Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

Londres cuece habas

Londres nos sigue gustando tanto a todos que a veces, cuando pasas unos pocos días en la capital inglesa, puedes llegar a creer que estás en el paraíso sin haber salido de casa. En las puertas del Museo Británico, en muchos de los restaurantes de Bayswater, en la cola formada en Leicester Square ante el kiosko que vende entradas teatrales del día a precio reducido, las voces españolas predominan, incluso sobre las italianas, inconfundibles por el ‘anima' ‘berlusconiana' que uno cree detectar con frecuencia. Yo viví en Inglaterra una buena parte de mi vida, y siempre vuelvo al país como el viajero ávido de confirmar sus buenos recuerdos. Mi romanticismo londinense se fue atenuando sin embargo a lo largo de la estancia. Me habían dicho mis amigos de allí que ahora, con los avatares financieros del mundo y la fortaleza del euro, Londres era un lugar barato para nosotros, y no es así en absoluto. El metro sigue teniendo precios de taxi madrileño, y del taxi londinense no puedo hablarles, porque está fuera del alcance de mi bolsillo. No me molestó gastar en el teatro, que puede costarte, si la obra tiene tirón y está por ello fuera del circuito de las ofertas, 50 euros la butaca de primer piso. Ian McKellen haciendo con otros tres grandes actores ‘Esperando a Godot' lo valía.

    Pero no es el dinero lo que me escandaliza o me entristece de Londres. La ciudad le está copiando a Madrid su prurito destripador, que otros llaman obras públicas. De repente cruzabas Piccadilly Circus y te parecía estar en la ‘gymkhana' de la calle Serrano, sorteando con peligro de muerte esos andadores metálicos que hay en lugar de aceras. Y algo aún peor, que no tiene remedio. El apetito inmobiliario está tragándose algunas de las zonas más nobles del centro; por ejemplo la conjunción de Shaftesbury Avenue y New Oxford Street, y su colmena de nuevas oficinas con sus ventanas pintadas como puertas. Otro ejemplo aún más sangrante: la construcción, a punto de finalizar, de un chirriante bloque de esquina en Leicester Square, una plaza que, sin tener belleza (sólo la tiene la silueta Déco en mármol negro del Odeon Cinema) ni espíritu de ningún tiempo preciso, ha conservado una armonía y una ‘cosyness' encantadoras. Algunos se quejan de la violación del ‘skyline' del East End desde el punto de vista que mejor lo encuadra, el puente de Waterloo. Es cierto que cada vez hay más rascacielos en liza con la cúpula y las torres de la catedral de San Pablo. Pero no son invasores, al menos desde la lejanía fluvial, y destaca entre ellos además el ‘gerkhin' de Foster, su pepinillo primordial, que, haciendo honor al dicho sobre esa planta cucurbitácea, Sir Norman no deja de repetir por doquier.

   Otra pérdida sentimental tiene que ver con la música. Yo tenía a Londres como una de las tres ciudades mejor orquestadas del mundo, junto a Praga, donde ver por las calles a los instrumentistas cargando con sus fundas de violín o clarinete camino del auditorio o el conservatorio es ya un espectáculo, y Benarés, que llena las estrechas calles de la parte vieja con el sonido de tablas y sitares. Londres también era así, en su gran dimensión, y aún celebra numerosos conciertos y mantiene en permanente funcionamiento sus dos teatros de ópera, Covent Garden y el Colisseum. Pero ni siquiera Londres, de la que los románticos esperábamos algo más valeroso, ha resistido la crisis de la industria discográfica, que conlleva la desaparición de las tiendas de discos. Pocos placeres había para mí comparables a ir a un teatro del West End a las 7, tomar un ‘supper' chino a la salida y pasar una hora rebuscando grabaciones en la extensa y maravillosa sección de música clásica de Tower, abierta hasta las doce de la noche. Tower cerró el año pasado, como han cerrado las excelentes tiendas del Music Discount Centre, y al buscador ambicioso sólo le queda ahora el His Master´s Voice de Oxford Street, con su acogedora planta sótano. ¿Hasta cuándo? Tampoco era muy prometedor pasearse por la inmensa y muy bien ordenada macro-librería Waterstone´s, en Piccadilly, y verla desierta. Y no hablemos de las ‘pequeñas'; según leí en The Times, cada semana cierran en Gran Bretaña tres librerías independientes. Sólo los anticuarios del libro y la segunda mano subsisten con aparente buena salud en torno a Charing Cross Road.

    Acabo esta elegía sobre los desaguisados que afectan a un lugar que creíamos inexpugnable con una nota de alivio. En la ciudad donde la especulación y el nuevo feísmo arquitectónico nos enseñan el peor rostro del capitalismo, hay al menos una catarsis. La obra de mayor éxito en estos momentos es ‘Enron', una comedia muy trepidante que, mezclando a Bertolt Brecht con Robert Lepage, retrata la fenomenal estafa de aquella gran empresa energética americana que acabó con su bancarrota y la de la firma de auditores Arthur Andersen. El público ríe y aplaude, se libera y se crece, y luego se va a casa a encender sus aparatos eléctricos y a seguir viviendo por encima de sus medios.

Leer más
profile avatar
11 de marzo de 2010
Blogs de autor

Dos tazas de desconfianza

La técnica es bien conocida. Hay que sentar a los dos adversarios que sostienen posiciones de imposible conciliación y buscar acuerdos sobre asuntos a veces marginales o menores para que sirvan de estímulo a sucesivos acuerdos de mayor calibre. Se trata de poner en marcha el círculo virtuoso en el que cada paso que se da, por pequeño que sea, es un estímulo para dar el siguiente. La negociación total, en la que nada se acuerda hasta que todo el acuerdo está cerrado, no ha funcionado nunca entre israelíes y palestinos: al final se rompe o ni siquiera hay energías para levantarlo.

Empiezan sin esperanza alguna los contactos de proximidad entre israelíes y palestinos El punto del que se parte ahora no puede ser más débil. Llevan ambos bandos 14 meses sin hablarse. Israel está gobernado por un Gobierno extremista, en el que los colonos que ocupan ilegalmente tierras palestinas siempre terminan pesando más de la cuenta. Los palestinos se hallan divididos, territorial y políticamente, entre el terrorismo de Hamas, que malgobierna la franja de Gaza en condiciones de miseria creciente, y el débil Fatah, sin legitimidad electoral, con mando en Cisjordania. Cualquier progreso anterior, y los hubo en los últimos meses de Bush con la conferencia de Annapolis, quedó arruinado con la guerra de Gaza y la trabajosa formación de un Gobierno israelí en el que no faltan xenófobos y antiárabes, pero que destaca por la presencia de un ministro de Asuntos Exteriores de origen ruso, como Avigdor Lieberman, que es un auténtico antidiplomático y en todo caso el peor rostro internacional de toda la historia de Israel. Barack Obama llegó a la Casa Blanca en enero de 2009 con muchos bríos y espléndidas promesas sobre la paz en el mundo y, naturalmente, en Oriente Próximo. Hizo solemne promesa de amistad inquebrantable con Israel y de garantía de su seguridad nada menos que ante un público árabe en El Cairo, y en contrapartida conminó a Netanyahu a que congelara los asentamientos como paso previo a la negociación directa para la creación de un Estado palestino al lado del Estado israelí. Eso fue el 4 de junio pasado; pues bien, el 14 de junio, Netanyahu no tuvo más remedio que recoger el guante en un discurso tan solemne como lleno de condiciones y de cautelas en el que apoyó con la boca pequeña la fórmula de los dos Estados, aunque rechazó la congelación de los asentamientos. Luego corrigió el tiro y también decretó la congelación por 10 meses de la construcción de nuevas viviendas en territorio palestino, pero con más envoltorio de cautelas y condiciones que sustancia: la ampliación de las actuales colonias, a cuenta del crecimiento vegetativo, no está incluida; tampoco Jerusalén. Resultado: las colonias han seguido creciendo sin freno. La estrecha amistad entre Washington y Jerusalén es ahora una pelea de familia. Son como un matrimonio malavenido que jamás querrá divorciarse y se prodiga en piques y discusiones. Obama ha viajado a Turquía y Egipto, pero todavía no a Israel. No se dio prisas para recibir a Netanyahu en la Casa Blanca y antes recibió al vecino rey Abdalá de Jordania. Ahora manda al vicepresidente Joseph Biden, de inconfundibles simpatías hacia Israel, para que inaugure esta fase de contactos de proximidad; pero evita así la solemne visita que escenifique este amor inquebrantable tantas veces predicado. Por eso la respuesta que obtiene es una doble bofetada. El lunes, se anuncia el permiso para construir 112 hogares en el asentamiento de Beitar Illit y el martes la construcción de 1.600 viviendas en Jerusalén Este, en territorios dentro de la ciudad destinada a ser la capital palestina. Biden iba a fomentar la confianza. Quería caldo y le han dado dos tazas. Pero de desconfianza. Su respuesta sobre el terreno ha sido todo lo contundente que podía esperarse. Primero se comportó con Netanyahu como un jeque árabe: le hizo esperar una hora y media. Y mientras tanto redactó el comunicado de condena, al que no le faltaba ni una letra: "Condeno la decisión del Gobierno israelí de promover la construcción de nuevas viviendas en Jerusalén Este". En realidad, no ha sucedido nada que no hubiera sucedido antes. Netanyahu ya desafió a la autoridad de Washington con la formación y composición de su Gobierno, y desde entonces todo ha ido confirmando la desgana israelí ante las negociaciones de paz y los argumentos de los palestinos respecto a la burla de los asentamientos. Ayer recibieron a Biden en Ramalah compungidos pero más cargados de razón que nunca. Así empieza esta nueva ronda de negociaciones. Con la modestia de un método que ni siquiera exige a los negociadores que se saluden y miren a los ojos. Sin esperanza alguna, porque una parte sólo piensa en Irán y la otra desconfía absolutamente de todos, incluso de sus propias fuerzas. Quizás ésta sea la única luz al final del túnel: cuando nada se espera, algo puede obtenerse por pequeño que sea.

Leer más
profile avatar
11 de marzo de 2010
Blogs de autor

No hacer nada

 

 

Estoy muy ocupado reflexionando sobre el placer de no hacer nada. Lo vengo practicando, trabajando, hace muchos ocios. Lo complicado convertirlo en negocio. Al menos sacar unas rentas que nos permitan vivir como "un Pepín Bello" de nuestro tiempo. No es fácil, es todo un arte. Y para destacar en algún arte hay que ser un artista. No paso de artesano del encuentro. Ahora he tropezado con la reedición  de una de las pequeñas delicias mordaces del imprescindible Oscar Wilde. Gracias a la editorial "Rey Lear", y con nueva traducción, hemos vuelto en un momento oportuno a esta perla llamada "La importancia de no hacer nada". Después vendría "La importancia de discutirlo todo" y un poco antes había publicado "El retrato de Dorian Gray". Año importante para llamarse Oscar.

El breve ensayo sobre el placer de no hacer está forjado con la mejor ironía del autor, con ese arte para colar con humor serios pensamientos, con esa habilidad para hacer brillantes frases que caen en el texto como deliciosos engreimientos literarios,  invitaciones a un placer que se desvanece con la delicia del mejor cigarrillo. Como el humo elegante de uno de esos pitillos que te proporcionaban el encanto de dejarte insatisfecho. Todavía me acuerdo. Y en la superficie, y en el fondo, una muy ingeniosa reflexión sobre la razón y el sentido de la crítica. Sobre críticos tan auténticos, éticos e imparciales que nunca se dejarían influenciar por presiones, compras o invitaciones. Y sobre los otros, sobre los normales, sobre esos a los que una invitación adecuada puede hacer cambiar la opinión, "hay cenas que ejercen sutiles influencias".

 Se defiende al crítico frente al creador. "Cualquiera puede escribir una novela en tres volúmenes. Sólo se necesita una ignorancia absoluta de lo que son la vida y la literatura...Es mucho más difícil hablar de una cosa que hacerla". Y sabe bien de qué está hablando, aunque podría estar hablando de aquí y de ahora. No han cambiado tanto ni los autores, ni los críticos. "Se ha dicho a veces que no leen hasta el final las obras que les piden criticar. Y no lo hacen. Al menos no deberían hacerlo...Y tampoco es que sea necesario. Para conocer la cosecha y  calidad de un vino no hace falta beberse un barril entero. Media hora de lectura debería bastar para saber si un libro vale algo o nada. En realidad basta con diez minutos..."

¿Cómo no querer a Oscar Wilde?   Capaz de no disimular algunas de sus pasiones. Caer en ellas, y seguir, insistir, volver...hasta la prisión, hasta la muerte, pero ni un paso más. Tuvo erotismos distintos a los nuestros, pero le entendemos muy bien. Siempre a favor del dulce pecar. "Lo que llaman pecado es un elemento esencial del progreso. Sin el pecado, el mundo se estancaría, envejecería, se volvería gris...Nos salva de la monotonía de la especie al reafirmar el individualismo"

En fin lo dejo, con mis gracias al editor, al mismo del que me tendré que ocupar dentro de unos días porque ha traducido la novela preferida por Hitler, y eso no me lo pierdo. Me voy a mi media hora de lectura. No más, que tengo que hacer un poco de periodismo. Dos oficios muy diferentes. "El periodismo es ilegible y la literatura no se lee". Creo que me haré crítico, me gustan las artes mayores. Y bien remuneradas.

 

Leer más
profile avatar
10 de marzo de 2010
Blogs de autor

Javier Marías Fans Club

Fuente: imageshack Un post en Moleskine Literario (¿aceptar trabajos free-lance o hacer este blog ad honorem? He ahí el dilema) sobre las declaraciones de Javier Marías sobre el deterioro de la lengua en España ha despertado la ira de los fans del escritor español. Está bien, yo también tengo ídolos literarios y los defiendo a rabiar (aunque no anónimamente, como algunos) cuando los siento agredidos por alguien que, además, no los ha comprendido como -creo- los he entendido yo.En fin, sigo pensando que Javier Marías -auto coronado Rey de Redonda- tiene pensamientos imperialistas y nobiliarios sobre el idioma, sobre la literatura, sobre los autores y escritores y, quizá, sobre el mundo en general; que el castellano (sí, ya sé que llamarlo así es una batalla perdida, pero una batalla al fin) no se puede deteriorar ni aún diciendo "haiga" porque peores o mejor dicho iguales transformaciones han sucedido en estos siglos; que es cierto que Marías tiene un conocimiento extraordinario y una enorme influencia del inglés en su estilo e idioma literario, pero esta influencia solo es positiva y válida para él cuando es culta y no cuando uno le dice guachimán al celador o guardia o como sea que dice la RAE que se llaman los guachimanes; y finalmente, que Javier María es un extraordinario escritor indudablemente, y he disfrutado y admirado mucho algunas de sus novelas, cuentos y artículos, pero -para usar un delicioso eufemismo borgiano- me siento indigno de ese plomazo que es Tu rostro mañana (en tres o en un solo tomo).

Leer más
profile avatar
10 de marzo de 2010
Blogs de autor

El cuerpo

El cuerpo ha venido a convertirse en todo lo que somos. Queda una extraña parte oculta que no se halla visible en él pero, si fuera notable, ¿dónde está?
Frente a la vieja doctrina del cuerpo como recipiente del alma "ha tomado cuerpo" la idea inversa: la noción del alma plasmada o impresa sobre la totalidad de la corporeidad. Y no para bien o para mal de los seres humanos sino como conclusión objetiva del conocimiento.
La Grecia clásica pretendía unir la perfección del cuerpo a la perfección del espíritu y animaba a gobernar los impulsos carnales o instintivos como vía para la deseable estabilidad y beneficio de la mente. La diferencia de este proyecto respecto al de nuestra contemporaneidad radica en la actual tendencia a sintetizar en la estampa carnal el mapa psíquico y a leer meticulosamente en él nuestra película del dolor, del gozo, de la peripecia, el conflicto, el amor o la desazón. No somos absolutamente penetrables pero el crédito alcanzado por la noción de transparencia (en la moral, en los negocios, en la carne de vacuno) sitúa a todos los individuos en la circunstancia de exponerse ante el omnipresente plató.
Todos, en efecto, vamos pasando de la condición de ciudadanos a la de actores (actuantes, clientes, votantes, escuchantes, espectadores o lectores que opinan) y, en este proyecto de aparición social cada cual se ve expuesto a análisis y examen de su imagen. El cuerpo llega como la cata a la entrevista de trabajo, se muestra y se sopesa para la tarea política o profesional, se brinda como garantía anticipada o etiquetada en la presunta relación de amor.
¿Qué sucede con él dentro de la casa? Tal como si se tratara de una vestimenta o un disfraz, muy a menudo los habitantes del hogar se comportan en su interior desocupados de su apariencia. Esa apariencia que en la vida social se confunde con la personalidad tiende sentirse como una pesada pantalla, iluminada hasta la ceguera, observada hasta la extenuación, vigilada hasta el despido.
Dentro de la casa el cuerpo haría dejación de estos aderezos estratégicos y la vestimenta desgastada, el pelo revuelto, la barba sin afeitar compondrían un sistema de desobediencia u oposición a la etiqueta.
En casa se abandonan las formas societarias y sus incomodos para hacer de la informalidad la manera perfecta de sosiego, Los demás seres domésticos, indulgentes o cómplices, nos autorizarían a olvidar la tarea de causar buena impresión puesto que ante la familia, se ha alcanzado, supuestamente, el máximo extremo de las impresiones y el grado cero del asombro o la sorpresa.
Hay, en todo ello, una idea positiva y optimista de la privacidad que permitiría despojarse de máscaras, pero también una idea negativa de la privacidad que olvidaría la importancia del saber estar en compañía.
Este saber estar viene a ser, no obstante, una condición que no acaba en el puesto de trabajo o en el ascensor sino que se encuentra en todo momento en que se ofrece o se demanda amor.
Habiendo sido conquistado hasta el mismo matrimonio el amor del otro y habiendo engendrado hijos de amor ¿qué más amor formal puede reclamarse en la escena familiar? ¿Qué conducta o actitud suplementaria, qué planta o prestancia añadida puede añadir algo más?
Parece que la ventaja marginal de cuidarse en el interior doméstico es desdeñable y, sin embargo, este cuidado podría mejorar en mucho los condiciones para la convivencia.
Una casa en la que se practica colectivamente, masivamente, el abandono de las formas, las posturas, los gestos o el vestido, convierte el recinto en un lugar peor. Nadie desea que fuera así y la relevancia que se otorga a sentirse cómodo acaba en la trágica paradoja de hacer incómoda la vida de los otros.
Vidas juntas es igual a vidas armonizadas para reunirse en una felicidad armónica. Y aromatizada. El abandono de uno cualquiera del grupo debería observarse como un perjuicio para la confortabilidad de los demás pero el abandono conjunto deberá entenderse como una abdicación colectiva de la convivencia.
Más que disfrute de la privacidad, la privacidad se convierte en el infierno de la habitabilidad recíproca. Cuerpos y almas, almas y cuerpos forman un duo que se respeta recíprocamente o un frangollo y de cuyo interior se desprende una flecha que, tarde o temprano, alcanza al otro: con su olor a mierda y su desportillado querer.

Leer más
profile avatar
10 de marzo de 2010
Blogs de autor

Luz y masa (reminiscencias bíblicas)

En esta inmersión en la prehistoria de la revolución que respecto a la concepción  de la Physis (vigente en sus rasgos generales desde los griegos), supone la Mecánica Cuántica, me permitiré una pequeña digresión:

 Criterio operativo a la hora de delimitar entre lo sustancial y lo superficial es el concepto de cantidad de movimiento, que el electrón posee efectivamente, puesto que tiene una masa, aunque ésta sea diminuta comparada incluso con la de las partículas subatómicas que son el protón y el neutrón (aproximadamente  de la masa de ambos).

De ahí el interés que para esta reflexión encierran los fenómenos en los que la masa del electrón deja de ser tal, y ello no porque la partícula se haya transmutado en otra partícula diferente, sino simplemente porque esa masa, como tal, ha desaparecido.

Einstein había señalado que la materia es susceptible de convertirse en energía y viceversa. En los casos ordinarios de la primera transformación no es sin embargo toda la materia la que se transmuta, sino que queda un sustrato, pero este no es el caso tratándose del electrón, caso que ahora expondré:

Buscando una simetría en el orden natural, el físico Paul Adrien Dirac, expuso hacia 1930 una conjetura según la cual debería darse al nivel subatómico un anti-electrón, es decir, una partícula que tuviera carga positiva, pero cuya masa fuera idéntica a la del electrón (recuérdese que el protón es 1863 veces mayor)

Poco tiempo después el americano Carl David Anderson llevaría la conjetura a realidad mostrando los rasgos del anti-electrón (que él calificó de positrón) en ciertas partículas arrancadas en el plomo por los llamados rayos cósmicos.

Ya tenemos pues el anti-electrón que, como cualquier partícula elemental gozaría de una existencia en principio indefinida de no entrar en colisión, o ser afectada de una u otra forma, por otras partículas. Sin embargo el problema del anti-electrón es que no está sólo, sino ubicado en un universo repleto de electrones, uno de los cuales, muy rápidamente (una millonésima de segundo tras su aparición, dicen los libros de física)  se cruza en su camino.

Resultado del "matrimonio" de electrón y positrón será un sistema bipolar al que se dio el nombre de positronio, de efímera existencia, puesto que ambos polos proceden a la neutralización recíproca,  no sólo de la carga (lo cual es clásico) sino de la masa, que se transmuta íntegramente en la radiación llamada gamma, o sea: energía en forma de partículas de luz,  los fotones de Einstein, de carga neutra y masa en principio nula.

El propio Carl David Anderson se ocupará muy pronto de mostrar el fenómeno inverso, en el que los rayos gamma se transmutan o materializan en forma de dualidad electrón-positrón. Dialéctica, pues, entre la material polaridad de carga electrón-positrón y lo liminar, carente de cantidad de movimiento y por ello insustancial, de atenerse al sentido clásico del término sustancia. Hay aquí quizás un indicio de que lo insustancial tiene enorme sustrato ontológico, de que lo puramente imaginario es, de facto, constituyente. El caso tiene ciertas reminiscencias bíblicas, en la medida en que el "hágase la luz" del Génesis pudiera ser interpretado en el sentido de "hágase lo primigenio", es decir, aquello de lo que todo provendrá.

Leer más
profile avatar
10 de marzo de 2010
Blogs de autor

III. Un tigre adicto a las mujeres

Existen, pues, clínicas especializadas en el tratamiento de la adicción sexual, es decir, del vicio de las mujeres, como hay otra en Los Ángeles, el Sexual Recovery Institute , donde los pacientes se benefician de la compañía de otros pacientes con el mismo problema; y existen también programas de televisión dedicados al tema, como Rehabilitándose sexualmente con el doctor Drew. Este médico sostiene que Woods no padece de adicción sexual, sino amorosa, y que según su criterio no es lo mismo, dado que el paciente sostuvo relaciones con sus numerosas amantes por largos meses, y no como cosa de un instante. "Aparentemente siente la necesidad de ser adorado", dice el médico, "verse reflejado en los ojos de esas mujeres, y que eso signifique algo en su vida".

Faltaba el acto final. Woods salió bajo permiso de la clínica para presentarse ante el implacable tribunal de la moral pública y hacer su confesión, un acto litúrgico que se celebró en Pontevedra, Florida, delante de las cámaras de televisión, con la sola presencia física de cuarenta personas cercanas a él, entre ellas, en primera fila, su madre; pero al contrario de lo que se acostumbra en estos rituales de purificación, faltó su esposa.

"He tenido affaires", confesó con rostro sombrío, "fui desleal, fui falso". Y no dejó registro sin tocar en cuanto al arrepentimiento por los pecados sexuales cometidos. Sus implacables asesores de imagen y sus relacionistas públicos le exigieron ir a fondo en su strip-tease moral. Pidió perdón a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus patrocinadores, a sus fans, a los jóvenes y niños que lo habían tenido como ejemplo, y lamentó haberse alejado de su fe budista. Pero todavía no había tocado fondo, sino cuando dijo: "Pensé que me podía salir con las mías en cualquier cosa que yo quisiera. Pensé que había trabajado duro toda mi vida y que merecía gozar de todas las tentaciones que me rodeaban. Gracias al dinero y la fama, no tenía que ir muy lejos para encontrarlas."

Leer más
profile avatar
10 de marzo de 2010
Blogs de autor

Jugadores de riesgo

No hay gobierno sin riesgo. Quien no arriesga no gana. Pero se puede arriesgar de muchas formas. Por ejemplo, con red o sin red. A lo grande o modestamente. En una mesa de juego o en varias a la vez. La prudencia política aconseja la dosificación del riesgo. Aunque el primer cálculo de riesgo que hay que asumir es el de saber tasar las propias fuerzas y debilidades. Es el mayor riesgo de todos: apostar por unas fuerzas meramente virtuales, de las que se desconoce lo más elemental, es decir, si funcionarán en los momentos decisivos. Quien arriesga en exceso y sin cauciones termina tropezando con la estadística, es decir, con que el peligro de que surja el percance.

Obama es un buen ejemplo de jugador de alto riesgo. A lo grande, jugando en varias mesas, confiando sobradamente en sus virtudes políticas y sobre todo oratorias. Tiene sin embargo una gran ventaja: hay un sistema de fusibles fantástico, que irán saltando uno detrás de otro antes de que la descarga eléctrica pueda alcanzarle. El primero de todos es su jefe de gabinete, el príncipe de las tinieblas de su Casa Blanca, Rahm Emmanuel. El debate político estos días se centra en saber si la pérdida de la supermayoría en el Senado, que garantizaba la reforma sanitaria, debe cobrarse una pieza de su envergadura para devolver un cierto margen de acción al presidente. Sarkozy es otro jugador de riesgo. También le gustan los grandes espacios y las cifras con muchos ceros. Como le sucede al presidente norteamericano, cuenta asimismo con un espléndido sistema de fusibles preparado para defenderle. Pero le gusta tanto el riesgo que no puede resistirse a asumirlo él personalmente. A la hora de optar entre exponerse personalmente o ceder algo de protagonismo a su primer ministro o a los ministros del Gobierno no tiene duda alguna. Su voracidad le impide actuar de otra forma. En algún momento es evidente que sacrificará a François Fillon, el resignado ?colaborador? suyo que tiene oculto bajo su sombra. Pero probablemente no será para evitar un riesgo, sino exactamente por lo contrario. Berlusconi también ama el riesgo, aunque las únicas dimensiones colosales que le interesan son las de su enorme fortuna. Arriesga mucho, vaya si arriesga; pero en un sentido muy distinto. Y sus fusibles son el ejército de abogados que le acompaña. No necesita más. Sirvientes y abogados. Además de velinas, por supuesto. El ?vivere pericolosamente? se adapta muy bien a su moral. Pero quien sufre el peligro y el riesgo son los italianos. Zapatero tiene algo de cada uno de los anteriores: es un jugador de riesgo, obviamente. También abre más partidas de las que puede jugar. Atendiendo a las características del sistema español podría contar asimismo con un buen sistema de cautelas y fusibles. Pero desde el primer día ha preferido, como Sarkozy, asumir en soledad el desafío. Cada uno de los grandes envites ha terminado directamente en sus manos. Sus ministros parecen franceses, borrados por el hiperactivismo presidencial. Pero ZP no tiene nada del narcisismo del presidente francés, aunque sea a quien más se parece en estilo político. Con el inconveniente de que el presidente del Gobierno español tiene un blindaje institucional más suave que el todopoderoso jefe del Estado de la República vecina. De manera que nadie en la derecha francesa discute su liderazgo, mientras que no puede decirse lo mismo de la izquierda española. Por eso allí lo único que interesa es si alguien tendrá la oportunidad de desafiarle seriamente desde la oposición en las próximas presidenciales en 2012, mientras que aquí ya se hacen cábalas sobre si hay que buscarle rápidamente un sustituto para situar en cabeza del cartel socialista.

Leer más
profile avatar
10 de marzo de 2010
Blogs de autor

El convoy

Entre comer en casa y comer en el restaurante discurre una diferencia tanto escénica como simbólica. Sin embargo, en los dos ambientes,  un objeto, "el convoy", pone sobre la mesa del comedor doméstico un aire de fonda y lleva al restaurante una enseña de familia.

El "convoy" uno de los utensilios menos sugeridores en su estética posee en cambio una carga simbólica que viene a convertirlo en metáfora fundamental. Es por ello que, pese a algunas de sus negativas connotaciones, su presencia siga siendo clave y crónica en  la mesa de comer y pertenece , por derecho propio, por derecho de carácter, a esa pequeña colección de  enseres con una fortísima resistencia a la sustitución. Las razones son, examinando desprejuiciadamente su mediocre morfología de un orden poco menos que trascendental.

De una parte,  el convoy cumple con una eficiencia intachable la misión que se le atribuye y si ciertamente su nombre comunica con una pasajera memoria industrial, ajena al domicilio, su perfecto acoplamiento, su movilidad servicial, su mismo bastión lo amparan como un todo superior a las partes o un todo cuya aglomeración ha sido diseñada para procurarle la condición de herramienta única y multiuso, singular y plural. Más aún, el convoy, a pesar de su mediocridad estética, no presenta más que hermosas ventajas, prestaciones tan prácticas como sencillas y todo ello desde su reducto o fortaleza en donde la inteligencia formal ha logrado un complejo representativo de  una familia unida y feliz. ¿La reunión misma de la familia católica, abroquelada y dichosa?

El vinagre y el aceite que tan frecuentemente se aúnan en los aliños y aderezos adquieren en el convoy la planta de dos alfiles esenciales en cuyo diálogo se vislumbra la concordia y la indulgencia entre el sí y el no. Cuando el convoy sólo cuenta con estos dos recipientes, uno para el vinagre, el otro para el aceite,  la pareja se asemeja a la convención de un matrimonio tradicional, hombre y mujer de talante opuesto pero que  bien a través de la unidad paternal o funcional, bien a la costumbre adquirida a lo largo de las décadas han logrado parecer como inseparables, mutuamente dependientes y ejemplarmente destinados a vivir y perecer en el mismo lugar. 

La ingeniosa peana que enlaza inseparablemente a los continentes iguales de lo distinto (el vinagre y el aceite) en color, sabor, densidad u olor viene a enseñar como la  conyugalidad , a despecho de las diferencias incompatibles, consigue parejas preservadas de la desunión, bien aferradas a sus bases,  bien encajadas en una institución común que preserva su indisolubilidad.  En esta misma línea de pensamiento, no cabe la menor duda de que el concepto de la  unión en el convoy se corresponde con la negación del divorcio en las parejas.

Unidos para siempre en la institución matrimonial,  aherrojados en el paralelismo tan próximo como invariable, cohabitantes eternos en el tu y yo de los receptáculos donde el vinagre y el aceite se colocan con todas las garantías del ayuntamiento fatal.

Las mesas en las que el aceite va por un lado y el vinagre por otro, las mesas familiares. Sin convoy alguno el sentido de la conyugalidad delira. Precisamente, pasar el convoy de uno a otro de los comensales es producir repetida y tácitamente la idea de la pareja matrimonial que halló, aún sin quererlo, aquí o allí, su yugo esencial, fielmente representado en la miniatura de la boda interminable que el convoy comporta.

Y existen, además, muchos convoyes que no se conforman con representar a la pareja casada y fija, imperfectible y eterna. Son los convoyes que agregan además a este icono de matrimonio católico, la compañía de la sal y la pimienta en recipientes de estatura claramente inferior y a la manera de hijos pequeños que ni crecen nunca ni se separan jamás del estatuto que emprende y marca la unión entre sus padres.

 Hijos atados a la autoridad paternal, aunados a la unión directriz de la pareja del convoy. Chico y chica, sal y pimienta, son las figuras de un gemelismo feliz, chico/chica, que no sólo no ha dañado la perfecta unión matrimonial sino que la ha reforzado con su unidad agregada al principal puente presente en la mutua fidelidad de los padres.

 Con todo ello pues, el convoy constituye un prodigio de acoplamiento o un ejemplar objeto destinado a proclamar la cohesión familiar, gracias a su carácter de artefacto con-voy que siendo diferencial en sus caracteres logra que las particularidades no rompan la unidad de dirección.

De hecho, el convoy viene a ser de las piezas que menos se rompen y que nunca, prácticamente, se pierden. La idea preformativa que conduce a la evocación del restaurante en plena escena doméstica se supera con el pensamiento cristiano que, sin lugar ni residencia concreta, traspasa la acción desde el espacio público al privado.

Gracias a este cambalache espiritual, la figura familiar que el convoy realiza con patente  elocuencia llega hasta el restaurante donde se repite la ideología de la célula familiar y se mueve, aquí y allá,  como un emblema. 

Leer más
profile avatar
9 de marzo de 2010
Blogs de autor

Kafka en Buenos Aires

 

Con muy pocas páginas y la lenta dosificación de una trama más bien frágil -en apariencia- "El Oficinista", de  Guillermo Saccomanno, va edificando frente al hipnotizado lector un escenario desolador, contaminado de un desasosiego que por momentos amenaza con convertirse en un verdadero Apocalipsis social que de inmediato nos hace pensar en "Blade Runner" de Ridley Scott y en "Brazil" de Terry Gilliam: perros clonados, furiosos mendigos, coches bomba, apagones, una ciudad decrépita, la crueldad sin ley de una población joven y sin esperanza, pero sobre todo el perturbador espectáculo de una oficina que parece no tener ninguna finalidad financiera aunque sí todos los despropósitos para envilecer al alma humana.  Saccomanno, ganador del más reciente premio Biblioteca Breve con esta novela,  ha encontrado una nueva veta para seguir indagando en ese territorio árido y terrorífico que ya nos mostrara Kafka y algunos otros seguidores del escritor checo: un espejo donde cuesta reconocerse y reconocer la sociedad que tan minuciosa como fieramente hemos construido durante el siglo pasado.

Un oficinista sin nombre se enamora enajenada, arbitrariamente, de una compañera de trabajo. Está atrapado en el laberinto del desencanto familiar -su mujer y "la cría", es decir, los hijos-; también está aniquilado por el temor absoluto y cotidiano de perder su empleo tan gratuitamente como cualquier otro compañero de trabajo; está aferrado a la mezquina bajeza de hacer todo lo posible por conservar su lugar en la oficina y no ser expulsado de aquel infierno que sin embargo es lo único real que tiene: allí fue donde inició su romance. La vida de este oficinista de perfil kafkiano es un largo pasillo con olor a encierro que conduce de su casa a la oficina y de esta a la primera. Las calles turbias de este Buenos Aires que al mismo tiempo es cualquier capital hispanoamericana-y si me apuran, del mundo- son un campo minado donde los tiroteos, los ajustes de cuentas y la omnipresencia de un ejército vagamente vinculado a una hipotética dictadura agravan la situación. Y tal situación, el drama minúsculo y cotidiano de quien se enamora de otra mujer tiene aquí la consistencia elusiva de las pesadillas, de ese emplazamiento tumefacto y algodonoso del que uno siempre quiere despertar.

Saccomanno trabaja un lenguaje pulcro, de palabras pulidas como guijarros en el lecho de una corriente narrativa tan intensa que termina por llevarse a su paso toda objeción, toda posible incredulidad del lector al adentrarse en esta novela que, increíblemente, se lee de un tirón. Quizá porque el horror que muestra no es el horror brutal y sin paliativos que hay en otras novelas sobre la terrible situación de las grandes ciudades hispanoamericanas, sino un terror más sutil, más emparentado con la fatalidad, con cierto desgaste existencial que nos emplaza a todos los seres humanos con nuestros temores más básicos: perder la seguridad de un hogar o de un trabajo, lanzarse a un nuevo amor, a una aventura que somos incapaces de dominar, perder incluso la ilusión de la vanidad. "No me conocen", dice en algún momento el Oficinista, "no saben de lo que puedo ser capaz", alardea con una fiereza patética. Pero al momento cae en cuenta de que él tampoco se conoce, tampoco sabe de lo que puede ser capaz. Como casi todos.

 

Leer más
profile avatar
9 de marzo de 2010
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.