Vicente Molina Foix
Vuelvo a hablar de cine en primera persona la semana en que se presenta al público por vez primera, en el festival de Málaga, ‘El dios de madera’, que los lectores más memoriosos de este blog quizá no hayan olvidado. La película, la segunda realizada por el escritor con apetencias de cineasta que soy, me sacó gozosamente de mis casillas literarias, y ya conté en este mismo espacio cibernético mis preparaciones, mis anhelos, mis disfrutes, alguna de mis dudas, pocos de mis sufrimientos, compartiendo con los lectores fieles de El Boomeran(g) -a los que nunca olvido aunque no les conteste- las imágenes, los relatos y hasta los accidentes del rodaje en Valencia, incluyendo el más aparatoso de todos los sufridos, que no fue un accidente de cine sino de cómic. Ustedes ya me entienden.
Luego mantuve un silencio de postproducción, por así decirlo. Volví aparentemente a mi ser primordial, el de escritor, y ocupé mi hueco (mi "nicho", como ahora se dice en la prensa, en esa ignorante traducción literal del término inglés "niche") aquí y en otros espacios de publicación periódica con textos de opinión, de viaje, de crítica; saqué hasta el tiempo de escribir tres largos textos literarios, uno sobre Jane Bowles, que acaba de aparecer, y dos prólogos a Henry James y Juan Benet que están a punto de ser publicados en los libros correspondientes (‘Eugene Pickering’ por la nueva editorial Contraseña, ‘Teatro Completo’ por Siglo XXI).
He dicho aparentemente, ya que en todos esos meses, desde mitad de octubre hasta mitad de febrero, estaba montando y haciendo las mezclas de ‘El dios de madera’, codo con codo con personas más sabias que yo en los distintos apartados de los que eran responsables y a la vez muy permeables a mis indicaciones o propuestas, en un ejemplo de trabajo de colaboración permanente que le da al cine su furor y su misterio, en palabras del poeta. Terminado el montaje, la sonorización y la colocación de la música, la extraordinaria música de Luis Ivars que acompaña ‘El dios de madera’, revisada en todos sus pormenores la imagen, y supervisada minuciosamente la calidad de las primeras copias tiradas, ahora llega a las pantallas de Málaga la cosa-en-sí.
No voy a hacer propaganda del resultado de mi trabajo, ni tampoco autocrítica o ante-crítica (como se hacía antes en el teatro) de la película, por mucho que hacer crítica -de cine, de libros, de arte- haya formado parte de mi paisaje consuetudinario. El cuerpo de ‘El dios de madera’ está listo para pasar revista. Mañana me gustaría hablar aquí un poco de su alma.