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Hubo cuerpos divinos en La Habana

Por 15 de marzo de 2010 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Durante toda la semana me han destrozado los oídos las loas a los hermanos Castro de un puñado de señoritos mimados. El jueves leí en el diario del bar que el PSOE negaba el derecho de los estudiantes a conocer las matanzas estalinistas, pero en página par venía otro artículo de machaca sobre la memoria histórica. Necesitaba un respiro, así que cuando me dijeron que en el Círculo de Lectores presentaban un nuevo libro de Guillermo Cabrera Infante allí me fui disparado.

    No hay voz en el mundo más hermosa que la de Miriam Gómez, viuda del cubano más odiado por la gerontocracia castrista. Una voz que de la tierra mana suculenta, nutritiva, irisada, como la de Kathleen Ferrier. En cuanto comenzó a hablar se me subió el corazón a la boca. El libro, Cuerpos divinos, viene a ser el complemento de Tres tristes tigres porque sucede en ese momento milagroso, cuando por fin cae abatido el viejo tirano, pero aún no se ha impuesto la nueva tiranía. Un instante de frágil felicidad en el que la voluntad de justicia y libertad parece en verdad mover el mundo, la traición se reputa imposible y es inconcebible que alguien se apropie de la revolución para su miserable provecho.

    Decía Miriam (y ahí es cuando yo lloraba y no me avergüenza decirlo) que Guillermo comenzó la redacción de este libro en 1962, pero le dolía tanto trabajar sobre aquellos recuerdos de vida urgente que no podía mantener la tensión muchas horas seguidas. Vinieron después los problemas psíquicos, la sordidez de la clínica, la dura y magnífica vida del más grande de los escritores cubanos. Aquel libro le causaba excesivo dolor para escribirlo seguido, pero nunca renunció. Sólo la muerte le obligó a darle fin. Aquí están las más de quinientas páginas con las que Cabrera Infante daba nueva vida a su ciudad, a sus amigos, a la lucha por la libertad. Sin él, La Habana de los gerontes, junto con tantas capitales del crimen, sólo sería un signo de muerte en el mundo. Quienes han asesinado a La Habana odian a Cabrera Infante porque la mantiene con vida después de muerto.

Artículo publicado el domingo 14 de marzo de  2010.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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