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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Festivaleando

Diciembre ha sido siempre un mes para estar poco tiempo en casa. En la calle no hay tanto calor y el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano ofrece una amplia cartelera que nos tienta a salir. Es el momento de sacar los abrigos y de no molestarse cuando el ómnibus va demasiado lleno o cuando tenemos que caminar por la acera del sol. Al final de cada año, la gente se vuelve más amable porque le queda muy poco tiempo para angustiarse por los proyectos no concluidos. Son semanas en las que gravitamos en el conformismo, como si dijéramos ?Bueno, parece que tampoco fue el 2009, quizás será el 2010 ese año que estamos esperando?. Tradicionalmente, las colas se alargaban frente al Acapulco o al Chaplin, abundaban también las enguatadas con cuello de tortuga y las puertas de cristal rotas ante el empuje de los cinéfilos. Más que recrearnos con las imágenes proyectadas sobre la pantalla, por estos días disfrutábamos sumergirnos en una atmósfera festivalera. A veces, lo más interesante nos ocurría mientras esperábamos ?expuestos al viento frío? por una nueva tanda o cuando un amigo nos narraba la opera prima de algún joven director. Precisamente, esa burbuja de ilusión que se repetía cada diciembre,es la que no logro rehacer en esta 31 edición. Ni las temperaturas han bajado, ni mis amigos de entonces están sentados en las butacas, sino dispersos y alejados en varios continentes. Sigo viendo, eso sí, la asistencia masiva a cada película, determinada por la amplia cultura fílmica de los cubanos y también por la ausencia de otras opciones recreativas a precios accesibles. No hay mucho que hacer en esta ciudad donde los que no tienen pesos convertibles deben conformarse con el gratuito muro del malecón, de ahí que el Festival sea tan esperado y concurrido. Intentando salir de ese letargo cultural, he decidido que no me importe tanto si el invierno no ha llegado o si en la multitud hay muchos rostros ausentes. He optado por tomar la cartelera, decidir un título e ir corriendo a meterme en la irrealidad de una sala de proyecciones, mientras afuera sigue el calor y el éxodo.



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7 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Literatura literaria

Una de las objeciones más enigmáticas que suele poner un editor o un agente a una novela es que esta resulta muy «literaria». Digo que tal objeción es enigmática porque siempre pensé que una novela, fundamentalmente, tenía que ser literaria. Pero parece que no, que lejos incluso de ser una cualidad esencial e indiscutible de la ficción narrativa es que resulta una pega, una tara o defecto que hace chasquear la lengua al editor o agente, como si tuviesen un poco de lástima por esa minusvalía que presente la novela. «Es que es muy literaria», dicen afligidos antes de rechazarla o de aceptarla a regañadientes, y uno piensa en su pobre novela como en un hijo pequeño con una deficiencia que lo hace potencial blanco de burlas y crueldades.
Me viene a la cabeza todo esto por una charla reciente con un amigo escritor que acaba de pasar por ese trance difícil y que me lo comentaba con perplejidad. «Es como si el médico me hubiera dicho que mi hijo tiene un síndrome raro, Jorge», protestó mi amigo, tristísimo y desorientado. Y yo me quedé especulando sobre el asunto. Incluso imaginé un reportaje en alguna revista dominical: «Cuando me dijeron que mi novela era muy literaria se me vino el mundo abajo», diría mi colega ante un hipotético periodista que escribiera un artículo sobre estas malformaciones del mundo editorial. «Mi pareja y yo hemos aprendido a vivir con mi novela literaria y la queremos así como es», sería otra reflexión. «La sociedad no está sensibilizada con las novelas literarias y es muy cruel con ellas», sería otra más.
Porque a los escritores a quienes les dicen eso de sus novelas sienten impotencia y perplejidad e incluso dudan, mirando de reojo sus páginas, si no serán ellos los equivocados. Peor aún cuando otros escritores se jactan con chulería de que sus novelas van directo al grano, que cuentan historias y se dejan de rollos patateros...y hay algo de gangsteril y prepotente en estas declaraciones, casi como si en realidad dijeran: «Sí. No leo nada y tardo quince minutos en deletrar "gato". Y qué cojones pasa?»
Supongo que editores y agentes prefieren usar esa frase de la literatura literaria para evitar ser muy duros con alguna (a su juicio) mala novela que no saben cómo rechazar sin ser descorteses. Pero creo que es un error. Creo que es preferible escuchar que nuestra novela es mala, pesada, indigesta, más difícil de vadear que un rio de pegamento, pretenciosa, impostada... y hasta que leer en voz alta dos de sus páginas puede provocar halitosis. Pero si nos dicen que su defecto es ser «literaria» han dinamitado el centro mismo de lo que es nuestro oficio, lo han convertido en una actividad menor en la que la banalidad es una virtud y su parte prescindible o execrable es la que para cualquier escritor que se respete resulta la principal: ser literaria. Pues no señor, le dije a mi amigo tratando de consolarlo, dile a ese editor «oiga usted, yo, además de escribir literatura literaria hago novelas novelísticas.» Y a mucha honra, ¿no? Pero no sé si se ha ido muy convencido. No sé si dejará de ser un novelista literario para pasar a ser un novelista enrrollado.



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7 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La esperanza objetiva

Rafael Argullol: Es muy difícil convencer al hombre que renuncie al corto plazo. 

Delfín Agudelo: Tengo la impresión de que en el anhelo de eliminar la incertidumbre y salirse del corto plazo existe una buena voluntad que, sin embargo, estará siempre vinculada al castigo. Prometeo siendo un titán roba para los humanos, pero Zeus luego inflinge un castigo sobre él y sobre éstos; Edipo carga con su buena voluntad y espera encontrar la verdad, pero su desvelamiento vendrá acompañada de un castigo. La buena voluntad, a la vez, del Doctor Frankenstein: sí tiene su momento egocéntrico de asumir al postura de un dios, pero también detrás se presenta el ímpetu medicinal de ayudar, que será crudamente castigado por su misma creación. La esperanza sobre la buena voluntad, aparentemente viene acompañado de un castigo.

R.A.: Creo que sí, viene acompañado de un castigo siempre que no entendamos el castigo desde el punto de vista de la culpabilidad propia de la religión cristiana y propia en nuestro caso del catolicismo. Del castigo en el sentido de que nuestra aspiración a la armonía y al cosmos siempre va acomañada de la presencia del caos y del desorden, de la disonancia. Y eso muchas veces es reconocible cuando tratamos de contrastar lo llamado objetivo y lo llamado subjetivo. Un ejemplo: cuando alguien mayor, un ser querido nuestro, entra en un proceso de deterioro físico, la mirada objetiva sobre ese deterioro físico nos llevaría a desear su muerte. Pero la mirada subjetiva nos hace desear de una manera muy entrañable y muy egoísta en el buen sentido de la palabra su supervivencia. Ahí encontramos ya un choque típico de nuestra condición humana entre la mirada objetiva que es capaz de mirar desde la distancia y la mirada atrapada en el corto plazo, en el amor, en la pasión, en la familiaridad, en la hermandad: generalmente nos hace mover en un corto plazo y corta distancia, mientras que en cambio desde alguna distancia mucho más amplia se puede ser más objetivo. Incluso podemos llegar a conclusiones muy crudas: entre los cuidados sanitarios que se necesitarían para que unos niños hambrientos de un país pobre fueran tratados médicamente y lo que estos mismos recursos empleados en nuestro propio padre ya muy viejo harían es evidente que desde un punto de vista humano y objetivo optaríamos por lo primero, pero es del todo seguro que la mayoría de la gente, frente a la abstracción que significa lo primero,  opta por lo segundo. Es como el tema del placer y del dolor en el cual solo podemos ser subjetivos. Por tanto la cuestión del castigo o el otro lado de lo prometeico no es sólo que sea una especie de moralina o de juicio o castigo moral, sino que forma parte de nuestra propia condición porque tenemos que ver siempre las cosas desde varios frentes, y nos inclinamos por uno y otro dependiendo de nuestra propia situación.

La verdad no está siempre en el mismo platillo, tal como comentábamos antes: cuando a Aristóteles le preguntaron el por qué había abandonado la escuela de su maestro Platón, él dijo: "Amo mucho a Platón pero amo muco más a la verdad". Ante un dilema semejante, cuando a Camus le preguntaron entre la verdad y su madre, él escogió su madre. La respuesta de Aristóteles tiende a lo objetivo, mientras la de Camus a lo subjetivo. ¿Cuál de las dos es cierta? Las dos. Entonces en toda la lógica prometeica del pasado y del presente nos movemos continuamente en este vaivén, que es una de las tradiciones de ciegas esperanzas: a veces enfocamos la vida desde el punto de vista de la ilusión esperanzada y a veces el hecho de que esa espera estaba equivocada, estaba ciega, y era un autofraude. ¿Cuándo es una cosa o la otra? Es imposible discernir: incluso en una sola hora podemos cambiar varias veces de posición, y a mi modo de ver eso da esa profundidad inigualable a esa rara sentencia, "Insuflar en los hombres ciegas esperanzas", para que superaran el absurdo. No se sabe si estas ciegas esperanzas son para bien o para mal, pero en cualquier caso nos alejan del abismo, aunque sea provisionalmente. Y esta es nuestra situación: cuando tenemos algún dolor de algún tipo, físico, amoroso, moral, por enfermedad o muerte de alguien cercano, nos aferramos a esas ciegas esperanzas de manera mucho más pura que en la rutina de la vida cotidiana. En la rutina de la vida cotidiana también, pero como más descoloridas, esas ciegas esperanzas se presentan con toda su brillantez en los acontecimientos que cortan la rutina en nuestra vida personal. Y sospecho que lo mismo ocurre en la vida colectiva, que se presentan con mucha más nitidez no tanto en los días rutinarios, sino cuando hay guerras, revoluciones, grandes rupturas en el interior de esa rutina. Entonces aparece con todo su esplendor ese claroscuro de las ciegas esperanzas a las que aludió Esquilo en su Promete


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7 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Política digital

Berlusconi ya está definitivamente en la pendiente. Y no le ha empujado la auténtica oposición doméstica, la única que se demostró eficaz en algún momento, quiero decir la de la señora Veronica Lario, su esposa despechada. Tampoco la oposición oficial, el Partido Democrático, dividido y disminuido por las viejas ambiciones y miopías. Es una nueva oposición la que le está empujando hacia las cuerdas, ayudada, es verdad, por la lenta pero inexorable emergencia de sus auténticos pecados, los que le relacionan desde los orígenes de su fortuna con la Mafia. Esta oposición, al margen de los partidos, incluso de los medios de comunicación, está en la calle y en la vida de los italianos de todo el mundo, y ha funcionado gracias al ordenador y al telefonino.

Las redes sociales, los sms, la cantidad de cosas interesantes que pueden hacerse con un ordenador se dice que explican la victoria de Obama. Pero en un futuro quizás podrán explicar también la derrota de Berlusconi. El No Berlusconi Day, celebrado este pasado sábado en todo el mundo, ha demostrado la capacidad de movilización negativa que suscita este presidente corrupto y senil que mantiene secuestradas las instituciones democráticas italianas. Pero también la eficacia de la comunicación viral, que difunde las convocatorias para las protestas a una velocidad vertiginosa que desborda las organizaciones y partidos tradicionales. Una nueva forma de hacer política se está instalando en nuestras sociedades de la mano de la tecnología. En España hemos tenido una buena muestra esta misma semana, con la redacción y la difusión del 'Manifiesto en defensa de los derechos fundamentales' en internet y la reacción defensiva de Zapatero. La tecnología ha jugado un papel central en todo momento, desde la redacción hasta la negociación con la ministra de Cultura, transmitida por twitter. Los políticos de siempre deben hacer un esfuerzo para que no se los lleve por delante, Berlusconi incluido, la nueva cultura digital que todo lo invade. A ellos hay que decirles lo que Gorbachev al viejo dictador Erich Honecker poco antes de que se cayera el Muro: ?la historia castiga a quienes llegan demasiado tarde?. Y que tomen nota los hermanos Castro: Yoani Sánchez será quien liquidará la dictadura cubana.



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7 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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No-B day

Si Cicerón todavía viviera entre vosotros, italianos, no diría “¿Hasta cuando, Catilina, abusarás de nuestra paciencia? y sí: “¿Hasta cuando, Berlusconi, atentarás contra nuestra democracia?”. De eso se trata. Con su peculiar idea sobre la razón de ser y el significado de la institución democrática, Berlusconi ha transformado en pocos años a Italia en una sombra grotesca de país y a una gran parte de los italianos en una multitud de títeres que lo siguen aborregadamente sin darse cuenta de que caminan hacia el abismo de la dimisión cívica definitiva, hacia el descrédito internacional, hacia el ridículo absoluto. Con su historia, con su cultura, con su innegable grandeza, Italia no merece el destino que Berlusconi le ha trazado con frialdad canalla y sin el menor vestigio de pudor político, sin el más elemental sentimiento de vergüenza. Quiero pensar que la gigantesca manifestación contra la “cosa” Berlusconi, donde serán leídas estas palabras, se convertirá en el primer paso para la libertad y la regeneración de Italia. Para eso no son necesarias armas, bastan los votos. En vosotros deposito mi confianza.



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7 de diciembre de 2009
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¿No ves que ya no somos chiquitos?

Fui uno de los (muy) afortunados que el viernes por la noche asistió al concierto en que Luis Alberto Spinetta repasó varias décadas de creación musical. Sugestivamente, Spinetta adoptó una línea narrativa que desandaba el tiempo. Eligió partir de su presente –de su banda actual- y encaminarse a la música de las bandas de su pasado, concluyendo con las tres que dejaron una marca mayor en el rock en español: Invisible, Pescado Rabioso y Almendra –así, en un orden perfectamente inverso al de la Historia.

         Durante poco más de cinco horas (si no es un récord digno del Guinness, le pegó en el poste) y mediante cincuenta canciones, Spinetta intentó dejar testimonio de las cotas de belleza que esta música –la suya, pero también la de los músicos que versionó- alcanzó en casi medio siglo de búsquedas estéticas. Por algo empezó dando cuenta de una lista de músicos a los que también querría haber versionado y no llegó, por (obvias) limitaciones de tiempo. (Entre ellos estaban, por ejemplo, Andrés Calamaro y el Indio Solari.) Por eso también tocó canciones de sus colaboraciones con Charly García y Fito Páez, que subieron para ello al escenario, y otras de autores que considera insoslayables, como Tanguito, Pappo y Miguel Abuelo –muertos hace tiempo- y también Gustavo Ceratti.

En este sentido, aun cuando se promocionó el concierto como una cabalgata por la carrera de Spinetta, quedó de manifiesto que el artista quiso decir también que, en primer lugar, no sentía que estuviese contando tan sólo su historia; y en segundo término, que estaba defendiendo esa cualidad que podría definirse como interdisciplinaria que es, o tal vez fue, inherente al rock: su capacidad de asumir como propias todas las búsquedas y las influencias, entablando un diálogo intercultural fructífero fuera de cuyo marco y de cuya esencia no sería ni siquiera comprensible. Por eso no extrañó que dijese que sin Mariposas de madera de Miguel Abuelo no habría existido Muchacha ojos de papel. Ya desde su fundación, el rock sostuvo siempre esta doble vía de procesar influencias: por un lado estaba su forma de interpelar la(s) tradición(es), y por la otra su deseo de encontrar pares coetáneos con los que dialogar para superarse(se), a la mejor manera de la sana competencia que sostuvieron en su momento Lennon y McCartney.

La extensión del concierto no habló tan sólo de una carrera larga, sino ante todo dio cuenta de la riqueza de las músicas que Spinetta y sus ocasinales compañeros de ruta crearon a lo largo de estos años. Allí sonaron canciones pop, aires y arreglos de jazz y efluvios de música contemporánea, rhythm & blues, heavy rock y otra media docena de subgéneros, todo tamizado, por supuesto, por la sensibilidad sublime del Spinetta de quien tanto se habla como poeta –que lo es, nadie lo duda- pero del que nunca se dice lo suficiente como músico. Sin ir más lejos: hace muchos pero muchos años que no escucho una banda tan precisa e inspirada al mismo tiempo como la versión de Invisible que interpretó Perdonado (Niño condenado).  

           La misma decisión de ir de adelante para atrás reclama una interpretación que va más allá de la apelación a la nostalgia. Es verdad que la mayoría de los que allí estábamos no debe haber oído nunca en vivo a Almendra, ni siquiera en su reencarnación de la época de El valle interior. Pero el demoledor tres-dos-uno que propinaron las actuaciones sucesivas de Invisible, Pescado Rabioso y Almendra me dejaron en un estado del alma que trascendió el éxtasis para llegar a la inquietud. No voy a pretender que  esto fue algo deliberadamente buscado por Spinetta, aunque no lo descarto. Lo cierto es que, después de ese breve contacto con la versión sonora de la Arcadia que supuso la resurrección de esas tres bandas, me quedé dando vueltas como un trompo. Preguntándome por qué la mayoría de las músicas que hoy suenan tienen algo del Rock Según los Teletubbies, en franco contraste con la riqueza, la ambición, el delirio y el lirismo del Rock Según Spinetta & Co. Fue como si Spinetta nos hubiese conducido cual flautista de Hamelin hasta el filo del abismo para despertarnos antes de caer y decir: este fue el vórtice del que escapamos hace cuarenta años mediante el arte, y este otro es el vórtice ante el que estamos hoy. ¿Qué harán ustedes para sortear el vacío, para construir puentes donde no hay nada –para lograr que mañana sea (¡otra vez!) un momento mejor?

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6 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Más listas

Mis vecinos de  Babelia preparan la madre de todas las listas, la lista de los mejores libros publicados este año en España.  Para contribuir con el espíritu deportivo de estas encuestas (ya he dicho que documentan la fugacidad), incluyo ahora la de dos interlocutores de esta bitácora, y sumo la mía. 

Heike Scharm, especialista en narrativa española contemporánea, y Samuel Andrés Arias,  crítico bien informado y blogero alerta,  demuestran la diversidad (una forma de la inteligencia crítica) de estas listas de buena voluntad.   Heike recomienda libros publicados en alemán, inglés y español; Andrés, libros de latinoamericanos, indistintamente de su lugar de impresión; yo, libros de españoles (publicados en España) y de latinoamericanos (publicados en cualquier parte).  No se por qué piensas tú, lector, que te excluyen estas listas, cuando la tuya es tan buena como cualquier otra.  Todo demuestra que es más difícil incluir que excluir. Parece, en efecto, más fácil no incluir los libros publicados en América Latina pero, en verdad, es más complicado: el lector no se debe al lugar de impresión, y la lectura se ha hecho ilimitada gracias a Internet.

Cualquier lector puede adquirir cualquier libro en cualquier librería virtual.  Y puede, si es avisado, consultar en red (hay excelentes portales literarios) las reseñas de un libro publicado en Buenos Aires, Santiago, Lima, La Paz, Bogotá, Caracas, Quito, Centro América, México; para no hablar ya de la producción editorial en las ciudades del libro que hay dentro de cada país hispano, representada por ese gran espacio de cultura democrática que son las Ferias del Libro, donde van a dar todos los libros, los de las más grandes y más pequeñas editoriales, sin país de origen, postulando que el español es universal. Si el lector es sensible al destino del español en este mundo, tampoco dejará de lado los libros publicados, en su lengua, en Estados Unidos. 

Incluir es apostar por la concurrencia de la lectura; esto es, por un lector mejor educado.

Que tus lecturas sean mejores que las mías.

 

 

Heike Scharm

 

Herta Müller. Preferiría no haberme encontrado conmigo misma hoy (Heute wäre ich mir lieber nicht begegnet), Hamburg: Rohwolt Verlag, 1997. Traducción al castellano pendiente.

Sabido es que los premios de literatura cumplen la función de máquinas de promoción, y que no son necesariamente reflejo de la calidad literaria de una obra. Me alegra ver, sin embargo, que el premio Nobel de este año reivindica una obra de alta calidad, casi desconocida a nivel mundial y muy poco traducida. Hasta ahora, sólo cuatro de las diecinueve novelas de la escritora rumano-alemana han sido traducidas al castellano. Plena de imágenes kafkianas, su escritura, a la que resisto reducir a "feminista" o "femenina," vacila entre los ámbitos de la poesía, el pensamiento y la narración, sin nunca caer en una sabiduría tipo calendario, como le pasa a tantos escritores que intentan hacer pensamiento con la literatura. Siempre inesperadas, las observaciones y reflexiones, narradas con palabras simples pero exactas, convierten la lectura de esta novela en placer y estímulo continuo.

Más allá del interés que pueda despertar una escritora que vivió y escribió durante 34 años bajo una dictadura (da la casualidad que son los mismos años del franquismo), la novela trasciende su contexto político-histórico ya que al dejar que el ambiente de la opresión totalitaria invada la vida cotidiana e íntima, logra comunicar su experiencia a cualquier lector. El inicio de la novela evoca el ambiente sofocador del Proceso de Kafka: "Me han citado. El jueves a las diez en punto. [...] Desde las tres de la madrugada he escuchado el sonido rítmico del despertador: citado, citado, citado". Más tarde aprendemos que la narradora está sujeta a interrogatorios frecuentes por su intento fallido de escapar. La novela es un largo monólogo interior la mañana en que sale hacia el interrogatorio y, más tarde, de regreso a casa. Profunda, por carecer de cualquier pretensión de profundidad, Herta Müller captura en las banalidades, objetos, recuerdos y observaciones de cada día, el terror y la lucha de vivir bajo una dictadura. Evitando cualquier tono melodramático, lo narra con una voz ligera, entre vulgar y poética, burlona más que desconsolada, absurda y familiar como el aroma a "licor, café, cigarrillos, desinfectantes y polvo de verano" que  se desprende de sus páginas.  

Antoni Tàpies. En blanco y negro. (1955-2003). Ed. Xavier Antich. Barcelona: Galaxia Gutenberg, Circulo de Lectores, 2008.

El pensamiento artístico y crítico de Antoni Tàpies, recogido en esta colección de ensayos y entrevistas, parece más relevante  hoy día que en los momentos de su primera publicación. Respeto por la naturaleza, interdisciplinariedad y diálogo son la base de su obra plástica, visual, y también escrita. Lejos de caer en un misticismo gratuito, los ensayos de Tàpies recuerdan el poder del arte como acto de comunicación, al igual que sus muros pintados, que acoge y supera contradicciones, que construye puentes entre el este y oeste, entre un siglo y otro, entre el hombre y su cosmos.

Raoul Eshelman. Performatism, or, the End of Postmodernism. Colorado: The Davies Group Publishers, 2008. Traducción al castellano pendiente.

Aunque el título de este ensayo-libro del académico alemán-estadounidense puede despistar al lector (no propone realmente una ruptura con el postmodernismo, sino más bien, digamos, nuevas direcciones), Eshelman describe un fenómeno actual del arte: la forma de desfase o creciente divergencia entre la recepción de una obra (actitud, valoración, análisis, comprensión) y la obra misma (significados, potencialidad, mensaje). Llamando la atención a la insuficiencia de herramientas postmodernas a la hora de analizar obras de arte actuales, propone nuevos acercamientos ("post-posmodernos"), que aplica a disciplinas diferentes, como  la arquitectura, la literatura, el arte, cine, etc. El gran mérito del libro de Eshelman, mucho más quizá que  el mapeo mismo de las "nuevas teorías post", está justamente en plantear el estado de la cuestión al llamar la atención sobre la insuficiencia de las teorías postmodernas, tan enraizadas en el siglo pasado, y sumamente limitadas para nuestra era global.

Salvador Pániker. Asimetrías. Barcelona: Random House, 2008.

Para mí lo mejor y comprensivo del pensamiento de Pániker. Asimetrías es un libro-ensayo con un fuerte componente ético (sin moralizar o predicar) que anima a pensar, y que ayuda a vivir. Como en obras anteriores, Pániker re-examina críticamente el pensamiento occidental de una manera "retroprogresiva". Sin embargo, como el subtítulo indica, no se trata de una obra tradicionalmente filosófica dirigida a especialistas o académicos. Más bien, son "Apuntes para sobrevivir en la era de la incertidumbre," accesibles y de gran interés para cualquier lector. Estos apuntes, o "filosofía," si queremos llamarla así, divididos en ensayos profundos, cortos y manejables, son sobre todo una invitación a repensar críticamente nuestras tradiciones, religiones, opiniones, y actitudes occidentales, para recuperar valores disminuidos o hasta perdidos, al recordar que "la esencia de la persona es relación". Si la modernidad proclamó la muerte de Dios, y la posmodernidad el fin de las trascendencias, Pániker nos anima a abrir los ojos a nuestra nueva era de hibridismo, y recobrar en ella (y gracias a ella) otro tipo de trascendencia, a la vez íntima y colectiva, llamándola empatía, solidaridad, pluralismo, y respeto al próximo.

 

Samuel Andrés Arias

http://elcuadernodesamuel.blogspot.com/

La vida breve de Juan Carlos Onetti. Creo que no hay mucho que decir, excepto que llegué a ella tarde. Pero ¿qué es tarde? si la ventaja de los libros es que son pacientes y saben esperar al lector el tiempo que sea necesario. Fue llevada a juicio en El cuaderno de Samuel.

 

El manual del distraido de Alejandro Rossi. Sobra decir que también llegué tarde a Rossi. Si así era escribiendo, no me imagino el placer que debería ser charlar con él cara a cara.

 

Trabajos del reino de Yuri Herrera, editado por Periférica. Es una bonita fábula literaria sobre el narco mexicano. Ver la reseña que le hizo Camilo Jiménez en su blog El ojo en la paja.

 

El viento agitando las cortinas de Juan Carlos Rodríguez. Es el primer libro de cuentos publicado por este autor. Muy bueno. De los pocos que valen la pena de lo recientemente publicado en Colombia. Fue llevado a juicio en El cuaderno.

 

El viaje a la ficción de Mario Vargas Llosa. Confieso que soy un ferviente "vargasllosista" (siempre y cuando estemos hablando de literatura). Estos ensayos, además de disecar con inteligencia y tacto la obra de Onetti, muestran un profundo amor por el autor uruguayo, devoción que comparto con Vargas Llosa.

 

 

Julio Ortega

 

1. Españoles

Julián Ríos: Puente de alma, Galaxia. Ríos hace en el idioma español lo que los grandes narradores del inglés hacen hoy con el suyo:  utilizarlo no como un instrumento para representar el mundo sino como una materia para des-representarlo, libre del sentimentalismo, el lugar común, y la confesión campantes.

Manuel Vilas: Aire nuestro, Alfaguara. Vilas se ha propuesto inspirar la próxima gran rebelión de los lectores que batallan contra la resignación de un idioma peñas arriba. Y no lo hace desde fuera sino cuerpo a cuerpo, en la pública esfera redundante, contra los sucesos que acontencen en la rúa.

Vicente Luis Mora: Tiempo, Pre-Textos.  Más suelto de versos, estos poemas restados del tiempo, como su libro de deshoras, lo consagran, refutan, interrogan, cristalizan, plenos de sanidad sonora.

José Ovejero: La comedia salvaje, Alfaguara.  En el espejo de Goya, desde el carnaval esperpéntico de Valle Inclán, esta alegoría postula que la vida española está fundada en la violencia. Una pesadilla de la que sólo se puede salir leyendo.

Juan Francisco Ferré: Providence, Anagrama. Tiempo sin silencio, el nuestro, nos dice Ferré, está hecho como un nuevo retablo de las maravillas.  Con humor y vitalidad, se sobreimpone a sus interlocutores nortamericanos, no sin desenfado gozoso en un español, por fin, universal.

 

 

2. Latinoamericanos

Sergio Ramírez: El cielo llora por mí, Alfaguara. Deliciosa parábola policial de la búsqueda improbable de la verdad en un mundo que prescinde, rentablemente, de ella. Todo lo que nombra lleva la feliz urgencia de hacernos parte de su relato.

Cecilia Vicuña and Ernesto Livon Grosman, eds. The Oxford Book of Latin American Poetry, Oxford University Press. Espléndida edición bilingue que suma, traduce y resume la larga vida de la poesía latinoamericana, desde sus voces nativas hasta sus voces de relevo.

 

César Gutiérrez: Bombardero, Norma. A partir del ataque a las Torres Gemelas, esta edición accessible recorre las instancias del horror contemporáneo (la política sin polis, la civilizacion sin civitas), de cuyas ruinas sólo nos queda el horror, la risa y la novela.

Rodrigo Fresán: El fondo del cielo, Mondadori. Fresán no se rinde al éxito de una u otra de sus novelas, y lo apuesta todo a un nuevo camino.  Posee el genio de la variedad, y cada escena suya es más cierta en ilusiones ganadas.

María Auxiliadora Alvarez: Las nadas y las noches, Candaya. A Mario Campaña, editor de diálogos trasatlánticos, se debe esta muestra de una notable poeta venezolana, heredera del gran Juan Sánchez Peláez, cuya poesía completa (Lumen)  a punto de ser convertida en pulpa, es recuperada por esta vigilia de filiaciones y reparaciones. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



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6 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Wislawa Szymborska collage

Szymborska y su libro collage. Fuente: elpaís " (...) qué buena es... extraordinaria, genial, serena y apabullante a la vez, totalmente envidiable" dijo Rocío Silva Santisteban en el "Test de Wilde" de Puente Aéreo sobre la premio Nobel polaca Wislawa Szymborska. Y para que la "envidie" más hay que añadir que la poeta, además, es una artista plástica interesante con el papel y la tijera. Dos libros nuevos suyos se asoman a España. Como un adelanto de "Babelia" de mañana, aquí El País hace un homenaje fotográfico a los collage de la polaca:León encima del coche Hombre en bañera Dedo y mujer Hombre tumbado con frase "demasiado pensamientos" Menina en el paisaje Torre de maletas



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4 de diciembre de 2009
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Las Cenicientas de la creación

He aquí una pregunta que me (per)sigue desde que comencé a trabajar en este rubro: por qué –por qué, ¡POR QUE!- esa obstinación de parte de tanta gente (productores, directores, actores) en negarnos entidad a los guionistas.

         Pocos días atrás fui a cenar a la casa de Guillermo Martínez, uno de los mejores escritores argentinos de hoy, para homenajear a nuestra editoria holandesa, Nelleke Geel, que estaba de visita en la Argentina. Allí me crucé con otra gran escritora, Claudia Piñeiro, la autora de Las viudas de los jueves. (Novela que adapté al cine con Marcelo Piñeyro.) No sé cómo salió el tema, pero Claudia me habló de una nota que recientemente había salido en el semanario cultural Eñe del diario Clarín. La firmó Sergio Vainman, autor de muchos éxitos televisivos y actual presidente del Consejo Profesional de Televisión de Argentores. Y lo que la inspiró fue otro artículo periodístico en el cual, mientras se celebraba la excelencia  de una obra (en este caso, el programa de TV Trátame bien), se ignoraba por completo la participación de los autores en ese proceso.

         Pocos días después me la envió por mail. Tenía razón, el artículo vale la pena.

         Vainman arranca con maravillosa ironía, recordando que la idea de la autogénesis o generación espontánea ha sido desterrada del pensamiento científico hace mucho tiempo. Ya el viejo Lear sabía claramente que nada sale de la nada. “Todos acuerdan con que de la nada no surgen microbios, pero algunos sí parecen aceptar que de la nada… o de nadie, para ser más preciso, puede surgir una obra audiovisual digna de análisis sociológicos, generadora de pensamientos y adhesiones masivas”, dice Vainman.

         Después de dar detalles sobre el artículo que motivó su indignación (según dice, los actores hablaban largamente, en paralelo a sociólogos, psicoanalistas y científicos de toda laya que opinaban sobre el programa y sus personajes), Vainman se pregunta: “¿Este espectáculo nació de la nada? ¿Un día, un grupo de actores se reunió y como producto de una improvisación genial dio a luz estos personajes? ¿Fueron creados, acaso, en un laboratorio sociológico? ¿Son, tal vez, ejemplos de algún Manual de Psicología de la Conducta?”

         “A pesar de que el extenso artículo no lo diga –prosigue Vainman, refiriéndose a los personajes de Trátame bien-, esta familia representativa quizás de los argentinos de hoy; estos personajes contradictorios y polémicos, tan analizados por todos; estas situaciones de alta conflictividad que impresionan a sociólogos e identifican a los espectadores, no son reales (aunque sean realistas); nacieron de las cabezas, de los espíritus, de la sensibilidad y la experiencia personal de un grupo de personas: LOS AUTORES… Autor, según el diccionario, es el responsable de un hecho, el que lo origina, el comienzo. Y si para la ley, autor de un delito es aquella persona penalmente responsable y merece un castigo, lo mismo debería ocurrir con un programa de televisión por el cual puede un autor ser condenado por plagio, pero no merece – al menos eso se desprende del contenido de este artículo – no digamos ser entrevistado o requerida su opinión, sino siquiera ser nombrado”.

         “Los devenires del mundo del espectáculo en la Argentina –concluye Vainman- van marcando una tendencia en donde la pérdida de la identidad de las obras se manifiesta en la dilución cada vez mayor del creador. Esto, curiosamente, no se debe a un colectivismo socialista que desplace a la propiedad privada de las obras intelectuales, sino al objetivo por parte de otros integrantes del proceso artístico de apropiarse y de concentrar los méritos y las retribuciones sociales, artísticas y económicas correspondientes al autor. Y no sólo en televisión: el teatro y el cine muestran palmarios ejemplos de la misma apropiación”. El artículo termina reparando la injusticia al nombrar a los autores del programa: Susana Cardozo y Pablo Lago, “que se tomaron el trabajo de pensar, en el tiempo que les tocó, cuál era la mejor forma de dejar testimonio de la sociedad en la que vivieron y murieron, a través de la voz de sus personajes”.

         Una cosa es que los guionistas / autores estemos acostumbrados a tolerar este tipo de apropiaciones, y otra muy distinta es que las toleremos, o las consideramos justas.

Esa noche en lo de Guillermo Martínez terminó con otro golpe a mi autoestima, cuando un productor famoso (que no pienso nombrar, así que no insistan) me contó como si fuere una gracia que a menudo se olvidaba de invitar a los guionistas al estreno de las películas que escribían…

Qué se le va a hacer: somos las Cenicientas del arte.

Por ahora.

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4 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

DE GAYA A TRAPIELLO

 

El camino mejor para llegar a Andrés Trapiello es admirar a Ramón Gaya. Estoy en Murcia, naturalmente he visitado el museo dedicado a Ramón Gaya, ¡mucho más que un gran pintor! y he recordado algunos encuentros con este hombre esencial, tímido, casi secreto por su discreción y de una importancia notable en nuestra pintura. Un elegante velazqueño. Además, un excelente escritor, ensayista, poeta y una persona importante desde le ética y la estética. Una vez estuve unas horas en su casa madrileña, al lado de la Plaza Mayor, mantuvimos una conversación grabada que nunca se pudo emitir por fallos técnicos. Una torpeza muy marca de la casa, de la mía, claro.

En Murcia, la ciudad de su infancia, de su adolescencia y a la que siempre volvió, esa ciudad, ese sitio de "solitaria sustancia...una singularidad imprecisa, misteriosa, secreta, fina, inefable, indecible, invisible" Así se refería a su ciudad perdida. Esa ciudad desaparecida de su infancia que siempre llevó consigo.

Y de Gaya he pasado a su amigo- un camino fácil, lógico y sin muchos desvíos- el escritor que no cesa, el poeta, memorialista y editor Andrés Trapiello. Le conozco desde los años del pop y el trotskismo o casi. He seguido, con más o menos fidelidad, sus apuntes diarios, su "salón de pasos perdidos", esa novela de la vida cotidiana contada desde su ironía, su ternura, su sensibilidad y su mala leche. Muchas veces comparto su manera de contarnos la vida y sus intérpretes. Algunas veces son muy reconocibles, muy verdaderos y otras se nos presentan como pasados por las máscaras. Creo que Trapiello es ya el escritor español que más páginas ha publicado. Habrá que cotejar con Menéndez Pelayo, Galdós, Lope y no me acuerdo de ningún "Tostado" más. Seguramente en el futuro lo pasaré al ebook, lo leeré de manera electrónica, pero ahora los "trapiellos" ocupan unos cuantos metros de mis caóticas estanterías. Me gustan esos tomos de memorias, esos pasos agrupados en las ediciones de Pre-Textos- la misma editorial de Ramón Gaya. Editorial de muchas alegrías.

Voy abriendo un poco al azar este tomo último "Troppo vero" y me encuentro con páginas que me atrapan. Por ejemplo unas en las que se habla de las casas de los escritores, de las casas de la gente, de las casas de los amigos. ¿Somos cómo nuestras casas? Yo de vez en cuando me reconozco en algún espacio de mi casa. Otras veces creo que debería ser otro, en otra casa.

Y en mis días de fiebre, también tropiezo con éste espejo de mi mismo, de pensamientos que nunca había escrito contados por Trapiello: "Cuando se está enfermo los pensamientos que tiene uno se parecen mucho a los cachivaches del Rastro, son cada cual de su padre y de su madre, y salen todos desportillados después de haber servido a dos generaciones. Así que se acostumbra uno a verse como uno de esos restos de naufragio con los que juegan las olas de la playa durante horas, sin decidirse nunca ni a dejarlo en la arena ni a llevárselo mar adentro, y tan pronto lo pone en la playa una ola igual que la siguiente, igual que la que la precedió, vuelve a llevárselo"

Me gustan sus pensamientos, me duelen menos que los míos. Y me gusta compartir también con Andrés la admiración por Lichtenberg:"Solo nos duele algo si tenemos un pensamiento propio"

Recuerdo que alguna vez que algo me dolió. Pero no lo recuerdo bien.

 



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4 de diciembre de 2009
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El Boomeran(g)
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