Javier Rioyo
En compañías reales, tangibles, queridas, desconocidas, amables, apreciables e inapreciables pasé unas horas en Huesca. Ciudad humana, demasiado humana, con paisajes, paisanajes, aires, soles, vientos y fríos que me son muy queridos. Con alguna estatua en algún parque que siempre me pone melancólico y defensivo. Lo que ayer ignoramos, perseguimos, acosamos y destruimos, hoy lo sacamos en procesión. Lo convertimos en emblema de una ciudad a la que sientan bien la convivencia, la libertad y el espíritu del saber gozar. La ciudad de Ramón Acín, mártir del pensamiento libre, libertario de bien y asesinado en compañía de su mujer. La ciudad de Pepin Bello, el más elegante de los maestros hispanos del no hacer nada. Nada con sudor y madrugando, que en su larga vida más que centenaria hizo muchas cosas. Otro día contaremos.
En Huesca y entre periodistas digitales. Si me reclama el novelista, poeta y periodista Antón Castro, está claro que hay que emprender el viaje. Fue el encargado de coordinar una mesa de diálogo sobre el "final de Gütenberg" que me tocaba compartir con el experto en futuros digitales, Albert Cuesta. Desde luego fue breve. No estoy seguro de mucho más. En poco más de media hora me tocó defender la normalidad con la que hemos llegado a otras formas de leer sin haber abandonado- ni tener intención de hacerlo- las que desde Gütemberg han llegado hasta nuestros días. En el público había trescientos jóvenes, unos más que otros, que nos apuntaban con sus portátiles, sus teléfonos y con sus armas cargadas de futuro. El continente está cambiando, el contenido lo estamos cambiando. Eso es lo que me importa. No el soporte. No el negocio editorial. No los que más venden, ni los que más publican, lo que de verdad me importa es lo que me digan los que me son cercanos y esenciales. Desde los caminos de Itaca a los de Seattle. De lo que apenas pude expresar en público leo que "soy un pirata olvidadizo". Que leo libros en mi portátil electrónico que no he podido pagar. Ergo soy pirata. Espero que no se entere Miguel Bosé y me mande con los manteros.
El periodismo muchas veces es acelerado, inconcreto, difuso, desinformado, parcial y muy acelerado. En el futuro digital todo está siendo igual pero más rápido.
Algunos no tenemos tanta prisa. Yo no quiero bajarme en esas estaciones en las que todo es instantáneo como un mal café. No me resisto a ninguna tecnología, a ningún desarrollo que nos abre y amplía las posibilidades de decir algo pero sé que hay cosas que solo se pueden decir despacio, sin prisas, con pausas. El futuro ya está aquí. Algunos lo viven tan velozmente que no se han enterado de que eso ya es pasado.
Me gustó pasear en compañía de Antón, y otras buenas compañías, por lo estable, presente y futuro del arte extraído de las basuras. Y de la memoria pintada y contada por dos hermanas, Sol y Katia Acín. Y degusta pararme para leer poemas que se han escrito en la era del periodismo digital: ¿Y qué?
Dice Antón Castro, en ese libro que llama "Vivir del aire": "Vivir, a veces, es abandonarse, prescindir de la impostura, despojarse de la ambición y del vértigo: dejarse ir, hacia la inalcanzable montaña de nieve, con las manos en los bolsillos…"