Los conciertos de U2 en la Argentina fueron una fiesta. Participar de la experiencia me recordó la mejor parte del hecho artístico; porque había artistas encima del escenario haciendo lo suyo, pero rodeados de un público que, lejos de asistir pasivamente, participaba del hecho de manera infatigable. La gente produjo música a la par de U2, y entregó una energía (creo que sería apropiado llamarla devocional) que sin dudas inspiró la actuación del grupo.
Hoy en día U2 es un grupo tan popular, y de una persistencia tan inhabitual en la retina de la percepción pública, que resulta fácil usarlo como blanco. El hecho de que se los vea además como políticamente correctos es un bonus para la mentalidad de ciertos críticos, que sacan patente de iconoclastas cuando la emprenden contra algo que aparece, al menos en teoría, como inmerecedor de crítica. Personalmente encontré este show del Vértigo Tour un tanto sobrecargado de mensajes políticos, pero si dijese que estoy en contra de que Bono & Co. aprovechen su lugar para crear o avivar conciencias estaría pecando por hipocresía. Soy de los que piensan que un artista que goza de estima pública no sólo puede, sino que debería hacer lo que esté a su alcance para ayudar a que este mundo se convierta en un sitio más humano. Lo cual significa, por ende, que descreo de los artistas que se escudan en la pureza de su arte para encerrarse en una torre, intocados por la mugre de la vida cotidiana. Mi respeto más profundo está con los artistas que además de su obra ponen su cuerpo. Soy consciente de que por más que intente preservarme, la vida me va a llenar la cara de golpes: ¿por qué pretenderme representante de una pureza que jamás podría llegar a obtener, ni siquiera buscándolo?
Lo que quiero, aquí, es recordar las canciones. Cualquiera que haya lidiado alguna vez con la poesía sabrá cuán difícil es comunicar algo inolvidable en tan sólo cuatro estrofas. Aquellos que trabajamos con las formas del relato que requieren un desarrollo más extenso en el tiempo (una novela, un largometraje), envidiamos el efecto emocional que una buena canción pop logra en tan sólo tres minutos; o yo lo envidio, cuanto menos. Por eso, cuando me enfrento a artistas como U2, que de manera tan consistente han ido entregándome pequeñas epifanías emocionales a lo largo de tantos años, no puedo menos que estarles agradecido. Sólo Dios sabe cuán difícil es escribir una gran canción de amor. Yo siento que mi vida sería más pobre sin canciones tan conmovedoras, y a la vez producidas por una conciencia romántica tan desgarrada, como One, With or Without You y All I Want Is You. Y daría todo lo que tengo, hasta el límite de considerar la posibilidad de un pacto fáustico, por crear alguna vez algo que produzca una emoción tan genuina, tan honda y tan bella como la que estas canciones me han inspirado tantas veces.
