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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Franquear una zona

Los conozco desde siempre, desde que me aventuré más allá de mi barrio de sucias fachadas hacia una Habana que no paraba de sorprenderme. Se puede decir que se parecen a casi todos mis amigos: peludos, alternativos y risueños. Son similares a esos jóvenes que abarrotaban nuestra sala hace unos años, para tocar guitarra y pasar el apagón entre canciones y poemas. Los muchachos de Omni Zona Franca lo mismo usan una cazuela como sombrero, una saya sobre sus piernas de varones o un largo cayado hecho con la rama de un árbol. Rebeldes en todo, rompen con la poesía edulcorada y apologética, con las normas del buen vestir y hasta con el arte institucionalizado y por tanto prudente. El escenario de sus performances es precisamente esa barriada de Alamar, diseñada para que en ella habitara el hombre nuevo. Hoy disfuncional conglomerado de edificios ?todos idénticos? donde nadie quisiera vivir y los que allí residen rara vez logran mudarse a otra zona. Tirados sobre la hierba sin mucha lógica urbanística, estos bloques de concreto han sido inspiración para varias acciones artísticas de Omni. Recuerdo cuando los vecinos de la zona llamaron a la policía al ver brazos y cabezas salir entre las lomas de la basura que ningún camión recogía hacía semanas. Fue la manera que encontraron estos jóvenes para decirles a sus conciudadanos: nos estamos ahogando en los desechos, apenas si logramos respirar en medio de tanto residuo. Cada diciembre, Omni organiza el Festival de Poesía sin fin y la actual edición ha estado marcada por el cierre de su local en la casa de cultura de Alamar. Entre patrullas de policías y la voz de un airado viceministro de cultura, a estos crónicos irreverentes les fue quitado un espacio que tenían desde hace doce años. Pudieron llevarse consigo los afiches, las cerámicas, un par de viejas máquinas de escribir y una laptop en la que editan videos y escriben para su página web. El programa de actividades se trasladó a las salas de sus casas y al garaje de un amigo, todo con tal de no suspender la larga ?fiesta de luz?. Hoy estarán cargando una enorme ofrenda por la salud de la poesía hacia el santuario de San Lázaro en el poblado del Rincón. Levantarán sobre sus brazos la enorme figura hecha con ramas y pedirán por un verso, una rima asonante o el estribillo de una canción de hip hop. Quienes les quitaron el viernes pasado su sede y los intentaron castigar con el nomadismo, no comprenden que el arte de ellos brota del asfalto, del loco que pide limosnas en una esquina y de esa ciudad lisiada pero intensa que es hoy Alamar. Un artículo sobre Omni Zona Franca que hice hace dos años



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17 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El aire acondicionado

La calefacción central pertenece al mismo orden que el agua caliente pero la distingue de ella tanto la dificultad para su regulación personalizada como la consecuencia de hallarse inscrita entre los bienes colectivos.

Invierno tras invierno, los edificios de pisos, antiguos o modernos, obligan a soportar en unas y otras plantas temperaturas diferentes puesto que los avances técnicos siguen sin resolver el problema de que aquellos residentes de plantas bajas se achicharren mientras los de las más elevadas echen de menos unos grados de más.

 Esta disputa casi universal en las comunidades de propietarios lleva a que al menos la mitad de la humanidad dotada con calefacción central pase el invierno doméstico como envuelta en una gasa agobiante cuya textura enfebrecida procura la sensación de hallarse incurso en el interior intestinal de un organismo irremediable y como efecto de una existencia colectiva.  Lo colectivo  despide este calor que efectúa, sin proponérselo, una suerte de melaza con las carnes de la pequeña muchedumbre que ocupa la torre en  las primeras plantas.

Buena parte de estos individuo vienen de la calle ateridos de fríos y al traspasar el umbral de su propio hogar parece esperarles las fauces calientes de un invisible animal crecido aceleradamente con el invierno. De este modo, la condición protectora  que el hogar representa cambia lo que sería el tibio  aliento de los seres queridos en una pavorosa flama.

 El calor, en general,  acosa mientras el frío paraliza o mata. El frío siempre tuvo un mejor predicamento puesto que de su temperatura igual a cero, igual a la pobreza mística, podría deducirse una simbología espiritual propia a su vez de las catedrales secularmente heladas.

El calor, en cambio, procedente del vapor de agua o la fricción intensa significa una sobreexplotación del elemento básico hasta el extremo de su exacerbación y transustanciación, física u orgasmática.  El calor sería así el causante simbólico del pecado mortal y el infierno lo corrobora.

 Para los atomistas griegos de la Antigüedad, el calor, como la luz  era uno de los dos fenómenos por los que nuestros órganos sensoriales detectaban la presencia de la materia. Después, en la Edada Media, la tierra, el aire, el agua y el fuego componían el surtido canónico para saber de qué estaba compuesta, en uno u otro grado, la materia.

La preeminencia de lo seco sobre lo húmedo (del agua), de la suspensión calorífuga del salón (en vez de la tierra) y  la quietud del ámbito casero en general (frente a la movilidad del aire), hacen del fuego invisible el máximo protagonista de la agobiante calefacción central. No será el fuego que llamea, sonríe o conversa y que posee el instinto voraz de extenderse o  cocinar sino el fuego desgastado, pesado,  pasivo que se  instala por todas las dependencias de la casa o el despacho abastecidos por la calefacción central.

En los principios de esta invención civilizatoria sólo el vestíbulo donde se departía con las visitas y se realizaban transacciones poseía los tubos de vapor de agua que irradiaban calor. En ese tiempo, cabía  refugiarse contra un escalofrío amenazante en esta sauna o "cuarto del calor". O no hacerlo en el seno de ese calor acuartelado, domesticado.  El calor descontrolado, sin embargo, que anónimamente llega anticipa su amenaza de desecar la respiración es el que por el momento no ha resuelto bien la industria del acondicionamiento.

Porque tampoco el aire enfriado, designado "acondicionado" por antonomasia y orientado eléctricamente ha conquistado la perfección necesaria para aceptar que el clima puede elaborarse, matizarse o tunear a voluntad. El cambio climático que realizan  las emisiones incontroladas acaba siendo un  producto más ajustado grato y humanizado que todos los repetidos intentos expresos de humanizarlo. Efectivamente la ciencia del sólo nació, con el termómetro, a finales del siglo XVII pero cuatro siglos debieran considerarse más que bastantes para que la temperatura regulada deje de presentar inconvenientes de distinto orden, desde la habitación del hotel a la alcoba, los grandes almacenes, la oficina  o el cuarto de estar.

La casa que el desarrollo arquitectónico norteamericano trató de mejorar mediante ventanas siempre cerradas al accidente exterior, separada de la temperatura y los vendavales y ahora instaladas en grandes edificios y grandes almacenes,  ha revelado sus peores consecuencias.

 En el edificio  herméticamente cerrado al exterior, el exterior no entra ni para mal ni para bien. Estados Unidos es el ejemplo supremo de esta estructura estanca que lleva a los ciudadanos de un tórrido exterior veraniego a un frío acondicionado y gélido. O bien de un bochorno irrespirable que atasca el habla sobre las moquetas a una intemperie bajo cero. En esta serie de contrastes inducidos se juega la resistencia del sujeto que, aún sutilmente, se verá privado, debido al tenaza hermetismo de las ventanas de lo que fue tan glorioso como principal a comienzos del siglo XX: la ventilación higiénica.

Ventilar la casa, renovar el aire, fue la regla maestra para que la salud se sacudiera de los microbios. De ese modo, las corrientes naturales, empujaban lejos a las microorganismos  perniciosos  y, de otro lado, nos aportaban el aire recién nacido  en la sierra, el mar o  el pulimento del cielo. Las corrientes, en efecto, también podían desequilibrar la salud si alguien osaba a colocarse enfrente de ellas puesto que la corriente debía llegar y pasar como un ángel y en su misma potencia salvífica nadie debía entrometerse.  Sin esta temeridad irresponsable la corriente se portaba  como una mágica escoba que barría el suelo y el vuelo, que despegaba de las sábanas del enfermo los posos infames y  que cambiaba en el ambiente viciado, la vulgaridad por la virtud, además de los pegotes de mal olor por la pureza del olfato.

Para extraer beneficios de las corrientes era preciso favorecer la circulación libre del aire y con ello redimir la atmósfera de sus pliegues y pestilencias. 

Ventilar, respirar, suspirar, orear, la batería de elementos relacionados con el oxígeno y lo pulmonar se ven atascados en los pisos y oficinas con extremo acondicionamiento del aire.  Se convierten así en malditos focos de enfermedad de manera que, paradójicamente,  sería la vida más resguardada , bajo techo, la vida temiblemente proclive a  la hospitalización. El hospital u otro resguardo más que, poco a poco, la yatrogenia  ha convertido en una fábrica de infecciones, septicemias, neumonías y muertes por sobrecarga de lo mismo, el incesto del bien clínico  en  la procuración del bien medicinal, la anulación, en fin, de la dialéctica natural entre lo bueno y lo malo, la vida y la muerte, el frío y el calor confundidos, aturdidos o perturbados en la extremada resolución de lo peor.



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17 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El otro muro

A excepción, quizá, de los alemanes, los jóvenes que ahora tienen 20 años saben muy poco de lo que sucedió el año de su nacimiento, cuando el muro de Berlín fue derribado y se puso fin a una de las vergüenzas más llamativas de Europa. Recuerdan algo de lo que les enseñaron en la escuela, pero han olvidado ya las circunstancias que desembocaron en los hechos de otoño de 1989 y que significaron el aparente desenlace de la guerra fría, una etapa histórica también hoy envuelta en bruma. Los europeos adultos sin duda se acuerdan de aquellas imágenes de hace dos décadas, aunque no muestran un gran entusiasmo a la hora de rememorarlos. Fuera de Alemania, e incluso para bastantes alemanes, no hay grandes motivos de celebración por más que se dé por buena la demolición del muro de Berlín.

Tras aquella caída, las posibilidades que se presentaban eran tan ricas que, 20 años después, el balance es un poco mísero, especialmente en el continente destinado a protagonizar un renacimiento. Contra lo que entonces se auguraba, Europa no sólo no ha protagonizado una edad de oro, sino que aparece ante el mundo agotada y sin ideas. Carece de aura y no seduce a sus ciudadanos, ni siquiera a los recién incorporados del este. La corriente de alivio suscitada por la extinción del socialismo totalitario ha sido sustituida por la inquietud consecuente con un capitalismo sin límites para la depredación y el pillaje. En el proceso se ha perdido la referencia del mejor pensamiento político europeo de la segunda mitad del siglo XX ¿Quién se acuerda, por ejemplo, de Olof Palme y de los que buscaban una brillante tercera vía entre la barbarie comunista y la capitalista?

En lugar de por gentes como Olof Palme, Europa está encabezada por pragmáticos mediocres, como Durão Barroso. Aunque aún podría ser peor si llegara a la presidencia un embustero confeso como Tony Blair; la sola posibilidad de que el hombre que mintió descaradamente en la guerra de Irak sea el presidente europeo proporciona una idea del bajo tono moral de la Europa presente. Si los europeos no somos capaces de derribar el otro muro que atraviesa el continente, el de la apatía, de poco servirá hacer grandes celebraciones de lo que pudo ser y no ha sido.

 

El País, 14/11/2009



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17 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La mirada hemipléjica

Sobre el siglo XX se extiende todavía una mirada hemipléjica. Sabemos todo del nazismo. Millares de libros y películas han conseguido desbrozar hasta el último detalle del Holocausto. Los campos de exterminio son lugares de la memoria conocidos por todos los europeos. Los grandes temas de la historia de los totalitarismos fascistas se han incorporado a la iconografía y al catálogo de ideas recibidas de la cultura popular. No ocurre lo mismo con el otro imperio totalitario que dominó en el Este europeo durante un periodo mucho más largo que el nazismo, ni con su rastro millonario de víctimas, en buena parte todavía pendientes de recuento y reconocimiento. Al contrario, todavía hoy en Rusia se pretende mantener una memoria simpática de Stalin que minimiza sus fechorías. La salvación histórica de aquel monstruoso dictador forma parte, incluso, del putinismo hoy en el poder; algo perfectamente coherente con el papel de los servicios secretos soviéticos en la construcción de la Rusia actual, como vivero de la burguesía de Estado que controla la economía privada y la Administración pública.

La concesión del Premio Sájarov a Memorial es todo un gesto contra la mirada hemipléjica. No es una novedad: el primer galardón en 1988 fue para el surafricano Nelson Mandela y para el ucranio Anatoli Marchenko, este último el único premiado a título póstumo, pues murió en prisión, en 1986 y bajo Gorbachov, como resultado de una huelga de hambre a favor de la liberación de los prisioneros políticos; y más recientemente, en 2002, lo recibió el disidente cubano Oswaldo Payá. Tampoco es novedad la virtud de su inoportunidad política. Ya lo fue premiar a Hu Jia, prisionero y disidente chino, el pasado año, algo que molestó sobremanera al régimen de Pekín. Y ahora, en el momento mismo en que Washington reinicia sus lazos con Moscú y se multiplican las zalamerías europeas con quienes tienen la mano en los grifos de nuestra energía, los parlamentarios europeos salen con esta pata de banco. La iniciativa del Parlamento Europeo va a contracorriente y no atiende a los requerimientos de la diplomacia europea ni al realismo político al uso.Memorial es todo lo contrario del KGB, el nombre más conocido de la policía política soviética. Tiene unos principios que son el reverso de los servicios secretos de donde salió Putin: el respeto incondicional de los derechos humanos, la vida y la libertad de las personas; y su concepción de la historia como un conjunto indisoluble que forman presente, pasado y futuro. La imbricación entre la mirada sobre el pasado y la vigilancia sobre el presente tiene todo el sentido para esta organización militante. Es una de las cosas que la diferencian de otras asociaciones similares de otros países. Pero no la única: Memorial suma a ciudadanos de todas las ideologías; y no actúa en un solo país, Rusia, sino sobre un territorio internacional. Además, el periodo de tiempo que le interesa es extenso y remoto, sin atender a prescripciones ni puntos finales. La hambruna de Ucrania <i>(Holodomor)</i> se remonta a 1932. Las primeras matanzas y campos como los que formaron luego el Gulag pertenecen a los primeros años de la revolución soviética y de la guerra civil rusa.¿Cabe imaginar una vigilancia sobre el presente ruso que extienda una amnistía sobre el tenebroso pasado soviético? ¿O una visión sobre el pasado que desatienda el actual estado de los derechos humanos? No puede esconderse la continuidad entre aquel pasado y este presente. El pasado ruso, en buena parte oculto bajo los mitos antifascistas, es también el pasado de Europa. Al igual que el anticomunismo sirvió en la posguerra mundial para ocultar crímenes fascistas, ahora desde Moscú se intenta que la mitología antifascista sirva para frenar la labor de la memoria sobre el pasado estalinista.La labor de Memorial es de trascendencia europea. Las relaciones entre Rusia y la UE también dependen de que el éxito acompañe su labor admirable. Una estrecha asociación con el gran país europeo que es Rusia, del tipo que sea, sólo será posible desde una asunción del pasado estalinista por parte de todos los europeos como la que se ha producido respecto al nazismo. La plena unificación europea es también una labor de unificación de la memoria, algo que no puede conseguirse si no se desacoplan las ideologías contrapuestas que justifican el olvido de uno de los dos totalitarismos a través del conocimiento exhaustivo del otro.Nada se puede construir sobre el desprecio y el olvido. La primera UE se fundamentó en la reconciliación franco-alemana y tuvo en la memoria de los fascismos su piedra de toque. La actual, con sus socios del antiguo bloque soviético, no culminará su unidad mientras persista esa mirada hemipléjica que impide iluminar los agujeros negros de la memoria del comunismo con la misma intensidad con que se ha hecho con el nazismo.



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17 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El patio de Karina, no es particular

Click here to view the embedded video. El lobo feroz o el loco del saco se llamaban en mi infancia de otra manera: la Reforma Urbana. Crecida en una casa de la cual mis padres no tenían papeles, cuando tocaban a la puerta nos recorría el sobresalto de que podía ser un inspector de la vivienda. Aprendí a mirar por las persianas antes de abrir, en una práctica que aún conservo, para evitar a esos husmeadores con portafolio que nos advertían de la fragilidad legal de nuestro hogar. La institución que ellos representaban era más temida en mi solar que la propia policía. Numerosas confiscaciones, sellos pegados en las puertas, desalojos y multas, hacían que a los guapos de Centro Habana les temblaran las mandíbulas cuando oían hablar del Instituto de la Vivienda. Por estos días ha regresado ese fantasma de mi niñez con lo sucedido alrededor del patio de mi amiga Karina Gálvez. Economista y profesora universitaria, esta simpática pinareña fue parte del consejo editorial de la revista Vitral y ahora es pilar imprescindible del portal Convivencia. Eso, en una sociedad donde la censura y el oportunismo crecen ?por todas partes?  como el marabú, puede interpretarse como un gran error por parte de Karina. Para colmo, siempre ha creído que la casa de sus padres, donde nació y vive hace más de cuarenta años, era una propiedad familiar, tal y como dice el título guardado en la segunda gaveta de su armario. Sobre la base de que construir en el propio patio debe ser algo tan íntimo como la decisión de dejarse crecer las uñas, levantó un ranchón sin paredes al que todos los amigos contribuyeron con algo. Poco a poco, aquello se convirtió en sitio para el debate, epicentro de la reflexión y lugar de peregrinaje imprescindible para creadores y librepensadores de Pinar del Río. Hasta el Obispo Emérito Ciro González vino a bendecir la Virgen de la Caridad que presidía aquel acogedor espacio. Recuerdo que Reinaldo y yo buscamos un ceramista que grabó la bandera y el escudo cubanos para el improvisado altar en el ya célebre ?Patio de Karina?. Comenzaron entonces las escaramuzas legales, los inspectores de la Reforma Urbana con sus amenazas de derrumbe forzoso y expropiación. Parecía que todo iba a quedar en una penalización monetaria o ?en el peor de los casos? en el derribo de lo construido. Pero a los que no han sabido edificar les produce un especial placer confiscar, quitar lo logrado por otros, incautar lo que ellos mismos no han creado. De manera que ayer martes, una brigada llegó a casa de mi amiga y le anunció que su patio ya no era suyo, sino propiedad de la empresa estatal CIMEX que colinda con la casa. A una velocidad rara vez vista por estos lares, levantaron una barrera de metal que en la noche se convirtió en un muro de ladrillos. Karina ?en su infinita capacidad de reír ante todo? me dijo que pintarán sobre la fea muralla un par de gallos de colores que anuncien la alborada. Al otro lado, el terreno que siempre le ha pertenecido ahora es usado por otros. Un día lo recuperará, lo sé, porque ni la Reforma Urbana, ni la policía política, ni la brigada de respuesta rápida que apostaron afuera podrán impedir que sigamos diciendo y sintiendo que ese es el Patio de Karina. Galería de fotos de Yoani Sánchez en Flickr



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16 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Los cuentos inevitables de Alice Munro

Umberto Eco decía que le gustaba que los lectores encontraran nuevas posibilidades a sus novelas. Que sugirieran que la trama podía haber sido diferente, el final otro, la suerte de un personaje distinta. Sabía de la teoría del lector y, hombre de vuelta de todo, creía que una novela era apenas la versión del escritor y cada lector construía su propia versión de las cosas a partir de su lectura. Durante muchos años, yo creí en lo que decía Eco y me emocioné cuando alguien se me acercaba con ideas diferentes, algunas veces mejores, a las que me habían servido en la novela. Si me decían que el final debía haberse alargado un poco, lo sentía como un homenaje. ¿Que ese personaje no debía haber muerto? Pues, no sé. Quizás en la siguiente edición…  

Luego descubrí que no siempre es así. Uno lee, por ejemplo, a Alice Munro en Escapada, y entiende que su estilo es lo opuesto a lo que quería Eco: sus cuentos transmiten una sensación de inevitabilidad. Como si las cosas sólo pudieran haber ocurrido de la forma en que Munro las narra. Todo fluye a la perfección, un hecho sucede al otro de la manera más natural e irrefutable del mundo. Si los críticos dicen de ella que es “nuestra Chejov”, no sólo se debe a que se enfoca en la vida anodina de pueblos y ciudades alejados de las grandes capitales —y muestra que, gracias a la densa vida interior de sus personajes, esa vida no es nada anodina--, sino a su maestría en el arte del cuento moderno. Los suyos son cuentos perfectamente cerrados a pesar de que muchas veces tengan un final abierto.

Pienso en todo esto al leer el nuevo libro de cuentos de Alice Munro, Too Much Happiness. La prosa es excelsa, llena de detalles capaces de evocar emociones sutiles y matizar atmósferas con delicadeza, pero ¿se crea de nuevo esa sensación de inevitabilidad? En la mayoría de los casos, esta vez no. Igual, hay relatos magistrales, como "Fiction”, sobre la forma compleja en que los escritores utilizan la realidad para construir sus ficciones, con guiños irónicos a la condición de Munro como escritora sólo de cuentos: “How Are We to Live es una colección de cuentos, no una novela. Eso decepciona, disminuye la autoridad del libro, hace que el autor parezca alguien que se está colgando apenas de las puertas de la Literatura y no instalado adentro y ya a salvo”.  

En “Dimensions”, un hombre mata a sus hijos y termina en la cárcel, condenando también a su esposa a vivir con el peso de esas muertes; en “Free Radicals”, otro hombre mata a sus padres y a su hermana, entra a una casa a robarse el auto y perdona a la mujer con la que se topa ahí adentro (poco después, el hombre muere en un torpe acto de Deus ex machina; ese acto, por ejemplo, era perfectamente evitable). Es como si la Munro hubiera decidido trasladar a su mundo de clase media las tramas del universo más proletario de Joyce Carol Oates. Pero en la Oates hay una fiebre gótica que no se encuentra en la digna Munro.

El tema de Munro en Too Much Happiness está explicitado en “Fiction”: la forma en que “la gran felicidad –temporal, precaria— de una persona pueda provenir de la gran infelicidad de otra persona”, con lo que la “contabilidad emocional del mundo” termina equilibrándose. Sí, estos cuentos repletos de personajes inestables aspiran desesperadamente al equilibrio y a veces lo consiguen. Munro sabe como pocos escritores que el mundo no se rige por la justicia cósmica; sin embargo, aquí se esfuerza por encontrar ese balance, y al hacerlo desbalancea el equilibrio interno de algunas de esas mágicas máquinas narrativas que son sus cuentos.

(La Tercera, 16 de diciembre 2009)



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16 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cuadernos de notas

 

Cuadernos de notas (1878-1911)

 

         

            La reedición de estos apuntes personales de Henry James es una gran noticia. Por alguna misteriosa razón los nueve cuadernos que componen el presente volumen se salvaron del fuego que en cambio sí destruyó otros muchos papeles que James optó por no guardar. Fueron publicados por vez primera en inglés en 1947 y la edición estuvo a cargo de F.O. Matthiessen y Kenneth B. Murdock. Hubo que esperar hasta 1989 para que alguien, en este caso Península, tuviese la idea de publicarlos es castellano. La editorial española tuvo un primer acierto en  la  elección de traductor, pues recurrió a Marcelo Cohen. Este escritor argentino, que había ejercido de redactor-jefe de Quimera y El viejo topo mientras residió en Barcelona, optó por pasarse a la traducción cuando cerró la segunda revista, y tiene en su haber unas excelentes versiones de Jane Austen, T.S Eliot, Philip Larkin y Wallace Stevens, es decir, unos auténticos miuras literarios cuya lidia exige un amplio conocimiento de los idiomas de partida y llegada, aparte del manejo de los recursos poéticos. También es el autor de esta traducción que Península (y conste que ofrezco el dato sin ánimo de proporcionar munición a quienes opinan que los editores raras veces leen los libros que publican)  incluyó en una colección de Historia, Ciencia y Sociedad. Henry James empezó estas anotaciones en  1878, cuando contaba 35 años de edad y estaba redactando Los europeos. Mantuvo la costumbre hasta 1911, cinco años antes de su muerte, ocurrida cuando tenía 73 años.

            Es de suponer que este libro atraerá a los incondicionales de James, que deben de ser muchos a juzgar por la cantidad de ediciones y reediciones de sus libros que tienen lugar año tras año. Pero sobre todo va a provocar delirios en aquellos que andan enzarzados en esa lucha a brazo partido que supone escribir una novela. Porque de eso van estos cuadernos. El lector tiene la fascinante oportunidad de asistir a los primeros pasos de una historia que, al cabo de un largo y complicado proceso, puede materializarse (o no) en una narración. James fue el inventor de un género literario que podría llamarse "the long short story". En la edición española, quien más cerca estuvo de encontrar una definición parecida fue Lara padre, para el cual todo libro de ficción de los que él publicaba era un cuento corto o un cuento largo, refiriéndose en este segundo caso a lo que el resto de mortales considera una novela. El cuento corto largo de James va por ahí.  Lo curioso es que, en plena maquinación de una historia, James era capaz de cuantificar la longitud final del posible relato, siendo su unidad de medida las cinco mil palabras. Toda  historia que no diera para juntar esa mínima cantidad de palabras era desechada y de hecho hace un par de años Andrés Barba y Javier Montes recurrieron a tres escritores españoles y tres mexicanos para que desarrollasen ideas que James dejó anotadas pero no utilizó nunca. El séptimo de los elegidos fue el  irlandés Colm Toibin, autor de una biografía novelada de James que  me ha costado no sé cuántas discusiones hasta las tantas a costa de una práctica que, en mi opinión, es un híbrido perverso y que contamina tanto a la novela como a la biografía sin llegar a ser ni una cosa ni otra. Pero ya habrá ocasión de tratarlo con más detalle. 

            El prodigio de los Cuadernos es que se puede ver en funcionamiento  la mente de un auténtico narrador de raza. El cual, al término de una cena en casa alguna de aquellas damas que tanto le gustaban volvía a su estudio con historias reales que le habían contado las comensales y, mientras tomaba notas, empezaba el proceso perfilar la sinopsis de una  historia que en ocasiones puede durar hasta cinco páginas. Los editores originales se ocuparon de identificar y seguir la pista a los relatos pergeñados en cada entrada,  y como dan noticia acerca de su título final en el momento de su publicación, resulta facilísimo ir a consultar el relato en cuestión y ver qué pasó cuando se trató de pasarlo del bosquejo a la versión publicada. Los viciosos de James tienen juerga para rato.

 

         Cuadernos de motas (1878-1911)

Henry James

Destino

 

 



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16 de diciembre de 2009
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Canto de villanos

Es inútil que los que no tenemos niños, ni abeto en casa, ni creencias, nos rebelemos contra el ruido que hace la Navidad. Tiene una justificación bíblica. Si nos fijamos bien, las dos estampas más perdurables de la natividad de Jesús son la compañía que le dan en el pesebre, junto a sus padres, la mula y el buey, mugiendo y rebuznando de dicha, y la llegada de los Reyes Magos, que con tanto séquito y tanto animal de carga debieron de montar un gran belén ante el portal. Resignación, pues, amigos, si suenan las zambombas, las voces ebrias de las comidas de empresa (las que no hayan cerrado o economizado) y los gritos de los patinadores al darse un porrazo, ahora que el municipio, al menos el de Madrid, ha puesto en el centro urbano pistas de hielo.

     Yo reivindico aquí, pese a todo, un sonido navideño que no puede ser más tradicional y hasta ñoño: el villancico. No estoy seguro de que las familias los sigan cantando en la intimidad, aunque me han dicho que se hacen concursos (como los de belenes) y que en las noches más señaladas de estas fiestas se pueden oír, más o menos desafinados, en las calles de algunos pueblos celosos de sus costumbres. En cualquier caso, he pasado los últimos días oyendo villancicos, y les aseguro que ha sido una experiencia estética de lo más emocionante. Se trata de un disco, y en él todo se une para hacerlo memorable, además de altamente recomendable. Por un lado está la calidad de las piezas, que luego comentaré brevemente. Y por otro la altura del empeño, pues significa la recuperación discográfica de un maestro del Renacimiento español, Joseph Ruiz Samaniego, hasta ahora sólo vagamente conocido por los estudiosos, que sólo sabían de él que fue un hombre de mal talante nacido en un lugar ignoto y activo en la provincia de Zaragoza, entre Tarazona y la capital, desde aproximadamente 1653 hasta la fecha certificada de su muerte en 1670.

    El disco se titula ‘La vida es sueño...' y ha sido editado por el prestigioso sello francés Alpha 153, que distribuye en España Diverdi. Los intérpretes, excelentes, son los llamados ‘Músicos de su alteza', una agrupación española que dirige Luis Antonio González, especialista en músicas antiguas. Las diez obras grabadas de Ruiz Samaniego lo revelan como un maestro de la polifonía que nada tiene que envidiar a los grandes compositores contemporáneos activos en Venecia, París o la Inglaterra isabelina, ni tampoco a predecesores hispanos de la talla de Victoria y Guerrero. Oímos una música de ocasión (varias de las composiciones fueron escritas para las festividades de la Virgen del Pilar, y una de las más hermosas, ‘De esplendor se doran los aires', deja entrever un fondo melódico de jota aragonesa) constantemente inventiva y, siendo religiosa en su mayoría, llena de vivacidad; conviene recordar, a ese respecto, que la palabra villancico es de la misma familia que el término ‘villanesca', definido por Diego de Covarrubias en su Tesoro de la Lengua Castellana de 1611 como "canciones que suelen cantar los villanos cuando están en solaz". Un villano en el siglo XVII era un aldeano, y hoy es un malo. No hay que ser ni lo uno ni lo otro para disfrutar en la siempre estridente navidad los maravillosos cantares de este redescubierto Ruiz Samaniego.

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16 de diciembre de 2009
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III. Lo que hay es una contrarrevolución

No hay en Nicaragua tal programa oficial en beneficio de los pobres, cuyo número sigue más bien creciendo, mientras los recursos del petróleo venezolano se pierden en vericuetos demagógicos y corruptos. En una reciente encuesta de opinión, el sesenta por ciento de la gente afirma que el gobierno de Ortega no es un gobierno de los pobres, ni está haciendo nada por ellos. Y la antigua senadora socialista del PSOE, Elena Flores, con motivo de una reciente visita a Nicaragua, declaró que lejos de haber una revolución en el país, lo que hay es una contrarrevolución. Contra los pobres, y contra la democracia.

            El proceso de participación necesario para devolver a Nicaragua al carril de la democracia tiene que ser común y nadie deberá ser excluido por ser de derecha o por ser de izquierda. Es lo que pasa siempre que se lleva adelante un verdadero proceso de transición.

            En medio de las fragilidades y contradicciones que todo proceso de esta naturaleza tiene, el avance que se ha logrado es que todas las fuerzas democráticas se involucren, como se vio en la última demostración popular en las calles, cuando predominaron de manera abrumadora las banderas del país, y no las de los partidos políticos.

            Los diputados socialistas europeos deberían venir a verlo, porque igual que se abstuvieron en la votación parlamentaria en Estrasburgo, también se han abstenido de presentarse en el terreno de los hechos para saber realmente lo que está ocurriendo en Nicaragua. Sería oportuno lo que hicieran.

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16 de diciembre de 2009
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Lo que se ha perdido (II)

"...lucha por recuperar lo que se ha perdido y reencontrado y vuelto a perder mil veces". Así cierra el verso de T. S. Eliot, que citaba en el último texto.                                                                                     Lo que se ha perdido es quizás ante todo un sentimiento de capacidad, sustentado en un originario estupor. Estupor que caracteriza a un niño carente aun de lengua que sirva de omnipresente mediador  (condición de que la  aprehensión del entorno sea  cabalmente humana), pero que se avanza hacia ella, mediatizando su percepción por palabras y complaciéndose en los enlaces de éstas. Estupor propio de quien explora  un mundo para él completamente virgen, o  más bien forjando ese mundo, pues antes de las palabras carece de todo sentido referirse a un mundo.

Pero esta perdida de sentimiento respecto a lo que somos capaces de hacer, no se reduce al sentimiento de impotencia para forjar frases nunca hasta entonces dichas que amplíen los horizontes de nuestro mundo. Renunciamos a explorar y fertilizar  los tropos del lenguaje, pero renunciamos asimismo a enriquecer nuestro mundo mediante la creación de nueva objetividad, renunciamos a trasformarnos mediante el conocimiento. 

Hay en tal renuncia como una deserción respecto a la causa quizás más esencial, la causa de la humanidad. Pues el fundamento último de la disposición ética quizás no resida en otra cosa que en la exigencia de mantener la vida del espíritu, mantener aquello sin lo cual la humanidad queda inmediatamente reducida y empobrecida.  El deber es en cada momento enfrentarse a lo que resiste, ya se trate de una metáfora o de una ecuación.

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16 de diciembre de 2009
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El Boomeran(g)
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