Vicente Verdú
Cuando todavía éramos jóvenes y yo sufría periódicas depresiones, mi hermano Pepe me decía: a ti lo que te pasa, Vicente, es que pides demasiado a la vida.
Han pasado los años y, sin que hayan desaparecido las depresiones, he avanzado en comprender que la clave (o como se llame) de la felicidad tiene que ver con admitir ser menos feliz de lo que acaso, imaginativamente, se pudiera.
Exactamente, como decía Pepe, si uno no se empeña – o no se inventa alegremente- que la circunstancia podría dar mucho más de sí, es menos probable que su resultado nos frustre. Nos pasa con el cine, con un partido de fútbol, con una pareja y, sobre todo, con nosotros mismos. Toda fantasía desmedida sobre la posibilidad de nuestras proporciones provoca una holgura igual al volumen de la pena.
El ajuste exacto es prácticamente imposible pero si hay que medir, mejor nos medimos con humildad y ahorro que con derroche, haciendo antes las cuentas propias de la pobre tropa y no las del Gran Capitán. Una figura que, en todas las historias verdaderas es abatido siempre o cuando menos se piensa.