesadilla o el insomnio, la indigestión o la frustración.

Los vasos de agua que llegan para aliviar un sobresalto o un desvanecimiento a lo largo del día son versiones menores del vaso de agua nocturno cuando la solicitud de su auxilio trasciende a una vicisitud previsible  y su intervención no tiene límites ni clara determinación. Ese vaso de agua que llega a los labios del enfermo es también el vaso de agua que, sin moverse un ápice  ni variar un mililitro su capacidad actúa como  amuleto ante el posible mal. Un mal a su vez indeterminado e incalculable al que deberá dar respuesta esa transparencia quieta, cristal sobre cristal, agua líquida sobre el material cristalizado, especie de fanal ecuménico  que atiende a todas las razas y condiciones siendo a su vez tan simple y crucial,  La elementalidad extrema con su característica de fatalidad.

Porque ese vaso de agua inocente es de otro lado la cara banal del mal mortal. El mal que asola y anula. El mal irreversible que se bebe sin antídoto posible,  la medicina de la nada que se traga como inocua y como la última desolación.  De este modo culminante ese vaso de agua nos preside, nos atiende o nos disuelve en él. Nos hace, en suma, iguales a él, una nada bendecida de piedad pero, simultáneamente, tan indicativa de nuestro final inminente como representa su mística infinita: el vaso que contiene un contenido sin diferenciación, que acumula un líquido sin coloración, que concluye su identidad en la adición de lo parecido,  simultaneidad del mundo contenido y de su apariencia, del significado y el significante, conclusión final de un mundo más allá de lo que se ve, más allá de lo que pesa y no puede verse, de lo que se toca pero no se apresa, de lo que se ingiere sin degustación, de lo que colma o nos ahoga sin guía ni una elección.

El sueño duerme junto al agua del vaso y esa línea se reproduce cada vez que en la vigilia se sacia la sed. El vaso de agua allana, aplaca, lleva la vida en su seno como un pecho sin relieve ni ondulación o en el mar sin horizonte que disuelve tanto la esperanza como el odio, la reverencia como el extremo rencor.



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26 de noviembre de 2009
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El otro Alas

Le llamé nihilista cuando tenía diecinueve años, y pareció como si Leopoldo Alas (‘Polo' o Leopoldito para los amigos) hubiese querido hacer honor toda su vida a ese adjetivo. Mi empleo de ‘nihilista' era cariñoso (aparte del respeto profundo que, sin yo serlo, me producen los seres que lo son), y estaba corregido por los otros epítetos que le puse en la antología ‘Cinco poetas del 62', seleccionada y prologada por mí en la revista ‘Poesía', un ya lejano día de 1982. Allí, precediendo a sus seis poemas elegidos, Alas era introducido como alguien que "toma el molde de la fábula, lo adorna con una especial zumba y un sabio soniquete infantil que realza el broche nihilista de su verso". Dos de los poemas de la antología trataban de animales, gatos y ballenas. En ‘¿Qué te diría tu gato?' Leopoldo escribía estos preciosos versos aforísticos: "El gato es anterior al cristianismo. / Descarta la piedad y no perdona". En ‘Las ballenas se suicidan', el poeta se hace ballena por solidaridad humilde: "Las ballenas nos suicidamos / para justificar el medio, / no por firmeza, / no por arrebato".

    Zumbón, engañosamente pueril y con un inesperado (pero nada pelmazo) fondo de amargura, Leopoldo Alas dejó al morir el año pasado cierta cantidad de obras dispersas o inéditas que ahora se están ordenando y empezando a publicar. Yo creo que ‘Polo' era ante todo poeta, y la edición completa de sus cinco libros (con el añadido de inéditos) que, al cuidado de su gran amigo el también poeta José Infante, editó el mes pasado Visor, espero que le ponga en el lugar literario que le corresponde y que en vida, por juguetón y por cambiante, le fue escamoteado.

   Una de sus manifestaciones ‘ligeras' más persistentes (y por ello más sospechosas a los ojos de ciertos popes de la alta literatura) fueron los escritos de agitación, donde su voluntad chispeante y decidida, a veces descuidada en la forma, destacaba con el golpe coruscante de lo inmediato. Así es ‘La loca aventura de vivir', una falsa novela en viñetas que acaba de publicar la editorial madrileña Odisea, con portada e ilustraciones de quien también fuera amigo íntimo suyo, el pintor suizo Daniel Garbade.

    En una primera apariencia, ‘La loca aventura de vivir' es la crónica costumbrista de la fauna (y algunas ‘floras') del barrio de Chueca, lugar ameno que Leopoldito trató de hacer más divertido y culto; sus opiniones, no siempre complacientes con sus ‘hermanas' homosexuales, adquirían a menudo la forma de un dardo lanzado a la incultura y el sentido acrítico de tantos jóvenes gays pobladores, sobre todo al caer la noche, de esa zona madrileña. En las páginas del libro figuran los espacios indiscutibles, y algunos ya legendarios, de Chueca: los bares de ligue, las tiendas de ropa más o menos ‘queer', la librería Berkana, donde tantos hicimos la ‘mili' de la mejor literatura y cinematografía gay y lesbiana. Sería inverosímil que no hubiese droga o chaperos en el libro, y no faltan, aunque yo encuentro más instructiva que la advertencia del peligro de los ‘tarifados' la larga descripción de la ketamina, también llamada ‘Special K'. Hay un lógico ‘set-piece' en torno a la fiesta del Orgullo Gay, una trama política quizá no bien desarrollada en torno a un líder conservador en el que algunos verán una persona real encubierta, y, como capítulo indiscutiblemente seminal de la novela, el titulado ‘Una mamada imprudente', donde el joven protagonista Nano da una clase magistral sobre la felación que, por su descaro didáctico y su intención profiláctica, bien podría ser recomendable en los programas de estudios escolares.

    ‘La loca aventura de vivir' tiene una coda en la que Leopoldo Alas se desnuda con una mezcla de candor y abrasiva lucidez, reconociendo que el libro, que tuvo una primera versión en prensa, es "escritura sin un plan: reveladora de sucesivos estados de ánimo, de una mayor o menor calentura, de ciertas carencias y de alguna esperanza". Y el autor declara a continuación haberse masturbado mientras escribía las escenas más tórridas o al concluirlas. "Admito haber gozado del placer de una escritura anárquica que, con todos sus defectos, da cuenta de un mundo regido por el deseo y el caos. No lo hice por dinero, aunque me alivió el que recibí. Tampoco tuve pretensiones literarias".

   El desenfado de Leopoldo Alas se hacía grave al llegar al verso, sin por ello cambiar el diapasón festivo o lúdico de su mundo particular. Por eso, mientras uno pasa momentos de animado regocijo con esta loquísima aventura suya del vivir ‘chuequense', el poeta nos acompaña. El que escribió, por ejemplo, en su poema ‘Me Tiño': "Que no soy dialéctico, dicen los avisados. / Ya sé que estoy en el filo", añadiendo que "Me tiño, y cada color me descubre un rostro diferente. / Hablo con otras voces, digo en tonos distintos, / cada frase escrita en una tinta".

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26 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Dioramas del nuevo mundo

Es el abrazo del ángel con el diablo. Luis Inácio Lula da Silva, el presidente que ha convertido el país del futuro en la potencia del presente, admirado e idolatrado en las capitales occidentales, se estrecha sin remilgos con el presidente déspota y tramposo que han puesto los ayatolás fundamentalistas al frente de la República Islámica de Irán, ese maldito Mahmud Ahmadinejad que amenaza a Israel con un nuevo holocausto y prepara para ello un arma nuclear en sus silos secretos.

No son, pues, Obama en Pekín ni el primer ministro indio, Manmohan Singh, en la cena de Estado de la Casa Blanca los protagonistas de los dioramas que estos días mejor reflejan las nuevas relaciones internacionales. No hubo grandes noticias ni por tanto imágenes de alto significado en el viaje asiático de Obama hace dos semanas respecto a sus predecesores. Como tampoco las hubo en el máximo tratamiento protocolario recibido este martes por India en su compleja y cada vez más estrecha relación con Washington. Siendo ambos muy significativos en el despliegue de las nuevas relaciones internacionales del Washington obamiano, lo que prima ante todo es la continuidad. Con China, ya remota, desde la semilla sembrada en 1972 por Kissinger y Nixon. Con India, más inmediata, culminado ya con Bush hijo el viraje o cambio de alianzas desde las estrechas relaciones con Moscú hasta las actuales casi perfectas con Washington. Lo nuevo es esa foto, de calibre todavía prohibido en el resto del mundo, que expresa las prisas y el adelanto que está tomando Brasil en su acción internacional respecto a otros jugadores más conservadores o débiles. Una foto que no hay que contemplar suelta, sino en el álbum presidencial, donde aparecen los recientes y correspondientes abrazos con el presidente israelí Shimon Peres y con el presidente palestino Abu Abbas. Brasil no es tan sólo una nueva potencia económica y el mayor jugador de la escena latinoamericana. Ahora ha enseñado cartas de mayor calibre: quiere jugar en los dos conflictos más envenenados de la nueva escena, en un paso con el que Lula apuesta por adoptar posiciones propias y no siempre en perfecta sintonía con su aliado Barack Obama, como demuestran las diferencias respecto a la resolución de la crisis hondureña. La jugada está llena de riesgos. No es extraño el contraste entre el abrazo y las severas palabras de Lula respecto a los principios, quizás más duras y directas que las que tuvieron que escuchar los chinos de boca del presidente norteamericano: "La política exterior brasileña está anclada en el compromiso con la democracia y el respeto a la diversidad. Defendemos los derechos humanos y la libertad de elección de nuestros ciudadanos con la misma vehemencia con la que repudiamos todo tipo de intolerancia y de recurso al terrorismo". El abrazo y la admonición. Los intereses y los principios. La jugada de riesgo y la garantía para cubrirse. Finalmente, Lula sólo puede ceder en la imagen si consigue ganar en los hechos, algo que no está nada claro pero que va en su propio interés y credibilidad como potencia. Para jugar en el nuevo tablero global hay que tener cartas de todos los palos. El papel que Brasil está imaginando ahora se recorta sobre el que ha venido desempeñando Europa. Y sucede en el preciso momento en que la Unión Europea estrena Tratado y remoza su cúpula dirigente. Pero estas escenas de cambio apenas cuentan como dioramas del nuevo mundo. Expresan el ensimismamiento europeo frente al hambre de balón de los emergentes. No son resultado de la voluntad sino de su falta. Los nombramientos de los nuevos cargos, y sobre todo la sustitución de Javier Solana, el político europeo con mayor experiencia de la escena internacional, por la baronesa Upholland, sin experiencia diplomática alguna, se hallan en las antípodas del gesto arriesgado de Lula. No es ya la teoría del mínimo común denominador lo que ha conducido a que Durão Barroso renovara su mandato como presidente de la Comisión tan prematura y frescamente antes de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, y a que luego se nombrara para los dos nuevos altos cargos a quienes menos molestan a los grandes de la UE. Los tres nombramientos son fruto de la ausencia de voluntad y de objetivos por parte de los líderes de los 27 y sobre todo de los más grandes, de forma que finalmente gana quien pasa más desapercibido. Es la elección por defecto. Todo lo contrario de la energía que mueve las jugadas protagonizadas por quienes de verdad están jugando la partida: Estados Unidos, China, Brasil, por supuesto, pero también Rusia, Irán o Venezuela. La política internacional también es un deporte de riesgo y de contacto, en el que de vez en cuando, para vencer, hay que abrazar al diablo.



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26 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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RESEÑA DE LA SEMANA

Hiromi KawakamiEl cielo es azul, la tierra blanca(traducción: Marina Bornas Montaña)Acantilado, Barcelona. 2009. 211 páginasUN HAIKU DE BASHOLas historias de amor cercadas por la muerte, al parecer, tienen muchísimo éxito en Japón. La celebridad de Norwegian Wood (?Tokio Blues? en castellano) de Haruki Murakami es solo la punta del iceberg. La premiada novela de Hiromi Kawakami, El cielos es azul, la tierra blanca es el más reciente ejemplo. La anécdota podría dar para una novela de Philip Roth, pero sin la culpa que causa el placer, ni las racionalizaciones obsesivas, ni el mundo judío norteamericano como escenografía. Es decir, una novela de Philip Roth que jamás escribiría Philip Roth. Tsukiko es una mujer de 38 años, aún con espíritu adolescente pero ya derrotada por la vida. En una taberna, donde va a comer pescado crudo y a beber un poco más de sake del que debería una mujer que siente que nunca ha amado, coincide con un antiguo profesor universitario. Ella no recuerda las clases de ese profesor, no le parece nada memorable, pero dos solitarios en una taberna es demasiada tentación para un novelista. Una Mise-en-scène con elemento mínimos, con solo dos personajes y el poder de la conversación. A partir de este encuentro Hiromi Kawakami, la autora, va trazando una línea curva que conduce a Tsukiko hacia el asiento del profesor, a quien ella llama Maestro. Y al mismo tiempo, el tiempo y el sake compartido van limando las asperezas de las murallas que ambos, Tsukiko y el Maestro, han alzado en torno a sus vidas. Pero no hay prisa. La novela demora, entre peleas sin importancia y pequeñas anécdotas, el momento de la gran revelación que ocurre en una tarde campestre, cuando tanto el Maestro como Tsukiko parecen haber encontrado pretendientes más a su altura o edad. Luego de ese camping, para Tsukiko es evidente que se ha enamorado del Maestro y, al mismo tiempo, que no podrá conseguir enamorar a ese viejo gruñón. Y aunque la novela está contada desde la perspectiva de ella, el lector puede percibir que también el Maestro cada vez depende más de la compañía y la apacible felicidad que le produce el engreimiento y la jovialidad renacida de Tsukiko.El momento cumbre sucede en un viaje que ambos hacen a una isla, donde está enterrada la ex - esposa del Maestro. Él acepta que esa mujer era extraña, que lo abandonó, que nunca supo entenderla; pero, al mismo tiempo, que ha sido la única mujer capaz de amar y aún la recuerda. La contradicción no es pasada por alto por Tsukiko, quien se muestra más resulta en conquistar al Maestro. La defensa de su soledad y la forma brusca, mandona, de responder a los acercamientos de Tsukiko es la coraza transparente que permite ver que el Maestro, por primera vez en la vida desde que su mujer lo abandonó, ha vuelto a ser vulnerable. Es entonces que sucede aquella maravillosa escena en la que Tsukiko y el maestro, una noche en la isla, deciden escribir juntos un haikú. Durante toda la novela, el Maestro ?profesor de japonés en la universidad- le reclama a Tsukiko el no haber memorizado los versos clásicos que él cita y que le enseñó en clases. Esa noche, sin embargo, permite que ella aumente el tercer verso a un haikú inspirado en la carne rosada del pulpo que almorzaron esa tarde. El haikú que ambos escriben le recuerda, al Maestro, un antiguo y hermoso poema de Basho: ?Se oscurece el mar/ Las voces de los patos/ Son vagamente blancas?. La lectura de ese poema (y el título de la novela ?que no sigue al original en japonés, que es El maletín del maestro, sino a la atractiva traducción alemana-, dos versos de un haikú que no está terminado pero que sin duda nos habla del orden del mundo, con el azul del cielo arriba y la blanca tierra debajo) debería darle al lector la pista de por qué, finalmente, la coraza del Maestro y la de la misma Tsukiko termina quebrándose. En efecto, el mar oscurecido es la vida misma, la noche que cae temprano o tarde sobre nosotros; pero las voces de los patos, un rumor lejano pero perceptible, son vagamente blancas e imponen esa luz sobre la oscuridad. ?Vagamente? subrayamos. Y sí, es obvio, el amor y la vida nunca lograrán imponerse de manera absoluta sobre la muerte y la oscuridad, pero antes de que ésta llegue definitivamente podemos aprovechar intensamente el aleteo vital de esos patos y su sonido blanco. Es decir, podemos creer que el amor nos salvará de nuevo. No voy a concluir esta reseña diciendo que la novela es una pequeña obra de arte porque no lo es. No necesita serlo.



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25 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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América Latina no existe

Mesita de novedades diseñada para escritores latinoamericanos en España. Fuente: flickr Mientras en España los escritores latinoamericanos seguimos teniendo un nicho en las librerías, una mesita de té al lado de la mesa de novedades, y muy pocas veces nos exhiben en la mesa principal como escritores en castellano -que somos-, ni tampoco como libros extranjeros -que no somos-; autores como Jorge Volpi intentan entender las cosas desde otra pespectiva. Su libro de ensayos El insomnio de Bolívar es el comentario obligado en los suplementos literarios del ámbito castellano. Y dice cosas muy atendibles. En el suplemento "Babelia" aparece una reseña de M.A. Bastenier. Y en la revista Ñ del diario Clarín el fin de semana le hacen una entrevista sobre la posibilidad de ser latinoamericano hoy. Aquí les dejo algunas respuestas:¿Qué significa ser latinoame­ricano hoy?Uno puede seguir diciendo que es latinoamericano porque sigue teniendo esta carga, por un lado nostálgica y por el otro lado idea­lista, de cercanía con los habitan­tes de los demás países, pero que en términos reales ya tiene un pe­so muy limitado.Usted analiza la caída de las grandes narrativas en América latina ¿Cómo afecta eso a los habitantes de cada país?La caída de las grandes narrati­vas, el fin de esa época utópica, también le llega a América Latina y se manifiesta de dos maneras distintas, contemporáneas y para­dójicas. Por un lado ha desapare­cido esta división entre izquierda y derecha y la cadena utópica. Pero, al mismo tiempo, en muchos de los países, lo que ha terminado por pasar es la ansiada llegada de la democracia, entendida en muchos momentos anteriores de América Latina como esa utopía posible. La democracia, que está en todos los países del continente, con la excepción de Cuba, ha ter­minado en muchos casos por des­encantar a los ciudadanos, porque no resuelve de manera inmediata todos los problemas que frecuen­taban anteriormente. Entonces, a partir de ese desencanto, surgen estos nuevos liderazgos carismá­ticos populistas que intentan revi­vir las grandes narrativas. Ese es el mayor anhelo de Hugo Chávez; el de crear una nueva gran na­rrativa de un continente con una globalización alterna, controlada desde luego desde Venezuela, en contra de la que se lleva a cabo en el resto del mundo. En Europa se sigue vendiendo la imagen de una izquierda latinoamericana unifica­da, pero en realidad no es verda­dera. Se trata de fenómenos casi siempre nacionales y distintos. [...] Somos la primera generación que nunca creyó en esas grandes narrativas. No hay una generación desencan­tada de los 60, porque en realidad nunca estuvo encantada con algo. La mía ha sido la generación bisa­gra a la que le ha tocado observar el derrumbe de esas narrativas y el paso a una indiferencia o a una profunda desconfianza de las generaciones siguientes hacia lo político, hacia el compromiso, ha­cia la democracia, hacia la vincu­lación de lo intelectual en la vida política.Y por qué no existe un proyec­to intelectual latinoamericano? ¿Es imposible?No hay un medio realmente que llegue a todas partes, tal vez el único caso, y siempre por cable, es otra vez la televisión, CNN en español que sí llega a todas par­tes, pero ni siquiera es un medio latinoamericano. Fuera de eso, en realidad son muy pocos los instru­mentos que pueden existir a nivel continental para aumentar el nivel de conocimiento de lo que ocurre en América Latina. Tampoco en Internet, tenemos más bien algu­nos espléndidos sitios nacionales en los que colaboran escritores de otros países, pero el problema está más bien en que ninguno de ellos tiene un peso real continen­tal. Probablemente el que más lo tenga sea el diario El País, que otra vez, no es latinoamericano. No sé si un proyecto común es inviable, simplemente no existe por ahora.América latina no existe ¿Para qué debería servir este Bicente­nario latinoamericano?Debería servir para hacer una conmemoración crítica. No quiero decir que realmente no haya nada que celebrar. En efecto, América latina no había gozado de una eta­pa de paz ni de derechos cívicos tan poderosa como la que vivimos ahora en estos dos siglos. Sin em­bargo, quedan en la agenda pro­blemas por resolver, empezando de manera central por la desigual­dad. No obstante, lo que más me preocupa de los festejos es esta carga típicamente nacionalista. Casi siempre tienen el único obje­tivo, no de unir al país en abstrac­to, sino de unir al país en torno al gobierno de turno. Y eso hace que en las celebraciones de cada acto de prácticamente todos los paí­ses, el centro está en convertirse en, como dice el lema mexicano, "200 años orgullosamente mexi­canos, o argentinos, o chilenos o lo que sea." Y, en medio de una crisis global como en la que vivi­mos, con una enorme cantidad de conflictos sin resolver, solamente sirve como mecanismo de distrac­ción nacionalista. El Bicentenario debería servir para observar las independencias de América La­tina como un fenómeno de toda la región, para tratar de entender verdaderamente su naturaleza y, en segundo lugar, para reflexionar sobre qué problemas podríamos resolver de aquí en adelante.



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25 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Ambigua esperanza

Rafael Argullol: La literatura de los últimos lustros es una literatura dominada por este claroscuro de las ciegas esperanzas.
Delfín Agudelo: Veo estas ciegas esperanzas al volver sobre el mito prometeico en Hesíodo, en la medida en que la esperanza se define como uno de los vicios que no sale de la caja de Pandora.
R.A.: Claro, esto es el quid de la cuestión, es el núcleo de la cuestión. Si la esperanza o espera, que es la misma palabra en griego, fuera algo unidimensionalmente bueno o malo, no serviría para esa esencialidad de la condición humana a la que antes me he referido. Lo que le da esa fuerza extraordinaria es que ya en su propia presentación mítica en Hesíodo, y luego también en la tragedia griega, la esperanza es completamente ambivalente. Por un lado la esperanza queda en el fondo de la caja de Pandora, pero no sabemos si queda en el fondo porque es un bien o porque es un mal. Nosotros mismos nunca sabemos si esperar o tener esperanzas es un bien o mal porque cambiamos de opinión muchas veces a lo largo del día. Para algunos no esperar es entrar en un horizonte de tranquilidad; para otros tener esperanza es justamente imprescindible para vivir.
Esto también ocurre en la vida colectiva. Muchas sociedades que no esperan una enorme mejora de la humanidad quizá viven más tranquilas que otras que han esperado drásticas mejoras a través de un proceso revolucionario, etc. Es decir, esa ambigúedad afecta realmente a todos los ordenes. Creo que todas aquellas formulaciones que ha hecho el arte y la literatura, que han sido muy unívocas, han tenido menos rigor y fuerza que aquellas que han implicado esa ambivalencia. Nosotros en nuestro momento también nos movemos en esa especie de doble dirección. A veces nos parece que esperar es muy bueno y a veces no.



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25 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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POR LAS MUJERES, CONTRA ALGUNOS HOMBRES

 

Hoy es un día para recordar que todavía hay cobardes, despreciables y miserables hombres que no aman a las mujeres. Contra ellos se han dicho, escrito, pensado y grabado muchas cosas. Todavía actúan en la impunidad de los espacios cerrados, en las casas como cárceles y en lugares que no saben que podrían ser propicios para el amor. Hoy me encuentro con un poema de Eva Vaz, un poema de los muchos que Juan José Téllez selecciona en su libro "Poemas a toda plana". Una inteligente manera de llevar canciones y poemas al áspero mundo- a veces menos áspero- de las noticias de un periódico.

Copio el poema, como un poema de amor a las mujeres maltratadas. Como desprecio a los maltratadotes.

 

"64 MUJERES FUERON ASESINADAS POR SU PAREJA EL AÑO PASADO EN ESPAÑA"

                                             LEGÍTIMA DEFENSA

 

 

Cuando el juez le preguntó

Por qué tuvo que matar, Mona, seria, respondió:

-Fue el calor y la humedad-.

Nacho Vegas.

Lo hice porque tenía que hacerlo.

Me lo pedían

las varices.

Me lo dijo el

Espejo.

Lo hice sin más motivos

que mi tristeza.

Lo hice porque me dolía

la conciencia.

Porque me dolía la espalda.

Porque me dolía la fregona.

Porque me dolía su carne.

Asfixiándome el útero cuando

tenía que descargar.

Lo hice porque me dolía

la artrosis

que me dejó en las últimas

vértebras rotas.

Lo hice porque aún

me quedaba sangre

en los pechos

de su último

mordisco.

Lo hice porque había que hacerlo

Lo hice porque a los niños

les hubiera gustado

que fuera él...

Y no yo.



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25 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Hemon en castellano

Carátula de la novela en inglés. Fuente: timeout Según Peter Elmore, el libro que más lo ha deslumbrado durante este año ha sido El Proyecto Lázaro del bosnio, nacionalizado norteamericano, Aleksander Hemon, que acaba de ser traducido al castellano por Duomo (¿por qué lo soltó Anagrama? me pregunto). Como lo he comentado antes, la novela es un proyecto que incluye una página online. Alberto Manguel comenta la novela como "Libro de la Semana" en Babelia, dice que ha renovado (sin escándalo, aclara pertinentemente) el arte de contar historias y compara el lenguaje de Hemon con el propio Nabokov. "Una de las mejores novelas que he leído en mucho tiempo" anota. No es poco. Dice:De manera magistral, en una lengua precisa, inventiva, cercana al renovado inglés de Nabokov, una lengua que no fue suya hasta pasados los treinta años, Hemon construye un doble mundo de intrigas y paradojas. Hay en este libro una sabiduría asombrosa, desconcertante en alguien aún joven (aunque la historia de la región delmundo donde nació Hemon sin duda envejece hasta a los recién nacidos). Hay aquí un humor sutil, una ironía finísima, sin el más mínimo dejo de desprecio, incluso hacia los personajes más despreciables. Pero sobre todo, está la invención de la víctima absoluta, triunfante, noble en medio de la aterradora injusticia a la que es sometida: Olga, la hermana de Lázaro, simbiosis más allá de la alegoría de María y deMarta, activa y contemplativa a la vez, heroína de un drama que no puede (que nadie puede) entender porque ninguna razón lo justifica, salvo la inconmensurable presencia de nuestro mal de todos los días. Olga no entiende por qué su hermano ha muerto, pero quiere enterrarlo honorablemente, según el ritual judío; no entiende por qué el compañero de Lázaro es perseguido, pero quiere ayudarlo por amor a su hermano; no entiende por qué los poderes policiales de Chicago la agreden y por qué la comunidad judía la engaña, pero persiste en actuar de la manera más honorable posible. Es esta dignidad suya la que la eleva por encima de los otros personajes y de sus atroces comportamientos. Es Olga quien el lector recuerda al cerrar el libro. Rita da Costa ha logrado una espléndida traducción, límpida y fiel a las invenciones lingüísticas del original, felizmente libre de las habituales torpezas de una versión literal. Sólo un reproche debe hacerse a la edición española: el haber imitado la nefasta costumbre anglosajona de agregar adornitos a un libro, en este caso, una fatua entrevista al autor, entrevista cuyo propósito parece ser explicar la novela a un público que se supone no suficientemente inteligente para entenderla por sí mismo. Tales interferencias editoriales son inaceptables y ofensivas. El proyecto Lázaro es una de las mejores novelas que he leído en mucho tiempo. Son pocas las veces en las que un libro renueva, sin escándalo, el arte de contar. Con su aguzado lenguaje, su inteligencia, su respeto por las nuevas formas estilísticas que su tremendo tema exige, Hemon ha escrito una intachable obra maestra.



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25 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Juan Ramón Jiménez digital

Juan Ramón Jiménez en 1957. Fuente: ABC Juan Ramón Jiménez, el poeta español y Premio Nobel, súbitamente convertido en protagonista de la novela de un autor peruano consagrado -en los próximos días más datos al respecto-, ha conseguido un triunfo en la era digital. Su esfuerzo por ordenar sus papeles durante los últimos años, encerrado en la Universidad de Puerto Rico (donde quisisera encerrarme también yo, pero Mayra ya me olvidó), ha terminado en una biblioteca digitalizada para felicidad de sus familiares y lectores. Dice la nota:La Junta de Andalucía, la Diputación de Huelva, la Residencia de Estudiantes y los herederos de Juan Ramón Jiménez han firmado un convenio por 140.000 euros por el que se comprometen a digitalizar, a partir de enero de 2010, la ingente cantidad de documentación que existe en la Sala Zenobia y Juan Ramón de la Universidad de Puerto Rico. Carmen Hernández Pinzón ha declarado a ABC que esta «emocionada, porque ha sido uno de los principales objetivos de la familia desde hace muchos años. Primero porque el clima tropical no es el mejor para conservar documentos y ahora la digitalización permitirá la conservación del archivo, así como su organización y puesta a disposición de todos los investigadores del mundo». El archivo de Juan Ramón es un océano de miles de papeles que no han sido catalogados aún convenientemente y de cuya investigación han ido saliendo grandes joyas de nuestra literatura, como saben los lectores de ABC. Durante los últimos años de su vida, Juan Ramón Jiménez se encerró en la Universidad de Puerto Rico tratando de dar un sentido a su obra, en una empresa de corrección y edición, dejando libros revisados, otros proyectados y algunos entrevistos, que daba la vuelta a toda su obra. Juan Ramón murió en 1958 sin poder acabar esta ingente labor. De hecho no ha sido hasta fecha reciente cuando hemos conocido la verdadera importancia de su obra en las letras del siglo XX.Hablamos de un Nobel español, pero nuestro país ha tardado 50 años en saldar sus deudas con el poeta de Moguer. Tratando de decantar una obra inmensa que atravesaba el siglo, recibió el Nobel y vio morir a su esposa. Hasta cuarenta años después de su muerte no fue publicada de manera ordenada su obra final, la de mayor enjundia y la que rompe todos los clichés que pesan todavía sobre él entre nosotros.



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25 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cuando llueve

No ha salido el sol en todo el día y a cada rato un aguacero nos obliga a meternos en algún portal o quedarnos en casa. Se podría pensar que en un país tropical la vida se organiza teniendo en cuenta el clima y que junto a la ropa ligera tenemos siempre a mano sombrillas y capas de agua. Pero no es así. Las filtraciones de los techos son comunes, especialmente en las construcciones de los últimos cincuenta años; viviendas, oficinas, escuelas y hospitales, incluso almacenes de mercancías sufren repetidas pérdidas a consecuencia de ellas. Los derrumbes, por su parte, que ya constituyen una tipicidad en el paisaje urbano, no son producto de bombardeos del imperialismo, sino provocados precisamente por la dificultad para adquirir materiales constructivos e impermeabilizantes. ?No pude ir porque estaba lloviendo? es la disculpa más común de la temporada. No asistir o llegar tarde, lo mismo al trabajo que a una cita amorosa, están socialmente aceptados cuando esgrimimos el contundente argumento. Pero no siempre se trata de un falso pretexto, pues si la calle donde vivimos tiene las alcantarillas tupidas, el riesgo de caer en los numerosos baches ?cubiertos por el agua? es ciertamente posible. Muchas veces hemos visto en filmes extranjeros la escena de una multitud bajo la lluvia. Nos impresiona la imagen de esa nube de paraguas que se extiende a lo largo de una avenida o a todo lo ancho de las gradas de un estadio. Inevitablemente comparamos esas escenas con la típica estampa de nuestras calles en medio de un chaparrón: bolsas de nylon usadas como gorro, el periódico Granma  o un trozo de cartón intentando cubrir la cabeza; personas mayores aguardando bajo los balcones o apelotonadas en una parada de ómnibus. La alegría casi siempre la aportan los jóvenes que  desafían el temporal, corriendo empapados y surfeando sobre lo primero que se encuentran, una tabla o la vieja goma de un auto, agarrados a la defensa de un camión. Son días para preguntarse cuándo tener una capa de agua ?sin huecos y a la medida? dejará de ser un sueño irrealizable para tantos, cuándo la ciudad no colapsará por un simple chubasco que cae sobre el trópico.



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25 de noviembre de 2009
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El Boomeran(g)
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