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La Nación y La Nación

Hace mucho tiempo que nuestra identidad dejó de estar contenida en una Isla. El acto de nacer y crecer en este alargado territorio ya no es el elemento principal para portar su nacionalidad. Somos un pueblo desperdigado entre los cinco continentes, como si nos hubiera atomizado sobre el lienzo del mapamundi la mano errática de las necesidades económicas y de la falta de libertad. Sé lo que se siente. Sé lo duro que es ir a un consulado cubano en un país cualquiera y que te pidan una firma por la libertad de cinco agentes del Ministerio del Interior ?presos en Estados Unidos? pero no te preguntan, siquiera, si pueden auxiliarte en algo. He escuchado a una joven llorar en una embajada en Europa mientras un funcionario le repite que no puede retornar a su propio país por haber excedido los once meses de permiso de salida. También he sido testigo de la otra parte. De la negativa recibida por muchos que aquí solicitan la tarjeta blanca para subir a un avión y saltarse la insularidad. Las limitaciones para viajar se nos han vuelto rutina y algunos han llegado a creer que debe ser así, porque conocer otros lugares es una prebenda que nos dan, una prerrogativa que nos otorgan. Esos pocos que deciden quién entra o sale de este archipiélago han elegido a los participantes del encuentro La Nación y la Emigración que sesiona desde hoy en el Palacio de las Convenciones. He leído los puntos a debatir durante estos dos días y no creo que representen las preocupaciones y demandas de la mayoría de los emigrados cubanos. Salta a la vista que no se incluye la exigencia de poner fin a las confiscaciones de propiedades para los que se radican en otro país, ni se menciona la necesidad de devolverle el derecho al voto a los exiliados. Ni siquiera encuentro, en la agenda a tratar, el anuncio del fin de las limitaciones que tienen muchos de ellos para ingresar o radicarse en su propio terruño. La parte de los que vivimos en la Isla tampoco está representada en toda su pluralidad y sus matices, sino que tiene el sello de lo oficial y el acartonamiento de lo dirigido. Ambas muestras ?la de adentro y la de afuera? están cercenadas y filtradas para evitar que *La Nación y la Emigración* termine por convertirse en un pase de lista de las atrocidades migratorias que padecemos. Más que reclamaciones y críticas, las autoridades que organizaron el encuentro quieren escuchar en la enorme sala ?donde suele reunirse el Parlamento? el sonido estrepitoso de los aplausos.

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28 de enero de 2010
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Festivales literarios

programa del Hay Festival Cartagena 2010. Fuente: hayfestival Mientras esperamos, en mayo, el fabuloso Festival de la Palabra que Mayra Santos Febres y otros cómplices está organizando en Puerto Rico (en la tierra de Maelo ya se respira el ambiente de Festival, por cierto, gracias al entusiasmo de Mayra y con la presencia de la cubana Karla Suárez, quien se adelantó y fue a Puerto Rico a dar unos talleres y comenta la visita en El País), podemos ir calentando motores con el Hay Festival Cartagena 2010 que empieza mañana, 28 de enero y contará con la presencia de Ian McEwan, Almudena Grandes, Michael Ondaatje, Mario Vargas Llosa, Manuel Gutiérrez Aragón, Guillermo Fadanelli, William Ospina, Fernando Trueba, Zoé Valdés entre otros. Ya Daniel Mordzinski viajó hasta allá y tiene la cámara en ristre para mandarme algunas fotos. A propósito, en el diario argentino La Nación, Susana Reinoso habla sobre los Festivales Literarios:¿Cuánto cuesta un festival literario? Entre US$ 400.000 y 2.000.000, según el festival de que se trate. En el primer caso se halla el Carnaval de las Artes. En el segundo, el Hay Festival. Desde Colombia, Heriberto Fiorillo, director del Carnaval de las Artes, que este año realiza su cuarta entrega, dice a LA NACION: "Nuestro propósito es que los escritores y los artistas nos revelen sus procesos de creación e invitamos a los jóvenes para que conozcan por dentro la literatura, el periodismo, la magia. El contacto con el público se da en espacios que funcionan como pequeños talleres. La obra es más importante que el artista o el escritor". Desde Madrid, la directora de Proyecto y organizadora de las ediciones de Granada y de Segovia del Hay Festival, la argentina Sheila Cremaschi, define los encuentros: "Cada festival es un animal único, con su propia vida y hasta la identidad de los lugares modifica nuestras concepciones. Destaco como saliente la proximidad que tienen los escritores con sus lectores durante los cuatro días que dura el festival. Es un momento renacentista en el que conviven artistas, escritores y músicos en un mismo espacio". Desde Italia, Silvio Benedetto señala: "Estos encuentros artísticos en la Liguria [Cinque Terre] surgen como un punto de encuentro entre el pasado, por el papel que el puerto de Génova tuvo en la migración de los que se hicieron a la mar, y el presente, en el diálogo con otras poblaciones. El intercambio de los escritores y de los artistas se da con los pobladores locales". Lo intransferible de un festival literario, coinciden los consultados, es esa magia que se produce en una pequeña ciudad cuando es "tomada" por la literatura. Y de pronto, un lector desprevenido se sienta en un café al lado de Martin Amis, o se cruza con Gabo García Márquez y su hermano Jaime volviendo de una cena en la histórica Cartagena de Indias. Sólo por placer de verlos andar, como mortales, ya vale la pena.

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27 de enero de 2010
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Necrofagia

 

Al biógrafo se le permiten licencias obscenas si a cambio consigue proteger la integridad de la obra de arte. ¿Podrá sobrevivir sin la veneración que prestamos al autor? En este caso, la indiscreción con que manosea la vida privada se dispone a revelar también la magnitud de nuestra mitomanía. La insensatez con que admiramos a los apóstoles de este mundo, la ternura con que cultivamos su leyenda o protegemos sus reliquias, requiere, de vez en cuando y con la debida acritud, esos ejercicios de infamia satisfecha que llamamos investigación de la verdad.

Pero una cosa es desbrozar nuestras mentiras culturales y otra, muy distinta, encarnizarse con los muertos. Al parecer, produce una emoción muy placentera difamar al que no podrá levantarse a replicar. Lo hemos visto ahora leyendo al antiguo jefe del novelista sueco Stieg Larsson. Dice Anders Hellberg que Larsson "utilizaba un lenguaje pobre, el orden de las palabras era incorrecto, la construcción de las frases era simple y la sintaxis completamente enloquecida". Hellberg afirma que Larsson no pudo escribir la trilogía de Millenium y que fue su compañera quien redactó los exitosos capítulos de la novela. El artículo publicado en el diario sueco Dagens Nyether's -según nos cuenta El País- ha levantado el correspondiente revuelo pero nadie ha preguntado todavía por qué Hellberg fue durante diez años el jefe de una nulidad semejante.

El pasado verano invité a Kurdo Baksi al encuentro de literatos celebrado en Formentor para que nos contara su vieja amistad de editor con Stieg y, de paso, los asuntos menos decorosos de la polémica entablada entre su familia y la mujer que a veces ha parecido una viuda ultrajada. El resultado fue una deliciosa charla sobre la impetuosa personalidad de un periodista valiente que no dejó de hostigar con sus artículos a las redes de corrupción económica y policial que pudren la presuntuosa democracia sueca. Baksi hizo además un alarde de discreción y relató con mesura la turbación emocional que enfrenta a los familiares del escritor desaparecido. Habló de Larsson con respeto pero supo eludir la tentación de glorificar al ausente, omitiendo con inteligencia los elogios que tantas veces nos han ayudado a sosegar nuestro complejo de supervivientes (¿por qué sigo vivo cuando él ha muerto?). Sin embargo, cuando se publica su anunciado libro (Mon ami Stieg Larsson) descubrimos que la emprende con el muerto y se apresura a declararlo "un mal periodista" y "un hipersensible fanfarrón".

Los lectores bienaventurados creerán que la envidia, el resentimiento o la ingratitud son las fuerzas que mejor moldean la memoria personal pero otras hipótesis deben ayudarnos a comprender este boxeo de los vivos contra los muertos.

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27 de enero de 2010
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Los jóvenes que ya no ríen (II)

Cuando lo antinatural se vuelve natural (en este caso, la tendencia a que cada vez más jóvenes maten y sean muertos en confusos episodios que sólo encuentran eco en la crónica policial), la pregunta sociológica y cultural se vuelve relevante. Y lejos de esquivarle el bulto, el libro Sangre joven de Javier Sinay la asume plenamente.

         En otros tiempos los jóvenes también caían como moscas, pero en el contexto de guerras independentistas y / o revoluciones. Uno de los problemas del presente va mucho más allá del hecho que ya no parezca haber grandes causas que canalicen la energía a menudo incendiaria de la juventud. (Yo tiendo a creer que, por el contrario, existen más grandes causas dignas de entrega que nunca.) Lo grave es que a los jóvenes se los está despojando de cosas más esenciales que una bandera. Al menos en la Argentina son millones los chicos y chicas a los que les han birlado ya la educación que otorga elementos para evaluar cualquier situación, por compleja que parezca, con inteligencia y sensatez; millones los que no recibieron la alimentación necesaria para desarrollar sus capacidades a pleno; millones los que no han sido formados en el afecto, hijos de familias desmembradas y devastadas por las carencias económicas; y millones, en suma, los que han sido despojados de la noción misma de futuro. Tiemblo al pensar qué será de ellos, y de los que están por venir, si este país vuelve a virar en la dirección del salvajismo del mercado que, ignorando por completo las lecciones de las crisis de 2001, tiene hoy tantos adalides sonriendo en los medios a toda hora.

         Sinay dice: "¿Existía la chance de que Brian no fuese un monstruo?" en referencia al adolescente violador de La Plata, porque la pregunta se torna insoslayable. (A pesar de que yo disienta con el uso del concepto de monstruo como categoría en estos casos; pero creo entender a qué apunta Sinay.) Está claro que en esencia todos somos libres, ese es el signo de lo humano: por difíciles que sean nuestras circunstancias, siempre nos queda la posibilidad de elegir. Pero una vez que entendemos que ese pibe casi no conoció a su padre, que tuvo una madre ausente por obligaciones de trabajo, que desertó de la escuela casi de inmediato y desde entonces se quedó afuera del sistema, que no tuvo contención alguna, que estaba resentido por los gritos y los castigos físicos y que no tenía más horizonte que la calle (cuando lo mataron, Brian ya era adicto a los pegamentos), resulta inevitable aceptar que las opciones de Brian sumaban cero, o casi. ¿Podría haberse convertido de todos modos en un miembro útil de esta sociedad? En teoría, sí. Pero para que eso ocurriese Brian debería haber tenido una fuerza sobrehumana, cuando en realidad no recibió nunca ninguno de los alimentos imprescindibles para que la desarrollase: ni los físicos, ni los intelectuales, ni los afectivos. El mismo hecho que condujo a su identificación es revelador al respecto: Brian le llamó la atención a un remisero porque le pidió que lo llevase al Parque de la Costa, o sea a un parque de diversiones. ¿Qué hizo Brian, pues, con el resultado monetario de sus delitos? Tratar de ser, al menos por un rato, el niño que nunca le dejaron ser.

         Libro poderoso y conmovedor, este Sangre joven. Que además de los dolores que cuenta se lee con placer. (La última de las historias, El pibe millonario, funciona perfectamente como uno de esos policiales que uno no puede soltar hasta el final.) El hecho de que formule todas las preguntas pertinentes y no provea respuestas simplificadoras es otra de las marcas del talento de Sinay.

         Sangre joven es de la clase de libros que sólo pueden ser buenos si lo dejan a uno inquieto. Y tal como ya les consta, conmigo ha tenido todo éxito.

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27 de enero de 2010
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Elecciones embarazosas

Davos significa ?l?embarras du choix?, la imposibilidad de optar sin rechazar también una opción atractiva. Los gurús de cada tribu reúnen a sus devotos para escudriñar todos juntos el vuelo de los pájaros, las entrañas de una gallina o los posos de café. Aquí sucede algo similar con disciplinas en principio algo más serias. Algunos gurús tienen además una capacidad predictiva acreditada. Noureil Roubini, por ejemplo, uno de los pocos que supo ver la llegada de la crisis. Ayer se le escuchaba en la sala de congresos o ante las pantallas de televisión como la voz del profeta. Y lo que dijo no fue precisamente para salir bailando, al contrario, sobre todo los europeos y dentro de los europeos los españoles: a medio plazo el euro peligra y el riesgo viene por nosotros, con nuestra economía mucho mayor que la griega pero con enormes debilidades estructurales. Otros escucharon a Loic Lemeur, uno de los profetas de las redes sociales, que predica cada año en Davos y también consigue llenar las salas y dejar público en la puerta: confieso que a la hora de escribir estas líneas no he obtenido ninguna información relevante de las dichas redes sociales sobre la sesión matutina. Ya me enteraré por otros medios.

?L?embarras du choix? me afecta por partida doble. En Davos y antes de ir a Davos. Me hubiera gustado estar hoy en Madrid en la presentación de Invictus, la película de Clint Eastwood, basada en el libro de mi colega y amigo John Carlin sobre la vida de Mandela, al que Morgan Freeman presta el rostro y la interpretación, y me subí al avión a Zurich pensando cuánto me apetecía ir al pase especial de la película. Cosas del trabajo. Pero el azar de la programación me ha proporcionado una pequeña revancha, muy ilustrativa del alcance del Foro Económico Mundial. A mediodía, antes de una sesión sobre la seguridad energética, he ido a la conferencia de prensa del presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, en la que se presentaba el Campeonato Mundial de Fútbol que se celebrará en su país entre junio y julio. Y allí estaba, en grandes montones en la entrada de la sala, como presente para los asistentes, el libro de John, en su primera edición en bolsillo, que los periodistas se arrebataban de las manos. Sudáfrica es uno de los países de moda este año. Una de las formas de combatir el frío glacial de los Grisones son las bufandas y gorros con el arcoiris sudafricano que regala el gobierno de Zuma. La tradicional fiesta de clausura, patrocinada cada año por un país distinto, será esta vez sudafricana. El campeonato de fútbol, en el que los españoles deben aspirar al máximo, tiene un significado especial para los sudafricanos. Hace 20 años Mandela fue liberado de prisión. La Guerra Fría, el Muro, la unificación alemana, el proceso entero que llevó a la desaparición de la URSS, sí; pero también el fin del apartheid y la transición democrática que ha llevado a Sudáfrica a convertirse en uno de los emergentes más prometedores y en todo caso el más prometedor de Africa. John Carlin vivió parte de esta historia, la ha escrito, la convertido ahora en un filme, al que yo le deseo todo el éxito como se lo deseo a los sudafricanos, en su campeonato y en su ascensión, ésta sí pacífica de verdad, como país próspero y democrático.

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27 de enero de 2010
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Los jóvenes que ya no ríen

No sé ustedes, pero yo suelo tener dos tipos de pilas de libros en espera de su oportunidad: la de aquellos libros que ardo en deseos de leer (ubicados, por supuesto, en preciso orden de preferencia) y después aquella de los libros que tan sólo leeré si la primera pila disminuye lo suficiente.

         Admito que Sangre joven: matar y morir antes de la adultez fue a parar a la segunda pila apenas llegó a mis manos. Pero su premisa debe haber producido algún destello en mí, porque me puse a leer el prefacio de su autor, Javier Sinay, y ya no pude parar: me lo tragué en muy pocas sentadas.

         El libro es, en esencia, una serie de crónicas sobre casos reales en los víctimas y victimarios fueron jóvenes. Algunos hechos los recordaba bien, a partir de la cobertura periodística que obtuvieron en su momento: la historia de Junior, por ejemplo, aquel adolescente de Carmen de Patagones que la emprendió a tiros en su escuela al mejor estilo Columbine; o el caso del Hombre Araña de La Plata, que aterrorizó a las mujeres de la ciudad y resultó ser un chico de 16 años llamado Brian. (A esta crónica Sinay la tituló, con precisión y un eco de Victor Hugo, El niño que ríe, porque Brian no pudo dejar de sonreír ni siquiera cuando lo descubrieron in fraganti el 23 de marzo de 2008. Quizás haya seguido sonriendo hasta el final, que sobrevino minutos después con un disparo en la nuca.) Pero la mayoría de las historias me resultaban desconocidas: el triángulo amoroso que resultó en el asesinato de Federico de 20 años, el arrebato de celos que impulsó a Jaime a asesinar a su prima, la gresca a la salida de una bailanta que impulsó a una chica llamada Andy a matar porque sí, el cruel asesinato del muchacho a quien llamaban Perico a manos de aquellos que envidiaban su dinero.

         Lo que me producía desconfianza en un comienzo era la posibilidad de recrear estas historias por puro morbo, explotando la curiosidad que los hechos de violencia (semi) inexplicables producen y producirán en el ser humano. Pero como ya lo dije, Sinay aventó mis temores desde al arranque mismo, al reconfigurar esas historias en el marco del siguiente interrogante: “¿De qué Argentina hablarán los homicidios que se narran en este libro?” Y la segunda pregunta, tácita pero válida por extensión: ¿de qué sociedades hablan los homicidios similares que por supuesto no ocurren tan sólo en la Argentina, sino en cada una de las ciudades en que vivimos?

 

(Continuará.)

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27 de enero de 2010
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Berenjenal filosófico

Supongamos que existe algún procedimiento para determinar la localización de una bomba tan sensible que la energía de un mero fotón que la tocara bastara para hacerla explotar (con lo cual un observador exterior se halla en la imposibilidad de ver la bomba). L. Vaidman (precisamente uno de los que avanza en que podría consistir tal procedimiento, a la vez que hermeneuta de la Many-Worlds Interpretation) señala que se daría entonces la aparente paradoja de  que tendríamos información sobre un lugar del espacio -la información es que allí se ubica la bomba- sin que partícula alguna nos de desde el lugar mismo la información -sabemos que no ha llegado partícula alguna porque la bomba no ha explotado. Paradoja falsa nos dice Vaidman: "No había fotón en la región de la bomba en un particular mundo, pero sí hay otros mundos en los cuales un fotón alcanza la bomba y provoca su explosión. Puesto que el Universo incorpora el conjunto de los mundos, no es verdad que en el Universo fotón alguno ha llegado al lugar de la bomba. No es sorprendente que nuestra intuición física conduzca a una paradoja cuando nos limitamos a la consideración de un solo mundo: las leyes de la física son aplicables a la totalidad del universo que integra todos los mundos" (L. Vaidman, " Many- Worlds Interpretation of Quantum Mechanics" Stanford Enciclopedia of Philosophy, 2002)  

Así pues, lejos de considerarse a sí misma como una teoría paradójica, la Many-Worlds Interpretation tiene más bien la vocación de escapar a paradojas propias de teorías nás canónicas ( ya sea forzando los conceptos mismos de mundo y de universo, haciendo de éste un conjunto unificado de la pluralidad de los primeros), lo cual lleva al autor citado a recordar: "La MWI no es la interpretación de la teoría cuántica entre los físicos pero esta haciéndose crecientemente popular(...)en cosmología cuántica posibilita el que se discuta sobre la totalidad del universo evitando la dificultad de la interpretación Standard que exige recurrir a un observador exterior al universo como tal." (idem)

Decir que la Many- Worlds Interpretation intenta de entrada responder a un envite, que intenta encontrar salida a una aporía en la que la razón filosófica sustentada en la física se había introducido,  exige un mínimo de justificación.  ¿Como se llegó a la situación en la que una teoría que conjetura la existencia de mundos paralelos al que nosotros percibimos puede llegar a tentar? ¿En qué berenjenales filosóficos se había introducido la reflexión posterior a los trabajos propiamente de los físicos, la reflexión tras la física, para decenios atrás, un físico de la talla de H.  Everett fuera sentando  las bases de una teoría que entonces como podía parecer tan extraña como ahora y que él mismo acabaría por formalizar en 1973?   

Abordar estas preguntas no es desde luego posible sin, al menos, un repaso cualitativo, es decir, sin formalización matemática a ciertos momentos de la historia de la Física. De ello me ocuparé en próximos textos, remontándome al pensamiento griego, tal como lo observa e interpreta un gran físico del siglo veinte.

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27 de enero de 2010
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II. Alzar el velo

El terremoto de Haití no ha hecho más que alzar ese lienzo de olvido y desinterés tendido sobre el cuerpo lacerado del país, para enseñarnos sus heridas multiplicadas por la nueva tragedia causante de miles de muertos y millones de víctimas que se vienen a sumar a las muertes y damnificados que ya habían dejado los últimos huracanes en serie tras los cuales quedaron viviendo en campamentos más de trescientas mil personas en el área rural, destruidos sus hogares. 

            Los problemas políticos crónicos, las contradicciones entre líderes de facciones, las penurias y las carencias, la falta de recursos, habían hecho que el estado no pudiera enfrentar los graves problemas de seguridad nacional, y dejara los asuntos de orden público en manos de una policía internacional al mando de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH), a cargo de lidiar con el narcotráfico, con las pandillas juveniles violentas y con los secuestros, tres grandes males del país. Ahora el jefe de esa misión, el diplomático tunecino Hédi Annabi, con el que me entrevisté largamente en su despacho del quinto piso del Hotel Christopher, su cuartel general, ha muerto al derrumbarse el edificio entre cuyas ruinas quedaron atrapados decenas más de miembros de la MINUSTAH. Sus palabras, al terminar la entrevista cuando le pregunto por el fin de la misión que encabeza, fueron, como consigno en mi reportaje: "habrá que irse, pero irse para no regresar".

Es decir, irse cuando el gobierno del presidente René Préval hubiera conseguido los elementos de estabilidad suficientes, cuando existiese un nivel aceptable de consolidación de las instituciones, del funcionamiento pacífico del parlamento, cuando el sistema judicial dejara de ser el remedo que es, cuando el estado pudiera asumir las funciones policíacas, aún el control de las cárceles. Todo esto estaba previsto a ser revisado en el año 2011. ¿Y ahora?

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27 de enero de 2010
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Las cuevas de Napoleón y los 40 ladrones

Periódicamente leemos que el gobierno griego (si es que merece tal nombre) exige la devolución de los mármoles que Lord Elgin robó del Partenón y hoy son la gloria del British Museum. Es una disputa estupenda ya que esos mármoles son tan de los actuales griegos como las terracotas precolombinas lo son de los mexicanos actuales. El comprensible deseo de que las obras de arte regresen a su lugar de origen tenía sentido cuando esos lugares existían, pero en nuestros días no regresarían a ningún lugar originario sino que se trasladarían de un museo a otro. De modo que es una mera cuestión de narcisismo nacional.

De otra parte, como se está viendo en la reyerta entre Aragón y Cataluña por cuatro vírgenes y dos cristos, la devolución del latrocinio es asunto enconado. La cuadriga que Napoleón robó de Venecia fue devuelta tras su derrota, pero los italianos no la han devuelto a los turcos que son sus propietarios originales. Así que estamos hablando de tráfico entre museos y no de otra cosa. Porque el causante de todo es el museo, invento que tiene poco más de doscientos años, pero que está tan hincado en las honduras de la mentalidad burguesa que nos parece una institución eterna. A pesar de haberse debilitado hasta tener que dedicar vergonzosos espacios a la mercadería de ínfima calidad, los museos siguen siendo centros sagrados de la política burguesa y no hay ciudad capaz de prescindir del suyo.

Empleo a conciencia el término "política burguesa" porque nuestra sociedad ya no lo es. La sociedad tecnificada y masiva tiene otros rasgos, pero el establecimiento político continúa aferrado a los lugares comunes del siglo XIX. Si hoy en día el museo se transforma en un espectáculo como el Guggenheim es justamente porque no tiene ya sentido fuera del líquido amniótico burgués. El museo, por si fuera poco, es hijo del terror y fue el gobierno burgués revolucionario el que abrió, en el palacio del Louvre, el primer museo de la historia un 10 de agosto de 1793. Era el año I de la Revolución.

Sin embargo, el verdadero inventor del museo moderno fue Napoleón, el cual intuyó que aquellos serían los templos de la religión nacional burguesa. Entre 1803 y 1814 el Louvre se llamó "Museo Napoleón" muy apropiadamente porque él fue quien lo enriqueció desmedidamente según iba robando toneladas de piezas en los países que conquistaba mientras corría hacia la corona imperial. Comprendió muy pronto que las naciones no tendrían otra capacidad de identificarse que por medio de eso que ahora llamamos "cultura" y que en el Antiguo Régimen carecía de importancia. Siempre se había valorado el botín de guerra, es natural, pero por su peso en oro o su calidad, en tanto que ahora se valoraba como alma de la nación conquistada. En los museos del ejército yacían las banderas de la vencida nobleza europea, y en el Louvre su espíritu.

Comenta Peter Brooks en un reciente artículo el rotundo acierto de Napoleón cuando nombró como primer director de los museos de Francia a Dominique-Vivant Denon. Es este caballero un hombre de excepcional inteligencia, coraje físico y simpatía personal. Tengo para mí que fue, además, el primer aventurero cultural. En 1798, se lo llevó Napoleón consigo a la campaña de Egipto, junto con un pelotón de expertos dibujantes, ingenieros y grabadores. Los álbumes de estos artistas (han sobrevivido muy pocos) son todavía hoy uno de los tesoros más preciosos de la bibliofília.

Denon tenía entonces más de cincuenta años, pero siempre se mantuvo en primera línea de fuego, dibujando cuanto veía desde la montura de su caballo. Despuntaba el siglo XIX, pero esta figura de aventurero que se juega la vida por un chispazo artístico o una batalla sublime, es ya francamente romántica. Y no es el único rasgo. También fue Denon el primero en prestar atención a lo que medio siglo más tarde los estetas británicos llamarían el arte pre-rafaelita. Hasta entonces nadie había tenido en tan alta consideración a góticos como los hermanos Pisano, Lorenzetti, Giotto o Cimabue. Eran éstos considerados artistas toscos y bárbaros. Denon se dedicó a robar cuanto "primitivo italiano" se iba encontrando al paso de los batallones durante la campaña de Italia.

Esto es admirable, como lo es que inventara una historia del arte pragmática (nada que ver con el idealismo de Winnckelmann) al disponer los cuadros por escuelas y no por su valor como objeto. La galería de pinturas aristocrática había sido, hasta entonces, un seguido de muros tapizados con cuadros de suelo a techo, como aún puede verse en la Galería Colonna de Roma. Denon inventó el modo de ver moderno.

En nuestros días los museos ya no compiten con los templos sino con los polideportivos. Tampoco creo que ningún director actual quisiera exponerse en primera línea de fuego para ver la esfinge de Gizeh. Pero es que Vivant Denon, como Napoleón, no era sólo un ciudadano, era "historia en movimiento".

 

Artículo publicado el 21 de enero de  2010.

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27 de enero de 2010
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El aceite

Determinadas materias primas nos quieren. Nos quieren más de lo que las queremos e incluso que comprendamos el porqué de su obstinada adhesión. El caso proverbial que en este aspecto representan las grasas, desde el óleo  a la mantequilla, desde el cabello de ángel al caramelo es su elocuente expresión. Pero también los dulces, en cuanto grasas, representan a productos que si bien amamos,  aborrecemos al mismo tiempo. O, una primera mitad de la vida los queremos sin reservas, inspirados por la infancia y la otra los miramos con recelo a partir de las severas  prescripciones contra el sobrepeso, la diabetes y la obesidad.

De entre toda esta enorme familia de sustancias pringosas, deseosas de impregnarnos en uno u otro grado a pesar de nuestra renuencia o nuestra oposición, el aceite se erige como el rey más elegante del catálogo. Entre  los dulces el almíbar sería el item que llevara el lábaro pero entre las grasas el aceite luminoso y  refinado ocuparía sin discusión alguna el liderato. Posee el aceite todo el amor de la parentela que pringa  pero no incluye la molesta condición de lo pegajoso que resulta ser, por obvias razones, lo más difícil de liberar con el desdén.

 El aceite, pringa sin asquear, se apega sin demencia y siempre anticipa con su fluidez, su color y su textura una conducta que se avendrá a razón.  Dentro de sus muchas  variedades, más o menos ácidas, más o menos densas, más o menos puras, el aceite siempre conlleva ese punto molesto que no desaparace sino con el jabón pero también una dosis de envoltura sedosa y peculiar que lame las heridas y lubrica la piel.

 De este modo, el aceite doméstico ocupa un lugar insustituible dentro y fuera de la cocina porque su acción, más allá de su quehacer entre los alimentos, alcanza un carácter simbólico que procede desde los tiempos remotos hasta la Biblia y la tercera revolución industrial.

 De hecho ninguna máquina, casi ningún aparato inventado, ha progresado sin la presencia del aceite, en una u otra formación, bajo una u otra visibilidad. El coche y el lubricante, el reloj y su gota de aceite, prácticamente todo movimiento de  cualquier mecanismo se sirven de su efecto benefactor. Observable o no discurre por todas las junturas mecánicas que de este pueden giran sobre sí o impulsan mediante engrana jes y  copulación, la marcha y la bendición de sus resultados.  De hecho, el aceite, constituye un elemento propicio para ser bendecido y prestar bendición.

 Perfumado o no, se incluye en la liturgia del bautismo y en el de los santos óleos de la muerte como en dos momentos decisivos en los que es necesario facilitar el tránsito, cruces de la máxima envergadura histórica y humana.

Las ruedas del carro y  las articulaciones de los demás animales, el funcionamiento de las naves espaciales o de los juguetes requieren de la grasa u otras vidas del aceite. Más aún: el aceite es vida. Mana la grasa de la placenta y de la leche materna y forma parte del culto a la muerte que dialoga con  el sebo de las velas y se complace en los deleites del  embalsamiento.

En casa, el aceite siempre parece vivo y despierto. Y en punto. El vino puede agriarse pero el aceite raramente llega a hacerse rancio y, aún desde esa gangrena, sigue brindando sus propiedades de lubricación.  En el pelo o en  el coito, en  la ensalada o en los grandes quemados, el aceite preside una innumerable cantidad de momentos en nuestra vida, es lubricia y es purga, es luz y tortura, veneno y medicina. En otros pueblos será la mantequilla o la manteca, aceites enjugados, quienes cumplirán este papel central pero el aceite, sin falta, promueve el movimiento vital de modo que sin él las fricciones sueltan chispas y, al cabo, la vida, secretamente, se convierte, aún más, en un áspero camino,  una senda de arena donde el sol ha convertido la mancha en tara y el brillo en mordedura. 

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27 de enero de 2010
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El Boomeran(g)
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