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III. La fonda de fielding

En la introducción de Tom Jones, Minuta para el festín, Fielding advierte que el autor no debe verse a sí mismo como alguien que ofrece un festín privado, sino como el patrón de una fonda donde todos los clientes son bienvenidos porque pagan. Si se trata de una comida privada, los invitados nada podrán protestar contra aquello que se les sirva. Por el contrario, el cliente de la fonda tiene el derecho de exigir de antemano la carta, para saber qué puede esperar. Y sólo hay allí un plato a escoger: la condición humana; el huésped no deberá ofenderse porque tenga una escogencia única: más fácil sería para un cocinero agotar todas las especies animales y vegetales en una multitud de platos, que para el novelista agotar todas las variantes y variables de la condición humana. Lo demás, es asunto de cocina.

            Nadie debe penetrar en la cocina. Pero sólo del autor dependerá que esa presencia, con sus ruidos, sus cacerolas sucias y sus desechos, deje de ser obvia a lo largo de toda la lectura. No hay nada más decepcionante para quien se sienta en la fonda de Fielding que una mirada, aún involuntaria, al interior de esa cocina cuando en el ir y venir de los camareros la puerta voladiza deja percibir el desorden de adentro, señales molestas de lo inacabado, de lo imperfecto. O de lo fallido.

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14 de abril de 2010
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Periodismo puro

Hemos visto muchas cosas, pero veremos muchas más. Las estamos viendo. Por ejemplo, el renacimiento del periodismo. Ojalá no seamos únicamente espectadores pasivos si no también agentes y agitadores de su pleno regreso al servicio del interés público. De momento, una organización que lleva este alto objetivo inscrito en su lema, ha obtenido su primer premio Pulitzer, el más prestigiado galardón del periodismo norteamericano, en disputa con los dos grandes portaviones que son el New York Times y el Washington Post. Se trata de Pro-Publica. Journalism in the Public Interest, una redacción independiente, no partidista y sin ánimo de lucro, en la que trabajan 32 periodistas y que se financia con fondos privados, con el único objetivo de servir al interés del público mediante la elaboración de reportajes de periodismo de investigación con ?fuerza moral?, según reza la explicación que puede leerse en su portal en Internet.

Pro-Publica es una alternativa surgida frente a la crisis del periodismo escrito y sus resultados devastadores en el nivel de calidad de la prensa, principalmente la merma en los recursos dedicados a la investigación periodística. Esta organización periodística trabaja en colaboración con otros medios, incluidos los mayores periódicos, para dar la máxima difusión a sus trabajos, sin someterse ni a las limitaciones que imponen los márgenes de beneficio de los inversores en medios ni las preocupaciones que comporta la cotización en bolsa. El reportaje premiado con el Pulitzer, escrito por Sheri Fink y titulado ?The Deadly Choices at Memorial? fue publicado por el semanario del New York Times, y cuenta los casos de eutanasia practicados en un hospital de New Orleáns durante el huracán Katrina. Mi amigo y colega Ramon Lobo ha escrito en su blog que la concesión de este premio ?es la demostración de que la calidad es posible en cualquier formato y que ésta no debe olvidar la esencia de nuestro trabajo: el interés público?. Recomiendo vivamente la lectura del reportaje, de escritura concisa y eficaz pero de contenido más que dramático, trágico, en el que aparecen retratados unos personajes sometidos al grado máximo de la tensión moral posible, que asumen la decisión sobre la vida y la muerte de varios enfermos graves ante la necesidad de una evacuación selectiva del hospital. Paul Steiger, el director de Pro Publica y ex director de Wall Street Journal, en su nota sobre el Pulitzer reconoce en el reportaje premiado un poderoso ejemplo de lo que persigue su organización: echar luz sobre posibles abusos de poder o fallos en la preservación del interés público. El reportaje tiene todo lo que con excesiva frecuencia suele faltar en el periodismo. El trabajo de fuentes y el rigor y el respeto por las citas es perfecto. Su extensión, que permite recoger todos los testimonios necesarios, citar todos los casos y explicar con detalle todos los acontecimientos, es toda una apología del texto y del contenido, frente al periodismo efectista, escenográfico, instantáneo y soluble que se resuelve en un titular efectista y un texto rápido para lectura de perezosos. (Enlaces: con el reportaje premiado, con la Boca del Lobo, con la nota del director de Pro-Publica).

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14 de abril de 2010
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Taller y talleristas

Ana Merino, poeta vivencial, estuvo la semana pasada en mi Universidad compartiendo las jornadas del quinto Congreso de Estudios Transatlánticos, esta vez dedicado a los escenarios del Futuro. Uno de ellos corre a cargo suyo, ya que acaba de sumarse al fecundo espacio de la Universidad de Iowa, donde dirige una Maestría de escritura creativa en español. Hemos descubierto que dentro de todo taller hay otro taller; y, para ilustrarlo, reúno estas versiones de mis estudiantes, que algún otro tallerista debe haber ya ensayado. Los tres primeros ejercicios parten de la fábula “Por qué las mujeres escriben mejor que los hombres,” de Ana María Shúa; los dos últimos rescriben el cuento “Carne,” de Mariana Enríquez; ambas son argentinas y formidables.
 

Olivia Singer:  Otra representación de los afectos

Hay demasiadas maneras de narrar este cuento. Podríamos empezar con una discusión sobre los hombres.  Hablemos de su imposibilidad de ver las cosas que para nosotras resultan tan obvias.  Luego, yo narraría directamente mi reacción ante la frialdad del hombre.  Es posible que entiendas algo de mi desilusión.  Pero esta vez, desde este momento, el ritual no va a funcionar. Mis labios no pueden apoyar estas ceremonias: estoy cansada de su ritmo y de este cuarto vacío. No quisiera que mis tragedias sean tan “cliché”, tan “del año pasado.” Mi deseo es que sientas esta emoción como si la hubieses vivido. Los colores brillantes regresan mortecinos. Tengo una visión de lágrimas en las que fluyes, hasta perderte.  Sin tocarla, vas a sentirla toda.

¿Piensas que es justo herir así? He llevado mucho por tanto. Pero llega el momento en que se tiene que dejar la dureza, abrir la boca. Revelar no será suficiente.  Hablar sobre las tradiciones sólo me enterraría más.  El signo más obvio de la locura es la incapacidad de reconocer su propia existencia. No quiero decir que estoy presente y consciente.  Tiemblo con el deseo de ser suficientemente sana para que veas esta presencia. Podemos hablar sobre lo que ha pasado, pero nadie verá estos sueños de reconocimiento.  Vamos a olvidar estas improbabilidades, y sacarte de la rutina a otro momento de desorientación.

Con cada palabra que escribo, recuerdo la verdad de la historia.  En realidad, no hay modo de comunicar este trozo de tiempo. Busco las conexiones y las comprensiones, pero sólo voy a tener páginas llenas de mentiras. Tú no puedes advertirlo. Estás completamente entumecido. La persistencia de esta acción, la de tratar de explicar, lleva mi vida a una irrealidad. Hay demasiadas maneras de terminar este cuento pero ninguna empieza diciendo que me has abandonado, amante.

 
Matt Doup: Otra modesta proposición

Según los expertos, incluyendo los de las Naciones Unidas y el Tribunal Internacional del Crimen, los niños son más apropiados para la guerra que los adultos. Las estadísticas no mienten: históricamente, los niños han experimentado menos bajas que los hombres en situaciones de guerra. Presentan blancos más elusivos para el enemigo, y a veces provocan la compasión del adversario. Los estudios demuestran que los niños tienen 76% más éxito en evitar las balas, y  50% menos probabilidad de detonar las minas de tierra, gracias a su peso ligero.

El humanitario Sadam Hussein afirmaba que los niños y los adolescentes son más prescindibles que los hombres en términos de su contribución intelectual a la sociedad. Hussein explicó que esta distinción es independiente de la clase, raza o etnicidad. Por eso, según él, los niños son los candidatos naturales cuando se trata de seleccionar gente como refuerzo humano.

Los niños pequeñitos, se arguye, son los mejores guerrilleros por su curiosidad inherente y su completa ignorancia del peligro. Esta combinación de calidades les hace luchadores temerarios.  Si el enemigo tuviese corazón para matarlos, los convertiría en fuerzas inmortales a los ojos de la comunidad internacional. 

Tiene sentido la visión de nuestro gobierno de mandar exclusivamente niños a la guerra y otros actos de violencia. El presupuesto de la defensa nacional (y el endeudamiento) se reducirá considerablemente. El gobierno ya no requerirá gastar dinero en armas, porque los niños no sabrían cómo operarlas ni tendrían la fuerza para llevarlas.

En fin, que un niño es detector de bombas o bomba humana, lo que se requiera. Los hombres, simplemente, no compiten con su valor y versatilidad guerrera.
 

Michelle Levinson: Las mujeres controlan el mundo

Además de las razones obvias de inteligencia superior, gentileza, y gran capacidad de tomar decisiones difíciles, la evidencia científica prueba que las mujeres deben controlar el mundo. Estudios recientes han demostrado las correlaciones entre cocinar y la facultad de elegir la mejor opción.

La paciencia, que es esencial para esperar que hierva el agua, también asegura que las decisiones son hechas con suficiente reflexión. Aunque es común querer decidir a prisa, es peligroso no tener todas las opciones en consideración. Los hombres ocupan su tiempo en mirar carreras de autos y prefieren orinar en el  matorral en vez de buscar el baño. No tienen experiencia en esperar y tienden a decisiones apresuradas. En cuanto a los problemas más complejos del mundo, como las relaciones de seguridad y la guerra, esta paciencia es crítica para asegurar que los malos entendidos no terminen en crisis violentas. 

Los hombres son bastante débiles en este arte porque sólo pueden enfocar su atención en un problema a la vez. Esta debilidad viene de una predisposición peculiar que se manifiesta entre el cuarto y el séptimo año de vida: la obsesión singular. Aunque es aceptable que un chiquito se obsesione con los trenes, la construcción o los dinosaurios, esa predisposición tiene serias consecuencias. Los especialistas en desarrollo juvenil todavía buscan un remedio para esta tendencia. Hasta que lo encuentren, será mejor dejar las decisiones multifacéticas para las mujeres, quienes pueden considerar todos los aspectos con mayor facilidad. Problemas complejos como el cambio medioambiental y la distribución mundial de recursos económicos tienen demasiados lados para que los hombres los entiendan.

Mientras aprenden, será mejor para todos que las mujeres controlen el mundo.

 
Jennifer Glass : Email en cadena

Dos chicas que pronto cumplirán dieciocho años se liberan de padres y médicos para tocar las canciones de “Carne” en sótanos y garajes. Las fans esperaban, las uñas pintadas de negro y los labios manchados de vino tinto, el mensaje que les daría la fecha y el lugar de la Segunda Venida, el mapa de una tierra prohibida. Y escuchaban la última canción de “Carne” (donde Espina susurraba: “Si tenés hambre, comé de mi cuerpo/ Si tenés sed, bebé de mis ojos”), soñando con el futuro.

CHICAS! Si eres una verdadera Espinática, reenvía este email a todas las otras fans.

Quizás hayas escuchado ciertos rumores circulando…¡no son mentiras! Dos chicas han verdaderamente consumido la música y el mensaje de Espina, y tú también podrás hacerlo. Llega el momento de liberarnos de los que no nos entienden. Los críticos, los profesores, hasta nuestras familias temen la venida del futuro. El futuro es Espina. ¡Viva Argenespina!

Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo también daré por la vida del mundo es mi carne. Juan 6:51.

Reorganiza las letras:

SANTIAGO ESPINA à IS PAN, I EAT A SONG

AVISO: Si te crees fan y no reenvías este email a todos los demás, ¡te arrepentirás!

 
Colleen McDonald:  Otro suicidio en Barcelona

P-¿Un espejo, dijiste? ¿Y que viste en ese espejo?

A-Había un gran espejo, y poca luz. Vi mi propia imagen y, detrás, la de mi madre, y en sus manos dos píldoras. Pienso que de colores diferentes- azul y rojo, o algo así. Al tomar una moriría en veinticuatro horas, y mi cuerpo sería enterrado. Si tomaba la otra, moriría en pocas horas y mi cuerpo sería incinerado. Traté de adaptarme a esa realidad. Lo romántico de todo ello, la belleza halagüeña de la muerte, pero…

P-¿Y qué pasó?

A-Nadie me contestó. Mamá me dijo que tuve que morir, que estaba bien, que ella estaba bien, que no me preocupara.

P-¿Puedes seguir, Ana? No hay nada que no me puedas decir.

A- No tengo un alma, no tengo un dios. Tengo sólo esta fealdad de mi cuerpo, que es todo lo que soy. No podría hacer nada más,  nunca más la vería. Sería mi fin. ¿Y cuál escoger? ¿El fuego, o la desintegración?  Le dije que no, no tragaría ninguna de sus medicinas.

P-Veo que estás agotada. Llamaré a la enfermera, para que te lleve a tu cama.

N-Noticia especial: una monja joven muere de inanición. Mientras que sus superiores hablan de la enormidad de su devoción, sus padres, separados, amenazan con demandar al convento. “Es claro, dijo el padre a la prensa, que mi Ana sufría de una gran negligencia por parte de sus superiores.” Pero los doctores tienen una historia diferente.

P- Días antes de su muerte, Ana insistió en que podía vivir con el cuerpo de Dios y nada más; que se sentía bien. Pero, con casos de esta magnitud, la posibilidad de una recuperación es pequeña. Cuando Ana me dijo que la hostia era sucia, supe que la perderíamos en poco tiempo.

N-¿Una mártir o una víctima? El debate sigue.

 

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14 de abril de 2010
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Bibliotecas

 

Desde hace mucho tiempo atrás procuro escribir en las bibliotecas. Normalmente en la Nacional de Madrid, que es la ciudad donde vivo desde hace años, pero también en las de aquellas donde paso una temporada de al menos una semana. Al principio lo hacía porque era una forma de establecer una rutina de trabajo algo más rigurosa de la que tengo en casa, donde hay tantas distracciones: el teléfono, la libertad de concedernos treguas, encender un cigarrillo, poner una lavadora, mirar por la ventana...pero después descubrí que ese rigor de ir a un lugar a trabajar, abandonando así la supuesta libertad del trabajo autónomo,  se compensaba con el tiempo muy distinto, más luminoso y fértil, que encuentro en una biblioteca. En la Nacional, por ejemplo, no hay muchas distracciones, o si se quiere, están  bastante compartimentadas, pues la cafetería queda tres pisos más abajo y fumar un cigarrillo implica tal cantidad de movimientos burocráticos para salir a la calle un momento que no vale la pena, al menos para los que como yo, no echamos tanto en falta fumar. Las horas cunden y hasta el más remolón termina concentrándose en su labor, en los libros a consultar, en las páginas de esa nueva novela por donde siempre se avanza a ciegas.

También me gusta mucho la pequeña y austera biblioteca del Olivar, en Lima, donde son más laxos y la gente puede llevar una coca cola y hasta un panecillo para consultar la prensa u ojear un libro. Tiene  amplios ventanales que  se abren a una lagunilla artificial, rodeada de bancas y olivos centenarios, estremecidos por la garúa, punteados por el canto monótono de las cuculíes. Es un lugar de funcionarios amables que no ponen pegas --de esas inverosímiles a las que son tan aficionados los funcionarios peruanos-- ni te contestan mal ni nada de eso. Al contrario, siempre están dispuestos a resolverle a uno cualquier cuestión, desde un enchufe que no llevamos los despistados junto con el ordenador, hasta el dato de ese libro que queremos consultar. Rodeada de jardines impecables, casonas antiguas y coquetas, viejos olivos que dan cuenta del paso del tiempo, me ofrece además la posibilidad de salir y estirar las piernas y reconciliarme una y otra vez con Lima.

La Biblioteca Pública de Nueva York (la famosa, la de la Quinta con la 42) al principio marea y amedrenta, con sus estampa cinematográfica y sus leones que parecen siempre estar posando majestuosos para una cámara. Tan grande, tan llena de pasillos y de mármoles, de salas rumorosas donde atienden bibliotecarias de gafas que parecen salidas de una película de los años cincuenta. Su sala de lectura principal, con mesas amplias de castaño y lamparitas doradas, individuales, le dan ese aire entre laborioso y sedante que tanto busca uno en las bibliotecas. La primera vez que fui --estaba terminando una novela, cogía el tren todas las mañanas desde Long Island-- me constó concentrarme, vencido por mi interés fetichista. Supongo que para un aficionado al fútbol sería como entrenar todos los días en el Santiago Bernabeu o en el Camp Nou... Pero además, es una biblioteca con tal cantidad de actividades que amerita un viaje exclusivamente para conocerla y disfrutarla. Es una pequeña ciudadela, cuyos muros están levantados con libros y más libros.

Finalmente, la Biblioteca Municipal de Ginebra, tan pequeñita y pulcra, es una de las que más quiero, como  a esa amable ciudad calvinista llena de sudamericanos... Está en medio del casco antiguo, entre callejuelas sinuosas y empinadas, colmadas del bullicio laboral y diligente que es tan propio de allí. No necesitas carnet, pero sí conocer bien las mejores horas para encontrar un lugar donde sentar plaza, de preferencia frente a los ventanales que miran hacia la Rue Confederation. Mejor por la mañana que por la tarde, incluso los días lluviosos le dan ese aliento particular a la escritura reconcentrada que exige su sala impoluta y pacífica. Quizá porque cada biblioteca tiene su propia personalidad y eso se nota también en lo que uno escribe, en la mejor disposición que ofrecen unas para investigar, otras para o leer, y otras más para corregir o escribir o simplemente tomar notas. Fantásticos lugares. 

 

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13 de abril de 2010
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Las crisis europeas

La más visible y de más urgente resolución es la de las finanzas públicas griegas. De que se enderece correctamente depende que no vayan cayendo como un dominó las siguientes fichas: Portugal, España,? Y al final de todo el euro. Arrastrando los pies, con los reflejos más mortecinos que nunca, se va reaccionando y saliendo del atolladero. Al cabo está ya sobre la mesa el paquete de crédito a Grecia por 30.000 millones de euros, que ayer suscitó una reacción positiva de los mercados.

Es la más coyuntural, pero constituye un buen índice de otras crisis latentes o explícitas. La más visible de todas es la de gobernanza europea. En cierta forma para esto sirven las crisis europeas: cada una de ellas revela una deficiencia clamorosa, que los países socios procuran resolver reactiva e inmediatamente aunque siempre con retraso. Lo que hemos visto estos últimos meses es el desequilibrio entre una UE sin gobierno económico y mucho menos todavía político, sin capacidad para hablar y contar como una sola voz en el mundo, y una moneda única, el euro, que ahora por primera vez da muestras evidentes de necesitarlos a ambos, al gobierno y a la voz europeas. Casualmente (o no), esto acaece en el mismo instante en que se ponen en marcha las nuevas instituciones y cargos del Tratado de Lisboa. Debía ser la panacea largamente esperada para todos nuestros males. Pero una vez más nos permite sentenciar sobre el tratado de retraso que siempre lleva el reloj europeo. Este de ahora hubiera sido agua de mayo en las crisis anteriores y sobre todo en la que se abrió con la guerra de Irak en 2003. Ahora es como una prenda encogida antes de estrenarla, que ya no nos sirve cuando nos la ponemos por primera vez. El principal problema de la teoría de las buenas crisis, esas que sirven para hacernos crecer, es que seguirá siendo cierta hasta el día que se convierta en falsa, y en aquel momento será letal y definitiva. Puede suceder con el euro, cosa para la que ya tenemos buen número de casandras en casa y fuera que predican su próxima desaparición. Pero puede suceder también en otros ámbitos más políticos. Veamos. Signos no faltan: la desagregación de los sistemas de partidos que han garantizado la estabilidad durante las dos últimas décadas, la disgregación del voto, la derechización del entero espectro parlamentario, el hundimiento de la izquierda reformista y la aparición de un populismo rampante, aquí xenófobo, allí antimusulmán, más allá directamente antisemita, en todas partes enemigo de la inmigración y de la idea europea. Todo ello en una atmósfera enrarecida de desafección por las ideologías e incluso las simples ideas, y crecimiento de las actitudes y sentimientos antipolíticos, en muchos casos alentados en su conjunto por el mal gobierno y la corrupción, ingredientes que bien mezclados constituyen el mejor abono para los radicalismos de cualquier signo. De poco nos valdrá superar la crisis griega si no atendemos a la crisis global europea.

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13 de abril de 2010
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Recapitulación

He de reconocer que sigo sin conocer las reglas no escritas que rigen esta modalidad de dirigir la palabra a los demás que constituye el mantener un blog. Hace ya un tiempo decidí volver a dónde había empezado: una reflexión estrictamente filosófica (que de hecho siempre había sido subyacente), centrada incluso en la filosofía fundamental, la ontología y aun la ontología en forma de filosofía de la naturaleza.

Como la filosofía de la naturaleza se ha sustentado siempre en la física o ciencia natural del tiempo del filósofo, desde hace semanas, intento realizar una síntesis de la disciplina científica más innovadora del siglo XX y quizás de la historia de la ciencia, la Mecánica Cuántica, de la cual se extraen corolarios que subvierten radicalmente nuestra concepción del orden natural. Efectuar una suerte de génesis conceptual de la Mecánica Cuántica me ha parecido un primer paso para un discurso filosófico sobre los fundamentos últimos del entorno natural. Por otra parte defiendo (no se si contra viento y marea) que las cuestiones filosóficas son asuntos que a todos conciernen, y que no es ocioso introducir la filosofía pura y dura en un medio abierto al público en general.

En esta tesitura voy pues a continuar: filosofía pura y dura. Ello no es óbice sin embargo para que de cuando en cuando introduzca alguna digresión sobre aspectos políticos, sociales o literarios.. Tal era desde luego el caso del texto anterior en el que transcribía la tremenda reminiscencia de James Joyce sobre la brutal actitud de los profesores del colegio de la Compañía de Jesús en el que el profesor se educa. Tal será quizás tambien el caso también el caso de las entregas que seguirán inmediatamente.

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13 de abril de 2010
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El estigma de la prosperidad

Para los cubanos de mi generación, la idea de anhelar el éxito implicaba el padecimiento de una terrible desviación ideológica, no sólo si se pretendía sobresalir en lo personal sino también en el ámbito profesional o económico. Se nos educó para ser humildes y se nos impuso la norma de que al recibir algún reconocimiento público, era obligatorio subrayar que sin la ayuda de los compañeros que nos rodeaban hubiera sido imposible obtener semejante resultado. Lo mismo ocurría con la simple tenencia de un objeto, el disfrute de una comodidad o la ?malsana? ambición de prosperar. La pretensión de ser competitivo se castigaba con etiquetas muy difíciles de despegar de nuestro expediente, como las acusaciones de autosuficiente o inmodesto. El éxito tenía que ser -o parecer- común, fruto del esfuerzo de todos, bajo la sabia dirección del Partido. Así aprendimos que la autoestima tenía que disimularse y que había que ponerle riendas al entusiasmo emprendedor. Los mediocres tuvieron su agosto en esta sociedad que terminó por cortar las alas a los individuos más atrevidos, mientras potenciaba el conformismo. Eran los tiempos de ocultar las pertenencias materiales, demostrar que todos éramos hijos de abnegados proletarios y afirmar que odiábamos profundamente a los burgueses. Algunos fingieron que abrazaban el igualitarismo, pero en realidad acumulaban privilegios y amasaban fortunas, mientras repetían en los discursos los llamados a la austeridad. Eran los que seguían diciendo en las autobiografías que venían de una familia pobre y que su aspiración principal era servir a la patria. Con el tiempo sus colegas del trabajo descubrían que detrás de la imagen de ascetismo se escondía un desviador de recursos del Estado o un acumulador compulsivo de posesiones materiales. Aún hoy, la máscara de la frugalidad ha seguido en sus rostros, aunque sus abultados abdómenes digan todo lo contrario.

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13 de abril de 2010
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El monje entre la basura

Hay imágenes que tienen la capacidad de erigirse en diagnósticos fulminantes de una época, por más que parezcan reflejar únicamente un pequeño fragmento de la misma. Esas imágenes nunca son "oficiales" y, frecuentemente, tienen un aire de improvisación, de marginalidad, como si, en efecto, hubieran sido captadas en el margen de la historia mientras los grandes protagonistas acaparan el escenario. Al tiempo que la magna representación tiene lugar en el pórtico, alguna sale o entra por la puerta de atrás.

En la que me ocupa alguien sale por la puerta de atrás: es un viejo monje con mirada entre sonriente y desamparada, el Dalai Lama nada menos, para muchos un campeón de la espiritualidad, y para otros un parásito religioso. Los periódicos han reproducido esa triste salida del Iluminado, por la puerta de servicio, solo, sin ruedas de prensa y entre grandes bolsas de basura. El mensaje no ha podido ser más claro.

Ha sido recibido en la Casa Blanca porque no había más remedio si se quería guardan las formas, pero recuerda que la recepción no ha tenido lugar en el Salón Oval, como corresponde a los auténticos poderosos, sino en una habitación contigua, destinada a invitados subalternos o a visitantes molestos. Recuerda también que, aunque de vez en cuando simpaticemos con tu causa y hagamos películas sobre ella, porque realmente lo del Tíbet es un atropello brutal, estamos obligados a halagar a China, al menos, a no irritarle en demasía. Nuestro corazón está con el Tíbet, como lo está con la libertad, con el honor y con todas esas cosas que tanto nos gusta citar. Sin embargo, comprende que nuestro bolsillo y nuestro miedo nos exigen ser comprensivos con China, pese a que murmuremos sobre su totalitarismo. Tanto es así que, en adelante, y sintiéndolo mucho, ya no podrás salir por la puerta de atrás porque ni siquiera entrarás en el edificio.

Un mensaje bien claro: para el viejo monje y para cualquiera de nosotros.

El País, 27/02/2010
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12 de abril de 2010
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El congreso de escritura creativa

El pasado fin de semana fui a Denver para el congreso de la Asociación de Programas de Escritura Creativa (AWP) en los Estados Unidos. El evento se llevó a cabo en el Colorado Convention Center, un edificio enorme y despersonalizado en el que también coincidía un "auto show". Estaban por un lado los Camaros y las modelos, y por otro los zapatos planos y las gafas de marcos grandes, con lo cual, pese a la cercanía, no había forma de confundirse de evento. Todo discurrió con tranquilidad; no hubo ningún ataque de caracoles gigantes como en El congreso de literatura, esa genial novela de Aira en la que se hace la burla de estos encuentros.

En el megacongreso de Denver había 9.000 inscritos y más de 400 paneles, con temas que iban desde lo importante ("Recordando a David Foster Wallace") hasta lo prosaico ("Escritores con niños en la familia") y lo práctico ("Cómo convertir tu tesis en una primera novela"). Abundaban las cuestiones ecológicas ("La Ecopoética de Colorado") y el deseo políticamente correcto de dar voz a todos ("Enseñando a los veteranos de guerra"; "Dándole un lugar a los estudiantes discapacitados").

Cualquiera que piense que están desapareciendo las ganas de convertirse en escritor en estos tiempos sólo tiene que ver los números para darse cuenta de que no es así: cada año, los programas de escritura creativa en los Estados Unidos reciben unas 80.000 solicitudes, de los cuales se aceptan alrededor de 8.500. La AWP vende a sus socios el sueño de ser escritor y llegar algún día a publicar en editorales y revistas importantes, pero no es tonta y se cubre las espaldas: en las bolsas que se entregaba a los asistentes en el momento de la inscripción, había un librito con consejos para la autopublicación. Ya se sabe, cuando todo lo demás falla...

Eso pudo haberlo mencionado Michael Chabon, encargado de dar la conferencia principal y ex-alumno aventajado de los programas de escritura creativa, pero prefirió concentrarse en lo positivo. De su charla entretenida quedó una cosa esencial: para ser escritor lo que menos se necesita son ideas ("en cada periódico que leemos laten al menos cinco novelas").  

Los paneles más concurridos fueron, como era de suponerse, los que sugerían vías para la publicación. El de los editores de algunas de las revistas literarias más prestigiosas -Tin House, The Believer-- tenía gente incluso fuera de la sala, como si se tratara de la conferencia de prensa de un conjunto de rock. La conclusión a la que se llegó fue tan poco original como contundente: una buena carta de presentación puede valer algo, pero a la larga lo que se impone es el texto mismo, capaz de surgir a la superficie de entre las pilas de envíos que reciben las revistas. Rob Spillman, editor de Tin House, contó una anécdota significativa: de dos pilas de trescientos cuentos cada una, él escogió uno y otro editor de la revista escogió otro; luego se descubrió que los dos pertenecían a la misma autora, una mujer de más de 40 años que nunca antes había publicado (y que ahora, claro, ya tiene un contrato para su primer libro).    

En Denver hubo lugar para todo, excepto para el viejo debate acerca de si es posible enseñar a escribir. En el centro de convenciones estaban los fanáticos, los fundamentalistas de la escritura creativa. Los que señalan orgullosos que de esos talleres han salido Lorrie Moore, Junot Diaz, Daniel Alarcón. La larga marcha para convertir la concepción decimonónica de la literatura como fruto de la inspiración romántica ("las musas") en un oficio que puede aprenderse ha llegado a esto: los programas de escritura creativa son criticados por banalizar la vocación artística, por domesticar la originalidad en un estilo manso y homogéneo, pero en la práctica parecen imprescindibles. Aquí se conoce a agentes y editores, se crea la red de amigos escritores que leerán los manuscritos. De vez en cuando aparece un talento salvaje de la nada, pero lo cierto es que en los Estados Unidos casi todas las vocaciones literarias desembocan en estos programas. Y si la mayoría no llega a publicar jamás o a ser conocida por el gran público, quizás eso no sea nada malo sino, simplemente, una ley de la vida. Los programas no hacen más que reafirmar que para que aparezca un George Saunders o un Jonathan Safran Foer se necesitan diez mil vocaciones literarias.   

(La Tercera, 12 de abril 2010) 

 

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12 de abril de 2010
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Oigo los clarines de la Fama

Hace unos años, cuando yo aún iba al colegio, era habitual que a los poetas los persiguieran a pedradas por los pueblos y si eran sodomitas les hincaran una ducha de playa. Ya que no educado, al menos nos hemos domesticado. Asisto con admiración al nacimiento de un ídolo: el poeta Jaime Gil de Biedma. Es muy desconcertante haber conocido a alguien que sería elegido por la Gloria.

    Digo bien, la Gloria, porque en pocos meses han emanado de Jaime Gil: la biografía de Dalmau, la película de Monleón, la historia de su amistad con Joan Ferraté (Acantilado), sus obras de poesía y prosa en un bello volumen del Círculo de Lectores, y por último la correspondencia (casi) completa muy bien editada por Lumen. Por si fuera poco, en un libro de memorias de J.M. Castellet recientemente publicado en catalán, la inquietante figura del poeta y ejecutivo de Tabacos de Filipinas circula incesantemente por los entresijos de sus coetáneos.

    Si Gil de Biedma lo está viendo desde el valle de Josafat seguro que se pregunta "¿y por qué yo?". Es de observar que ningún poeta español, ni siquiera los malos, han tenido semejante tratamiento. Para hacerse una idea: la biografía oficial de García Lorca es de un irlandés (Gibson), no hay biografía de Machado, o de Jiménez, o de Cernuda realmente definitiva. Sus correspondencias duermen el sueño eterno. De los poetas posteriores, ni eso.

    ¿Por qué Gil de Biedma se está mudando en El Poeta de la postguerra civil? En el soberbio prólogo a la correspondencia de Lumen, Andreu Jaume dice que sus cartas son la autobiografía que siempre quiso escribir Gil de Biedma. Aquel gran lírico y fino letrista (estoy persuadido de que su deseo más profundo era alzarse hasta las sarcásticas canciones de Cole Porter) no valoraba su vida, era demasiado inteligente como para darse importancia, y se suicidó asiduamente. Pero en las cartas y en los diarios juveniles se observa algo inesperado: en contraste con sus amigos y colegas, Gil de Biedma sí creía en la Gloria. Y la Gloria, a diferencia de aquellos que dijeron amarle, le ha sido fiel.

Artículo publicado el domingo 11 de abril de 2010.

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12 de abril de 2010
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