Javier Rioyo
Me falta el viaje al fondo de la noche. Me faltan viajes. También me falta reposo. Me faltan cosas, no soy como Mallarmé, ni he leído todos los libros. Y la carne no me parece triste. Es decir, algunas veces la carne es alegre, dan ganas de comérsela. Me voy de París, no es verdad que no se acabe nunca. No ha sido fácil irse pero el viaje promete. Coche de vuelta y en compañía de Juan Villoro y Margarita, buena pareja para viajes imprevistos. Quedarse "colgado" en París. No ha sido la primera vez, una vez fuimos muy jóvenes y nos quedamos literalmente "colgados". No sigo porque ya he repetido muchas veces que la nostalgia no es lo que fue.
Cuando dejo París me cuesta menos hacer un elogio del pesimismo. El libro que han publicado "Barril y Barral" sabe reírse de los tiempos, también del pasado. Ha sido, es, una buena guía para no caer en inútiles melancolías, al menos no salir de ellas con una sonrisa. Me voy de París, abro el libro y me encuentro con unos versos de una canción de Chonderlos de Laclos: "Alejado de la belleza que uno adora / No se logra imaginar días felices".
Sí, me voy, pero estuvo bien. El volcán nos dejará contemplar de nuevo las estrellas. Me voy, con el último texto que en este "elogio del pesimismo" hace Jean d´Ormesson:
"Por muy extraño que pueda parecernos, después de nosotros el mundo seguirá girando. Sin vosotros. Sin mí. Con altibajos, pero continuará. Y no se contentará con hacer que nuestros sucesores sean más felices de lo que nosotros fuimos en medio de nuestros dramas. Ya lo sabéis, el paraíso no va a aparecer mañana. El infierno tampoco"
De vez en cuando París también se acaba. Hay viaje por delante.